martes, 31 de mayo de 2022

 




IN MEMORIAM

La “movida madrileña” de los años 80 acabó con el tiempo tiñéndose del nombre de Pedro Almodóvar; pero la movida también tuvo nombre de mujer: Ouka Leele, nombre artístico de Bárbara Allende Gil de Biedma, que ella tomó prestado de la estrella de un cuento polinesio. Y es que, haciendo gala de una libertad creativa sin barreras, tomaba de la vida todo aquello que fuera luminoso, poético, absurdo o divertido. Coloreaba las fotos en blanco y negro porque quería poner a cada rostro y a cada objeto el color que llevaba en su corazón, no el de la realidad, no siempre divertida o luminosa.

Todos recordaremos la hazaña artística que llevó a cabo en 1987 cuando paró el tráfico de La Cibeles para escenificar el mito de Atalanta e Hipómenes y los cuerpos de jóvenes asaeteados en torno a la diosa sustituyeron el rugido de los coches. Escenificación que reprodujo veinte años después. La “movida” ya no existía; pero ella sí. Se libró del lado oscuro de la “movida” que se llevó por delante a muchos de sus compañeros de aventuras, debido a una temprana enfermedad, que se la acabó llevando a ella a los 64 años.

Recibió el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid en 2003; el Premio Nacional de Fotografía en 2005 y la Medalla de Plata de la Comunidad de Madrid en 2012, entre otros. No pudo recoger la Medalla de Madrid que le concedió este año 2022 el Ayuntamiento de la capital. Parte de su obra está recogida en el Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía y en el Museo Caixa Forum.

Descansa en paz. Nos has dejado en las manos una aventura de libertad y creación, una aventura que tiene nombre de mujer, tu nombre, Ouka Leele.

MARÍA LUISA MAILLARD

OUKA LEELE - WEB OFICIAL
DONDE PODRÉIS VER SU OBRA

https://www.oukaleele.com/



! NOS VAMOS DE FERIA !



EVA CARNICER PÉREZ, 
ALUMNA DEL I.E.S. FÉLIX DE AZARA DE ZARAGOZA, GANA LA OLIMPIADA DE FILOSOFÍA

Eva Carnicer Pérez, estudiante de 4º de ESO, ha ganado el primer premio en la modalidad de 'Dilema moral'. El campeonato de este año iba sobre transhumanismo, y su escrito será publicado por la editorial Santillana.


Eva Carnicer Pérez entre sus profesores, Maria Jesús Picot y pedro Vizoso

Eva defendió oralmente sus argumentos ante un tribunal constituido por Concha Roldán Panadero, directora del Instituto de Filosofía del CSIC, Antonio Campillo Meseguer, catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia y Lilian Bermejo Luque, profesora de Filosofía de la Universidad de Granada y directora de la Unidad Científica de Excelencia sobre controversias y debates públicos.




¡¡ENHORABUENA, EVA!!


CERRANDO EL CICLO “DONES SÀVIES IV” ORGANIZADO POR ROSA MASCARELL PARA LA BIBLIOTECA CENTRAL DE GANDÍA, NUESTRA PRESIDENTA MARÍA LUISA MAILLARD, IMPARTIÓ UNA CONFERENCIA SOBRE MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR.





María Luisa Maillard y Rosa Mascarell




PARA VER VÍDEO DE LA CONFERENCIA




A.Pilar Rubio (2ª por la izda), con el grupo de teatro "Viajando Entrepalabras"

Nuestra compañera A. Pilar Rubio, con el grupo de teatro “Viajando Entrepalabras”, ha interpretado a María Moliner en la obra Las mujeres cuentan. La representación tuvo lugar en La Casa de Extremadura, en Madrid. Se da la circunstancia de que A. Pilar Rubio es la autora de la biografía Vida de María Moliner, número 10 de nuestra Colección de Mujeres Relevantes.







SERA EL DÍA


COMENTAREMOS EL LIBRO

Volumen 35 de la serie "De Viva Voz". Antología personal de Francisco Brines: Poemas recitados por Francisco Brines.

 

“Vives ya en la estación del tiempo rezagado:

lo has llamado el otoño de las rosas.

Aspíralas y enciéndete. Y escucha

cuando el cielo se apague,

el silencio del mundo”.


Francisco Brines Bañó fue un poeta español encuadrado en el grupo poético de los años 50. Desde 2001, fue académico de la Real Academia Española. Fue reconocido con distinciones como el Premio Nacional de las Letras Españolas, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana o el Premio Miguel de Cervantes.





¿DESNAZIFICAR UCRANIA?

MARÍA LUISA MAILLARD

¿No es un despropósito que un líder totalitario que asesina a sus oponentes, acuse al presidente de un país democrático, que además es judío y ha promulgado una ley antisemita, de nazi? Un líder totalitario que no sólo ha encarcelado a miles de manifestantes pacíficos, sino que está esgrimiendo argumentos semejantes a los utilizados por Hitler en su nacionalismo expansionista: el derecho sobre territorios próximos para asegurar sus fronteras y la defensa de los nacionales del país invasor que residen en dichos territorios. La pregunta que cualquier persona sensata se haría es: ¿Cómo se atreve? ¿No es ya traspasar la línea de la cordura? ¿Tal despropósito tendrá un efecto propagandístico entre los ciudadanos rusos y sus partidarios ideológicos en Occidente? Es posible.

En lo que Vladimir Putin denomina “Guerra patriótica” existe una referencia sesgada a la Segunda Guerra Mundial, muy presente en la vida de los rusos, que aún se vanaglorian de su victoria sobre Hitler. En 1941 Hitler invade gran parte de Ucrania y un sector independentista de la población colabora con el dictador —como por otra parte sucedió en la mayoría de los países ocupados—. En el caso que nos ocupa, los nacionalistas que colaboraron, abrigaban la esperanza de liberarse del yugo estalinista, causante entre otras atrocidades de la gran hambruna de los años 1932-1933, en la que murieron casi cuatro millones de ucranianos. Vladimir Putin olvida en su arenga patriótica que más de cinco millones de ucranianos murieron combatiendo a los nazis, quienes mataron a más de un millón de judíos. Olvida que el mismo líder nacionalista Stepan Bandera fue internado en un campo de concentración nazi y asesinado por agentes de la KGB en 1959.


Estamos habituados a la manipulación propagandística de los hechos históricos. No sucede solo en los regímenes totalitarios; pero hoy nos interesa subrayar la utilización del término “nazi” como un insulto, sinónimo del mal absoluto, y que, en nuestros pagos, hemos sustituido por “facha”. Sin duda el asesinato programado de millones de judíos, a los que previamente se les privó de su humanidad, fue un mal absoluto. Su recuerdo debería haber servido para que esa historia no se repitiera, para que el respeto a la vida humana individual, se antepusiera a cualquier ideología; sin embargo, ha sucedido todo lo contrario.

