Nada más comenzar este año 2025, un moscón comenzó a revolotear a las puertas del blog. No le hicimos mucho caso. Era sólo un moscón. Hasta que un día, se coló por una rendija. ¿Qué hacer? Alguien dijo, pudo ser Felipe Vega: “Vamos a darle una oportunidad, a ver por dónde nos sale”. Y acertamos. Era un moscón, fugaz como como todo buen moscón, pero muy avispado y constante en sus objetivos. Y es así como hoy podemos presentar a nuestros lectores y seguidores una nueva sección: EL MOSCÓN. CUESTIONARIO FUGAZ. Y lo hacemos por todo lo alto, con una de nuestras mejores actrices y narradoras, que forma parte de la educación sentimental de toda una generación: Fiorella Faltoyano.
María Luisa Maillard.
¿Qué
te sugiere la palabra “progreso"?
Ilusión.
¿Qué
cualidad valoras más en el ser humano?
La bondad inteligente.
¿Cuál
consideras que es su peor defecto?
El afán por el control.
Color
favorito.
Negro.
Si
tuvieses más tiempo, ¿en qué lo emplearías?
En jugar.
Animal
preferido.
El perro.
Elige
un paseo.
El que hago sin parar en mis veranos, los acantilados de las
trincheras de La Isla (Asturias).
¿Cómo
combates el miedo?
Pensando en otra cosa.
¿Qué
habilidad te gustaría tener?
No soy nada habilidosa, cualquiera.
¿Qué
opinas de la IA (Inteligencia artificial)?
Me fascina y me aterra a partes iguales.
¿Crees
que ha cambiado la percepción del tiempo?
Para mi sí desde luego, ahora lo percibo muy escaso, y me
agobia todo lo que ya no podré hacer.
Autor
literario preferido.
Conrad, Roth, Yourcenar…
Ciudad
donde vivirías.
Londres.
Elige
una parte del día.
La mañana sin duda, cuando aún todo puede suceder.
¿Echas
de menos el silencio?
No,
porque lo busco constantemente. Si no lo encuentro, más que echarlo de menos,
me enfado.
Contesta el cuestionario: Fiorella Faltoyano
Fecha:
Finales de enero 2025
Fiorella Faltoyano. Foto: Pepe Castro |
Quien
no tenga a Fiorella en el relato de su vida, que levante la mano.
Forma
tan parte de nuestros recuerdos, como los propios. Por si esto fuese poco
tenemos, además, la fortuna de que no cesa de rodar y escribir.
Su
trabajo en teatro, cine y televisión es tan sumamente extenso que resultaría
interminable reseñarlo aquí, nos darían las uvas… Y recordar únicamente Asignatura
pendiente, Solos en la madrugada, Canción de cuna, La Regenta,
o sus muchos Hora once y Estudio 1, sería muy injusto. De modo que dejo este link en el que les animo a clicar, porque vale la pena para hacerse una idea
de lo mucho que trabaja esta mujer:
https://es.wikipedia.org/wiki/Fiorella_Faltoyano
¡Y
no se pierdan sus libros!
Aprobé
en septiembre. Memorias de una conocida actriz y de una
desconocida mujer (2014, La Esfera de los libros) y El ojo de la cerradura.
Historias inquietantes —doy fe—, (2021, Sar Alejandría Ediciones).
Ahora
mismo está rodando una serie y sigue escribiendo… Porque, como ella dice: “Hay
que exprimir la naranja hasta el final”.
Susi
Trillo
MOMENTOS
DE OSCURIDAD
LA
JUSTICIA Y LOS POLÍTICOS
ISABEL
BANDRÉS
Hubo
un tiempo en que la justicia pertenecía al ámbito privado y la venganza era la
manera de ejercerla. El Código de Hammurabi (1750 a.C.), supuso un gran avance
civilizador porque limitaba la venganza al mal recibido. El “ojo por ojo”
sustituía a la revancha ejecutada sin límites. Poco a poco, las leyes pasaron
de ser divinas a ser dictadas por los Estados y hoy, en las democracias
liberales, son aprobadas en los Congresos por los diputados que elegimos, es
decir por el Poder Legislativo. Y es el Poder Judicial, jueces y tribunales, quienes
las aplican y garantizan los derechos de todos.
Hay que aclarar que, al Poder Legislativo, a los políticos, no les gusta nada el Poder Judicial. A poco que nos descuidamos, procuran mermar, de una manera u otra, sus competencias. En 2011 y 2017 los Gobiernos de Zapatero y Rajoy intentaron ya, sin éxito, eliminar la acusación particular. Hoy, Sánchez, sigue intentándolo, pero con un par de vueltas más: retroactividad de la ley e imposición de silencio a los jueces. Además, el actual Gobierno ha presentado un Anteproyecto de Ley Orgánica para regular el acceso a la judicatura y a la fiscalía. Ya veremos cómo se desarrolla y hasta dónde llega. Mientras tanto, se extiende un rumor pertinaz de que los jueces son corruptos. ¿Todos, algunos, pocos…? ¿En qué párrafo, qué sentencia, qué acción…? Se expande la desconfianza entre la población sobre el Poder Judicial, lo cual es gravísimo en una democracia en la que existen mecanismos suficientes para recusar a los jueces, apartarlos de los tribunales y ser condenados, como ya lo han sido algunos, a penas de cárcel.
