CON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DE LOS 10 AÑOS DE NUESTRA COLECCIÓN DE BIOGRAFÍAS DE MUJERES RELEVANTES, AMMU INVITA AL APERITIVO DE DESPEDIDA DE AÑO A SOCIAS, AMIGOS Y COLABORADORAS DE NUESTRO BLOG.
PRÓXIMA TERTULIA LITERARIA
COMENTAREMOS LOS LIBROS...
"Leer
a Hannah Arendt permite comprender mejor el presente"
Berliner
Morgenpost
¿Qué es la libertad y
qué significa para nosotros? ¿Consiste solo en la ausencia de miedo y
restricciones, o acaso implica también la participación en procesos sociales,
con voz política propia, ser escuchado, reconocido y finalmente recordado por
otros?
Publicado en Estados
Unidos en los años sesenta pero inédito hasta hoy en español -y en alemán-,
este ensayo refleja el rigor y la fuerza del pensamiento político de Hannah
Arendt y condensa con precisión y maestría sus reflexiones sobre la libertad,
de gran calado y capaces de conectar de manera asombrosa con los desafíos y
peligros de nuestro tiempo.
Arendt rastrea el
desarrollo histórico de la noción de libertad, en particular, toma en cuenta
las revoluciones en Francia y América. Mientras que la primera supuso un punto
de inflexión en la historia pero terminó en desastre, la otra fue un éxito
triunfal pero se mantuvo como un asunto local. Repensar la idea de revolución
se ha vuelto imperioso hoy, y este reencuentro con Hannah Arendt representa el
impulso necesario para las nuevas generaciones.
John Minnion - 2003
"Hanna
Arendt (1906-1975), una de las pensadoras más poderosas y originales del siglo
XX, se ha convertido en un referente indispensable del siglo XXI. Su formación
filosófica con Heidegger y Jaspers no le impidió dedicarse a la ciencia
política para intentar comprender los entresijos del siglo convulso en el que
vivió y cuyos zarpazos la afectaron directa-mente. Escribió Los orígenes del
totalitarismo (1951), desde una perspectiva alejada de los tópicos al uso y,
con valentía se enfrentó a la comunidad judía a la que pertenecía con Eichmann
en Jerusalén (1963), un estudio sobre la banalidad del mal. En su esfuerzo por
comprender al hombre escribió La condición humana (1958) y su libro póstumo La
vida del espíritu (1978), desde la esperanza en la libertad humana y su
capacidad para crear un mundo mejor" (Eila Editores).
OS RECORDAMOS NUESTRA BIOGRAFÍA Nº35
SOBRE HANNAH ARENDT
ESCRITA POR EL DOCTOR JOSÉ LASAGA MEDINA
LA CASA DEL LIBRO
"El incorregible Jaroslav Hašek fue durante toda su vida un
infatigable escritor de crónicas y relatos breves, gracias a los cuales queda
retratada la retorcida lógica del poder y la irracional burocracia de una
época, así como lo genial del absurdo de la vida y de las situaciones
cotidianas. La vanidad humana es una selección
de los relatos más mordaces e hilarantes de uno de los escritores checos más
importantes y originales de todos los tiempos".
Jaroslav
Hašek (Praga, 1883 – Lipnice nad Sázavou, 1923) novelista y periodista
checo, fue una de las figuras más relevantes de la narrativa centroeuropea de
principios del siglo XX. Su influencia en autores como Hrabal o Kundera es
indiscutible. Además de su obra más conocida, Las aventuras del buen
soldado Švejk, también fue autor de una ingente canti-dad de relatos,
muchos de ellos basados en experiencias personales; la sátira y el humor son el
común denominador de toda su obra.
EDICIONES MÁRMARA
UN AÑO MÁS...
PAOLA TREVISAN ELIGE MADRID
Paola Trevisan ha elegido el Ateneo
de Madrid para celebrar los 15 años de existencia de la plataforma artística
Trevisan International Art. Un foro de arte creado desde Ferrara (Italia) con
la visión, desde el primer momento, de aunar a artistas de todo el mundo
facilitando encuentros, exposiciones y talleres.
Comisarias:
Paola Trevisan y nuestra compañera de AMMU,
la pintora, Rosa Mascarell Dauder
A. Pilar Rubio, compañera de AMMU y colaboradora de este blog,
fue la encargada de presentar la muestra pictórica.
Paola Trevisan rodeada de sus artistas, llegados a Madrid de todas partes del mundo!
GRACIAS PAOLA POR ELEGIR MADRID,
ERES NUESTRA...
OTRA
MIRADA SOBRE LA NAVIDAD
LIDIA ANDINO
Es muy probable que al comenzar
diciembre casi todos ya estemos pensando en las reuniones familiares y en encuentros
con los amigos, o en los regalos que haremos. No faltan quienes estén haciendo
dietas pre-navideñas por los excesos que sienten que cometerán en estas
fiestas. Si bien la crisis ha ido reduciendo el número de comidas, los hogares
no dejan de gastar en alimentación ideando menús más accesibles al bolsillo de
cada uno. Las comilonas siguen siendo
tradicionales, hasta tal punto que los medios de difusión nos informan de que
los "atracones de comida" elevan hasta un 30% las urgencias
hospitalarias.
¿Qué es lo que lleva a comer mucho más
de lo habitual en esta época?
Aunque cada caso es singular podemos señalar
algunas cuestiones que suelen jugar un papel importante en este exceso,
teniendo en cuenta que la Navidad nos permite ver de una manera ampliada muchos
conflictos presentes durante todo el año.
Para la mayoría es una oportunidad de
disfrutar de un descanso, de realizar paseos, no acudir al trabajo y compartir más
tiempo con los seres queridos. Sin embargo, ésta es sólo una cara de la moneda
porque también encontramos quienes manifiestan que viven la festividad con
desgana porque "tienen la obligación" de asistir a determinados compromisos
a los cuales no pueden negarse y expresan abiertamente su deseo de que estos
encuentros acaben cuanto antes. Un paciente decía: "Me acelero por la ansiedad que me provoca sentarme esa noche a cenar con personas de mi familia
con quienes no quiero estar". Otro enunciaba: "Como paso las fiestas solo porque ya no viven mis padres, mi
compañía es la comida... así me pongo", palmeando su tripa para
recalcar el final de su frase.
