La
“movida madrileña” de los años 80 acabó con el tiempo tiñéndose del nombre de
Pedro Almodóvar; pero la movida también tuvo nombre de mujer: Ouka Leele,
nombre artístico de Bárbara Allende Gil de Biedma, que ella tomó prestado de la
estrella de un cuento polinesio. Y es que, haciendo gala de una libertad
creativa sin barreras, tomaba de la vida todo aquello que fuera luminoso,
poético, absurdo o divertido. Coloreaba las fotos en blanco y negro porque
quería poner a cada rostro y a cada objeto el color que llevaba en su corazón,
no el de la realidad, no siempre divertida o luminosa.
Todos
recordaremos la hazaña artística que llevó a cabo en 1987 cuando paró el
tráfico de La Cibeles para escenificar el mito de Atalanta e Hipómenes y los
cuerpos de jóvenes asaeteados en torno a la diosa sustituyeron el rugido de los
coches. Escenificación que reprodujo veinte años después. La “movida” ya no
existía; pero ella sí. Se libró del lado oscuro de la “movida” que se llevó por
delante a muchos de sus compañeros de aventuras, debido a una temprana
enfermedad, que se la acabó llevando a ella a los 64 años.
Recibió
el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid en 2003; el Premio Nacional de
Fotografía en 2005 y la Medalla de Plata de la Comunidad de Madrid en 2012,
entre otros. No pudo recoger la Medalla de Madrid que le concedió este año 2022
el Ayuntamiento de la capital. Parte de su obra está recogida en el Museo de
Arte Contemporáneo Reina Sofía y en el Museo Caixa Forum.
Descansa
en paz. Nos has dejado en las manos una aventura de libertad y creación, una
aventura que tiene nombre de mujer, tu nombre, Ouka Leele.
MARÍA LUISA MAILLARD
EVA CARNICER PÉREZ,
ALUMNA DEL I.E.S. FÉLIX DE AZARA DE ZARAGOZA, GANA LA OLIMPIADA DE FILOSOFÍA
Eva Carnicer Pérez, estudiante de 4º de ESO, ha ganado el primer premio en la modalidad de 'Dilema moral'. El campeonato de este año iba sobre transhumanismo, y su escrito será publicado por la editorial Santillana.
Eva Carnicer Pérez entre sus profesores, Maria Jesús Picot y pedro Vizoso |
Eva defendió oralmente sus argumentos ante un tribunal constituido por Concha Roldán Panadero, directora del Instituto de Filosofía del CSIC, Antonio Campillo Meseguer, catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia y Lilian Bermejo Luque, profesora de Filosofía de la Universidad de Granada y directora de la Unidad Científica de Excelencia sobre controversias y debates públicos.
CERRANDO
EL CICLO “DONES SÀVIES IV” ORGANIZADO POR ROSA MASCARELL PARA LA BIBLIOTECA
CENTRAL DE GANDÍA, NUESTRA PRESIDENTA MARÍA LUISA MAILLARD, IMPARTIÓ UNA
CONFERENCIA SOBRE MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR.
María Luisa Maillard y Rosa Mascarell |
A.Pilar Rubio (2ª por la izda), con el grupo de teatro "Viajando Entrepalabras" |
Nuestra
compañera A. Pilar Rubio, con el grupo de teatro “Viajando Entrepalabras”, ha
interpretado a María Moliner en la obra Las mujeres cuentan. La
representación tuvo lugar en La Casa de Extremadura, en Madrid. Se da la
circunstancia de que A. Pilar Rubio es la autora de la biografía Vida de
María Moliner, número 10 de nuestra Colección de Mujeres Relevantes.
Volumen 35 de la serie "De Viva
Voz". Antología personal de Francisco Brines: Poemas recitados por
Francisco Brines.
“Vives ya en la estación del tiempo rezagado:
lo has llamado el otoño de las rosas.
Aspíralas y enciéndete. Y escucha
cuando el cielo se apague,
el silencio del mundo”.
Francisco Brines Bañó fue un poeta español encuadrado en el grupo poético de los años 50. Desde 2001, fue académico de la Real Academia Española. Fue reconocido con distinciones como el Premio Nacional de las Letras Españolas, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana o el Premio Miguel de Cervantes.
MARÍA LUISA
MAILLARD
¿No
es un despropósito que un líder totalitario que asesina a sus oponentes, acuse
al presidente de un país democrático, que además es judío y ha promulgado una
ley antisemita, de nazi? Un líder totalitario que no sólo ha encarcelado a
miles de manifestantes pacíficos, sino que está esgrimiendo argumentos
semejantes a los utilizados por Hitler en su nacionalismo expansionista: el
derecho sobre territorios próximos para asegurar sus fronteras y la defensa de
los nacionales del país invasor que residen en dichos territorios. La pregunta
que cualquier persona sensata se haría es: ¿Cómo se atreve? ¿No es ya traspasar
la línea de la cordura? ¿Tal despropósito tendrá un efecto propagandístico entre
los ciudadanos rusos y sus partidarios ideológicos en Occidente? Es posible.
