2º CERTAMEN DE RELATOS DE MUJERES
AMMU 2020
DEBIDO A LAS ACTUALES CIRCUNSTANCIAS COVID-19 AMPLIAMOS LA FECHA DE ENTREGA DE RELATOS HASTA EL 25 JUNIO 2020
PARA DESCARGAR LAS BASES
UNA TERTULIA LITERARIA ONLINE
MARÍA LUISA MAILLARD
El jueves día 23 de abril retomamos la tertulia literaria, esta vez, online, por exigencias del confinamiento en el que nos encontramos, no sabemos aún por cuánto tiempo. No es lo mismo que el calor humano de la proximidad física; pero la tecnología tiene también sus ventajas y pudimos departir con Alicia que actualmente reside en Huesca y a la que echamos tanto de menos; y con Jaime al que le pilló “el cierre de fronteras” en Jérez de la Frontera, nunca más venida a cuento, la frontera. Tuvimos algunas dificultades iniciales, fruto de nuestra impericia en estas lides; pero finalmente pudimos solventarlas y contar también con la presencia de fieles tertulianas, inasequibles al desaliento como Pilar Rubio, Isabel Bandrés y Carmen Insausti. Meritoria fue la asistencia de Isabel Bandrés que logró conectarse a través de su teléfono móvil porque su ordenador se había quedado mudo. Natalia declinó su asistencia porque los profesores, están confinados en galeras en las que hay más trabajo que en el mundo de antes. ¿Nos acordamos del mundo de antes?
Pusimos nuestras lecturas en común, brindamos
por nuestro reencuentro con vino y cerveza y comentamos los libros pendientes
de la tertulia suspendida, que fueron elogiados por todos los participantes,
aunque no con la meticulosidad a la que estamos habituadas, por la limitación
del tiempo y del mismo medio de comunicación. Hubo alegría y buen humor, y
desde aquí, os animo a que os suméis a la próxima convocatoria, estéis en la
ciudad que estéis, porque en vuestra casa, seguro que estaréis...
Carmen, en su reclusión, está
leyendo, releyendo y subrayando a su querida Hanna Arendt, y nos debió
contagiar su entusiasmo porque uno de los libros de la próxima tertulia será Los orígenes del totalitarismo, del que
seleccionaremos algunos capítulos. El libro es voluminoso y, aunque estamos
confinados en casa con muchas horas por delante, no siempre el confinamiento
sirve para despejar la mente y hay “confinados” con dificultad de
concentración. Alicia debe de echar de menos Madrid porque, al confesarnos sus
lecturas, todas las tramas señalaban a Madrid con un dedo inequívoco. Pilar,
autora de nuestra última biografía sobre Sofonisba, sigue muy concentrada en
sus estudios de arte y Jaime nos propuso una novela que está leyendo y que le
gustó mucho. Se trata de Apegos feroces
de Vivian Gornik y la editorial es Sexto Piso. Parece que las pequeñas
editoriales están sirviendo libros. Hay que llamar por teléfono. Intentaremos
hacernos con el libro.
Las tres partes que componen Los orígenes del totalitarismo son igual
de interesantes; pero he seleccionado para entrar en materia la segunda parte,
“Imperialismo”, porque es el análisis del nacimiento del mundo que conocemos,
que sólo ha cambiado respecto al siglo XIX, en el desarrollo tecnológico sin
precedentes que vivimos hoy en día y que es el que está cambiando nuestra forma
de vida. Aparte del prólogo al capítulo de la propia Arendt, podemos también
leer el prólogo introductorio al libro de Salvador Giner.
Podemos seguir analizando las otras dos
partes del libro en sucesivas convocatorias, combinando la lectura con alguna
novela corta.
La próxima convocatoria, también online, si Dios no lo remedia, será el
21 de MAYO, a las 19:00 H. Os dejo el link . Seréis todos bienvenidos!
Unirse a la reunión Zoom
ID de reunión: 869 520 8434
Contraseña: 4hawm8
Gornick, una mujer madura,
camina con su madre, ya anciana, por las calles de Manhattan, y en el
transcurso de esos paseos llenos de reproches, de recuerdos y complicidades, va
desgranando el relato de la lucha de una hija por encontrar su propio lugar en
el mundo.
Vivian Gornick es
una periodista, escritora y activista feminista estadounidense considerada una
de las voces más destacadas en los años 70 de la segunda ola feminista de
Estados Unidos.
En Los orígenes del
totalitarismo Hannah Arendt desentraña las corrientes subterráneas en la historia
europea que prepararon el advenimiento del fenómeno totalitario y caracteriza las
instituciones, la ideología y la práctica de los regímenes estalinista y
hitleriano.
Hannah Arendt,
nacida Johanna Arendt fue una filósofa y teórica política alemana,
posteriormente nacionalizada estadounidense, de origen judío y una de las
personalidades más influyentes del siglo XX.
RESEÑA DE NUESTRA BIOGRAFÍA Nº 41
VIDA DE SOFONISBA ANGUISSOLA
DE A. PILAR RUBIO EN LA REVISTA ARTE
SUSI TRILLO
MARINA ROSSELL
“He hecho esta
canción para acompañar este momento”.
“He fet aquesta cançó per acompanyar aquest moment”.
Marina Rossell
"Recordaremos a nuestros muertos
Y sus nombres
Brillando en las estrellas
Rogaremos que no lleve polvo el viento
Ni el camino.
¡Si, todo irá bien!
¡Tutto andrá bene!
¡Sí, todo irá bien!
¡Tutto andrá bene!
Y volveremos a brindar delante del mar". Marina Rossell
ENTRA EN LA WEB DE MARINA ROSSEL
¿LOS
RAYOS EXISTEN?
ISABEL BANDRÉS
Me pregunto si los rayos existen o, lo que
es lo mismo, sí la realidad existe. Y he llegado a la conclusión de que la
realidad física, es decir el rayo, existe, pero no para la mayoría de los seres
humanos. Pongamos un ejemplo, en un país llamado Partidolandia ha caído un
rayo, en medio de una gran tormenta, sobre la sede del partido político UNO.
Las cabezas pensantes del partido se reúnen para debatir sobre las medidas a
tomar. Argumentan sobre la procedencia del rayo y se convencen de que ha sido
teledirigido por el partido DOS. Al mismo tiempo, la Ejecutiva del partido DOS
defiende la teoría de que ha sido un auto-ataque para poder culpar a la
oposición. Los partidos TRES, CUATRO, CINCO y SEIS, lanzan teorías conspiratorias
basadas en estrategias políticas, razonamientos ideológicos, consideraciones
ético-morales y derechos territoriales. Mientras tanto, las llamas se cobran unas
cuantas vidas humanas y el edificio queda destruido. Nadie ha llamado a los
bomberos.
En
realidad, el rayo existe. Es visible y lo certifica una de las ciencias
naturales: la Física. Pero cuando las ciencias naturales se mezclan con la
ciencias políticas, el rayo se transforma en un discurso político, en una oportunidad,
en una estrategia para mantenerse o llegar al poder. Es curioso, muchos no creen
en los rayos que ven, pero sí en los extraterrestres que no ven. Y es por la fe
que le profesan a un político o a un periodista que con un péndulo en la mano
dice desde los medios de comunicación de masas, Bobolandia, que sí, que alguien
los vio. Y, además, sazona la noticia con un relato sobre la manipulación de la
NASA. Da igual que el mundo científico lo rebata, donde estén los astrólogos
que se quiten los astrónomos. ¿Qué sabrá Einstein de la teoría de la
relatividad o Newton de la ley de la gravedad y del movimiento de los cuerpos
celestes? La verdad está en Nostradamus, un médico que terminó como astrólogo
leyendo la mano a la aristocracia de su época. Catalina de Medicis era una de
sus fieles clientas. Este hombre escribió un libro de profecías tan largo y con
un lenguaje tan críptico que sus palabras igual sirven para vaticinar una
guerra mundial que la mala cosecha de patatas del siglo XIX en Irlanda o el
coronavirus que hoy nos asola. Estos días corre por las redes sociales un augurio
suyo que, según algunos, predijo nuestra actual desgracia: ”Las plagas
pasadas disminuirán el mundo/Largo tiempo la paz tierras inhabitadas/Hermana
marchará por cielo, tierra, mar y ola:/Después de nuevo las guerras suscitadas”.
Juzguen ustedes el valor científico de la frasecita.
Los
humanos somos así: nos gusta coleccionar datos confusos y frases obtusas para
huir de la verdad. Lo malo de la realidad es que existe y siempre termina por alcanzarnos.
