sábado, 5 de diciembre de 2015


DAMOS LA BIENVENIDA A CENTRAL LIBRERA DE FERROL




Podéis encontrar nuestras biografías de mujeres relevantes en la librería CENTRAL LIBRERA, de Ferrol – A Coruña.




CENTRAL LIBRERA es una librería familiar, situada en la ciudad gallega de Ferrol (A Coruña). El equipo de Central Librera ofrece el mejor servicio a los lectores en Galicia y en otras partes del mundo. Tiene una larga tradición; desde 1950, el año de su fundación, apuestan por un servicio excelente y por la especialización. Su  actividad principal es la venta de libro nuevo, con las siguientes especialidades: náutica, libros técnicos, literatura en gallego y español, libros de texto y papelería.


Son una librería con arraigo local y enfoque internacional.


C/Dolores nº2
15402, Ferrol
(+34) 981 352 719














FELICITAMOS A DOS NUEVAS CAMPEONAS ESPAÑOLAS


Foto Marca

MÓNICA GIMENO

CAMPEONA DE EUROPA DE PATINAJE ESTILO LIBRE 




Foto Marca

MARÍA BERNABÉU 

SUBCAMPEONA MUNDIAL DE JUDO  


MUCHAS FELICIDADES A LAS DOS

¡¡SOIS TODO UN EJEMPLO!! 










CENA DE NAVIDAD DE AMMU


DÍA 11 DE DICIEMBRE, 21:00 H





C/ Alfonso XII, Nº 4 - Madrid




TERTULIA LITERARIA


Con gran afluencia de asistentes tuvo lugar el pasado 27 de noviembre, la tertulia dedicada a Carmen Martín Gaite, en la que Natalia Velasco, autora de nuestra próxima biografía sobre esta escritora, hizo una brillante introducción.


PRÓXIMA TERTULIA JUEVES 22 DE ENERO
LIBROS A COMENTAR:



