miércoles, 31 de enero de 2018



¡¡PRESENTAMOS NUESTRA BIOGRAFÍA Nº 36!!

VIDA DE CONCEPCIÓN ARENAL
de MARÍA LUISA MAILLARD


SERÁ EN...

DELEGACIÓN DE LA XUNTA DE GALICIA EN MADRID/CASA DE GALICIA

C/ CASADO DEL ALISAL, 8
A LAS 19:30H




Concepción Arenal (1820-1893) nació en Ferrol y, a lo largo de su vida, se enfrentó a todos los problemas humanitarios que padecía España en el tránsito a la Modernidad. En su juventud asistió vestida de hombre a los cursos de Derecho de una Universidad vedada a las mujeres. Desde entonces dedicó su vida a la defensa de la dignidad de los olvidados de la sociedad, los presos, para los que reclamó un Código Penal correccionalista; los huérfanos y los menesterosos; pero no olvidó el papel relegado de las mujeres y luchó por su derecho a la educación y al trabajo digno. Ocupó cargos públicos como el de Visitadora de Prisiones de Mujeres de Galicia e Inspectora de Casas de Corrección de Mujeres. Entre sus obras cabe destacar La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad, Estudios penitenciarios y La emancipación de la mujer.


MARÍA LUISA MAILLARD


María Luisa Maillard, doctora en Filología con Premio Extraordinario, ha sido catedrática del Instituto Beatriz Ga- lindo de Madrid. En la actualidad es Presidenta de la Asociación Matritense de Mujeres Universitarias que promueve esta colección de biografías. Estudiosa del pensamiento de María Zambrano, ha publicado los libros María Zambrano: la literatura como conocimiento (1997), Estampas zambranianas (2004) y Vida de María Zambrano (2009); aparte de numerosos artículos en revistas especializadas y libros colectivos en España, Italia y México. Desde el año 2008 co-labora en la edición crítica de las Obras Completas de María Zambrano, bajo la dirección de Jesús Moreno Sanz. Ha publicado también los libros Asociación española de Mujeres Universitarias 1920- 1990 (1990), la novelas El cementerio francés (2004) y El color del mundo (2016), y las biografías Vida de Margarita Salas (2011), Vida de Soledad Ortega (2012), Jesús González de la Torre (2014) y Vida de María de Zayas (2015).




PRESENTARÁ NUESTRO LIBRO,
CRISTINA ALBERDI


Abogada. Vocal del Consejo General del Poder Judicial entre 1985 y 1990, elegida por el Senado a propuesta del PSOE y convirtiéndose en la primera mujer que formó parte de dicho órgano. Ministra de Asuntos Sociales en el último gobierno de Felipe González (1993-1996). Portavoz de la Unión Europea en la IV Conferencia Mundial de la Mujer en Pekín, en septiembre de 1995.
Elegida diputada en el Congreso por el PSOE (1996 y 2000). Presidenta de la Federación Socialista Madrileña (FSM) entre octubre de 1997 y octubre de 2000. Presidenta del Consejo Asesor del Observatorio contra la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid (2004). 

Y...

¡¡HABRÁ SORPRESA!!

ARTISTAS INVITADOS: NATALIA VELASCO Y PACO APARISI


NATALIA VELASCO



PACO APARISI



...AL FINAL BRINDAREMOS CON VINOS GALLEGOS












EL PASADO 17 DE ENERO
 Y CON GRAN AFLUENCIA DE PÚBLICO
TUVO LUGAR LA PRESENTACIÓN DE NUESTRA BIOGRAFÍA Nº 35

VIDA DE HANNAH ARENDT 
DE JOSÉ LASAGA MEDINA



INTERVINIERON: 

JAVIER ZAMORA POR LA FUNDACIÓN ORTEGA-MARAÑÓN

MARÍA LUISA MAILLARD POR AMMU y EILA EDITORES

AGUSTÍN SERRANO DE HARO, INVESTIGADOR NUMERARIO DEL CSIC

Y EL AUTOR, JOSÉ LASAGA MEDINA



 De izda. a dcha. María Luisa Maillard, Javier Zamora, José Lasaga y Agustín Serrano de Haro

















YA EN EDICIÓN...