También hay que agregar que aunque las
circunstancias sociales han cambiado y ya no está bien visto para la salud el
comer de más, las dichos populares siguen asociando la obesidad con el estar sano,
con la prosperidad, o como una señal de felicidad: tocarte el gordo en la lotería, una
perra gorda, época de vacas gordas, etc.
El lenguaje recoge siempre en sus
innumerables frases repetidas una cuota de verdad, en el sentido de que para el
ser humano hambre y amor están unidos desde el nacimiento. El bebé come para
satisfacer una necesidad fisiológica, una vez que sacia su hambre le encuentra
un gusto al chupeteo o se chupa el dedo por placer y goza de su boca. La
multifunción de la boca abarca desde su actividad orgánica hasta su
intervención en las relaciones amorosas, sexuales, además de la importancia de
ser un órgano fonador; con ella hablamos.
Los usos del lenguaje van tomando giros
tan diversos que se llega a calificar de "apetitoso" a un objeto
erótico, o de llamar "dulce" a la persona amada.
En esta complejidad tenemos que considerar
los reiterados excesos de comida como la manifestación de conflictos que se
resuelven en una manera compulsiva de alimentarse, o mejor dicho, en este modo
de eludir, por medio del síntoma, la labor de resolverlos en la realidad.
Podremos hacer todas las dietas que
queramos, hay muchas excelentes, pero no vamos a conseguir solucionar el
problema de la compulsión si no tratamos los factores emocionales que están en
juego.
Queridos lectores, les deseo un feliz
2019, venturoso y pleno de realizaciones.
LIDIA ANDINO TRIONE
Psicoanalista
EL CENTENARIO
PRIMERA GUERRA MUNDIAL
ISABEL BANDRÉS
El día 11 de noviembre de 1918 finalizó
la Primera Guerra Mundial. Habían pasado cuatro largos años desde el asesinato del
archiduque austriaco Francisco Fernando, detonante de una masacre largamente
larvada. La conocida como La Gran Guerra movilizó 65 millones de soldados, se
contabilizaron 19 millones de muertos entre combatientes y civiles y hubo 21
millones de heridos de los que 8
millones quedaron incapacitados para siempre. El Imperio Austrohúngaro fue
desmembrado en varias repúblicas conformando democracias débiles que, junto con
la enorme sanción económica impuesta a Alemania, los nacio-nalismos, el
revanchismo y el antisemitismo fueron parte del origen de la Segunda Guerra
Mundial. Clemeceue aseguró en Versalles: ”Bueno, esto es el final”. Algo que rectificó
el historiador Toynbee, que estaba presente: “No, esto es sólo el principio”. Y
tenía razón, veintiocho años después de firmar la paz, el 1 septiembre de 1936,
Hitler entraba en Polonia.
Tras 1918, el mundo, y en concreto el
de la mujer, cambió para siempre. La desproporción entre la población femenina
y masculina y la necesidad de mano de obra en el empleo industrial hizo que la
mujer ampliase sus oportunidades en las fábricas. En Francia y en Italia se les
facilitó el acceso al funcionariado en 1919. En el período de entreguerras la
mujer se fue incorporando al mundo de la medicina y del derecho, aunque con
restricciones, la mujeres no pudieron ser jueces salvo en Noruega, la Alemania
de Weimar y la URSS hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Las nuevas formas
de gobierno hicieron que se diese voz a las sufragistas. En 1918 se otorgó el
voto a las mujeres en Polonia, en las repúblicas Bálticas, Alemania, Reino
Unido y Austria. Aunque en Francia, Italia, Bélgica y Suiza, la mujer no tuvo
derecho al voto hasta después de 1945. La primera parlamentaria, Lady Astor
ocupó su escaño en la Cámara de los Comunes en 1919. En 1924, Nina Bang fue
nombrada ministra de Instrucción Pública en Noruega, la primera mujer ministra
de Europa. Las incorporaciones de la mujer al mundo de la política fueron casos
aislados. Pero la mujer casada seguía necesitando en la mayoría de los países
el permiso del marido para firmar ciertos contratos. La total independencia
económica de la mujer estaba lejos de alcanzarse. Es cierto que el trabajo de
la mujer fuera de casa, junto con los avances tecnológicos (neveras eléctricas,
comida enlatada, lavadora, pañales…) y la reducción del tamaño de la familia,
hicieron posible una mayor integración femenina en todos los campos sociales.
De la Primera Guerra Mundial se
aprendieron pocas lecciones. Cayeron imperios, se fulminaron gobiernos y reyes,
pero la estupidez humana permaneció inalterable. Fritz Stern, historiador
estadounidense, asegura que fue “la calamidad de la que surgieron todas las
demás calamidades”. Ahora, en el centenario de la firma del armisticio, muchos
politólogos e historiadores señalan los paralelismos que estamos viviendo con aquella
época: resurgen los nacionalismos, aparición de partidos antidemocráticos y de
fuerzas disgregadoras. Parece que la democracia para amplios sectores de la
población ha dejado de ser un bien que hay que defender y se quiere sustituir
por un utilitarismo deshu-manizador.
Como señala Bernad Wasserstein en Barbarie y civilización. Una historia de la Europa de nuestro tiempo,
“El mal ha acosado la tierra en esta era, conmoviendo las mentes de los
hombres, dirigiendo sus acciones y engendrando las mentiras, la avaricia, el
engaño y la crueldad que son la materia de la historia de nuestro tiempo”. Reflexionar en este centenario sobre
nuestra realidad, desde la experiencia que nos da el pasado, sería no sólo
conveniente sino esencial para mantenernos en una democracia civilizadora y no
caer, una vez más, en la barbarie.
ISABEL BANDRÉS
DE LA BANALIDAD DEL
MAL A LA
BANALIZACIÓN DEL MAL
MARÍA LUISA MAILLARD
Decía María Zambrano,
allá por los años ochenta, que hacía tiempo que el problema de la civilización
occidental no era ya la historia o lo social, que había dominado el horizonte
de los hombres en el siglo XIX y gran parte del XX, sino el hombre. No parece
que esa reflexión haya tenido eco. En este primer tercio del siglo XXI, como
señala Roberto Calasso "el domino de lo social se ha vuelto tan
omnipresente como para coincidir con la obviedad misma". Y si es así, si
lo social ocupa todo nuestro horizonte, ¿qué evolución ha seguido el concepto
del mal, unido a lo social y desvinculado del hombre? El siglo XX europeo se ha
olvidado del demonio —que como todo símbolo dejaba abierta la sugerencia—, y ha
identificado el mal absoluto con una forma de ejercicio del poder en un periodo
histórico concreto: la Alemania hitleriana y su política genocida. Otros
totalitarismos de la época, como el de la Rusia estalinista han tenido una
condena más tardía y carente de la unanimidad necesaria para convertirse en
símbolo. No nos vamos a detener en este hecho que precisaría de una reflexión
propia.