Podemos cegarnos, aborregarnos, mentirnos y patalear contra ella, pero allí
está, inmutable. Curiosamente, las sociedades que la reconocen y obran en
consecuencia suelen salir mejor paradas. Tenemos el ejemplo de Portugal, que con
una población de diez millones de habitantes ha registrado 973 fallecidos por
el coronavirus; y el de España, que con una población de cuarenta y siete
millones ha registrado en la misma fecha de hoy, 24.275 fallecidos. Es decir
que con una población 5 veces mayor tenemos 25 veces más muertos. ¿A qué se
debe que exista esa enorme diferencia? ¿Y por qué en Portugal la tasa de
sanitarios infectados es del 9,6%, muy por debajo del dato español que es de un
20%? ¿Un milagro? No, más sencillo. Los portugueses se ajustaron a la realidad,
escucharon a los expertos y tomaron las medidas adecuadas. Costas, presidente
portugués y un socialista sumamente pragmático, junto con la Ministra de
Sanidad, Marta Temido, una experta en medicina tropical y en gestión de hospitales,
se enfrentaron desde el minuto uno a la pandemia. Realizaron 330.512 test durante
los primeros días frente a los 688.000 que en España se han hecho a fecha de
hoy. Por otra parte, España destinó en 2018 el 6% de su PIB a la sanidad y
Portugal el 6,3%. ¿Dónde está el truco? En admitir la realidad y obrar en
consecuencia. Y aparte de esto, es bueno señalar que nuestra sanidad pública
necesita mayores recursos públicos. No es justo que todo el peso recaiga sobre
nuestro excelente y voluntarioso personal hospitalario.
Hannah
Arendt dice que la verdad y la política ''nunca se llevaron bien''. La
democracia es un sistema delicado que hay que cuidar. Funciona porque hay
contrapesos entre los diferentes poderes, porque existen límites
constitucionales, porque se garantizan las libertades individuales y porque
existen diferentes ideologías. Pero también hay intereses partidistas que son
legítimos hasta que chocan con el bienestar de la sociedad y los derechos del
individuo. Ese es el tope. “La verdad
—señala Hanna Arendt—, es una herramienta fundamental para el espacio público
democrático”. Cuanta más aceptación de la realidad y cuanta más cercanía a la
verdad más democracia y mejores resultados para el bien social. Todos los
demócratas deberíamos saberlo y obrar en consecuencia.
¿Pero
los rayos existen o no existen? Depende. Ya nos lo dirá algún político o
periodista en Bobolandia. No tenemos arreglo.
MARÍA LUISA MAILLARD
Josep Plá y Casadevell (1897-1981) en la
entrevista que concedió en 1977 a Joaquín Soler Serrano, en el excepcional
programa “A fondo”, que recomiendo visualicéis en estos días de confinamiento,
aseveró con contundencia uno de sus rasgos de estilo. La escritura literaria
consistía en encontrar el adjetivo, el adjetivo que no sirviese para enmascarar
la realidad, idealizarla o conducirla a la cursilería; sino ayudar a nombrarla
cabalmente, descubriendo sus potencialidades ocultas. El otro rasgo de estilo
era, como no podía ser menos, llamar a las cosas por su nombre.
Me parece muy oportuno traer hoy en día este
autor a nuestra actualidad, en la que un nominalismo vacuo pretende no sólo
enmascarar la realidad, bajo la pretensión de cambiarla; sino utilizar las
palabras con fines opuestos a su función, que no es otra, como nos diría Plá,
que llamar a las cosas por su nombre y describir el mundo, a la par que lo
descubrimos.
Como en toda apuesta rotunda por un estilo,
hay facetas cuestionables en la opción literaria de Plá, como la negativa
radical a la existencia de argumento en la novela, que es una apuesta estética
de la literatura de finales del siglo XIX, que seguirían autores como Azorín,
defendería Ortega y Gasset y rechazarían, en contra de los tiempos, otros autores
como Pío Baroja. También la negativa a elaborar personajes simbólicos con
capacidad para alumbrar facetas desconocidas del ser humano; pero cuando un
autor es fiel a su estilo, siempre nos deja un reguero de enseñanzas. En este
tiempo de aislamiento, pienso que las que nos ofrece Plá pueden ayudar a
enriquecer nuestra situación de “confinados”.
JOSEP PLÁ
En esta actividad literaria de “llamar a las
cosas por su nombre” Josep Plá se aventura en encontrar las palabras que
nombren “esa cosa especial” que llamamos naturaleza humana, es decir algunos
rasgos verdaderos –o definitorios- de lo que realmente somos y para ello coloca
un espejo sobre una pequeña localidad catalana del Alto Ampurdán, en la
esperanza de que la descripción de su microcosmos humano, refleje de alguna
manera el macrocosmos universal. Estamos hablando de la novela de 1951 La calle estrecha, escrita inicialmente
en catalán, El carrer estret.
Lo primero que salta a la vista, es que no
somos gran cosa, siempre, claro, que nos atrevamos a despojarnos de la grandilocuencia
y la petulancia, es decir, del personaje con el que nos presentamos ante los
otros, lo que no quiere decir que no debamos inclinarnos con ternura sobre la
humanidad toda, indefensa y a la intemperie. Según comentaba el tío Eduardo,
también veterinario como el narrador: “Para vivir con provecho en los pueblos
se ha de mantener el corazón en un estado de ternura, evitar el resecamiento,
cultivar la receptividad viva y el interés por la profunda humanidad que nos
rodea”. Es lo que hace Francisqueta, la sirvienta del narrador y la protagonista
indiscutible del relato, cuya cabeza “sorprende porque no podría ser más que
una cabeza humana, frente a la enorme cantidad de seres humanos que tienden a
no parecerlo”. Y Francisqueta lleva a cabo su tarea, a través de una actividad
muy mal considerada, el chismorreo, que ella tiene en alta consideración, ya
que, según su opinión, es lo que da sentido no sólo a su vida, sino a cualquier
vida. Chismorreo es para Francisqueta interesarse por todos sus vecinos, meter
la nariz en sus problemas y vicisitudes, aunque sean nimios, como si fueran los
suyos propios. Entiende que esa actividad es una distracción indispensable a la
vida y que distraerse es lo que todo el mundo hace, sólo que en la ciudad se
distraen “haciendo cosas desagradables, yendo todo el día de un lado a otro,
diciendo simplezas que creen que son importantes. ¡Qué niñería! ¡No entienden
nada! Son unos pretenciosos”. Este cotilleo consentido por los vecinos, todo
hay que decirlo, tiene muchos episodios cómicos, como cuando Francisqueta se
asoma todos los días al balcón a una hora determinada para preguntar a su
vecina de enfrente, la mujer del relojero Masaguer, que acude puntual a la
cita: “¿Tampoco ha pasado nada hoy, Catalina?” e invariablemente responde la
interpelada: “No, hija, no, tampoco ha pasado nada”. Nos enteramos pronto de que
lo que sucede es que su marido no cumple con los deberes conyugales, a pesar de
que ella no cesa de invertir en ropa selecta de cama. Una gran conmoción sucede
en el pueblo cuando la Monserrateta “celebra Pascuas antes de Ramos” y tiene
tres pretendientes a la paternidad, fruto de la antelación. No acaba de
decidirse por ninguno y es el párroco del pueblo el que acaba decidiendo por
ella. Francisqueta se convierte en la pieza clave del proceso
Sin embargo, esa “voluptuosa distracción”, a
la que se entrega, conduce a la sirvienta a tener opiniones propias sobre la
verdadera naturaleza humana, que chocan con la opinión de los lugareños. Así
cuando el peluquero, el señor Felip, es objeto de mofa y escarnio por sus
convecinos por haberse dejado arrancar una muela sana para lograr que su mujer
accediese a librarse de otra que le causaba grandes dolores, Francisqueta
comenta: “Si en el mundo hubiese más hombres de ese temple, no se viviría del
todo mal”. O cuando Epifanio hace la promesa de no salir de su alpargatería
porque han expulsado de la taberna a su querido perro Murillo y el pueblo lo
toma por loco, Francisqueta comenta: “Es que Epifanio tiene amor propio. El
amor propio se tiene o no se tiene”.
Lo segundo que el autor subraya es la
soledad inherente a toda vida, aunque nos esforcemos por todos los medios en
paliarla; hablando en plata, la dificultad de una verdadera comunicación con
nuestros semejantes: “Sabemos que la característica de nuestra vida es la
imposibilidad de los demás de penetrar en nuestra vida. Esta imposibilidad no
nos deja nunca”. El narrador señala cómo nos encargamos nosotros mismos de
agudizar esta soledad íntima, esforzándonos en mantener el personaje que nos
hemos creado, basado en criterios inamovibles que impiden el diálogo y
rellenando los huecos con un automatismo verbal, consistente en frases hechas —el
tiempo es un recurso habitual— que puede llegar a convertirse en el único
sistema de comunicación. Es sin duda más fácil recurrir a los tópicos al uso
que contemplar con paciencia y detenimiento la realidad. Un ejemplo de ello es
la conversación que, de forma invariable, mantienen los tertulianos del Casino
Recreativo. Uno de sus temas preferidos son las mujeres y no dejan un día tras
otro de repetir con mucha sapiencia los tópicos más vulgares. Las mujeres,
dejadas en libertad serían un peligro permanente por su fragilidad sentimental,
su inconsistencia y su inestabilidad. “¿Conocerán a las mujeres? Se pregunta
con sorna el narrador, “tal vez hayan conocido alguna en su juventud”.