VIDA DE MARIE CURIE
de MARÍA EUGENIA GOROSTIZA

MARIE CURIE



LA VIDA DE MARIE CURIE FUE PURA LUCHA


 ¡¡ MARIE CURIE 10 VECES Nº 1 !!

1. La primera de su clase cuando terminó a los 15 años los estudios de bachillerato (1883). Le otorgaron una medalla de oro.

2. La primera mujer graduada en Física en la Universidad de la Sorbona. Aquel año (1893) solamente dos mujeres se graduaron en toda la Universidad de París. Marie fue, también, la primera de la clase.

3.La primera persona en utilizar el término radiactividad (1898).

4. La primera mujer en Europa que recibió el doctorado en Ciencias (1903).

5. La primera mujer en recibir un Premio Nobel de Física (1903). El galardón le fue otorgado, conjuntamente con su esposo Pierre y con Henri Becquerel, por el descubrimiento de la radiactividad.

6. La primera mujer que fue profesora y jefe de laboratorio en la Universidad de la Sorbona (1906).

7. La primera persona en tener dos Premios Nobel. El segundo sería de Química, en 1911, por haber preparado el radio e investigado sus compuestos.

8. La primera mujer que fue miembro de la Academia Francesa de Medicina (1922).

9. La primera madre Nobel con una hija Nobel. En 1935 su hija Irene obtuvo el galardón en Química.

10. La primera mujer en ser enterrada bajo la cúpula del Panteón por méritos propios (1995).










PRÓXIMA TERTULIA LITERARIA




COMENTAREMOS EL LIBRO



Quizá sea El primer hombre (Tusquets Editores, traducción de Beatriz de Moura, 1994) el libro más entrañado, más abiertamente sentimental de Albert Camus, mientras que La caída (Alianza Editorial, traducción de Manuel de Lope, edición de 2012) es quizá uno de los más duros, de los más despiadados.

Es natural. El primer hombre es el regreso de Camus a lo más esencial de su infancia, al descubrimiento de la vida y de la gente, al reconocimiento de la fortaleza y la dignidad de los pobres, al encuentro con lo más puro de esa edad: la madre y el maestro. Mientras que La caída es un monólogo abrupto, cabreado, sobre la justicia y, sobre todo, contra la injusticia. En este último libro domina el cinismo, la paradoja, y en el otro la ternura lo desborda hasta extremos que parece que ahí en lugar de Camus escribe Albert, el Camus que se está haciendo, que en la novela se llama Jacques Cormery.

Los dos libros están marcados por el tiempo, y ahora también se leen con el tiempo encima, como una sombra pero también como un amparo. La caída fue publicado en 1956, en la Europa del desencanto; después de la guerra mundial y de la reconstrucción que la siguió, las instituciones empezaron a formalizar su desapego de lo que debería ser más propio de sus oficios, la defensa de la rectitud y de lo público. La justicia ya estaba siendo gravemente lesionada en esas funciones principales, que fueron obsesivas para Camus, y el escritor monta este monólogo, una ficción, como un alegato sobre la naturaleza humana, sobre los abogados y sobre los jueces. Y sobre la política: “´Nuestros guías, nuestros jefes deliciosamente severos, ¡oh líderes crueles y bienamados…`. En fin, como usted puede ver, lo esencial es no ser libre y obedecer con arrepentimiento a alguien más pícaro que uno mismo. Cuando todos seamos culpables, entonces viviremos en democracia”.

Me dijo alguien, cuando le comenté que estaba leyendo La caída en esta traducción de De Lope, que esta novela breve debería leerse en todos los juzgados de España. Es aquí donde escribe Camus esa frase que ahora forma parte de su ideario de piedra: “Cuando se ha meditado largamente sobre el hombre, por oficio o por vocación, se llega a sentir cierta nostalgia por los primates. Ellos no tienen segundas intenciones”.

En cuanto a El primer hombre, fue escrita por Camus en el último periodo de su vida, y el manuscrito (144 páginas “escritas al correr de la pluma”, como dice la hija del escritor, Catherine) fue hallado junto a su cuerpo cuando el Nobel sufrió el accidente que le costó la vida volviendo a París el 4 de enero de 1960. “Al correr de la pluma”. Hay en esa frase de Catherine Camus no sólo una descripción de lo que se percibe por fuera de El primer hombre; es que por dentro del libro mismo hay como una urgencia camusiana por dejar para la historia lo más importante de su vida: su niñez, su formación, la comprobación pública, tantos años después, de quienes fueron sus verdaderos maestros.