La identificación del nazismo con la irracionalidad de la muerte indiscriminada tuvo una primera consecuencia: la complicidad de gran parte de la intelectualidad europea con los genocidios cometidos por regímenes totalitarios comunistas. Quizá tardó en conocerse la “Gran Purga” de Stalin, en 1936, con más de un millón de rusos ejecutados o enviados a campos de concentración siberianos (Gulags); pero nadie pudo desconocer la Revolución Cultural de Mao, que se llevó por delante a más de 20 millones de chinos, ni la matanza de más de dos millones de camboyanos entre 1975 y 1979, llevada a cabo por Pol Pot. Muchos otros genocidios, para no extendernos sobre atentados contra los derechos humanos, fueron olvidados o minimizados a lo largo de la tormentosa historia del siglo XX como el exterminio en Ruanda del 75% de la población tutsi en 1994, o la masacre de Sebrenica contra la población bosnio musulmana, realizada en territorio europeo en 1995.


Las consecuencias de la identificación del irracionalismo y el mal absoluto con el nazismo —pero no con el nacionalismo expansionista, una de sus características——fueron de larga duración y han alcanzado nuestros días. Voy a señalar dos de las que me parecen de más relevancia, muy vigentes en los ámbitos político y cultural. En principio, el abuso del término para adjudicárselo a cualquier oponente que no coincida con la propia ideología o intereses, con lo cual está cantada la devaluación del término, como ya señalé en una anterior entrega. Voy a introducir ahora otra consecuencia, de la mano del autor ucraniano Adam Zagajewski: el hecho de que esta identificación del irracionalismo con el nazismo se fuera desplazando, aupada por el binomio progreso /tradición, a la trascendencia y a la vida espiritual, con las que se acabó identificando, arrastrando, entre otras cosas, aquellas manifestaciones de la Poesía y el arte, que responden a un encuentro con lo sublime, una reacción ante el misterio y lo supremo, y que constituyen la gran herencia de la cultura europea, fruto de un “escalofrío metafísico”, según palabras del autor.

“En la literatura escrita en esta lengua [alemana] parece seguir vigente la prohibición de “lo sublime” o de “lo metafísico” como si todo lo que es superior, más atrevido, más intelectual, pero no irónico, evocara una tradición perniciosa y condujera —sí— hacia regiones políticamente perniciosas de color pardo”.

Adam Zagajewski, En defensa del fervor

Una “prohibición” que ha tenido una larga trayectoria en la cultura occidental, desde que Hegel relegara “lo sublime” a la prehistoria del arte y, posteriormente, se produjera lo que Gianni Carchia denomina “la secularización de lo sublime”, a través de las distintas manifestaciones del humor. Lo grotesco y la ironía serán la forma de ir hasta el fondo de las cosas, reconociendo la provisionalidad y caducidad de la vida. Dicha tendencia, apoyada por el fenómeno, antes descrito, de la identificación de cualquier manifestación humana considerada “irracional” —que no subjetiva— con una orientación política “nazi” o “facha” o de “extrema derecha”, se ha ido convirtiendo en ideología dominante de los intelectuales del siglo XX y se mantiene vigente en el siglo XXI. Nos encontramos así con una devaluación de la vida espiritual y del asombro ante el mundo y el misterio, en un subjetivismo cerrado que, paradójicamente, reniega de la razón y que ha alcanzado a la mentalidad colectiva de la mayoría de los países de Occidente generando una confusión perniciosa entre deseo y realidad.



Desearíamos que no hubiese guerras, que siguiese vigente la utopía comunista de un paraíso en la tierra, que el progreso nos liberase del dolor y la muerte; pero como señala Paul Ricoeur, a nuestra natural fragilidad humana, sometida a la enfermedad y a la muerte, se han sumado otras fragilidades fruto del dominio creciente del hombre sobre la naturaleza, es decir de lo que denominamos progreso: la fragilidad de la tierra debido a la depredación y a la posibilidad de su destrucción total con las armas atómicas; la fragilidad de la vida humana acosada ya por la ingeniería genética y la inteligencia artificial; la fragilidad del pensamiento, desbordado por la propaganda y la infinidad de signos en circulación mal interiorizados.

Comencemos por este último punto que, a diferencia de los otros, está en nuestras manos. Siguiendo a Antonio Machado ¡respetemos el nombre de las cosas! ¡Devolvamos el término nazi a su auténtica significación!

MARÍA LUISA MAILLARD





NAWAL MARWAN

NURIA ALKORTA

Nawal Marwan es la protagonista de la tragedia del dramaturgo Wadji Mouawad titulada Incendios. Es, tal vez, el personaje que más profundamente me ha marcado en los últimos años; como un rescoldo interior que no se extingue.


Antes incluso de leer la obra tuve el privilegio de asistir en las Naves del Matadero de Madrid al espectáculo original de Incendios, dirigido por el propio autor y representado en 2010 por su compañía Teatro del Nuevo Mundo: casi tres horas de profundo trance con su dolorosa y luminosa catarsis. Tras otra experiencia teatral dirigida por Mario Gas (para mi gusto menos lograda, aún a pesar de contar con estupendos actores como Nuria Espert, Ramón Barea, José Luis Alcobendas, Lucía Barrado y Carlos Martos, entre otros), el año pasado volví a reencontrarme con la obra en una producción de la Real Escuela Superior de Arte Dramático dirigida por mi compañero Jesús Gª Salgado: la fuerza desgarradora de esta tragedia lejana volvía a resonar con estos jóvenes intérpretes en el pulso de un bello espectáculo. No en balde, la obra Incendios nos habla de renacimiento. Y eso es lo que me ocurrió, experimenté el resurgimiento de una emoción: la sombra de aquella conmoción que sentí por primera vez al presenciar la historia de Nawal.


Ahora tengo sobre mi mesa la bella edición de KRK Ediciones, traducida y prologada por Eladio de Pablo. De modo que al disfrute de Incendios como espectadora en la representación teatral, se suma el que me proporciona la lectura de este preciado libro. Ya veis, intento reseñar cómo se ha fraguado mi amor hacia Nawal Marwan en estos años.



Para presentar brevemente la obra y enmarcar a su protagonista recomiendo la introducción de Eladio de Pablo, de donde extraigo sus primeras palabras: “Quebec, 2003. Nawal Marwan muere tras pasar los cinco últimos años de su vida en un silencio hermético. Nawal Marwan es libanesa y ha llegado a Quebec huyendo de la guerra que desgarró su país de 1975 a 1990. Como huyeron del Líbano Wajdi Mouawad y su familia, primero a Francia y luego a Quebec. Nawal Marwan tiene dos hijos gemelos, Jeanne y Simon, a quienes, en su testamento, pide que entreguen una carta a un padre que suponían muerto y otra a un hermano de cuya existencia jamás han tenido conocimiento. Ante Jeanne y Simon se abre la sima de un pasado que ignoran y que sin embargo es el suyo, el vértigo de perder de pronto la certeza de quiénes son en realidad, de cuál fue su origen, a qué historia pertenecen. Estos jóvenes deben reconstruir, pieza a pieza, palabra por palabra, el relato que dé sentido a su existencia, puesto que su existencia se abre ahora ante ellos como una incógnita a despejar”.