Desde este concepto asumido del mal, Hanna
Arendt, una pensadora política, se enfrenta en 1963 al proceso contra Eichman,
y aprecia que su concepto filosófico de mal se diluye como un azucarillo al
encarnarse en un hombre concreto, Eichman, que había tomado parte en la puesta
en práctica de un "mal absoluto": el genocidio de los judíos en la Segunda Guerra Mundial. El carácter absoluto del mal se convertía así "en
la banalidad del mal". Hanna Arendt reconocía que "los
procedimientos" que ponía en marcha una ideología totalitaria eran más
importantes que la ideología misma y un hombre banal podía ejercer el mal sin
reconocerlo. Desde otra experiencia totalitaria, la del periodo estalinista, un
personaje de Adam Zagajewski, reprocha a un supuesto historiador occidental que
juzgue ese periodo desde la atalaya de la ideología y sus juicios morales, sin
descender a la vida de los hombres concretos. El totalitarismo, le dice, no era
sólo la muerte, era también la vida, la energía, la ambición; eran los premios,
los ascensos vertiginosos, las carreras napoleónicas… Rituales donde los
hombres se agigantaban y creían en profecías imposibles.
El mal está unido al hombre y, según
interpretación de Zambrano, a ese sueño prometeico de trasladar la aspiración a
la perfección y al absoluto, que anida en el corazón humano, a lo social, que
con no poca frecuencia se encarna en un yo ególatra que rápidamente entiende
que el mayor ejercicio de poder es el asesinato: disponer de la vida y de la
muerte de los ciudadanos. El concepto del mal, una vez desgajado de su soporte
humano, de la realidad de ese ser complejo e incompleto que es el hombre y que
sin embargo aspira a la sencillez y a la plenitud, no puede ser comprendido. Pero
eso no le importa al hombre social y político de las sociedades modernas porque
ha descubierto que el concepto del mal es útil, puede ser instrumentalizado
para los propios fines de dominio, pero para ello precisa de un radical proceso
de banalización, lo que ha sido posible conforme se han ido ampliando y
perfeccionando los medios de propaganda. Sin embargo, a pesar de la
banalización, el concepto del mal, sigue conservando ese halo de Absoluto que
impide la reflexión y justifica la violencia.
Este proceso se presenta de forma más
acusada en los países de tradición católica, quizás por la sombra presente del
demonio. En España, por ejemplo, el mal se ha adjetivado y se ha convertido en
"fascista", arma arrojadiza que sirve tanto para definir un acto
académico de homenaje a Cervantes, como para descalificar a cualquier oponente
político o ideológico, o para simplificar la historia en una batalla entre
buenos malos o, recientemente, para homologarlo institucionalmente como
insulto, con el hecho real de un golpe de estado incruento. Mientras tanto
continúan los genocidios a lo largo y ancho del planeta, los gobiernos crueles
y dictatoriales y la aspiración a crearlos donde aún no los hay.
MARÍA LUISA MAILLARD
CARMEN GARCÍA INSAUSTI
DIÁLOGO CON MICHAEL SANDEL
Siempre he creído en la expresión “en
la vida no hay casualidades, sino necesidades compartidas”. Los que me conocen
saben que cuando me surgen esas coincidencias inesperadas entre lo que estaba
deseando hacer y lo que alguien me pide que haga, inmediatamente echo mano a esa
expresión, que representa una especie de sincronicidad que conecta personas,
sucesos, informaciones, de una forma un poco enigmática y difícil de explicar. El
caso es que en esta oportunidad estaba deseando escribir algo sobre el trabajo
que presenté para incorporarme como Miembro Correspondiente a la Academia de
Medicina de Venezuela, basado en un estudio sobre las células madre de la
membrana amniótica, y no tenía muy claro qué orientación darle para liberarlo
de los tecnicismos con que probablemente aburrí a los asistentes. Y de repente,
sin más ni menos, surge la conexión, el libro escogido para nuestra tertulia literaria
de este mes en AMMU es Contra la
perfección, un libro en el que Michael Sandel, filósofo estadounidense, plantea
importantes cuestiones sobre la ética de la ingeniería genérica y la
utilización de células madre embrionarias obtenidas del blastocisto, término
que utilizo reiteradamente en mi trabajo de incorporación, y que en este caso,
me permite abrir la puerta para, salvando las distancias, entrar en diálogo con
el autor.
El blastocisto es la estructura que
bajo circunstancias de desarrollo embriológico normal ocurre entre los 5 y 10
días de la fertilización, y que al implantarse en el útero continúa su desarrollo hacia un embrión, caso
contrario, se elimina por la vagina, sin que la mujer prácticamente se entere de
lo ocurrido. En la fertilización in vitro, el ovulo y el espermatozoide se unen
in vitro y el huevo se cultiva en el laboratorio hasta el estado de
blastocisto, que puede implantarse o conservarse en congelación. Para la
obtención de las células madre embrionarias, se extraen algunas células del
blastocisto, se cultivan en medios adecuados, y a partir de alli se originan clones
de células embrionarias, que son células indiferenciadas con una capacidad de
autorenovación ilimitada, que cuando se cultivan en los medios inductores adecuados
dan origen a todos los tipos de células del organismo, lo que se denomina
pluripotencialidad. Esta capacidad de autorenovación ilimitada, no la posee
ninguna otra célula del organismo, por lo que algunos investigadores consideran
que las células madre embrionarias son un producto de laboratorio. Las células
que se obtienen de su diferenciación pueden utilizarse para regenerar tejidos
dañados, para crear nuevos tejidos, probar la acción de medicamentos, etc. etc.