La
división de poderes (legislativo, judicial y ejecutivo) es el soporte de la
democracia liberal. A todos los políticos les gustaría no tener que dar cuentas
a nadie; no estar, como todos los ciudadanos estamos, bajo el mandato de las
leyes o estarlo bajo leyes que sean muy favorables a sus intereses. Algunos hasta
lo han conseguido: Putin, Maduro, Ali Jamenei, Kim Jong-Un… Igualmente, está
sucediendo en las democracias débiles, como en Hungría, en las que la línea que
divide a los poderes es muy difusa. Pero las leyes, aunque provengan de
democracias plenas y se basen en los Derechos Humanos, tienen poco que ver con
la justicia, esa gran palabra. Los articulados de los códigos son, más bien,
mojones para contener la avaricia y la deshumanización que habita en todos
nosotros. La ley pone límites para que podamos convivir sin caer en la
barbarie. Lo justo o la justicia se queda en el debate de la filosofía. Quizá,
si fuésemos seres virtuosos, como señala Aristóteles, fuese posible que
tuviésemos una idea proporcionada de lo justo. Y eso nos llevaría a plantearnos
a qué llamamos virtud. Cada uno de nosotros tiene una idea diferente de lo que
es justo o lo que es virtud que vamos cambiando conforme cambian nuestras
circunstancias, pero todos coincidimos en una cosa: nos consideramos seres
virtuosos y justos frente al resto.
Desgraciadamente, nuestro ADN tiene como ligazón principal la imperfección y la contradicción y, por otra parte, hemos creado unas sociedades muy complejas y diversas que necesitan lindes para no invadir al otro, para poder convivir en medio de la diversidad. Huyamos de los maximalismos de izquierdas o de derechas que conducen a los totalitarismos y refugiémonos en lo razonable. Tras la Segunda Guerra Mundial, el periódico socialista polaco Freedom previno, precisamente, contra la justicia basada en la sed de venganza, “…Porque esta puede convertirse fácilmente en el deseo de dominar a otras naciones, con lo que, tras la derrota del nazismo, volverían a triunfar sus mismos métodos e ideas”. Tener división de poderes y una justicia pública que no se basa en le venganza es una de las grandes victorias políticas y sociales que el ser humano ha conseguido.
Josef
K, el protagonista de El proceso, novela de F. Kafka, es arrestado por
una razón que desconoce. La obra crea un ambiente angustioso ante la
imposibilidad de poder acceder a la justicia y a la ley. Al final, lo único que
desea el protagonista es salir del laberinto, asumiendo como cierta la culpa
por un acto desconocido. Esta novela se escribe durante la Primera Guerra Mundial,
cuando la muerte y el derrumbe social asolaban Europa. En su obra, Kafka no nos
da esperanzas, pero si nos las da, muchos años después, su compatriota Václac
Havel, humanista y presidente de Checoslovaquia tras la caída del régimen
comunista, que sabía muy bien lo que suponía vivir en un régimen totalitario
donde todos los derechos, libertades y garantías procesales son dinamitados.
Tras cinco años de cárcel escribió: “…Hemos terminado en la cárcel sin saber
exactamente cómo… Hicimos algunas cosas que nos parecieron decentes y que había
que hacer”. Y nos descube que aún en los peores momentos hay que mantenerse
firme en la esperanza y la defensa de las libertades: “Mientras el hombre sea
hombre, la democracia, en pleno sentido de la palabra, no dejará de representar
un ideal al que, como al horizonte, podemos acercarnos más o menos, pero nos es
imposible acercarnos en su totalidad”. Muchos apostamos, a pesar de las
dificultades, por ese ideal porque sabemos lo que significan los totalitarismos:
barbarie.
Es cierto que las leyes no son justas ni iguales para todos. En España tenemos a los aforados. Y hace unos días, Biden indultó de manera “preventiva” a su familia y a opositores del presidente entrante y Trump absolvió a todos los asaltantes al Capitolio. Y es cierto que las leyes deben adaptarse y evolucionar, al igual que las instituciones, a los cambios sociales, para mejorar la convivencia y preservar las libertades, pero no para favorecer al poder político. Y, sobre todo, deben de profundizar en la separación de poderes para que un día no nos despertemos, como Josef K. buscando justicia sin encontrarla.
Estamos
viviendo en tiempos de oscuridad y tenemos la tentación de refugiarnos en un
estoicismo interior ante el dogmatismo ideológico de tantos que quieren
imponernos el silencio. El aliento de aquellos que vivieron momentos mucho más
tenebrosos que los nuestros nos reconforta para seguir adelante. Havel, Hannah
Arendt, Vasili Grossman y tantos otros que sufrieron el totalitarismo nazi y el
comunista son como faros que nos iluminan y nos dan esperanza. Pensemos y
dialoguemos. No dejemos que el silencio conformista y sumiso haga posible que
la democracia, caja de resonancia de voces diversas, naufrague y solo se escuche
una única voz: la de los amos.
ISABEL BANDRÉS
LA PIEDRA
MARÍA LUISA
MAILLARD
Hay
un dicho popular que proviene, como tantas cosas, de la antigua Grecia,
concretamente del historiador Polibio (s. II a. c.), y que ha llegado hasta
nuestros días traducido a diversos idiomas: “El hombre es el único animal que
tropieza dos veces en la misma piedra”. Su permanencia indica que guarda alguna
verdad sobre la naturaleza humana, que nos inclina a reflexionar, de forma
especial en épocas de turbulencias como las actuales. ¿Cuál es la piedra en la
que seguimos tropezando para haber llegado a una situación de riesgo de
nuestras democracias, después de un periodo de relativa prosperidad y
convivencia?
Repasemos
la historia: en los albores del mundo contemporáneo, la idea del progreso y la
diosa Razón dictaminaron que eran las mitologías religiosas las únicas
causantes de las guerras, las matanzas y el oprobio de los pueblos. Una vez
erigida la diosa Razón —muchos templos católicos fueron reconvertidos en
templos de La Razón—, Francia se tiñó de sangre. La época del terror tuvo un
saldo de unas 40.000 ejecuciones —la mayoría sin juicio—, y luego llegó
Napoleón.