La tragedia Incendios trata del horror de la guerra civil, la intolerancia religiosa y el odio. Nawal y sus hijos son unos tras-terrados que ahora viven junto a otros emigrados en un país democrático y libre. Pero en su caso la distancia espacial y temporal―, no puede acallar el horror de una verdad secreta que es la semilla de su presente como también lo fue de su pasado. Los tres hijos de Nawal son héroes trágicos: deberán enfrentarse a los actos monstruosos del pasado para reconocer en ellos o precisamente por ellos―, su verdadera identidad. En palabras de su autor, ese fue el primer impulso creativo de Incendios: concebir la obra como un lugar de “consuelo despiadado”, una reflexión sobre la cuestión del origen. Creo que Incendios ha conseguido ambas cosas. Como sus personajes, sus lectores y espectadores experimentamos la urgencia de desvelar el enigma y el vértigo de hacerlo.


Incendios, Naves del Español, Madrid 2010


El tiempo de la obra es un aquí y ahora y un allí y antes. La muerte de Nawal en Quebec, con sesenta y cinco años, marca la línea del presente: el año 2003. Las últimas voluntades de la difunta y el posterior viaje de los “gemelos” para descubrir su origen despiertan, por un lado, los recuerdos del pasado (actualizados en la representación como parte del tejido dramático), y, por otro, provocan los testimonios y narraciones de aquellos otros personajes que trataron a Nawal en aquel país en llamas. Las escenas de la obra saltan de un tiempo a otro: de adelante hacia atrás o viceversa, pero siempre hasta el secreto de la familia Marwan. Realidad, evocación y testimonio se entrelazan para tejer una única historia. Sin embargo, en la obra, el personaje de Nawal se desdobla como un tríptico interpretado por tres actrices: la Nawal joven y la adulta, durante los agitados años de la guerra en su país natal; y la Nawal vieja, expatriada con sus hijos gemelos en Canadá. Jeanne y Simon comprenden que necesitan descubrir la identidad de su madre para descifrar su silencio.


Tres tiempos, tres Nawal, tres promesas y tres pruebas: con cada prueba se forjará el carácter heroico de nuestra protagonista, pues desde su temprana juventud decidió luchar contra las limitaciones del destino y sobreponerse al odio de su familia y su pueblo.


Infancia y juventud. Con catorce años, siendo cristiana, Nawal concibe un hijo fruto del amor con Wahab, musulmán. Es tiempo de enfrentamientos y de odio religioso: sus familias les separan. Tras dar a luz, la partera se lleva consigo al niño. Nawal coloca una nariz de payaso (regalo de Wahab) entre sus ropitas y le hace una promesa: “Ocurra lo que ocurra, te amaré siempre”. Al borde de la muerte, su abuela Nazira hace prometer a Nawal, ya con dieciséis años: “No sucumbas, Nawal, no digas sí. Di no. Rebélate. […] No aceptes, Nawal, no aceptes jamás […] aprende a leer, aprende a escribir, aprende a contar, aprende a hablar. Aprende. Es tu única posibilidad de no parecerte a nosotros. Prométemelo”. Pasan tres años, Nawal vuelve para cumplir la promesa hecha a su abuela: lejos del pueblo ha aprendido a escribir y ahora graba su nombre, “Nazira”, en la lápida. Seguida por Sawda, Nawal abandonará su pueblo para cumplir la promesa hecha a su hijo al nacer: encontrarle. Nawal se compromete a enseñar a Sawda el abecedario y a leer y a escribir. Las dos jóvenes marchan hacia el sur recorriendo los orfanatos: primero el de Nabatiyé, y luego el de Kfar Rayat. Allí presencian una matanza: un autobús de civiles incendiado con gasolina y ametrallado.


Teatro del Nuevo Mundo, Incendios. Naves del Español, Madrid 2010


Madurez. Han pasado veinticinco años desde que Nawal perdió a su hijo, ahora tiene cuarenta años y los milicianos han destruido su periódico matando a todos sus colaboradores; solo Sawda y ella han podido escapar con vida. La guerra continúa sin visos de finalizar. “Hermano contra hermano, hermana contra hermana, dice Nawal. Civiles llenos de ira”. Los milicianos asolan los campamentos de refugiados cometiendo atrocidades contra niños, mujeres, jóvenes, hombres y ancianos. Nawal determina matar a su jefe: “Le dispararé dos balas. Una por ti y otra por mí, dice a Sawda. Una por los refugiados, otra por la gente de mi país. Una por su estupidez, otra por el ejército que nos invadió. Dos balas gemelas. No una, ni tres. Dos”. Estamos en 1978. Nawal no tiene escapatoria: es capturada y trasladada a la siniestra cárcel de Kfar Rayat (el antiguo orfanato) donde es torturada y violada cada noche por el verdugo Abou Tarek; allí concibe y da a luz a dos gemelos quienes, aun estando destinados a morir ahogados en las aguas heladas del río, son librados de su destino por el guarda de la prisión quien entrega los recién nacidos a un campesino. El mito.


Vejez. Es el verano de 1997, en el tribunal penal internacional Nawal declara ante los jueces frente a su torturador Abou Tarek. Tiene sesenta años. Desde ese encuentro hasta su muerte, cinco años después, Nawal permanecerá en un obstinado silencio que solo rompe una vez para decir: “Ahora que estamos juntos, todo está mejor”.


Nawal Marwan es una heroína trágica porque aún a pesar de su esfuerzo y su virtud, en un momento de su historia, derrama deliberadamente la sangre de su enemigo y, tal vez por ello, el destino acaba golpeándola brutalmente.


Incendios, Naves del Español, Madrid 2010

En una de las primeras escenas de Incendios el “Notario y amigo” de la difunta, Hermile Lebel, lee el testamento donde Nawal Marwan pide que se le entierre desnuda, de cara al suelo, sin lápida ni nombre sobre su tumba, porque: “No hay epitafio para los que no mantienen sus promesas. Y quedó una promesa sin cumplir. No hay epitafio para los que guardan silencio, y se guardó silencio”. Después Nawal calla tenazmente. Su mutismo solo podrá romperse cuando sus hijos gemelos cumplan la promesa incumplida: encontrar al padre y hermano, es decir, al hijo de su madre.


