AMPARO VERSUS CORRUPCIÓNISABEL BANDRÉS
Miércoles, 16 de octubre, en el Congreso y desde las bancadas de los diputados surgen voces como cañonazos: Koldo, Gürtel, EREs, Bárcenas, Begoña, Púnica, EDU, NASEIRO, Roldán, tito Berni, Zaplana, Filesa, Rato, Ábalos… Los dos partidos mayoritarios se echaban a la cara los casos de corrupción que, a lo largo de la democracia, han protagonizado. Ninguno reconocía los propios, pero tenían muy bien memorizados los ajenos. Muchos españoles contemplábamos avergonzados un espectáculo degradante.
La democracia significa amparo, cobijo para todos e igualdad ante la ley. No en vano, existe, en nuestro ordenamiento jurídico, el recurso de amparo que se ejercita ante el Tribunal Constitucional. Es un medio de control de carácter judicial cuyo objetivo es garantizar los derechos humanos y fundamentales que recoge nuestra Constitución. Incluso los principios rectores, que aparecen en ella (como el derecho a la vivienda que no es, como muchos creen, un derecho fundamental) y que no pueden ser reclamados ante los tribunales, señalan reiteradamente en su articulado que “los poderes públicos aseguran la protección”. ¿Cuando contemplamos el comportamiento de los diputados, nos sentimos amparados o protegidos? Más bien percibimos que somos vejados por unas personalidades inmaduras, con complejo de dios y ambición sin límites que necesitan ser adorados continuamente.
La corrupción, hoy en el centro de la discusión política, es ya un clásico. Cada caso supone abrir una grieta, difícil de cerrar, entre ciudadanos y políticos. El desgaste que los partidos políticos están sufriendo por sus actuaciones nos conduce a una deriva peligrosa. Recordemos lo que sucedió en Europa en los años treinta. Entonces, los partidos políticos, por causas múltiples, perdieron credibilidad y los ciudadanos auparon hasta el poder a visionarios mesiánicos con los resultados que todos conocemos. Sin partidos políticos, los totalitarismos terminan por aflorar y en ellos no existe ni el amparo ni la protección, solo la obediencia ciega. La historia nos ha dado algunas lecciones que sería bueno no olvidar.
La polarización y la corrupción son hoy los grandes destructores de la fe en nuestro sistema de libertades y son muchos los ciudadanos que ya optan por no votar. Michael Ignatieff (premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales) asegura: “La polarización lleva a la violencia. Si no empezamos a escucharnos, si no entendemos que estamos jugando con fuego podemos terminar rompiendo la democracia”.
La defensa de la democracia no es un asunto baladí. Es defender las libertades y la cultura. Es el espacio donde somos considerados iguales y donde las mujeres hemos logrado un lugar como sujetos de derecho. Hoy, mientras escribo estas líneas, se ha destapado que un diputado de la izquierda, defensor acérrimo del feminismo, ha sido acusado de agresión sexual y de comportamientos machistas. Solo en una democracia es posible denunciar y apartar del poder a un político de primera fila por hechos punibles. La libertad de prensa y la división de poderes lo hacen posible.
Existe, además, en el comportamiento de los políticos, actitudes y acontecimientos que no están penados por la ley, pero que ejercen una corrosión lenta y segura en los conductos por donde fluye la democracia: la dejadez, la hipérbole contra el otro, la utilización de las tribunas públicas para defender los intereses propios, las mentiras sistemáticas, la ocupación de las instituciones por el poder político y la contradicción extrema entre los principios morales que defienden en la tribuna y los que practican. Desgraciadamente, el método Trump se extiende, en alguna medida, a todos los países. La democracia de Estados Unidos sobrevivió, a duras penas, a cuatro años de su mandato. Ahora, las amenazas lanzadas por Trump contra el sistema, nos hacen temer lo peor. Hoy, 25 de octubre, las encuestas le dan como vencedor. Si él gana, todos los demócratas perdemos.
Pero, a pesar de lo que estamos viviendo, hay un lugar para la esperanza siempre que existan demócratas que mantengan la mirada atenta y el ánimo sereno para advertir los fallos de unos y otros. Estamos en un sistema imperfecto, sostenido por partidos políticos imperfectos a los que votamos individuos imperfectos. Esa, y no otra, es nuestra naturaleza. La otra opción es vivir en el mundo de los Trump y los Maduro.
ISABEL BANDRÉS
INTELIGENCIA
ARTIFICIAL
MARÍA LUISA
MAILLARD
“La
inteligencia artificial no puede pensar porque no se le pone la piel de
gallina”. Esta metáfora, utilizada por el filósofo Byung-Chul Han en su libro No-Cosas, me parece que pone el dedo en
la llaga de la evolución que manifiesta estar siguiendo el hombre occidental:
la seducción sin fisuras por el progreso tecnológico. ¿La ampliación de las
capacidades de nuestro cerebro monopoliza, tal vez, nuestras ansias de
infinitud? ¿Aspiramos a que no se nos ponga “la piel de gallina” en aquello que
nos define como seres humanos: el pensamiento y el suelo en que se sostiene? La
inteligencia artificial no se inmutaría, por ejemplo, ante el espectáculo de
los cadáveres amontonados en un campo de concentración nazi. Sólo los contaría.
El
mito del progreso me parece uno de los más arraigados en la mentalidad
colectiva del actual hombre occidental. Tal vez porque ha procurado durante
décadas una mejora sustancial de nuestro bienestar material, amén de ampliar
nuestras expectativas de vida, gracias a los avances científicos de la
medicina. Sin embargo, tales beneficios —que sólo afectan a una parte de la
población mundial—, están siendo eclipsados por los vertiginosos avances de la
tecnología de los medios de comunicación y de la inteligencia artificial. Las
voces críticas que, sin negar las ventajas, señalan los aspectos negativos, se
encuentran en los márgenes del sistema. Un mito exige una reverencia sin
fisuras, dada su acepción actual de imagen fija que atesora una verdad
incuestionable. Quién cuestione alguna faceta del mito, por mínima que sea,
será tachado de “antigualla”, de fuera de juego, de “carca” en nuestra jerga
patria.
Sin embargo, hace ya tiempo que el gran oso de los medios de comunicación digitales, que nos iba a arropar con su manto igualitario, está asomando su hocico peludo: el trato con el otro pierde corporeidad y aumenta el narcisismo; la imagen sustituye a la realidad; el “me gusta” a la libertad de juicio; las consignas al pensamiento; la posverdad a la verdad. Nada de eso dificulta su avance imparable: ¡Es el progreso!
El
poder político y económico interviene en el proceso. La nueva tecnología
digital atesora, sin duda, importantes canteras para la rentabilidad económica
y el control de los ciudadanos, siempre díscolos. Se acumulan datos sobre la
ciudadanía; incluso la informática cuántica puede llegar a desencriptar todos
los datos personales de los usuarios. El ciudadano se ve sumergido en el mundo
digital y sometido a la pérdida progresiva del trato personal, en aras de las
aplicaciones y plataformas digitales, ya imprescindibles para una consulta
médica, cualquier gestión burocrática o, simplemente, para ir a la piscina.
“El
exceso de conectividad nos conduce hacia la quiebra de la comunicación” —señala
Adela Cortina—, y la rapidez vertiginosa en la difusión de noticias falaces,
hacia la del mismo concepto de veracidad, poniendo en riesgo la democracia. Y
no sólo eso. Los problemas reales se solapan. ¿Algo va mal en algún sector
sensible de la sociedad, por ejemplo, en la educación? La solución unánime es:
digitalización.