Aunque su abuela fue la que llevó en su primera existencia el amparo de su indigencia, la que lo llevó a la escuela, la que lo manejó, siempre está la madre (una analfabeta menorquina cuyo marido muere en seguida en la primera guerra) como conmovedora mano a la que recurría de chico y a la que él adoraba hasta los extremos (escritos aquí) que sólo un hijo puede decir de su madre sin que la sublimación no alcance los extremos literarios de lo sensible.

Y está el maestro, Germain, que en el libro aparece con un nombre supuesto y a veces con su verdadero nombre; fue quien creyó en él, quien lo apoyó para que fuera el escritor que sería más tarde; es muy conmovedora la escena de su reencuentro en París, muchos años después, cuando el maestro es soldado de la guerra mundial y ambos luchan en el mismo bando, contra Hitler. El libro entero está marcado por una descripción sentimental que ya estaba en El revés y el derecho (Alianza Editorial), uno de los pequeños grandes libros de Camus, y que aquí está dicha así, en la traducción de Beatriz de Moura. Allí, en ese librito, escribe Camus: “El sol que reinó sobre mi infancia me privó de todo resentimiento”. Aquí, en El primer hombre, Camus evoca el carácter de su madre, resultado de años de fatiga, “al servicio de los demás, los suelos lavados de rodillas, la vida sin hombre y sin consuelo entre los restos engrasados y la ropa sucia de los otros, los largos días de faena acumulados de una existencia que, a fuerza de estar privada de esperanza, había perdido todo resentimiento, una vida ignorante, obstinada, resignada a todos los sufrimientos, tanto los suyos como los ajenos”.

Es impresionante ver cómo se convierte El primer hombre en el resumen de una vida, la de Camus, como si en la infancia estuviera todo lo que luego lo condujo a ser el autor de El extranjero o de La peste, un hombre perplejo ante la naturaleza humana, pero agradecido a ésta por haberle dado a conocer las figuras que lo instruyeron en la nobleza mayor de la vida, la madre y el maestro.

Volver a estos libros, como volver a Camus, es regresar a lo que nos hizo leer, a lo que me hizo leer desde que era un muchacho. Y he querido aquí rendir tributo a ese autor y a ese tiempo. Por eso volví a él en este tiempo de agosto que ahora acabo precisamente en la tierra donde lo leí por primera vez, subrayando entonces aquella frase de El extranjero: “Comprendí entonces que había roto la armonía del día, el silencio excepcional de una playa en la que había sido feliz”. 


JUAN CRUZ




ALBERT CAMUS


(Mondovi, Argelia, 1913 - Villeblerin, Francia, 1960) Novelista, dramaturgo y ensayista francés. Nacido en el seno de una modesta familia de emigrantes franceses, su infancia y gran parte de su juventud transcurrieron en Argelia. Inteligente y disciplinado, empezó estudios de filosofía en la Universidad de Argel, que no pudo concluir debido a que enfermó de tuberculosis.

Formó entonces una compañía de teatro de aficionados que representaba obras clásicas ante un auditorio integrado por trabajadores. Luego ejerció como periodista durante un corto período de tiempo en un diario de la capital argelina, mientras viajaba intensamente por Europa. En 1939 publicó Bodas, conjunto de artículos que incluyen numerosas reflexiones inspiradas en sus lecturas y viajes. En 1940 marchó a París, donde pronto encontró trabajo como redactor en Paris-Soir.

Albert Camus empezó a ser conocido en 1942, cuando se publicaron su novela corta El extranjero, ambientada en Argelia, y el ensayo El mito de Sísifo, obras que se complementan y que reflejan la influencia que sobre él tuvo el existencialismo. Tal influjo se materializa en una visión del destino humano como absurdo, y su mejor exponente quizá sea el «extranjero» de su novela, incapaz de participar en las pasiones de los hombres y que vive incluso su propia desgracia desde una indiferencia absoluta, la misma, según Camus, que marca la naturaleza y el mundo.

Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial se implicó en los acontecimientos del momento: militó en la Resistencia y fue uno de los fundadores del periódico clandestino Combat, y de 1945 a 1947, su director y editorialista. Sus primeras obras de teatro, El malentendido y Calígula, prolongan esta línea de pensamiento que tanto debe al existencialismo, mientras los problemas que había planteado la guerra le inspiraron Cartas a un amigo alemán.