Había
un elemento común, tanto en la política que habían llevado a cabo las distintas
corrientes religiosas, como en la apuesta extremista por el progreso y la
razón: el fundamentalismo, la idea de que había una verdad absoluta que
convertía en enemigos y en seres humanos prescindibles a todos los que se
oponían a ella. Y parece que en eso seguimos, tropezando con la misma piedra,
después de haber experimentado los dos grandes totalitarismos, fruto de
ideologías extremas, que sembraron de muerte la primera mitad del siglo XX.
La
Revolución Francesa propició la abolición de los privilegios feudales y abrió
el camino que recorrieron las democracias occidentales. Los totalitarismos del
siglo XX, de ideologías contrarias; pero de métodos semejantes, sólo terror y
sufrimiento para los ciudadanos. No parece que vayamos mejorando por ese
camino.
Aristóteles, el fundador del racionalismo en Occidente, determinó, sin embargo, que la vivacidad de la razón consistía en la facultad de descubrir la méson, el término medio entre dos extremos. Según el Estagirita, la perfección se encuentra ya en la definición, que es en sí misma un límite, mediatizado por el realismo y el sentido común, fruto de la experiencia: “Lo contrapuesto contiene siempre un tercero común. Absolutizar uno de los lados, no menos que prescindir de la oposición específica entre ambos, supone velarse la totalidad perseguida por el conocimiento”. Como consecuencia de ello, lo ilimitado, tanto en la vida de los hombres como en su convivencia social y política, es imperfecto.
Como
vemos, Aristóteles parte de una reflexión sobre la naturaleza humana: el hombre
debe aceptar su limitación, aquí en la tierra, para evitar el extremismo que
conduce a la tiranía y al error, algo en lo que coincide con la filósofa María
Zambrano, aunque desde diferente perspectiva. Las actuales ideologías
extremistas, que perviven desde el siglo XX, pretenden cambiar no sólo la
sociedad; sino la naturaleza humana, a la que se niegan a comprender. Adam
Zagajewski, en su libro Dos ciudades,
al recordar el régimen soviético en el que vivió en su juventud, habla del
intento de reducir la variedad de tipos humanos a sólo tres: el funcionario, el
obrero y el policía; pero, añade con ironía, de la época anterior sobrevivió el
más vituperado de todos ellos: el propietario, pronto asimilado al funcionario,
afín al gobierno. El dinero cambió de manos.
Por
razones que no vamos a desarrollar hoy aquí, el extremismo ideológico se
extiende como un manto sobre todos los lugares de la tierra, recubierto de
diversas máscaras: nacionalismos, fundamentalismos religiosos, étnicos,
nacionalismos, ideologías populistas… Sin duda, es una de las causas de las
actuales guerras que asolan el planeta, alguna de ellas en las fronteras de
Europa, como la provocada por la invasión de Ucrania por el nacionalista Putin;
otras, más lejanas como la de Oriente Medio, fueron desencadenadas por el
atentado inhumano de Hamás en Israel. No olvidemos a la olvidada África, que
sufre desde hace más de 20 años un eterno conflicto armado en el Congo y países
limítrofes.
No olvidemos el ascenso de gobiernos totalitarios en Hispanoamérica, del que tenemos un ejemplo reciente en el país hermano de Venezuela, que ha sumido a su población en la miseria, el terror y ha conducido al exilio a más de 7 millones de personas. Y el caso es que, sus líderes, tanto Chávez como Maduro llegaron al poder inicialmente mediante unas elecciones democráticas. Hitler había abierto un camino nuevo para la toma del poder. Se habían acabado las revoluciones, al menos en el mundo occidental. En las democracias existían mecanismos para llegar al totalitarismo y al poder absoluto. Es el camino que han seguido en nuestros días Nicolás Maduro y su predecesor Hugo Chávez. A pesar de la experiencia de la historia, que debería recordarnos que el tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial —que impuso unas condiciones onerosas a la vencida Alemania—, fue una de las espitas para el ascenso de Hitler, la política tanto en Europa como en Estados Unidos, se caracteriza hoy en día por el crecimiento de partidos y líderes extremistas.
¿Y
qué sucede en España? Sin duda la transición del régimen de Franco a la
democracia fue aristotélica. El diálogo, el consenso, la voluntad de evitar un
nuevo enfrentamiento entre españoles, practicando la virtud de la méson, abrió una época de prosperidad,
convivencia y reconocimiento internacional. La méson fue perdiendo progresivamente su aura benefactora; primero,
de forma sólo apreciable en ciertos sectores culturales, docentes y
nacionalistas, desde 2004 de forma más agresiva, afectando a todos los sectores
de la sociedad.
Un
extremismo radical, que propicia desde el poder el enfrentamiento entre
españoles, se ha instalado en la política de nuestro país. Las libertades
decrecen; el poder judicial se tienta la ropa. Los mecanismos correctores de
los abusos de poder se neutralizan. Comienza a haber en muchos sectores,
incluida la justicia, ciudadanos de primera y de segunda, según resulten afines
o no a la ideología del gobierno. Sin embargo, la historia también se repite en
otro aspecto: el tipo humano del “propietario”, ligado al poder, se fortalece.
¿No nos dice eso nada? ¿Estamos tropezando sin saberlo con la misma piedra, en
la que tantas veces hemos tropezado? Es una piedra que tiene un lema que se nos
ha hecho familiar: el discurso es la verdad, la realidad, la mentira.
MARÍA LUISA MAILLARD
IMÁGENES SOBRE LAS
MUJERES Y LOS LIBROS
45.
LA LECTURA COMPARTIDA.
RELACIONES DE PAREJA
INÉS
ALBERDI
No
es infrecuente encontrar imágenes de una pareja en la que ella tiene un libro
en las manos. En algunas ocasiones, el papel del libro es clave en sus
relaciones de pareja, es un hilo de unión directo entre ellos pues retrata no
solo a los esposos sino también a sus trabajos o habilidades.