Y
entonces llega a darnos el empujoncito la inteligencia artificial. Es más
rápida que la mente humana en la acumulación y proceso de datos; aunque se
limita a descubrir las correlaciones. Puede incluso ser más hábil en la
selección de personal en las empresas porque “no se le pone la piel de
gallina”. Es rigurosamente objetiva en la ecuación beneficios/pérdidas. Así lo
entienden compañías como Xerox, Amazon, Uniliver o ya, desde 2014 el fondo de
inversión chino Deep Knowledge Ventures. Pero como muy bien señala Byung-Chul
Han, la inteligencia artificial posee dos diferencias fundamentales con el
pensamiento humano. La ausencia de disposición anímica le veda, por ejemplo,
anclarse en el mundo, en la circunstancia, diría Ortega, y más allá en las
“creencias”, el suelo en el que nos movemos. La inteligencia artificial es
sorda, no oye la voz del mundo ni tiene conciencia.
La
segunda diferencia es quizá la más fundamental. La inteligencia artificial
procesa datos de una realidad ya dada, y no es capaz de comprender el resultado
de sus cálculos. El pensamiento humano, sin embargo, es analógico, está anclado
en el mundo, en la circunstancia y en la conciencia, y tiene por ello la
virtualidad de abrir la puerta al futuro de lo diferente. Es el camino que ha
seguido la cultura occidental, enfrentándose periódicamente al pasado y
abriendo espacio a lo a lo nuevo, a lo distinto.
Un
progreso centrado en la inteligencia artificial, paradójicamente cierra el
futuro y se encripta en el pasado. ¿Queremos asemejar nuestro pensamiento al de
las máquinas? Adela Cortina señala que en ese camino nos estamos jugando los
clásicos valores del humanismo que han sustentado en los últimos siglos la
cultura occidental: la libertad, la igualdad y la solidaridad.
Periódicamente
se arguye que es el hombre quien controla a la máquina, que la máquina es
neutra: hará lo que los hombres quieran que haga. ¿A qué hombres se refiere? ¿A
aquellos que hoy en día controlan los resortes del poder y abusan de él? No
parece un argumento muy esperanzador.
En el mundo incierto que se está abriendo ante nuestros ojos, una acumulación de datos que desborde o minimice la necesaria interpretación, por ausencia del elemento del cuerpo humano, donde se asientan los sentimientos y nuestro engarce en el mundo, no parece que nos vaya a beneficiar. Lo que necesitamos es la potencia analógica del pensamiento y valores morales que nos guíen. No se aprecia progreso en esta dirección en las actuales sociedades occidentales. Las guerras se incrementan, así como las desigualdades y las derivas autoritarias de los gobiernos, que basan su actuación en polarizar a los ciudadanos.
Las
democracias se resienten por arriba y por abajo. Por arriba no hay modelos de
comportamiento; aunque sí cada vez más jefes o “amos”. Por abajo el “demos”, la
ciudadanía, se ve sumergida en una polarización, forzada desde arriba, que
acapara el mundo de los sentimientos y los afectos. Nos deja inermes frente a
los verdaderos problemas que aquejan a nuestro mundo; nos sitúa frente al otro
como único criterio de verdad.
Más
que nunca necesitamos de la audacia de un pensamiento libre, para lo que
deberíamos centrar nuestros esfuerzos en ampliar los márgenes de libertad de
las instituciones culturales, de las universidades y de los medios de
comunicación. Necesitamos abrirnos a la esperanza. La inteligencia artificial
no tiene esperanza.
MARÍA LUISA MAILLARD
INÉS
ALBERDI
Hay
algunas ocasiones en las que la lectura compartida toma la forma de leer en
alto.
La
lectura fue durante siglos una actividad colectiva. La regla era la lectura en
alta voz, ya estuviera el lector a solas o ante una audiencia. Pero, en algún
momento, comienza la lectura en silencio, para una misma. ¿Por qué? ¿Cómo se
produce esto? ¿Cómo pasa a ser un comportamiento habitual? La historia de
cuando San Agustín ve por vez primera a San Ambrosio leyendo en voz baja marca
una señal de cómo la lectura comenzaba a ser una actividad personal, íntima y
aislada. Este cambio tiene mucho que ver con el comienzo del individualismo y
la creencia en los valores de la personalidad y del libre albedrío.
Cuenta
Manguel que solo bien avanzado el siglo XVII se generalizó el leer en silencio,
pues siempre se había pensado en la lectura como un recitativo, aunque fuera
solo para uno mismo. A pesar de que se extiende la idea de leer en silencio se
mantiene también la costumbre de leer en voz alta para que otros escuchen.
Henriette Browne, Francia (1829-1901) La lectura de la Biblia, 1857 Christchurch Galería de Arte, Nueva Zelanda |
En
algunos de las obras que retratan mujeres con libros hay una mujer que lee para
otra que está escuchando, y la que lee es generalmente la que sostiene el
libro.
Robert Lewis Reid, Estados Unidos (1862-1929) Dos niñas leyendo, s/f Colección particular |
UNA
LEE Y OTRA ESCUCHA
Es
así en el retrato que hace Berthe Morrisot de su madre y su hermana; en ella la
madre parece estar leyendo a la hija el libro que tiene entre sus manos.
Berthe Morisot, Francia (1841-1895) La madre y la hermana de la artista, 1869/1870 Galería Nacional de Arte de Washington |
Henri
Fantin Latour también representó esta situación en los numerosos retratos que
hizo de las mujeres de su familia. Retrató muy frecuentemente a la hermana de
su mujer, que era muy hermosa. En este ejemplo, su mujer lee un libro a su
hermana, mientras esta escucha atentamente sin hacer nada.
Henry Fantin-Latour, Francia (1836-1904) La lectura, 1870 Fundación Calouste Gulbenkian, Lisboa, Portugal |
LEER EN ALTO PARA LOS MAYORES
Cuando
se trata de una joven que lee a una persona mayor, se ofrece la idea de un
favor que se hace a alguien que no puede leer.
Encontramos
una obra de John Everett Millais (1829-1896) en la que se ve una mujer que lee
sentada a los pies de un anciano, quizás su padre, porque a este le falla la
vista.
John Everett Millais, Reino Unido (1829-1896) El paso del noroeste, 1874 Tate Gallery, Londres, Inglaterra |
Hemos
encontrado varios ejemplos de mujeres jóvenes que leen para los ancianos.
Walter MacEwen, Estados Unidos (1860-1943) La ausente en el día de todas las almas, c.1900 Colección particular |
Elizabeth Jerichau-Bauman, Polonia (1818-1881) Una niña lee la Biblia, los abuelos escuchan con devoción, 1858 Colección particular |
LEER
PARA LOS QUE ESTÁN ENFERMOS
También
hay casos en que se lee a quien está en la cama, quizás porque está herido o enfermo.
Elizabeth Jerichau-Bauman, Polonia (1818-1881) Un soldado danés herido, 1865 Galería Nacional de Arte de Copenhague, Dinamarca |
Rupert Charles Bunny, Australia (1864-1947) La convaleciente, 1910 Colección particular |
William Hatherell, reino Unido (1855-1928) El último mensaje, 1918 Museo Imperial de la Guerra, Londres, Inglaterra |
LEER PARA LAS QUE TRABAJAN
Las
obras en que una mujer lee mientras otras hacen labores son muy numerosas.
Parece que se trata de un reparto de tareas, una de las mujeres se encarga de
la lectura mientras las otras hacen labores.