Su novela La peste (1947) supone un cierto cambio en su pensamiento: la idea de la solidaridad y la capacidad de resistencia humana frente a la tragedia de vivir se impone a la noción del absurdo. La peste es a la vez una obra realista y alegórica, una reconstrucción mítica de los sentimientos del hombre europeo de la posguerra, de sus terrores más agobiantes. El autor precisó su nueva perspectiva en otros escritos, como el ensayo El hombre en rebeldía (1951) y en relatos breves como La caída y El exilio y el reino, obras en que orientó su moral de la rebeldía hacia un ideal que salvara los más altos valores morales y espirituales, cuya necesidad le parece tanto más evidente cuanto mayor es su convicción del absurdo del mundo.

Si la concepción del mundo lo emparenta con el existencialismo de Jean-Paul Sartre y su definición del hombre como «pasión inútil», las relaciones entre ambos estuvieron marcadas por una agria polémica. Mientras Sartre lo acusaba de independencia de criterio, de estirilidad y de ineficacia, Camus tachaba de inmoral la vinculación política de aquél con el comunismo.


De gran interés es también su serie de crónicas periodísticas Actuelles. Tradujo al francés La devoción de la cruz, de Calderón de la Barca, y El caballero de Olmedo, de Lope de Vega. En 1963 se publicaron, con el título de Cuadernos, sus notas de diario escritas entre 1935 y 1942. Galardonado en 1957 con el Premio Nobel de Literatura, falleció en un accidente de automóvil.














UN DECIR SOBRE LA VEJEZ

POR LIDIA ANDINO





El Año Nuevo actualiza una mirada que atestigua nuestra frágil y contingente condición existencial. En el caso de los ancianos, comparten una situación que suele observarse en los festejos del cambio de año: mesas familiares o entre amigos con conversaciones variadas, entrecruzadas, donde todos intervienen sin la menor intención de excluir a nadie. Pero ese "alguien" que participa en presencia está sentado, quieto, escuchando sin que le sea posible intercalar un comentario; puede que tenga ideas brillantes pero no cuajan porque los otros comensales comparten el ritmo vertiginoso de las idas y  venidas de las conversaciones.

Esta entradilla es para mostrar que, a pesar del alto nivel de actividad, placer y disfrute actual de las personas mayores, los prejuicios que obviamente nos tocan a todos -incluidos los propios mayores- nos llevan a pensarlo como un viejo casi decrépito, enfermo, aburrido, que repite siempre lo mismo.

Ni depresión, ni decrepitud, en todo caso, vejez como evocadora de grandes deleites solo posibles a esa edad. Nada de relegarlos a un lugar último y cercano a un final que, por otra parte, puede estar próximo a cualquier edad. Para llegar a viejos con salud lo primero que tenemos que hacer es abandonar estos prejuicios o terminaremos dándole la razón al Estado y a la ideología imperante. Como bien dice el poeta: el alma no se arruga.
Hay dos padecimientos en la tercera edad muy frecuentes en los países occidentales que son la ceguera y la sordera, ambos generan un aislamiento inmenso; de ahí que un consejo para alargar el bienestar es elegir con buen tino de quién nos rodeamos para poder seguir conversando, escuchar su voz, mirar y ser mirado, para que estas funciones se conserven más tiempo.

Recordemos que nuestra inteligencia se produce en las conversaciones, hay relaciones que aumentan nuestra capacidad y abandonarlas nos resta inteligencia. Mantener nuestra actividad intelectual, como la lectura, también se ha demostrado eficaz en la prevención de enfermedades degenerativas neurológicas, como ejemplo, el Alzheimer.

Está en el saber popular que la soledad y el aburrimiento matan más que las enfermedades del cuerpo, así pues ¿En qué medida podemos evitar llegar solos a la tercera edad?. Aunque parezca evidente, podríamos empezar por rodearnos de aquellos que deseen que nosotros sigamos vivos.

También la actividad sexual es significativa para una vejez saludable: los deseos sexuales permanecen a pesar de la edad, otra cosa es la potencia. El mayor bien será enseñar a los viejos a hacer el amor con la piel menos tensa, la carne menos firme, la voz temblorosa y la respiración pausada.

