miércoles, 1 de octubre de 2025

 


¿Qué te sugiere la palabra “progreso”?
Es un hecho innegable, aunque a veces, parezca estar de regreso.

¿Qué cualidad valoras más en el ser humano?

Que se asemeje bastante lo que hace con lo que dice.

¿Cuál consideras que es su peor defecto?

La inflación del yo.

Color favorito.
Granate.

Si tuvieses más tiempo, ¿en qué lo emplearías?

Leer, pasear, escribir, como sinónimos de amar.

Animal preferido.
El zorzal y si es criollo, mejor.

Elige un paseo.
Por la playa, al amanecer.

¿Cómo combates el miedo?
Cantando un tango a voz en cuello.

¿Qué habilidad te gustaría tener?
Disparar bien con arco y flecha.

¿Qué opinas de la IA (Inteligencia artificial)?
No la he utilizado todavía como para comentar. Aún así, creo que —como todos los grandes avances—, dependerá de su uso.

¿Crees que ha cambiado la percepción del tiempo?
Si, creo que además de qué hacer con el tiempo, ahora se nos plantea que siendo el Tiempo quien nos tiene, cómo hacer frente a ello.

Autor literario preferido.

Julio Cortázar.

Ciudad donde vivirías.

Santillana del Mar.

Elige una parte del día.
El atardecer.

¿Echas de menos el silencio?
No, él me habita.

Contesta el cuestionario: Emilio González Martínez

Fecha: 22-09-2025


EMILIO GONZÁLEZ MARTÍNEZ

Nacido en Buenos Aires en 1945 y exiliado en España desde 1977, pertenece a la Asociación Escritores de Rivas. Poeta y psicoanalista, formado en la Escuela de Poesía y Psicoanálisis Grupo Cero, ejerció en Madrid, Ibiza, Barcelona y en Rivas desde 1997 hasta 2017. Desde ahí hasta el presente en el Gabinete de Psicoanálisis en Arganda del Rey Ha publicado los poemarios: El otro nombre (1986), Tragaluces (1991), Talleres de poesía (1995 en colaboración), Hojas debidas (2001), Escoba de quince (2014), Palabrando (2016), La vida es una herida absurda —poesía reunida— (1986-2016).

También ha publicado: Inconsciente como Lenguaje. Del signo en Saussure al significante en Lacan (1987), Psicoanálisis de la angustia (1994); Moral y ética en psicoanálisis (2005), La vida cotidiana al diván (2007), El deseo en la vida cotidiana. La ética del Psicoanálisis (2007), La sexualidad y el poder desde el psicoanálisis (2009) y Nuestras cosas de todos los días (2010). Ha colaborado en los libros Neurosis, Perversión y Grupalidad (1994), Medicina Psicosomática (1996) y Vigencia de Sigmund Freud. La transferencia (1998). Participó en el libro Rivas, una mirada escrita (2012) y también en la antología de la Hermandad Poe Anatomías secretas (2013). Su última publicación ha sido: Sobre el paciente que más me preocupa que vio la luz en Buenos Aires.


IN MEMORIAM

JAMES NOLAN

MI AMIGO AMERICANO
MARÍA LUISA MAILLARD

“Al igual que la ciudad multicultural a la que regresó después de sus viajes, su prosa emanaba la inefable calidad de Nueva Orleans, como el dulce olivo que florece inesperadamente tras la Catedral de San Luis” (Andrei Codrescu).

A James Nolan, Jimmy para los amigos, le gustaba reír. Era vital, buen conversador, muy sociable y de un humor vitriólico a la hora de detectar la deriva de las sociedades occidentales. Fue el primero que me habló, a finales de los años 80, de la conversión de las ciudades en parques temáticos y del sustrato puritano de “lo políticamente correcto”. Nos parecía un americano atípico y bullanguero, pero bajo esa faceta jovial de su personalidad, se escondía un profesional muy serio, un excelente poeta y un pulcro conocedor de su oficio de escritor.

En alguna ocasión le oí decir que él prefería considerarse caribeño. No le faltaba razón. Había nacido en Nueva Orleans en una familia criolla de origen francés e irlandés, que llevaba cinco generaciones afincada en el “Barrio Francés”. Había nacido “durante el huracán sin nombre que asoló Nueva Orleans en 1947”, y había sido llevado a la casa familiar en una barca por las calles inundadas, según escribió en sus memorias Riesgo de fugaMemorias de un chico malo de Nueva Orleans. Esa herencia, concretada en la figura de su abuelo y su saber de las cosas de la vida, lo acompañó siempre. Orientó su mirada crítica hacia la sociedad americana y también su reacción ante el huracán Katrina de 2005. Su segunda herencia fue su adscripción temprana a la Generación Beat. Nunca dejó de ser un poeta arraigado, tanto en la carne de la realidad como en su magia. En1974 publicó su primer libro de poemas Por qué vivo en el bosque, al que siguió Lo que se mueve no es el viento, en 1980.

En esa fecha ya había abandonado el futuro de una vida académica y se había vacunado contra el incipiente movimiento de “lo políticamente correcto”, que vivió en las aulas universitarias americanas. Después de doctorarse en la Universidad de California, optó por deambular por el mundo: América Central, San Francisco, Florida, Nueva York, Vermont, China, Bangkok y en 1979 arribó a Barcelona, con una beca Fulbright, como lector de la Universidad Central. Y Jimmy, el caribeño, se enamoró de España, de la España de los años 80 y de esos españoles “que lo hacían todo al revés de las normas norteamericanas”. Ya nunca dejó de acudir a la periódica cita con sus amigos españoles, cada vez más espaciada, conforme España, no sus amigos, iba cambiando y el huracán Katrina, uno de los más mortíferos de Estados Unidos, asoló su ciudad natal, en agosto de 2005. Había que colaborar en reconstruir la ciudad de sus ancestros. Y Jimmy regresó al Barrio Francés de Nueva Orleans: “En el momento en que las luces vuelvan a encenderse, estaré de vuelta en casa, abriendo las persianas y mirando hacia una calle del Barrio Francés”, escribió.

A Jimmy le gustaban la nocturnidad, las tertulias llenas de humo, la espontaneidad de las relaciones, la comida casera y sabrosa, los largos paseos, el flamenco, los piropos, las puertas abiertas... todo lo que denominaba sanas costumbres, cuya pérdida lamentaba en su país y que él había conocido recorriendo con su abuelo las calles del Barrio Francés —donde no había flamenco, pero sí jazz. Había traducido a Pablo Neruda para la revista Thunder city Press y en su estancia en Barcelona se embarcó en la traducción de Jaime Gil de Biedma que publicó en 1993 en la editorial americana Longing. Yo lo conocí en el Madrid de finales de los 80.

Estaba disfrutando de un año sabático para concluir mi tesis doctoral y había decidido abrir mis fogones una vez a la semana, para los amigos que quisieran compartir mi mesa. Y un buen día Jimmy se presentó en mi casa. No habíamos coincidido, como pensé inicialmente, en mi juventud barcelonesa, simplemente, se presentó y nos deslumbró con su desbordante vitalidad. Algún amigo común le habría dado mi dirección. A partir de ese momento, Jimmy formó parte de mi vida. Nunca dejó de acudir a mi casa, y en una ocasión acudí yo a la suya en Nueva Orleans.