Como los Labdácidas tebanos de la antigua tragedia griega, la saga de Nawal se funda en el incesto de la madre y su hijo perdido Nihad. Nihad Harmanni “se convirtió en Abou Tarek” dice Chamsedine a Simon―, “él torturó a tu madre y tu madre, sí, fue torturada por su hijo y su hijo violó a su madre. El hijo es el padre de su hermano, y de su hermana”.


Son los hijos del horror Jeanne o Jannaane, y Simon o Sarwane―, los que han quebrado el silencio y, gracias a ello, podrán reconstruir la historia, consolar a cada trozo, curar cada recuerdo, acunar cada imagen.

NURIA ALKORTA

 



IMÁGENES SOBRE LAS MUJERES Y LA LECTURA
16. LA CLASE MEDIA ILUSTRADA

INÉS ALBERDI

A lo largo del siglo XIX el desarrollo económico y la industrialización hacen aumentar las clases medias. La cultura femenina se extiende y son numerosos las mujeres que tienen una educación elevada y medios económicos amplios. Son mujeres inteligentes y distinguidas que heredan los gustos de las damas de la alta sociedad, viven en entornos acomodados y les gusta retratarse junto a los símbolos por excelencia de la cultura que son los libros.

Willian Mainwaring Palin, Reino Unido (1862-1947)
Portrait of Nora Allen, 1910
Colección particular

Con el desarrollo económico, aumenta enormemente el número de artistas. La pintura se democratiza y se multiplican los retratos de gentes desconocidas. Se producen y se venden escenas de la vida cotidiana de las clases medias, que ven ampliarse sus recursos económicos. En los retratos femeninos, el estar leyendo se convierte en una forma de posar muy a la moda desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX.

Guy Orlando Rose, Estados Unidos (1867-1925)
Marguerite (c.1909)
Museo Bowers-Santa Ana (CA), USA

El siglo XX señala el triunfo de las clases medias en la configuración de las nuevas sociedades urbanas tanto en Europa como en los Estados Unidos. Y con la extensión de la cultura de las clases medias se multiplican los retratos femeninos de mujeres leyendo.

Gustav Max Stevens, Bélgica (1871-1946)
Silent pleasures
Colección particular

Los artistas del XIX y XX van a copiar las formas elegantes de representación intelectual que han utilizado tradicionalmente las clases más altas. La cultura pasa a ser un valor de la clase media y se considera un rasgo de distinción hacer alarde de ella. La distinción se asocia con la cultura y los retratos de mujeres con libros es una forma de señalar esa distinción intelectual.

Eduardo león Garrido, España (1856-1949)
La lectora
Colección particular

La idea de distinción no desaparece, pero se transforma y se suaviza enormemente con la generalización de la instrucción primaria y la producción de libros en serie. Un factor que ayuda a la extensión de la lectura es el abaratamiento de los libros. Hay un enorme incremento de la producción y venta de libros y aumenta significativamente el número de mujeres lectoras.

Laureano Barral i Buñol, España (1863-1957)
La lectura
Colección particular

En esa asociación del retrato femenino con los libros hay una voluntad de elevar el nivel intelectual de la mujer que se representa. Retratar a una mujer acompañada de libros es elevarla por encima de esa normalidad femenina que se supone poco intelectual. Tal es el caso de Van Gogh cuando retrata a Madame Ginoux, una vecina suya en Arlés a la que tenía mucho aprecio. El retrato que hace Van Gogh de su vecina de Arlés es un ejemplo paradigmático de ello. Era su amiga y la retrató en varias ocasiones, en todas ellas teniendo un libro a mano. Con el libro que pone entre sus manos la eleva por encima del estatus que se le supone a una mujer que regenta una casa de comidas.

Vincent Van Gogh, Holanda (1853-1890)
L'Arlésienne. Madame Joseph-Michel Ginoux, 1888-89
Metropolitan Museum of Art, New york

Este tipo de retratos de mujeres burguesas se hacen frecuentes a finales del XIX y se generalizan a lo largo del XX. Hemos encontrado numerosos ejemplos en diversos países europeos y americanos. Por esta razón, en las siguientes entregas, haremos un análisis de que tipo de libros se leen, de cuáles son las actitudes que las lectoras reflejan, así como los lugares y los ambientes en que se realizan esos retratos de mujeres leyendo.

INÉS ALBERDI




AMBER Y JOHNNY:

CAMBIEMOS LA NARRATIVA DEL PODER

AMPARO SERRANO DE HARO

 

Sí, parece un vulgar culebrón. Sí, todo parece tan increíblemente hortera y sucio que da asco acercarse… Estoy de acuerdo. Sí, como dijo hace muchos años el escritor Scott Fitzgerald, los ricos, o los famosos, en este caso, probablemente también ricos, son diferentes. Pero cuando una mujer de treinta y pocos años parece físicamente tener casi sesenta, cuando habla de violencia doméstica, de amenazas explicitas que parecen sacadas de una película de terror y de violación, en un juicio, pero lo que recibe de modo mayoritario por parte de los medios, son bromas y burlas de mal gusto, algo debería de remover la conciencia de la gente, de la gente con conciencia.

El problema creo yo, es el peso de la narrativa, narrativa tradicional o narrativa patriarcal, como queramos calificarla. Hay una vieja canción americana de 1904 que se llama “Frankie and Johnny” en ella, y por primera vez, se reflejaba un hecho inédito, y que llamó mucho la atención en el alba de nuestro viejo siglo veinte, una mujer, llamada Frankie, asesinó de un tiro a un hombre, su amante, Johnny, que le había sido infiel o que había decidido dejarla. No era normal que las mujeres matasen a sus parejas, por entonces, esto era de una novedad desopilante. Obviamente, ella acabo en una institución mental o fue ejecutada: todo eso era entonces muy moderno. Lo tradicional, claro, era que la mujer, como una mula, aguantase todos los palos que quisiesen darle, y a veces, también la muerte, a manos de su pareja.


Amber ha hecho algo igual de inédito, en estos albores del siglo XXI y que se vincula a esa revolución sin precedente, que fue el fenómeno del “Me too”, denunciar a un hombre, su exesposo, protegido por su status de actor original y atractivo. Ese hombre la ha llevado a juicio precisamente por eso y, en medio del silencio, silencio culpable, me parece, de todas las famosas parejas femeninas que han antecedido a Amber y que no han dicho mucho para defenderle, ni tampoco para acusarle (¿El que calla otorga?) esta mujer se enfrenta en consecuencia a un escarnio público.

Cuando un hombre se casa con una chica a la que le lleva veintitrés años, y es mucho más famoso y poderoso que ella, se supone que ella tiene que estar preparada para ejercer la docilidad de los corderos. En el caso contrario, y al igual que en el cuento de Barba Azul, si por desgracia la joven esposa encuentra el cuarto oscuro donde están los cadáveres de las anteriores mujeres (o relaciones), es decir, la realidad secreta del Sr. de Winter, se le exigirá el silencio más total o bien la muerte. Pero con Amber, hubo un error de “casting”, era rubia y guapa, pero no rubitonta y no ha aceptado su papel de víctima propiciatoria.

