DAMOS LA BIENVENIDA A CENTRAL LIBRERA
DE FERROL
Podéis encontrar nuestras biografías
de mujeres relevantes en la librería CENTRAL LIBRERA, de Ferrol – A Coruña.
CENTRAL LIBRERA es una librería familiar,
situada en la ciudad gallega de Ferrol (A Coruña). El equipo de Central Librera
ofrece el mejor servicio a los lectores en Galicia y en otras partes del mundo.
Tiene una larga tradición; desde 1950, el año de su fundación, apuestan por un
servicio excelente y por la especialización. Su actividad principal es la venta de libro
nuevo, con las siguientes especialidades: náutica, libros técnicos, literatura
en gallego y español, libros de texto y papelería.
Son una
librería con arraigo local y enfoque internacional.
C/Dolores nº2
15402, Ferrol
(+34) 981 352 719
FELICITAMOS A DOS NUEVAS CAMPEONAS ESPAÑOLAS
Foto Marca |
MÓNICA GIMENO
CAMPEONA DE EUROPA DE PATINAJE ESTILO LIBRE
Foto Marca |
MARÍA BERNABÉU
SUBCAMPEONA MUNDIAL DE JUDO
MUCHAS FELICIDADES A LAS DOS
¡¡SOIS TODO UN EJEMPLO!!
CENA DE NAVIDAD DE AMMU
DÍA 11 DE DICIEMBRE, 21:00 H
C/ Alfonso XII, Nº 4 - Madrid
TERTULIA LITERARIA
Con gran afluencia de asistentes tuvo lugar el pasado 27 de noviembre, la tertulia dedicada a Carmen Martín Gaite, en la que Natalia Velasco, autora de nuestra próxima biografía sobre esta escritora, hizo una brillante introducción.
PRÓXIMA TERTULIA JUEVES 22 DE ENERO
LIBROS A COMENTAR:
En Léxico
familiar (1963), su obra más admirable, leída hasta la
saciedad en varios idiomas desde su aparición, se reúnen las razones de la
narrativa entendida como catarsis y las pequeñas virtudes del narrador de raza
que no necesita de alardes técnicos o laberínticas intrigas para ganarse a un
lector que ella convierte párrafo a párrafo en su compañero de viaje, en su
amigo invisible. La vasta cultura de Natalia Levi, de otro lado –nacida del
entorno familiar, de su esposo Leone Ginzburg, incansable antifascista turinés,
y de Cesare Pavese y sus amigos de la editorial Einaudi, en la que trabajó
tantos años– no la condujo a la hojarasca retórica, sino al esmero de querer
narrar acariciando los detalles y haciendo de su entorno cotidiano y de su
universo emocional un lugar que el lector, sin saber muy bien cómo, hace suyo.
Pertrechada con infinitas lecturas de Proust, heredadas de su mamá, que le
dieron el tono intimista y los mecanismos de la memoria afectiva, Ginzburg
relata aquí su infancia envuelta en la vida cotidiana de una familia judía y
antifascista en los tiempos revueltos de Mussolini y la tiranía nazi en que la
ideología pudo con la vida humana. Luminosa en algunas páginas llenas de
griterío y de color, esa infancia se oscurece en otras por la rigidez con la
que Beppo Levi, su padre agridulce, ateo y librepensador, conduce su educación
y la de sus hermanos. Y llegado el momento de los sombríos episodios del
destierro a los Abruzzos con Leone y sus niños pequeños, la muerte del marido
en la cárcel de Roma o el suicidio de su amigo Pavese (“Había hablado durante
años de suicidarse. Jamás le creyó nadie. Cuando los alemanes invadieron
Francia y venía a vernos a Leone y a mí comiendo cerezas, ya hablaba de ello”)
la obra podría adquirir unos tintes melodramáticos que Ginzburg evita siempre
desde la contención narrativa.Léxico
familiar teje con palabras un tapiz sentimental que en
ocasiones avanza parsimonioso porque conviene elegir adecuadamente la palabra
que mejor convenga en cada encrucijada del recuerdo. Se diría que las palabras
de Ginzburg saben que están ahí, en las líneas de la página, cumpliendo a
rajatabla con su papel trascendente y testimonial. En las palabras que un día
se escucharon o se pronunciaron, como en las imágenes o en los olores, se