En el epílogo
de su ensayo, Michael hace toda una disertación sobre las diferentes
posturas morales que genera la obtención de células madre embrionarias, bien a
partir de embriones humanos que han sido creados solo para investigación o a
partir de embriones excedentes de los tratamientos de fertilidad. Termina por
concluir que si lo que se rechaza es el uso de la vida humana embrionaria, la
discusión no puede centrarse en las fuentes que se utilizan, sino en el estatus
moral del embrión. Para abordar esta discusión el autor vuelve al concepto de blastocisto
y se pregunta, si este estado precoz de desarrollo es moralmente equivalente a
una persona, a un ser humano plenamente desarrollado. Algunos defienden que es
igual, basados en la creencia religiosa de que el alma entra en el cuerpo al momento
de la concepción. Otros, desde el punto de vista filosófico, comparten la
postura Kantiana de que los seres humanos son fines en sí mismos, dignos de
respeto, y que no teniendo claro el momento de emergencia de la persona desde la
concepción hasta el nacimiento, se debe considerar que los embriones poseen la misma inviolabilidad que los seres
humanos plenamente desarrollados, es decir tienen igual estatus moral. Para
mostrar que el argumento no es muy persuasivo y tiene implicaciones morales que
incluso sus propios defensores no pueden aceptar, Michael se apoya en las observaciones
de Paul McHugh, quien textualmente señala en el apéndice de Human clonning and human dignity: The Report
of the of the President Council on Bioethcis. NY: Public Affairs, 2002:332-333,
que "si es cierto que todos fuimos antes un embrión, ninguno fue un blastocisto
clonado. Luego, si nuestro origen embrionario demostrara efectivamente que los
embriones son personas, solo condenaría la investigación realizada con células
madre producidas por la unión de ovulo y esperma, no la investigación con células madres de
embriones clonados, porque los blastocitos clonados no son, estrictamente
hablando, embriones sino artefactos biológicos que carecen del estatus moral de
los embriones humanos concebidos de forma natural". He de decir que, a mi
juicio, este argumento está bien para separar las implicaciones morales que
rigen los blastocistos clonados, (que para nada representan el objeto de
discusión de Michael), pero no para delimitar las que surgen de tratar con
blastocitos obtenidos por fertilización in vitro de un ovulo con un
espermatozoide para fines de investigación o para la fecundación, que es donde
Michael ha centrado la discusión, en mi opinión el argumento no aporta nada en
este contexto. Por otro lado, para mostrar que de la dificultad de especificar
el punto exacto en el que se adquiere la personalidad dentro del continuo del
desarrollo, no se sigue que los blastocistos sean personas, Michael echa mano
de la paradoja “sorites” utilizada por los antiguos griegos para evidenciar el
problema de especificar puntos en un continuo. Michael nos cuenta que los
sofistas usaron argumentos de tipo sorites para persuadir a sus oyentes de que
dos cualidades distintas ligadas por un continuo, eran en realidad la misma,
por más que la intuición y el sentido común dijeran lo contrario. De su
aplicación Michael concluye que el hecho de que haya una continuidad de
desarrollo entre el blastocisto, el embrión implantado, el feto y el recién nacido,
no implica que el bebé y el blastocisto sean, moralmente hablando, una y la
misma cosa. A mí, no me resulta para nada convincente la argumentación, y
pudiera inclusive, hacer la interpretación contraria, pero tratándose de una
paradoja, pudiera pasar. No obstante, creo que para el mismo Michael, no son
convincentes los argumentos que ha aplicado, por lo que intenta cuestionar la
posición de igual estatus moral, apoyándose en la dificultad que tienen sus propios
defensores en asumir las implicaciones de su postura.
Para ello se apoya en los ejemplos hipotéticos de George Annas (A french homuncuilus in a Tennessee Court” Hastings Center Report 19. November 1989:20-22), en los que, en uno hace referencia a la obligación moral de salvar a una bandeja de embriones congelados en lugar de una niña de 5 años, ante un incendio en una clínica de fertilidad, y en otro, se refiere a rechazar el uso de unos embriones excedentes de la fertilización, y preferir abandonarlos en un congelador porque nadie los necesita. Por otro lado, Michael apunta a otra dificultad que existe en la equiparación de los embriones con las personas, basándose en el hecho de que la muerte del embrión es algo común en la procreación natural y que en la vida diaria no se contempla ante ello ningún equivalente moral o religioso al de la muerte de un niño, ni se ordenan los mismos rituales. Tras presentar estas argumentaciones, las últimas en mi opinión, más convincentes que las primeras, Michael concluye, que sus críticas hacia la equiparación de los embriones con los seres humanos no pretenden sugerir que los embriones sean cosas abiertas a cualquier uso que queramos darle, que no es preciso considerar al embrión como un ser humano para mostrarle respeto, lo que se requiere es salir de la premisa kantiana de que el universo moral está dividido de forma binaria: todo es: o bien una persona y por lo tanto digno de respeto, o bien una cosa y por lo tanto abierto a cualquier uso. En su opinión, este dualismo es excesivo.
Para ello se apoya en los ejemplos hipotéticos de George Annas (A french homuncuilus in a Tennessee Court” Hastings Center Report 19. November 1989:20-22), en los que, en uno hace referencia a la obligación moral de salvar a una bandeja de embriones congelados en lugar de una niña de 5 años, ante un incendio en una clínica de fertilidad, y en otro, se refiere a rechazar el uso de unos embriones excedentes de la fertilización, y preferir abandonarlos en un congelador porque nadie los necesita. Por otro lado, Michael apunta a otra dificultad que existe en la equiparación de los embriones con las personas, basándose en el hecho de que la muerte del embrión es algo común en la procreación natural y que en la vida diaria no se contempla ante ello ningún equivalente moral o religioso al de la muerte de un niño, ni se ordenan los mismos rituales. Tras presentar estas argumentaciones, las últimas en mi opinión, más convincentes que las primeras, Michael concluye, que sus críticas hacia la equiparación de los embriones con los seres humanos no pretenden sugerir que los embriones sean cosas abiertas a cualquier uso que queramos darle, que no es preciso considerar al embrión como un ser humano para mostrarle respeto, lo que se requiere es salir de la premisa kantiana de que el universo moral está dividido de forma binaria: todo es: o bien una persona y por lo tanto digno de respeto, o bien una cosa y por lo tanto abierto a cualquier uso. En su opinión, este dualismo es excesivo.
Aunque comparto totalmente los
planteamientos de Sandel y la dificultad que tienen los defensores del igual
estatus moral entre los embriones y el ser humano para articular las
implicaciones morales de su postura, creo que el tema es sumamente complejo, que todas las cuestiones no están resueltas
todavía, y que se requiere mucha regulación para evitar las desviaciones
humanas a las que puede conducir el tema. Ya en otros campos la historia ha
dado fe de ello. Estoy con él en que la investigación con células madre,
mediante el uso de blastocistos no implantados, es un noble ejercicio de la
inteligencia humana para promover la curación de enfermedades graves y
desempeñar nuestro papel en la mejora del mundo que nos ha sido dado. Pero
no quiero concluir aquí, porque todavía no le he trasmitido la razón
fundamental que ha motivado intentar este diálogo.
