CON
MOTIVO DE LA CUARTA EDICIÓN DEL CICLO DE CONFERENCIAS "DONES SÁVIES" ORGANIZADO POR LA BIBLIOTECA CENTRAL DE GANDÍA
—QUE CUENTA CON LA COLECCIÓN COMPLETA DE BIOGRAFÍAS AMMU—, NUESTRA PRESIDENTA MARÍA
LUISA MAILLARD DISERTARÁ EL 12 DE MAYO/22 SOBRE MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR, AUTORA DEL
SIGLO DE ORO.
SERÁ EL
COMENTAREMOS EL LIBRO
Esta historia de amor, ambientada en una
pequeña población de Irlanda durante un verano de finales de los años
cincuenta, ha sido clasificada por la crítica anglosajona como «obra de arte perfecta»
y «obra maestra».
El destino parece haber dictado que Ellie y
Dillahan se hayan convertido en marido y mujer. Criada en un orfanato, la joven
Ellie es enviada a servir a la granja de Dillahan, donde se encuentra a un
hombre que arrastra el sufrimiento de haber perdido a su esposa y a su hijo
recién nacido en un extraño accidente. No obstante, ya sea fruto del azar o la
necesidad, la vida de la pareja transcurre ordenada y tranquila hasta que, un
día de verano, la aparición de Florian, un veinteañero melancólico que está
ultimando la venta de la casa de sus padres, despierta las emociones dormidas
de Ellie. La pasión, repentina e irrefrenable, empuja a la joven Ellie hacia
una turbadora relación con Florian, que afectará incluso a algunos habitantes
del pueblo hasta desembocar en un desenlace sorprendente.
La prosa sobria y luminosa de Trevor retrata
con precisión fotográfica los detalles más reveladores de la vida cotidiana de
unos personajes indefectiblemente ligados al entorno y al momento histórico que
les ha tocado vivir, creando una historia de amor acorde con los más altos
cánones de excelencia literaria y estética.
William Trevor Cox nació en una familia protestante de clase media, fue educado en el Saint Columba's College y en la Universidad de Dublín donde obtuvo un grado en Historia. Trevor trabajó como escultor, complementando sus ingresos como profesor. Se casó en 1952 con Jane Ryan y emigró a Inglaterra en 1954. Su primera novela, A Standard of Behaviour (Un estándar de comportamiento), fue publicada en 1958, pero tuvo poco éxito entre la crítica. Tras abandonar la escultura, se dedicó a la concepción y redacción de eslóganes publicitarios en Londres, antes de convertirse en escritor a tiempo completo en 1965. Trevor era miembro de la Academia Irlandesa de Letras y Aosdána. Fue nombrado Caballero Comendador de Honor de la Orden del Imperio Británico en 1977 por sus "Servicios a la Literatura"; fue nombrado Companion of Literature en 1994 y en 2002 fue nombrado Caballero Honorario en reconocimiento por sus servicios a la literatura.
LA CULTURA Y LA EDUCACIÓN
MARÍA LUISA
MAILLARD
El
pasado 1 de abril, Theodor Kallifatides, autor entre otros libros memorables de
Madres e hijos, participó en una
charla en la Fundación Teléfonica. Como no podía ser menos, en un momento
determinado, salió a colación la situación en la que se encuentra Occidente y
las democracias, a raíz de la cruenta y genocida invasión de Ucrania por el
dictador Vladimir Putin. El escritor contestó sin vacilar a la pregunta de cuál
podría ser una salida para mejorar el trato de los humanos entre sí: “la
cultura”, dijo, “porque la mejor manera para evitar la guerra sería la lectura
de Guerra y paz de Tolstoi”. Es
cierto que luego añadió que, aunque Putin hubiese leído este libro,
probablemente hubiera iniciado la guerra ya que la ideología primaba en él
sobre la cultura.
La
respuesta de Kallifatides, quien también lamentó la postergación que los
estudios de Humanidades estaban sufriendo en las sociedades occidentales, me
hizo reflexionar sobre el papel que las ideologías y la cultura ocupan en el
mundo de la educación, uno de cuyos principales objetivos debe ser precisamente
la transmisión de la cultura acumulada a lo largo de los siglos. Y, tirando de
la madeja que me proporcionó mi admirado escritor, recabé en el lugar que la
literatura y la lengua ocupan en el Real Decreto de la nueva Ley sobre la
Enseñanza secundaria, 217/2022 de 29 de marzo. Como ya señalamos en la entrega
anterior sobre la Enseñanza primaria, solo basta una lectura rápida, para evidenciar
que la ideología prima sobre la cultura, que no es otra cosa que la transmisión
de conocimientos, finalidad primera de la educación. El objetivo del currículo
de Lengua y Literatura, se orienta tanto a la eficacia comunicativa como a
favorecer un “uso ético” del lenguaje.
La
utilización de un lenguaje respetuoso es algo consustancial a la dinámica de un
aula. ¿Qué más incluye el término ético en la propuesta del proyecto? ¿Tal vez
el “os”, “as”, “es” del lenguaje llamado inclusivo y que rechaza la Academia de
la Lengua? Yo pensaba, incauta de mí, que un comportamiento “ético” provenía de
convicciones íntimas que se iban forjando a lo largo de la vida y que,
posteriormente, se volcaban en acciones éticas y, cómo no, repercutían en un
uso responsable del lenguaje, para lo que lo principal es conocer sus
posibilidades.
No
sólo en Lengua y Literatura sino en todas las materias se introducen, aparte de
las competencias propias de la disciplina, otras denominadas clave, y más
propias de la vida íntima de las personas: la educación emocional o la
educación para la salud y afectivo-sexual, cuyo aprendizaje precisa de la
protección inicial del ámbito familiar y dura toda la vida. ¿Es la
generalización de la consigna de los años setenta, “Lo personal es político?,
¿tendrán los alumnos que hacer pública su intimidad y someterla a evaluación?
Otras
competencias como la educación para la paz o una actitud responsable ante la
degradación del medio ambiente y el maltrato animal, presentan una complejidad
que debe quedar fuera de perfiles ideológicos. El mundo real nos pone hoy
delante de los ojos el caso de Ucrania. ¿Deben los ucranianos entregar su país
a un dictador cruento —eso sería la consecuencia de “una resolución pacífica
del conflicto”—, o tienen derecho a defenderse de una invasión a su país, que
ya está evidenciando su rostro genocida? ¿Qué diálogo se puede entablar con un
dictador, que lleva décadas asesinando a sus opositores, mintiendo y
manipulando los medios de comunicación?
Hablemos
de la violencia en el aula. Hace tiempo que la violencia se penaliza en los
medios educativos; aunque hemos ido asistiendo a un desplazamiento de la
violencia, que antaño ejercían algunos profesores, a la violencia que ejercen
algunos alumnos con sus compañeros y que se ha denominado acoso escolar.
¿Tendrá algo que ver con la pérdida de autoridad del profesor?
Hablemos
de “la actitud crítica ante la degradación del medio ambiente y del maltrato
animal”. ¿El respeto al medio ambiente implica la condena de las centrales nucleares
y nuestra supeditación energética a países totalitarios? ¿Y qué se considera
maltrato animal, ¿matar a los lobos que se comen a las ovejas? ¿Criar animales
para abastecer de comida a la población? Son problemas que se podrían debatir
en una clase de ética y que deben dar motivo a la reflexión, no introducirse en
todas las materias, junto a las competencias específicas de cada una de ellas,
orientando la respuesta.
Por
otra parte, la opción pedagógica de todo el proyecto parte de la idea —herencia
del pragmatismo anglosajón—, de que el alumno solo puede aprender, partiendo de
su propia actividad e inclinaciones, lo que se traduce en no impartir
conocimientos previos. Parece que se sustituye la enseñanza de la Historia de
la Literatura, por lecturas de textos literarios seleccionados, y que escogerán
los alumnos de doce a dieciséis años, según sus inclinaciones. ¿Y cuáles serán
estas en un mundo en que los niños están “digitalizados” desde su más tierna
infancia? En el estudio de la Lengua esta ideología se introduce dictaminando
que su aprendizaje deberá partir del conocimiento intuitivo del alumno como
usuario de la Lengua y se llevará a cabo mediante una construcción del sistema
lingüístico, a partir de hipótesis y comparación entre diversas lenguas. ¿No se
impartirán conocimientos previos? ¿Qué nivel de usuario de la Lengua puede
tener el alumno que no los ha recibido?