Finalmente hay un tercer elemento que nutre
a todos los demás, el tiempo, el paso del tiempo de nuestra vida, que se hace
omnipresente con el paso de las estaciones en el campo, el resurgir de las
flores y los tallos verdes en primavera, el sol inclemente del verano que
agosta la verdura, y el frescor de los primero días de otoño en un cielo
cambiante, que ya se torna morado y mórbido; ya luminoso. Y lo que es más
importante, el sonido del silencio en las noches invernales, cuando no tenemos
más remedio que enfrentarnos a nosotros mismos.
Encontramos también en el libro referencias
continuas, de ida y vuelta, entre el campo y la ciudad, donde “la misma
densidad humana hace que los misterios que arrastran las personas se hagan
invisibles”; entre la tradición y el progreso, que ha traído comodidad, pero
también vulgaridad y feísmo; pero no puedo dejar de finalizar este breve
recorrido por La calle estrecha,
dejando la palabra a Plá en una de esas descripciones “subjetivas”,
personalísimas, que lleva a cabo sobre algunos personajes, en este caso, los
cómicos que, de tanto en tanto, aparecen en los pueblos en tiempos de gira:
“Vistos en el ambiente de las grandes ciudades, los cómicos conservan todavía
un aspecto de seres ciertamente tronados, pero humanos; vistos con la luz
cruda, acre de los pueblos, parecen figuras que han sido hervidas y luego se
han evaporado”.
MARÍA LUISA MAILLARD
UN POCO MAS SOBRE CONFINAMIENTO
EN LA ERA DIGITAL
En la edición del blog de marzo 2020, María
Luisa Maillard escribió un artículo muy interesante sobre el confinamiento en
la era digital que generó en mi alguna reflexión que deseo compartir.
En un mundo globalizado totalmente
condicionado por la tecnología digital, María Luisa centra su reflexión sobre
la vulnerabilidad de los usuarios, no tanto ante un ciber ataque, que en
palabras de Enrique Ávila, no es tan difícil que ocurra, como por las pocas
herramientas para el desarrollo del pensamiento que el propio modelo digital
pone a disposición de los usuarios, ya que, según señala, “a veces, puede ir en
detrimento del proceso de formación de la inteligencia, de la sensibilidad y
del trato con los otros”, que si permite el modelo analógico tradicional. María
Luisa ilustra su preocupación con las evidencias que tiene como profesora de alumnos
habituados desde niños al uso —y abuso— de las nuevas tecnologías, en los que
ha notado “dispersión, dificultad para comprender un pensamiento abstracto y
argumentar, tendencia a responder de forma aleatoria sin haber reflexionado,
disminución de la capacidad del lenguaje… Por eso no duda en preguntarse, si
los “nativos digitales” podrían enfrentarse a los renovados retos de este nuevo
mundo, que no harán más que acrecentarse con el tiempo.
La lectura de estas afirmaciones me hizo
volver la mirada hacia Hanna Arendt y a la vigencia absoluta de sus
planteamientos cuando, ante los primeros triunfos de la ciencia en la creación
de vida artificial, expresó, con mucha preocupación, que las verdades del
moderno mundo científico, si bien pueden demostrarse en fórmulas matemáticas y
comprobarse tecnológicamente, no se prestan a la normal expresión del discurso
y del pensamiento, y nos hacen incapaces de pensar y hablar sobre las cosas
que, no obstante, podemos hacer. Arendt, adelantándose a lo que veía venir,
expresó que, si necesitáramos máquinas artificiales para elaborar nuestro
pensamiento y habla, si el conocimiento (know-how) y pensamiento se
separasen definitivamente, nos convertiríamos en impotentes esclavos, no tanto
de nuestras máquinas como de nuestro know-how, nos convertiríamos en
irreflexivas criaturas a merced de cualquier artefacto técnicamente posible.
Como sabemos, para ella, un hombre privado del discurso, de lo que constituye
su unicidad, es incapaz de acción política. ¡Nunca tesis alguna, ha tenido
mayor actualidad!
Enrique Ávila, propone recuperar, en cuanto
a la responsabilidad, (de lo que implica la tecnología digital), algunas
estructuras de poder provenientes del modelo analógico tradicional, como el
Estado de Derecho y la Separación de Poderes, y no apostar todo a la inversión
en protección; pero María Luisa ve tan violentada nuestra capacidad de
pensamiento que se pregunta si no sería conveniente preservar una enseñanza
tradicional en conocimientos, capacidad de reflexión y elaboración de valores
para que los niños adquiriesen las capacidades que les permitan posteriormente
enfrentarse con madurez y conocimientos a los retos del nuevo mundo digital.
Sobre este mismo particular reflexiona
Michael Sandel cuando nos recuerda que la velocidad a la que se mueve la
ciencia y la tecnología nos ha dejado sin el equipamiento desde el punto de
vista del lenguaje moral para hacer frente a la avalancha que se nos ha venido
encima con los avances tecnológicos. En la época -señala- en que la ciencia y
la tecnología se mueven más rápido que las ideas morales, nuestro compromiso
con el pensamiento ha de ser máximo para poder valorar cuidadosamente si estos
avances amenazan nuestra humanidad y erosionan nuestra capacidad de acción
humana. La coincidencia entre ambos filósofos no es desdeñable. Seguro que hay
otros embarcados en estas reflexiones.
Está claro que la tecnología y el
pensamiento digital llegaron para quedarse porque es una de las vías de
respuesta a las múltiples necesidades de una población creciente, pero comparto
con María Luisa, Enrique y los filósofos invitados que su convivencia con el
pensamiento analógico es absolutamente necesario para asegurar la formación
moral e intelectual de los individuos que deben afrontar cuestiones que el
mundo actual ha perdido de vista y que en realidad son las que verdaderamente
importan. El punto está en que, por muy digitales que seamos, hemos de disponer
de las herramientas intelectuales adecuadas para valorar la innovación y
articular nuestra incomodidad, si así lo creemos.
En su artículo María Luisa resume muy bien
los aprendizajes que nos ha dejado esta pandemia. Utiliza los términos dolor,
heroísmo, solidaridad, generosidad, dedicación, responsabilidad, compromiso y
otros sobrentendidos, que tienen poca cabida dentro de un lenguaje digital y
que son los que realmente dan sentido a nuestra propia humanidad.
Director Médico de la Sociedad
Española
de Hematología y Hemoterapia
EXPOSICIÓN EN CALMA
UNA LLAMADA A LA NO BANALIZACIÓN DEL DESCANSO
A. PILAR RUBIO
El cierre obligado de los espacios públicos
debido a la pandemia del coronavirus, ha provocado la proliferación de carteles
a la entrada de los establecimientos donde la palabra “closed” es la
protagonista. El mensaje de que un determinado lugar está “cerrado” es lo
suficientemente contundente como para advertir al transeúnte curioso, ávido de
nuevas experiencias, de que en ese lugar está prohibido el paso.
En estos días en los que se prescribe el
confinamiento y desde todos los medios se aconseja a la población que no salga
de sus casas, curiosamente, una Galería de Arte, A Ciegas, guarda
celosamente entre sus muros una exposición pictórica minimalista denominada En
calma, de la autora Adriana Berges. La muestra, destinada a ser exhibida al
público desde el 6 de febrero hasta el 8 de abril, obviamente, tuvo que cerrar
sus puertas antes de la fecha de finalización.
Y es una lástima porque En calma, en
palabras de Silvana Retamar, directora de A Ciegas, “es un llamamiento a
la no productividad, a la idea de perder el tiempo y al estar a gusto con uno
mismo en soledad”. Adriana Berges con En calma ha querido transmitir el
mensaje crítico de cómo la sociedad en la que vivimos, híper estimulada, premia
la productividad y banaliza el descanso, la tranquilidad, incluso el
aburrimiento.
Cuando volvamos a la “normalidad” y la
máquina productiva -necesaria también- vuelva a ponerse en movimiento, quizá A
Ciegas considere volver a mostrar la obra de Berges para que el público
ávido de serenidad pueda contemplar unas imágenes que inspiran calma y sosiego
y que por unos instantes le hacen olvidar el ritmo frenético en el que está
inmerso.
Al contemplar las imágenes, es posible que
el espectador piense en la necesidad de reconciliarse con el descanso y evadirse
del excesivo direccionismo, provocado en gran medida por un mundo híper conectado.
Quizá entonces vuelva a anidar en su pensamiento la creatividad regeneradora de
una nueva vida renovada: su vida.