Ahora recuerdo a una periodista avispada que le preguntó a Rafael Alberti si a sus 88 años todavía hacia el amor. Él la miró con ternura y le respondió con una pregunta respondona: "¿Usted se refiere al movimiento?" y giró la cabeza hacia una bella joven que le miraba arrobada y le pidió que continuara leyéndole sus poemas inéditos (en ese momento el poeta estaba preparando su próximo libro).

Traigo esta escena porque muestra muy a las claras que para el deseo, para el goce, los celos, incluso para los crímenes pasionales no hay edad.

Envejecen los órganos, no la función. 

 LIDIA ANDINO










Mildred, esa prodigiosa actriz que es Frances McDormand en estado de gracia, es una madre indignada por lo que ella considera una inacción policial al investigar el asesinato y violación de su hija adolescente sin obtener resultados. Como forma de provocar y protestar alquila tres gigantescos carteles publicitarios ubicados en la entrada de Ebbing, su pueblo. Su decisión provoca que los habitantes del pueblo se vuelvan contra ella. Esta es la anécdota que utiliza el director McDonagh para acercarnos una América profunda racista y sin valores.

Durante la primera mitad de la película tuve la sensación que el director había visto todo el cine de los Cohen y Tarantino para hacer algo propio. Y, de alguna manera, lo logra, porque el film tiene cosas muy buenas, pero a veces peca de vanidad y recurre a acrobacias grotescas y arrogantes que lastran la película. Contiene sin embargo elementos estupendos que rescatan el film de McDonagh de la afectación y del deseo de epatar a toda costa. Hay que subrayar el trabajo de unos magníficos actores, la elaboración de unas personalidades complejas y contradictorias, las decisiones éticas tomadas por los protagonistas y sus múltiples muestras de humor, tristeza y rabia. Existen algunos momentos brillantes,  como cuando se describe el carácter de Mildred en ese gesto mínimo de darle la vuelta a un insecto que se debatía boca arriba en el alfeizar de una ventana. Pero también, otros de brocha gorda, su enfrentamiento con los adolescentes o con el dentista. A veces estamos ante un film sincero, sensible y real, pero otras se extralimita para caer en un humor forzado y en escenas un tanto absurdas. Es difícil oxigenar unas historias amarguísimas para que funcionen como una comedia negra y no siempre lo consigue. Pero cuando lo logra es brillante y se le disculpan esas banalidades presuntuosas.

El personaje principal, Mildred, está maravillosamente descrito y representado por Frances McDormand. Es una mujer dura y vulgar hasta la grosería, que esconde un buen corazón y toda la amargura y el dolor del mundo tras una máscara tosca de hierro. Se debate entre un soterrado sentimiento de culpa y un narcisismo de madre coraje que le hace ser la más víctima entre las víctimas. Pero hay otra víctima radicalmente diferente, el jefe de policía Willoughby (magnífico Woody Harrelson) que afronta una enfermedad terminal con el estoicismo propio de quien sabe que hay momentos en que no existen respuestas sino aceptación de lo inevitable. Lo que en los  tres anuncios de Mildred es acusación y enfrentamiento, en las tres cartas del jefe de policía es aliento y esperanza.

En el final abierto, Dixon (excelente Sam Rockwell), un idiota racista que no termina de estar bien perfilado en el guión, y la protagonista, nos dejan con un alentador  “Ya nos lo pensaremos en el camino”. Sabiamente se nos hace saber que los personajes han cambiado. Nada se ha solucionado, pero las criaturas que nos han acompañado durante hora y media ya no son las mismas. Hay un hilo de esperanza que nos habla de que no todo está irremediablemente perdido. Después de todo quizá, solo quizá, hay una posibilidad de redención.

Una buena película con excesos innecesarios y falta de desarrollo y cohesión en partes del guión. 
ISABEL BANDRÉS




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En esta estupenda película, Spielberg nos narra el valor y el coraje que requiere ejercer la libertad, en este caso la libertad de prensa. The Washington Post no era a principios de los 70 el referente en que luego se convirtió tras la publicación de los papeles del Pentágono y destapar, un poco después, el escándalo Watergate que acabó con el presidente Nixon. A finales de los sesenta, su propietaria, Katharine Graham, asumió el papel editora tras el suicidio de su marido. Esta mujer, con problemas de autoestima, se debatía en un mar de dudas sobre su idoneidad para ejercer este papel cuando el periódico pasaba una seria crisis profesional y económica. Pero surge la oportunidad de publicar unos archivos clasificados sobre la actuación de varias administraciones en la Guerra del Vietnam, en los cuales se señalaba lo absurdo de una guerra que se daba por perdida desde casi el principio y que costó la vida de millón y medio de vietnamitas y cincuenta y ocho mil estadounidenses.