Sigamos
hablando de Literatura. Para lograr el objetivo de la competencia oral y
escrita de los alumnos, la ley pretende arrumbar una práctica que, según el
texto, se ha seguido manteniendo durante siglos: la vinculación de forma
exclusiva del aprendizaje de la lectura a la lectura literaria. La
argumentación consiste en que saber leer, implica leer todo tipo de textos y,
hoy en día, también implica saber navegar por la red. ¿Cómo se puede navegar
responsablemente por la red sin tener suficientes conocimientos previos?, es
decir, ¿sin cultura? Antes de entrar en el cuestionamiento de la propuesta, es
preciso señalar que ésta no es novedosa. De hecho, en mis treinta años de
profesora de Lengua y Literatura, el comentario de texto en el examen de
selectividad, que era inicialmente literario, fue sufriendo una merma
progresiva; primero, eliminando el comentario lírico; posteriormente, el teatral
y narrativo, hasta quedar reducido prácticamente a un artículo de opinión.
Entremos
ahora en la validez de la propuesta. La herencia cultural depositada en nuestro
acervo literario, supone el más alto canon de la lengua escrita y a ese uso del
lenguaje responde la gran riqueza de vocablos que recoge el Diccionario de la
Real Academia de la Lengua que, por otra parte, contempla todos sus registros.
Es de sentido común que quien se adentre en la lectura de los textos
literarios, estará capacitado para entender todo tipo de textos, siempre,
claro, que estén bien escritos, es decir que respeten el canon de la lengua. Se
deja en manos de los alumnos la elección de los textos “según sus
inclinaciones”; pero se hace desde un concepto devaluado de tradición, que
acaba por arrastrar la tradición literaria: lo nuevo prima sobre lo antiguo, ergo, cualquier autor clásico entraría
en la categoría de “antiguo”. Recuerdo ahora una anécdota de mis primeros años
de enseñanza, cuando desde la Dirección del Centro, se impulsó una recogida de
firmas entre los alumnos —que no prosperó—, porque estaba yo trabajando en una
lectura —parcial— de El Lazarillo de
Tormes, con alumnos de tercero de la ESO y, por tanto, no utilizaba la
lectura de “libros actuales”.
¿Entraría
dentro de la categoría de “libros no actuales” Guerra y paz de Tolstoi?
MARÍA LUISA MAILLARD
¿POR QUÉ ESCRIBEN LAS MUJERES?
AMPARO SERRANO DE HARO
Durante muchos
siglos, esos tiempos pasados en que el ámbito de la mujer estaba obligatoriamente
circunscrito al campo de lo privado, mientras que el hombre dominaba el mundo
publico…cuando la población femenina era todavía bastante más analfabeta que la
masculina, y no se esperaba de las mujeres, ni ensayos filosóficos, ni novelas
mundanas, ni, a decir verdad, nada…Las mujeres, sin embargo, ya escribían,
fundamentalmente cartas, algunas bastante extraordinarias y desde luego de modo
más constante y tenaz que casi ningún narigudo Cyrano…
Las mujeres que empezaron a escribir lo
hicieron a instancia, muy a menudo, de sus confesores, y para “dar testimonio”
de su fe, esta fe que, sin duda, era tan prodigiosa que hasta podía convertir a
una mujer, ser, sin duda, más débil, pecador e inútil que el hombre, en persona
suficientemente digna de escribir y vivir la fe (para escarnio de tantos
hombres que no podían hacer ninguna de las dos cosas). Ese era el testimonio
que la iglesia necesitaba y por eso las protegió.
Y si empezaron con la fe,
siguieron con el “amor”, todo tipo de amor ( y hay veces en que se mezclan ambos
de la más variada manera), ya que la carta era una forma de seguir con la
costumbre de “cuidar” pero de lejos, y esta dedicación al amor fue un “topos”
que ellas encumbraron a los altares del género epistolar, de la lírica y
finalmente, también de la novela.
Claro que, por eso mismo,
se dio el título denigratorio de sentimental a la literatura femenina, aunque
también hubiese muchos otros temas y elementos en sus escritos.
Las mujeres siempre hemos
dado gran importancia a lo dicho. Y a la palabra. De ese último punto cabe
recordar cuantas pobres entregaron su única dote o “don” a un tenorio
cualquiera, y, confiadas únicamente en su “palabra”, acabaron sufriendo el
escarnio social y la desgracia personal, a cambio de unas pocas frases
mentirosas que se convirtieron en humo ante sus asombrados ojos. Eran otros
tiempos, claro. Pero habría que recordar como el territorio “sentimental” de
las mujeres, y su confianza, o no, en la fiabilidad de las palabras, era un
asunto crucial, plagado de peligros.
Las mujeres escribían,
las mujeres escribíamos, pero se nos decía que nosotras no hablábamos de temas
universales ya que ni la relación entre las personas, ni la maternidad, ni la
vida en sí, sin adornos, ni épicas, ni altos destinos, eran temas realmente
importantes.
Los “temas importantes”
estaban en la esfera de los hombres, de las vidas y los trabajos de los
hombres.
Las mujeres que escribían
sabían que sería difícil publicar y que además publicar sería incomodo para su
familia, para sus maridos para su vida familiar y social, y muchas mujeres se
habituaron a escribir solo para sí mismas, privadamente, cartas o diarios.
Sin embargo, con el
tiempo, cuando se acabó por ver que las novelas de protagonistas totalmente
concienciados en su incapacidad para cambiar “el mundo” en base a su “heroica
acción y su inteligente temeridad”, es decir, novelas con protagonistas
femeninas, pero escritas por mujeres, que no esperaban más que dejar
testimonios modestos de su vida o quizás mensajes de lo aprendido para otras generaciones,
eran más verdad que muchas de las otras novelas, muchos hombres dejaron su “desbordante
fantasía y su ambición universal” a favor de una literatura del yo, más desnuda,
más real y desprovista de falsedades megalomaníacas.
Y aunque llevamos mucha
ventaja, ya que la “inútil” escritura de los diarios fue durante mucho tiempo
una ocupación esencialmente femenina, los hombres se pusieron a ello con tanto
empeño y rigor, que pronto supimos todo de su filias y fobias, de su íntima
grandeza y sus pequeños temores (con todo lujo de detalles).
En cierto sentido, la
literatura del “yo”, con la honestidad y la humildad que conlleva, fue una
victoria femenina en literatura. Podemos incluso decir que ha definido la
novela de fines del siglo XX y principios del XXI, aunque haya servido también a
aupar de modo extraordinario, como si su confesión y desnudez fuesen más
valiosas o valientes que las de las mujeres, a muchos escritores masculinos.
AMPARO SERRANO DE HARO
MENTIRAS
Y POLÍTICA
ISABEL
BANDRÉS
“Nadie
ha dudado jamás que la verdad y la política nunca se llevaron demasiado bien, y
nadie, por lo que yo sé, puso nunca la veracidad entre las virtudes políticas”.
Con esta constatación, Hannah Arendt comenzaba "Verdad y política".
La
mentira política es algo más que una mentira al uso, tiene en su núcleo una alta
dosis de manipulación que pueden originar peligrosas consecuencias para los
países. Recordemos la guerra contra Saddam Hussein y sus armas de destrucción
masivas (“más allá de toda duda”) que resultó ser una farsa montada sobre fuentes
poco fiables e interesadas. El informe Chilcot, una investigación independiente
dirigida por el ex alto funcionario John Chilcot, subrayó años después que la
invasión a Irak se basó “en Informes de Inteligencia carentes de rigor y en evaluaciones
equivocadas”. Reprueba que los ministros británicos “fuesen conscientes de los
planes inadecuados de EEUU” y, sobre todo, confirma que las armas de
destrucción masiva nunca se encontraron porque no existieron. Las consecuencias
de esa mentira costo más de 250.000 muertos, la desestabilización de Oriente
Próximo y el surgimiento del Estado Islamista. Pero no hay que retroceder a
2003. Ahora, la guerra de Ucrania, que Putin ha justificado con invenciones que
han envenenado la mente de la población rusa, está dejando miles de muertos y un
futuro difícil de evaluar en la actualidad.