Ahora, sin embargo, las cosas vuelven a intentar enderezarse en términos del patriarcado, y para que eso ocurra, se le castiga a ella, mediáticamente, por los actos de él, que es necesario refutar a toda costa.

En definitiva, rompamos con el apoyo social a hombres que abusan de sus esposas, de sus mujeres y, de una vez por todas, cambiemos la narrativa del poder por un relato igualitario. Todos saldremos beneficiados, excepto Johnny.

AMPARO SERRANO DE HARO








ELENA PONIATOWSKA,
UNA ESCRITURA POÉTICA
ROSARIO HERRERA GUIDO

A Elena Poniatowska en sus Noventa Años


“Escribir es retirarse.
No bajo una tienda de campaña para escribir,
sino de la escritura misma.
Caer lejos del lenguaje de uno mismo,
emanciparlo y desampararlo,
dejarlo caminar solo y desprovisto.
Dejar la palabra.
Ser poeta es saber dejar la palabra.
Dejarla hablar sola,
cosa que no puede hacer más que en lo escrito”.
Jacques Derrida (L' écriture et la différance).

 

“La página y el rollo chino de escritura
son móviles porque son metáforas del tiempo:
espacio en movimiento que,
como si fuese tiempo,
se niega constantemente a sí mismo
y así se reproduce”.
Octavio Paz, El signo y el garabato.

I

Elena Poniatowska Amor (París, Francia, 19 de mayo de 1932), La Princesa Roja, naturalizada mexicana, sobrina de la poetisa Pita Amor, periodista, escritora, poeta y activista política de izquierda, fue galardonada con el Premio Cervantes en 2013, el Nobel de las Letras Hispanas, un merecido laurel con el que se integró al Parnaso de las Letras Mexicanas, al lado de José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Carlos Fuentes y Fernando del Paso. Un reconocimiento internacional por sus libros de testimonios, como Hasta no verte Jesús mío y La noche de Tlatelolco, a los que se agregan múltiples crónicas, cuentos, novelas, ensayos, teatro y poesía, por los que cuenta con una veintena de premios y diez doctorados honoris causa, otorgados por organismos y universidades nacionales y extranjeras. Galardones a su obra por ser una diáfana fuente de información cultural, estética, política, sociológica, antropológica, económica e histórica del pueblo de México (como testimonia la Enciclopedia of world biography). Laureles a su labor crítica y poética que sólo puedo evocar aquí a manera de jirones, primero a partir de una poética de la escritura en compañía de Jacques Derrida, seguida de una evocación a la poética de la escritura en sus más significativas obras, para sumarme a la algarabía mexicana y mundial de las letras que encumbra a la escritora mexicana Elena Poniatowska en sus Noventa Años.

II

Ramón Xirau afirma que El arco y la lira no es en sentido estricto una teoría poética, sino una creación personal del sentido de la poesía en general (Xirau, "Octavio Paz y los caminos de la transparencia", Poesía y conocimiento, México, Joaquín Mortiz, 1978:94), es porque desde el inicio de ese ensayo, más que dar definiciones que cierren preguntas, Paz sólo interrogantes y líneas de investigación. Pues ahí “[…] paisajes, personas y hechos suelen ser poéticos: son poesía sin ser poemas [...] cuando la poesía se da como una condensación del azar o es una cristalización de poderes y circunstancias ajenos a la voluntad creadora del poeta, nos enfrentamos a lo poético […] Lo poético es poesía en estado amorfo; el poema es creación, poesía erguida” (Paz, El arco y la lira, F. C. E., México, 1979:14). Tal vez por ello, lo poético para Octavio Paz es una dimensión que abarca la creación y autocreación del universo. Lo poético es un incesante latido que no termina de crearse y recrearse. Naturaleza y cultura no sufren de la dicotomía de la metafísica, sino que lo interior y lo exterior forman, como para Jacques Lacan, un todo, una Extimidad.

Para poder sostener una poética de la escritura en Elena Poniatowska, es preciso dar un paseo por las tesis principales de la gramatología del filósofo francés Jacques Derrida (Derrida, De la grammatologie, París, Minuit, 1967), con las que hace tropezar a la filosofía occidental en su conjunto. Una excursión con la que espero mostrar el encuentro entre la gramatología (el pensamiento sobre la escritura) y la poética. 

Pregunta Derrida: ¿La gramatología puede ser una ciencia general de la escritura? Y responde: los esquemas tradicionales del saber son inasimilables. Para avanzar en su respuesta analiza el logocentrismo occidental que considera primordial un lógos que es habla (significante) en el centro de la cultura y de la historia, regido por una metafísica que privilegia la presencia de la voz y margina la escritura. Por ello la gramatología no puede ser una ciencia tradicional, sino un programa abierto a una teoría general, donde la historia misma de la escritura sea pensada a partir de la noción de grama, una inscripción posible en general, un grafema que nombra a un átomo irreductible: una archi-escritura en general. Porque lo que hace posible toda inscripción, comparte con la poética algo sustancial: “la causa que hace que lo que no es, sea” (Platón, “El Banquete, o del amor”, Obras Completas, Madrid, Aguilar, 1974:585). Un antiguo pensamiento que, sin embargo, se encuentra con uno de Octavio Paz: “[…] lo poético no es algo que está fuera, en el poema, ni dentro, en nosotros, sino algo que hacemos y que nos hace (Paz, El arco y la lira, México, F. C. E., 1979:168). Algo que se hace y que a su vez nos hace: el rasgo, la huella, la inscripción.

La gramatología se impone como pensamiento de la huella, de la archi-escritura, de la différance (diferencia), en los dos sentidos: que difiere, que espera, y que marca la diferencia. Es la unidad del signo lingüístico como unidad diferenciada y arbitraria de un significante a un significado, como presencia sin referencia a una huella, que sostiene la supuesta unidad del la palabra y el signo lingüístico. Una unidad que para Octavio Paz está basada en un logofonocentrismo, cuando afirma que la experiencia de la poesía se realiza en el encuentro del sentido y el sonido, como en el surrealismo: “el surrealismo / pasó, pasa, pasará / por México / espejo magnético / síguelo sin seguirlo / es llama y ama y llama”. Octavio Paz tiene presente la huella, el signo y el garabato, pero no olvida que hay una aventura seminal en la huella, como pensamiento inmotivado del signo, donde es posible reconocer un fuerte lazo entre la gramatología y la poética.