Lo que Michael no sabe -y no tiene por
qué saberlo-, es que el organismo dispone de otra fuente de células
pluripotenciales con características muy parecidas a las células embrionarias obtenidas
del blastocisto, ubicadas en el epitelio de la membrana amniótica. Como todos
sabemos, la membrana amniótica es la parte de la placenta que envuelve al feto en la cavidad amniótica, lo protege
durante su desarrollo y le ofrece un ambiente agradable en el que crece sin la
presión de las estructuras que lo rodean. El epitelio, que es su capa más
interna,
se origina del epiblasto que a su vez se origina de las células del blastocisto,
tras la implantación en el útero, de allí que compartan sus características.
Del epitelio de la membrana amniótica es posible obtener células madre con
capacidad de autorenovación y de diferenciación hacia células y tejidos de todo
el organismo, es decir pluripotenciales. Es cierto que, al día de hoy, la
capacidad de autorenovación en los cultivos no es ilimitada como la de las
células embrionarias, aunque conviene que el lector sepa que transcurrieron más
de 10 años para que los investigadores desarrollaran los medios de cultivos que
han permitido que las células embrionarias muestren esta capacidad de
autorenovación ilimitada, con ello quiero decir que es posible que esto también
pueda lograrse para las células del epitelio amniótico. Las células del
epitelio amniótico tienen la ventaja de que se obtienen de un tejido que se
desecha inmediatamente despues del parto y que no tienen las connotaciones
éticas que genera el destruir embriones humanos. Los que hemos estudiado las
células madre obtenidos de este tejido estamos convencidos de que las células
de su epitelio poseen
características similares a las células madre embrionarias pluripotentes, y que en la medida que se optimicen sus
condiciones de cultivo y de expansión se podrá validar su eficacia y trasladar
los resultados preliminares obtenidos en múltiples estudios de investigación
hacia aproximaciones terapéuticas efectivas.
Esto es lo que quería decirle a Michael,
además, pedirle que traslade a los científicos, desde su autoridad como
bioético, el planteamiento de trabajar con células del epitelio de la membrana amniótica
para dejar fuera todo lo que implica manipulación de embriones y las difíciles
argumentaciones a su favor, y para hacer el mejor uso de un tejido, que a día
de hoy no es más que un desecho, pero que con seguridad traerá grandes
soluciones, en lo que a terapia con células madre se refiere, para bien de la
humanidad.
CARMEN GARCÍA INSAUSTI
Médico Hematólogo
A. PILAR RUBIO
En las últimas
décadas del siglo XIX y primeras del XX muchos artistas y viajeros, motivados
por el Grand Tour, redescubren el mar
Mediterráneo, exaltado en la literatura como un lugar de exuberante belleza
comparable al Edén. El exotismo del Mediterráneo inspiró a los nuevos
creadores, quienes volvieron los ojos al clasicismo renovando el arte con el
canon de la modernidad.
El Mediterráneo se
convirtió así en un ágora intercultural donde coincidían realidad y mitología, escenario
que sirvió de puente a los pueblos bañados por sus aguas.
España, Italia y el
Sur de Francia, ejes geográficos y ámbitos en torno a los que gira la
exposición, hacen de balcón al Mediterráneo, donde el público puede asomarse
para disfrutar de las magníficas obras de la muestra.
El Mediterráneo, cabo de Antibes - Claude Monet
Así, el espectador
descubre que en España -sobre todo en Valencia y Barcelona-, el litoral no es
solo un lugar de trabajo donde los artistas pintan al aire libre, sino que también
es un lugar placentero y de recreo. Sirva como ejemplo los niños que se bañan
desnudos en el mar en ¡Al agua!, gracias a la paleta de Joaquín
Sorolla; o las Bañistas de Es LLaner,
desnudas, de Dalí, cuyo fondo de paisaje es puntillista; o las imágenes serenas
y tranquilas de los “noucentistas” Joaquín Torres García y Joaquim Sunyer.
Antes de asomarse a
la sección de Italia y de Francia, se invita al espectador a recalar en la isla
de Mallorca para observar las creaciones de Joaquim Mir o las tormentas en el
mar de Anglada Camarasa, quienes ofrecen una visión de su mundo idealizado,
como una nueva Arcadia, en la que buscan la luz, con sus matices y contrastes.
Die Tauben, 1957 - Pablo Picasso
En la sección de
Italia, el Mediterráneo se toma como idea,
como si los artistas nos llevasen de la mano para reencontrarnos con el
clasicismo y sus raíces. Giorgio de Chirico impresiona con Las musas, a las que reviste de arquitectura; Carlo Carrá deleita
con La barca y Máximo Campigli hace
reflexionar con Los gitanos.
En Francia, la
riqueza expresiva de los artistas fue capaz de convencer a las nuevas
generaciones y logró que los lugares se asociasen a destacados genios del arte:
Aix-en-Provence con Cézanne; Arlés con Van Gogh; Antibes con Picasso; o Niza
con Matisse; lugares donde los artistas vivieron y tuvieron sus fuentes de
inspiración y que se convirtieron en talleres al aire libre y en santuarios de
peregrinación de los jóvenes que querían emular a los maestros.
Se cierra la
exposición con las obras de Matisse y de Picasso, cuarto y quinto vértices y
ámbitos de la muestra. La Figura con
sombrilla, de Matisse -quien a
principios del siglo XX inició su etapa
fauvista-, transmite serenidad al espectador, como si el artista estuviese en
paz con la naturaleza; y la vidriera El
árbol de la vida, para la capilla del Rosario, en Vence -muy distinta a la
anterior por ser una de sus últimas obras, en la que el artista utilizó la
técnica del papel cortado-, transmite la idea de inmensidad y de consuelo del
espíritu. Picasso, más vital y
diverso, pinta ventanas con Pichones;
o la serie Californie, nombre de su
casa, un balcón a la bahía de Cannes, donde refleja las impresiones de su
estancia en la Costa Azul teniendo el mar Mediterráneo como telón de fondo y también
un taller donde experimenta formas nuevas en sus etapas Azul, cubista y
poscubista.