A. PILAR RUBIO
Galería de Arte A Ciegas
C/ Dos Hermanas, 5
28012 MADRID
SER PROFESORA Y MADRE
EN TIEMPOS DEL COVID-19
NATALIA VELASCO
Llevo veinte años trabajando como docente para la
Comunidad de Madrid en institutos de “difícil desempeño”, combinando la
enseñanza de mi asignatura de Francés, con las tareas de tutora, jefa de departamento
y jefa de estudios. Vaya por delante que adoro mi profesión, que nunca me ha
dado pereza entrar en el aula y que los adolescentes son mi pasión. En esos
veinte años de trabajo, he visto cómo las condiciones laborales de los
profesores se han ido deteriorando, cómo el tiempo dedicado a preparar clases
se empleaba en rellenar informes y cómo nuestra autoridad y credibilidad se
ponía en duda y se socavaba en aras de los derechos de los alumnos y sus
familias, cuyas reclamaciones atiende solícita la administración con más temor
que rigor. A todo ello, debemos sumar la irrupción de vídeo juegos y redes
sociales en nuestra sociedad en general, y en el mundo de la infancia y la
adolescencia en particular, lo que ha reducido considerablemente la capacidad
del alumnado para concentrarse, razonar o elaborar un pensamiento abstracto o
mínimamente crítico; cada año nuestros alumnos andan más dispersos, tienen un
exiguo vocabulario y adolecen de ideas.
Pero lo que los docentes estamos viviendo en este periodo
excepcional de trabajo telemático, ha superado todo lo imaginable. Desde el
minuto uno en que se comunicó el cierre de las aulas, se anunció también a
bombo y platillo, por parte de los medios y de nuestros consejeros y ministros
de educación, que la enseñanza se haría online, telemáticamente, y que ni un
solo niño se quedaría sin aprender lo que debía aprender y ni un solo profesor
sin trabajar lo que tenía que trabajar. Y, efectivamente, nos pusimos todos
manos a la obra: correos electrónicos, plataformas, aulas virtuales donde
colgar la tarea, grupos de classroom,
de teams, videoconferencias, audio conferencias,
canales de youtube, chats, aplicaciones varias: zoom, lifesize, hangouts… Si mis maestros o profesores de instituto —mi
verdadera y auténtica ventana al mundo— quienes me enseñaron a trabajar, a
razonar y a pensar, leyeran esto, no entenderían nada. A pesar de todo, y por
contradictorio que parezca, lo que esta diversidad de plataformas empleadas
pone de manifiesto es que el alumno no puede aprender por sí solo, no puede
coger el libro de texto y subrayarlo, elaborar un esquema, un resumen,
memorizar lo aprendido; no, nos necesita al otro lado, hasta para eso. La tan
denostada enseñanza tradicional, la clase magistral con alumnos, que escuchan
al profesor que escribe en una pizarra y les explica, es lo que ahora nos piden
sin cesar, con todas esas novedades tecnológicas. Como debe ser. Por eso
siempre defendí la pizarra y la tiza. No quiero por ello renegar de la
tecnología que nos acerca y nos facilita el camino, sino valorarla en su justa
medida, lejos de empoderarla.
Sin embargo, ¿en qué condiciones estamos al otro lado?
Parece que se nos olvida que vivimos todos confinados, que el profesorado no
posee los medios digitales para trabajar, que por otra parte, no han sido
ofrecidos por la Consejería de Educación y que, además de crear la tarea para
los alumnos (hay docentes con asignaturas de dos horas semanales que tienen más
de 250 alumnos), de estar pendientes de sus correos, de corregir y resolver sus
dudas, de hablar con los padres, debe también rellenar informes que justifiquen
su trabajo. Las instrucciones que nos envía la Consejería son ambiguas: hay que
preparar programaciones que se adapten a la enseñanza online y programaciones válidas en caso de que se retome la
actividad lectiva, aún a sabiendas de que no se volverá a las aulas; hay que
avanzar temario y repasar temario; hay que contabilizar la 3ª evaluación, pero
nunca para perjudicar al alumno; hay que evaluar, pero la repetición será una
medida excepcional. Como jefa de estudios me veo obligada a cumplimentar
documentos explicativos sobre los alumnos que no envían la tarea que se les
encomienda; a informar de los medios que utilizan mis alumnos para comunicarse
o no con los profesores; y debo informar de lo que nosotros hacemos para contactar con ellos. Pero señores, ¡si
muchos de esos alumnos en un centro como el mío, no han entregado tarea en su
vida!; ¡si la brecha digital, social y económica es tan grande que lo que me
preocupa es la violencia doméstica que pueden estar viviendo, o la falta de
alimentos que pueda haber en sus hogares, o el dolor ante la pérdida de abuelos
o familiares! ;¿por qué me piden que rellene interminables formularios para
detectar el número de alumnos que necesitan dispositivos si finalmente ustedes me
facilitan cuatro míseras tablets y diez tarjetas de conexión a internet cuando
serían necesarias 80? Nuestras jornadas no tienen fin. No hay tiempo, ni
medios, ni preparación, y no es porque seamos dinosaurios, o no queramos
formarnos, sino simplemente porque nuestro trabajo es PRESENCIAL. Y lo es,
porque los alumnos de primaria, de secundaria, o de FPB, no tienen capacidad ni
madurez para la enseñanza no presencial.
A todo esto, hay que añadir nuestra labor como madres y
padres. Tenemos que acompañar a nuestros hijos y ayudarles con la tarea que a
su vez sus profesores les encomiendan, a saber: preparar originales, hacer
fotos de sus trabajos, grabarlos mientras explican un tema, explicarles
contenidos nuevos, descargarlo todo en el ordenador y enviarlo a sus
respectivos profesores. Por todo ello, empezamos a ser odiados por los padres,
que se ven a su vez, atendiendo al trabajo y a las tareas de sus hijos, cuando
a veces carecen de los recursos intelectuales y de los dispositivos necesarios.
Empezamos a ser odiados por los padres porque les sometemos a más estrés del
que se deriva de la situación misma de la pandemia. Así que yo, como profesora
y como madre, voy a sufrir de esquizofrenia.
Entre tanto, no podemos olvidarnos de atender a nuestros
familiares, a veces enfermos, de ir a la compra, de hacer la comida y limpiar
la casa, de limitar el uso de pantallas y de jugar con nuestros hijos para
ofrecerles un tiempo de calidad.
El objetivo de la enseñanza pública sería igualar la
desigualdad social que, en esta situación, se ve amplificada. Supongo que en un
instituto de Majadahonda los problemas serán otros: investigar la fuente con la
que los alumnos responden a sus exámenes online —nos hemos convertido en
detectives de la red—; verse cuestionados por padres ingenieros, abogados o
directores de empresa que saben más que los profesores, y lidiar con padres
exigentes que reclaman hasta la última décima en la nota de sus hijos. Cada
Centro tiene su propia idiosincrasia.
Una cosa es segura para mí: la
perspectiva de estudiantes de Bachillerato o de Universidad recibiendo en sus
casas clases on-line es aterradora y
anti-humana; pero si lo pienso respecto a Primaria y Secundaria me entran ganas
de llorar. Yo no podría dar clases online,
o a través de una webcam,
porque como decía Unamuno: “No sé hablar si no veo unos ojos que me miran y si
no tengo tras ellos un espíritu que me atiende”. Espero que cuando se acabe
todo esto, a nadie se le ocurra la posibilidad de tener, siquiera un día a la
semana, clases online. La educación
telemática o a medio camino, sería una irresponsabilidad, una catástrofe
humana, una escuela sin escuela. El fin del mundo.
NATALIA VELASCO POSTIGO
Profesora de Enseñanzas Medias
I N S O M N I O
LIDIA ANDINO
Es temer y contar en la alta noche las
duras
campanadas fatales.
Jorge Luis Borges
A
mediados del siglo XX surgió una subespecialidad médica llamada Medicina del sueño respondiendo a una
necesidad actual: los problemas estrechamente relacionados o desencadenados por
el sueño, entre ellos el insomnio que genera malestar y escasa calidad de vida.
El insomne sufre durante el día por no haber podido descansar y se siente incapaz
por la noche de entregarse a la necesidad vital de dormir, como si atentara
contra sí mismo o se auto-castigara.
En
España más de 4 millones de adultos sufren insomnio crónico y entre el 25-35 %
de la población adulta lo padece de manera transitoria. Este último suele
producirse en casos de excitación debido a cualquier tipo de conflicto o
problema que “nos llevamos a la cama” o “nos quita el sueño”. A veces esta
dificultad se “soluciona” usando somníferos —tan extendidos en estos últimos
tiempos—, para reducir el nivel de estrés y, especialmente, ante la gran
preocupación por el futuro incierto que a todos nos espera.