En Léxico familiar (1963), su obra más admirable, leída hasta la saciedad en varios idiomas desde su aparición, se reúnen las razones de la narrativa entendida como catarsis y las pequeñas virtudes del narrador de raza que no necesita de alardes técnicos o laberínticas intrigas para ganarse a un lector que ella convierte párrafo a párrafo en su compañero de viaje, en su amigo invisible. La vasta cultura de Natalia Levi, de otro lado –nacida del entorno familiar, de su esposo Leone Ginzburg, incansable antifascista turinés, y de Cesare Pavese y sus amigos de la editorial Einaudi, en la que trabajó tantos años– no la condujo a la hojarasca retórica, sino al esmero de querer narrar acariciando los detalles y haciendo de su entorno cotidiano y de su universo emocional un lugar que el lector, sin saber muy bien cómo, hace suyo. Pertrechada con infinitas lecturas de Proust, heredadas de su mamá, que le dieron el tono intimista y los mecanismos de la memoria afectiva, Ginzburg relata aquí su infancia envuelta en la vida cotidiana de una familia judía y antifascista en los tiempos revueltos de Mussolini y la tiranía nazi en que la ideología pudo con la vida humana. Luminosa en algunas páginas llenas de griterío y de color, esa infancia se oscurece en otras por la rigidez con la que Beppo Levi, su padre agridulce, ateo y librepensador, conduce su educación y la de sus hermanos. Y llegado el momento de los sombríos episodios del destierro a los Abruzzos con Leone y sus niños pequeños, la muerte del marido en la cárcel de Roma o el suicidio de su amigo Pavese (“Había hablado durante años de suicidarse. Jamás le creyó nadie. Cuando los alemanes invadieron Francia y venía a vernos a Leone y a mí comiendo cerezas, ya hablaba de ello”) la obra podría adquirir unos tintes melodramáticos que Ginzburg evita siempre desde la contención narrativa.Léxico familiar teje con palabras un tapiz sentimental que en ocasiones avanza parsimonioso porque conviene elegir adecuadamente la palabra que mejor convenga en cada encrucijada del recuerdo. Se diría que las palabras de Ginzburg saben que están ahí, en las líneas de la página, cumpliendo a rajatabla con su papel trascendente y testimonial. En las palabras que un día se escucharon o se pronunciaron, como en las imágenes o en los olores, se agazapa nuestro pasado, y ellas parecen determinar el paso del tiempo y nuestra propia identidad. Así, en “Las relaciones humanas”, uno de los ensayos recogidos en su célebre Las pequeñas virtudes (1962), que habría que entender como un texto a todas luces precursor de su novela Léxico familiar, la autora de Nuestros ayeres (1952) escribe que “entramos en la adolescencia cuando las palabras que se intercambian los adultos entre sí nos resultan inteligibles”. El tejido verbal de las palabras sustenta el tejido social de las relaciones personales (“en el centro de nuestra vida está el problema de nuestras relaciones humanas”, señala en su ensayito de Las pequeñas virtudes), y es en la infancia cuando se aprende esta lección que Ginzburg ilustra en Léxico familiar, un ejercicio narrativo de autobiografía que su autora, sabedora de las traiciones de la memoria y de aquella máxima que Gabo no se cansa de repetir –a saber, que la vida no es como la vivimos sino como la recordamos, y el recuerdo bebe del mismo venero que la imaginación– arrima a la ficción subrayando que “sólo he escrito lo que recordaba. Por eso, quien intente leerlo como si fuera una crónica, encontrará grandes lagunas. Y es que este libro, aunque haya sido extraído de la realidad, debe leerse como se lee una novela”. Las anécdotas y vicisitudes aquí narradas de sus hermanos, de los Balbo, de las charlas en el Café Platti de Turín, frente a Einaudi, de su amiga Lisetta (que “no había cambiado demasiado desde la época en que montábamos en bicicleta y me contaba las novelas de Salgari”), de sus hermanos Gino o Mario con trajes nuevos del sastre Maccheroni, de su tío Silvio musicando poemas de Verlaine, se dan la mano con las de Madame Verdurin, Odette o monsieur Swann. Ginzburg, esa voz atormentada y sutil que atesora buena parte de la grandeza narrativa de la literatura italiana contemporánea, aprendió de sus inicios neorrealistas y se convirtió en una retratista excepcional que fotografía con palabras con tal precisión que llegamos a pensar que formamos parte de la imagen que leemos, y que también nosotros recordamos haber visto cómo “a medianoche, Pavese cogía su bufanda del perchero, se la echaba rápidamente al cuello y cogía el abrigo. Se iba por la avenida Francia, alto, pálido, con las solapas levantadas, la pipa apagada entre sus dientes blancos, su paso largo y su huraña espalda”. Léxico familiar, novela de poderoso magnetismo, resulta una amalgama de fraseos simples, palabras justas, irónicas sutilezas y proustianas banalidades aparentes que en realidad recrean la psicología de todo un mundo, costumbrismo en el más alto sentido de la palabra, terrores personales que menguan cuando se narran, la música callada de un debate insinuado entre el valor de la acción y el valor de la palabra (estás páginas son también las memorias de una mujer de acción y de palabra) o una reflexión no confesada acerca de la soledad y del diálogo con uno mismo a través del acto de escribir.





Más allá de su posición central en la cultura italiana de la segunda mitad del XX, leyendo manuscritos de Calvino, Primo Levi o Elsa Morante, coetánea de Bassani y actriz enEl Evangelio según San Mateo de Pasolini, no existe duda de que las musas del arte le concedieron el don de la palabra, que ella supo enseguida aplicar con esmero a la tarea de escribir para sentirse viva, en realidad para confesar que ha vivido, y confesárnoslo de la mano del discreto encanto de la autobiografía que siempre acompañó su obra, desgarradora, porque vivió un infierno, y a un tiempo entrañable, porque escogió contárnoslo con una afectividad redentora, con las palabras convertidas en un cielo protector.