Walter Firle, Alemania (1859-1929) Dos chicas en la ventana, 1903 Colección particular |
Este
es un uso tradicional de la lectura en voz alta, que supone un servicio que una
de las personas hace al grupo, ya sea porque estas no saben leer o porque están
ocupadas haciendo trabajos manuales. Yo todavía recuerdo que, en mis años de
escuela primaria, en la clase de “labores” ponían a una de las niñas a leer en
voz alta mientras las otras compañeras cosían.
Walter MacEwen, Estados Unidos (1860-1943) Dos muchachas en un interior, 1900 Colección particular |
Leer
en voz alta ha sido una costumbre muy extendida cuando los libros eran escasos
y cuando la lectura trataba de entretener a las gentes trabajaban. Emilia Pardo
Bazán cuenta en su novela La Tribuna cómo las obreras de la fábrica de tabacos
de La Coruña pagaban el tiempo de una compañera obrera para que esta leyera
mientras el resto trabajaba. Lo mismo cuentan de la fábrica de cigarreras de
Sevilla; y tuvo que ser una forma muy habitual de organizarse en numerosos
talleres y centros de trabajo.
Thérèse Schwartze, Holanda (1851-1918) Tres niñas del orfanato de Ámsterdam, 1885 Rijksmuseum, Ámsterdam, Países Bajos |
La
lectura comunal es sinónimo de aprendizaje paralelo y similar para todos,
creando lazos de solidaridad y compromiso de lucha. Manguel cuenta como en
algunos momentos o periodos revolucionarios se quiso restringir la lectura en
los talleres obreros y fueron numerosas las normas y directivas que restringían
le lectura en voz alta por considerarlas subversivas (Alberto Manguel Una
historia de la lectura).
Esto
queda plasmado en la novela de Pardo Bazán, que antes señalábamos, que se sitúa
en las fechas inmediatas a la Revolución Gloriosa de 1968 y donde llaman “la
tribuna” a una obrera que arriesga su libertad y su trabajo para traer la República
y echar abajo la Monarquía. En estas épocas había una fuerte desconfianza de lo
que pudiera ofrecer la lectura a las mujeres obreras.
Pero
también en los ambientes burgueses se dan estas situaciones de leer en alto
para que otras mujeres hagan labores.
Gustave Caillebote, Francia (1848-1898) Retratos en el campo, 1876 Museo de Arte e Historia Baron Gerard, Bayeux, Francia |
LA
LECTURA COMO ESPECTÁCULO
Leer
en alto ha sido también una costumbre de escritores que, sobre todo en los
países anglosajones, han puesto de moda que los autores y las autoras populares
hicieran lecturas públicas de sus obras. Son famosos los viajes que hizo
Dickens por los Estados Unidos leyendo sus obras; viajes que le produjeron
importantes ingresos además de una enorme popularidad. Algunos autores han sido
notorios por la forma, la gracia o la emoción, que daban a sus lecturas
públicas. Recuerdo haber leído el libro que escribió el acompañante de Dylan
Thomas a unos de esos tours de lectura por los Estados Unidos y en el
que contaba con acierto la genialidad del poeta que entusiasmaba a las audiencias
a la vez que los organizadores se desesperaban porque no lograban superar la
informalidad, el nerviosismo y el alcoholismo de Thomas (Berryman, John. After
many a Summer: memoirs of Dylan Thomas)
Leer
en alto y a la vez actuar es lo más parecido posible a hacer teatro, que a
tantos entusiasma.
Rupert Bunny, Australia (1864-1947) Sin título, 1912 Colección particular |
INÉS
ALBERDI
LECTURAS Y VERANO 2024. Parte III
NATALIA VELASCO
Ritmo lento, de Carmen
Martín Gaite, fue la tercera
lectura de mi verano 2024, que tan lejos queda ya. Me parece increíble que
leyera en un mes tres novelas y que tres meses después no haya leído todavía
ninguna. Es precisamente ritmo lento lo que necesita la vida para que en el
tiempo de lectura pueda deslizarse por ella.
La
novela se publica en 1962 y queda finalista al premio Biblioteca Breve de
narrativa que convocaba Seix Barral. La ganadora es Tiempo de silencio, de
Luis martín Santos y los dos
autores bromean jugando con los títulos e imaginando que pudieran
intercambiarse para convertirse en Ritmo de silencio y Tiempo lento.
Tuvo una buena acogida por parte de la crítica, pero pronto cayó en el olvido.
La narrativa española en los 60 se abría nuevos caminos y se apartaba del
realismo social. Los cambios en la sociedad española de los 60 eran incipientes
y avanzaban a un ritmo lento, pero España se iniciaba en una economía de
mercado y, por primera vez, descendía el consumo de pan. La novela de Martín
Gaite trata de las consecuencias que estos cambios acarrean en las personas más
sensibles y desubicadas. David, el protagonista, bucea en su historia personal,
en sus progenitores, en su memoria familiar para comprenderse y, a través de
esa reflexión interior, cuestiona los principios básicos de la sociedad: el
dinero, el amor, la felicidad. Carmen abandona el tiempo lineal para dar
entrada al tiempo subjetivo, al tiempo de la memoria, de los recuerdos y las
esperanzas. Con esta novela, abandona el realismo imperante en la narrativa de
posguerra y se adentra en un retrato psicológico de los personajes a la manera
de su maestro, el escritor italiano Svevo.
Leer
Ritmo lento después de haber leído dos novelas de autoficción, La mala costumbre, de Alana S. Portero y Elogio
de las manos, de jesús Carrasco, me hace pensar en las diferencias que
conllevan ambos modos de narración. La novela de autofición permite dar mayor
fuerza emocional al texto y ser más convincente, mientras que la novela narrada
en tercera persona es más distante y hace hincapié en lo racional. Se puede
jugar con el punto de vista de otros personajes y el lector, en lugar de
identificarse con el protagonista, puede juzgarlo o reflexionar sobre él.
La
excelente narradora que es Carmen Martín Gaite, nos permite ahondar en los
temas que siempre le preocuparon, a saber: la vida condicionada por los lazos
familiares y el compromiso afectivo; la capacidad de conversar como arma de
inteligencia; la capacidad de hablar para detener la vida y el tiempo o la de pensar
para detener la acción. La novela nos plantea una pregunta que queda sin
reponder: ¿cuál es la verdadera lucidez, en suma, la renuncia casi inhumana a
la actividad y al amor o la trasigencia y la acción? En este sentido, la novela
de C.M. Gaite es un testimonio inolvidable de su tiempo histórico y también del
nuestro.
En
2025 se celebra el centenario del nacimiento de la autora. Es una buena ocasión
para retomar su obra y deleitarse con su prosa.
NATALIA
VELASCO
NATALIA
VELASCO ES AUTORA DE LA BIOGRAFÍA DE CARMEN MARTÍN GAITE, Nº 31 DE LA COLECCIÓN DE MUJERES RELEVANTES (AMMU-EILA EDITORES, 2016).
DE
LA NUBE A LA RESISTENCIA
DANIÈLE
HUILLET O EL CINE COMO RESPIRACIÓN
FELIPE VEGA
“El único caos es la injusticia”. Paul Eluard.
