LUCILA GONZÁLEZ PAZOS
Lucila González Pazos fue una abanderada de la igualdad del hombre y
la mujer en el cerrado mundo académico de
los años 70. Una abanderada discreta, pero eficaz.
La
igualdad de las mujeres con los varones en el espacio público tiene una deuda
con los movimientos sufragistas, con las mujeres pioneras y con la colaboración
de ciertos hombres preclaros. No hay que olvidar, sin embargo, el mismo flujo
de la historia. La Primera Guerra Mundial abrió para la mujer el acceso a
muchos puestos de trabajo que ejercían casi en monopolio los hombres, cuyo
lugar ahora eran las trincheras. España no participó en las dos guerras
europeas. Tuvo su propia guerra y sus propias consecuencias. A raíz de la
dictadura que instauró el general Franco tras su victoria, las conquistas que
la mujer española había adquirido en los años 20 y 30 sufrieron un radical retroceso; pero la historia seguía su propio curso y Lucila González Pazos, como muchas otras mujeres, se benefició de él en su arranque profesional.
España
había experimentado un gran desarrollo económico a finales de los años 60. Como
consecuencia de tal desarrollo, la universidad española, que era
predominantemente masculina, hubo de recurrir a las todavía escasas licenciadas
para atender la demanda creciente de estudios universitarios, es decir, a la masificación de la universidad. Lucila González Pazos, la querida amiga
recientemente fallecida, a la que queremos rendir homenaje, reconoce esta
situación de forma expresa:
“Nos
llamaron, como nos llaman siempre, en un momento de suma necesidad, en el que
no había más remedio que improvisar profesorado para atender a los múltiples
grupos en que se habían dividido los distintos cursos de licenciatura”.
Así,
las mujeres en los años 70 comenzaron a ocupar lentamente el cerrado mundo de
los claustros universitarios y dieron la talla. No se desmoronó por ello la
Institución como predecían aquellos que les habían cerrado sus puertas; pero
había que dar la batalla. Y la batalla comenzó cuando esas mujeres quisieron
consolidar su situación académica y presentarse, por ejemplo, a unas
oposiciones; no digamos a un cargo de Rector. Lucila González Pazos fue una
mujer que no cejó en esa batalla. Y lo hizo muy consciente de las diversas formas de
discriminación que sufrían las profesoras, respecto a un profesorado que había
sido educado en una sociedad patriarcal. Se cernía sobre ellas el reproche de que estaban invadiendo un espacio que pertenecía por derecho a los
varones.
Lucila
González Pazos fue la primera mujer en presentarse a unas oposiciones de Lógica
en 1979 y no paró hasta que las ganó, en 1984, junto con otras cuatro
compañeras. Y ya no se detuvo. Fue Directora de Departamento, Vicedecana,
Decana, Vicerrectora y hasta el año 2012 trabajó como investigadora. Sin
embargo, no fue por ello ajena a la cadena de obstáculos a los que se
enfrentaban sus compañeras, cuando aspiraban a los
puestos de poder o de prestigio, el conocido “techo de cristal”. Tampoco se
envaneció, ni aminoró su crítica a la discriminación porque, en sus propias
palabras: “ocupar un cargo no supone perder la lucidez”. Reproducimos ahora las
conclusiones de una de sus conferencias en la que nos hemos basado para rememorar su figura:
“En definitiva, las mujeres nos hemos introducido en la Institución universitaria y no hemos cambiado mucho las cosas. No hemos sido un elemento revolucionario. Aquellos que, como mi antiguo jefe, temían nuestros efectos perturbadores, han podido morirse tranquilos. A lo sumo, hemos patentado un estilo distinto de actuación, más discreto y más centrado en la resolución efectiva de los problemas que en la búsqueda de reconocimiento social o político. O una manera más cercana de ejercer el, en sí insignificante, poder universitario. Poco es. Acaso las nuevas generaciones de mujeres que vayan entrando en el estamento docente sean más reivindicativas y logren la perfecta igualdad entre seres humanos que ejercen la misma profesión. Serán más y tendrán más fuerza; aunque no sé si bastará con la simple fuerza numérica. Los siglos de dominación dejan secuelas indelebles, en los dominadores y en los dominados. Pero deseo creer que las mismas armas que han permitido al animal humano conquistar la tierra, crear civilizaciones y cultura, ciencia y tecnología —su imaginación, su voluntad y su firme voluntad de progreso— tienen que ser nuestras únicas armas”.
MARÍA LUISA MAILLARD-SUSI TRILLO
EL
PASADO QUE NO PASA
MARÍA
LUISA MAILLARD
Hace
ya un siglo, Ortega y Gasset fundaba en 1923 Revista de Occidente con el propósito de arrojar claridad y conocer
“por dónde va el mundo”, ya que percibía que “muchas gentes comienzan a sentir
la penosa impresión de ver su existencia invadida por el caos”. Se refería a la
profunda transformación que se estaba produciendo en el mundo occidental, a
principios del siglo XX, “en las ideas, en los sentimientos, en las maneras y en
las instituciones”.
Somos
herederos de “esa profunda transformación”; pero en este largo —y trágico
siglo— que tenemos a nuestras espaldas, no acabamos de encontrar “claridad” ni
sobre nuestro lugar en el mundo ni sobre la deriva de nuestras sociedades ni
sobre la deriva de la misma cultura occidental y los nuevos problemas surgidos
del imperio actual del mundo digital que, en palabras de Byung-Chul Han,
“desnaturaliza las cosas informatizándolas. […] Es la información, no las cosas
la que determina el mundo en que vivimos”.
En
este país, llamado España, no nos encontramos ajenos a esta deriva del mundo
occidental ni a los fundamentos que lo hicieron posible; pero no pensamos mucho
sobre ello. Tenemos nuestros propios problemas. No difieren en muchos aspectos
de los que puedan tener países de nuestro entorno; pero tienen su propio cariz.
Asistimos
al deterioro de la democracia, al insólito comportamiento de nuestros
gobernantes, a la mentira política, a la corrupción, a la merma de la libertad
de pensamiento; pero carecemos de instrumentos para enjuiciarlos. Tenemos
delante una espesa cortina que no podemos descorrer: el pasado franquista que
encierra dentro de sí todas las calamidades que se pueden cernir sobre el
ciudadano: Falta de libertad de expresión, injusticia social, comportamiento
despótico de los gobernantes, corrupción, tergiversación de la historia…
Esa pequeña parte de nuestro pasado como nación —llevamos ya más años de democracia (48) que de dictadura (36)— está muy viva, en nuestra mentalidad colectiva, gracias; aunque no sólo, a su reforzamiento legal con la Ley de Memoria Histórica de 2007, reconvertida en Ley de Memoria Democrática en 2022. Aparte del cuestionamiento que pueda tener el mismo término “memoria histórica” que ya ha sido señalado por muchos historiadores y filósofos; la reiteración en la adjudicación de la maldad a un pasado que ya está empezando a ser lejano, nos deja desarmados ante el presente. No hay lugar para situar los males que sufre actualmente el ciudadano de nuestra ya deficiente democracia; ni siquiera en el caso de países hermanos como Venezuela, en los que ya no hablamos de una democracia deficiente; sino de una dictadura asesina.