El
insomne se despierta de pronto en la espiral infinita de la noche, dueña de
esas horas interminables en las que se le hacen presente situaciones de las
cuales se arrepiente y se culpa, escucha silencios densos y altisonantes, voces
de variados timbres, a veces susurrantes y hasta le vienen afectos recurrentes,
indeseables, dispuestos a impedir el olvido imprescindible para entrar en la
morbidez del sueño.
En
los casos en los que el síntoma perdura ya no es algo exterior lo que perturba
el sueño, sino algo interior: el miedo al insomnio o una ansiedad expectante
hacen que un síntoma inofensivo y pasajero provoque temores que lo fortalecen;
este síntoma agravado incrementa a su vez los temores. Un círculo vicioso en el
que, al principio, el que sufre tiene todavía la esperanza de que el malestar
desaparezca pronto, luego teme que se presente y al final está convencido de
ello y siente que nada puede hacer. Le recomiendan que elimine los pensamientos
negativos, que cambie de almohada, o que no cene copiosamente antes de
acostarse, pero a pesar de estos consejos bienintencionados de amigos y
familiares, el insomnio no remite.
¿De
qué se defiende el que no duerme? ¿A qué teme realmente?
Es
de hacer notar que los que dormimos y reposamos somos los seres humanos, pero
no nuestro mundo psíquico que trabaja día y noche, como lo prueban nuestros
sueños. Podemos dormirnos ante una tragedia o inesperada mala noticia o, por el
contrario, una pesadilla de contenido angustiante y amenazador puede
despertarnos en medio de una noche en la que habíamos conciliado el sueño “como
angelitos”.
Miedo
a soñar, miedo a no despertar, a perder el control —como si el control se
pudiera tener—, siempre está en juego una impotencia, algo inconsciente que se
sabe pero no se conoce. Así como la ansiedad y el miedo suelen ser los afectos
que me impiden conciliar el sueño, en cambio, cuando despertamos en la
madrugada su razón más frecuente son afectos de tintes depresivos y culpables.
Es
necesario tener en cuenta, además de lo dicho y sus ramificaciones, el miedo a
soñar como causa del insomnio, el miedo a despertar a lo real inconsciente del
sueño, tan ajeno a nuestra realidad de vigilia y tan entretejido en ella.
LIDIA
ANDINO
PSICOANALISTA
¡TANTO SUFRIMIENTO MERECE
UN FINAL ÉTICO!
El pasado 17 de abril se celebró el día
mundial de la hemofilia, aunque de forma virtual, porque como sabemos la
pandemia por coronavirus ha obligado a un confinamiento extremo con suspensión
de todos los actos de celebración. No obstante, es un día importante, que está
allí, y que trae a la memoria cosas significativas sobre la enfermedad, y en mi
caso, algunas reflexiones sobre la evolución que ha tenido su tratamiento y las
implicaciones morales y éticas que tienen los avances hacia su curación.
La primera referencia sobre la enfermedad se
encuentra en el Talmud babilónico del siglo V d.C., donde se menciona la norma
del patriarca Rabbí Judah de eximir de la circuncisión al tercer hijo, si los
dos anteriores habían muerto por hemorragia. En el siglo X, Albucasis cuenta la
historia de varios varones muertos por hemorragia tras mínimos traumatismos, y
en el siglo XII, Maimónides extiende la norma del rabino a los hijos de la
misma madre con un nuevo marido. Al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos,
en 1791 aparece en The Salem Gazette, lo que se conoce como la primera
descripción de la hemofilia. En el obituario de Isaac Zoll, muerto por una
hemorragia severa, se señala que sus cinco hermanos varones habían muerto por
la misma causa y que los hermanos nacidos de otra madre eran totalmente sanos.
En Europa, el estudio de la realeza de
finales del siglo XIX, comienzos del XX, ayudó a clarificar el paso de la
enfermedad de generación en generación. De los nueve hijos de la reina Victoria
de Inglaterra (1819-1901), 4 hombres y 5 mujeres, uno fue hemofílico (Leopoldo)
y dos portadoras (Alicia y Beatriz). Éstas, por su amplia descendencia y por la
costumbre de la realeza de los enlaces con familiares próximos, propiciaron la
transmisión de la hemofilia a las familias reales española, alemana y rusa; en
un periodo de la historia en que la enfermedad era poco conocida y sin una
opción terapéutica eficaz. En total hubo 10 varones con hemofilia, todos con
excepción del zarevich Alexei, muertos por hemorragia.
Actualmente se sabe que la hemofilia es un trastorno
genético producido por déficit de los factores VIII o IX de la coagulación, lo
que define dos formas: la hemofilia A producida por déficit de factor VIII y la
B producida por déficit del IX. Ambas causadas por alteraciones de genes
ubicados en el cromosoma X, por lo que el patrón de herencia está ligado a ese
cromosoma. Las mujeres (normalmente XX), cuando heredan el gen alterado en uno
de sus cromosomas X, disponen del otro para compensarlo, de allí que solo sean
portadoras y no padezcan la enfermedad; mientras que los hombres, normalmente
con un solo cromosoma X (XY), al heredar el gen alterado de su madre, padecen
la enfermedad. En el 70% de los casos el defecto pasa de generación en
generación y en el 30% restante se presenta por una mutación espontánea, como
se presume fue el caso de la reina Victoria, quien no tenía antecedentes
familiares.
La incidencia de la hemofilia A es de 1 caso
por cada 5.000 varones nacidos vivos, y de la B de un caso por cada 30.000, lo
que las califica como enfermedades raras. La sintomatología puede ser grave,
moderada o leve, dependiendo de los niveles de los factores, con hemorragias
muy severas, espontáneas o tras mínimos traumatismos que pueden comprometer la
vida en los casos graves, y solo hemorragias postraumáticas o quirúrgicas en
los leves.
Que la enfermedad se debe al déficit de
factor VIII o IX se sabe desde 1930 y 1952 respectivamente. No obstante, hubo que
esperar otras décadas para disponer de las técnicas adecuadas para su análisis en
el laboratorio y más aún, para disponer de los concentrados de dichos factores
con fines terapéuticos.
A finales de los años 50 y principios de los
60 el único tratamiento disponible para los pacientes era la transfusión de plasma
de donantes normales, lo que los obligaba a asistir continuamente a los hospitales,
a frecuentes punciones venosas y a recibir grandes volúmenes de plasma,
especialmente cuando requerían alguna cirugía. En 1964 ocurrió un avance importante
al descubrirse que, del plasma de donantes, se obtenía una fracción
precipitable por el frio rica en factor VIII, (crioprecipitado). Esto hizo que pudiera
administrarse una mayor concentración del factor en menor volumen y que las
cirugías fueran más seguras, pero poco modificó la frecuencia de las punciones
venosas y las idas a los hospitales.
El paso más importante en la calidad de vida
de los pacientes se logró al inicio de los años setenta con la disponibilidad
de los concentrados liofilizados. Los pacientes podían administrarse ellos
mismos o sus familiares, mayores concentraciones de factor, de forma inmediata,
antes o al inicio de la hemorragia, sin salir de sus casas. Sin embargo, a este
salto cualitativo le siguió un periodo de grandes sombras, porque los mismos
factores que habían mejorado su calidad de vida, hicieron que decenas de miles
de pacientes se infectaran en la década de los 80 y 90 con el virus de inmunodeficiencia
humana (HIV) y hepatitis C. La tragedia ocasionó mucho dolor y muchas muertes,
y la responsabilidad, como en otras ocasiones, solo pudo atribuirse al estado de
desarrollo de la ciencia en ese momento, pues los virus no se conocían, los
productos eran elaborados utilizando pool de plasma de muchos donantes y la
selección de los donantes no era del todo adecuada.
A principios de los años 80, se logró la
secuenciación de los genes de ambos factores, y ello fue el punto de partida
para la elaboración, años más tarde, de nuevos productos mediante ingeniería
genética, los llamados factores recombinantes, que no transmitan patógenos.
En la actualidad se dispone de productos
liofilizados, tanto recombinantes como derivados plasmáticos mucho más seguros
que los del pasado. Además, por el gran conocimiento que se tiene del mecanismo
de la coagulación, se han desarrollado complejos activados y adyuvantes,
agentes “bypass” que permiten que se forme el coágulo sin la participación de
los factores VIII o IX, anticuerpos monoclonales y otros medicamentos que
ayudan a contrarrestar la tendencia hemorrágica de los pacientes. Además, se
han desarrollado productos de acción prolongada, (intravenosos o subcutáneos) que
permitan disminuir el número de infusiones suministradas a los pacientes, lo que
favorece la adherencia terapéutica y mejora aún más la calidad de vida. Pero lo
más importante, actualmente están en marcha varios ensayos clínicos con terapia
génica que pueden suponer un cambio del paradigma terapéutico, al permitir una
expresión duradera del gen alterado y con ello la curación de la enfermedad en
un futuro cercano. Ya no más sufrimiento para los hemofílicos quienes por
siglos tuvieron que vivir con las limitaciones impuestas por la enfermedad y sus
complicaciones o enfrentarse a la muerte en edades tempranas de la vida.