“Recuperar cosas del pasado es también hacer la revolución” decía el compañero de Danièle Huillet, Jean-Marie Straub. La pareja, ya fallecida, ha sido una representación de un cine de resistencia estética y políticamente tenaz hasta la cabezonería agotadora, arriesgado como pocos. Su obra es ignorada por tantos que se hace muy difícil encontrar seguidores y admiradores a estas alturas. Si queda alguno no hay duda: lo será hasta el final. Paradójicamente fueron estrellas de primera magnitud en los festivales de cine. En términos cinematográficos se les considera “directores para directores” o “cineastas de referencia”. Directores o directoras que han conocido su obra no han podido continuar con la suya de la misma manera. Tal vez por eso existen directores y directoras que han evitado acercarse a su trabajo, por miedo a descubrir el suyo sumido en numerosas contradicciones y falsedades cuando suelen presumir de lo contrario. Huillet y Straub resultaron incómodos porque el sentido de compromiso se ve interrogado una vez conocido su cine.
Una de sus mejores obras, Crónica de Ana Magdalena Bach, reposa en el altar de los musicólogos debido a su fidelidad a Juan Sebastián Bach. Su rigor musical ha cautivado desde siempre, y contiene aspectos tan auténticos que ninguna obra “de ficción” (salvo la grabación de conciertos en directo), ha podido igualar. Se rodó con instrumentos, vestuario y pelucas pertenecientes a la época de Bach. Se convirtió en “actor” el mejor intérprete del compositor, Gustav Leonhardt. La música sinfónica y de coros del film fue rodado con sonido directo (hecho nada habitual, y menos en 1968) y en los lugares donde se había interpretado por primera vez un adagio, un andante o cualquier otro movimiento de las partituras bachianas.
Danièle Huillet y Jean-Marie Straub |
Desde su encuentro en los años 50, la pareja estableció una firme división del trabajo: la primera, en preproducción; la segunda, en el rodaje; y por fin, la última, en el montaje. Huillet se encargaba de gran parte de las negociaciones económicas y de la financiación. En el rodaje del sonido, y después en montadora, soportando, además, los apestosos puros italianos de Jean-Marie sentado tras ella en la sala. En momentos como ese, en mitad de la oscuridad y la pantalla de la moviola encendida, se podía sentir el amor entre los dos.
En las entrevistas, Straub dejaba estallar su vehemencia, su vitriólico humor y sus violentas respuestas ante la estupidez de algunas preguntas. Ella, en cambio, guardaba silencio hasta el momento en el que se sentía obligada a precisar algún aspecto, rebajando la verborrea de su marido. Es una completa lección de cine contemplarla durante el proceso de montaje, en el que exhibió un sentido práctico imprescindible. Como en el caso de muchas mujeres de los 70, su duro combate por la igualdad fue tan contundente como modesto.
“Si no se es capaz de combinar realismo y misterio es mejor no dedicarse a las imágenes…”, dijo en una entrevista. Su cine posee una materialidad extrema y, no obstante, guarda el misterio a través de su seca representación de lo real y su sentido materialista del arte. De algún modo, su obra guarda relación con Luis Buñuel y su puesta en práctica del surrealismo, es decir, introduciendo elementos disonantes, pero reales, dentro de una realidad distinta y presente“, [se trata de] no imponer al espectador imágenes por encima de la música…”, decía refiriéndose a la adaptación de la ópera de Schönberg Moises y Arón, rodada en 1975.
El cine que hicieron se apoyaba en adaptaciones de obras literarias, teatrales o ensayos, desde Franz Kafka, Corneille y Brecht, Bernanos, Vittorini, hasta Cesare Pavese, del que adaptaron su libro Diálogos con Leucó y que titularon De la nube a resistencia. El término “adaptaciones” se queda corto en su caso, porque pusieron patas arriba la convencionalidad del criterio utilizado hasta ese momento, al tiempo que rechazaban de plano que fuese su intención hacerlo. Defendían que la lectura de los textos, su recitación que respetaba la cadencia de versos y métrica, obedecía a una estudiada literalidad que se negaba a embellecerlos gratuitamente. Muy próximos al cine de Robert Bresson, esto se consideró como una ofensa a la dicción. Su ausencia de idealización les ganó fama de intransigentes de una manera bastante injusta. El dúo y su entrañable relación se apoyó en un sólido respeto a la cultura europea. ¿Cómo se puede ver hoy algo de su obra? Difícil respuesta. La colección de DVDs que se editaba en España ha desaparecido devorada por el hambre de las plataformas, aunque quedan países como Francia que lo siguen editando, pero claro…
Danièlle Huillet y Jean Marie Straub |
En YouTube permanecen numerosas huellas de su trabajo en pequeñas dosis que merecen la pena. Como, por ejemplo, la primera secuencia de Crónica de Ana Magdalena Bach y el primer movimiento del concierto número uno de Brandenburgo, que ilustra a la perfección la esencia de su cine. También se pueden encontrar fragmentos de entrevistas. Uno de ellos, por poner el caso, transcurre mientras Danièle Huillet tiende la ropa y muestra toda su energía y coraje vital… En fin, si les pica la curiosidad, encontrarán suficiente material para hacerse una idea.
Eso
sí. Abstenerse las/ los que tengan demasiado claro “cómo debe ser el arte”, y todas aquellas que crean tener la patente
de “cómo debe ser el cine”. Sin curiosidad no hay progreso que valga. Peligrosa situación que
nos ha traído, lentamente, hasta nuestra mediocre época actual.
FELIPE VEGA
CHRONICLE OF ANNA MAGDALENA BACH (1968)
https://www.youtube.com/watch?v=cnq-3CyBxR4
BREVE
ENTREVISTA DEL CORTO DOCUMENTAL DE PEDRO COSTA 6 BAGATELAS. (SE TRATA DE
TOMAS DESCARTADAS DE SU PELÍCULA MÁS LARGA OÙ GÎT VOTRE SOURIRE ENFUI?'
SOBRE LOS DOS CINEASTAS JEAN-MARIE STRAUB Y DANIÈLLE HUILLET.
https://www.youtube.com/watch?v=2gWjcERhQLI
https://www.youtube.com/watch?v=cMxt1MjWlIU
KOMMUNISTEN
CARMEN DE BURGOS EN LA BIBLIOTECA NACIONAL Y EN LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE
Despreciada por sus libros de cocina, defendió la
importancia de la gastronomía para la cultura de la mujer y el progreso de
España.
Asunción Valdés
Cuando
se inauguraba en la Biblioteca Nacional de España la exposición dedicada a restituir
el recuerdo de las escritoras Carmen de Burgos y María Lejárraga, la Facultad
de Filología de la Universidad Complutense de Madrid
rendía homenaje a la primera, Colombine —su seudónimo más popular— en el VII Seminario
Internacional de LOEP, La Otra Edad de Plata; el grupo de investigación destinado
a rescatar del olvido a autores del fructífero primer tercio del siglo XX, borrados
por el canon literario, discriminación machista o motivos políticos.
El
26 y el 27 de septiembre, profesores y estudiosos de España, Portugal, Italia,
Francia, Alemania, Turquía y Estados Unidos analizaron la extraordinaria socialización
literaria de ese periodo, a la luz de sus numerosas publicaciones populares,
bajo la pregunta ¿buena o mala
literatura?
La
catedrática emérita Ángela Ena Bordonada destacó a Carmen de Burgos como una de
los principales autores de novelas cortas en la Edad de Plata de las letras
hispanas. Esos relatos se distribuían por primera vez en revistas semanales,
con ilustraciones atractivas y precios muy asequibles. La llamada literatura de
quiosco vivió su etapa de oro con tiradas de hasta trescientos mil ejemplares.