agazapa nuestro pasado, y ellas parecen determinar el paso del tiempo y nuestra
propia identidad. Así, en “Las relaciones humanas”, uno de los ensayos
recogidos en su célebre Las
pequeñas virtudes (1962), que habría que entender como un texto a
todas luces precursor de su novela Léxico
familiar, la autora de Nuestros
ayeres (1952) escribe que “entramos en la adolescencia
cuando las palabras que se intercambian los adultos entre sí nos resultan
inteligibles”. El tejido verbal de las palabras sustenta el tejido social de
las relaciones personales (“en el centro de nuestra vida está el problema de
nuestras relaciones humanas”, señala en su ensayito de Las
pequeñas virtudes), y es en la infancia cuando se aprende esta
lección que Ginzburg ilustra en Léxico
familiar, un ejercicio narrativo de autobiografía que su
autora, sabedora de las traiciones de la memoria y de aquella máxima que Gabo
no se cansa de repetir –a saber, que la vida no es como la vivimos sino como la
recordamos, y el recuerdo bebe del mismo venero que la imaginación– arrima a la
ficción subrayando que “sólo he escrito lo que recordaba. Por eso, quien
intente leerlo como si fuera una crónica, encontrará grandes lagunas. Y es que
este libro, aunque haya sido extraído de la realidad, debe leerse como se lee
una novela”. Las anécdotas y vicisitudes aquí narradas de sus hermanos, de los
Balbo, de las charlas en el Café Platti de Turín, frente a Einaudi, de su amiga
Lisetta (que “no había cambiado demasiado desde la época en que montábamos en
bicicleta y me contaba las novelas de Salgari”), de sus hermanos Gino o Mario
con trajes nuevos del sastre Maccheroni, de su tío Silvio musicando poemas de
Verlaine, se dan la mano con las de Madame Verdurin, Odette o monsieur Swann. Ginzburg, esa voz atormentada y sutil que atesora buena
parte de la grandeza narrativa de la literatura italiana contemporánea,
aprendió de sus inicios neorrealistas y se convirtió en una retratista
excepcional que fotografía con palabras con tal precisión que llegamos a pensar
que formamos parte de la imagen que leemos, y que también nosotros recordamos haber visto cómo “a
medianoche, Pavese cogía su bufanda del perchero, se la echaba rápidamente al
cuello y cogía el abrigo. Se iba por la avenida Francia, alto, pálido, con las
solapas levantadas, la pipa apagada entre sus dientes blancos, su paso largo y
su huraña espalda”. Léxico
familiar, novela de poderoso magnetismo, resulta una amalgama de fraseos simples, palabras justas,
irónicas sutilezas y proustianas banalidades aparentes que en realidad recrean
la psicología de todo un mundo, costumbrismo en el más alto sentido de la
palabra, terrores personales que menguan cuando se narran, la música callada de
un debate insinuado entre el valor de la acción y el valor de la palabra (estás
páginas son también las memorias de una mujer de acción y de palabra) o una
reflexión no confesada acerca de la soledad y del diálogo con uno mismo a
través del acto de escribir.
Más allá de su
posición central en la cultura italiana de la segunda mitad del XX, leyendo
manuscritos de Calvino, Primo Levi o Elsa Morante, coetánea de Bassani y actriz
enEl Evangelio según San Mateo de Pasolini, no
existe duda de que las musas del arte le concedieron el don de la palabra, que
ella supo enseguida aplicar con esmero a la tarea de escribir para sentirse
viva, en realidad para confesar que ha vivido, y confesárnoslo de la mano del
discreto encanto de la autobiografía que siempre acompañó su obra,
desgarradora, porque vivió un infierno, y a un tiempo entrañable, porque
escogió contárnoslo con una afectividad redentora, con las palabras convertidas
en un cielo protector.