Este
es el caso de los retratos que, en los Países Bajos en el XVI, encontramos de
matrimonios de un banquero con su mujer. Son cuadros en los que la esposa,
sentada junto al marido, pasa las páginas de un manuscrito ilustrado, a la vez
que sigue con atención las monedas que maneja su marido. El libro está
incorporado para reflejar la importancia, la prosperidad y la categoría social
del banquero y, por lo tanto, también las atribuciones de su esposa. El tocado
y la ropa revelan que son señoras acomodadas y el libro parece indicar que,
además, son piadosas y cultas, es decir que pertenecen a una elite de mujeres
de alcurnia.
Quinten Massys, Bélgica (1466-1530) El cambista y su esposa, 1530 Museo del Louvre, París |
Marinus van Reymerswale, Países Bajos (1489-1546/56) El cambista y su esposa, 1539 Museo del Prado, Madrid |
Dos
siglos más adelante tenemos una situación parecida en el retrato de una pareja
de científicos. Jacques Louis David retrata a Lavoisier y su mujer Ana María
Paulze, que era su colaboradora científica, en un momento en que parecen
escribir sobre algunos de sus descubrimientos.
Jacques Louis David, Francia (1748-1825) Antoine Laurent Lavoisier y su esposa, 1788 Colección particular |
El
libro no parece algo tan singular en otros retratos de pareja, sino que es solo
un símbolo del entorno que les rodea y que ayuda a retratar la comunicación o
la incomunicación entre la pareja. Por ejemplo, el que nos presenta Becker en
el que la colaboración de ella no va más allá de leerle un libro mientras el
hombre fuma indolentemente.
Carl Ludwig Friedrich Becker, Alemania (1820-1900) La historia junto al fuego, 1859 Colección particular |
Con
el romanticismo aparecen frecuentemente retratos de un joven y una mujer que
lee juntos un libro, imágenes que quieren reflejar relaciones amorosas y en las
que el libro parece añadir intensidad a su encuentro. Las imágenes de una
pareja joven leyendo el mismo texto simultáneamente, nos lleva a pensar en qué pueda ser lo que leen. Suponemos que hay en el texto un mensaje interno de
carácter comprometedor, en la mayoría de los casos erótico. El libro queda
sobre el regazo de ella y anticipamos cuál va a ser el desenlace de esa pausa
en la lectura.
Josef Franz Danhauser, Austria (1805-1845) Leyendo novela, 1841 Galería Belbedere, Viena |
El
modelo inicial de esta imagen es el de Abelardo y Eloísa que unen sus estudios
y su amor. El monje Abelardo y la intelectual Eloísa tienen la primera relación
amorosa moderna; se aman a escondidas, en el siglo XII, en el entorno de la
universidad de París.
Jean Vignau, Francia (1774-1826) Abelardo y Eloísa, sorprendidos por el abad Fulbert, 1819 Museo de Arte Joslyn, Omaha, Nebraska |
La pareja que más se ha retratado en esta situación, de amantes
leyendo el mismo libro, es la de Paolo y Francesca de Rimini que inmortalizara
Dante. Será Ingres el primero que evoque la historia medieval de aquellos
amantes italianos que añaden a su situación amorosa, el drama de ser
sorprendidos por el marido de ella, que acaba trágicamente con los dos.
Jean Auguste Dominique Ingres, Francia (1780-1867) Paolo y Francesca sorprendidos por Gianciotto, 1819 Museo Condé, Chantilly, Francia |
Son muchas las versiones que podemos encontrar de esta pareja
de amantes y lectores.
William Dyce, Gran Bretaña (1806-1864) Francesca de Rimini, 1837 Galería Nacional de Escocia, Edimburgo |
Amselm Fuerbach, Alemania (1829-1880) Paolo y Francesca, 1864 Colecciones de Pintura del Estado de Baviera, Múnich |
Con
el tiempo, las relaciones de pareja parecen perder estos peligros y las vemos en
medios públicos donde los amantes pueden relacionarse, entretenerse y leer uno
al otro cartas o libros. Ya sea en un café, un balcón, un barco, un bosque o
sobre la arena de una playa.
Jean Béraud, Francia (1849-1935) La carta, 1908 Colección particular |
Vittorio Mateo Corcos, Italia (1859-1933) Una tarde en el porche, 1895 Christie's Nueva York |
Vittorio Matteo Corcos, Italia (1859-1933) Luna de miel, 1885 Galería de Arte Goldoni, Livorno, Italia |
Albert Edelfelt, Finlandia (1854-1905) Romance, 1878 Colección particular |
Edouard Manet, Francia (1832-1883) En la playa, 1873 Museo de Orsay, París |
No todas estas obras tienen una lectura sencilla; algunos de estos retratos resultan enigmáticos. Los libros aparecen como complemento a los retratos de pareja y como símbolo de la relación que puede haber entre el hombre y la mujer, pero no siempre son fáciles de interpretar. Esto nos ocurre con la obra de Fresnaye titulada Vida conyugal que está en la Colección Barnes de Filadelfia. En ella vemos un interior cargado de libros en el que la figura principal es una mujer desnuda. Ella está leyendo y tiene libros hasta por encima de la cabeza. Él está completamente vestido y parece leer un periódico mientras ella aparece sumergida totalmente entre sus libros…
Roger de La Fresnaye, Francia (1885-1925) Vida conyugal, 1913 Colección Barnes, Filadelfia |
INÉS ALBERDI
PILAR MIRÓ
LA SOLEDAD DE UNA LUCHADORA.
FELIPE VEGA
Empiezo
con una pequeña confidencia, que no es lo que parece, y que espero valga para
otros fines. Un lunes de primavera tenía concertada una cita con Pilar Miró en
una cafetería de la avenida de Rosales, de Madrid. Justo el día posterior al de
su fallecimiento. Se trataba de una cita de trabajo. Pero a esas alturas,
nuestras citas laborales se habían convertido, poco a poco, en encuentros de
amistad. Para alcanzar esa pequeña amistad habían transcurrido años y muchos
momentos que derivaban inevitablemente en enfrentamientos y agrias discusiones,
en las que casi siempre ganaba ella, con razón.