Pero una nueva sombra amenaza el gran avance
que el conocimiento del genoma ha puesto al servicio de la humanidad, y es el
elevado coste de todos estos beneficios.
La incidencia de la enfermedad es la misma en
todas las regiones del mundo, pero no su prevalencia, ésta es menor en los
países de menores ingresos, debido a la elevada mortalidad por falta de
diagnóstico, educación en su manejo, atención médica, poca o nula disponibilidad
de los concentrados de factores y de todo el arsenal terapéutico que se ha
desarrollado. Actualmente cerca del 75%
de los pacientes hemofílicos en los países con bajos ingresos no reciben el
tratamiento adecuado. Pudiéramos decir que la elevada carga de necesidades que
tienen estos países, hace que utilicen sus recursos hacia los problemas de
salud que más los agobian y que no los desvíen hacia las enfermedades raras,
que, en estas circunstancias, nunca mejor dicho reciben la denominación de
“huérfanas”.
Si aceptamos que la moral de los pueblos
está influenciada por factores socio económicos y culturales, por las creencias
y tradiciones, y se basa en principios personales creados y apoyados por los
individuos mismos, parece moralmente aceptable que pueblos con bajos recursos
acepten que es moralmente bueno dirigir sus recursos hacia las mayores
necesidades y que a la hemofilia no se le preste la atención que se le da en
países con mayores recursos. Esto no significa que lo que necesita la gente con
hemofilia en los países desarrollados podría no ser lo mismo que lo que quiere
y necesita la de los países con bajos ingresos, sino que la moral de los
pueblos goza de cierta plasticidad y que lo moralmente bueno para unos, puede
no ser igual para otros.
¿Pero es esto lo mismo si pensamos desde un
punto de vista ético? Sé, que para muchas personas moral y ética es lo mismo y
que este es un debate que se ha venido dando hace mucho tiempo. Por mi parte,
comparto con muchos la convicción de que la ética trasciende la cultura, la
religión y los tiempos; que la ética proporciona un mapa de comportamiento que
supera el lenguaje “bueno o malo” que aporta la moral, y se apoya en un
conjunto de reglas externas al individuo, establecidas a través de un proceso
racional. Si aceptamos que la ética es una reflexión sobre la moral que
cuestiona por qué se consideran válidas algunas conductas y otras no, entonces cabe
la pregunta ¿es ético que haya tal variabilidad de tratamiento entre los
pacientes hemofílicos en los países desarrollados y los no desarrollados, a
riesgo inclusive de que en los primeros los pacientes sean tratados de forma
innecesariamente costosa, mientras que en los segundos se carece de los
tratamientos básicos? ¿Es ético aceptar sin más estas diferencias cuando la
población afectada incluye niños que desde muy corta edad requieren
tratamiento? ¿Sería ético beneficiar de la terapia génica solo a los
hemofílicos de los países con elevados recursos y dejar al resto, víctimas de
por vida, de los elevados costos de los tratamientos que no pueden enfrentar?
Quiero pensar que los grupos de trabajo
internacionales, la Organización Mundial de la Salud, la Federación Mundial de
la Hemofilia y quizás otras grandes organizaciones mundiales, tienen entre sus
agendas la discusión de los problemas éticos que existen en el cuidado y
tratamiento de la hemofilia, y que la justicia social que demanda que haya igualdad
en el acceso al tratamiento de esta enfermedad, sea el marco conceptual que
oriente todas las discusiones.
Creo que la celebración del día de la
hemofilia es motivo de gran orgullo y satisfacción por lo mucho que se ha
avanzado en el tratamiento de la enfermedad y por la superación de las
vicisitudes de la población afectada, pero ahora que estamos muy cerca de la
curación, no tengo duda de que tanto sufrimiento merece un final ético.
Director Médico de la Sociedad
Española
De Hematología y Hemoterapia
RETRATO
DE JOAN MIRÓ REALIZADO POR MAN RAY (1933).
LA MIRADA DE MIRÓ
ROSARIO HERRERA GUIDO
DESDE LA UNIVERSIDAD DE MICHOACÁN, MÉXICO
En verdad el conjunto de sus cuadros puede verse
como un largo poema, a ratos fábula, otras cuento
infantil,
otras relato cósmico y cosmológico y siempre
como un libro de aventuras fantásticas
en el que lo cómico y lo cósmico se entrelazan [...]
nos cuenta la historia de un viaje.
No en el espacio sino en el tiempo: el viaje del
adulto que somos
hacia el niño que fuimos, el viaje del civilizado
que vive entre la amenaza del goulag y la
exterminación atómica
y que sale de sí mismo a la reconquista del
salvaje.
El viaje en busca de la mirada del primer día.
Un viaje no hacia afuera sino hacia dentro de
nosotros mismos.
Octavio Paz, Revista Vuelta,
87.
Joan Miró nació el
20 de abril de 1893, en Palma de Mallorca, hace 113 años. Y como cantó Octavio
Paz: “Pintó como un niño de cinco mil años de edad”. El pintor catalán que en
la infinita pizarra del universo inventara las estrellas. Una obra pictórica
que es una fiesta y un libro de poemas. Pues hasta los títulos de sus cuadros
nos enseñan a poemar. Miró es un poeta del aire y de la tierra que nunca
escondió sus alas en la oscuridad. Miró, en medio de dos grandes guerras, iluminó un mundo amenazado. A la muerte, la
angustia y las bombas, las alumbró con lunas, soles y un infinito arco iris.
Barcelona, Palma de Mallorca, Nueva York y todos los amigos de Miró festejamos
esa Voluntad Alegre que disipa las acres sombras del Siglo XX.
Para hablar del
universo de Miró hay que beber en la fuente del asombro. Se trata de un artista
que se conservó al margen del protagonismo y la disputa, "borrándose tras
el lienzo" —como solía decir. Lo más significativo fueron sus silencios.
Joan Prats, uno de sus grandes amigos explicaba la creación de Miró con una
frase: "Cuando me paseo por la playa y encuentro una piedra, se trata tan
sólo de una piedra. Si la hubiera encontrado Miró, sería un Miró".
En la monografía
"Miró y su mundo", Pere Gimferrer señalaba que para los románticos el
misterio procedía de una esfera distinta de la vida diaria. Para los
contemporáneos —como para los primitivos— todo tiene su negativo o su doble;
todo es totémico. Hay un movimiento pendular entre la alegría de descubrir y el
temor ante lo descubierto. La búsqueda plástica está, por un lado, abocada a
negaciones que son nuevas afirmaciones y descubrimientos, por otro a la crítica
del arte, al silencio. Miró engloba ambas actitudes en su creación y enriquece
la pintura a la vez que propone su asesinato. Miró es un experto en combinar
los opuestos: la inocencia y la rebeldía, la abstracción dentro de la
figuración. Miró es el más local y el más universal de los pintores, pues alterna
materiales nobles como el óleo y el bronce con los más efímeros, como un clavo
oxidado o un guijarro.
El joven Miró asiste
a diversas academias pero no le es suficiente. Frecuenta círculos
vanguardistas, pintores, poetas y críticos. Colabora en revistas de avanzada
como L'Instant. Visita la galería del
marchante Dalmau. Sus pasiones confesadas: Van Gogh, Gézanne y Picasso.
Dalmau le organiza su primera exposición
española (que es un fracaso). Miró se la vende toda a Dalmau en 1,500 pesetas a
cambio de que organice con esos cuadros su segunda exposición en París (donde
se instala en 1919). Dalmau no paga el alquiler de la galería y el dueño
incauta toda la obra en pago.
A Miró es posible
imaginarlo en La plaza real, cerca de donde nació y de la relojería de su
padre, Cornudella, casa del abuelo en la que pasaba largas temporadas de niño,
Montroig, pueblo de terracota: donde sus padres compran una masía en 1910 para
vacacionar, y que se convierten en sus pasiones: "Montroig es para mí como
una religión" —decía Miró. La tierra es un gran tema, un choque primitivo
al que siempre vuelve. Por los grandes pies de sus obras sube la energía de la
tierra. "Todo lo miro en comparación a Montroig" —afirma. La Masía es uno de los cuadros más famosos que
comienza en Montroig y termina en París en 1921, y que adquiere en abonos
Hemingway. La Masía muestra la
mirada de Miró: una brizna de hierba le interesa más que un gran árbol,
una piedrecilla es más importante que una montaña, una libélula más que el
águila, a veces un objeto diminuto guarda una vida secreta.
Una breve impresión,
destellos fugaces caídos del cielo asaltan la mirada de Miró. No hay motivos pequeños. La pintura es
germinación, alimento de la tierra. Él mismo dijo ser un vegetal, un algarrobo:
"Cuanto más local es una cosa, más universal." Una frase que apunta
hacia lo artístico por excelencia: lo singular e irrepetible que colinda con lo
infinito.