El mismo Ferdinand de Saussure decía que el lenguaje era un sistema de significaciones cuyo valor estaba en las diferencias entre sus elementos. Una cuestión por la que Derrida postula que, si todo proceso de significación es entendido como juego formal de diferencias, articulado, complejo, e implica un constante reenvío de significantes, ya que el significante no significa nada (como descubre San Agustín con su hijo Adeodato en De Magistro), hasta que otro significante lo venga a significar. Entonces todo elemento remite a otro elemento. Cada huella se constituye a partir de las huellas del sistema. La huella sólo existe para otra huella, dado que no hay ninguna que sea la primera. En el origen de todas las diferencias posibles está la huella misma como archi-huella, como movimiento del origen absoluto del sentido. El pensamiento mismo de la huella tacha el concepto de origen. Porque el concepto de huella supone un original como referente. Pero la huella es la imposibilidad de encontrar originales en su presencia inmediata. La estructura misma de la archi-huella o archi-escritura plantea como imposible un origen. Así, cada huella es la huella de una huella ad infinitum. El concepto de origen, de archia, está sometido a la rature, la tachadura, que designa la relación de la metáfora a un origen imposible como presencia metafórica, que juega aquí una irreductibilidad a la presencia, la referencia: como metáfora de... Es en este sentido que la tachadura significa la pertenencia a otra historia, a un texto o escritura general (archi-escritura).

Esta aventura seminal de la huella es comparable con la búsqueda imposible de Octavio Paz por llegar, gracias al acto poético, a la primera palabra de la que han nacido todas las demás, la búsqueda del comienzo, del origen mismo del lenguaje. También en la tesis del pensamiento inmotivado del signo está una de las formas más excelsas del quehacer poético, como la otra voz que se desborda en el poema, lo inconsciente (como pensamiento que se porta sin pensar), en la extraña experiencia de ser hablados. Porque, como dice Heidegger, “El habla, habla”.

“¿Quién habla?”, pregunta Nietzsche. Y responde. “No es el yo”, pues no es una sustancia, un sustantivo, sino el paso del Otro por el yo y el tránsito del yo hacia los otros, sin los que no habría esta identidad imaginaria que es el yo, y sin los cuales no podríamos hablar de existencia simbólica ni real. Por ello, para Octavio Paz, el compromiso del poeta es romper los espejos, superar el narcisismo que cree en la identidad entre las palabras y el yo. La poética del lenguaje se expresa a través de todo aquél, lo sepa o no, que sale de la imagen congelada del espejo, para dejar escuchar el desbordamiento de las palabras. Aunque aclara el mismo Paz, un decir que hay que pulir con la razón, con el cuidado con el que se pule un diamante.

La deconstrucción es una lectura-escritura que excede al lógos, el sentido, la denominación y la presencia, en la que los conceptos sufren un deslizamiento poético de sentido, transformándose en conceptos impensables. Porque los textos no quieren decir algo, producir conceptos, sino desplazar el sentido, distorsionar poéticamente el sentido único (Derrida, De la grammatologie, París, Minuit, 1967:130).

ROSARIO HERRERA GUIDO
Integrante del Registro Nacional de Escritores
de Conaculta, México (desde 2016).
Universidades de Querétaro y Guanajuato, México.












MARÍA LUISA MAILLARD

Carmen Eva Nelken Mausberger, más conocida como Magda Donato, pseudónimo con el que comenzó a firmar sus primeros artículos periodísticos, a la temprana edad de 19 años, representa, junto a su hermana mayor Margarita Nelken, y otras mujeres como María Luisa Levi, posteriormente María Luisa Caturla, un claro ejemplo no solo de la integración de las familias judías en España, procedentes de Francia y Alemania en la segunda mitad del siglo XIX, sino de la aportación que llevaron a cabo en el terreno de la dignificación de la mujer en la España de principios del siglo XX.

España expulsó a los judíos españoles en 1492; pero ya Américo Castro señaló cómo la identidad española se forjó desde los siglos VIII al XV en la convivencia entre cristianos, moros y judíos. Esa herencia se hace visible en la España de los siglos XIX y principios del XX, cuando los judíos asimilados en distintos países europeos —Francia, Austria, Polonia—, comienzan a sufrir en sus carnes el antisemitismo que eclosionará de forma terrible en el periodo de la Alemania nazi. No existió en España una literatura antisemita, semejante a la de los libros La Francia judía o Los protocolos de Sión, ni atentados, ni “progromos”, ni algo parecido al “caso Dreyfus”; sino que, por el contrario, hubo un movimiento reivindicador de la memoria judía en España, liderado por el médico Ángel Pulido Fernández, y Rafael Cansinos Assens. Muchos políticos de signo contrario apoyaron el movimiento, que tuvo ya el favor de Emilio Castelar en 1869, y al que se sumaron con posterioridad Antonio Maura, Niceto Alcalá Zamora, Melquíades Álvarez, Alejandro Lerroux, el conde de Romanones y el mismo rey Alfonso XIII. En 1910 se crea la Alianza Hispano-Hebrea; en 1915 una cátedra de hebreo para el profesor Abraham Yahuda; y en 1920 La Casa Universal de los Sefardíes que contó con el apoyo de escritores como Galdós, Pardo Bazán, Echegaray, Unamuno, y Menéndez Pidal, quien se sumó al movimiento estudiando el romancero sefardí.


Las hermanas Nelken eran ya la tercera generación descendiente de judíos alemanes afincados en España, en este caso dedicados al negocio de la joyería; aunque muchos otros, ligados a la banca, la industria eléctrica y la minería, se habían instalado en España, a raíz de la expansión económica propiciada por Bismark desde mediados del siglo XIX. Lo que nos interesa destacar es que estas familias, a diferencia de muchas españolas de la época, proporcionaban a sus hijas una esmerada educación y así, tempranamente, estas dos hermanas saltan al espacio público no sólo para evidenciar la altura intelectual de las mujeres, sino para luchar en España por su independencia, su derecho a la educación y su participación en la política mediante el sufragio.

Magda Donato, vestida de harapos, con una amiga y su nieto,
mendigando por las calles de Madrid

Carmen Eva Nelken Mausberger nació en 1898. Cuatro años menor que su hermana Margarita, activista política y feminista, y una de las primeras mujeres diputadas en España, decidió utilizar el pseudónimo de Magda Donato para no verse eclipsada por la popularidad de su hermana. En 1917, a la edad de 19 años, se inicia en el periodismo en El Imparcial, de la familia Gasset, en una sección de moda femenina; pero va evolucionando hacia un rotundo compromiso con la mujer defendiendo su independencia económica, su derecho a la educación y al sufragio, en colaboraciones con La Estampa, El Liberal, La Tribuna, la revista cultural España y la sección de ABC, Blanco y Negro. Magda Donato alternará esta profesión, como veremos más adelante, con una intensa actividad en el teatro de vanguardia como actriz y autora y como escritora de cuentos infantiles, que posteriormente teatralizará. Eso la conducirá a una evolución de su estilo, cada vez más literario y a la invención de un novedoso género periodístico, “Reportajes vividos”. Magda se disfraza y se encarna en un personaje, para introducirse en su ambiente y narrar en primera persona la vida de las mujeres en las cárceles, en los manicomios, los albergues de mendigos, pero también en las distintas profesiones que ejercen a lo largo del país. Pongamos un ejemplo: quiere narrar la vida de una reclusa. Se disfraza de costurera y concierta con una amiga que la denuncie por agresión, por no haberle pagado un traje. Van a juicio, ella no se retracta y se niega a pagar la multa, con lo que la condenan a tres días de cárcel. Surgen así los “Reportajes vividos” y “Como viven las mujeres en España” ambas series para Aurora en 1931.