Lo
cotidiano y lo popular ganaban protagonismo en las expresiones artísticas y se
dejaban atrás obras de escritores de la Generación del 98, centradas en la
crisis de identidad sufrida tras el fin del Imperio español. Algunos de estos autores —Pío Baroja, Azorín o Miguel de Unamuno—,
escribieron también novelas breves, junto a notables firmas como las de Emilia
Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós, Gabriel Miró, Valle-Inclán o la mencionada
Colombine. Para aumentar el número de lectores, los editores de esas
colecciones, apuntaron su objetivo hacia la burguesía y el creciente número de
mujeres y obreros que estaban dejando el analfabetismo, lacra del siglo XIX que
llegó a afectar a más del 80 por ciento de la población.
El
fenómeno del auge de la lectura empezó en 1907 con la salida de El Cuento Semanal, en el que Carmen de
Burgos se estrenó en 1909 con El
tesoro del castillo, novela
corta ambientada en el almeriense Valle de Rodalquilar, en el Cabo de Gata, donde
la escritora disfrutó su infancia y primera adolescencia en el cortijo familiar.
Al año siguiente, bajo nueva cabecera, Los Contemporáneos, publicó El veneno del arte, retrato de la noche madrileña de tertulias bohemias. La autora, nacida en Almería en 1867, había llegado a la capital del Reino en 1901, tras ganar la oposición de Magisterio. Aunque el primer destino fue la Escuela Normal de Guadalajara, gracias a una comisión de servicios, pudo llegar a Madrid, atraída por su vida cultural e intelectual.
Un
título destacado especialmente por la profesora Ena Bordonada como “publicación
fundamental” fue El artículo 438,
aparecido en 1921 en La novela semanal.
En menos de cincuenta páginas, Carmen de Burgos, a través de una adictiva y
angustiosa novela, denunciaba la injusticia del artículo 438 del Código Penal.
Si el marido mataba a la esposa por adulterio, la pena era irrisoria —un
alejamiento de dos años a 25 kilómetros—, sin demostrar la presunta infidelidad
de su mujer ni perder ninguno de sus derechos. Para la esposa, en igual situación,
tras tener que presentar numerosas pruebas, le esperaban años duros de cárcel. Carmen
defendió siempre la igualdad de oportunidades entre los dos sexos. Los Códigos
Civil y Mercantil reflejaban asimismo la discriminación de la mujer.
Fue
en su gran novela La Rampa, ambientada
en Madrid en 1917, donde Carmen expuso crudamente las vejaciones y penurias que
sufrían las trabajadoras de la clase media. En la misma época, una profesora
turca, Halide Epid Adivar, escribía otra novela, Vurun Kahpeye (Matar a la puta), centrada en tema similar. Nermin
Inan, investigadora de las universidades Namik Kemal de Estambul y de la
Complutense, presentó su estudio comparativo entre las dos obras para mostrar
las tensiones progreso-tradición que vivían España y Turquía, reflejadas a
través de la marginación femenina.
TRADUCCIONES PARA TODOS
En
el seminario de la Facultad de Filología, el profesor José Miguel González
Soriano subrayó la importancia de las traducciones para llegar a más lectores. A
esa democratización de la cultura contribuyó enormemente Colombine por medio de
arreglos de libros de consejos prácticos que triunfaban en el extranjero y ella
convirtió en superventas españoles.
Quien
firma este artículo participó en dicho seminario internacional con la ponencia:
Carmen de Burgos, la escuela en el hogar
o cómo triunfar en la cocina, el
tocador y las relaciones sociales. La editorial valenciana Sempere y
Compañía, cuyo director literario era Vicente Blasco Ibáñez, le encargó esas
traducciones, que ella aceptó para completar su exiguo sueldo de maestra, pero
sin dejar de luchar, a través de sus artículos, conferencias y novelas, por los
derechos de la mujer, el divorcio y el voto femenino. Sin embargo, literatos
coetáneos se mofaban de ella y la llamaban “la gorda que escribe recetas de
cocina”.
Defendí
que Colombine contribuyó a la socialización de la lectura con sus libros prácticos,
adornados con sus toques culturales, que contribuyeron al empoderamiento
femenino y al progreso de España. A través de sus prólogos plasmaba su gran
erudición. En su introducción a La Cocina Práctica, en 1906, Carmen recorre la
historia a través del arte culinario. He aquí algunos ejemplos:
En
la Biblia, la manzana de Eva es el
origen todo. Rebeca cocinó las
lentejas que su hijo Esaú vendió a su hermano Jacob por su primogenitura. El
esplendor de los banquetes romanos se aprecia en “las fastuosas comidas en el triclinium.” El marqués de Villena
escribió en el siglo XIV su Arte cisoria,
el arte de trinchar o cortar. Y Cervantes describió “con tanta galanura” el festín
de las bodas de Camacho. Hasta llegar al fogón francés, “un Napoleón que
conquistó el mundo”.
ASUNCIÓN
VALDES ES AUTORA DE LA BIOGRAFÍA DE CARMEN DE BURGOS, EDITADA POR EL INSTITUTO
ALICANTINO DE CULTURA JUAN GIL-ALBERT, EN 2021.
DELHY TEJERO VUELVE AL MUSEO DE ZAMORA
ÁFRICA CABANILLAS CASAFRANCA
Acaba de presentarse en el Museo de Zamora
la obra Arquitectura (1960), de Delhy Tejero, lo que supone todo un
acontecimiento cultural en la ciudad, puesto que no se puede concebir este museo
provincial sin algún trabajo de la pintora —nacida en Toro—, una de las figuras más destacadas de la
renovación artística española desde finales de la década de los veinte hasta
los últimos años sesenta del siglo XX. El acto fue especialmente significativo
y emocionante, ya que el día elegido para su celebración, un 10
de octubre, pero de 1968, murió la pintora a los sesenta y cuatro años de edad.
El cuadro
Arquitectura, que se ha colgado en la Sala VIII de Bellas Artes, dedicada a la escultura y la pintura de
los siglos XIX y XX, viene a
llenar el hueco dejado recientemente por otro trabajo de Delhy, Moussia (1954),
que se ha exhibido durante casi veinticinco años en el museo, de 1999 a 2023. Desde
que se cerró la exposición antológica de la artista Una muchacha y una
maleta, celebrada con motivo de la XIV Bienal de Pintura de Zamora, hasta
que la compró el Museo Reina Sofía, en cuyas salas esperamos verla próximamente.
Ahora bien, en la colección del museo catellano no hay ninguna obra de Delhy —algo muy frecuente
aún cuando se trata de mujeres creadoras—, por lo que en ambos casos han sido los préstamos de la familia de la
pintora, heredera de su legado, los que han hecho posible completar esa laguna y admirar su trabajo.
Arquitectura, Delhy Tejero, 1960 |
Moussia, Delhy Tejero, 1954 |
Por
fortuna, en esta ciudad, hay un número considerable de obras de Delhy, tanto en
colecciones privadas como públicas, entre las que destaca, con mucha
diferencia, el mural Amanecer jurídico del pueblo zamorano (1949) del Salón de Plenos del
Ayuntamiento Nuevo, inspirado en
la historia medieval que representa el fuero que concedió el rey
Fernando I el Magno al municipio, y que se le encargó tras ganar un concurso
público. La pintura se conserva en su lugar original y va a ser restaurada
próximamente, lo que es una muy buena noticia, aunque se antoja un trabajo
difícil, puesto que lo hizo con una técnica original y muy compleja, estofado
sobre oro con matizaciones de siena con el lienzo como soporte.