El film se centra en dos tramas: en el drama personal de Katharine Graham y la aventura de una redacción para conseguir publicar unos documentos en beneficio de todos los ciudadanos. Esta película, de narración clásica, va entrelazando de manera ejemplar el drama de la situación personal y psicológica de su protagonista y el thriller de la investigación y el trabajo periodístico. Además está aliñada con algunos momentos de humor (por ejemplo, la niña con la limonada) que aligera su desarrollo, pero no lo banaliza. Otro de sus grandes logros es la representación del ambiente humano y técnico de una redacción de aquella época: reuniones, comidas, humo, linotipias, máquinas de escribir, correctores, diseño de las páginas, teletipos… Todo un mundo actualmente sustituido por la nueva tecnología digital, que significó una auténtica revolución en el mundo de las comunicaciones de masas, y que hizo que la familia Graham tuviese que vender el periódico por 250 millones de dólares a Bezos, fundador de Amazon, en 2013.

Un film elegante y no sólo por la puesta en escena sino por la utilización del ritmo, de los espacios, del drama, del humor, de la mezcla de los géneros, del tono… Nada desentona, todo fluye. La película va de menos a más. Uno de sus muchos méritos es que vemos crecer poco a poco a sus personajes tanto individualmente como en sus relaciones interpersonales  que se van tejiendo y destejiendo siempre en el más absoluto respeto hasta llegar a la decisión ética, como todos saben, de publicar los papeles secretos.

Todos los actores, incluidos los secundarios, hacen un gran trabajo. Hay que destacar la labor interpretativa de Tom Hanks que da vida a Ben Bradlee, un dinámico director adjunto de redacción. Pero sobre todos ellos, brilla Meryl Streep, ella no es que interprete a Katharine Graham, es Katharine Graham. Está más allá de cualquier adjetivación elogiosa que yo pueda verter en estas líneas.

He de confesar que vi esta película, contra mi costumbre, en versión doblada. Seguí un buen consejo porque tiene abundantes y rápidos diálogos y, si no se posee un alto nivel de inglés, es difícil seguirla.

No se pierdan esta excelente película, la disfrutarán. Y si quieren profundizar sobre cómo se desarrollaron los hechos, existe una espléndida autobiografía, premiada por el Pulitzer en 1998, titulada Un historia personal (Alianza editorial) con la que también pasarán un buen rato. 

ISABEL BANDRÉS

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Un matrimonio, Zhenia y Boris, quiere divorciarse para emprender una nueva vida con otras parejas y ser felices. Pero tienen un lastre, su hijo de 12 años, del que ninguno de los dos quiere hacerse cargo. Aliosha, tras escuchar una terrible discusión de sus padres mientras solloza amargamente, desaparece.

La película se abre con un paisaje desolado: nieve, arboles de troncos oscuros, lagos de aguas estancadas y negras... Soledad y vacío en la naturaleza, soledad y vacío en el interior de los personajes. Pero el director, Andrei Zviaguintsev, no sólo nos narra la historia de un micro mundo familiar, paralelamente nos cuenta la historia de una Rusia sin valores donde se impone el  capitalismo más feroz y un padre cruel y depredador (Putin) deja a la intemperie a “sus hijos”.

El panorama no puede ser más angustioso. Cuando la necesidad de los otros se hace presente, no se puede contar ni con los más cercanos, padres, familia, vecinos, compañeros; ni con los más lejanos, el Estado y sus instituciones. Los más cercanos están ocupados buscando la felicidad en el confort que da lo material y la satisfacción momentánea de sus sueños; el Estado se centra en una guerra con Ucrania y las Instituciones no funcionan por la excesiva burocracia o por la falta de recursos. Son como los tres monitos: no veo, no oigo y no hablo. Y para conseguir esa total incomunicación no hay nada mejor que estar todo el día colgados de un móvil o viendo por la televisión, constantemente encendida, los desastres de una guerra que en realidad no le importa a nadie. El móvil y la televisión se utilizan aquí para mantener al otro fuera de cualquier comunicación auténtica. El mundo virtual desplaza al mundo real, es más indoloro y mucho más cómodo.