Ese
es, precisamente, el motivo de esto. Para todo aquel o aquella que haya tratado
con Pilar (perdón por la confianza), esa primera fase de encontronazos parecía
inevitable y necesaria. Había que discutir con ella para comprobar, por parte
de ambos, si aquella relación merecía o no la pena. Por supuesto (y es algo que
descubrí más tarde), toda la fase podía ser más o menos larga. Para ella solo
existían —muy a su pesar—, los pringosos e hipócritas aduladores o los fieles
compañeros de profesión. De modo que uno mismo tenía que descubrir a que
categoría pertenecía. Su vida privada era una de las más privadas que he
llegado a conocer. Lamentablemente, de las anteriores categorías citadas, había
gente de sobra: ella seleccionaba con atención y mimo. Si algo quedaba claro
nada más conocerla es que, a lo largo de su vida, se había llevado una
innumerable cantidad de decepciones y bofetadas vitales. Pero no carecía de
humor. Todo lo contrario.
Este
prólogo conlleva un propósito: explorar su cine, su importante trabajo en RTVE,
la creación de una ley de cine innovadora y la evolución de ese cine hecho en
España y que pocos han reconocido. Ese carácter áspero y una calidad humana
notable sustanciaba sus personajes y temas. Era una mujer valiente en ese
aspecto. La realidad del país hacia el resto. Su primera película fue La petición, y ya en su momento fue un
pequeño escándalo local (¡somos tan fáciles de escandalizar!). Su último
trabajo consistió en la gigantesca realización en directo de una boda real: la
de la princesa Elena de Borbón.
Su
obra permanece íntimamente ligada a nuestro país y, en concreto, corre en
paralelo a la vapuleada época de la Transición. Hizo un cine polémico, desde
luego. Tanto, que la quisieron meter en la cárcel, la expulsaron de su cargo de
directora general de Televisión Española con falsedad y enormes dosis de
miserable envidia y, a pesar de ello, apenas dijo nada por fidelidad a unos
principios políticos hoy difuminados. Durante su juventud un rancio y muy
extendido machismo estructural, en concreto en su ambiente laboral, no dejo de
poner palos en la rueda de su carrera: le dio igual y le hizo frente.
Si
observamos de cerca su filmografía veremos que esta refleja a la perfección el
clima político y social de cada momento, ya sea El crimen de Cuenca o un supuesto melodrama como Gary Cooper que estás en los cielos. Detrás de ellos, de manera más o menos
evidente, se descubre el testimonio de sucesivos silencios temáticos que en
este país se han producido. Parte de su obra comparte ciertos paralelismos con
un cine social italiano como el de Francesco Rossi y, de manera más lejana (por
suerte), con el de Lina Wertmuller o Gillo Pontecorvo. Aprendió su eficacia
narrativa en múltiples adaptaciones teatrales para “Estudio Uno”; laboratorio
de cineastas como Josefina Molina, Emilio Martínez-Lázaro, Alfonso Ungría y
otros. La adaptación de la obra de Lope de Vega, El perro del hortelano, fue un sonado éxito de público a pesar de
ser recitada en verso respetando todo su sentido. En sus direcciones teatrales
destaca la mano de Alicia Hermida, fantástica profesora del verso clásico.
Luego llegaron con una mejor producción
Tu nombre envenena mis sueños,
una adaptación de la novela escrita por Joaquín Leguina, político que hoy la
haría sonrojarse con sus delirantes vaivenes ideológicos, y tampoco hace falta
ir muy lejos para encontrarlos en el argumento. Y después puso en pie una
exquisita adaptación, Beltenebros, la
novela de Antonio Muñoz Molina.
Hizo
un cine autobiográfico que se aproximaba a sus mundos afectivos, pero solo ella
sabía hasta dónde llegaban sus confesiones personales. Socialdemócrata de
convicción, guardó un escrupuloso respeto por La Corona de la que soy testigo
directo. Una pena, porque en la actualidad reciente se hubiese llevado (y pido
disculpas por mi vulgaridad) un soberano disgusto. No quería mandar porque sí,
pero quería saber quién y por qué lo hacía. Esta postura le costó decepciones y
disgustos. Su bronco y directo carácter le generó envidias encubiertas y
enemigos recalcitrantes dentro de la industria del cine. Y si hablaba de ello
(algo no muy frecuente), salía a relucir una amargura siempre exenta de deseos
de venganza. Siempre sentí una enorme ternura al ver sobresalir de sus camisas
parte de la cicatriz de su operación a corazón abierto. No tenía nada que
esconder y eso mismo la hacía vulnerable. Tenía que recordarla aquí, tal vez
solo por eso…
FELIPE VEGA
LO PERECEDERO
LIDIA ANDINO
Tengo una amiga a la que le
encantan las flores. En la primavera pasada, paseando con ella por la vega del
pueblo en el que vivimos, me comentó lo hermosas que eran las flores que veía,
pero que le apenaba la idea de que cuando llegase el fin del verano habrían de
desaparecer.
La preocupación por el carácter
perecedero de lo bello puede originar dos tendencias distintas. Una conduce a
la amargura y la otra a una rebeldía contra esa fatalidad.
En cuanto a lo bello de la
Naturaleza, renace luego de cada destrucción invernal y este renacimiento puede
considerarse eterno en el mundo en comparación con nuestra mortalidad.
Esta brevedad agrega a sus encantos
uno nuevo. Una flor no nos parece menos espléndida porque sus pétalos solo
están sanos durante una noche; esto me hizo recordar la imagen de las amapolas
tan abundantes en los campos de nuestro país y en los márgenes de los caminos
que también mantienen su rojo intenso, son delicadas, elegantes y duran
poquísimos días. Sin embargo, todas estas aclaraciones mi amiga casi no las
escuchaba y no le hacían ningún efecto.