En
lo que Vladimir Putin denomina “Guerra patriótica” existe una referencia
sesgada a la Segunda Guerra Mundial, muy presente en la vida de los rusos, que
aún se vanaglorian de su victoria sobre Hitler. En 1941 Hitler invade gran
parte de Ucrania y un sector independentista de la población colabora con el
dictador —como por otra parte sucedió en la mayoría de los países ocupados—. En
el caso que nos ocupa, los nacionalistas que colaboraron, abrigaban la
esperanza de liberarse del yugo estalinista, causante entre otras atrocidades
de la gran hambruna de los años 1932-1933, en la que murieron casi cuatro
millones de ucranianos. Vladimir Putin olvida en su arenga patriótica que más de
cinco millones de ucranianos murieron combatiendo a los nazis, quienes mataron
a más de un millón de judíos. Olvida que el mismo líder nacionalista Stepan
Bandera fue internado en un campo de concentración nazi y asesinado por agentes
de la KGB en 1959.
Estamos habituados a la manipulación propagandística de los hechos históricos. No sucede solo en los regímenes totalitarios; pero hoy nos interesa subrayar la utilización del término “nazi” como un insulto, sinónimo del mal absoluto, y que, en nuestros pagos, hemos sustituido por “facha”. Sin duda el asesinato programado de millones de judíos, a los que previamente se les privó de su humanidad, fue un mal absoluto. Su recuerdo debería haber servido para que esa historia no se repitiera, para que el respeto a la vida humana individual, se antepusiera a cualquier ideología; sin embargo, ha sucedido todo lo contrario.
La identificación del nazismo con la irracionalidad de la muerte indiscriminada tuvo una primera consecuencia: la complicidad de gran parte de la intelectualidad europea con los genocidios cometidos por regímenes totalitarios comunistas. Quizá tardó en conocerse la “Gran Purga” de Stalin, en 1936, con más de un millón de rusos ejecutados o enviados a campos de concentración siberianos (Gulags); pero nadie pudo desconocer la Revolución Cultural de Mao, que se llevó por delante a más de 20 millones de chinos, ni la matanza de más de dos millones de camboyanos entre 1975 y 1979, llevada a cabo por Pol Pot. Muchos otros genocidios, para no extendernos sobre atentados contra los derechos humanos, fueron olvidados o minimizados a lo largo de la tormentosa historia del siglo XX como el exterminio en Ruanda del 75% de la población tutsi en 1994, o la masacre de Sebrenica contra la población bosnio musulmana, realizada en territorio europeo en 1995.
Las
consecuencias de la identificación del irracionalismo y el mal absoluto con el
nazismo —pero no con el nacionalismo expansionista, una de sus
características——fueron de larga duración y han alcanzado nuestros días. Voy a
señalar dos de las que me parecen de más relevancia, muy vigentes en los
ámbitos político y cultural. En principio, el abuso del término para
adjudicárselo a cualquier oponente que no coincida con la propia ideología o
intereses, con lo cual está cantada la devaluación del término, como ya señalé
en una anterior entrega. Voy a introducir ahora otra consecuencia, de la mano
del autor ucraniano Adam Zagajewski: el hecho de que esta identificación del
irracionalismo con el nazismo se fuera desplazando, aupada por el binomio
progreso /tradición, a la trascendencia y a la vida espiritual, con las que se
acabó identificando, arrastrando, entre otras cosas, aquellas manifestaciones
de la Poesía y el arte, que responden a un encuentro con lo sublime, una reacción
ante el misterio y lo supremo, y que constituyen la gran herencia de la cultura
europea, fruto de un “escalofrío metafísico”, según palabras del autor.
“En
la literatura escrita en esta lengua [alemana] parece seguir vigente la
prohibición de “lo sublime” o de “lo metafísico” como si todo lo que es
superior, más atrevido, más intelectual, pero no irónico, evocara una tradición
perniciosa y condujera —sí— hacia regiones políticamente perniciosas de color
pardo”.