Sólo un grupo de voluntarios, sin juzgar ni incriminar, ayudaran en la búsqueda del niño. Zviaguintsev, director de la película, opinó en una rueda de prensa: “La única forma de salir de esta tremenda indiferencia que asola hoy el mundo es dedicarse a otros, incluso si son extraños (…) No lo hacen para obtener una recompensa, sino porque es su objetivo. Y por eso cada uno de sus actos tiene un significado. Sólo así puede uno luchar contra la deshumanización del mundo actual”.

La película tiene un final tan brillante como aterrador: un hombre que trata mal a su nuevo hijo, una mujer que corre sobre una bicicleta estática sin ir a ninguna parte, mientras está separada por un grueso cristal de su nueva pareja , y como fondo aparece el mismo paisaje desolador del principio. Todo sigue igual. Yo diría que peor porque la esperanza de que algo cambie se ha esfumado. La desolación interior es más profunda y el vacío de sus vidas más extenso.

Sólo subsisten, como testigos de lo que ha pasado, un antiguo cartel, descolorido por el paso del tiempo, con la fotografía de Aliosha y un cinta colgada de la rama de un árbol que el mismo ha enganchado al principio de la película. Eso es todo lo que queda de un niño que no fue ni deseado ni querido.

Una magnífica película con unos excelentes actores y con imágenes potentes en las que se utiliza la naturaleza como un personaje más. El director utiliza el simbolismo y la metáfora de manera magistral, logrando atraparnos y mantenernos en tensión con un lenguaje poderoso. Lo que nos cuenta no nos hará felices, pero sí nos hará reflexionar sobre un mundo y una sociedad en el que las relaciones humanas están desapareciendo para dar paso al narcisismo. Ese virus que parece heredarse y extenderse por todos los estamentos de nuestra sociedad, no hace falta irse a Rusia. Película dura, amarga y sin concesiones que queda en el recuerdo y nos abre muchos interrogantes sobre nuestra sociedad y sobre nosotros mismos.
ISABEL BANDRÉS



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EXPOSICIÓN



 ISABEL VILLAR. Pinturas.1970-2017 



La Galería Fernández-Braso de Madrid expone una retrospectiva de la pintora Isabel Villar y nos muestra el camino que recorrió la artista hasta convertirse en la protagonista de una nueva revolución del arte y lograr el sueño de pintar como mujer. 

La pintora Isabel Villar Ortiz de Urbina nació en Salamanca el 8 de marzo de 1934. Desde muy temprana edad demostró su inclinación por el dibujo y en sus años escolares afianzó su vocación por la pintura, causando algún que otro disgusto familiar por no prestar la debida atención a ciertas asignaturas como el latín o las matemáticas.

Empecinada, en 1948 Isabel emprendió sus clases en la Escuela de San Eloy para aprender dibujo y el arte de la pintura. Pero su horizonte se quedó pequeño y a la altura de 1952 hizo su maleta y dio el salto a Madrid, donde superó los difíciles exámenes de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Este cambio dio un giro radical a su vida.

Tanto Isabel como sus compañeros de la Academia, integrantes del grupo “La Cepa”, como Ángel Doreste, Antonio Zarco o Eduardo Sanz, renegaban de la pintura que les enseñaban sus profesores, con la cual no se identificaban y a la que consideraban rancia. Por tanto, nadaron contra corriente y emprendieron el camino que les convertiría en protagonistas de una nueva revolución del arte.

Isabel fue una artista en un mundo de hombres. Y quiso pintar de una manera diferente: ella quería “pintar como mujer”. La vida le reservaba una grata sorpresa: en 1957 obtuvo la beca de Paisaje del Paular y vivió un verano de convivencia con sus compañeros de la Academia de San Fernando, pintores entre los que se encontraba el santanderino Eduardo Sanz, con el que Isabel empezó a intimar.

Cuando en 1958 vuelve a Salamanca, Isabel había madurado y era ya una artista. En su cronología se destaca la primera exposición individual que realizó en la Sala Miranda de su ciudad natal.