El
lugar del mal está ya ocupado. Hay un mal oficial y quien quiera abrir un hueco
para introducir una crítica fuera de esa esfera, no será perseguido legalmente
como en un país de régimen dictatorial; pero es muy probable que sea
“cancelado” por adentrarse en el terreno de “lo políticamente incorrecto”, es
decir, eliminado de la esfera pública.
Aparte
de la merma específica de nuestro poder reflexivo en España; no por eso dejamos
de compartir otra merma de mayor profundidad con los países de nuestro entorno,
que no es ajena ni al deterioro de nuestras instituciones políticas ni al
decaimiento de nuestras universidades e instituciones culturales. Wendy Brown,
en su libro de 2023 Tiempos de nihilismo,
debate con Max Weber sobre las soluciones para las consecuencias que el mundo
del nihilismo, en el que nada parece importar en sí mismo y todo es equivalente
a todo, estaba teniendo en el mundo académico y político de 1919: ausencia de
orientación moral, falta de responsabilidad, subjetividad desbordada… Parece
que no ha pasado el tiempo. Wendy Brown sigue señalando males muy semejantes en
la política y las universidades actuales, dimanantes así mismo del nihilismo.
La política convierte lo profundo en trivial, el futuro en intrascendente y la
corrupción en banal; por otra parte, el mundo académico y universitario se ha
convertido en una batalla de luchas culturales e identitarias, ajena a la
reflexión sobre los valores capaces de orientar la acción.
Max
Weber desplaza los valores a la política, despojando a la Universidad de su
sentido crítico y Brown quiere recuperarlos para la Academia; pero ambos dejan
abierta la puerta que el nihilismo abrió. La pregunta sin respuesta: ¿Para qué?
Sin que nos planteemos la manera de cerrarla. Es la pesada cortina que cierra
el futuro a la cultura occidental y la condena a la reiteración hasta el
absurdo.
MARÍA
LUISA MAILLARD
DESDE
LOS MÁRGENES
ISABEL
BANDRÉS
Han
terminado las vacaciones de verano y septiembre da paso al otoño. Hemos mudado de
estación y la naturaleza nos lo hace saber: días más cortos, bajan las
temperaturas, la naturaleza se tiñe de colores ocres… En fin, todo cambia menos
la política. Allí siguen las promesas incumplidas, las proposiciones de cambio
que no son tales, anuncios a bombo y platillo de reformas para la regeneración
de la democracia y, sobre todo, se continúa respirando el mismo aire de
confrontación tanto por lo baladí como por lo importante. Lo significativo no
es ni la realidad ni la verdad, lo importante sigue siendo la opinión. Observo
un tedio creciente entre la población, una flojera en el ánimo de muchos ciudadanos
que ya se niegan a seguir el discurso político porque les provoca angustia y
ansiedad. Las ideologías cada vez son más volátiles y los principios
irrenunciables de los partidos se evaporan a la menor oportunidad de obtener un
beneficio propio. Lo que ayer se defendía es defenestrado hoy.
Los
partidos políticos, como señala Paloma Biglino, Catedrática de Derecho
Constitucional en la Universidad de Valladolid, tienen más de empresas
privadas, pagadas por todos, que de instituciones cuya misión es transformar la
realidad para hacerla más vivible para el conjunto de la población. Y esto no
sucede solo aquí, es un mal que se extiende por todo el mundo. Las democracias
liberales empiezan a decaer y los derechos humanos significan cada vez menos en
más lugares. Según la revista The Economist, apenas el 8% de la
población vive en una democracia plena y otro 7% lo hace en democracias
defectuosas. Resumiendo, solo un 15% de la población mundial vive en una
democracia o en algo parecido. El resto mal viven sin libertades sometidos al
autoritarismo. Hannah Arendt señala: “…Una sociedad en la que se ejercita
pacíficamente la razón critica, se distingue de aquellas que se organizan
alrededor de la reverencia a la autoridad, el respeto al tradicionalismo o el
rechazo al pensamiento científico”. Y la distinción supone, nada menos, ser un
ciudadano o un súbdito.
Desde
los márgenes del poder político vemos cómo, en gran parte del mundo, la
democracia liberal (liberal significa aquí libertad y no una tendencia
política), está soportando algunas trabas que no la dejan avanzar. Muchos
ciudadanos contemplamos con zozobra que el techo protector que suponen las
sociedades abiertas, es decir, las democráticas, se va hundiendo para dejar
paso a regímenes populistas que imponen un enfoque anti pluralista del poder.
El ejemplo más reciente es Venezuela, pero hay muchos más ya se autodenominen
de derechas o de izquierdas. Al observar la deriva actual de la política, se
impone una reflexión sobre las ideologías y, una vez más, acudimos a H. Arendt.
Según ella explica en Los orígenes de totalitarismo, “la ideología entendida
como la lógica de una idea, está en el trasfondo del totalitarismo”. Lo que
viene a decirnos es que cuando abandonamos el contacto con la realidad, desatendemos
el pensamiento racional y dejamos atrás la complejidad de las cosas del mundo,
para refugiarnos en la seguridad de una ideología, sea la que sea, podemos
perder nuestra capacidad de crítica y desconectar del mundo real. Lo que no
significa que no tengamos una ideología, pero en esa adhesión sería bueno que
primase la crítica racional y no la fe ciega.
¿Y
dónde refugiarnos si consideramos que las ideologías se han vaciado de
contenido y pensamos que lo público no nos ampara? Bajo una techumbre a tres
aguas: la democracia liberal, los derechos humanos y en nuestra Constitución.
Si nos mantenemos firmes bajo el amparo de esa techumbre, no desconectamos de
la complejidad del mundo real y nos esforzamos en pensar por nuestra cuenta, es
posible que recuperemos la esperanza de conseguir, y consigamos, un mundo cada
vez más abierto y más democrático.
Desde
la lejanía del poder y del partidismo se pueden hacer muchas cosas: pensar, ser
libre, defender lo esencial que a todos nos atañe, descubrir que el otro puede
tener razón o no y, sobre todo, aprender a mirar, a fijarnos en los detalles de
lo que sucede sin las anteojeras del partidismo y de la manipulación política-ideológica.
Estos días, observamos, entre otras muchas cosas, que tanto la izquierda, la
derecha y los nacionalismos, solo creen en la libertad de expresión cuando los
contenidos de lo que se dice les favorecen. Ojalá, más pronto que tarde,
aprendamos mirar —de manera racional y no mediatizada ni fanatizada—, el mundo
real y sus complejidades.
ISABEL BANDRÉS
IMÁGENES SOBRE LAS
MUJERES Y LOS LIBROS
41.
LA LECTURA COMPARTIDA
LEYENDO DE TRES EN TRES
INÉS
ALBERDI
El
número tres tiene una cierta magia, Además de ser un numero primo, suma de los
dos primeros números naturales, el uno y el dos. El número tres simboliza el
movimiento continuo y la perfección de lo acabado. Tiene un sentido espiritual
porque es símbolo de la Trinidad. Por lo tanto, para los creyentes, es un
numero celeste. Y para tener un objeto en equilibrio se necesitan tres puntos
de apoyo. En numerología el tres se relaciona con la razón y representa las
tres expresiones primarias, la verbal, la intuitiva y la consciente.