LETRAS LIBRES







Franz Hessel fue uno de los grandes practicantes y defensores de ese programa que los surrealistas denominaron “deriva”. Como explica José Muñoz-Millanes en el prólogo “este peculiar modo de moverse por la gran ciudad se define por vía negativa. El moderno flâneur no merodea por las afuera de las ciudades en busca de la naturaleza, ensimismado, inmerso en sus pensamientos, como el paseante solitario de Rousseau o del romanticismo. El moderno flâneur está volcado hacia lo que lo rodea, pero no hacia lo aparente: lo exótico, lo pintoresco que llama inmediatamente la atención de los turistas. Ni tampoco hacia lo monumental o lo destacado que arrebata a los historiadores y a los estudiosos del arte”.

Se trata, como el propio Hessel dice, no de pasear para percibir la ciudad, sino de caminar tras un rastro: el del pasado en el presente. Y al mismo tiempo, el del propio presente que pasa desapercibido para la mayoría de los ciudadanos: personas ajetreadas que en su ir de acá para allá a toda prisa apenas tiempo de fijarse en los detalles. Y es que para ser un flâneur moderno es condición primera y necesaria, dice el autor de Paseos por Berlín, estar desocupado. O al menos, pasear sin rumbo fijo, dejándose llevar por la curiosidad y las emociones. En suma, caminar a la deriva.  Algo que, como Hessel dice, le convierte en seguida en un bulto sospechoso para la mayoría ajetreada de las calles.
Como también se apunta en el prólogo de esta novela: “Todo lo que Hessel considera elementos de a lectura que el flâneur efectúa del exterior de la ciudad (los gestos, las modas, las fachadas, las estatuas, las verjas [...]) adquiere un ambiguo carácter de interior porque, al igual que los muebles y accesorios de las casas, se le ofrece cargado de tiempo: constituye una multitud de lugares vividos donde ha quedado depositada la memoria impersonal, colectiva, de la ciudad”
Mitad cuaderno de viaje, mitad reflexión sobre el proceso de cambio de una ciudad entre dos crisis (el Berlín de la República de Weimar), estos “Paseos por Berlín” requieren del lector el  mismo ritmo de paseo y la misma desocupación con que fueron escritos, así como un semejante amor por los detalles, por la pequeña historia y por la ciudad recóndita.
Quizás uno de los más notables ejemplos (el mejor, sin duda, fuera de Francia) de la literatura de la deriva, y de lo que se ha dado en llamar psicogeografía, esta obra de Hessel es producto no sólo de una estética, sino también de una política que hoy, en plena fiebre por el movimiento y en el mayor momento de los no-lugares, nos puede parecer lejana, pero que no puede dejar de conectarnos con ese viejo, gratuito y social placer del paseo, de la deriva.

Mundo Crítico Revista Literaria y de Pensamiento Crítico





PRESENTACIÓN DE NUESTRA BIOGRAFÍA Nº 30
¡ YA A LA VENTA! 


EN I.E.S. JUAN DEL ENZINA, LEÓN



De izda. a dcha.: Manuel González Alfayate, Simón Valcárcel (autor de la biografía), Susi Álvarez,
María Luisa Maillard y Amelia del Caño





ÁRBOLES SAGRADOS


El pasado 25 de noviembre, en la galería ACERVO de Madrid tuvo lugar la presentación del último trabajo de la artista y asociada de AMMU, Rosa Mascarell: Árboles Sagrados.


Una exquisita labor de recreación artística plasmada en una serie de obras inspiradas en las ilustraciones de diversos Códices Medievales sobre los Comentarios al Apocalipsis de San Juan del Beato de Liébana (S. VII).



Palmera

Árbol. Códice de San Andrés del Arroyo.



Árbol de la Jerusalén celeste


Árboles. Códice de San Andrés del Arroyo.