James Nolan y María Luisa Maillard

Compartimos la aventura de la creación de una editorial efímera en el año 2004, en la que publicó Fumadores en manos de un dios desconocido, recopilación de una serie de artículos sobre la deriva de las sociedades occidentales, desde su epicentro en Estados Unidos: la obsesión por una “vida sana” que acaba medicalizada, la conversión del centro de las ciudades en parques temáticos o la sustitución de la realidad de hombres y mujeres por el ambiguo término de “género”. Esta última deriva consistía, según él, en la manipulación de lo más sagrado para un poeta, las palabras: “Las palabras se nos imponen desde arriba, y son una negación de todo aquello que para nosotros es verdad”, escribió en su artículo “Mujeres de género”. En marzo del año 2020 colaboró desde Nueva Orleans en el número de Revista de Occidente, que yo coordinaba, con el artículo “¿Cómo pronuncias latinx? Acoso sexual, la picota puritana y la ideología de género”.

En uno de nuestros últimos encuentros, estaba ya centrado en su labor narrativa. Había publicado una colección de cuentos, Cuidado perpetuo, que obtuvo el Premio Jefferson en el año 2007, y su primera novela, Tierras altas, había logrado la Medalla de Oro Faulkner Wisdom, amén de muy buenas críticas. Y es que su ciudad natal fue la que le proporcionó la inspiración que necesitaba su inmenso amor por la vida y su mirada compasiva y burlona hacia sus semejantes. La novela fue publicada en 2011 en la Universidad de Lafayette, donde impartía clases de creación literaria. El título era un homenaje a una canción de 1973 de Stevie Wonder, emblemática de la Generación Beat: Mira a tu alrededor y deja atrás el pasado, la contemplación de la vida y su riqueza te hará alcanzar las montañas más altas. En el año 1915 publicó una colección de cuentos, No me conoces, que recibió la Medalla de Oro de los Escritores Independientes. Ese mismo año, regresó a la poesía con Borracho de sal y en el 2018 insistió con una serie de poemas recopilados sobre Nueva Orleans, Aguas sucias.

Algunos libros de James Nolan

En el año 2017 publicó sus memorias bajo el título, ya mencionado Riesgo de fuga, en las que introdujo algunos artículos publicados en el St. Petersburg de Florida y en La Vanguardia de Barcelona. Allí relataba su vivencia del huracán, que resumimos porque nos da la medida de la esencia de su personalidad. Cuando se dio la orden de evacuar la ciudad, Jimmy se mantuvo fiel a sí mismo y a las enseñanzas de su abuelo. Se encerró con unos amigos en su casa del Barrio Francés, aseguró las persianas de madera y se abasteció de una radio de baterías, víveres, agua y hielo. Luego, cocinó una comida de tres platos y con una botella de vino brindaron por Katrina y esperaron el huracán, mientras la televisión seguía transmitiendo las imperiosas órdenes de evacuación. La casa resistió el envite, como la mayoría de las casas del Barrio Francés, mientras los imponentes edificios construidos después de 1910 “fueron masticados y escupidos”. Otra cosa fueron los días posteriores: saqueos, violencia y órdenes contradictorias. Se imponía la evacuación, a la vez que se cerraba la ciudad y no se proveía a sus habitantes de autobuses para abandonarla. El libro recibió el premio Next Generation Indie Book en 1918. Jimmy había vuelto a su ciudad.

La última vez que nos encontramos estaba muy contento con la evolución de su trayectoria literaria y ahora vivía en una vieja mansión del Barrio Francés y se había convertido, según su amigo Andrei Codrescu, en “un auténtico aristócrata de Nueva Orleans”.

James Nolan con Susi Trillo, en actitud frecuente

Se había centrado en su carrera literaria y continuó en ese camino hasta sus últimos momentos, hace apenas un par de meses, en que nos carteamos. Aunque le había irritado mucho el triunfo de Trump, ya no quería saber nada de política. Estaba en el mundo de las palabras.

A Jimmy le gustaba reír. Falleció el 22 de agosto, dejándonos en el aire una huella imborrable. Su imagen está depositada en nuestra memoria y siempre viajará con nosotros.

MARÍA LUISA MAILLARD





ESPEJO
NATALIA VELASCO

Madre e hija entraron en el despacho y preguntaron si había plaza para cursar 4º de la ESO. Les contesté que sí, que teníamos plazas disponibles, y les pregunté si estaban empadronadas en la zona o si se habían mudado recientemente, ya que estos eran los requisitos para formalizarla. Respondieron afirmativamente y me entregaron la documentación. Al observar que el curso pasado la alumna había cambiado dos veces de instituto y que no aparecían calificaciones ni en el primer ni el segundo trimestre, aunque hubiera recuperado todo en el tercero, me sorprendí. La madre, nerviosa, intentaba dar explicaciones, balbuceaba, buscaba las palabras adecuadas con la humildad del que se siente en inferioridad de condiciones, del que tiene miedo a ser juzgado y busca esquivar la verdad o rodearla, o ponerle un velo y que quede suspendida en el aire, en un decir a medias, pensando que hay algo de vergonzoso en lo que va a exponer, algo que es mejor susurrar o callar. He vivido tantas veces momentos así, con ellas, madres e hijas, que huelo la inquietud como un perro de caza y sé que la única fórmula para que aflore el relato de lo vivido es templar la mirada, distender el gesto y entregar la confianza a corazón abierto. Y entonces llega, la verdad, sin tapujos, protectora.

La alumna sufrió acoso en un primer centro y la madre la cambió a otro que estaba cerca de su trabajo, pero allí fue acosada de nuevo con mayor intensidad. Hasta ese momento, yo no había interaccionado con la alumna, aunque me sedujeron sus ojos grandes y luminosos, enmarcados en unas gafas redondas que ocupaban un tercio de sus mejillas. Lucía una sonrisa estática de un aire apacible e intenso, casi inamovible, y pensé que esa sonrisa estaba envuelta en algún fármaco de la felicidad, como la lírica. No sé quién tuvo la brillante idea de llamar así a un ansiolítico, teniendo en cuenta que lírica es la forma poética de manifestar emoción, entusiasmo o exaltación y que es, precisamente eso, lo que necesita el paciente. No me había equivocado. Para sorpresa de la madre, la alumna empezó a relatar lo vivido, los insultos, la hospitalización de más de veinte días por las lesiones autoinfligidas, la fuerza mental que necesitó para reponerse y a pesar de todo, sacar el curso adelante, la fe en el conocimiento y en la educación como tabla de salvación. 

En su relato apareció la figura del padre; había emigrado de Ecuador con su madre hacía ya veinticinco años y ella y su hermana nacieron en España, eran españolas, aunque los acosadores le increparan con un “panchita de mierda, vete a tu país” y ella no hubiera sabido plantarles cara. Me habló de la difícil convivencia con su padre al que respetaba, pero con el que luchaba a diario para poder seguir estudiando, puesto que, para él, las mujeres no tenían que tener estudios, sino hijos, y ocuparse de ellos y del marido; con este padre que trataba a su madre como a una criada porque las mujeres deben obedecer y servir y conformarse. Me habló de sus intentos por cambiarlo, de sus tibios enfrentamientos con él, de su silenciosa manera de plantarle cara y de su miedo a que no la dejara seguir estudiando. Me dijo que por nada del mundo se iba a casar y que si tuviera hijos, los adoptaría. Su suerte, porque, al fin y al cabo, haber nacido en Madrid era una suerte, tenía que reverberar en la vida de otros menos afortunados. Mientras yo le tendía la mano (como hicieron antaño mis profesores de instituto conmigo) y fijaba mi mirada en sus ojos grandes como soles, las lágrimas se deslizaban silenciosas por las mejillas de la madre. Fue entonces cuando apareció el espejo y mi alma quedó reflejada en Michelle, atrapada en un pueblo de la meseta castellana cuarenta años atrás. El tiempo, inalterable, como un lago inmenso cubriéndolo todo, desde las islas galápagos hasta la península ibérica, se volvió una pista de hielo, tramposa y resbaladiza.