Angelica Kaufmann, Suiza (1741-1807) Tres hermanas, 1795 Bündner Kunstmuseum, Chur, Suiza |
En matemáticas existe la regla de tres y el polígono de tres lados se llama triángulo. Y en psicología un triángulo tiene un sentido especial. Evoca emociones de conflicto, tensión o excitación. Si pensamos en la relación entre tres personas se nos representa la posibilidad de que una de estas conexiones sea más fuerte que las otras, o más débil, lo que puede ser el origen de los problemas. El triángulo puede significar celos de amor o de amistad. El triángulo amoroso es, por excelencia, una de las tramas preferidas de las novelas románticas.
En
los retratos femeninos, agrupar a tres jóvenes es una tradición muy antigua que
se acrecentó en el XIX gracias al éxito de las obras como las de Sully,
Kennington y, algo más tarde, Sirgent Sargent.
Thomas Sully, Gran Bretaña (1783-1872) Las hermanas Coleman, 1844 Galería Nacional de Retratos, Washington D.C. |
George Theodore Berthon, Canadá (1806-1892) Las tres hermanas Robinson, 1846 Galería de Arte de Ontario, Canadá |
Thomas Benjamin Kennington, Gran Bretaña (1856-1916) Fruta Prohibida, d/f Colección particular |
John Singer Sargent, Estados Unidos (1856-1925) Las señoritas Vickers, 1884 Museo de Sheffield, Inglaterra |
Los retratos de tres jóvenes alrededor de un libro se multiplican a lo largo del siglo XIX. Algunos se sitúan en el campo, como el que hace Curran en los Estados Unidos, en el que las dos más jóvenes acompañan a la recién madre que da el pecho a su bebé.
Charles Kourtney Karan,, Estados Unidos (1861-1942) Tres mujeres, 1894 Colección particular |
La
moda también llegó a España y tenemos el retrato de Miralles de tres jóvenes
lectoras en un interior y el de Villegas Cordero que sitúa a las jóvenes, muy
elegantes, leyendo una carta en un jardín junto al mar.
Francesc Miralles, España (1848-1901) Tres rapazas en un interior, 1898 Colección particular |
José Villegas Cordero, España (1844-1921) Noticias, 1903 Colección particular |
Otros
triángulos de lectoras parecen formar una tertulia, a la que se suma el perro,
en la obra de la pintora Louise Catherine Breslau. Breslau, de origen alemán,
se nacionalizó suiza. Se formó en Paris, en la famosa academia Jullian, donde
conoció a Madeleine Zilhart, artista como ella, que fue su pareja por más de
cuarenta años. Tuvo una carrera de gran éxito en Francia y usó preferentemente
a sus amigas como modelo que sus obras.
Louise Catherine Breslau, Suiza (1856-1927) Las amigas, 1881 Museo de Arte e Historia de Ginebra |
También
tiene aire de debate frente a los libros, el retrato de Zandomeneghi de tres
jóvenes que parecen estar discutiendo lo que leen.
Federico Zandomeneghi, Italia (1841-1917) La lectura, s/f Colección particular |
Algo
parecido ocurre con la obra del ruso Sardakov en la que tres jóvenes, con
aspecto de trabajadoras, leen libros y periódicos en un entorno que parece una
lecheria. Son los años del estalinismo y no pueden faltar los carteles
revolucionarios en el fondo de la reunión.
Pavel Ferdorovich Shardakov, Rusia (1929-2007) Lecheras de la ciudad de Volgogrado, 1967 Museo de Arte de Springville, Utah, Estados Unidos |
A
veces, la lectura entre tres tiene un aspecto más placido, como si estuvieran
estudiando, como ocurre con las obras de Carrière y de Halonnen.
El
artista francés Carrière se especializó en retratos brumosos, tratados de forma
literaria, con una paleta monocromática de color marrón. Retrató a escritores
de su época como Paul Verlaine, Alphonse Daudet o Anatole France, además de los
miembros de su familia.
Eugene Carriere, Francia (1849-1906) Los deberes escolares, s/f Colección particular |
Por
su parte Halonnen se especializó en los paisajes y las gentes finlandesas en un
estilo romántico y a la vez realista.
Pekka Halonen, Finlandia (1865-1933) Niños leyendo, 1916 Museo de Arte Moderno, Spoo, Finlandia |
Las
reuniones de tres mujeres leyendo pueden situarse también al aire libre y en
compañía de animales, como lo hace el francés Saunier.
Noel Saunier, Francia (1847-1890) Leyendo en un claro, 1871 Colección particular |
La
lectura del trío también puede ser una carta, como es el caso de estas tres
jóvenes inglesas que retrata George Smith, que parecen tomar con interés las
noticias que una de ellas lee.
George Smith, Gran Bretaña (1829-1901) La víspera de San Valentín, 1871 Colección particular |
No
todos los retratos de tríos leyendo son de mujeres jóvenes. Hay un pintor
alemán Bakker-Korff que se especializó en retratar mujeres mayores, casi
siempre en grupo y en interiores confortables, en los que además de los ropajes
complicados de las damas, se aprecian los cuadros, la lampara, la alfombra, la
chimenea y los adornos varios que engalanan la habitación.
Alexander Hugo Baker-Korff, Alemania (1824-1882) La lectura de La Biblia, 1879 Colección particular |
INÉS ALBERDI
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO "SOBRE EL PACIENTE QUE MÁS ME PREOCUPA" DE EMILIO GONZÁLEZ
MARTÍNEZ, EN EL "CAFÉ COMERCIAL" DE MADRID, DE LA MANO DE RAFAEL SOLER
Y ACOMPAÑADO POR EUGENIO RIVERA Y ELDA HIDALGO.
“FREUD EN SU TIEMPO Y EN EL NUESTRO”
ÉLISABETH
ROUDINESCO
En
los últimos 30 años el prestigio intelectual de Sigmund Freud ha resbalado por
una pendiente, de manera similar a la de otros pensadores del siglo XX, dentro
del tejido social e intelectual occidental. La revisión de los planteamientos y
teorías pertenecientes a ese tiempo histórico determinado siempre, deben
soportar duros embates y críticas provenientes de todas partes y épocas. El
asunto entra dentro de lo habitual.
Pero
la obra de Freud ha vivido una extensa serie de interpretaciones y adaptaciones
que, salvo raros casos, no han conducido demasiado lejos y que, sin embargo,
gozaron de gran éxito entre las generaciones progresistas de la segunda mitad
del siglo XX. ¿Éxito, o unas generaciones que ignoraban el denso tejido de la
obra freudiana y de ello nacieron los motivos de un éxito seguido de un
gigantesco equívoco? Es decir, que todo formaría parte de un error nunca
reconocido como tal. Desde luego, no sería la primera vez. Se reinterpreta
sofisticadamente el pensamiento de alguien y al mismo tiempo se deforma sin
alcanzar ningún progreso, convirtiéndolo en un procedimiento estéril.