La periodista, en la cárcel, compartiendo la vida de las reclusas como una más.

Su vocación teatral también es temprana. En 1920 funda con Cipriano Rivas Cherif un grupo experimental denominado Teatro de la Escuela Nueva, con el objetivo de introducir en España las innovaciones del teatro europeo. Un año después deben cerrar por falta de medios; pero en 1926 encontramos a ambos amigos participando en El Mirlo Blanco, otro experimento de laboratorio teatral, abierto a los autores jóvenes como Lorca y Valle Inclán, algunas de cuyas obras eran rechazadas por los teatros comerciales. En esta ocasión, el lugar elegido era la sala de estar de Carmen Monné de Baroja en la calle Mendizábal. Después de dos años, la actividad continúa en El Caracol, nueva compañía que se instala en la Sala Rex y último experimento de Cipriano, pues el local es clausurado después de ser censurada la representación de la obra de Lorca, Los amores de Perlimplín con Belisa en su jardín.

La duradera relación de Magda Donato con el reputado ilustrador, escritor y escenógrafo teatral, Salvador Bartolozzi, también es temprana. Se conocen en 1914, año en el que Bartolozzi se separa de su mujer, con la que tenía tres hijos, aunque nunca se divorciará de ella. Ambos emprenden una aventura personal y profesional, que durará hasta la muerte del ilustrador en México, en 1950. Bartolozzi que, en 1915 es director artístico de la editorial Calleja, da a luz en 1917 una versión vanguardista de Pinocho, que tendrá un largo recorrido, tanto en cuentos ilustrados como en personajes teatrales.

  

Se sabe que, a finales de los años veinte, Magda Donato, que ya se había batido en el terreno del cuento con La carabina en 1924, comienza a colaborar de forma activa en el proyecto de literatura infantil con su compañero. En 1929, tras el cierre de El Caracol, ambos fundan el Teatro Pinocho, en el que comienzan representando Pipa y Pipo y el lobo tragalotodo, que ya firma como autora Magda Donato. Seguirán otras colaboraciones, ya en forma de autoría o de adaptaciones teatrales como Pinocho en la guerra de los muñecos, Pinocho en el país de los cuentos, La bruja pildorilla, La farsa y muchos otros. Magda seguirá escribiendo cuentos como “Budy quiere ser detective” en 1929 y “Las otras dos” en 1931.

Finalizada la Guerra Civil española, Magda Donato y Salvador Bartolozzi se exilian en México, después de una breve estancia en París. Allí ambos realizan una extraordinaria labor: él como escenógrafo e ilustrador; y ella como actriz de cine y teatro en obras clásicas como Don Juan Tenorio y Tartufo; y otras vanguardistas como Los amores de don Perlimplín con Belisa en su jardín; Rinocerontes y Las sillas de Ionesco, con tal éxito en esta última obra, que en 1941 recibe el Premio de la Agrupación de Críticos de Teatro por su papel de “Vieja”. Ambos continúan su labor en el terreno del teatro y la literatura infantiles, donde tantos éxitos habían cosechado en España. Entre 1941 y 1947 colaboran en el semanario Mañana con una sección en “Cuentos de ayer contados hoy”. Algunos de ellos, “La estrella fantástica”, “El niño de Mazapán”, “Aventuras de Pipo y Pipa” y “Pinocho en la isla de Calandrejo”, que posteriormente Magda adaptará para el teatro, ya que ella y su compañero celebraban maitines infantiles en el Palacio de Bellas Artes. A partir del fallecimiento de su compañero en 1950, Magda mantendrá su actividad como actriz de cine y televisión.


Magda Donato fallece en México en 1966, no sin haberse ocupado de colaborar con el mantenimiento de la actividad que tanto había amado. Un año antes de su muerte crea el Premio Magda Donato para jóvenes dedicados a la actividad teatral. Dicho Premio se entregará durante 33 años.

MARÍA LUISA MAILLARD







LA ASAMBLEA ANUAL DE AMMU SE CELEBRARÁ EL PRÓXIMO 
DÍA 11 DE JUNIO, A LAS 19:00H VÍA ZOOM. 
LAS SOCIAS RECIBIRÉIS OPORTUNAMENTE EL LINK DE INGRESO A LA REUNIÓN.





La primera escena trascurre en un despacho de abogados donde Fhillipe Lemesle (una estupenda actuación de Vicent Lindon), intenta llegar a algún acuerdo económico con su esposa Anne (otra actuación soberbia de Sandrine Kiberlain) que le solicita el divorcio porque tiene un sentimiento de abandono. Han pasado, señala la demandante, solo seis fines de semanas juntos en los dos últimos años. Phillipe es un alto ejecutivo ocupado las veinticuatro horas del día dirigiendo parte de una empresa con sede en París que, a su vez, depende de EEUU, pero que es Wall Street quien dicta sus reglas. Y las reglas son: dar una vuelta de tuerca más a los trabajadores para que los accionistas consigan un punto en sus beneficios. En fin, despedir a 50 trabajadores de base cuando realmente las cosas van razonablemente bien y existen beneficios. El protagonista, Phillipe, se enfrenta a una especie de juego de malabares en tres pistas intentado mantener su puesto de trabajo, buscando una salida para los trabajadores y cuidando de su familia. Pero a la larga, esa situación es insostenible y en algún momento uno de esos tres mundos tendrá que caer. No hay forma “humana” de mantenerse. A no ser, que el protagonista se deshumanice.

Eso es lo que descubrirá Phillipe a lo largo de esta narración. Él lo intenta todo; trabaja largas jornadas y junto a otro ejecutivo conciben un proyecto para que ningún trabajador sea despedido y la empresa reduzca los gastos que pretende. Pero se enfrenta a los otros ejecutivos y, sobre todo, con el mandato de Wall Street que quiere mano dura con los trabajadores de base para dar “ejemplo de coraje”, sea lo que sea que eso signifique. Realmente lo que exigen es sangre y humillación para demostrar ante sus accionistas que están dispuesto a todo por los beneficios, aunque haya otras maneras de conseguirlos. Mano dura para obtener confianza y prestigio en los mercados. Usando un lenguaje manipulador y retorcido, la cúpula empresarial intenta vender lo que es mierda como diamantes. Introducen en su discurso palabras como solidaridad, coraje, creatividad… para señalar a sus ejecutivos el buen camino. Vomitivo. Y Philippe, mientras tanto, miente a los trabajadores esperando que su alternativa salvadora sea aceptada por la cúpula y se enfrenta a su código ético individual en un mundo que no permite opciones. Es una lucha de David contra Goliat, del conmigo o contra mí sin alternativas ni matices.