Sin embargo, las pavesas que se habían ido instalando en mi corazón, se transformaron en brotes verdes al ver que, Michelle, había apostado todas sus cartas al conocimiento. Recordé lo que dice Stephan Zweig en su libro El mundo de ayer, Memorias de un europeo: “Lo que uno ha descuidado en lo referente a sus músculos aún puede recuperarlo algún día, mientras que el impulso espiritual, la capacidad de captar del espíritu, tan solo se adquiere en los decisivos años de formación y sólo aquel que ha aprendido a expandir su alma a los cuatro vientos a tiempo, es capaz más tarde de abarcar el mundo entero“.

 NATALIA VELASCO
Madrid, 20 de septiembre de 2025




LAS GOLONDRINAS LEVANTAN EL VUELO
AL AMANECER
ISABEL BANDRÉS

Cuando escribo estas líneas, las pocas golondrinas que ahora emigran a nuestro país están levantando el vuelo y, en formación de uve, se van hacia África. Muchas no llegarán, es un viaje largo y arriesgado. Es un espectáculo hermosísimo verlas planear entre corrientes de aire siguiendo confiadamente a la guía. Observan, desde las alturas, las tierras calcinadas este verano por el fuego y a unos cuantos millones de locos atacándonos unos a otros sin visos de que nuestros problemas tengan alguna solución medianamente razonable. Me da pena verlas irse. Son unas aves tranquilas que se ayudan en todo: crianza, comida, nidos, viajes… Son fiables. Los humanos, no tanto y a veces, muchas veces, somos terribles y feroces entre nosotros.

El tres de septiembre, todos pudimos ver un impresionante desfile a paso de oca del ejército chino por la Plaza de Tiananmén, en la misma que en junio de 1989 el Gobierno Comunista masacró a unos 2.000 manifestantes contra el régimen. El desfile estaba presidido por Xi Jinping, Putin y Kim Jong-un y celebraba el 80º aniversario de la Victoria de la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la Guerra Antifascista Mundial. En realidad, era una demostración de poder ante el mundo y un aviso de su capacidad de destrucción. Dan miedo: su poder, sus armas, sus mentes… Unos días después, el 8 de septiembre, dimitió Bayrou en Francia cuando los diputados no aprobaron los Presupuestos Generales del Estado para 2026 que recortaban 44.000 millones de euros en servicios sociales. Francia tiene que hacer frente a una deuda que supone el 114 por ciento del PIB. “Ustedes, dijo, pueden derrotar al Gobierno, pero no pueden derrotar la realidad”. Francia, uno de los países fuertes de la UE, está a punto quebrar. Unos días más tarde, llegaron unos drones rusos a Polonia, unos cazas armados a Estonia y más drones a Dinamarca… Una equivocación, dicen los rusos. Más parece que Putin está tomando las medidas a Europa para ver qué traje a medida nos hace. Es bastante aterrador. Por otra parte, Trump ataca a la prensa libre y dice odiar a sus enemigos políticos y, de paso, desaconseja a las embarazadas tomar paracetamol. 


Los ciudadanos nos sentimos desamparados. Las reglas han saltado por los aires, el diálogo racional y la vía del consenso se hacen imposibles. Cuando escribo estas líneas todavía no ha terminado septiembre y nos espera un octubre terrible. Los tribunales tienen mucha tarea por delante. En algo coinciden los dos grandes partidos: acusan al Poder Judicial de lawfare cuando los que se sientan en los banquillos son de los suyos, la UCO es denostada cuando los investigados son los propios y ambos partidos se acusan recíprocamente de conspiraciones, bulos y fango. ¡Qué aburrimiento y qué cansancio! Los medios de comunicación de masas están enfrascados en una guerra mediática en la que abundan más los activistas políticos que el periodismo objetivo. El populismo va escalando posiciones día a día, los muros entre las fuerzas políticas son cada vez más altos y más gruesos a medida que la racionalidad desaparece del discurso público.

Ahora, lo que nos enfrenta es la palabra “genocidio” que antes del verano estaba prácticamente prohibida. Recuerdo que Margarita Robles la utilizó y no fue bien acogida por los miembros del Gobierno, pero ahora se escucha a todas las horas y en todos los medios. He de aclarar que pienso que Netanyahu lo que está haciendo en la Franja de Gaza es un genocidio y estoy a favor de que se declare a Palestina un Estado Independiente. Pero no hay que olvidar que fueron los terroristas de Hamás los que abrieron las puertas del infierno cuando el 7 de octubre 2023 entraron en Israel y mataron a 766 civiles israelíes y capturaron otros 255. ¿Por qué? ¿No sabían la respuesta? ¿No conocían al Gobierno ultra ortodoxo de Netanyahu? ¿Buscaban la convivencia pacífica entre dos vecinos que se odian? Más bien parece que lo que querían era un cambio de contrapesos en la zona. Hoy, día 25 de septiembre, Rusia e Irán están concertando un acuerdo para construir centrales nucleares en suelo iraní, lo que supone un desafío frontal con Estados Unidos. 

Netanyahu es una vergüenza para el pueblo judío. Contestó a la agresión recibida por Hamás de una manera atroz, terrible y desproporcionada matando a miles de víctimas inocentes. Son muchos los judíos que se han manifestado en Israel contra tanta atrocidad y piden el fin de la guerra. ¿Qué pensarían Hannah Arendt y Vasili Grossman, judíos y profundamente humanistas, que sufrieron los rigores del nazismo y del comunismo si vieran las atrocidades que se están cometiendo hoy en la Franja de Gaza? El judío Shylock, en El mercader de Venecia de Shakespeare, dice: “[…] ¿El judío no tiene ojos? ¿El judío no tiene manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No es alimentado con la misma comida y herido por las mismas armas, víctima de las mismas enfermedades y curado por los mismos medios, no tiene calor en verano y frío en invierno, como el cristiano?”. Ese mismo monólogo lo podría recitar hoy un palestino. ¿Qué importa la religión, la etnia, el país, la posición social, el oficio, la inteligencia…? Lo que realmente importa es el ser humano que hay bajo todos esos ropajes.

El discurso del Rey en Naciones Unidas fue impecable: “[…] España es un pueblo profundamente orgulloso de sus raíces sefardíes y por eso nos duele tanto cuando hablamos al pueblo de Israel y nos cuesta tanto comprender lo que el Gobierno israelí está haciendo en la Franja de Gaza. Por eso clamamos, imploramos, exigimos: detengan ya esta masacre. No más muertes”. Y añadió: “Con la misma firmeza, demandamos que el Gobierno de Israel aplique sin reservas el Derecho Internacional Humanitario en toda Gaza y Cisjordania. Exigimos que la ayuda humanitaria llegue sin dilaciones, un alto el fuego con garantías y la liberación inmediata de todos los rehenes que aún retiene Hamás con tanta crueldad y una solución viable que contemple la existencia de los dos Estados”.

Ya ha llegado el otoño y los meses que nos quedan por delante van a ser penosos y poco o nada constructivos: todos contra todos. La polarización de nuestra sociedad es enloquecedora. ¿Y si nos hacemos Libres Pensadores? ¿Y si nos quitamos las fajas mentales? ¿Y si nos elevamos un poquito del ras del suelo y vemos, como las golondrinas, desde una cierta distancia lo absurdo y lo repulsivo que son los dogmatismos políticos y las creencias cerradas?