Como
lo es, por ejemplo, la unión intelectual que se hace de Freud y Marx de los
años sesenta y setenta y que no le sentó nada bien a ninguno de los dos, más en
concreto a Freud. Seguramente aquellas interpretaciones, gravemente obtusas en
muchos casos, dieron pie a un ataque frontal a sus planteamientos respecto al
yo, el ello y el superyó, la interpretación de los sueños, la histeria, su corpus teórico, y que condujeron hasta
un pozo de confusión mal intencionado en ocasiones. Curiosamente, las críticas
que aparecieron entre finales del XX y principios del XXI son muy parecidas a las
recibidas por Freud a principios de siglo. Se pasó, sin solución de
continuidad, de tratar de interpretar a Freud a denostar su pensamiento tras
soportar este unas enormes transformaciones ideológicas en vez de ser
estudiadas —y criticadas—, correctamente las originales. Y hasta aquí hemos
llegado. A los, más o menos, años 30 del siglo XXI en los que el psiquiatra austríaco
ha quedado sepultado, arrinconado, por una variante de la psicología
conductista y una generalizada banalidad terapéutica a la hora de su aplicación,
de la que no es responsable. La política, las empresas, parte del uso periodístico
que de ella se hace, la han convertido en un útil conejillo de indias. La medicina actual desconoce, o directamente
detesta, a Sigmund Freud…, pero de oídas. Esa relación del pasado en la obra de
Freud con el presente, su afilada mirada crítica y una estimable capacidad
didáctica, hacen de este libro merecedor de un nuevo intento por situar la
figura del médico en el lugar que le corresponde, sea este el que sea, pero no
el que es o ha sido.
Es
a estas alturas cuando Élisabeth Roudinesco, historiadora y profesora en el
mundo de la universidad parisina, se presenta para rebatir tópicos y demagogias
(sin eludir por ello las disensiones con Freud), con una estimulante biografía del
psiquiatra, subtitulada “En su tiempo y en el nuestro”, elemento fundamental en
una obra que permite extraer nuevas conclusiones y, sobre todo, ordenar ideas
respecto a la persona y su legado médico. La lectura de Roudinesco analiza
Historia e ideas para, de ese modo, desarrollar un método de comprensión claro
y necesario.
Freud
nace durante un siglo violento y convulso. Su impulso investigador da de lleno
en el corazón de una burguesía que se está autodestruyendo en una sucesión de
nacionalismos, en busca de su identidad perdida. Esos mismos nacionalismos
serán su perdición. Dos guerras mundiales lo confirman. Rudinesco profundiza
también en la importancia del judaísmo en la vida y la obra del autor de “El
chiste y el subconsciente”. Revisa dos elementos de nuestra cultura y conducta
relevantes y censurados por las costumbres: “sensualismo y crítica de la
religión”, dice la autora. Y añade que Freud contribuyó a apartar una visión
abstracta refugiada en el pensamiento de la época. ¿Lo logró? Me temo que no.
Uno
de los capítulos, “Freud en su propia
casa”, iluminan muchas cuestiones personales que han estado danzando en
su biografía de un lado para otro sin convencer a nadie. La autora lo consigue
una y otra vez. Un libro para descubrir a Sigmund Freud o para reencontrase con
él en un terreno menos hostil que el de hace tiempo.
FELIPE VEGA
LECTURAS
Y VERANO 2024
(Segunda parte)
NATALIA
VELASCO
El sábado por la mañana cuando iba a casa de mi hermana debí sacar en el metro las gafas de sol y sin saber muy bien cómo ni por qué, las perdí. Por la noche, al volver a casa y darme cuenta de lo sucedido, sentí tristeza por ese objeto que compré en el festival de Almagro con mi amigo Ángel y que me había acompañado durante dos años y, en especial, este verano. Eran negras y grandes, como se llevan ahora y como se llevaban antes, porque se parecían a las de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes y tenían en la esquina de la patilla el osito de Tous en dorado. Recordé cómo mis manos las sacaban y metían en la funda, cómo desdoblaban sus patillas y las colocaban en el lóbulo de la oreja, cómo me volvía oscura frente al espejo cuando me las ponía. Pensé en las manos y en el libro de Jesús Carrasco que este verano me acompañó en Carrapateiera, Portugal, titulado Elogio de las manos, una miscelánea a caballo entre el ensayo, la novela de ficción y la autoficción.
En el año 2011 el narrador y su
familia entraron a vivir en una casa en ruinas de un pueblito del sur de España.
La casa sería derruida en breve para construir apartamentos. Mientras llegaban
las excavadoras podían disfrutar de ella. Y eso hicieron durante diez largos años.
Podemos imaginar la historia dibujada por las manos de Jesús Carrasco que teje
la vida con las paredes de la casa como una costurera y un albañil a la vez. Cada
muro reparado, cada ratoncillo o lagartija encontrados, cada nuevo elemento incorporado
a la casa la convierten en un corazón que late, que palpita al ritmo de los
personajes que la habitan en vacaciones, los fines de semana o cualquier mes al
azar donde imperen las ganas de salir de la rutina de la capital Sevillana.
Ante los ojos del lector la casa renace junto a las hijas del protagonista que
también han llegado al mundo, ya que la vida no se detiene ni se amilana y diez
años son muchos días que arrastran también despedidas de seres queridos “porque
lo contrario de la vida no es la muerte sino el miedo”.
Los oficios invaden las páginas: el
encalado, la herrería, la pintura, la carpintería y hasta la forja. Las manos pueden
ser inexpertas, pero parecen conocer el camino de la reparación, de la
construcción, de la creación. Y todos nos identificamos con el narrador, ya que
cualquiera que haya creado algo con las manos conoce el vínculo que lo une con
lo creado. El lector aprende sobre la noción de belleza alejada de los cánones
impuestos por las instagrames de moda con sus casas perfectamente decoradas
pero inertes. Lo viejo, lo desvencijado se vuelve bello y el trabajo físico es
liberador y calmante. “Cuando trabajamos de cierta manera con las manos estamos
absortos en algo y ya no somos conscientes de nosotros mismos ni siquiera de
nuestro yo corporal. Nos hemos convertido en la cosa sobre la cual estamos
trabajando” El libro respira lentamente y las cosas, como decía Hannah Arendt, “estabilizan
la vida humana”. El proceso de transformación que se opera en la casa es así
mismo el proceso de creación de la obra literaria que leemos ya que el autor
comparte con sus lectores cómo le vino la idea de escribir el relato y cómo se
fue transformando a medida que lo escribía: “Ahí fue cuando volvió a llamar a
mi puerta el elogio de las manos que empezaba entonces a evolucionar desde una
especulación teórica a un proyecto literario”. El libro es, además, una lección
de desapego y de agradecimiento por lo vivido y la prueba irrefutable de que
detrás de toda destrucción puede haber renacimiento.
NATALIA VELASCO POSTIGO.
PS: Este libro también me lo prestó
una amiga. Los libros cuya lectura he gozado me duele que no habiten mis
estanterías, que el día menos pensado no pueda recurrir a sus páginas en busca
de consuelo. También tengo yo que aprender ese desapego y, como dice Jesús
Carrasco: “concebir la vida como algo temporal, centrada en el presente, más
cercana a la cigarra que a la hormiga del cuento. Aunque en el fondo no sea así
porque aquello que amo lo quiero cerca, pegado al pecho”.