Su actitud pesimista —como la de
tantos otros seres humanos—, es que lo bello se ve totalmente desvalorizado por
su carácter perecedero. Algo así pasa en cada uno de nosotros que, con el paso
del tiempo, entre canas, achaques y arrugas, vamos viendo agotarse la belleza
juvenil de nuestro cuerpo.
Estas personas sólo se encuentran
agobiadas por el duelo que les proporciona la pérdida. Sin embargo -le dije a
mi acompañante-, ¿por qué tiene que ser un proceso doloroso y no puedes
sustituir eso perdido por nuevos proyectos, posiblemente tanto o más valiosos?
Muchos lo creemos así, pero la
verdad es que se trata de una mirada parcial la que ante nuestros ojos solo
queda realmente desvalorizada.
Según lo pienso, estas personas lo
que no pueden es sustituir los objetos perdidos por otros nuevos con mayor
continuidad.
ÁNGELES ALVARIÑO
(1916-2005)
MARÍA LUISA
MAILLARD
No
hay duda de que las mujeres gallegas son de armas tomar. ¿Quién iba a decir a
los estadounidenses que una científica, proveniente de un pueblo marinero de la
aún atrasada España, iba a ser la que denunciara la discriminación de género en
una Institución científica americana?
Esa mujer era Ángeles Alvariño, una reputada científica, precursora de la investigación oceanográfica mundial, que realizaba labores de investigación en el National Fisheries Service, un prestigioso Instituto científico de Massachusetts en 1977. ¿Qué pensaría Jimmy Carter, el por entonces presidente de Estados Unidos, al recibir la carta reivindicativa que le envió una mujer española?
Ángeles
Alvariño no tuvo una circunstancia fácil. En plena juventud vivió la Guerra
Civil en su pueblo natal y, en la dura posguerra posterior, hubo de abrirse
camino en una sociedad en la que se cerraron las opciones labores para las
mujeres. Finalizó en 1940 la carrera de Ciencias que había truncado la guerra,
de la que se doctoró en 1951 y en 1967 también lo hizo en Biología. Logró una
plaza de bióloga oceanográfica en el Instituto Español de Oceanografía (IEO) de
Vigo en 1951, consiguió becas en importantes instituciones de Inglaterra y
Estados Unidos y a lo largo de su trayectoria profesional, fue precursora en la
investigación oceanográfica, que desarrolló, a partir de 1956 en Estados
Unidos, descubriendo 22 especies nuevas de organismos marinos.
Ángeles Alvariño. Foto: El Español |
Nació
Ángeles Alvariño en 1916 en Serantes, un pueblo costero colindante con Ferrol,
a cuyo Ayuntamiento se anexionaría en 1941. Fue hija del doctor Antonio
Alvariño Grimaldos y de la pianista Carmen González Díaz. Fue una niña precoz.
Ya a los tres años aprendió solfeo y música de la mano de su madre y, más
adelante, mostró aptitudes tanto para las ciencias, como para las letras.
Finalizó su bachillerato en 1933 en ambas disciplinas con dos trabajos finales:
“Insectos sociales” y “Las mujeres en el Quijote”, demostrando ya su interés
por la temática femenina.
Al
año siguiente, marchó a Madrid para cursar la carrera de Ciencias en la
Universidad Complutense alojándose, como tantas estudiantes de provincias, en
la Residencia de Señoritas que dirigía María de Maeztu. En 1936, la Guerra
Civil interrumpió su carrera y su proyecto de vida. No se arredró. Se trasladó
a Ferrol con su familia y allí se dedicó al aprendizaje de idiomas: francés,
inglés y alemán, conocimientos que tanto le servirían en su posterior
desarrollo profesional. Al finalizar la guerra, regresó a Madrid para concluir
los estudios interrumpidos, logrando su licenciatura en 1940.
El
mar y la misteriosa y diminuta vida que albergaba en sus entrañas le llamaba,
no en vano era de un pueblo marinero, con una gran flota naval, y pronto
comenzó a investigar el litoral gallego y su plancton marino. No le apartó de
su vocación su temprano matrimonio en 1940 con Eugenio Leira Manso, con quien
en 1942 tuvo una hija, Ángeles Leira Alvariño, alternando sus labores como
madre con trabajos como profesora en Institutos de Ferrol. En 1948 volvió a
Madrid, ciudad a la que había sido destinado su marido, capitán de la Marina de
Guerra, y comenzó a trabajar como becaria en el Instituto Español
Oceanográfico, investigando las incrustaciones marinas en el casco de los
buques. En 1951 se doctoró en Ciencias, en la especialidad de Química Analítica
y Ecología Vegetal y obtuvo una plaza de oceanógrafa en el IEO de Vigo.
Pronto
se le hizo pequeño el precario sistema investigador de España y solicitó y
obtuvo una beca del Consejo Británico para investigar el zooplancton, en el
laboratorio de Plymouth. Durante su estancia allí entre los años 1953-54 fue la
primera mujer científica en participar en un buque oceanográfico británico, el
Sirsa.
En
1956, buscando nuevos horizontes para su labor investigadora, consigue una beca
Fulbright en el Instituto Oceanográfico de Woods Hole, Massachusetts, y allí
conoció a la que sería su gran amiga y protectora, Mary Sears, la presidenta
del Primer Congreso Oceanográfico de Estados Unidos. Fue Mary Sear la que,
admirada por su trabajo, la introdujo en el Instituto Scripps, en la Jolla,
California, y allí residió hasta 1969, investigando sobre plancton y dinámica
oceánica. Entre 1959 y 1961 sus investigaciones se centraron en el mar del Sur
de China y en el Golfo de Tailandia. En 1967 se doctoró en Biología. Tres años
después es contratada como bióloga investigadora en el Centro Científico
Pesquerías del Sudoeste de Estados Unidos, donde trabajó hasta su jubilación en
1987. Falleció en el año 2005, en La Jolla, California, donde residía su hija.
Nos
dejó el legado de más de cien artículos y un nombre español que figura en La Encyclopedia of World Scientists,
donde se encuentran los mejores científicos de todo el mundo; pero, sobre todo,
nos legó el ejemplo de su fortaleza y constancia a la hora de llevar adelante
su fructífera vocación, en tiempos difíciles.