Poco a poco fue peleando por encontrar su sitio en un mundo de hombres, por hacer una pintura propia de mujer, lo que en aquellos años suponía una rebeldía. Isabel quería encontrar otros temas, usar otras tonalidades de color, ver la pintura desde otra perspectiva y así construyó su universo, como Alicia en el País de las Maravillas.

Pasó el tiempo e Isabel sintió que Eduardo y ella se iban enamorando a través de la pintura: Eduardo la valoraba como mujer y como pintora. Ambos se casaron en el año 1963, trasladaron su residencia a Santander y en 1964 nació Sergio, su primer y único hijo. Entonces Isabel decidió dar un paso atrás, cuidar a su hijo y reflexionar sobre la pintura que quería realizar en el futuro. Como su marido tenía más claro lo que quería hacer, la familia se trasladó a Madrid y con las exposiciones de la obra de Eduardo llegaron las ventas y el éxito.

En 1970, libre de agobios económicos y con más tiempo disponible en su quehacer de madre, Isabel renació e inauguró su exposición individual en la Galería Sen de Madrid. Trabajó en silencio, como si no quisiese destacar pero se asomó a la ventana de la modernidad y dejó su impronta en aquella España que vivía la agonía de la dictadura. Sus obras parecían ingenuas pero eran una revelación y manifestaban una gran intencionalidad pues mostraban su ansia de libertad.

Isabel pintaba mujeres desnudas en plena naturaleza, en parajes bucólicos, inventados, soñados. Mujeres serenas, que se bastaban a sí mismas, que no necesitaban el amparo del hombre, que no eran víctimas pues se consideraban libres. Su mensaje era turbador, al menos para algunos; pero lo cierto es que la mirada profunda de sus mujeres quiso ser el símbolo de la pluralidad y de la apertura.

Hoy, 38 años después, en los que el éxito de Isabel Villar se desgrana en diversas exposiciones individuales y colectivas, en múltiples colaboraciones artísticas: portadas de revistas y semanarios, como Cambio 16 y El País Semanal; carteles de películas, como Los paraísos perdidos; o portadas de libros y de discos, la pintora vuelve a mostrar su obra en la Galería Fernández-Braso, una obra que justifica una vida.

En esta exposición, cuyo comisario en Alberto Anaut, Villar muestra al público su mundo ideal, el escenario de sus sueños, la flora y la fauna de sus paisajes. Al mismo tiempo, reclama la mirada del espectador, al que hace partícipe de sus fantasías.

Se equivoca el que tilda su obra de naïf pues su pintura es intencionada: es una llamada a la bondad del ser humano, pero no una bondad bobalicona, sino inteligente y responsable; es un canto a la nobleza que transmite un mensaje de paz.

A medida que avanza la exposición, Villar pone el énfasis en los motivos que inspiraron sus obras, en consonancia con la cronología. Los temas de sus cuadros cambian con el transcurrir del tiempo. Sus personajes, a veces de aspecto barojiano, son retratados en paisajes increíbles, con el mar como fondo o rodeados de animales en una densa vegetación. Sus mujeres, desnudas, hacen más amable el paso de las estaciones y los ángeles-mariposas revolotean en las creaciones de los años 90.

Isabel Villar tuvo un sueño: ella quería pintar como mujer un mundo diferente. Hoy, en el ocaso de su vida activa, como si de una Alicia se tratase,  ha querido mostrar a sus seguidores su propio País de las Maravillas.

A. PILAR RUBIO


La exposición finaliza el 3 de marzo de 2018

Se exhibe en la Galería de Arte Fernández-Braso
Calle Villanueva, 30 - Madrid



 Cinco mujeres en el río, 2008. Acrílico sobre lienzo. 100 x 81 cm



Familia del obispo, 1974. Acrílico sobre tabla. 120 x 181 cm


















JULIA LEZHNEVA


¡¡ LA NUEVA BARTOLI !!



¿ES LA SOPRANO JULIA LEZHNEVA LA NUEVA CECILIA BARTOLI?

VIRGINIA LÓPEZ ENANO

G. F. Händel, Lascia Chio pianga.

https://www.youtube.com/watch?v=Yw1A5TQVwvQ


Exsultate, jubilate from Mozart's

Voi Che Sapete Le Nozze di Figaro - MOZART


Pergolèse, "Stabat Mater"

















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