ISABEL BANDRÉS




IMÁGENES SOBRE LAS MUJERES Y LOS LIBROS
52. MUJERES MAYORES LEYENDO
INÉS ALBERDI 

Desde el siglo XVII tenemos retratos de mujeres mayores leyendo. En la mayoría de los casos, el autor explica que leen la Biblia.

Cornelis Bisschop, Holanda (1630-1674)
Mujer mayor durmiendo, s/f
Hamburger Kunsthalle Glockengieberwall, Hamburgo

Esto tiene una razón histórica. Con la reforma de Lutero se expandió mucho la alfabetización de la población, incluida la de las mujeres. El mandato de leer la Biblia personalmente contrastaba con la prohibición católica de leer la Biblia, y obligaba a todos los protestantes a aprender a leer.

Mientras que, en los países católicos, siguió en vigor la idea de que solo los sacerdotes leyeran la Biblia y ellos fueran los intérpretes de la misma para todos los creyentes. Esto tuvo una influencia enorme en las tasas de alfabetización de los países del norte europeo, mayoritariamente protestantes, en los que la alfabetización se fue extendiendo a toda la población. Mientras que, en los países católicos, la mayoría de la población, especialmente las mujeres, fue analfabeta hasta comienzos del siglo XIX.

Cornelis Bisschop, Holanda (1630-1674)
La lectura, s/f
Real Museo de Bellas Artes, Bélgica

Entre los artistas holandeses, Bol se destaca por sus retratos de ambiente burgués. Y es en esa burguesía del XVII donde cunde de forma importante el seguimiento de las ideas de Lutero que van a llevar al enfrentamiento con España y a la independencia y, como consecuencia de todo ello, a la prosperidad económica que será importantísima en los Países Bajos en toda la edad moderna.

Ferdinand Bold, Holanda (1616-1680)
Retrato de una mujer de 81 años, 1651
Rijksmuseum, Holanda

La mayoría de las mujeres retratadas se han convertido en anónimas para nosotros, con algunas excepciones. Este es el caso de la madre de Rembrandt retratada por su amigo Gerrit Dou.

Gerrit Dou, Holanda (1613-1675)
Mujer mayor leyendo (la madre de Rembrandt), 1631-32
Rijksmuseum, Holanda

El de Dou es un gran retrato, en el que podemos advertir que ella lee la Biblia. En algún momento posterior, también Rembrandt retrató a su madre y lo hizo también en actitud de leer.

Rembrandt Hamenszoom van Rijn. Holanda (1606-1669)
La madre de Rembrandt leyendo, 1631-34
Colección particular

A partir de entonces hay una larga serie de artistas que eligen la situación de lectura para sus retratos de mujeres mayores. La costumbre de retratar a las mujeres mayores leyendo la Biblia se mantiene por cientos de años en los países del norte europeo. En el siglo XIX encontramos artistas que tienen un interés especial por el retrato de ancianas y a muchas de ellas las representan leyendo.

Es el caso de Anker, el pintor suizo que nos ha dejado numerosos retratos de este tipo.

Albert Anker, Suiza (1831-1910)
Mujer leyendo la Biblia, 1904
Colección particular

Albert Anker, Suiza (1831-1910)
Mujer campesina leyendo, 1908
Colección particular

En algunas ocasiones es un retrato familiar, de una madre o una abuela.

Albert Anker, Suiza (1831-1910)
Abuela leyendo en el cuarto de la estufa, 1907
Colección particular

En Dinamarca encontramos un retrato de una mujer mayor que parece estar escribiendo a la vez que leyendo. Es muy interesante porque muestra un nivel de cultura elevado en un ambiente cuidado, pero no elegante.

Anna Kristine Ancher, Dinamarca (1859-1935)
Ane Gedvig Brondum sentada a la mesa, 1910
Colección particular

También encontramos retratos de mujeres sencillas que más parecen ser campesinas que burguesas o intelectuales.

Hendricus Anthonius Dievenbach, Holanda (1872-1946)
Mujer leyendo en un interior, s/f
Colección particular

Emma Ekwall, Suecia (1838-1925)
Sin título, s/f
Colección particular

Una situación algo diferente es este retrato de señora mayor que nos muestra un interior muy cuidado de lo que pudo ser un hogar burgués en Finlandia a fines del XIX.

Albert Edelfelt, Finlandia (1854-1905)
Alexandra Edelfelt en el salón amarillo de Haikkoo, 1902
Museo Porvoo, Finlandia

También encontramos retratos de mujeres mayores con libros al otro lado del Atlántico. Adela Forbes retrata a su madre, presentándola como una anciana muy elegante que sostiene un libro en sus manos, haciendo una pausa en su lectura.

Elizabeth Adela Forbes, Canadá (1859-1912)
Su madre, 1910
Colección particular

En Francia tenemos un retrato similar, pero la mujer parece leer un periódico.

Eugènne Antoine Durenne, Francia (1960-1944)
Leyendo en la sala de estar, s/f
Colección particular

Quizás el retrato más interesante que hemos encontrado es el que nos ofrece Bertha Bergman de una mujer mayor que lee la Biblia y reflexiona sobre lo leído. Es de una gran belleza y además ofrece la idea de que es necesario un momento de reposo para interpretar los mensajes espirituales. 

Bertha Wegmann, Dinamarca (1846-1926)
Reflexionando sobre las escrituras, s/f
Colección particular

INÉS ALBERDI 


EL VERTIGINOSO VÉRTIGO DE LAS IMÁGENES
“Nuevamente Hitchcock. Escritos y entrevistas. 2”
Selección de textos editada por Sidney Gotliebb.
FELIPE VEGA

Tratándose de un volumen publicado hace más de diez años, se podría pensar —dado el vertiginoso ritmo de publicaciones actual—, que estamos ante una obra que hoy carece de interés. La frenética actualidad manda. Pensar de ese modo es un error, aunque ese mismo frenesí nos impide detectarlo.

Para empezar, los textos reunidos tienen, en algunos casos, más de cincuenta años, lo que no les resta ni un ápice de modernidad. Al contrario, su contenido ratifica que la forma de pensar y hacer cine de su autor continúa vigente. Todo lo que Hitchcock dice en estas páginas corrobora hechos que parecen necesitar una revisión anual como si de un automóvil se tratara. La mecánica y las personas tienen mala memoria. Por eso, el hecho de repetir o copiar no se cobra venganza alguna. Suerte que tienen los que hacen cine en este siglo XXI en el que el verbo asimilar carece de sustancia, y cede su puesto a los verbos copiar, usurpar o robar.

Desde que Hitchcock comenzó en su país natal, el Reino Unido, rodando en la época del cine mudo, tanto sus films como sus reflexiones posteriores apuntaban hacia un cineasta que nos seduciría dejando situaciones dramáticas pendientes, trasformando drama en ironía o, abiertamente, en comedia pura. A eso hemos terminado llamándolo suspense, la palabra que más se repite en sus declaraciones.

El director que aseguraba rodar las escenas de amor como si trataran de un asesinato y los asesinatos como si estuviéramos presenciando un amor apasionado, diseccionó las posibilidades de la gramática cinematográfica con la misma inventiva visual de Serguei Eisenstein y el ingenio de Charles Chaplin. Y lo hizo hasta el último plano que rodó en los años setenta. Su obra se distingue por su elasticidad narrativa, su distanciamiento de los corses industriales y por la capacidad para superarse a sí misma. Nunca se repitió, sencillamente porque se aburriría al hacerlo.