Anne en una entrevista con su marido ante el cariz de lucha económica que ha tomado su divorcio dice: “Nosotros no somos así. No quiero nada. No somos así”. Y realmente no son así, pero ha llegado un momento que el mundo del capitalismo feroz, todo por el dinero y a costa de quien sea, les ha impregnado y ya ni se reconocen. Brize, el director, nos narra la alienación que sufre un hombre en un trabajo que le hace pensar que pertenece exclusivamente a la empresa y a nada más. Fuera del trabajo, su vida familiar y social no existen. Y él como individuo, tampoco. Hay unas imágenes en las que Lucas, el hijo de Anne y Phillipe, que ha tenido que ser ingresado por lo que parece ser un brote psicótico, hace terapia tironeando con otros pacientes y terapeutas de un muñeco de madera hasta que este se dobla. La metáfora no puede ser más afortunada.

La película trascurre, en gran parte del metraje, en los despachos de la empresa donde los enfrentamientos verbales con su superior, Claire, son una obra maestra de manipulación del lenguaje para procurarse la sumisión y la robotización de los ejecutivos. Palabras nobles se vacían de contenido para lograr que los gestores no puedan tomar conciencia de la realidad y se sometan sin resistencia a la política empresarial. Lo que se les pide no es que creen alternativas, aunque se demuestre que existen, si no que se identifiquen y obedezcan sin rechistar las premisas de la empresa. La malvada y manipuladora Claire, que ocupa un puesto de relevancia en París, es otra víctima de un sistema perverso. Su fragilidad se nos muestra cuando ante el director de EEUU, durante una videoconferencia, entra en confusión y no sabe en qué bando posicionarse hasta que su superior deja claro su punto de vista al que, por supuesto, se suma.

Brizé, el director, con una narración austera nos atrapa desde el primer momento y no nos suelta hasta su emocionante final. Expone una realidad social sin maniqueísmos ni discursos panfletarios. Su sobriedad es acompañada por unos actores, Lindon y Kiberlain, que con una sola mirada o un mínimo gesto son capaces de comunicar lo más hondo. Y hay que elogiar la excelencia de su banda sonora.

No se la pierdan. 

ISABEL BANDRÉS






Carla Simón, la directora, nos cuenta la pérdida irremediable de un modo de vida: la agrícola. La familia de Quimet, el protagonista, ha estado cultivando durante décadas las tierras que el terrateniente Pinyol posee el Alcarrás. Pero la bajada de precios de los productos agrícolas y la subida del carburante hacen que el propietario se replantee otra forma de ganar dinero: las placas solares. Pinyol les avisa que será la última cosecha de melocotones que recojan. Pasarán de ser agricultores que trabajan la tierra a cuidadores de una plantación de energía solar y este cambio se traducirá en menos trabajo y más dinero para todos. Con el calentamiento global se ha descubierto la manera de hacer pingües negocios con las, que se ha dado en llamar, energías alternativas que ya llenan nuestros campos, montes, bosques y mares de placas solares y molinillos de viento. Es una forma de negocio capitalista mejor visto por sectores progresistas porque es una energía limpia, aunque contribuya a una forma de contaminación ambiental diferente, pero contaminación, al fin y al cabo. Mal vamos si para reducir el calentamiento global no se nos ocurre otra cosa que sustituir melocotoneros, campos y valles por placas solares. Ante el progreso que viene, la familia se divide: Quimet, el cabeza de familia, se aferra a la agricultura tradicional mientras que su cuñado Cisco apoya el cambio.

Está película premiada con el Oso de Oro en el último festival de Berlín tiene muchas cosas buenas: retrata el mundo rural con precisión y maestría, plasma el mundo familiar con gran realismo y, sobre todo, relata, de manera soberbia, el mundo de la infancia y de la adolescencia en el medio agrario. Hasta el punto que, a los que hemos vivido ese ambiente, nos lleva a sentir cierta nostalgia. Iris, la hija pequeña de Quimet, nos ofrece la mirada juguetona de una infancia libre y feliz en plena naturaleza. La adolescencia de sus hermanos, Mariona y Roger, con sus angustias, sus prontos y su desubicación, propias de su edad, está contada con buen pulso.

Alcarrrás está narrada con sencillez y precisión. Al mismo tiempo, trata de un tema tan importante como la crisis que provoca perder una forma de vida para adentrarse en otra nueva todavía sin definir. Sin embargo, la narración, que tantas cosas buenas tiene, para mí, no termina de cuajar. A pesar de reconocer sus muchas virtudes, se me ha hecho en muchas ocasiones pesada y plana. Me da la sensación de que le falta oxígeno y nervio narrativo. La repetición de escenas, el trato superficial de algunos temas importantes, los momentos poéticos e íntimos con gran carga afectiva abortados…Es como si a los planos y a las secuencias les faltase oxígeno y se quedasen inertes en la pantalla sin traspasarla. Momentos de gran ternura y lirismo:  el abuelo y la nieta pequeña, la luz entre los melocotoneros y ciertos momentos de la intimidad familiar se quedan como atascados, como si algo los obstruyese. El caso es, que los narra bien, pero no lo suficientemente bien para que tengan, al menos en mí, un significado emocional.  Por otra parte, la superficialidad con que trata los problemas del campo, el enfrentamiento con el propietario, las manifestaciones de los agricultores, el racismo oculto… nos suena a algo manido, trivial y carente de fuerza. ¿Y la crisis? Porque está película va de eso. Sencillamente, yo no la veo. Nos narra cabreos, rencillas y algunos alborotos locales. Pero crisis, lo que se dice crisis, no.

Alcarrás tiene muchas cosas del buen cine y se ciñe a la realidad, quizá no a la verdad. Pero existe, en parte de la película, un estancamiento monótono de lo ya sabido que la lastra. Se echa de menos una cierta tensión dramática que nos tenga pendientes y una visión más allá de lo aparente que le dé cierta hondura a lo narrado.

Una película con muchas cosas buenas que me hubiese encantado que me gustase en su totalidad, pero no ha sido así.

ISABEL BANDRÉS

 

https://www.youtube.com/watch?v=XacARMle0ZY



SUSI TRILLO


LENNON & MAISY
Foto Ashley Hilbert



HO HEY (The Lumineers)

https://www.youtube.com/watch?v=qo-0nMeoonk

THAT'S WHAT'S UP (Eduard Sharpe&Magnetics)

https://www.youtube.com/watch?v=0-Mr2pmuad4

LOVE

https://www.youtube.com/watch?v=6QSZVA1HTqE