Su
tierra natal no la olvidó y en 1993, le concedió la Medalla de Plata de la
Junta de Galicia. En el año 2011, su hija, por deseo de su madre, donó a la
concejalía de Cultura del Ayuntamiento de La Coruña su biblioteca científica,
cuyo contenido, libros, mapas, dibujos y correspondencia con científicos de
todo el mundo, pasó a disposición de los estudiantes gallegos. En el año 2015
fue elegida por la Real Academia Gallega de Ciencias para celebrar “El Día de
la Ciencia en Galicia” con un homenaje a su figura.
Tampoco
la olvidará el mar. Desde 2012 un buque oceanográfico lleva por nombre, Ángeles
Alvariño.
MARÍA LUISA MAILLARD
SERÁ EL
László
Tóth es un famoso arquitecto judeo-húngaro que llega a Estados Unidos para
intentar reconstruir su vida tras sobrevivir al holocausto. Tóth tiene dos ejes
sobre los que gira todo su mundo: el amor a su mujer Erszébet, atrapada junto a
su sobrina en la Europa oriental, y su fuerza creadora. Es el judío errante
buscando una patria donde asentarse y poder sentirse en casa sin lograrlo.
“Nadie nos quiere” exclama en algún momento de la narración.
La
película se abre con una escena en la que el protagonista, forzosamente
inclinado, ve la Estatua de la Libertad al revés, mientras una voz en off lee
una carta de su esposa en la que afirma: “Quienes más libres se creen, son lo
que más lejos están de la libertad”. Esta magnífica apertura, acompañada de una
música acorde, nos deja clavados en el asiento aguantando el aliento porque el
director ya nos indica que en el país de las libertades no todo son oportunidades
para los recién llegados y unas primeras imágenes poderosas que nos anuncian la
calidad de lo que vamos a ver.
El protagonista llega a Pensilvania donde es
acogido por un primo y su esposa católica. Le dan trabajo en su tienda de
muebles y le proporcionan una especie de escobero para dormir. Pero la
generosidad y la compasión tienen las alas muy cortas con el diferente y pronto
se verá en la calle, durmiendo en un albergue para los sin techo y trabajando
desescombrando carbón. Allí, es descubierto por Harrison, un multimillonario
conocedor y admirador de su obra en Europa, quien decide darle un techo y un
trabajo. Y aquí, tras el prólogo, es dónde realmente empieza la película, pero
ya estamos fascinados y absortos sintiendo que observamos una obra que nos adentra,
paso a paso, en la excelencia.
Harrison
es poseedor de una gran fortuna y se muestra como un mecenas generoso al que le
gusta presumir y mostrar, a su amplio y selecto círculo social, su
magnanimidad. Este filántropo quiere levantar, en una de sus propiedades, un
edifico comunitario con múltiples usos sociales y religiosos que le encarga a
Tóth. Pronto veremos que la liberalidad de Harrison esconde sentimientos
ambivalentes hacía el brillante arquitecto. Harrison lo tiene todo, menos el
fuego creador y el talento que derrama a raudales un judío enfermo y drogadicto
que, aún inmerso en un bucle de autodestrucción, no cederá un milímetro para
llevar a buen puerto su obra, y no escatimará esfuerzos para lograr traer desde Europa
a su esposa y a su sobrina.
En
un viaje a Italia que hacen juntos, empresario y arquitecto, para comprar
mármol, Harrison se dará cuenta que la fuerza creadora no se puede comprar.
Puede adquirir materiales caros a golpe de chequera, pero no puede darles vida.
La admiración dejará paso a la rabia: un judío torturado por los nazis y
consumido por las drogas tiene lo que él nunca conseguirá. Podrá destruirlo y
vejarlo, pero eso no le dará el don creativo ni la altura ética de un hombre
que no se deja corromper. El que parece, a simple vista, un despojo humano sigue
luchando contra el destino sin venderse ni doblegarse. ¿Qué puede provocar más
rabia y odio?
En
la segunda parte de la película, —tras un breve descanso—, aparecen la esposa y la
sobrina de Tóth que han logrado dejar Europa. Ambas están traumatizadas por las
experiencias vividas y enfermas. El dolor físico y mental, como le sucede al
personaje principal, dan cuentan del horror vivido. Ya en un país próspero y
libre, comprenden que no son bien recibidas. Sucedió en toda Europa, los judíos
víctimas del nazismo fueron, cuando volvieron a sus países de origen, echados
de sus casas y de sus tierras. Pero la esperanza siempre estará presente en sus
vidas. El edificio comunitario que Tóth intenta sacar adelante, se inspira en
los campos de concentración nazis donde ha estado encerrado: habitaciones
pequeñas, estrechas, pero techos altos abiertos a la luz que ilumina la
oscuridad interior desde arriba. Y como colofón, una gran cruz que se reflejará
y ampliará su sombra según le dé la luz. ¿Un homenaje a otro judío que fue
colgado en una cruz por predicar la hermandad y el humanismo?
La narrativa es tan rica que se necesitaría
verla más de una vez para abarcarla. Es imposible que en un solo visionado alcancemos
a comprender toda su complejidad. Nos
habla del dolor, de la culpa de los sobrevivientes de los campos, del
capitalismo que piensa que se puede comprar todo y a todos, de la vergüenza
ante las víctimas por eso se les rechaza, del amor y, sobre todo, de la lucha
por seguir adelante y encontrar un lugar exterior e interior donde sentirse en
casa.