A. PILAR RUBIO
A. PILAR RUBIO
En CaixaForum Madrid se exhibe en
estos días la exposición FARAÓN Rey de Egipto con más de 150 piezas procedentes
del British Museum de Londres. Esculturas de faraones, bustos, relieves de
templos, papiros y escritura cuneiforme en tablillas de arcilla ayudan a
comprender la vida cotidiana en el Valle del Nilo, las creencias, la religión,
el carácter divino de los faraones y el poder político y administrativo en el
Antiguo Egipto.
La muestra pone de manifiesto los
ideales y la simbología de la monarquía egipcia y recuerda que los faraones
gobernaron Egipto casi tres milenios, desde el año 3000 a.C, aproximadamente,
hasta la conquista romana, en el año 30 a. C. Durante este tiempo se produjeron
cambios económicos, políticos, tecnológicos y artísticos. Aunque la exposición
muestra un continuum, está dividida en diferentes secciones para la comprensión
de una de las mayores civilizaciones del mundo:
Egipto
y su geografía. Egipto siempre ha estado condicionado
por el Nilo. Gracias a los limos de las crecidas anuales, las tierras eran muy
productivas. El Nilo también fue una
red de transportes por donde circulaban viajeros y mercancías. Como buenos
expedicionarios, los egipcios emprendían viajes para conseguir ébano y
colmillos de elefante. Otras veces eran grandes caravanas las que se
desplazaban por el desierto para transportar piedras y metales preciosos.
Hijo
de los dioses. Los egipcios creían que los múltiples
dioses tenían un vínculo con el faraón. El faraón era considerado una
encarnación del dios Horus; una vez fallecido, el faraón se transformaba en el
dios Osiris, padre de Horus y señor del mundo de los muertos. El faraón, como representante
de los dioses, justificaba su derecho al trono y era un intermediario entre los
dioses y los hombres. Una de las deidades era Re, representación del sol cuando
está en la cúspide de la bóveda celeste, un dios creador. Por eso, al faraón
también se le describía como “Hijo de Re”.
Símbolos
de poder. Templos: los reyes y los dioses. El faraón era
el sumo sacerdote y con los sacerdotes realizaba los rituales de las ceremonias
religiosas. Los egipcios creían que si los dioses estaban satisfechos premiarían
a Egipto con estabilidad y prosperidad. El faraón tenía que ser fuerte pues
defender las fronteras de Egipto no era una cuestión baladí: por los cuatro
puntos cardinales acechaban nubios, libios, asirios, persas… de tal forma que
las fronteras se movían en función de los resultados de las campañas militares
y a veces había que gobernar con alianzas.
Algunos faraones fueron
profanados por monarcas posteriores. Es
el caso de la reina Hatshepsut, que gobernó un tiempo como faraón en lugar de
su hijastro Tutmosis III y de Akhenaton, quien promulgó la adoración de un
único dios (el dios solar Atón), con lo que provocó grandes disturbios.
La
vida de la realeza: el palacio y la familia. Pocos palacios
egipcios se conservan, debido a que fueron construidos con adobes secados al
sol (a diferencia de los templos, construidos en piedra). Aunque los vestigios
de pinturas y colores que han llegado a nuestros días muestran su esplendor. En el palacio vivía el faraón y su
familia. Además de la esposa principal, el faraón tenía otras consortes por lo
que de las uniones reales nacían muchos hijos. En los palacios se realizaban
diversas ceremonias y disponían de aposentos para invitados y visitantes
extranjeros.
Administración
de Egipto: funcionarios y gobierno. Para mantener el
control político, económico y religioso, el faraón disponía de un complejo
sistema administrativo. Los visires, de más alto rango, supervisaban el trabajo
de los escribas, los sacerdotes y otros administrativos.
La
vida eterna: la muerte del faraón. En vida del faraón se
construía su tumba, para asegurar su alojamiento en su último viaje. Durante el
Reino Antiguo y el Reino Medio se erigían pirámides; más tarde se excavaron
tumbas en el Valle de los Reyes ocultando su ubicación por los tesoros que
escondían. A pesar de las precauciones, casi todas fueron saqueadas.
A. PILAR RUBIO
¿SABÍAS QUE DESDE EL MES DE ABRIL
Y HASTA OCTUBRE DE 1887
EN EL PARQUE DEL RETIRO, JUNTO A LA CASA DE FIERAS, HUBO UN ZOO HUMANO?
CARMEN MENDÍVIL
Tuve mi primer “contacto” con los zoos
humanos este verano, al ver una serie alemana, “Charite,” que nos transporta al
hospital más famoso del Siglo XIX, donde Premios Nobel de Medicina, como
Laureates Robert Koch, Emil von Behring o Paul Ehrlich, dieron sus primeros
pasos en una época de avances científicos sin precedentes. Una época marcada
asimismo por cambios radicales en la sociedad, fruto tanto del pensamiento
filosófico que alumbró la filosofía de Nietzsche como del proceso ya imparable de la Revolución Industrial. En
dicho hospital, se atendía a personas sin recursos a cambio de que, en caso de
fallecer, donaran sus cuerpos a la ciencia en favor de la investigación.
En uno de los capítulos, los médicos
atienden a una mujer proveniente de un zoo humano que había en Berlín y que
estaba afectada de viruela. El episodio, anecdótico dentro de la serie, me
impresionó vivamente. Pero lo que no sabía aún es que aquí mismo, en Madrid, el
ministro de ultramar, Victor Balaguer, inauguró un zoo humano con el título
“Exposición General de Filipinas” en el Parque del Retiro en 1887, a pesar de
que en 1886 se había abolido plenamente la esclavitud en España.
A estos efectos, se trajeron 43
indígenas filipinos junto a “algunos igorrotes, un negrito, varios tagalos, los
chamorros, los carolinos, los moros de Joló y un grupo de bisayas”, tal como
recoge el investigador Christian
Báez Allende en su libro Zoológicos
Humanos: fotografías de fueguinos y mapuche. El diario El Imparcial, escribió a ese respecto:
“En su constitución, en su aspecto, en su lenguaje, en sus maneras, en sus
costumbres, en su color y hasta en sus trajes, esos compatriotas nuestros
difieren grandemente de los filipinos más civilizados y hasta ahora conocidos”.