Amanecer jurídico del municipio zamorano (paño central), Delhy Tejero, 1949 |
Los responsables del Museo de Zamora, con Rosario García y Alberto del Olmo a la cabeza, han querido que entre las dos obras expuestas de Delhy, pintadas en una época similar —separada por poco más de un lustro—, en 1954 Moussia y 1960 Arquitectura, haya una relación o, mejor dicho, una continuidad, sobre todo, en lo que respecta a una característica muy interesante y definitoria de una parte importante de la producción de Delhy: la combinación de figuración y abstracción. Este es el caso también de otros trabajos de la artista de los años cincuenta y sesenta, por ejemplo, los retratos de sus sobrinos Javier (1955) y María Dolores (1955), las series Redes (1959) y Surcos (1959), o los murales del vestíbulo del edificio de oficinas de la antigua Fábrica de Tabacos de Altadis en Sevilla (1965-1966).
FIGURACIÓN RENOVADORA
La
obra de Delhy, aunque figurativa, desde un principio se vinculó a la renovación artística. Hizo su primer acercamiento
como ilustradora a finales de la década de los veinte y comienzo de la de los
treinta a través del art déco, que no
es considerado una vanguardia propiamente dicha, si bien supuso una
asimilación, aunque tímida, de las aportaciones de ciertos movimientos
artísticos de inicios del siglo XX, como el fauvismo, el cubismo, el
futurismo y el expresionismo. Sus creaciones de estos años también se
inspiraron en las civilizaciones alejadas en el tiempo y en el espacio,
exóticas y misteriosas, en particular, el arte primitivo, africano, chino o indio (el nombre de Delhy está
inspirado en la capital india, transformando la i latina en y
griega). En este periodo, sus dibujos son estilizados —con una tendencia
al linealismo y a la geometrización— y de un fuerte colorido que, a menudo,
representan temas tradicionales o tipos regionales vistos desde un prisma
plástico nuevo y paisajes, como aquellos en los que plasmó sus vivencias de los
viajes a Marruecos e Italia.
Paulatinamente, su interés por el arte moderno se fue haciendo más firme, en particular, por el neocubismo, uno de cuyos máximos representantes fue Daniel Vázquez Díaz, que le dio clases en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando —donde Delhy estudió entre 1926 y1930—; como ponen de manifiesto sus figuras voluminosas y la alteración de la perspectiva, por ejemplo, en el cuadro Mercado zamorano (1934). También recibió la influencia del surrealismo, antes incluso de viajar a París en 1938, lo que se refleja en sus brujas, lo mismo en el tema: el interés que mostró en la fantasía y lo irracional, el mundo del sueño e infantil y, lo que es más importante, que en la técnica: el uso de la decalcomanía. También se puede considerar vanguardista su interés por hacer pasar estos dibujos de una técnica artística tradicional a otros soportes como el trapo o el latón.
Mercado zamorano, Delhy Tejero, 1934 |
Las brujas, Delhy Tejero, 1928-1929 |
ABSTRACCIÓN GEOMÉTRICA E INFORMALISMO
A
principios de la década de los cuarenta, en 1943, hay ya un primer testimonio
de que Delhy estaba experimentando con el arte abstracto: un gouache de
líneas geométricas y abundantes planos de colores puros, inspirado en Vassily Kandinsky, uno de los
pintores contemporáneos que más admiró, junto con Paul Klee. No obstante, fue
en 1951 cuando apareció de forma clara en su obra la abstracción, primero, en
su versión geométrica y, poco después, matérica. Además, según recoge Delhy en
sus diarios, Los Cuadernines, dos exposiciones tuvieron una gran
importancia en su andadura por este nuevo camino creativo. Una en 1947 en el
Museo de Arte Moderno de Madrid, que aún no he podido identificar, a raíz de la
cual escribió: «He encontrado el abstracto por fin; he chocado con él como
última solución del despojamiento» y otra en 1951 de Julio Ramis, que había sido en los años treinta
uno de sus alumnos más sobresalientes de la Escuela de Artes y Oficios, en la
Galería Clan de Madrid. Sin embargo, Delhy aún tardaría unos años en mostrar
sus trabajos abstractos.
Perlismo azul, Delhy Tejero, 1958 |
Prueba
de su dominio de este nuevo lenguaje es el hecho de que ella fuera la única
mujer española seleccionada para participar en la famosa exposición
Internacional Arte Abstracto 1953 —otras
seis creadoras de distintas nacionalidades mostraron obras—, que organizó José
Luis Fernández del Amo en el Museo de Arte Contemporáneo de Santander. Presentó
tres lienzos de título progresivo: Uno,
Dos y Tres; en los que demostró su conocimiento de la abstracción, tanto
desde los presupuestos de la geometría y el dibujo como desde los del color. Sin
embargo, lo más novedoso fue su producción informalista, sobre todo, la
técnica que creó hacia 1957-1958 y que denominó “perlismo”. Consistía en
introducir en el cuadro mediante procedimientos mixtos, junto al óleo, pequeños
trazos o particular pulverizadas de mármol (marmolina), junto con arena, hilos
de cobre, pequeñas cuentas o perlas de cristal u objetos de nácar, dando lugar
a texturas granuladas y calidades mineralizadas.
La
abstracta es una parte muy sobresaliente de la producción de esta artista que
es necesario destacar, ya que es generalmente mucho menos conocida por el
público y los especialistas que la figurativa.
https://drive.google.com/file/d/1aO01ixoTazqPFayAPMd81HRro_rXINP4/view?usp=sharing
ÁFRICA CABANILLAS ES AUTORA DE LA BIOGRAFÍA DE DELHY TEJERO, Nº 43 DE LA COLECCIÓN DE MUJERES RELEVANTES (AMMU-EILA EDITORES, 2016).
PSICOANÁLISIS Y SALUD
LIDIA ANDINO
Cuando una persona se encuentra aquejada de un malestar, sea físico, psíquico o de otra índole, lo habitual es que se dirija a un profesional de la salud.
El que consulta relata lo que le sucede: displacer, dolor, una preocupación, algo que en él no está bien y que no sabe a qué se debe, o si lo sabe no puede controlarlo, no conoce la manera de resolverlo.
En la mayoría de los casos estos trastornos pasan desapercibidos; en el mejor de los casos toman una medicación para alivios pasajeros hasta que se repite el síntoma y así nos encontramos con la cronificación de las dificultades, a veces hasta la resignación, sin que los problemas sean verdaderamente resueltos.
Por un lado, afectando al psiquismo a través de angustia, fobias, emociones y, por otro lado, haciendo síntomas en el cuerpo: palpitaciones, asma, úlcera o dificultades en la vida de relación: problemas laborales, de familia, etc.… Estos son los efectos que se pueden producir sin que la persona aquejada sea consciente de ellas, aunque sí lo sea a través de síntomas visibles.
En psicoanálisis, por medio de una conversación cualificada y sabiendo escuchar el relato que trae el paciente, se va desvelando el sentido del síntoma, las claves, las tramas de relaciones conscientes e inconscientes que han llevado la vida del paciente a esa posición de sufrimiento.
Hay que entender que, en torno a esto, existe el llamado "beneficio secundario de la enfermedad” que quiere decir justificar con la enfermedad la falta de dinero, de estudio, de trabajo, etc., y acogerse al carácter de excepción. Hay casos donde se da más valor a los privilegios que a la misma enfermedad.
La técnica de atención psicoanalítica facilita el acceso al mundo inconsciente. Con una solución al enigma y su aceptación por parte del paciente, los estados patológicos quedan incapacitados para subsistir.