Acabó siendo uno de los directores hollywoodienses por excelencia, y, sin embargo, tuvo permanentes choques con los Estudios, sus jefes y con la férrea censura moral del Código Hays, que duró una eternidad. Rodó uno de los films más poéticos y oscuros que la llamada Meca del Cine ideara jamás, Vértigo. Obra de un poeta infiltrado en la industria, rechazada por el público —y en aquellos años por la crítica— y por sus productores: su misterio no recurría a ninguna norma de las aprobadas hasta ese momento.

En ella consiguió que el hasta entonces americano ejemplar James Stewart se convirtiera en un personaje morboso con tendencias necrófilas, y que una belleza recién descubierta, Kim Novak, despertara un enfermizo deseo, que sin duda llegó más allá del Scottie interpretado por Stewart.

El trabajo de recopilación de textos y fragmentos de entrevistas realizado por Gotliebb es admirable por su rigor. En el libro figura todo lo que puede recordar al lector cuáles son los motivos que apoyan el sentido común en un cineasta y desenmascaran la lógica del ingenio. A riesgo de adentrarse en un territorio espinoso, vigilado por puristas del pensamiento, se puede afirmar que Hitchcock desarrolló ideas de un carácter filosófico visual, una suerte de epistemología de las imágenes y de su representación del mundo. Si David W. Griffith inventó el primer plano para que viéramos de cerca el dolor, el amor y la felicidad, Alfred Hitchcock elaboró con sus imágenes un profundo mapa de la conciencia individual. Pensadores como Eugenio Trías y otros han dedicado libros de filosofía de la estética a tratar de ello.

El libro está divido en capítulos: EL cine puro y el toque Hitchcock, Los directores y la dirección, Hitchcock en el trabajo, Relatos, historias, suspense y Hitchcock habla. En este último se reproducen largos fragmentos de diálogos pertenecientes al famoso libro/entrevista de François Truffaut, una especie de biblia del pensamiento del autor de Psicosis. El toque Hitchcock se inicia con una reflexión que continúa presente: “Tener ideales con respecto al cine y además dirigir películas es como caminar sobre una cuerda floja con un paragüas en una mano y un guion en la otra. A pesar de las inclinaciones artísticas que pueda poseer el director, no puede darse el lujo de hacer la vista gorda e ignorar la taquilla”.

Las entrevistas y opiniones del Hitchcock más “primitivo”, el de su primera etapa de director en Inglaterra, resultan sorprendentes dada su precocidad artística. “Hablamos —dice en un texto de 1937—, sobre todos los tipos posibles de historias y eso nos lleva al primer requisito fundamental que debe cumplir una historia […] Tiene que combinar dos cosas […]: debe aferrarse a una única idea central que no puede escapar de la mente del público ni un solo minuto […] y debe ofrecer la libertad para la introducción de una serie de elementos […]: glamur, suspense, amor, encanto, drama, emoción…”.

Igual que cineastas como Howard Hawks, Hitch rodó varias de sus historias dos veces. Fueron un éxito la primera vez y aumentaron su triunfo en la segunda ocasión. Se sentía preparado para mejorar su propia escritura. Se había despojado de todos los prejuicios y limitaciones que acosaban a muchos directores. Y un último apunte: no se puede ver el cine de Hitchcock sin sentido del humor y una comprensión del sarcasmo. Eso supondría lo mismo que no recordar de dónde proceden las palabras “ser o no ser…”, pero en estos tiempos todo es posible…

FELIPE VEGA




ROMPEOLAS DE SECANO
BELÉN GÓMEZ

Por mucho que lo canten los poetas, ¿dónde se ha visto un rompeolas en plena meseta esteparia? Madrid, por el solo hecho de ser capital de estado, es la diana de todos los males. Madrid bruñe su oso y su madroño con tan honorífico título, pero contrariamente a lo que sucede con la capitalidad en la mayoría de los países del planeta, lo sufre como una rémora, es el muñeco de pimpampum, el payaso de las bofetadas. Otrora, ser sede del gobierno de la nación, era algo señero y prestigioso; hogaño, al menos en la tierra de María Santísima, no vale más que para justificar desafueros, sinecuras, canonjías y así en este plan.

Resulta que cuando los madrileños, se dan un garbeo por el resto de la geografía patria, principalmente por sus costas, perciben que, en los últimos tiempos, se han exacerbado los comentarios y maledicencias contra el arribo de los de la capital y, por extensión, también el oprobio llega a los de Fuenlabrada o Santorcaz. Dicen que nadie tira piedras contra su propio tejado, pero constatando esta caída de la popularidad de lo que antaño fue casi un entorchado, algunos no han terminado de entender que, por supuesto el cliente no siempre tiene razón, pero dejemos al menos que el consumidor dé motivos para el lamento.

Madrid, que más que un lugar en el mundo, es un estado de ánimo, bien podría hermanarse con el denostado Hollywood, al que todo el mundo pone a caer de un burro, que si tal que si cual, que si su cine, sus cabildeos, su decadencia, su comercialidad y sus carcamales, pero todos, absolutamente todos los que han aparecido de floreros en una serie de esas con las que nos bombardean inmisericordes o perpetrando una coreografía en la última fila de algún musical que ilumina la Gran Vía, repito, todos, están como locos suplicando por poner sus reales en la meca, pero la meca de California, no la de las vueltas a la Kaaba; que eso es otro cantar.

Así, cuando las hordas llegadas de la Villa y Corte arriban a restaurantes, hotelitos, puestecitos jipis o mercados medievales del terruño correspondiente, cuenta una reciente leyenda urbana, son recibidos con cajas destempladas o con miradas desdeñosas.

Toda sociedad necesita un chivo expiatorio para justificar y aprovecharse y disimular errores propios o, simplemente, esconder fechorías. Madrid y sus moradores, por mor del estado de las autonomías que tan orteguianamente está desvertebrando nuestra amada piel de toro, están sufriendo últimamente el desaire reiterado de algunos compatriotas. Los vecinos de Madrid son madrileños y, contradiciendo al tópico, a la mayoría le da igual un axioma que a cualquier otro ciudadano le llevaría a dar de bruces en el diván de un terapeuta (no es cierto, ¡che!), aquí la cuna no provoca la más mínima duda introspectiva. Se es madrileño hasta que se deja de ser y ya está, a otra cosa. 

Resulta que, como decíamos más arriba, últimamente se percibe una cierta inquina o similar contra la llegada en tropel de los madrileños, que sí, que ciertamente a veces los gatos llegamos en tropel, pero da la sensación de que la mala educación de un capitalino se percibe peor que los malos modales de otro compatriota. Antes, dividir el mundo entre Madrid y provincias era una descripción, ahora, casi una afrenta.

Me gustaría creer que esta situación es debida a los tiempos que corren y, en absoluto se debe a la animadversión que, en ningún caso o sólo en casos aisladísimos sale a relucir, porque nada tan nuestro como polemizar por un quítame allá esas pajas. Pregunten si no, a un profesor extranjero tratando de enseñar la lengua de Shakespeare o Molière, nada tan recurrente como un ejemplo sobre gastronomía, si entre el alumnado hay mayoría de los nuestros, ya puede sentarse el sufrido maestro, se acabó el passé composé o el present continuous, “en mi pueblo, siempre se hace con tomate y un poquito de pimentón; de eso nada, añadir tomate, qué barbaridad”.