Pero
sin ir a extremos tan lamentables, la mentira política, que ahora se llama
“relato”, nos la encontramos todos los días en las diferentes plataformas de
comunicación. Cada político nos cuenta el suyo con la finalidad de condicionarnos
para que le sigamos y apoyemos. El llamado “relato” no es más que un refrito de
medias verdades, mentiras e ideología con una escenificación adecuada para dar
la mayor verisimilitud posible al mensaje. Muchas veces, los políticos recurren
a la razón de Estado para ocultar lo que es solo interés de los gobernantes y
de los partidos que representan. Y para ayudarnos a engullir esas
mistificaciones utilizan a tertulianos, redes sociales y medios de comunicación
de masas. Es muy raro que en esos ámbitos podamos encontrar ideas o hechos
objetivos que nos sirvan para orientarnos por el proceloso mundo de la
política. Más bien todo lo contario, porque en las diferentes plataformas se
nos ofrecen más opiniones que datos reales. Y si añadimos, que somos propensos
a informarnos a través de los medios que confirman nuestras propias creencias,
tenemos como resultado a unos ciudadanos desinformados a pesar de contar con el
mayor acceso a la información que ha existido nunca.
“Hoy
en día —escribía Thomas Jefferson en 1776—, no puede creerse nada de lo que
publican los periódicos. La verdad misma se hace sospechosa cuando aparece en
ese vehículo contaminado. Solo quienes están en situación de confrontar los
hechos que conocen con las mentiras del día pueden saber hasta dónde llega este
estado de desinformación”. Este texto escrito hace más de 200 años sigue siendo
válido en nuestros días. A todos nos llegan a diario falsas noticias en las que
se han manipulado textos y vídeos para crear un efecto emocional condicionando nuestro
voto y nuestra adhesión. Y lo peor de todo, es que estamos tan seguros de
nuestras creencias y de nuestras opiniones que no somos capaces de molestarnos
en verificar los hechos ni de poner en duda lo que se nos dice. Muy al
contrario, nos sentimos reconfortados perteneciendo a un grupo de iguales con
los que compartimos opiniones políticas más allá de toda verificación. Nos es
suficiente con que lo diga un programa o determinado tertuliano para creernos
cualquier falacia que además se verá reforzada por las redes sociales.
Para
que funcione una democracia se necesita que algo de verdad corra por sus instituciones
y eso lo facilita, a pesar de sus defectos, la existencia de medios de
comunicación libres. Esos que los totalitarismos prohíben apenas tocan el poder
y que se apresuran a fabricar lo que Hannah Arendt denomina “mentira organizada”
que ataca verdades de hechos por todos conocidos con la finalidad de rescribir
la historia. Putin, Hitler, Stalin, Franco y Maduro sabían y saben mucho sobre
el tema.
Si
queremos vivir en una democracia de calidad haremos bien en hacer nuestra la
frase de Mark Twain: “Lo que te mete en problemas no es aquello que no sabes;
es aquello que estás seguro de que sabes y resulta que no es verdad”. Hoy, el
relato y la ideología se imponen sobre los hechos constatables y es difícil
solucionar los problemas reales cuando estos se niegan o se camuflan. Se
necesitan ciudadanos con opiniones basadas en la realidad que no compren
cualquier mercancía que el marketing político quiera venderles.
No
dejarse engañar y, sobre todo, no auto-engañarnos es el mejor servicio que
podemos hacer a la democracia. Es difícil, porque la fantasía de estar con “los
buenos” (que, oh casualidad, son siempre los nuestros) es tan vivificante y nos
provoca una serie de emociones tan gratificantes, como la sensación de
pertenencia a un grupo, que hace que nos cueste mucho salir de nuestra área de
confort. Los políticos mienten, pero nosotros nos dejamos engañar muy
fácilmente acomodándonos en lo que Nicholas Carr denomina “el pensamiento
superficial” que se genera el recibir un exceso de imágenes e información banal
y fragmentaria. Somos, hay que admitirlo, una sociedad infantilizada que ha
abandonado la búsqueda de la verdad y el espíritu crítico. Unos ciudadanos sin
profundidad de pensamiento y carentes de una auténtica reflexión sucumben con
facilidad a los eslóganes populistas y a la manipulación política. Debemos
exigir a nuestros políticos que no nos mientan y que dicten leyes que castiguen
la difusión de falsas noticias. Y, ya puestos, deberíamos exigirnos a nosotros
mismos un poquito más de sentido común y de buen criterio. Aunque me temo, dada
la mediocridad de nuestros políticos, la difusión de mensajes interesados, los
nefastos planes educativos y nuestro espíritu acomodaticio que seguiremos
siendo alienados por aquellas mentiras políticas que mantengan nuestra ilusión
de superioridad y la percepción de ser mejores de lo que realmente somos. En
fin, que ellos mienten y nosotros encantados de dejarnos engañar.
ISABEL BANDRÉS
LAURENCIA
NURIA ALKORTA
Laurencia, protagonista de la obra titulada Fuenteovejuna de Lope de Vega, es uno de
los personajes más importantes de la literatura dramática española. Es algo
más: un referente cultural propio de nuestra tierra ibérica. Pero, al tiempo,
sin perder un ápice de su singularidad, también es un referente universal porque
el carácter y la historia de Laurencia apelan a la valentía, al coraje
individual y al de todo un pueblo para alzarse contra la tiranía.
Esta obra de Lope se ambienta en la Castilla del siglo
XV y su trama desarrolla complementariamente dos escenarios de violencia. En
primer plano, los abusos y atropellos del comendador Fernán Gómez de Guzmán, caballero
de Calatrava y señor de la villa cordobesa de Fuente Ovejuna, cometidos contra
sus pobladores y, muy especialmente, contra las mujeres: es un depredador
sexual que priva de dignidad a sus vasallos. En segundo plano, pero íntimamente
relacionado con la línea principal, la obra presenta la rebelión del Maestre de
Calatrava, don Rodrigo Téllez Girón, en la guerra de sucesión castellana de
alcance internacional, a favor de Juana de Trastámara (la Beltraneja) en contra
de Isabel, futura reina de Castilla: al principio de la obra, el Comendador lidera
la facción en el asedio y conquista de Ciudad Real.
El sometimiento violento por parte del Comendador de
la plaza de Ciudad Real y de la villa de Fuente Ovejuna quebranta, por un lado,
los derechos de sus señores, los reyes Isabel y Fernando, y, por otro, los de sus
vasallos, los habitantes de su Encomienda cordobesa. En el orden jerárquico del
mundo, propio de la Edad Media (en la que se ambienta la obra) y de la
Modernidad (en la que esta se escribe), la deslealtad a los reyes por parte del
Comendador y, luego, el abuso tiránico de sus súbditos, ocasionan una situación
general de caos que afecta gravemente a todo el edificio social. Tal es la tesis
del dramaturgo: “El rey solo es señor, después del cielo / y no bárbaros
hombres inhumanos”.
El asedio y sometimiento de Ciudad Real se suma y
equipara al acoso sexual de las mujeres y a la vejación de los hombres de Fuente
Ovejuna: de modo que la posterior recuperación de la plaza por los Reyes
Católicos y el motín de los villanos de Fuente Ovejuna contra el Comendador (que
le cuesta la vida) son partes de una misma justicia que, por medio de las armas,
intenta restituir el orden y la paz social.
Los hechos históricos de la sublevación contra Fernán Gómez
de Guzmán acaecidos en 1476, inspiraron al dramaturgo Lope de Vega para la
creación de esta obra que, en el siglo XVII, ensalzaba a la monarquía de los
Austria frente a las pretensiones de algunos nobles, todavía ferozmente arraigados
a sus antiguos fueros. El genio poético de Lope sintetizó trama y conflicto
dramático con el dibujo de unos personajes de gran fuerza en una obra maestra. Aunque
aquí nos centraremos en Laurencia, uno de los grandes hallazgos del autor, también
aludiré a las demás referencias femeninas de la obra.
Aurora Bautista como Laurencia, en la Fuenteovejuna de Tamayo Teatro Español, 30 de abril de 1962 |
Al comienzo del primer acto, el dramaturgo nos informa
sobre la voracidad sexual del Comendador (señor de esta Encomienda desde 1468),
quien en los últimos años ha abusado violentamente de muchas de las mujeres de
su villa, mancillando su honra y la de sus familias. Los casos son numerosos y
notorios, pero hasta el momento nadie en Fuente Ovejuna ha osado oponerse a la
tiranía de su señor. Lope utiliza el topónimo para aludir poéticamente a la definición
situacional de la obra: vemos un rebaño de ovejas sometido por un lobo. El
nombre también expresa la condición de sus habitantes. Así lo afirma Laurencia
en el tercer acto, cuando dice a los miembros del consejo presidido por los
alcaldes: “Ovejas sois, bien lo dice / de Fuente Ovejuna el nombre”.