En París se acerca
más bien a las vanguardias que cuestionan la tradición, la escala humana, la
perspectiva. Miró se bebe la visión contemporánea con la que empapa su obra.
Los personajes y objetos se transforman en ideogramas, símbolos, signos que
guiñan, claves poéticas. Y no es sólo porque llega a alucinar de hambre y a
iluminar esas visiones. Nunca utilizó drogas para inspirarse. Afirmaba que
había una admirable locura en los catalanes. Su amigo Joan Prats, como buen
catalán, era de esa estirpe.
Cuando Breton
publica el manifiesto surrealista en 1924, Miró habita en el número 45 de la
rue Blomet. Entre sus vecinos se encuentran Masson y Artaud. Lo visitan Paul
Eluard y Georges Bataille, entre otros. Todos se unen al movimiento surrealista
y colaboran en sus revistas. En medio de este ambiente se lleva a cabo la
Segunda Exposición parisina de Miró en 1925, para la que Peret escribe un
sublime texto. Pero la consagración de Miró tiene que esperar hasta terminada
la Segunda Guerra Mundial.
La adhesión efímera
de Miró al surrealismo se debió al amor que Miró profesara por la libertad.
Breton era el más alto prelado de la Iglesia Surrealista y Miró fue el eterno hereje al que nunca le perdonó su
nula sumisión. En alguna ocasión Breton lo acusa de haberse vendido al capital,
en otra, señala con ironía el "anclaje de su personalidad a una etapa
infantil". Por su parte Miró decía de Breton que sólo veía en la pintura
lo que le permitía reafirmar sus teorías, y no al revés. Es hasta 1958, en
torno al texto que escribe para las Constelaciones, que Breton se
desborda en elogios hacia Miró. A Breton se le ha derrumbado su iglesia y
dispersado sus fieles, mientras el silencioso Miró tiene un reconocimiento
planetario. Miró nunca se dejó llevar por el automatismo psíquico del
surrealismo. La mirada de Miró,
luego de ser arrebatada por la espontaneidad, elabora. Lo que liga a Miró con
el surrealismo es su carácter alucinatorio: "Mi obra —confesaba— se
origina en un estado de alucinación venido de una conmoción espiritual de la
que no soy responsable."
JOAN
MIRÓ DISEÑÓ LA IMAGEN DEL TURISMO ESPAÑOL
DE FORMA TOTALMENTE DESINTERESADA.
Miró practica la
negación de la pintura sin dejar de pintar. Como heredero de algún modo del
dadaísmo, a fines de los 30s afirma la intención de asesinar la pintura, de
combatir el virtuosismo y la academia, de ir más allá del caballete. Le anima
una Voluntad Poética: "A lo largo de toda mi vida he intentado huir del
hecho plástico para llegar a la poesía." Legar a lo imposible de decir.
Tal vez por ello, en estos mismos años la música empieza a ser tan importante
como la poesía. Los títulos de sus cuadros son imágenes poéticas. Su amistad a
toda prueba con la poesía y los poetas lo convierten en el ilustrador de
poemarios de Alberti, Char, Neruda, Tzara, Prévert y muchos más.
La mirada de Miró siempre se posó en todo tipo de materiales
y realidades. Le apasiona la pintura, la gráfica, la escultura, la cerámica, la
coreografía, el mural, la escenografía. Nada escapa a su infinita mirada. Es
una pasión permanente por experimentar. Su culto por el oficio y la artesanía
lo llevan a reunirse con artesanos y ceramistas como Artigas, grabadores como
Dutron, litógrafos como Celestin y tapiceros como Royo, cuyas enseñanzas y
compañía dan a luz sus obras monumentales.
La escultura llega
tarde. Estamos en los años 60s y Miró
cuenta con sesenta años. Sus primeras esculturas, en terracota y bronce.
Cualquier objeto de sus diarios paseos adquiere un valor excelso para su obra:
latas, hierros, maniquíes, son reconvertidos. El principio del "object
trouvé", de la escultura-objeto, a diferencia de los dadaístas, está lleno
de simpatía por los objetos. Para la
mirada de Miró el objeto es una bestezuela doméstica. En la escultura,
tal vez como en ninguna otra creación, Miró libera sus pasiones. Gillo Dorfles
afirma que la escultura de Miró es valientemente blasfema. Ni el ataque de
apoplejía que sufre en 1981 lo inmoviliza. La mirada de Miró se vuelca en todos los deshechos. Al punto que llega
a decir que "se alimenta de residuos".
A la cerámica llega
a través de Artigas. En una visita a su taller le pide a su amigo que le regale
una hornada que se malogra. El azar había introducido un factor inesperado:
fragmentos de otras piezas, erupciones, rugosidades; Miró las pinta con
esmaltes que fija con el fuego.
La mirada de Miró va más allá de las convenciones. Quiere
alcanzar la máxima espontaneidad. Todas las posibilidades se resumen en una
pregunta a responder: ¿cómo se puede convertir en cerámica el periódico, la
paja, el alambre? El resultado de su trabajo con Artigas: 234 piezas nacidas de
una nueva forma de ver la naturaleza. Con Artigas realiza dos grandes murales
para el edificio de la UNESCO en París: "El mural del sol y de la
luna". En 1958 recibe el Gran Premio de la Fundación Guggenheim por el
éxito internacional alcanzado por estas cerámicas. En 1961 la Universidad de
Harvard le pide a Miró una cerámica para sustituir una pintura de él mismo
hecha diez años antes. Años después realiza otros murales, como el del
Aeropuerto de Barcelona (1970) y la Cineteca de París (1972).
"Lo primero es
tener un cosmos" —le dijo el escritor Eugenio d'Ors— refiriéndose a su
obra. La mirada de Miró crea un
universo propio porque es inconfundible; se trata de un lenguaje reconocible en
el universo del arte contemporáneo. Lo que sorprende —sostiene Gimferrer— no es
la presencia de referentes sígnicos sino de los propios signos. No se trata de
la mujer, la estrella o el pájaro, sino de los signos mironianos. Estos son su
legado último. Son signos naturales "abiertos a la naturaleza, no al reino
de las ideas”. La mirada de Miró
edifica un Microcosmos de mínimas ecuaciones y ritmos misteriosos, un
inventario de formas mironianas, como si pretendiera construir un nuevo
vocabulario. Alguien tuvo la osadía de clasificar el lenguaje de Miró en signos
cósmicos, geológicos, vegetales, animales, humanos, orgánicos y artificiales.
Raymond Queneau propuso un diccionario miroglífico.
El universo de Miró
está hecho signos y metáforas plásticas en abismos tenues o intensos, asaltados por líneas y colores puros. El
imperativo de Miró: "En el cuadro debe nacer el mundo". Sesenta años de la creación del cosmos
muestran una tendencia a la simplificación que se ejerce en tres dominios: el
modelado, los colores y la figuración de los personajes. En El Carnaval de
Arlequín o en las Constelaciones el miniaturismo crea pequeños universos en los que se impone una
síntesis de la vida, rozando la abstracción.
PORTRAIT II, JOAN MIRÓ
Miró no es un
artista abstracto. Recordando a su amigo Foix decía: "En donde más oscura
es la semejanza, más altamente entiende el entendimiento que aquella semejanza
entiende." Y no olvidemos que
simplificación no es simpleza. Como la
mirada de Miró es originante y originaria, nunca hace escuela. Alguien
que lo siguió de cerca (el pintor Arshile Gorky) se suicidó al encontrar algo
de Miró en su pintura.
La mirada de Miró encuentra "el máximo de intensidad con
un mínimo de medios". Se trata de provocar una sensación física, luego
anímica. Miró gustaba decir que trabajaba con las patas metidas en los colores.
Hay que "golpear en pleno rostro al espectador antes de que en éste
intervenga la reflexión". Miró quiere deslumbrar la mirada. Por ello, se
expresa con gestos, trazos, salpicaduras, azares y colores intensos y puros. Como
dice Clement Greenberg: "Todos los pintores saben cuán difícil es trabajar
con colores puros sin modulaciones de luz y sombra”. Miró pinta, como Matisse,
con un éxito ininterrumpido. Un pequeño número de formas y de colores. Ya los
frescos del siglo X —dice Miró— fueron pintados en esa forma: son magníficos. A
Miró le atraían frescos de figuras perfiladas, de escalas distorsionadas, que
evocan su inconfundible grafismo. También una fascinación por las pinturas
rupestres, el arte popular e infantil, que vibra en sus obras. El rojo y el
azul, el más cálido y el más frío, el sexo abierto y el cerrado —en palabras
suyas. El sol intenso y el azul del mar y el cielo.