Como diría Marquina, “Este país y yo señora, somos así”.

He tenido que hacer un esfuerzo ímprobo para no utilizar el nombre oficial de esta tierra de conejos, no sea el caso de que a la hora de que este textito vea la luz, ya se hayan empezado a desglosar en La Gaceta de Madrid (vaya por Dios), las cuantías de las multas por utilizar el nombre de España. Maldición, se me escapó al final. Que no salga de aquí, por favor.

BELÉN GÓMEZ


LA EFICACIA DE LA PALABRA
LIDIA ANDINO

Los libros de autoayuda suelen ser escritos por quien construye una mejor vida para sí mismo y aspira a divulgar el hallazgo, o bien por quiénes no lo necesitan para sí, pero se atribuyen la potestad de imaginar cómo podrían ayudarse los demás.

Los más tóxicos y sospechosos son los que incitan a creer que una vida puede volverse maravillosa de un día para el otro con el sencillo trámite de ceñirse a un puñado de indicaciones. Me refiero a los libros que confunden los enredos y derivas de la aventura humana como una competición deportiva, cuando la vida es, más bien, un juego del que nadie puede levantarse llevándose las ganancias.

No obstante, incluso esos textos pueden mitigar dolores o propiciar una vida más agradable. Nunca se sabe cuándo una palabra toca la tecla indicada o aproxima a una verdad que urge ser descifrada o nombra lo que circula sin nombre y con dolor.

De esta “eficacia de la palabra” los psicoanalistas hacen su campo de trabajo fundamentado en la obra de Sigmund Freud como una extraordinaria herramienta de conocimiento y no porque el analista sepa lo que le ocurre al paciente, sino porque establece una escucha para que, en todo caso, el analizante aprenda así a escuchar en su propia voz quién fue, quién cree ser, quién habría sido y quién está por ser. En esta deriva sufre de algunas características incómodas: tiene miedo, incluso miedo al miedo que es una forma de nombrar la angustia, se mete en temas escabrosos, le pasan cosas que no comprende.

El analista persiste en poner negro sobre blanco cuánto del malestar se corresponde con escenas remotas —pasadas y futuras—, repetidas una y otra vez, declina facilitar hoja de ruta mediante consejos y no garantiza (como si alguien pudiese), la llave de la felicidad.

Prescinde, como la autoayuda, de la puntual eficacia de los psicofármacos, pues no hay píldora que cure esto, aunque sí puede calmar la ansiedad, pero cuando su efecto cesa, seguirá sin conocer el sentido de sus trastornos o sin hacer lo necesario para que dejen de tener sentido para él, invirtiendo esa energía consumida por el síntoma en algo más productivo. Son trastornos producidos en una compleja trama de palabras y silencios que componen la vida de esa persona y, por lo tanto, es con la mediación de la palabra, en el diálogo analítico donde se puede decodificar “lo que no marcha bien” en esa vida.

Diálogo que se diferencia de la confesión ya que el psicoanalista escucha ajeno a toda opinión, a todo juicio moral, sin alarmarse ni angustiarse por el relato del paciente; es decir, limpio de prejuicios y opiniones. A veces para aportar un sentido a lo aparentemente absurdo y otras para transformar el sentido de aquello por lo que el paciente dice sufrir. A todos nos pasan las mismas cosas, pero tras esta aparente masificación no hay nadie a quien le pase lo mismo que a otro.

Es un método que permite la singularización de cada persona mediante apropiación de su historia, permite transformar su pasado en historia, haciéndose autor del libro de su propia vida que permanecerá inédito salvo si él mismo lo escribe.

No será casual, entonces, que en tiempos signados por el cuestionamiento de verdades que se creían consagradas y de puertas abiertas a los nuevos modos de bienestar, la sencillez y el optimismo de la autoayuda se hayan instalado con inusitado vigor.

Lo dicho en estos renglones no es una invitación a complicarse la existencia, sino una llamada de atención sobre la complejidad de la vida humana cuya transformación requiere voluntad, aunque esto no alcanza, ya que es imprescindible escuchar la insidiosa repetición de lo involuntario.

LIDIA ANDINO




LECTURAS DE VERANO

ARA DE HARO

Cuando era joven y, lógicamente ambiciosa (aunque la ambición en mi caso siempre ha tenido contornos algo difusos y objetivos bien absurdos), en verano, que era mi único momento de auténtica libertad, me construía retos quijotescos de obligaciones lectoras. No soy la única, a muchos nos ocurre. En mi caso y para daros una idea, aquí van algunas de mis “locuras de verano”: profundizar en distintas literaturas nacionales (la alemana, la rusa, la italiana y así en adelante), o bien en distintos géneros (la novela noir, la ciencia-ficción, la novela sobre artistas o la bildungs-roman) o también, no podía faltar, leer por siglos o al menos épocas. Por supuesto, también hubo los veranos de fanatismo en los que me dediqué a leer exclusivamente a un solo autor o autora, como quien explora al milímetro una isla desconocida llena de tesoros o aquellos en los que solo escribí y me obligué a no leer nada para no “contagiarme”, esforzándome por encontrar, en exclusiva, mi propia perspectiva, lo que, evidentemente, me resultó muy decepcionante, o aquel en el que me castigué sin, ni escribir, ni leer, para vivir un “ahora”, un momento presente igual de elusivo, pero infinitamente más largo y aburrido de lo habitual.


Con el tiempo y la experiencia estas autoexigencias fueron volviéndose menos formativas y más lúdicas; creo que se puede deducir que para entonces había dejado de odiarme o de esperar de mí misma algo extraordinario. Entonces me dio, por ejemplo, varios veranos seguidos, por leer libros en los que hacía mucho más frío o muchísimo más calor del que estaba viviendo y cada vez que alguien se quejaba del clima, conversación, por otra parte, ineludible en esa estación de alegres naderías, sonreía mefistofélicamente pensando en el frío o el calor que me esperaban solo con extender mi mano y agarrar a mi amado compañero de papel…


Actualmente, sin embargo, leo como en la infancia, sin ton ni son, interesada por todo, vendida a nada, con el mínimo esfuerzo y el máximo aprovechamiento, al menos en lo que al placer se supone. Tampoco busco ya superar ningún reto personal en cuanto al número de libros leídos, ni número de páginas, ni rapidez lectora… Me entrego al azar de las lecturas sin ignorar corazonadas, por mucho que me haya equivocado, ni la opinión ajena, por mucho que normalmente me parezca errónea.


Soy como una embarcación pequeña y modesta, perdida en una deliciosa zona costera que enlaza distintas y hasta contradictorias experiencias, disfrutando simplemente de estar a flote sobre el mar azul, y amando lo que el azar y la curiosidad deparan.

ARA DE HARO





EULALIA GALVARRIATO (1904-1997)
MARÍA LUISA MAILLARD

“QUERIDA amiga Eulalia: Heme aquí con tu novela Cinco sombras, que acabo de terminar en este campo abierto, largo, de Miraflores. Yo no sé lo que pensarán los demás. Pero yo me pregunto: ¿de dónde viene esta novela, de dónde te ha nacido esta novela, redonda, acabada, personalísima, que has arrojado dejando caer el libro como si volase, sobre esta áspera, abigarrada, revuelta vida de nuestras letras? (Vicente Aleixandre, Ínsula, 15 de noviembre de 1946). 