La
labor de los actores es espectacular, pero sobresale la de Adrien Brody en el
papel de Tóth. No interpreta un papel, él es
László Tóth. El trabajo del joven director, Brady Corbet, inconmensurable.
La calidad de las imágenes y el monumento narrativo que plasma en la pantalla
es de una calidad hipnotizante. Una obra épica, con tintes shakespearianos, que
nos evoca lo mejor de la obra de Ford, Orson Welles, Coppola… Yo la he visto, cuando escribo estas líneas,
hace cuarenta y ocho horas y todavía estoy bajo el dominio de esta apabullante
y sobresaliente película.
ISABEL BANDRÉS
Tras
la muerte del Sumo Pontífice, el cardenal Lawrence (un magnífico Ralph Fiennes)
es designado como responsable para reunir a los cardenales repartidos por el
mundo en cónclave y elegir un nuevo Papa. La mayoría de los reunidos son
hombres de fe que buscan lo mejor para la iglesia, pero pronto nos daremos
cuenta de que no todos están de acuerdo en lo qué es mejor para la institución
y que a unos cuantos les mueve más la ansiedad del poder que la fe.
Existe
una lucha abierta entre los aperturistas, los provenientes del tercer mundo y
los que les gustaría que la Iglesia volviese al tiempo de las cavernas. En
medio de un espectacular escenario, iremos conociendo al conservador cardenal
africano, Adeyemi; al retrógrado Tedesco, patriarca de Venecia; al hipócrita
cardenal Tremblay; al liberal cardenal Bellini… Y todo un entramado de
intereses que les hace pugnar por ser el próximo Papa.
Hay
en la película un ritmo protocolario en las sucesivas rondas de votaciones, en
los recuentos de votos, en la preparación del fuego para anunciar o no la
elección del sucesor, que le da a la narración un empaque de solemnidad y que
se mezcla con la investigación detectivesca que emprende el cardenal Lawrence
para intentar descubrir quién hizo trampas, quién extendió bulos, dónde están
los documentos probatorios… Y todo esto, magníficamente fotografiado. Poco a
poco, en medio de las intrigas, se irán cayendo las máscaras e iremos conociendo
el perfil psicológico e ideológico de cada uno de ellos que irán cambiando su
voto según se van desarrollando los acontecimientos. Tampoco falta la presencia
de una mujer, Isabella Rosselini, magnífica en su interpretación de una monja con
poder y fuerte personalidad.
La
película se sigue muy bien y es sumamente entretenida. La lucha por el poder
siempre tiene su morbo. Los actores son todos fantásticos y creíbles. Lo peor, un
final inverosímil que lastra, en mi opinión, la narración. Una buena película
que hace que nos preguntemos por el papel que debería tener la Iglesia en el
mundo actual.
ISABEL
BANDRÉS
CESÁRIA ÉVORA
SUSI TRILLO
Cesária Évora (Cabo Verde 1941-2011) fue conocida como “La diva
de los pies descalzos”, por su costumbre de salir de esta manera al escenario
—en fraternidad con los desamparados de Cabo Verde y por compromiso con la
libertad de su pueblo—, también como “La reina de la morna”, esos cantos
lentos llenos de melancolía que definiría el escritor Manuel Melo como “bien
que se padece y mal que se disfruta”.
La morna, como el fado (destino), era música de
bares mucho antes que de grandes teatros o salones y así comenzó a cantar Cizé
(apelativo familiar de Cesária), a los dieciséis años, por las tabernas de su
Mindelo natal, obteniendo como pago apenas unas copas de groge, el
aguardiente caboverdiano elaborado con caña de azúcar, que la tuvo alejada del
mundo toda una década, de 1975 a 1985.
Fue su compatriota y cantante-baladista Bana (Adriano
Gonçalves), quien consigue que cante en Portugal y en París, donde conoce al
que habría de ser su representante hasta el final de sus días, José da Silva. Así
despega su carrera, cumplidos ya los cincuenta años, que la lleva a dar la vuelta
al mundo un par de veces y a ganar un Grammy en 2004 por su álbum Voz d’amor.
Después de su primer trabajo La Diva aux pieds nus en 1988, aparece Miss
Perfumado en 1992 que la catapulta a la condición de estrella internacional
y se suceden los éxitos: Sodade, Sao Vicente di longe, Café Atlántico...
Su fama llegó a ser tal en Francia que el presidente Jacques
Chirac le concedió la Orden de la Legión de Honor.
Se dice que su fama mundial le reportó a esta artista más de 50 millones de dólares, que ella destinó íntegramente a mantener el sistema de salud y educación primaria de su país. En agradecimiento, sus conciudadanos le erigieron una estatua que la recuerda en la isla africana de Sao Vicente y el aeropuerto de Cabo Verde lleva ahora su nombre.
En su biografía, la periodista francesa Véronique Mortaigne cuenta que cuando regresaba a su casa, en la isla de Sao Vicente, se ponía a
cocinar para cuantos acudiesen; su puerta estaba siempre abierta.
Pude verla por primera vez en la Sala Caracol de Madrid y, a
cada nueva visita que hacía a nuestra ciudad, venía acompañada de más y más
músicos, sin mayor aportación… solo por dar trabajo a cuantos podía. Vino
bastante a cantar a España y aunque no era lo que se dice “un animal escénico”,
fascinaba desde el primer momento con su voz, que era tan enorme como su
corazón.
SUSI TRILLO
SODADE
https://www.youtube.com/watch?v=gpclcT9ahxc
SANGUE DE BEIRONA
https://www.youtube.com/watch?v=X-5y1wOw6NQ
PETIT PAYS
https://www.youtube.com/watch?v=DeLUGn7qYP8
FATALIDADE
https://www.youtube.com/watch?v=__WUY2eP-3g
https://www.youtube.com/watch?v=GrDHCxXF318
BÉSAME
MUCHO