APUNTES SOBRE EL CINE MARROQUÍ
DEL SIGLO XXI
ALEJANDRA VAL CUBERO
El 10 de octubre de 2004, se aprobó el nuevo código de
familia o Moudawana, que introdujo
cambios significativos para la sociedad marroquí en general y, en especial,
para las mujeres: la edad legal para contraer matrimonio pasaba de los quince a
los dieciocho años y la mujer podía solicitar el divorcio y obtener la custodia
de sus hijos. El nuevo código de familia es también un reflejo del cambio
sociodemográfico de Marruecos en las dos últimas décadas: hay más población que
reside en las zonas urbanas, ha disminuido la tasa de fecundidad y cada vez hay
más mujeres en puestos de decisión, aunque todavía el camino hacia la igualdad
es largo y será complejo debido al avance de los movimientos religiosos
fundamentalistas.
El cine marroquí contemporáneo
aborda todas estas cuestiones ligadas a la desigualdad jurídica y laboral y la
violencia que sufren las mujeres. El
documental Suspended Wives (2018), de
la periodista Meriem Addou, muestra las dificultades y las presiones sociales a
las que deben enfrentarse Ghita, Latifa y Karima para obtener el divorcio.
Mientras que en Les Oubliés de
L´Historie (2010), Hassan Benjelloun cuenta la historia de Yamna,
vendida en Fez por dos mil dírhams y enviada a Bélgica para trabajar como esclava
sexual junto a mujeres de otras nacionalidades que también han sido engañadas.
Las propuestas más interesantes de las últimas décadas vienen, sin duda alguna, de la mano de Leila Kilani. La directora nacida en Casablanca, y educada entre Francia y Marruecos, estudió Economía en el Centro de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y se inició en el mundo de los documentales con Tanger, le rêve des brûleurs (2002), sobre la migración a Europa; o Nos lieux interdits (2008), que ganó el Gran Premio del documental en el Festival de Fespaco, uno de los festivales más antiguos de cine en África. Para este documental, Kilani entrevistó a lo largo de varios años a cuatro familias que participaron en la Comisión de Reconciliación Marroquí, comisión que investigó las desapariciones sucedidas entre 1956 y 1980 sin que hubiera habido ningún tipo de juicio previo. Y, con su primer largometraje Sur la planche (2011), eligió a varias actrices no profesionales para interpretar los papeles de trabajadoras en la industria textil y en el pelado de gambas en Tánger, productos que luego se exportan a todo el mundo. Las jóvenes reciben sueldos que no llegan a los cincuenta euros al mes por doce horas de trabajo y tratan de sobrevivir a su precaria situación laboral saliendo por la noche, robando y divirtiéndose, sin pensar nunca en el futuro.
Los directores más jóvenes buscan nuevos formatos que lleguen a una generación extremadamente hábil con las redes para tratar aspectos relacionados con las desigualdades de género o de clase social. Este es el caso de la escritora Sonia Terrab, quien ha creado la serie en Youtube Marokkiates (2017) y en la que entrevista a diferentes mujeres sobre su vida, las relaciones de pareja o la sexualidad, en un intento de ofrecer al espectador una mirada polifónica sobre lo que significa ser mujer en Marruecos y a qué problemas o deseos hacen frente. En esta misma línea y tras la emisión del documental Zwaj El Wakt (2017), de Laila Marrakchi, en la televisión, la directora fue acusada de atentar contra la moral y la religión al entrevistar a cuatro parejas de Rabat, Casablanca y Marrakech e interrogarlas sobre temas relacionados con el amor. Como también sucede en la serie web Bissara Overdose (2016), de Hicham Lasri, cuyo título vendría a ser “sobredosis de Bissara”, que es una sopa de habas tradicional de Marruecos y narra la falta de futuro entre los más jóvenes durante siete capítulos.Otro joven director muy activo en las redes y que trata temas de gran calado social es Nadir Bouhmouch. En su primer documental, My Makhzen and Me (2012), aborda las protestas que tuvieron lugar en doce ciudades de Marruecos entre los años 2011 y 2012, en las que los manifestantes pedían mejoras sociales y laborales. Y en su segundo documental, 475 (2013), trató la historia de la joven Amina Filali, quien se suicidó después de que fuera obligada a casarse con su violador, pues, según el artículo 475 del código penal marroquí, un violador no va a la cárcel si se casa con su víctima. El director rodó la película de manera clandestina y es una crítica mordaz a los políticos, a la élite de Marruecos y a la sociedad que admite este tipo de sucesos. Por último, una ácida crítica al neocolonialismo viene de la mano de Amussu (2019), sobre la lucha de los habitantes del pueblo de Imider, en el desierto del Sáhara, quienes viven al lado de la mina de plata más grande de África, mina que estaba acabando con las reservas de agua hasta que los habitantes sabotearon la misma para salvar sus plantaciones y su ganado, tratando de impedir que las excavaciones se prolongaran, protestas que hoy todavía continúan.
La nueva generación de directores y directoras en
Marruecos presentan nuevas ideas ligadas a la feminidad y los roles de género
en los que la solidaridad femenina es recurrente. En Jugement d’une femme (2000),
de Hassan Benjelloun, una abogada de origen marroquí, aunque residente en
Francia, es enviada por Amnistía Internacional para que investigue la condena
de una mujer que ha matado a su marido porque éste no le concedía el divorcio.
Condenada a cadena perpetua sin haber tenido un juicio justo, la abogada, junto
a una eficiente asistente social, van a probar la omisión de cargos y las
injusticias cometidas en torno a este caso. La sororidad se vuelve a abordar en
Les yeux sec (2006), de Narijiss Nejjar; y Deux Femmes sur la Route (2007), de
Farida Bourquia, que realiza un road movie por todo el norte del país.
Amina quiere visitar en la cárcel a su marido en prisión por tráfico de drogas.
Tras una avería de su coche, se encuentra con una anciana que
también se dirige al norte porque teme que su hijo haya emigrado en una patera.
Ambas mujeres, de diferente procedencia social, económica y cultural, comparten
un viaje por el Marruecos más rural, pero también por el de las grandes urbes
que siguen creciendo de manera acelerada e imparable. Por su parte, Narjiss Nejjar
con Les yeux sec (2006) obtuvo el
rechazo por parte de los sectores más conservadores al presentar el tema de la prostitución
y de la cultura amazigh. En la película, Mina vuelve a un pueblo tribal
después de un largo período de ausencia en el que ha estado encarcelada en una
prisión de Casablanca.
NO ENTIENDO LAS MATEMÁTICAS
LIDIA ANDINO TRIONE
Quién no pensó alguna vez, durante
una clase, que las ecuaciones planteadas en la pizarra eran frías, sin sentido,
o que los números complejos no servían para nada. Quién no tuvo alguna
pesadilla la noche anterior a un examen de matemáticas. Algunos alumnos le
tienen miedo pues de antemano les advierten -de todas las maneras posibles- que
es un tema difícil; un miedo que está muy extendido y es independiente de la
condición social, del colegio, raza, poder adquisitivo, religión o lugar
geográfico.