Miró no tuvo más
bandera artística que "tener un cosmos". Por eso la independencia es
su principio. Colabora con las causas democráticas y se opone a cualquier forma
de dictadura. Su único partido es su obra. Su guerra contra la guerra está en
iluminar la mortecina escena artística de la posguerra: "Los partidos me
solicitan constantemente. Pero lo que a mí me interesa es Cataluña y la
dignidad del hombre”. Su rebeldía no se empalideció con los años. Los lienzos
titulados Mayo de 1968 muestran a un Miró de pasional mirada e intensa vitalidad.
Un periodista decía que "la gente que compra cuadros de Miró no sabe que
está vivo”.
La mirada de Miró hace brotar infinidad de seres vivientes,
texturas palpitantes, colores sorpresivos. Su Voluntad Alegre es el otro lado
de su pesimismo ante una realidad aplastante. Franco y Hitler oscurecen su
existencia: “Por entonces yo estaba
deprimido. Creía inevitable la victoria del nazismo y que todo lo que amamos y
lo que nos da nuestra razón de seguir viviendo se había hundido para siempre en
el abismo. Creía que en esta derrota no había ya para nosotros ninguna
esperanza, y me daba por expresar esta sensación de angustia trazando en la
arena de la playa signos y formas de lo que tenía que liberarme, de modo que las olas se lo llevaran
inmediatamente”. Si afuera
estaba el horror, dentro palpitaba un Jardín de las Delicias, un cosmos de tonalidades que no reclamaba para
sí, sino que lo compartía generosamente
con los demás.
Para Miró todos los
objetos tienen vida, a veces más intensa que la de algunas personas. Todo en él
son realidades concretas, también los nombres de sus obras. Miró es un
visionario que inventa una nueva vida a las personas, los animales y las cosas.
Describir el paisaje es lo menos importante, tal vez lo más odioso. Miró, luego
de abandonar a los surrealistas, le pone color a sus ensueños: una luna
almidonada, una lluvia boreal y un surtidor azul.
El pintor catalán
realiza la descomposición de los cuerpos con la ingenuidad de la primera
mirada. Miró nos hizo mirar y vivir uno de los más fabulosos viajes al
comienzo, a las primeras formas, donde surgen juguetones guiñoles y arlequines que inventan flores para un Carnaval...
La mirada de Miró se
rebela contra el espectáculo del desastre, la monstruosidad de la Gran Guerra y
la mueca de la muerte, como lo hiciera el mismo Breton en la Suiza neutral. La
mayoría de sus pinceles edifican una utopía mágica, un horizonte de esperanza,
un amable sueño, más allá de la tortura, la destrucción y el cortejo de
espectros.
De Miró sólo se
puede hablar con alegría por haber dejado hermosas estrellas a la humanidad. La
palabra para Miró sólo se puede decir con la música del “bello pájaro
que descifra lo
desconocido a una pareja de enamorados, y al borde de un lago irisado
por el paso de un cisne”.
Miró, el viajero de
las estrellas, invita a Paul Klee a bogar en su barco de papel, y anota en su
bitácora: pinceles encantados, un violín trapecista, una mariposa astral, una
lluvia de serpentinas, un dueto de libélulas y un bosque de caramelos. Miró
pinta el paraíso de los soles donde las cabras de Chagall ya no se trepan a los
tejados para esconderse de los nazis.
Miró mira al horizonte donde a una luna azucarada no le importa si el mar debe
ir abajo o arriba, o si los perros y las personas toman el sol
sobre la playa o sobre una nube marítima. El espíritu se denuda y el objeto se
mundaniza. El terror da paso a la calma.
Miró, atormentado
por el hambre, mira en la pared las alucinaciones, los tachones en el viento,
las mariposas lunares, y recuerda los terribles castigos que le imponía su
padre para obligarlo a ser comerciante. Pero una cosa es el ocio y otra el
negocio. La ociosa mirada de Miró lo convierte —en palabras de Breton— “en la más hermosa pluma en el sombrero del
surrealismo”. Miró vive. Por las tardes aún va a darle un sorbo a París
en algún café.
ROSARIO HERRERA GUIDO
PROFESORA UNIVERSIDAD MICHOACÁM. MÉXICO
CINE
PARA LA CUARENTENA
ISABEL BANDRÉS
UNO,
DOS, TRES. Época
de la Guerra Fría. C.R. MacNamara, representante de Coca-cola en Berlín Occidental,
tiene que cuidar, en contra de sus planes, de la hija de su jefe, una alocada
joven de dieciocho años que se enamora de un joven comunista. Su director Billy
Wilder, nos ofrece una divertida,
trepidante y magistral historia narrada en blanco y negro. Un clásico con unos
diálogos que destilan un humor inteligente y que entre risa y risa no deja
títere ni situación sin criticar. No se la pierdan.
TESTIGO DE CARGO. Un hombre joven y
atractivo, es acusado de un asesinato. El presunto móvil del crimen es la
posibilidad de heredar los bienes de la difunta. Otra película de Billy Wilder
con la que pasaremos un buen rato. La magnífica actuación de Charles Laughton
como abogado criminalista, la apropiada dosis de intriga y el final inesperado
hacen que está película sea más que aconsejable. Billy Wilder es un valor
seguro.
SENDEROS
DE GLORIA. Otro clásico, en esta ocasión del director Stanley Kubrick. La narración de esta magnífica historia antimilitarista
sucede en 1916, en Francia. El general Boulard ordena la conquista de
una inexpugnable posición alemana. Tras esta misión suicida, los soldados son
sometidos a un consejo de guerra. Stanley Kubrick, en estado de gracia.
Insuperable.
EL CAPITAL HUMANO. La
víspera del día de Navidad, un ciclista es atropellado de noche por un lujoso
todoterreno. La hipocresía, el interés, la avaricia, la manipulación y las
diferencias sociales pasan por esta película dejándonos un retrato de la
sociedad actual. Magníficas las actuaciones de Bruni Tedeschi como personaje de
la alta burguesía y la de Golino como psicóloga. La película es algo repetitiva
y deja algunos vacios, pero que se ve muy bien.
IDA. Polonia, 1960. Anna,
una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un
pariente vivo, la hermana de su madre. Su tía, una juez desencantada y
alcohólica, cuenta a su sobrina la verdadera historia de su familia. Con una
espléndida fotografía en blanco y negro se nos desvelan las terribles heridas
internas que el nazismo ha dejado en los individuos que lo sufrieron. Película
que huye de lo habitual, que está hecha para reflexionar, pero no para
entretener. Si quieren ver una excelente película, Ida es su film, pero si solo
quieren entretenerse, absténganse.
UN MÉTODO PELIGROSO. Una
poderosa historia basada en acontecimientos reales a partir de la turbulenta
relación entre el joven psiquiatra Carl Jung, Sabina Spielrein, Sigmund Freud, y,
un paciente libertino decidido a traspasar todos los límites. Cronenberg es un director al que le gustan las historias complicadas
y está lo es. Dueño de una gran precisión narrativa, nos cuenta con pulso firme
y sin concesiones las embrolladas relaciones que mantenían sus personajes. Unas
estupendas actuaciones y una excelente dirección, hacen de esta película una
obra tan solida como turbadora. Excelente, pero no para todos los gustos.
UNA INTIMA
CONVICCIÓN. Nora está convencida de la inocencia de Jacques Viguier. Por temor a un error
judicial, convence a un letrado para que lo defienda en un segundo juicio. Es
una película equilibrada, bien contada y que despierta nuestro interés desde el
minuto uno. No es la típica película judicial, va unos pasos más allá. Muy bien
interpretada y dirigida, se le pueden achacar algunas trampas. Muy aconsejable.
AMERICAN HISTORY X. Derek, un joven "skin head"
californiano de ideología neonazi, es encarcelado por asesinar a un negro que
pretendía robarle su furgoneta. Cuando sale de prisión intenta alejarse de ese
mundo de violencia. Una demoledora película sobre un drama intenso y contundente.
Edward Norton, nos pone los pelos de punto en su papel de Edward. Esta historia
sobre la violencia racial y sus consecuencias es muy recomendable. Muy bien narrada.
EL DIABLO SE VISTE DE PRADA.
Película ligera que nos muestra el mundo de la moda. No pretende dar lecciones
de ética y su mensaje es más o menos: “ponte a salvo de las personas
narcisistas”. Presenta a dos personajes antagónicos: la directora de una
revista de moda y su joven secretaria. Todo lo que sucede es previsible. Es
entretenida, está bien hecha y el trabajo de Meryl Streep
es de Oscar.
EL
SECRETO DE SUS OJOS. Benjamín Espósito, oficial de un Juzgado de
Instrucción de Buenos Aires recién retirado, está obsesionado por un brutal
asesinato ocurrido veinticinco años antes. Reviviendo el pasado, viene también
a su memoria el recuerdo de una mujer a la que amó. Una gran película que
combina el thriller, el drama amoroso y la situación política. Nos conmueve y
no nos suelta en toda la proyección. Excelente película. No dejen de verla.
ISABEL BANDRÉS
SIGAN ASÍ, AMIGUIT@S... NO SE FÍEN...