¿Debe el poder político entrometerse en la intimidad de las personas? Todos sabemos que las dictaduras lo hacen, con mayor o menor éxito según el grado de terror que sean capaces de desplegar, pero ¿y las democracias? Lo personal, lo privado ¿es político, tal como proclamó la segunda ola del feminismo, a raíz del libro de Carol Hanish? Traspasar el ámbito de las leyes igualitarias en el ámbito social y jurídico—educación, trabajo, derechos matrimoniales—al ámbito privado, ¿no entorpece la libertad en el desarrollo personal y la evolución de las sociedades? Como señala Carmen Martín Gaite, en cualquier tipo de relación humana surgen la fricción y el conflicto, porque los seres humanos no somos iguales, y la capacidad de resolverlos forma parte de la vida.

El solventar con éxito dichas fricciones puede que no dependa tanto de las leyes, sino de un profundo respeto hacia el otro, desde los valores creados por la cultura. Nunca ha habido tantas leyes para regular las relaciones entre el hombre y la mujer en España; sin embargo, vemos cómo se incrementan los delitos de género, los maltratos y las violaciones; al mismo tiempo que las actitudes machistas crecen entre los jóvenes.

La pregunta con la que inicio el texto, que ronda mi cabeza desde hace tiempo, se ha activado al inclinarme sobre Eulalia Galvarriato y su matrimonio con Dámaso Alonso. Los escasos testimonios de aquellos que los trataron, como es el caso del pintor Álvaro Delgado, que compartió con ellos la tertulia de Leopoldo Panero, hablan de la profunda conexión del matrimonio y del ambiente cálido que generaban a su alrededor. Max Aub, que los visitó en 1969 lo constata: “Eulalia: más encantadora que nunca, útil como ninguna, una joya. ¿Lo sabe Dámaso? Me huelo que sí. ¡Qué a gusto me quedaría aquí!”.


Dámaso Alonso y Eulalia Galvarriato

Ambos pertenecían a esa generación que se había educado en las instituciones creadas por la I.LE. Dámaso Alonso, “el crítico de la Generación del 27”, como gustaba denominarse él mismo y gran filólogo y poeta, recibió la influencia de Américo Castro en la Universidad de Madrid y, con posterioridad, se formó en el Centro de Estudios Históricos bajo el magisterio de Ramón Menéndez Pidal, mientras colaboraba en las actividades de la Residencia de Estudiantes. En el Centro comenzó a trabajar Eulalia Galvarriato, al finalizar su licenciatura en la Universidad de Madrid en 1927 y en la Residencia, en la que impartió un curso de español para extranjeros, conoció al año siguiente a su futuro marido. Ambos amaban la lengua española y de su fructífera colaboración, ya casados, surgieron los trabajos sobre Góngora posteriores a la edición crítica de Soledades, publicada por Dámaso en 1927, y los estudios sobre San Juan de la Cruz, que recibieron el Premio Fastenrath de Investigación de la Real Academia Española en 1942. Paralelamente, Eulalia seguía su vocación en los estudios críticos filológicos, en la narrativa, la poesía, la traducción, el ensayo y la edición.

Eulalia, aprendió de Dámaso Alonso, sin duda, como éste lo hizo de Américo Castro y de Menéndez Pidal y su obra, hasta fechas recientes fue desconocida, como la de tantas mujeres; pero en ello no podemos decir que participara su marido, sino la circunstancia cultural, tanto en vida como a su fallecimiento. Ambos constituyeron una pareja ejemplar.

Eulalia Galvarriato nació en Madrid, un 12 de febrero de 1904, hija de Rosalía García, de origen sevillano, una mujer culta que había asistido a las tertulias de Galdós, y Juan Antonio Galvarriato, abogado y periodista de origen cántabro. Se educó pues, Eulalia, en el seno de una familia culta que tuvo ocho hijos a los que procuró educación universitaria, sin hacer distinción de sexo. Eulalia estudió en el Instituto Cardenal Cisneros y en 1922 se matriculó en la Universidad de Madrid y, finalizada su licenciatura en Filología, comenzó a trabajar en el Centro de Estudios Históricos.

En el verano de 1928 coincidió en la Residencia de Estudiantes, como ya hemos indicado, con Dámaso Alonso, seis años mayor que ella, quien ya formaba parte de la Generación del 27, siendo uno de los componentes del célebre homenaje a Góngora, que dio nombre a la generación. En dicha fecha, había publicado su edición crítica de Soledades y en 1928 se había doctorado con un trabajo sobre la sintaxis de Góngora. Un año después contraían matrimonio en una sencilla ceremonia a la que asistieron Vicente Aleixandre y Pedro Salinas.

Su viaje de novios fue un viaje de trabajo. Ambos partieron a Estados Unidos como profesores; primero en San Francisco en la Universidad de Stanford; y posteriormente en Nueva York en el Hunter College de la Universidad de Columbia, donde coincidieron con Federico García Lorca, otro de los amigos de la denominada “Generación de la amistad”. En los cursos de 1931-32 completaron su formación en Oxford y, a su vuelta a España en 1933, Dámaso logró una cátedra en la Universidad de Valencia, a la que no accedió hasta 1936, al inicio de la Guerra Civil española, después de haber tenido que refugiarse con su mujer, como Ortega y Gasset, en la Residencia de Estudiantes. En Valencia, Dámaso colaboró en la revista Hora de España, y Eulalia trabajó impartiendo clases de inglés.


Eulalia Galvarriato

Al finalizar la guerra regresaron a Madrid y en 1940 Dámaso Alonso ganó la cátedra de Filología Románica, que había ejercido Menéndez Pidal. Finalizamos aquí el recorrido de la pareja para centrarnos en la trayectoria en solitario de Eulalia Galvarriato en el terreno de la creación y la investigación. En 1946, el mismo año que edita Poesías Completas y comentarios en prosa a los poemas mayores de San Juan de la Cruz, queda finalista del Premio Nadal con su novela Cinco sombras. Es un relato intimista que evoca la figura de cinco hermanas huérfanas, a través de la voz de un hombre mayor que las conoció y trató. Las cinco figuras, que inicialmente aparecen indiferenciadas en torno a un bordador, van cobrando su perfil propio, conforme avanza el relato. En 1953 publica el cuento Sólo un día cualquiera en Cuadernos Hispanoamericanos y Raíces bajo el agua, una novela corta, en la revista Clavileño, cuya adaptación al cine fue premiada en 1954 como el mejor guion cinematográfico por el Premio Adaptaciones. No volvió a publicar narrativa hasta 1985 en que reunió sus cuentos poesías y prosas breves en el libro Raíces bajo el tiempo.

Continuó en este periodo su labor filológica con su ensayo Para la biografía de Góngora: documentos desconocidos de 1962 y múltiples ensayos sobre Lope de Vega, entre los que destaca La mujer en la obra de Lope de Vega, y otros sobre poetas de su preferencia como Pedro Salinas y Gerardo Diego. Fue traductora de Ensayos de Stevenson, Tristán de André Mary y San Juan de la Cruz, espíritu de la llama, de Allison Peers. Finalmente, incursionó en la lírica con Retablillo de Navidad y otros poemas, publicado de forma póstuma en el año 2004. Falleció en 1997, siete años después de su marido, con el que reposa en el Cementerio de la Almudena. En el año 2000 fue incluida en el proyecto “Mujeres Investigadoras en los Archivos Estatales (1900-1970)”.