Estos zoos humanos eran un lugar de
entretenimiento, un circo. Los curiosos iban a verlos, les lanzaban comida y
así pasaban el rato. Se supone que también servían para el estudio con fines
científicos. "Caníbales australianos, raros, desfigurados... Lo más brutal
que jamás se ha visto", así era la publicidad de la época. Estas exposiciones
coloniales, degradantes y racistas, se presentaban al público como una muestra
de los diferentes pueblos colonizados y se elaboraba una puesta en escena, en
un ambiente reconstruido. Los zoos servían también para justificar la
colonización de pueblos indígenas, a los que se representaba cercados, como
salvajes o bárbros.
Curiosamente, y aunque hoy nos resulte
escandaloso, lo cierto es que en su momento nadie pareció sentirse incómodo
ante el el hecho de que un grupo de hombres, mujeres y niños fuera mostrado al
público como simples animales. Incluso, como apunta Luis Ángel Sánchez Gómez,
profesor de la Universidad Complutense de Madrid y uno de los mayores expertos
de nuestro país en materia de etnografía, con numerosos artículos publicados
sobre este tipo de “exposiciones”, aclara que lo de El Retiro era un juego de
niños en comparación con otros países. Considera que, en comparación, aquellos
hombres y mujeres fueron tratados con algo parecido al respeto, incluso
llegaron a ser recibidos por la reina regente María Cristina. La palma de toda
esta situación se la lleva, por lo visto, Bélgica, cuyo rey Leopoldo II pasaría
a la historia por sus despiadadas y sádicas prácticas colonizadoras en el
Congo. En Bruselas, el último zoo humano se llevó a cabo en 1958, diez años
después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
La brillante idea parte de un director
de circo alemán, Carl Hagenbeck,que empezó a exhibir samoanos y lapones
rodeados de sus tiendas, trineos e instrumental de pesca. Más tarde, y visto el
éxito, paseó por varios países a una docena de hombres, mujeres y niños de la
etnia chilena Kawesqar. Era la última moda etnocentrista y todo un espectáculo
para el público del viejo continente.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la poderosa corriente
antropológica poligenista, —que defendía la división biológica de la humanidad
en un número variable de especies— afirmaba sin ningún problema que, de acuerdo
con un análisis taxonómico riguroso, muchos de los pueblos no caucásicos se
encontraban más próximos a otras especies de simios antropomorfos que al
«hombre blanco». El eminente biólogo alemán Carl Vogt ,expresaba perfectamente
este punto de vista en sus famosísimas «Lecciones sobre el Hombre», una de las
primeras monografías centradas en el problema de la evolución humana desde una
perspectiva estrictamente biológica.
De esta forma, la
animalización científica del otro, encarnado por antonomasia en los pueblos no
occidentales, llegó a finales del siglo XIX a su máximo grado de
racionalización en toda la historia de la biología humana, de la mano del
pensamiento positivista.
Aunque el fenómeno de los zoos humanos
nos parece ahora vergonzante pero, al fin y al cabo, algo pasado e irrepetible,
me parece muy interesante la reflexión que el antropólogo Hasán G. López
realiza sobre “las nuevas formas de exhibición en la era de la globalización”
que nos hace pensar que el fenómeno no ha desaparecido, sino que simplemente ha
cambiado de rostro. El profesor pone varios ejemplos, entre ellos el programa
de televisión “Perdidos en la tribu” -que tuve el “privilegio” de ver durante
unos minutos y que me produjo una gran sensación de incomodidad. En ese
programa, una familia media española convive con una que nunca ha visto
personas del mundo occidental. El show tenía
también otra versión en la que esa tribu se encerraba en casas españolas para
ver cómo vivían. El profesor califica todo esto de “puramente exhibicionista”,
y no duda en compararlo con los zoológicos humanos de siglos atrás.
El profesor Hasán también denuncia el
exhibicionismo en redes sociales, donde los turistas tienden a colgar “selfies”
hechos junto a personas de otras culturas, acrecentando las diferencias. En una
exposición que tuvo lugar en Valencia en el año 2017, se mostraba un compendio
de fotos, provenientes de las redes sociales, en poblados Karen, en Tailandia
(donde están las llamadas “mujeres jirafa”). En ellas, jóvenes y adultos posan
sonriente junto a las mujeres con el collar. Nos recuerda también el profesor
Hasan que esas personas son “refugiados políticos” en Tailandia, de manera que
no tienen los mismos derechos, ni pueden trabajar. Por eso, para sobrevivir, se
ven obligados a dejarse fotografiar por los turistas quienes pagan una entrada
por visitar sus poblados. Hay muchísimos paquetes turísticos con destinos
exóticos donde se ofrecen visitas a hogares o poblados para que los turistas
puedan vivir la supuesta autenticidad del lugar, objetualizando y cosificando
al otro como un objeto de consumo más.
Por tanto, Hasan G. López advierte de que el proceso
xenófobo de exhibición de personas no ha terminado, tan sólo se ha
“transformado”. Y relata cómo ha ido evolucionando a lo largo de los siglos:
“En el siglo XVII traían a un nativo de los viajes en ultramar para enseñarlo a
la Corte Real, como curiosidad etnográfica. Hay un segundo momento, en el que
aparece la fotografía, en el que se les retrata y se traen postales de los
viajes. En un tercer paso, los traemos aquí, sin poner en riesgo nuestras
vidas, para ver cómo son y cómo viven. El cuarto momento es ahora, cuando las
condiciones de seguridad del viaje y el confort son bastante óptimas y
cualquiera se puede marchar a Tailandia y exhibir sus fotos al resto del mundo
a través de redes sociales”.
El investigador admite que es una forma de vida para
muchos de ellos, y que incluso, los hay que se han hecho “profesionales del
oficio”. No obstante, asegura que, en general, los contratos “son opacos” y “no
están al nivel” de lo que marca la ley en los países occidentales donde se
exhiben. “Se convierte en una oportunidad laboral para algunos, pero no deja de
ser un sistema de explotación. La participación consciente en este tipo de
espectáculos no implica bondad moral”, sostiene el autor.
A veces, se incurre en esta práctica
hasta con fines filantrópicos, como por ejemplo, cuando en el año 2002, en
Bélgica, se exhibieron 8 pigmeos de la tribu Baka para recaudar fondos para
construirles un pozo. De nuevo ocurrió en Francia con el parque “Bambula”. Hay
mucha documentación y videos para el que esté interesado en ampliar el tema,
que espero… Os haya entretenido. J
Hasta el próximo mes… ¡¡¡Feliz Navidad
a todos!!!