Es interesante destacar que no existe el autoanálisis,
pues nadie se puede psicoanalizar por sí mismo, tampoco hablando con un amigo,
un familiar o buscando una respuesta por internet —pues cada caso es singular—,
sino que se trata de operar sobre procesos inconscientes que, justamente por
serlo y ajenos a la voluntad, no son accesibles para la misma persona, ni
tampoco para quienes no poseen una formación, un conocimiento fundamentado de
la vida psíquica.
LIDIA ANDINOPsicoanalista
CONSUELO BERGES RÁBAGO
MARÍA LUISA MAILLARD
Los
que éramos jóvenes en los años 70 estábamos familiarizados con el nombre de
Consuelo Berges. A través de su mirada, leíamos a Descartes, a Proust, a
Sthendal y a Flaubert. Ella era la traductora. Conocíamos su nombre, pero nada
sabíamos de la persona que se alojaba en él. Nos hubiera gustado. Consuelo
Berges fue una mujer que demostró en su vida cómo se podía ser fiel a uno
mismo, en circunstancias poco propicias. Ella era una mujer libre. En sus
propias palabras en una entrevista a Esther Benítez, ya al final de sus días,
en la revista Cuadernos de Traducción e
interpretación: “Yo era anarquista de nacimiento, por temperamento, pero
sin carnet, siempre sin carnet, yo he sido todo por libre”.
La
profesión de traductora que ejerció en España desde mediados de los años 40 no
fue su primera vocación. Ella quería ser escritora; sin embargo, cuando,
forzada por las circunstancias, se vio obligada a convertirse en traductora, no
sólo se limitó a hacerlo con dedicación y pasión. También dejó un legado
reivindicativo para una actividad que, según Jorge Luis Borges, nos presenta el
misterio de la palabra: “Ningún problema tan consustancial con las letras y su
modesto misterio como el que propone una traducción”.
Al
apreciar que en España la traducción no era una actividad regulada y carecía,
por tanto, de condiciones fijas de trabajo, emprendió la batalla. En 1955 creó
la Asociación Profesional de Traductores e Intérpretes y en 1982 el Premio
Stendhal de traducción. Fue la primera traductora española en lograr que se le
reconocieran los derechos de traducción de sus obras.
Consuelo Berges, Ricardo Viñes y Concha Méndez |
Consuelo
Berges, nacida al filo del siglo XIX, en 1899, fue hija de madre soltera. Se
desconoce en qué circunstancias la familia paterna se hizo cargo de la niña. Sí
sabemos que no consideró necesario escolarizarla. La niña aprendió sola,
leyendo todo lo que encontraba en la voluminosa biblioteca familiar. Sin ir más
lejos, a los 11 años leyó con fruición El
Quijote; aunque comenzó su aprendizaje con un libro sobre mitología griega.
Así aprendió no sólo el español, sino el francés.
A
los 15 años decidió presentarse a las pruebas para acceder a la Escuela Normal
de Maestras. Tuvo que aprender por su cuenta la aritmética que no venía en sus
libros. Aprobó el examen, así como todos los cursos con sobresaliente. Ejerció
muy brevemente en Cabezón de la Sal, porque ya estaba publicando artículos en La Región de Santander, bajo el
pseudónimo de Yasnaia Poliana (la finca de Stendhal), labor que continuaría en El Sol de Madrid y en La Nación de Buenos Aires, mientras
mantenía correspondencia con Clara Campoamor, María de Maeztu, Azorín y Rosa
Chacel.
A
raíz de la Dictadura de Primo de Rivera, decide “expatriarse” y aprovecha la
primera oportunidad: el viaje a España de una parienta, residente en Arequipa,
que había regresado a España en 1926, para que sus hijos mayores cursaran sus
estudios en “la madre patria”, y que le propuso acompañarla de vuelta. Así se
despidió en La Región: “Que la
dictadura os sea leve y a mí no me sea demasiado grave la expatriación”.
En
Arequipa da clases en una Academia y colabora en la sección literaria del
diario Las Noticias. En 1929 se
traslada, ya sola, a La Argentina, después de un interminable viaje de cuatro
días y cuatro noches, y allí colabora en El
Diario español, financiado por la Embajada española, cuyo director era
Ramiro de Maeztu y en La Nación. Es
directora del diario montañés Cantabria
y publica su primer libro, Escalas.
Cuando aparece por allí Concha Méndez, con la buena nueva de la proclamación de
la 2ª República española, se traslada con ella a París, donde permanecen tres
meses en casa de María Blanchard, su prima segunda, y de allí recalan en España
en octubre de 1931.
Rechaza
ocupar el cargo que le propone Clara Campoamor como directora de un orfanato,
en la recién inaugurada República, porque ella “no quiere ser directora de
nada” y prefiere un puesto en el archivo de la Junta Provincial de
Beneficencia. Al comenzar la guerra civil, tras el “glorioso alzamiento militar”, que ella prefiere denominar como ”el glorioso meneo”, es
la encargada de llevar a un grupo de huérfanos a Granollers y desde allí se va
a Barcelona, donde entra en contacto con el escultor anarquista Baltasar Lobo.
Colabora activamente con la revista, fundada por su mujer, Mujeres libres, y en la que él participa como ilustrador y
maquetista. En este periodo publica Concepción Arenal. Algunas noticias de su
vida y obra (1931), La mujer y la
masonería (1932) Explicación de
Octubre (1935) y Stendhal. Su vida,
su mundo, su obra (1935).
Consuelo Berges en los años 40 |
Tras la derrota del bando republicano, marcha a Francia y, después de transitar por el calabozo y un campo de internamiento, se escapa y reside en la clandestinidad, durante cuatro años en París, bajo el amparo de Baltasar Lobo y su mujer Mercedes Guillén, hasta que es descubierta y enviada a España en 1944.
Es
internada en el campo de concentración de Fuenterrabía; pero consigue salir,
gracias a las gestiones de Matilde Marquina, que era a la sazón directora de la
antigua Residencia de Señoritas, y Luis de la Serna, prestigioso médico, al que
estaba ligada por razones de parentesco. ¿Qué hacer ahora? Tiene prohibido
escribir y publicar. Es entonces cuando se abre ante ella el campo de la
traducción, que pronto abraza con fervor y lo convierte en su vocación.
Comienza traduciendo las Memorias de
Saint Simon para Espasa-Calpe; pero pronto es contratada por Jaime Salinas
para su elenco de traductores de francés en Alianza. Así fue como se convirtió
en una leyenda de la traducción en España, actividad para la que solo se
necesita, según sus propias palabras en la entrevista ya citada, “un gran amor
y un gran respeto por la literatura”. La traducción consiste para ella en
“poner al texto original una piel nueva que sustituya a la piel primitiva”,
para lo cual, “hay que hacerlo con mucho pulso y muchísimo respeto, con gran
fidelidad al contenido, a lo que el autor dijo y, si me apuran un poco, a lo
que quiso decir”. Así de sencillo, porque, como dice Steiner: “entender es
traducir”. Y traducir es entender.
Mercedes
Borges falleció en Madrid en 1988, pobre como siempre había sido, siendo ya un
referente para todos los traductores y una guía para las mujeres libres.