LETRAS LIBRES
Franz Hessel fue uno de los grandes practicantes y defensores de
ese programa que los surrealistas denominaron “deriva”. Como explica José
Muñoz-Millanes en el prólogo “este peculiar modo de moverse por la gran ciudad
se define por vía negativa. El moderno flâneur no merodea por las afuera de las
ciudades en busca de la naturaleza, ensimismado, inmerso en sus pensamientos,
como el paseante solitario de Rousseau o del romanticismo. El moderno flâneur
está volcado hacia lo que lo rodea, pero no hacia lo aparente: lo exótico, lo
pintoresco que llama inmediatamente la atención de los turistas. Ni tampoco
hacia lo monumental o lo destacado que arrebata a los historiadores y a los
estudiosos del arte”.
Se trata, como el propio Hessel dice, no de pasear para percibir
la ciudad, sino de caminar tras un rastro: el del pasado en el presente. Y al
mismo tiempo, el del propio presente que pasa desapercibido para la mayoría de
los ciudadanos: personas ajetreadas que en su ir de acá para allá a toda prisa
apenas tiempo de fijarse en los detalles. Y es que para ser un flâneur
moderno es condición primera y necesaria, dice el autor de Paseos por Berlín,
estar desocupado. O al menos, pasear sin rumbo fijo, dejándose llevar por la
curiosidad y las emociones. En suma, caminar a la deriva. Algo que, como
Hessel dice, le convierte en seguida en un bulto sospechoso para la mayoría
ajetreada de las calles.
Como también se apunta en el prólogo de esta novela: “Todo lo
que Hessel considera elementos de a lectura que el flâneur efectúa del
exterior de la ciudad (los gestos, las modas, las fachadas, las estatuas, las
verjas [...]) adquiere un ambiguo carácter de interior porque, al igual que los
muebles y accesorios de las casas, se le ofrece cargado de tiempo: constituye
una multitud de lugares vividos donde ha quedado depositada la memoria
impersonal, colectiva, de la ciudad”
Mitad cuaderno de viaje, mitad reflexión sobre el proceso de
cambio de una ciudad entre dos crisis (el Berlín de la República de Weimar),
estos “Paseos por Berlín” requieren del lector el mismo ritmo de paseo y
la misma desocupación con que fueron escritos, así como un semejante amor por
los detalles, por la pequeña historia y por la ciudad recóndita.
Quizás uno de los más notables ejemplos (el mejor, sin duda,
fuera de Francia) de la literatura de la deriva, y de lo que se ha dado en
llamar psicogeografía, esta obra de Hessel es
producto no sólo de una estética, sino también de una política que hoy, en
plena fiebre por el movimiento y en el mayor momento de los no-lugares, nos
puede parecer lejana, pero que no puede dejar de conectarnos con ese viejo, gratuito
y social placer del paseo, de la deriva.
Mundo Crítico Revista Literaria y de Pensamiento Crítico
PRESENTACIÓN DE NUESTRA BIOGRAFÍA Nº 30
¡ YA A LA VENTA!
EN I.E.S. JUAN DEL ENZINA, LEÓN
De izda. a dcha.: Manuel González Alfayate, Simón Valcárcel (autor de la biografía), Susi Álvarez,
María Luisa Maillard y Amelia del Caño
ÁRBOLES SAGRADOS
El pasado
25 de noviembre, en la galería ACERVO de Madrid tuvo lugar la presentación del
último trabajo de la artista y asociada de AMMU, Rosa Mascarell: Árboles
Sagrados.
Una exquisita labor de
recreación artística plasmada en una serie de obras inspiradas en las
ilustraciones de diversos Códices Medievales sobre los Comentarios al Apocalipsis de San Juan del Beato de
Liébana (S. VII).
Palmera
Árbol. Códice de San Andrés del Arroyo.
|
Árbol de la Jerusalén celeste
No hay comentarios:
Publicar un comentario