La joven Laurencia es hija de Esteban, uno de los alcaldes de la villa. El Comendador ha puesto en ella los ojos y solo será cuestión de tiempo que caiga, como las demás, en sus garras. Tras la toma de Ciudad Real, el siniestro personaje retoma su interrumpida conquista sexual: los lascivos intentos del Comendador junto a la resistencia de Laurencia tejen la trama. Primero, este intenta seducir a la joven con vanas promesas y toscas razones; luego, ordena a sus secuaces que, a traición, lleven a Laurencia a su castillo. Más tarde, al encontrarla sola en el río, trata de violarla sin saber que su pretendiente, Frondoso, escucha oculto entre unos arbustos: a riesgo de su vida, el joven logra impedir la consumación de la agresión. Sabiéndose afrentado por un villano y derrotado tras la reconquista de Ciudad Real por los Reyes Católicos, de vuelta a Fuente Ovejuna el Comendador y sus soldados irrumpen en la fiesta de las bodas de Laurencia con Frondoso y allí, frente a todo el pueblo, se llevan violentamente a los dos jóvenes. A continuación, el Fernán Gómez viola a Laurencia y pretende matar a Frondoso colgándolo de una torre.
Las actrices gitanas del poblado chabolista El Vacie, en Fuenteovejuna, dirigida por Pepa Gamboa y estrenada el 21 de octubre de 2017 en el Teatro Central de Sevilla. |
Medio muerta tras la agresión, Laurencia irrumpe en el
consejo de los hombres, presidido por su propio padre, para increparles y
pedirles que se alcen contra el Comendador a fin de salvar a Frondoso de una
muerte segura: “Dejadme entrar, que bien puedo, / en consejos de los hombres; /
que bien puede una mujer, / si no a dar voto, a dar voces”. Con airadas quejas,
Laurencia reprocha a su padre porque “dejas que me roben”, dice, “tiranos sin que
me vengues, / traidores sin que me cobres”. A continuación, describe los
horribles sucesos que acaba de vivir: “Llevóme de vuestros ojos / a su casa
Fernán Gómez: / la oveja al lobo dejáis / como cobardes pastores. / ¿Qué dagas
no vi en mi pecho, / qué desatinos atroces, / qué palabras, qué amenazas, / y
qué delitos atroces, / por rendir mi castidad / a sus apetitos torpes? / Mis
cabellos, ¿no lo dicen? / ¿No se ven aquí los golpes, / de la sangre las
señales?”. Los hombres escuchan aun sin decidirse a actuar. Laurencia les
insulta (“hilanderas, maricones, amujerados, cobardes, medio hombres”), les
amenaza (“que os han de tirar piedras”, dice) y les pide unas armas exclamando:
“¡Vive Dios, que he de trazar, / que solas mujeres cobren / la honra de estos
tiranos, / la sangre de estos traidores!”.
La arenga de Laurencia insufla valor a todo el pueblo y
les determina a amotinarse contra el tirano y sus ministros. Las mujeres agraviadas
forman una escuadra armada que es comandada por Jacinta, Pascuala y Laurencia. Los
labradores atacan a las voces de: “Viva Fuente Ovejuna”, “¡Fuente Ovejuna, y
los tiranos mueran!”, “Viva el rey Fernando!”, “¡Fuente Ovejuna, y Fernán Gómez
muera!”. Luego, el pueblo amotinado toma el castillo, libera a Frondoso y da
muerte a Gómez de Guzmán, dejando su cadáver al desahogo de la crueldad
campesina y sus propiedades al saqueo de los vecinos.
Paula Iwasaki como Laurencia, bajo la dirección de Javier Hernández-Simón, Teatro de la comedia de Madrid, 2017 |
Flores, alcahuete del Comendador, logra huir malherido
y da cuenta de lo ocurrido al rey Fernando, quien propone dar un escarmiento
ejemplar y decide mandar al pueblo a un juez pesquisidor y un capitán. Mientras,
los lugareños celebran su liberación con canciones: “Muchos años vivan / Isabel
y Fernando, / y mueran los tiranos” y, en el ayuntamiento, sustituyen las armas
del Comendador del escudo de la villa por las de los Reyes Católicos. Al poco comienzan
los interrogatorios, pero los amotinados han resuelto ser uno en la autoría de
los hechos, y a la pregunta “¿Quién mató al comendador?” contestan: “Fuente Ovejuna”.
Aunque el pesquisidor dice que más de trescientos vecinos han recibido tormento
(hombres y mujeres, ancianos y niños), todos logran mantenerse firmes en su
porfía.
La obra concluye con dos súplicas a los reyes: la del Maestre
de Calatrava, don Rodrigo Téllez Girón, y la de los habitantes de la villa de
Fuente Ovejuna. El caballero y los villanos juran lealtad a los Reyes Católicos
y todos ellos reciben su perdón. La pacificación y la vuelta al orden, no evita
que sienta insatisfacción por algunas ausencias y silencios en el final de la
obra, sin duda debidos a la mentalidad de la época. El más llamativo me parece el silencio de dos
mujeres, Laurencia y la reina Isabel, representadas por sus maridos Frondoso y
el rey Fernando. También siento la ausencia de las víctimas: las mujeres de
Fuente Ovejuna.
A lo largo de la obra, Lope ha creado un mosaico femenino
de labradoras, todas ellas víctimas del Comendador: Olalla; Inés, la de Antón; la
mujer de Pedro Redondo, a quien tras gozarla entregó a sus criados; Jacinta, a quien
lleva como esclava sexual del ejército. Son las suyas historias trazadas muy
breve y sutilmente, con cada una de las cuales podría crearse una nueva obra.
NURIA ALKORTA
IMÁGENES SOBRE LAS
MUJERES Y LA LECTURA
15. LA MITOLOGÍA
INÉS ALBERDI
El libro como signo del saber aparece frecuentemente en
las representaciones mitológicas femeninas. Son imágenes de mujeres fuertes que,
con un libro en las manos, encarnan el saber. Las representaciones más
frecuentes son las de las Musas y las Sibilas. Aunque también encontramos
alguna representación de la diosa Atenea en forma de mujer que lee un libro.
Atenea es la diosa griega de la inteligencia, la
sabiduría, el trabajo y la guerra. Entre todas estas capacidades que se le
atribuyen a la diosa Atenea, la sabiduría domina las demás, ayudando a darle fuerza
a todas. Si las habilidades artesanas de Atenea se ponen de manifiesto en
numerosas ocasiones, es a través de una inteligencia superior como la diosa
sale triunfante en las numerosas ocasiones que ha de competir con sus divinos
compañeros del Olimpo. Los griegos
representaron a Atenea casi siempre con escudo, casco y lanza, pues no en vano
era para ellos diosa de la guerra. Su capacidad guerrera sirve para ayudar a
sus protegidos a triunfar y gana las guerras por aplicar la razón más que la
fuerza, pero muy frecuentemente aparece un libro entre sus atributos ya que la
característica más propia de la diosa Atenea es la sabiduría.
Rembrandt Harmenszoon Van Rijn, Holanda
(1606-1669) Minerva en su estudio, 1635 The Lleiden Collection, New York |
Rembrandt retrata a Minerva, la Atenea de los romanos, sentada
delante de un gran libro abierto. También está presente el casco, apoyado entre
una serie de objetos que se ven detrás de la diosa, pero en este retrato la dimensión
de la inteligencia predomina sobre las artes guerreras y el libro adquiere valor
de símbolo de su sabiduría.
LAS MUSAS
Las musas son las nueve hijas de Zeus y Mnemosine que
acompañan al dios Apolo, patrón del arte y de la belleza. Las musas inspiran a
los hombres en sus esfuerzos artísticos. Son mujeres extremadamente femeninas, vinculadas
a cada una de las artes, que suelen representarse poniendo un libro en sus
manos.
Jean-Baptiste-Camille Corot, Francia (1796-1875) La lectora coronada de flores (Musa de Virgilio), 1845 Museo del Louvre, París |
Para los griegos la épica es la cumbre de la producción
artística y la musa correspondiente, Calíope, es la más valorada en cuanto a la
inspiración que produce en los humanos. Por ello es la que encontramos con
mayor frecuencia. Se la considera inspiradora de Homero y de Virgilio. Corot la
presenta como una joven que lee un libro en medio del campo.