MARÍA LUISA MAILLARD
ISABEL BANDRÉS
Nevenka
Fernández, concejala de Hacienda en el Ayuntamiento de Ponferrada, sufre acoso
profesional y sexual por parte del alcalde. A esta joven le dan ataques de
pánico cada vez que oye la voz de su acosador y le es difícil entender lo que
le está pasando. La narración de Icíar Bollaín nos describe la historia real de
una mujer que se atrevió a enfrentarse no solo a su acosador sino a la
sociedad entera. Cuando presentó la denuncia ante los tribunales, los
ponferradinos, todos los medios de comunicación y sus amigos, la dejaron sola. Manifestaciones
en las calles, telediarios, prensa escrita… la calificaron de frívola, de
enferma, de drogadicta y de aprovechada. Convirtieron a la víctima en culpable
y al delincuente en mártir. Nadie la creyó. Muchos le retiraron su apoyo por
miedo, por intereses personales o porque no supieron o no quisieron entender lo
que sucedía. Solo una persona, su amigo y luego novio y marido, comprendió lo
que había debajo de lo aparente, y supo acompañarla hasta el lugar que le
correspondía. Tras la sentencia, que le fue favorable, tuvo que irse fuera de
España porque aquí no encontraba trabajo. Se convirtió en una apestada social.
Y allí sigue, lejos de su tierra, donde trabaja y ha formado una familia.
Soy
Nevenka es, sobre todo, una narración sobre el ejercicio del
poder. Lo que comienza siendo una relación amistosa con contacto físico
consentido, se va tornando en un acorralamiento laboral, sexual y psicológico
con ánimo de destruir toda resistencia o, en el caso de no conseguirlo,
anularla como persona. En un momento de la película, el amigo de Nevenka
escucha cómo el acosador se dirige a ella por teléfono y asombrado exclama: “¿Cómo
consientes que te hable como si fuera tu amo?”.
Los
actores son estupendos. Urko Olazabal en el papel de alcalde Ismael Álvarez,
está magistral. Consigue hacer creíble un personaje tan manipulador como
repelente. Un tipo marrullero que hace que el consistorio se someta a sus
decisiones y caprichos. Ejerce el poder en su propio beneficio imponiendo su
grandiosidad y sus intereses sobre todo lo demás. En el papel de Nevenka, la
actriz que lo representa, Mireia Oriol, construye un personaje muy frágil y muy
ingenuo que lucha por recomponerse, por sacar fuerzas de flaqueza. Le cuesta
admitir que mantiene una relación de sumisión, no sólo con un hombre narcisista,
si no con las instituciones (ayuntamiento y partido político). Vemos, durante
la narración, crecer la ostentación del poder de uno y disminuir la figura de
la víctima. Nevenka, va menguando, se va arrinconando hasta dudar de su propio
buen juicio. Bollaín narra muy bien como la protagonista pasa del entusiasmo de
pertenecer a un grupo, en este caso político, y de la idealización del líder
que la protege a la sumisión y a sentir un terror incontrolable que la
paraliza. El fiscal le pregunta en el juicio: “¿Y usted por qué no se levantó y
se fue?” Y Nevenka contesta: “Es que no podía, no podía”. Está muy bien
relatada la impotencia ante el acoso, la agresión sexual y psicológica. La
confusión y el caos mental en los que la víctima se ve sumergida ante la
incredulidad de los que la rodean que solo ven el exterior: excelente puesto de
trabajo y privilegios sociales, sin comprender la alienación a la que ha sido
sometida y la dura lucha psicológica y judicial que tiene que emprender para
recuperar su autonomía.
Bollaín
compone una película que, sin ser excelente, es una reflexión muy válida sobre
las actuaciones del poder y sus efectos perversos en las víctimas.
ISABEL BANDRÉS
https://www.youtube.com/watch?v=2LswcFbYEg4
Arantxa
Echevarría, la directora, cuenta una historia real que aconteció en los años 90,
cuando ETA echaba cada día un pulso a la democracia española. Durante aquellos
años de plomo, los carteles pro ETA y la simbología abertzale eran el decorado
habitual de las calles de San Sebastián y la banda terrorista era una máquina
de matar para conseguir una Euskal Herria libre. La película está basada en la
historia de una joven policía que estuvo infiltrada durante ocho años en un comando
etarra, intentando obtener información fiable. La narración va de menos a más,
teniéndonos en todo momento pendientes de la pantalla. Duele verla. Rememora la
lucha de la democracia contra unos monstruos que se inventaron una ideología
para poder dar salida a su psicopatía y a su delirio. Fueron considerados por
muchos como unos héroes que luchaban por alcanzar unas supuestas libertades
perdidas como, por ejemplo, y según uno de los etarras vigilados por la policía,
“para poder ir a comer lentejas sin ser vigilado a casa de mi ama”. Resulta que
un tipo mata a patadas a alguien para obtener la libertad de “su” país” que
siente le ha quitado la democracia española, para imponer otra libertad, la
suya, que no sabe muy bien en qué consiste, aparte de poder ir a comer unas ricas
lentejas. Terrible.
El
tono de la película cambia cuando aparece un psicópata asesino, Sergio Polo, estupendamente
interpretado por Diego Anido. Los perfiles de los dos etarras están muy
conseguidos. Son dos pobres hombres, cortos de miras, sin capacidad de análisis,
machistas y fundamentalistas hasta la médula que se refugian en el delirio del nacionalismo
vasco para retroalimentar su inmenso narcisismo, llenar su vacío y su
incapacidad de pensar. La directora nos muestra a estos salvadores de la patria
como unos psicópatas que mataron a cientos de ciudadanos, incluidos niños, para
ser aclamados en las plazas de sus pueblos. El film expone la carencia total de
racionalidad y de cualquier vestigio de humanidad, de unos tipos execrables que
se inventaron una realidad paralela para justificar sus crímenes. Creo que ese
es el mayor mérito de esta obra: mostrarnos lo que había detrás de la careta
ideológica.
La
narración recrea la tensión existente entre las fuerzas policiales, las dudas
de los políticos y la ceguera de muchos ante lo que estaba pasando. Logra
plasmar el ambiente claustrofóbico y tenso de aquella época. Los actores son
muy creíbles y, sobre todo, nos descubre de una manera lucida que tras las
pistolas y las bombas solo había seres enajenados, sin pizca de heroísmo o
grandeza, que jugaban a ser dioses y querían llegar al poder mediante el
terror.
ISABEL BANDRÉS
https://www.youtube.com/watch?v=_eAYhtaEQGM
PAQUITA LA DEL BARRIO
SUSI TRILLO
Elijo, con prisas por el cierre del blog, a Paquita la del Barrio. Dedicó su
canción Rata de dos patas, al narco Pablo Escobar; pero hoy podría estar dedicada a aquellos dirigentes políticos que traen el dolor y el sufrimiento a su pueblo. En menor medida, a todos aquellos que abusan de su poder en vez de servir a los ciudadanos que los han elegido, porque destruyen el techo que a todos nos cobija: la democracia… Cuando la escuchen,
entenderán por qué.
Este
icono de la música mexicana ha cumplido la friolera de 50 años sobre los
escenarios. Claro que The Rolling Stones o nuestro inefable Raphael llevan 60… pero
hay que reconocer, sin ninguna duda, que a Paquita se la ve mucho más lozana.
En su paso por España, hace un montón de años, tuve la suerte de escucharla en la mítica Sala Caracol. La anécdota que recuerdo con nitidez —amén de su voz y su presencia—, es que Paquita apenas se movía en el escenario, la mayor parte del tiempo permanecía estática. Llevaba al cuello una gruesa cadena con un medallón circular de tamaño considerable que, ya en su primera canción, quedó verticalmente encajado en su generoso "canalillo" (pliegue natural o hendidura que se forma entre los senos), no moviéndose de ahí en todo el concierto.
En
otra ocasión glosaremos como se merece a la gran Paquita; les dejo con Rata de
dos patas.