CARMEN MENDÍVIL
Joan es a los ojos de todos sus
familiares y amigos una esposa excelente. La esposa devota que ejerce de
enfermera, madre, secretaria, ama de casa y un oculto etcétera. Esta mujer ejemplar ha logrado cercenar sus deseos
más íntimos que ha puesto al servicio de su esposo Joe, un narcisista
manipulador que tras seducirla, la ha devorado apropiándose de su identidad.
Joe, un marido que derrocha encanto, no hace más que repetir a todo el que
quiera escucharle: “Yo sin mi mujer no soy nada”. Y nadie, salvo su mujer,
conoce la literalidad que la frase esconde. Para que Joan sea la mujer de Joe, ha
tenido que dejar de ser. Y de allí,
la irritación que la frasecita provoca en la protagonista, ya que le recuerda
su vergonzoso sometimiento.
La relación de Joe y Joan (los nombres
de los protagonistas ya nos señalan su conexión simbiótica), es una relación
aparentemente armoniosa y de formas educadas, que esconde una vínculo de amo-esclava,
una relación de dominio en la que no hay cadenas físicas, ni látigos, ni
violencia bruta. Asistimos al vaciado de la subjetividad del otro para
utilizarla en beneficio propio.
La película trata un tema difícil y lo
hace muy bien. El director, Björn Runge, va levantando gradualmente los velos
que ocultan la personalidad manipuladora y narcisista de él y la debilidad de
ella. Poco a poco vemos como crece la vergüenza de ella por haber consentido y
el horror de él a ser abandonado. Y en ambos casos, la angustia de una posible
autonomía del otro. Es lo que tienen las relaciones parasitarias.
La película tiene muchas cosas buenas:
un tema potente, un desarrollo gradual e inteligente de la trama, un retrato psicológico
de los personajes impecable. Pero fracasa en la manera de narrarlo. El lenguaje
cinematográfico es ramplón, academicista y plano, sin ningún tipo de
originalidad ni de potencia en sus imágenes. Los abundantes flashbacks son oportunos, pero no
terminan de funcionar, algo chirria en ellos. Es una película correcta pero no
notable.
Hay que destacar las magnificas actuaciones
de Glenn Close y de Jonathan Pryce. Los dos están brillantes en esta obra, más
teatral que cinematográfica, que nos hace reflexionar sobre las dificultades de
las relaciones humanas.
ISABEL BANDRÉS
PARA VER TRAILER
The Guilty, es la
primera obra del director sueco Möller y en ella hace una apuesta arriesgada
abandonando los caminos trillados del thriller
e intentado ofrecer algo diferente, aunque no se pueda calificar de “totalmente
original”. El director narra como Asger, un policía suspendido de funciones y
relegado al servicio telefónico de emergencias hasta que su caso se vea ante
los tribunales, hace de manera rutinaria su trabajo hasta que una mujer
aterrorizada, Iben, llama desde un coche diciendo que ha sido secuestrada. A
partir de ese momento, el espectador permanecerá absorto y en tensión mirando una
pantalla en la que sólo hay un policía atendiendo una llamada, pero que a
través de los tonos de voz, de los sonidos que llegan a través del teléfono, de
los llantos, de los silencios… “verá” el drama de una familia: niños, locura,
violencia, dolor, abandono, dejadez, miseria física y moral… Durante 85
minutos, la narración de Möller y un excepcional actor Jacob Cedergren, en el
papel de Asger, logran mantenernos en tensión. Segundo a segundo, la angustia
se va apoderando de nosotros. Nos olvidamos que lo que realmente vemos en pantalla
es sólo a un tipo contestando al teléfono porque lo que realmente vemos en
nuestra cabeza, aunque sólo oigamos sus voces, es a Iben, a Michael, a
Mathilde, a Rashid… y los lugares que transitan: la casa desvencijada, el piso
repleto de papeles, la furgoneta, las carreteras, el puente, los coches de
policía…
Tras su aparente sencillez, existe un
guión magnífico, un montaje dinámico, un sonido depurado, unos diálogos
milimetrados, el control perfecto de los silencios, una fotografía sugerente… y
todo en un entorno minimalista en el que un policía no hace más que hablar por
teléfono. Una técnica narrativa depurada y trabajada hasta los más mínimos
detalles le da credibilidad e interés a la narración. Y es que la sencillez, no
la simplicidad, es algo muy difícil de conseguir.
Möller nos ofrece, como en toda obra
que merezca la pena, algo más que una trama. Nos cuenta, sobre todo, la
historia de una transformación personal. El Asgar que vemos al principio de la
película: seguro, sin grietas aparentes, satisfecho de sí mismo va dejando paso
a un Asgar que se enfrenta a sus propios demonios personales y asumirá sus
propias culpas y debilidades. Es la historia de la redención de un hombre a
través de la ayuda y la compresión que ofrece a otros. Tras su última
conversación con Ibsen, Asgar ya no es el mismo que atendió su primera llamada.
Si le gusta el thriller, no deje de
verla.
ISABEL BANDRÉS
PARA VER TRAILER
SUSI TRILLO
Vaya con dios es un
grupo belga de música, su estilo habitual es Jazz suave. Fue fundado en 1986
por Dani Klein, Dirk Schoufs, y Willy Lambregt Tuvieron éxito
internacional con canciones como Just a friend of mine, What's a woman, Nah neh
nah y Heading for a fall.
PARA ESCUCHAR A VAYA CON DIOS
AT THE
PARALLEL
WHAT'S A
WOMAN
JOHNNY
NAH NEH NAH
Y no sólo a las pequeñas librerías... Puedes comprar las flores de Pascua en la tienda de Paquita, que acaba de tener un bebé y su marido está en paro; Germán, el de la esquina, trae los chorizos de su pueblo en Asturias y son los mejores que vas a probar en una temporada. Y las luces que pones en el puñetero arbolito de plástico, ese que pliegas cada siete de enero y subes al altillo del armario, las tienen en la ferretería que siempre está para cerrar pero no se sabe cómo, aguanta. Seguro que te acuerdas de los turrones de la pastelería del barrio, que no parece que sean de neón. Y Jose, el del bar... vende un vino cosechero a muy buen precio, sin etiqueta... Así, con un par! Pero que no te defraudará en boca, con aromas primarios y todas esas gilipolleces que dices cuando te pones en "modo sumiller". Y apúntate a clases de yoga, que te estiran tanto que quizá también te estiren la paga extra o la pensión!
No perdamos el Oremus y ayudemos...
S.T.
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