Francesco Furini, Italia ((1600-1646) La musa de la Historia, Clio Colección particular |
Clio, la musa de la historia, también aparece muy
frecuentemente en la pintura y en la escultura, siempre como una joven que
lleva un libro enorme en sus manos.
James Sant, Inglaterra (1820-1916) La musa de la Astronomía, Urania Colección Particular |
A la musa de la astronomía, Urania, James Sant la retrata
como una dama elegante de su época, apoyada en una gran bola del mundo, tomando
nota en un gran libro de lo que pueden ser sus cálculos astronómicos.
LAS SIBILAS
Las sibilas, según la mitología griega, asumen la voz de
los dioses. Son mujeres con el don de la profecía, inspiradas por el dios
Apolo. Las sibilas aúnan en sus imágenes la feminidad y la inteligencia; y el
libro es el símbolo que se usa para retratar su sabiduría.
Las sibilas cobran una importancia enorme en la literatura
clásica como mensajeras de los dioses y de su saber. Son las que trasmiten el
conocimiento que solo los dioses tienen acerca del futuro de los humanos. Eran sacerdotisas
que vivían en los templos y recibían las preguntas de los que acudían a los
santuarios queriendo conocer su futuro. Cuando recibían una petición se encerraban
con sus libros y luego, en estado de trance, lanzaban sus profecías en forma de
poemas difíciles de comprender. Las más de las veces sus palabras se prestaban
a múltiples interpretaciones.
En la pintura se multiplican las representaciones de Sibilas
que, muy frecuentemente, aparecen leyendo un libro o al menos con un libro en
las manos como símbolo de su saber y de su conocimiento acerca del pasado y del
futuro.
Domenico Zampieri, Domenichino, Italia (1581-1641) Una Sibila |
Dos artistas italianos Domenichino (1581-1641) y
Guerchino (1591-1666), originarios de Bolonia, se especializaron en la representación
de Sibilas de las que hicieron numerosas obras. Son retratos de jóvenes
bellísimas, ataviadas como grandes damas que, con las manos sobre un libro o
unos pergaminos, parecen estar consultando directamente con los dioses.
Giovanni Francesco Barbieri, il Guerchino, Italia (1591-1666) Sibila Samia, 1651 Colección particular |
Otros artistas como Velázquez (1599-1660) van a imaginar
las Sibilas como mujeres más sobrias y menos bellas, pero igualmente
acompañadas de un libro.
Diego Velázquez, España (1599-1660) Sibila (hacia 1632) Museo del Prado, Madrid |
León Francoise Commere, Francia (1850-1916) Sibila Colección particular |
En la pintura del siglo XIX se utiliza la leyenda de las Sibilas
para hacer retratos de jóvenes rubias y etéreas. Tanto en Francia como en Inglaterra
encontramos retratos femeninos que representan las Sibilas mitológicas, siempre
con un libro en sus manos.
INÉS ALBERDI
MIS DÍAS CON LOS KOPP de XITA RUBERT
ROSA MASCARELL DAUDER
¿Las esculturas son o no son efímeras? Imaginemos que estamos de vuelta en el instituto y que se nos pregunta esto en un examen de Filosofía sobre los Presocráticos (suponiendo que la asignatura sigue estando en el currículo y que a nuestra profesora o profesor no le importa saltarse las reglas del juego que impone el temario). Se nos invita a contestar primero desde los presupuestos de Heráclito y después desde los de Parménides ¿cuál sería nuestra contestación? En una tesitura similar se encuentra la protagonista, Virginia, a los diecisiete años. Los adolescentes suelen preferir las cosas claras, blanco o negro, es o no es, salud o enfermedad, arte o tomadura de pelo... así se siente Virginia ante la situación descabellada que vive en su último viaje con el padre, como Alicia preguntando al Gato de Cheshire qué camino tomar: es igual el que elija, los dos la llevarán a personajes tan absurdos como el Sombrerero Loco o la Liebre de Marzo. Ante la paradoja de la adolescencia es Virginia adulta la que narra la historia y nos viene a decir que no importa la perspectiva de los filósofos que nos precedieron, importa nuestra propia vida cambiante, caótica... y resistente. La resistencia: lo único que enseña a vivir.
La trama de la novela Mis días con los Kopp, se desarrolla entre los intersticios de una historia que la protagonista adolescente quiere lineal y los vacíos que impone su propia perplejidad ante las situaciones que los personajes le hacen vivir. Quien la saca del impas es la sabiduría de una escritora ya madura que a posteriori, como la lechuza de Minerva, reflexiona sobre esos vacíos, esos minutos ante el espejo viendo que todos los personajes son reflejo de su propia imagen. Digo novela y debería tal vez decir nivola con Don Miguel de Unamuno, porque es un “relato dramático acezante, de realidades íntimas, entrañadas, sin bambalinas ni realismos en [los] que [las novelas] suelen faltar [a] la verdadera, la eterna realidad, la realidad de la personalidad. Impuro Amor y pedagogía solapada”, se revelan a través de esta obra de Xita Rubert.
Impuro amor por la literatura que asoma a través de su reticencia a escribir y perder algo, Perderé todo lo que creía y era entonces: y todavía quiero aquella vida. (…) ¿Por qué acelerar, voluntariamente, esta derrota? Perderé lo que creía que eran las cosas y en realidad no son, (…). En parte escribir es capitular, enfrentarse al fracaso, mirarlo con amor, acogerlo y acariciarlo como si fuese la inofensiva victoria que no es. Diferentes palabras, pero semejante sentir es el que mueve a María Zambrano a preguntarse ¿Por qué se escribe? Hay un momento decisivo de soledad en el que la escritura nos hace reafirmar la vida, la vida desnuda, el yo que somos: “la victoria sólo puede darse allí donde se ha sufrido la derrota” o sea, en las mismas palabras”, nos dice Zambrano. En la obra de Xita Rubert se escriben las dos palabras: las de Virginia a los diecisiete años y las de Virginia adulta a “unos cuantos años de distancia”. La distancia entre una y otra es la de una revolución astral: “Y todos cuantos vagan/ de ti me van mil gracias refiriendo/ y todos más me llagan/ y déjame muriendo/ un no sé qué que quedan balbuciendo”. Las estrellan que vagan cumplen su ciclo completo y el firmamento se renueva, renace, revoluciona: “ser libre y comenzar algo es una y la misma cosa (…) nosotras podemos comenzar algo porque somos comienzos y por esto mismo debutantes. (…) la natalidad que se corresponde con la mortalidad humanas, son la condición ontológica sine qua non de toda política”. Aquí es Hannah Arendt quien nos apela en su conferencia “La libertad de ser libre”, del año 1966. Todas somos debutantes y por tanto revolucionarias en algún momento, si nos permitimos dar a luz.
Sus ecos, el de Juan (“casualmente” también el nombre del padre de Virginia) y el de Hannah, resuenan en las palabras escritas por la Virginia adulta: “La música, el tacto, el humor mudo. Fueron y son estos verdaderos intercambios, el hilo de mi amor y de mi escritura. Las palabras son secundarias porque solo son útiles, no necesarias. Matizan lo que nace, pero no dan a luz. A luz damos tu y yo, y lo que nace es nuevo cada día, y aún no lo puedo nombrar. (…) Digo balbuceo (…) El balbuceo es algo superior, liberado e imparcial”.
Digo yo, nos dice como coletilla repetidamente la Virginia adolescente, reafirmando su yo que crecerá y se disolverá en la duda que razona sobre aquella incomodidad sentida. Al fin y al cabo, “pensar es descifrar lo que se siente” o lo que se sintió en un momento decisivo como puede ser el último viaje con el padre cuando éste puede todavía decir “ve con cuidado”. y ella desobedece.
Xita Rubert nació en Barcelona en 1996, y creció entre Cataluña y Galicia. Comenzó sus estudios de Literatura en Barcelona y se licenció en Filosofía y Literatura por la Universidad de Warwick, tras realizar estancias de estudios en universidades como La Sorbona (París). Actualmente se doctora en Literatura Comparada becada por la Universidad de Princeton, donde imparte clases sobre las relaciones entre Filosofía, Literatura y Medicina. Ha recibido galardones como el Ánxel Casal, en la modalidad de teatro, o el Premio de Relatos de la Cité International Universitaire de París, y ha sido finalista del Premio Ana María Matute de Relato por «Flores para el bailarín», incluido en el volumen colectivo Patas de astracán y relatos finalistas (Ediciones Torremozas). Ha escrito artículos e impartido conferencias sobre Clarice Lispector, Leonardo da Vinci o Martin Heidegger en revistas e instituciones extranjeras y españolas como Iowa Literaria, Cité Unie o el Ateneu Barcelonès. Desde 2017 colabora como lectora editorial de lenguas extranjeras en Penguin Random House. Mis días con los Kopp es su primera novela.