Hace pocos días un profesor de esta
asignatura de la Universidad de Missouri, Estados Unidos, anunció al mundo que
acababa de encontrar el número primo más grande conocido hasta la fecha. Para
tener una idea, este número tiene más de ¡17 millones de dígitos! Cualquiera de
nosotros podría decir que es casi imposible imaginar un número tan grande y,
por otro lado, qué utilidad podría tener este dato en nuestra vida.
Aunque resulte curioso los números primos están asociados a nuestro quehacer cotidiano más de lo que advertimos: cada vez que retiramos dinero de un cajero automático, al abrir nuestro correo electrónico o cuando usamos la tarjeta de crédito por Internet, estamos empleando algunas propiedades de los números primos. También es cierto que no necesitamos conocer este dato para realizar las operaciones mencionadas.
Es frecuente escuchar a los alumnos
decir: “¡Yo a las matemáticas no las entiendo!”. Cuando nos interesamos por un
alumno que manifiesta esta afirmación, tal vez no se ajusta a la realidad de
manera impecable, pero… ¿Se animarían, queridos lectores, a decir que es una
frase que está alejada de lo que sucede en la vida cotidiana, en las aulas, en
el gimnasio y hasta viendo un partido de fútbol por televisión?
Se trata de aprender las leyes del
campo matemático como el estudiante debe aceptar las normas sociales y eso es
lo que algunos alumnos encuentran complicado: aceptar.
De ahí que la incomprensión no sea
tanto por una dificultad o discapacidad intelectual, sino que la exigencia de
abstracción requiere de un trabajo que no puede ser omitido.
En ocasiones los jóvenes padecen
bloqueos emocionales y preocupaciones propias de una edad difícil y esto les
resta energía para enfrentarse a las complejidades matemáticas y no sólo.
LIDIA ANDINO TRIONEPsicoanalista
ROSALÍA DE CASTRO
(1837-1885)
MARÍA LUISA
MAILLARD
No
se suele mencionar a Rosalía de Castro entre nuestras mujeres pioneras,
aquellas que, en el atrasado y convulso siglo XIX español, abrieron camino no
sólo para la mujer, sino para el arte, la literatura, el pensamiento o la
ciencia. No es que su nombre sea del todo desconocido en nuestros lares, no
desde luego, en su tierra natal, Galicia, en gran medida gracias a su temprano
poemario Cantares gallegos y a la
labor de su marido Manuel Murguía para convertirla en un mito del pueblo
gallego. ¿Por qué la situamos entonces en nuestra sección de mujeres olvidadas?
No sólo porque en su vida sufrió el olvido de gran parte de su obra; sino
porque la posteridad también la olvidó, despreciando su papel de pionera.
¿Quién sabe, por ejemplo, que fue una defensora de la igualdad de la mujer con
el varón? ¿Quién sabe que fue una precursora de la poesía contemporánea?
La
conversión en mito de su figura por parte de Murguía, no sólo se redujo a la
recuperación de la lengua gallega como lengua literaria; sino al diseño del
perfil de una mujer doliente, buena madre de familia, recluida en el ámbito
doméstico y reacia al reconocimiento público. Dicho perfil ocultó que Rosalía
era consciente del destino marginal de la mujer en su época y que, además, no
se callaba. Una joven y apasionada Rosalía, ya a sus 21 años, en su breve
artículo “Lieders”, defiende su libertad de pensamiento sin acatar el mandato
de los varones porque: “su hechura es igual a mi hechura y su carne es igual a
mi carne” y constata que: “El patrimonio de la mujer son los grillos de su
esclavitud”. A lo largo de su corta vida mantuvo su independencia, su vocación
y su libertad de pensamiento, como lo prueba su airada reacción ante las
críticas recibidas por su artículo “Costumbres gallegas”, a partir de las
cuales se negó a seguir escribiendo en gallego.
Rosalía y su numerosa familia, en su casa de A Matanza, Padrón, 1884 (Foto: Palmeiro e Hijos) |
Respecto
a su obra poética, Rosalía fue una poeta olvidada durante décadas por el resto
de España y aún en este siglo XXI su obra —que, desde los años 70 comenzó a ser
recuperada por autores como Marina Mayoral y Xesús Alonso Montero—, no obtiene
el reconocimiento merecido como precursora de la poesía moderna. Azorín sería
una de las primeras excepciones, cuando en 1913 alza la voz, indignado ante el
silencio que rodeó la salida del libro de Rosalía En las orillas del Sar. Apenas cuatro reseñas —algunas irrelevantes—
en Galicia y ninguna en el resto de España: “¿Cómo puede producirse este
fenómeno en la vida de un pueblo? ¿De qué manera un acontecimiento capital, de
honda trascendencia, en el pensamiento, en la estética de un país, puede pasar
inadvertido?”. Y señala a continuación cómo los críticos literarios más
destacados de la época de Rosalía: Leopoldo Alas Clarín, Juan Valera y Ramón
Menéndez Pidal, no la tuvieron en cuenta en sus textos y en sus antologías.
Como
intuyó Azorín, Rosalía de Castro fue mucho más que la cantora de Galicia. Fue
una poeta y no una poeta cualquiera. Al igual que Bécquer, su contemporáneo,
desbrozará de maleza los caminos que recorrerá la poesía moderna. No es que no
hubiese razones para convertir a Rosalía en un símbolo de Galicia. Su
identificación con el alma gallega, su paisaje y sus gentes, pronto le
proporcionaron un anclaje entrañable en el corazón del pueblo, con el que se
identificó en sus pesares más hondos —la emigración de sus hombres y la soledad
de las mujeres— y al que proporcionó voz poética. Rosalía dignificó y recuperó
para la poesía una lengua desprestigiada en su época; y que había sido el
modelo más valorado de la lírica en los siglos XII, XIII y XIV. Es, sin duda,
una gran hazaña; pero Rosalía fue más allá.
Monumento en Padrón a Rosalía de Castro, en la inscripción puede leerse: "A nuestra Rosalía de los padroneses de Uruguay". (Foto: Susi Trillo) |
“Toda
poesía entraña una metafísica”, escribió don Antonio Machado, y será en los
últimos poemarios de Rosalía Follas novas
y En las orillas del Sar, donde brote
un pensamiento surgido de sus entrañas, que tome alas metafísicas,
convirtiéndose en una precursora del nihilismo que se instalará desde finales
del siglo XIX en el pensamiento y el arte occidental. Huirá para ello tanto de
la retórica grandilocuente y vacía, como del ensimismamiento del poeta en su
propio yo. Hablará desde su propio sentir, sí; pero desde un sentir abierto al
sentir de los demás y al pálpito del mundo. Así escribe en el prólogo a Follas novas: “¿Qué le sucederá a uno que no le suceda a los demás? ¡En mí y
en todos! ¡En mi alma y en las ajenas!”. Rosalía expresará el desnudo dolor de
ser hombres, que se repite eternamente, al igual que los grandes temas de la
poesía. Escuchará, en sus propias palabras: “aquella cosa sin nombre, que va
derecha como una flecha, traspasa nuestras carnes, nos hace estremecer, y
resuena en el alma dolorida como otro ¡ay! que responde al largo gemido que
habitualmente levantan en nosotros los dolores de la tierra”.