MARÍA LUISA MAILLARD






EL ARTISTA CARLOS FRANCO RUBIO INAUGURA EN TWIN GALLERY "MITOLÓGICAS", "UNA EXPOSICIÓN EN LA QUE REÚNE OBRA CLAVE DE SU TRAYECTORIA, CON UNA SELECCIÓN QUE NOS REVELA LA CONTINUA METAMORFOSIS QUE PUEBLA LOS MITOS CLÁSICOS Y SU IMAGINARIO PICTÓRICO. EN ESTA MUESTRA ENTRAMOS EN LA ESPESURA DE SU VISUALIDAD POR MEDIO DEL DIBUJO, CORAZÓN DE SU PRÁCTICA DURANTE MÁS DE SEIS DÉCADAS". (LILIANA ANG, COMISARIA DE LA EXPOSICIÓN).

C/ SAN HERMENEGILDO, 28 - MADRID


ISABEL BANDRÉS


¿Quién era Cervantes? No lo sabemos y la película de Amenábar tampoco nos lo aclara. El mejor escritor del Siglo del Oro no redactó nada sobre sí mismo. Lo que sabemos de su vida íntima y sus tendencias sexuales son fruto más de la rumorología que de verdades contrastadas. Hasta su físico es dudoso porque en vida no se le hizo ningún retrato. La primera imagen de Cervantes es obra del inglés William Kent que la realizó 120 años después de su muerte y se basó en la descripción que hace Cervantes de su físico en el prólogo de sus “Novelas ejemplares”. La primera biografía, escrita por el valenciano Gregorio Mayans y Siscar, apareció en el mismo año que el retrato, 1738, sin que el autor tuviese documentación suficiente ni testigo alguno.

La narración de Alejandro Amenábar nos cuenta los cinco años que Cervantes permaneció preso en Argel tras perder el uso de un brazo en la batalla de Lepanto. El escritor regresaba a España con una carta firmada por D. Juan de Austria en la que le ensalzaba como soldado y hombre de honor. Se suponía que dichas alabanzas debían otorgarle un buen destino en Madrid, pero se convirtieron en un tormento al ser capturado en 1575 por unos piratas berberiscos que pensaron que aquel prisionero valía mucho más que el resto y pidieron por él un rescate desorbitado. El director de la película da por cierta la existencia de una relación homosexual entre el joven Cervantes y Hasán Bajá, el gobernante de Argel y su carcelero, a quien le entretienen las historias que le cuenta el joven Cervantes y nos recuerda a “Las mil y una noches”.  

El tema de la posible homosexualidad del escritor creo que, a estas alturas, a nadie le interesa salvo a Amenábar. Las tendencias sexuales no hacen a nadie ni mejor persona ni mejor o peor escritor. Cuando se hace una semblanza de un creador hay que ser, creo yo, fiel a la realidad de su vida. El mismo José Manuel Lucía Megías, cervantista que asesoró al director de “El cautivo”, dice en su nuevo ensayo: “Puede ser que, además de relaciones con mujeres, Cervantes tuviera prácticas sexuales sodomitas. No lo sabemos y no lo vamos a saber nunca, y me parece bien que así sea”. ¿Puede ser? Claro, todo puede ser. ¿Fue? No hay constancia. Si hubiese realizado una película sobre Goya, sí que hubiese podido usar la correspondencia que mantenía el pintor con su amante el aragonés Martín Zapater. Sus cartas manifiestan claramente su relación homosexual. ¿Por qué hacer de un rumor una certeza? ¿Por qué fantasear con la vida y la realidad del otro? Parece una necesidad personal del director.

La película me parece rara e impostada. El joven futuro escritor se pasa el día contando historias, que un día escribirá, a sus compañeros para hacerles más llevadera su vida carcelaria. Amenábar se encarga de meter con calzador a personajes de su futura obra. Hay referencias a “El Quijote” cuando dos frailes Trinitarios, encargados de pagar los rescates, aparecen en prisión para cumplir su cometido o cuando una bacía de la barbería se convierte en un casco quijotesco. Es todo tan artificioso…

La narración está cubierta por un velo de falsedad que hace que no nos la creamos. El joven Cervantes era un soldado y un valiente (intentó huir de la prisión cuatro veces y venía de luchar en Lepanto), no podía ser el zagal guaperas de espíritu timorato y distraído como el que dibuja Amenábar. El único personaje creíble de narración es la figura de Antonio de Sosa, teólogo y escritor, que Miguel Rellán interpreta de manera espléndida y, sobre todo, creíble.

En fin, “El cautivo” me parece una película de aventuras entretenida para pasar tarde a la que se le nota el buen oficio de su director. Amenábar ha tenido mucho valor de biografiar un periodo de la vida de uno de los mayores escritores del mundo, pero no ha acertado. Lo mejor, es que nos recuerda que hay que releer a nuestros maravillosos clásicos y sobre todo “El Quijote”. Les recomiendo, ya sé que los muy puristas se mostrarán reticentes, que lean la versión que Andrés Trapiello hace de “El Quijote” en castellano actual.

ISABEL BANDRÉS 







Nadie puede dudar que Paul Thomas Anderson tiene una mente brillante, así lo acreditan, entre otras muchas, sus películas: Sydney, Boogie Nights, Magnolia, Pozos de ambición, The Master, El hilo invisible, y Licorice Pizza. Una batalla tras otra, su última obra, nos narra el caos social y político del pasado y del presente en Estados Unidos y para ello elige un tono caótico que nos lleva de un sitio a otro, de una época a otra, de manera muy dinámica. Empieza en la América de los ochenta donde un grupo revolucionario que se hace llamar “French 75” es dirigido por Perfidia, una rebelde ninfómana, que se dedica a ir contra el sistema: salvan inmigrantes, ponen bombas, roban bancos, pero en el fondo, la revolución es una manera de pasar el tiempo, no tienen un programa serio que imponer. Perfidia (Teyana Taylor) es una poderosa y ardiente mujer que ha nacido para hacer la revolución y su pareja Ghetto (DiCaprio) es un tipo tranquilo que hace bombas, pero lo que realmente le gustaría hacer es estar con su novia, con su hija y fumar porros con alguna sustancia más. Su personaje nos recuerda a El gran Lebowski. El malo de la película está representado por J. Lockjaw (Sean Penn) un militar ultraconservador, ultra racista que representa lo peor de lo peor del sistema.

El grupo revolucionario, “French 75”, sufre detenciones policiales y se disuelve. Dieciséis años después, se reactiva para contestar a la locura de un delirante J. Lockjaw (Sean Penn). A partir de este momento, se desatan una serie de situaciones cada una más alocada que la anterior. Una batalla tras otra es una buena historia que nos ofrece risas, acción y personajes raros. El lenguaje cinematográfico es magistral, las actuaciones estupendas, pero tiene dos inconvenientes: su duración es de dos horas y media y la tercera parte, la última, se hace pesada por lo que desconectamos. Anderson es propenso a contar historias muy largas que ponen a prueba la paciencia del espectador. Hay que destacar, también, la actuación de un espléndido Benicio del Toro que se incorpora en la segunda parte, la mejor de la película.

¿Es recomendable? El film cuenta con las alabanzas del gran Steven Spielberg y de otros muchos grandes directores. ¿Quién soy yo para llevarles la contraía? Ellos son los expertos. En fin, mi opinión, como simple espectadora aficionada al cine, es que tiene momentos magníficos, actuaciones estupendas y escenas muy potentes, pero le sobra, al menos, media hora y por momentos se hace cargante.

Creo que Anderson se divirtió mucho haciendo está película llenando de comicidad las extravagancias, contradicciones y delirios de sus personajes. Una cierta contención en la duración creo que hubiese sido un acierto. Tiene pinta de ser una candidata a los Oscar.

ISABEL BANDRÉS





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