ROSA MASCARELL DAUDER
https://www.anagrama-ed.es/libro/narrativas-hispanicas/mis-dias-con-los-kopp/9788433999436/NH_691
ANTONIO
GADES. TIERRA, MAR Y FUEGO
A.
PILAR RUBIO LÓPEZ
El
Centro Cultural de la Villa Fernán Gómez y el Ayuntamiento de Madrid rinden un
merecido homenaje al bailarín Antonio Gades, un referente clave en el panorama
de la danza y del teatro europeo del siglo XX. El título de la exposición hace
honor a su persona pues para Gades la Tierra es la esencia cultural de un
pueblo, el emblema de su identidad y de sus raíces, conceptos que acuñó como su
mayor fuente de inspiración. El Mar para él es el símbolo de la libertad, del
horizonte infinito. Y el Fuego es la pasión, la fuerza, el sentimiento.
La
muestra recorre la trayectoria vital del bailarín, nacido en Elda (Alicante) en
1936, con múltiples fotografías, recortes de prensa, carteles de sus películas y
vídeos de sus actuaciones y giras, donde se recogen los testimonios de las
amistades que atesoró a lo largo de la vida: Rafael Alberti, Pablo Picasso,
Mario Camus, Fidel Castro, Gina Lollobrigida… mostrando al espectador, cómo
Gades, quien comenzó a bailar escapando del hambre, se convirtió en un
intelectual de la danza.
Siendo
un adolescente, Antonio emigra a Madrid con su familia y el azar quiso que Pilar
López lo viese bailar por primera vez en el Circo Price. Pilar le acoge en su
compañía a la temprana edad de 16 años y con ella realiza una gira por los
teatros del mundo, incluida la gira de Japón en el año 1960. Gades siempre
elogió a su “maestra”, reconociendo que él aprendió de ella la ética y la
estética del baile. También dejó una huella indeleble en él el bailaor Vicente
Escudero.
La
exposición desgrana las etapas vitales y profesionales del artista. Así, el
espectador aprecia que su paso por Italia a la altura de 1961, en su etapa de
formación, fue apoteósico: pues Gades dejó su impronta en la Historia de la
danza con joyas como el Bolero de Ravel, en la Ópera de Roma, o la Carmen
de Bizet en el festival de Spoleto; así como una nueva versión de Carmen
en el Teatro de La Scala de Milán o El amor brujo de Falla.
Siguiendo
su trayectoria, la muestra recoge que en el año 1963 Antonio decide fundar su
primera compañía siendo contratado en Los Tarantos de Barcelona y en el Corral
de la Morería de Madrid. Triunfa en el cine con “Los Tarantos” junto a
Carmen Amaya y es invitado a participar en el Pabellón Español de la feria
Mundial de Nueva York, lo que le convierte en un referente del flamenco,
célebre en España y en el extranjero. En esta década Gades llevaría a escena Suite
Flamenca -en la que destacó Cristina Hoyos-, un abanico de palos
flamencos que en su día fue considerado vanguardista y hoy se ha convertido en
un clásico. Como recompensa por su excelente trabajo, en 1970 Antonio recibe el
Premio Nacional de Teatro.
En
el recorrido de la exposición se muestra al espectador que en el año 1974 Gades
estrena en Roma el ballet Bodas de sangre, pues Lorca siempre fue un
referente en su trayectoria artística. Y también se relata que entre los años
1975 y 1980 se retiró a Altea, estancia interrumpida solo por sus viajes a
Cuba. Al lado del mar, vivió un ambiente familiar junto a su compañera Pepa
Flores -a quien conoció en 1973 y con la que compartió reparto en Los días
del pasado, de Mario Camus- y a sus hijas, María Tamara y Celia. El
desencadenante de este “retiro” fueron los fusilamientos de 1975. Pero la
persuasión de Alicia Alonso y otros bailarines del Ballet Nacional de Cuba
llevaron a Gades de nuevo a los escenarios, iniciando una gira por Estados
Unidos a la altura de 1978.
Avanzando
en el relato a través de las salas, se pone en conocimiento de espectador que,
con la llegada de la democracia, Antonio Gades es invitado a dirigir el Ballet
Nacional Español, logrando convertirlo en un referente de la escena
internacional y escribir una etapa de prosperidad tanto a nivel artístico como
económico, pero el idilio con el Ministerio de Cultura finaliza abruptamente y el
director es destituido en 1980. En 1981 Saura lleva al cine el ballet Bodas
de sangre. Y en el 83 se estrena la Película Carmen, interpretada
por Laura del Sol, Paco de Lucía, Cristina Hoyos y Pepa Flores, consiguiendo un
éxito internacional hasta el punto de ser candidata a la mejor película en
lengua no inglesa de los Oscar de Hollywood. Las versiones teatrales de Carmen, El
amor brujo, Fuego y otras recorrieron medio mundo, sobreviviendo al
propio autor.
La
fusión de elementos cultos y populares del arte de Antonio Gades hizo que la
crítica le tildase como el más universal de nuestros bailarines y el más
íntegramente español de nuestros bailaores. Un claro ejemplo que refleja la
simbiosis de lo culto y lo popular en la obra Fuenteovejuna, de Lope de
Vega, su testamento vital, con estilismos del Siglo de Oro Español. Y es que a
lo largo de la exposición y visionando los vídeos, el espectador puede apreciar
la atracción que Antonio sentía por la pintura, la literatura y la historia del
arte, pues en su estética se advierten los ecos de los claroscuros de Velázquez
o el expresionismo de Goya, así como estilismos clásicos, todo un regalo para
los sentidos.
Antonio
falleció el 20 de julio de 2004. Sus restos descansan en el, según sus
palabras, “puerto de su vida”: Cuba.
A.PILAR RUBIO LÓPEZ
LA
MENOPAUSIA NO ES UNA ENFERMEDAD
LIDIA
ANDINO TRIONE
Hay
en el transcurso de nuestra vida momentos de crisis, algunos de los cuales
sobrevienen por sorpresa, de manera imprevista y otros que se pueden prever.
En
líneas generales, una crisis es una situación en la que los recursos con que se
resolvía la vida hasta ese momento no alcanzan para poder con la nueva etapa.
Todos conocemos los estados depresivos después del parto y, entre otros, los
malos resultados que un excelente alumno en el Instituto, vive en su primer
tiempo en la Universidad.
La
menopausia es una de esas situaciones previsibles donde finaliza la vida fértil
de una mujer en cuanto a la reproducción —ya que su fertilidad en otros campos
no tiene por qué verse afectada—, y esto implica una serie de cambios orgánicos
y psíquicos frente a los cuales, los recursos con los que la mujer resolvía
hasta ese momento las situaciones vitales que se le planteaban, se muestran
insuficientes, inapropiados.
Es
necesario comprender que la menopausia no es nada patológico en sí, sino que lo
que se genera en esta época tiene que ver con los cambios en los modos de
pensar lo novedoso que supone para ella la llamada edad crítica. Por eso, muchas veces, tanto la medicación como los
buenos consejos del médico se muestran ineficaces y se pierden en la mente
frente a síntomas como sofocos, comienzo incipiente de obesidad, irritabilidad,
etc.
El
frecuente insomnio como dificultad para abandonarse al sueño encubre su duda de
entregarse —agotada su función reproductiva—, a la vida y a la incertidumbre,
que es una de sus principales características. Esa duda se evidencia en los
temores que la apartan del intercambio social buscando refugio en la atención y
protección de los hijos en quienes concentra su necesidad de amor.
El
cese de la función reproductora es una herida narcisista a su ilusión de
completud, a la que se suele agregar otra —frecuente en esta época—, como lo es
la separación de los hijos, su independencia. Las pérdidas, las separaciones,
no pueden evitarse, lo importante es cómo se las vive, cómo renuncio, pues si se
quiere permanecer en una feliz situación anterior y ésta ya no existe, todo
está perdido de verdad.