Se
abonará a la sencillez de la poesía popular que respeta el nombre las cosas y a
sus recursos retóricos; pero ya desde Follas
novas dará el salto desde la comparación al símbolo y perfeccionará lo que
Cernuda denominará el “anclaje plástico” del poema, la necesidad de arraigarlo
en los sentidos, en las cosas, para luego desgranar las sugerencias y los
sentires que han despertado en nosotros. El símbolo, abierto a la sugerencia;
pero que posee una encarnadura sensible, será el lenguaje de las cosas. Y así encontrará
la “negra sombra” y “el clavo en el corazón” y “la extranjera en su tierra”.
Rosalía,
como Baudelaire, escucha la voz de la naturaleza. Así dice el poeta: “Es la
Naturaleza templo, de cuyas basas/ suben de tiempo en tiempo unas confusas
voces; / pasa, a través de bosques de símbolos, el hombre”. Y así escribe
Rosalía:
“Dicen
que no hablan las plantas, ni los pájaros
ni
el onda con sus rumores, ni con sus brillos los astros,
lo
dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
de
mí murmuran y exclaman:
ahí
va la loca soñando
con
la eterna primavera de la vida y de los campos […]”.
“La
eterna primavera…”. Es la infinitud perdida que también añora Baudelaire en su
poema “Himno a la belleza” en donde busca hallar en ella “un infinito que amo y
que nunca conocí”. Es la expresión del desasosiego producido por la pérdida de
la trascendencia.
Rosalía
fallece en 1885 en Padrón, en la llamada “Casa de la Matanza”, en una situación
de precariedad económica, sólo aliviada por el Centro Gallego de Cuba que,
mediante una suscripción popular le envió 30.000 reales al conocer que “la
ilustre cantora se hallaba en el lecho del dolor sin recursos económicos”.
Murió rodeada de sus hijos y con el apoyo de los emigrantes gallegos, a los que
dedicó tan sentidos versos. Tenía 48 años. Unos pocos años antes, se había
despedido de su tierra en unos estremecedores versos:
¡Padrón…!
¡Padrón…!
Santa
María… Lestrove…
¡Adiós!
¡Adiós!
MARÍA LUISA
MAILLARD
SILVIA TOMASA RIVERA
LA VOZ QUE CLAMA DESDE LA OSCURA TIERRA
ROSARIO HERRERA GUIDO
La poesía debe asaltar todas las manifestaciones
artísticas que pretendan ser memorables. (Fernando del Paso).
“Desde
hoy la revolución,
más
que de armas,
ha
de ser de ideas justas
y
de gran liberación social”.
Rubén
Jaramillo.
Agradezco la inmerecida distinción para presentar este
pasado 28 de junio, en el Salón de Recepciones “José María Morelos y Pavón, del
H: Congreso Del Estado de Michoacán de Ocampo, el histórico poemario e historia
poemada La tierra oscura. Poemas sobre Rubén Jaramillo, México, Fondo de
Cultura Económica, 2023, de la laureara poeta veracruzana Silvia Tomasa Rivera,
quien tiene el cordial gesto de dedicárselo a su amiga, la luchadora social
María de la Luz Núñez Ramos: Marinú.
Silvia Tomasa Rivera, Nació en El Higo, Veracruz, el 7
de marzo de 1955. Poeta, coordinadora de los talleres de literatura del CREA, Colaboradora
de El Nacional, Gilgamesh, La Gaceta del F.C.E., La Jornada, Nexos, Punto de Partida,
Sábado y Siempre! Becaria en el género de
poesía del INBA/FONOPAS, 1982. Miembro del SNCA desde 1994. Premio de
Poesía Paula de Allende, UAQ, 1987,
por El tiempo tiene miedo.
Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines 1988, por el libro Por el camino del mar, camino de
piedra. Premio de Poesía Alfonso Reyes 1991. Premio Nacional de
Obra de Teatro para Niños 1991, por Alex
y los monstruos de la lomita. Premio Nacional de Poesía Carlos
Pellicer para Obra Publicada 1997 por Alta
montaña, y recién sorprende, después de una extensa y reconocida
obra lírica, bucólica, erótica, con un sensible aire de realismo mágico
latinoamericano, con un poemario en el que encuentra, como Fernando del Paso,
que entre la historia y la poesía no hay más que un pequeño paso. Como destaca
su prologuista, Alberto Pulido Aranda: “Silvia Tomasa Rivera, quien vivió en el
campo sus primeros años, nos tenía acostumbrados a las flores que matan con su
‘esencia fugaz e intransferible’, ahora da un salto hacia lo histórico demostrando
que éste se lleva de maravilla con la poesía.”
Un poemario que, cual cábala mística, está divido en
siete momentos: I) Zapata en Medialuna; II) El amoroso encuentro con Epifanía;
III) La persecución; IV) Las engañosas promesas del gobierno; V) El rifle
sanitario; VI) Coatetelco y VII) La Traición. Instantes históricos, que bañados
por la poética de Silvia Tomasa Rivera, como cantan lo que siempre está
sucediendo, tocan la eternidad, pues como enseña Kierkegaard, solo el instante
es un átomo de eternidad.
Un acompasado canto, donde en Zapata en Medialuna,
“Los ojos del hombre del sombrero / lo habían impresionado, / eran profundos
como los de un águila / que mira desde lo alto, / cuántas cosas decían del
general, / a quien él tuvo de enfrente / y la dio con sus manos agua fresca.”
El agua que bautiza, que da vida y hospeda al adolescente de quince años que,
aunque es el hijo mayor y se debe quedar en casa como sostén de la familia, se
enrola en las filas de los plateados de Emiliano Zapata, hasta que el gobierno
cumpla lo que prometió, a pesar de que Madero quiera acabar con el General,
porque ya no es necesario, tras el triunfo de la Revolución. Una guerra
desnudada décadas más tarde, por los franceses Deleuze y Guattari, para quienes
las revoluciones no fueron para derrocar una dictadura sino para instalarla. Como
canta Silvia Tomasa: “Es mentira compadre / no nos han dado nada / estamos /
peor que antes y ahora con los / maderistas encima. / Zapata cada vez más
debilitado, / en cualquier rato lo van a matar.” Por eso el joven “ya descolgó
el rifle / que estaba en el travesaño / y puso su nombre / en el reverso de la
culata, / bien claro se lee: Rubén Jaramillo. ”Un joven que conocería la
guerra, pero no cuándo terminaría. Pero estaba llamado a ser líder de una
historia que sangra por las praderas y destinado a esconderse en la montaña
entre las montañas, en busca de justicia para los que trabajan la oscura
tierra.