Sabemos
que nuestros actos, orientaciones y decisiones que damos a nuestra vida, aún
los más inocentes, responden a frases, ideas y prejuicios que son desconocidos,
inconscientes para nosotros mismos. Por ejemplo, una mujer que, aún sin
saberlo, vive de acuerdo a la moral que dice que la sexualidad es sólo un instrumento al servicio exclusivo de la
reproducción, vivirá la menopausia como el final de su vida útil. Sí, por
el contrario, su vida responde a pensamientos que colocan la sexualidad más cerca de las palabras que de los
órganos de la reproducción, seguramente podrá disfrutar de la insidiosa
dicha de envejecer.
Hasta
la muerte hay que aprender a vivir. Con la muerte convivimos y aprenderemos
hasta morir.
MIGUEL DE UNAMUNO,
FILÓSOFO Y POETA ENTRE "YOSOTROS"
ROSARIO HERRERA GUIDO
No sé por qué no se haya dicho
que es un animal afectivo o sentimental.
Y acaso lo que de los demás animales le diferencia
sea más el sentimiento que no la razón”.
Miguel de Unamuno, El sentimiento trágico de la vida.
I
Miguel de Unamuno (1864-1936), natural de Bilbao,
estudiante de filosofía en Madrid, varias veces rector de la Universidad de
Salamanca, activista político, condenado a seis años de prisión por sus ataques
a la monarquía española y desterrado en Fuenteventura por los dirigidos contra
la dictadura del general Primo de Rivera, es el más genuino de los
representantes de la generación del 98 (Pío Baroja, Azorín y Unamuno), quien
tocó todos los estilos filosóficos y literarios: el ensayo filosófico El sentimiento trágico de la vida, La agonía
del cristianismo, Vida de Don Quijote y Sancho; el teatro filosófico: Fedra, El otro; la novela filosófica: Paz en la guerra, Abel Sánchez, Niebla, Tres novelas ejemplares y un
prólogo, San Manuel, bueno y martir; la poesía: El Cristo de Velásquez y el
Cancionero. En función del espacio, este
ensayo se limita a recorrer El
sentimiento trágico de la vida, para leerlo desde nuestro tiempo con la
mirada de Derrida, así como a la relectura de sus dos grandes poemas, El Cristo de Velázquez y Cancionero.
Unamuno, interrogado por un crítico, sobre los
escritores franceses de su preferencia, responde que le gustan Lamannais, León
Bloy y Rousseau. Tal vez todo Unamuno logra estar presente en este “no saber
indignarse”, pues de sus páginas se desprende un aroma de flores marchitas, un
jardín otoñal. En cambio, la obra de
Unamuno es el poder del campo bajo el sol y la tormenta. Unamuno, arrebatado por
la pasión simpatiza con Rousseau, comprende el alma de León Bloy, admira a Gustav
Flaubert, porque el hombre equivale a la obra y sabe indignarse, pues la
indignación es su estado habitual. Unamuno, formidable romántico, reconoce en
Heredia al profesor de poética. Sabían indignarse también Sören Kierkegaard,
Pascal, San Agustín y San Pablo.
Unamuno se indignaba contra esto y aquello, para ser
irónico, porque no quería paz sino guerra. Pudiendo gozar de la plácida
existencia optó por el riesgo, por tomar la lanza y acometer a los molinos,
seguro de que eran molinos. Enamorado de España, el eterno español, tan
importante como Goya. Un hombre de carne y hueso.
Unamuno, dicho por él mismo, era Vasco por los
dieciséis costados, gran profesor de griego, escrupuloso de sus deberes,
filósofo, escritor, combatiente y combatido, creyente en el porvenir de España.
Por su recia hispanidad es el creador de la palabra. Sus visitas a Madrid,
recuerdan el Ateneo, la tertulia, el Retiro y el estreno de sus obras teatrales.
Siempre dejaba el recuerdo de su saber, su originalidad, su bondad y el arte de
modelar pajaritos de papel.
Unamuno es el pensamiento agudo y el elogio de la
palabra viva, el pensador y el poeta, en sus versos y en su prosa. Una poesía
que palpita, se queja, plena de palabras justas. El escritor que busca la raíz
de los sentimientos, los instintos y las palabras. Unamuno es —como se llama a
sí mismo— un ideoclasta, demoledor de ideas y de palabras; porque sólo
rompiéndolas permiten encontrar su secreto. Unamuno excava los fondos de la
historia de Castilla y de la historia de España. Unamuno es un pasado que se
torna presente, pues el presente es el esfuerzo del pasado por hacerse
porvenir. Por ello, Unamuno, según su propio neologismo, sigue estando entre
“yosotros”. Porque como advierte Unamuno: “...soy hombre, a ningún otro hombre
estimo extraño” (Unamuno, “El hombre de carne y hueso”, El sentimiento trágico de la vida, Ensayos II, Madrid, Aguilar,
1951:729).
ELENA SORIANO (1917-1996)
MARÍA LUISA
MAILLARD
Con
la figura de Elena Soriano, regresamos a nuestros pagos para reivindicar la
valentía y la constancia de todas aquellas mujeres de la España de los
vencidos, cuya juventud y primera madurez se desarrollaron en las épocas más
duras del Régimen de Franco —los años 40 y gran parte de los 50— y que, a pesar
de ello, lucharon con tenacidad por preservar su vocación y su dignidad.
La
fecha de nacimiento de Elena Soriano —esa fecha a la que no asistimos desde
nuestra consciencia— a veces nos juega una mala pasada. Es lo que le sucedió a
Elena Soriano, hermana mayor de las escritoras de la llamada Generación de los
50, representadas por las figuras más conocidas de Carmen Martín Gaite, Ana María
Matute y Carmen Laforet. Los ocho años que la separan de las dos primeras serán
años decisivos no sólo en su formación; sino en la evolución de su vocación
literaria. La Guerra Civil española la sorprendió con 19 años y la arrancó de
raíz de las aulas universitarias. Conoció, en los inicios de su despertar a la
vida pública, los horrores de la guerra, la penuria personal y la muerte de
allegados y parientes. En la posguerra de los vencidos, en los duros y
represivos años cuarenta conoció la cárcel, a la que condenaron a su marido, y
sufrió la inhabilitación académica y la discriminación profesional. En los
primeros años 50, la censura truncará, en gran medida, su carrera literaria;
pero Elena Soriano no se rendirá.
Elena Soriano nace en 1917 en Fuentidueña del Tajo (Madrid), aunque debido a la profesión de su padre, que era maestro, su infancia se desarrolla entre Andalucía y Madrid. Su vocación literaria, que reconocería más tarde como su vocación más radical —la generación espiritual, más que la física de la maternidad, ha sido mi auténtica vocación, diría—, se desarrolló a edad temprana. Ya a los 14 años escribía relatos y los publicaba en revistas como El Faro de Bujalande (Córdoba). Cursó la carrera de Magisterio y en 1935 comenzó sus estudios de Filosofía y Letras, que quedaron truncados por el estallido de la Guerra Civil. Al finalizar la contienda, se casó con Juan José Arnedo Sánchez, militante socialista, y maestro como ella, quien fue condenado inicialmente a 20 años de prisión por “ayuda a la rebelión”, conmutados posteriormente por 22 meses. En 1941 nace su primera hija, Elena Arnedo, que se convertiría en una reputada ginecóloga.
Son
años duros. Se le prohíbe cursar estudios oficiales, al igual que a su marido,
y en 1942 es vetada en las oposiciones de Auxiliar de Biblioteca, a pesar de
haber obtenido la máxima calificación. La situación de la mujer ha cambiado
radicalmente, sometida ahora a una legislación que la condena a una eterna
minoría de edad, dependiente del padre o del marido. Ella define esos años como
un largo letargo, esperando que pasase “aquel invierno letal”. Lee mucho y
perfecciona sus conocimientos de inglés y francés. En 1948, según sus propias
palabras: “rompí a escribir de forma torrencial”. En 1951 publica su primera
novela Caza menor, que fue bien
acogida y que será plagiada por Carlos Saura en su película de 1973 Ana y los lobos, sin que ella consiga ninguna compensación, a pesar del
reconocimiento de su denuncia por la ESGAE. En 1976, TVE emitirá en episodios
una adaptación de la novela.
Elena
Soriano sigue escribiendo. En 1955 publica su trilogía “Mujer y hombre” que
consta de tres novelas: La playa de los
locos, Espejismos y Medea 55. Le esperaba un nuevo y casi
definitivo revés. La primera novela, La
playa de los locos fue censurada por inmoral por el temible sacerdote
censor, Evelino Esteban. Elena Soriano no se rinde y se enfrenta a la censura,
realizando una edición no venal, que distribuye entre amigos y críticos. La
consecuencia es la prohibición de cualquier publicación de su obra narrativa.
Es
un duro golpe, que no acaba con su vocación. Sigue cultivando su pasión por la
literatura, leyendo y escribiendo artículos en periódicos como Pueblo, Diario 16, Hoja del Lunes
y revistas como Índice, y muchos
otros recopilados en su ensayo Literatura
y vida (1992-1994), entre ellos “La emoción del teatro en Sartre” o “La
obra de Baroja durante la República". Acude a tertulias como la del Gijón y la
revista Ínsula y su preocupación por la mujer se evidencia en su intervención en
la Asociación Española de Mujeres Universitarias, nuestra Asociación actual,
con su conferencia de 1963 “El carácter femenino en la Literatura”.
Mientras
tanto, su marido, después de unos duros inicios se ha convertido, a raíz de sus
contactos y del desarrollo económico de los años 60, en un próspero hombre de
negocios. Comienza su éxito en el mundo de la edición con la revista Subastas y Concursos y acaba creando un
holding inmobiliario. Con su apoyo, funda y dirige en 1969 la revista El Urogallo, con el fin de recoger
muestras de la literatura de todos los géneros y todos los escritores del
mundo. Por sus páginas verán la luz textos inéditos de Luis Martín Santos y
Pablo Neruda, y transitarán autores como Juan Benet, José Hierro, Cioran,
Marguerite Duras, Salvador Espriu, Philippe Sollers, Ernesto Sábato, Umbral,
Vargas Llosa o Blas de Otero. La revista se mantiene viva una década, hasta
1979.
En
1986 publica el libro Testimonio materno,
a raíz del fallecimiento, en 1977, de su segundo hijo, Juanjo, adicto a las
drogas y cuya muerte ella decide calificar de “suicidio”. El libro es un éxito
de ventas, del que ella no se beneficia ya que dona los derechos de autor a la
Cruz Roja. En 1989 publica su libro de cuentos La vida pequeña y en 1996, año en el que fallece; Tres sueños y otros cuentos. Tres años
antes de su muerte, en 1993, había recibido la Medalla de Oro de la Comunidad
de Madrid. Ya de forma póstuma en el año 2000, su hija Elena publicará su
ensayo El donjuanismo femenino.
“Mi
madre era muy graciosa, comenta su hija Elena, decía que no era machista ni hembrista, que ella era humanista”. No
se consideraba Elena Soriano una feminista clásica, acaso por serlo de la forma
más radical, decía ella. Reivindica el derecho de la mujer al autoconocimiento,
al reconocimiento de su valía intelectual, a su realización personal y a su
trabajo vocacional, algo que ella no logró, ya que no pudo desarrollar su
carrera literaria y fue deliberadamente ignorada por las antologías y estudios
literarios del siglo XX. Hay otra reivindicación que choca frontalmente con los
postulados de la actual deriva del feminismo: “la deserotización de la mujer”,
es decir, no situar el sexo en primer lugar a la hora de la definición de un
ser humano. “El cerebro no tiene sexo”, afirmaría, reclamando la amistad
intelectual con los hombres.
“Mi
cerebro no es de hombre ni de mujer, es Mente”, le escribiría María Zambrano a
su amigo Agustín Andreu en 1973. Creo que Elena Soriano suscribiría esta frase,
sin parpadear.
MARÍA LUISA MAILLARD
Emilie,
una estudiante de procedencia oriental, decide alquilar un dormitorio del
apartamento en el que vive Camile, un joven profesor negro. Enseguida se gustan
y mantienen una relación sexual abierta que complicará la dinámica entre ellos.
En sus vidas, aparecerá Nora, una estudiante de Derecho, que mantendrá,
también, un romance con Camile. Ninguno de los tres sabe muy bien lo que quiere
ni donde ubicar su vida. Desean algo, pero ese algo no termina de materializarse.
Mientras tanto, experimentan en la vida real y en las redes sociales. Emile,
busca por internet sexo al instante y satisfactorio. Camile decide que le
gustaría una vida más estable en pareja. Y Nora busca consejo sobre su vida y
su sexualidad en una popular web erótica con cuya protagonista, Amber,
mantendrá largas conversaciones. Estos tres personajes se mueven en un París
muy alejado del centro y desconocido para los turistas donde se mezclan razas y
culturas. La narración nos muestra de manera ágil la vida de los denominados
“generación milenial”, jóvenes entre los 25 y los 35 años, sin pretender
hacernos reflexionar. Sencillamente nos expone sus vidas sin ánimo moralizante
ni deseos de profundizar. “Esto es lo que hay”, nos viene a decir.
La película, rodada en un espléndido blanco y negro, se sigue con
gusto y con curiosidad por ver cómo van a terminar las idas y venidas de estos
tres jóvenes urbanos y desenfadados. En sus vidas cuentan muy poco la tradición
familiar y triunfan el deseo de moverse sin mochilas ajenas, el individualismo,
el manejo de redes sociales, las relaciones ligeras, el sexo, el cambio de trabajos,
la falta de compromiso y los limites cambiantes. Por otra parte, hay que
destacar unas estupendas interpretaciones entre las que sobresale Lucie Zhang,
una pizpireta Emilie, que nos cautiva con su desenvoltura y su lenguaje
incisivo. También, sobresale su fluidez narrativa que logra tenernos pegados a
la pantalla y mantenernos entretenidos en todo momento.
En suma: una película amena, bien contada, muy bien interpretada,
con muy buena fotografía, estupenda música y con una narración fluida y ligera
que nos hace pasar un buen rato.
ISABEL BANDRÉS
Laura es una estudiante finlandesa que estudia
arqueología en Moscú y ha planeado con su novia, Irina, viajar hasta Múrmansk
para visitar sus yacimientos de petroglifos de inmenso valor histórico. Finalmente,
su pareja no puede acudir por razones laborales, es profesora de universidad,
pero este contratiempo no impide que Laura se embarque en esta pequeña
aventura. La protagonista es una joven
alegre y despreocupada de clase media, que se mueve en los círculos
intelectuales y a quien le gustan las personas de ese mundillo a pesar que, a
veces, resulten pedantes y bastantes soberbias. Su vida transcurre entre
libros, estudios y fiestas en las que siempre se hace referencia al mundo
cultural.
En el compartimento de un desvencijado tren que la
llevará hasta el Ártico, se encontrará con Ljoha, un minero tosco y grosero que
viaja al mismo lugar por trabajo. Inicialmente Laura y Ljoha chocarán. Los dos
pertenecen a mundos opuestos, tienen concepciones vida incompatibles y están
llenos de prejuicios hacia el otro. Pero poco a poco, conforme el viaje
transcurre van descubriendo que no son tan diferentes en lo que realmente
importa. Cuando Ljoha le pregunta por lo qué más le gusta de su vida. Laura
describe emocionada la hermosa casa de su novia Irina, las fiestas, los amigos,
las conversaciones… Y de pronto se queda callada, y asegura que nada de eso
tiene ningún valor. Realmente, dice, que lo que más le gustaba y lo que más
echaba de menos era como la miraba Irina. Es decir, “la mirada del otro”. Todo
lo demás: cuadros, libros, casas y fiestas son cosas, baratijas. ¿Y las
palabras? En el transcurso del viaje la joven aprenderá que, a veces, son solo
juegos de salón y que, realmente, no significan nada.
Laura, en el transcurso del viaje, aprenderá a mirar
con sus propios ojos y no a través de su vídeo cámara para verlo todo “más bonito”,
a dar importancia a lo esencial y a ampliar sus expectativas del mundo.
Admitirá las carencias de su mundo y sus relaciones. El viaje de Laura no es
solo físico es, sobre todo, de maduración y crecimiento.
Compartimento nº 6 es la
historia del encuentro de dos personas provenientes de dos mundos sociales y
culturales antagónicos que descubren, sobre todo Laura, lo que realmente
importa en las relaciones humanas y lo que significa sentirse acompañado. Una
hermosa película —que no bonita—, sobre la amistad. Una sencilla — que no
simple—, narración sobre los prejuicios y sobre la autenticidad. Un film que
nos ofrece mucho más de lo que aparenta. Este relato que discurre en un tren
viejo y en un paisaje grisáceo nos muestra de manera sencilla, sin algaradas ni
golpes de efecto, los descubrimientos que va haciendo Laura sobre sí misma,
sobre la vida, sobre los demás y sobre lo que realmente es importante.
ISABEL BANDRÉS
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