“Un aullido desde el fondo del cerro lo hizo
estremecer; el Chalchi está situado en una colina donde los vientos se regresan
y el eco natural que debe extinguirse, que atrapado como si un coyote o una
jauría los estuvieran rodeando a media noche. ¿Tienes miedo, muchacho, extrañas
tu cama blanda?” Una imagen que es imposible no asociar con la poética del
realismo mágico de Luvina de Juan Rulfo: “Dicen los de Luvina que de aquellas
barrancas suben los sueños; pero yo lo único que vi subir fue el viento, en tremolina,
como si allá abajo lo tuvieran encañonado en tubos de carrizo. Un viento que no
deja crecer ni a las dulcamaras: esas plantitas tristes que apenas si pueden
vivir un poco untadas a la tierra, agarradas con todas sus manos al despeñadero
de los montes”.
Lejos del fuego, con hambre y sin mujer, nomás oteando
a los soldados por los llanos, para levantar el vuelo hasta donde las águilas
dominan el paisaje, una lechuza y los cocuyos llevaron una noche al joven
Jaramillo a acurrucarse ante el fuego: “Vamos a tener un hijo, / abre tu
pensamiento / ábreme tu pecho Epifanía, / para entrar / en un lago de tules /
como si estuviéramos / en Tequesquitengo, protegidos / cuando los vientos
golpean / los tejados, / y la lluvia cae / a borbotones / sobre el espejo del
lago.” Pero un día, cuando baja a ver a su amada, no solo sabe que lo vienen
siguiendo, sino que tal vez ya pueda tener a su amada entre sus brazos: “Soy un
peligro para ti, / ésta es la última vez / que vengo ver / en condición de
prófugo. / El día que regrese / será porque soy libre / y el gobierno haya
saldado / las cuentas con nosotros y no al revés. El Gobernador Jesus Castillo
pretende / desplegar en los próximos tres meses / a diez mil armados / entre
miembros del ejército / y defensas rurales, / solo para enfrentar a Rubén
Jaramillo, / quiere que me lleven con él / vivo o muerto”.
ROSARIO HERRERA GUIDO
https://drive.google.com/file/d/1V9xwn7ee2TRntf59EZLIFc8ztbtjvAY6/view?usp=sharing
ISABEL BANDRÉS
En
los años setenta las grandes ciudades recibieron, desde las regiones más
pobres, mano de obra que había que alojar. Se levantaron, entonces, barriadas
de chabolas y viviendas precarias para darles cobijo, pero que no contaban con
las infraestructuras más elementales: agua, luz, escuelas, hospitales,
transporte… Poco a poco, las luchas mantenidas de sus habitantes por conseguir
viviendas dignas tuvieron sus frutos. El 47 narra la lucha de Manolo
Vital y sus compañeros por tener una vida digna en Torre Baró, barriada de
Barcelona, donde con gran esfuerzo fueron construyendo sus casas y se
instalaron con sus familias que llegaban para trabajar desde Andalucía,
Extremadura… La narración está basada en hechos reales y los personajes
principales existieron, lo que le da un plus de emoción a lo referido.
La
película se puede calificar de social y la lucha de sus personajes por salir de
la precariedad nos gana. Es una lástima que se abuse de la sensiblería para
provocar la emoción y la lagrima fácil. El tema tratado tiene por sí mismo la
fuerza suficiente para atraparnos y hacernos cómplices de sus personajes y sus
desvelos. No es una mala película. Los actores están bien, son creíbles. Barrena,
el director, nos traslada a aquella época de los finales de los 70 que cabalga
entre la dictadura y la democracia. Pero le falta profundidad y le sobran unas
cuantas vueltas y revueltas sensibleras que se utilizan para llevarnos al borde
de la conmoción.
Este
tipo de cine, tan necesario, puede priorizar emocionar al espectador al tratar
los problemas sociales sin auténtica hondura. En la sala, solo faltó que todos,
puño en alto, nos echásemos a las barricadas. Yo, he de confesar, que me
emocioné en algunos momentos, pero solo a flor de piel. Las obras que se
centran en la manipulación emocional del espectador y no van a lo profundo no
nos traspasan la epidermis y son fácilmente olvidables. Una pena. La historia real
de Manolo Vital y sus compañeros de lucha tenía elementos suficientes para
montar una gran narración sobre las injusticias y los atropellos sufridos por
tantos emigrantes españoles que levantaron con su trabajo y esfuerzo ciudades
como Barcelona, Madrid…
Resumiendo,
una película que se deja ver. Muy indicada para personas emocionales y
reivindicativas de lagrima fácil, pero que podría haber sido una obra mayor si
el director hubiese hurgado más a fondo en la realidad social de aquella época,
evitando ñoñerías y escenas facilonas.
ISABEL BANDRÉS
Una
espléndida adaptación del novelón (1.200 páginas) de aventuras de Alejandro
Dumas. De esta historia de acción se han hecho muchas películas, pero esta
versión es una de las más satisfactorias. Cine popular que nos tiene pendientes
de la pantalla durante tres horas y, aunque sabemos los entresijos de la
historia, logra emocionarnos y esperamos el desenlace de cada escena con
ansiedad. Pierre Niney, el actor principal, es responsable, en gran medida, del
éxito de la narración.
El
dramón de Dantès es contado de manera ágil por los codirectores Matthieu
Delaporte y Alexander de La Pattellieré. Nuestro héroe, Edmond Dantès, es un joven
en la flor de la vida que le sonríe. Es correspondido en el amor y ascendido a
capitán de navío. ¿Qué puede ir mal? Todo. Su suerte es envidiada por muchos y
el hecho de sus orígenes humildes no le ayudan. En el altar, ante la que va a ser
su esposa, Mercedes, es detenido y posteriormente encerrado en una lóbrega
prisión. Y así empieza la apasionante historia de Edmond Dantès: de la gloria a
la desgracia en un pestañeo.
Ante
nuestros ojos, vemos pasar al héroe penalidades terribles durante 14 años de
prisión en los que va desarrollando una inmensa sed de venganza. Todo lo que
puede pasar sucede: asesinatos, hijos ilegítimos, venganzas atroces, amores
tórridos, rencores sin fin, avaricia, historias entrelazadas de asesinatos,
ruinas económicas, verdades al descubierto, luchas de espadachines, duelos,
muertes y, al final, el triunfo del amor de los jóvenes que nada tienen que ver
con los pecados de sus padres y la resignación por lo que habría podido ser y
no fue. La apasionante vida de Edmond Dantés y de la de su círculo de amigos y
enemigos se despliega ante nuestra vista con brío y excelente oficio. No
importa que nos sepamos la historia, una vez más se demuestra que lo importante
no solo es lo que se cuenta sino cómo se cuenta. Y aquí se cuenta muy bien. Los
escenarios, la dinámica, las interpretaciones… hacen de esta película un
producto de gran calidad que es capaz de hacernos creer que es la primera vez
que sabemos de Dantès. Esa magia solo lo consigue el manejo de una excelente técnica
cinematográfica y una narrativa brillante.
Estupenda
versión del Conde de Montecristo. Muy aconsejable para los que disfrutan del
cine espectáculo y para los adolescentes que, quizá, desconozcan la obra de
Alejandro Dumas. Resumiendo, cine para disfrutar.
ISABEL
BANDRÉS
https://www.youtube.com/watch?v=9MrML_JBUK0