Adam Zagajewski, En
defensa del fervor
Una
“prohibición” que ha tenido una larga trayectoria en la cultura occidental,
desde que Hegel relegara “lo sublime” a la prehistoria del arte y,
posteriormente, se produjera lo que Gianni Carchia denomina “la secularización
de lo sublime”, a través de las distintas manifestaciones del humor. Lo
grotesco y la ironía serán la forma de ir hasta el fondo de las cosas,
reconociendo la provisionalidad y caducidad de la vida. Dicha tendencia,
apoyada por el fenómeno, antes descrito, de la identificación de cualquier
manifestación humana considerada “irracional” —que no subjetiva— con una
orientación política “nazi” o “facha” o de “extrema derecha”, se ha ido
convirtiendo en ideología dominante de los intelectuales del siglo XX y se
mantiene vigente en el siglo XXI. Nos encontramos así con una devaluación de la
vida espiritual y del asombro ante el mundo y el misterio, en un subjetivismo
cerrado que, paradójicamente, reniega de la razón y que ha alcanzado a la
mentalidad colectiva de la mayoría de los países de Occidente generando una
confusión perniciosa entre deseo y realidad.
Desearíamos
que no hubiese guerras, que siguiese vigente la utopía comunista de un paraíso
en la tierra, que el progreso nos liberase del dolor y la muerte; pero como
señala Paul Ricoeur, a nuestra natural fragilidad humana, sometida a la
enfermedad y a la muerte, se han sumado otras fragilidades fruto del dominio
creciente del hombre sobre la naturaleza, es decir de lo que denominamos
progreso: la fragilidad de la tierra debido a la depredación y a la posibilidad
de su destrucción total con las armas atómicas; la fragilidad de la vida humana
acosada ya por la ingeniería genética y la inteligencia artificial; la
fragilidad del pensamiento, desbordado por la propaganda y la infinidad de signos
en circulación mal interiorizados.
Comencemos
por este último punto que, a diferencia de los otros, está en nuestras manos.
Siguiendo a Antonio Machado ¡respetemos el nombre de las cosas! ¡Devolvamos el
término nazi a su auténtica significación!
MARÍA LUISA
MAILLARD
NAWAL MARWAN
NURIA ALKORTA
Nawal Marwan es la protagonista de la tragedia del
dramaturgo Wadji Mouawad titulada Incendios.
Es, tal vez, el personaje que más profundamente me ha marcado en los últimos
años; como un rescoldo interior que no se extingue.
Antes incluso de leer la obra tuve el privilegio de asistir en las Naves del Matadero de Madrid al espectáculo original de Incendios, dirigido por el propio autor y representado en 2010 por su compañía Teatro del Nuevo Mundo: casi tres horas de profundo trance con su dolorosa y luminosa catarsis. Tras otra experiencia teatral dirigida por Mario Gas (para mi gusto menos lograda, aún a pesar de contar con estupendos actores como Nuria Espert, Ramón Barea, José Luis Alcobendas, Lucía Barrado y Carlos Martos, entre otros), el año pasado volví a reencontrarme con la obra en una producción de la Real Escuela Superior de Arte Dramático dirigida por mi compañero Jesús Gª Salgado: la fuerza desgarradora de esta tragedia lejana volvía a resonar con estos jóvenes intérpretes en el pulso de un bello espectáculo. No en balde, la obra Incendios nos habla de renacimiento. Y eso es lo que me ocurrió, experimenté el resurgimiento de una emoción: la sombra de aquella conmoción que sentí por primera vez al presenciar la historia de Nawal.
Ahora tengo sobre mi mesa la bella edición de KRK
Ediciones, traducida y prologada por Eladio de Pablo. De modo que al disfrute
de Incendios como espectadora en la
representación teatral, se suma el que me proporciona la lectura de este preciado
libro. Ya veis, intento reseñar cómo se ha fraguado mi amor hacia Nawal Marwan
en estos años.
Para presentar brevemente la obra y enmarcar a su protagonista recomiendo la introducción de Eladio de Pablo, de donde extraigo sus primeras palabras: “Quebec, 2003. Nawal Marwan muere tras pasar los cinco últimos años de su vida en un silencio hermético. Nawal Marwan es libanesa y ha llegado a Quebec huyendo de la guerra que desgarró su país de 1975 a 1990. Como huyeron del Líbano Wajdi Mouawad y su familia, primero a Francia y luego a Quebec. Nawal Marwan tiene dos hijos gemelos, Jeanne y Simon, a quienes, en su testamento, pide que entreguen una carta a un padre que suponían muerto y otra a un hermano de cuya existencia jamás han tenido conocimiento. Ante Jeanne y Simon se abre la sima de un pasado que ignoran ―y que sin embargo es el suyo―, el vértigo de perder de pronto la certeza de quiénes son en realidad, de cuál fue su origen, a qué historia pertenecen. Estos jóvenes deben reconstruir, pieza a pieza, palabra por palabra, el relato que dé sentido a su existencia, puesto que su existencia se abre ahora ante ellos como una incógnita a despejar”.
La tragedia Incendios
trata del horror de la guerra civil, la intolerancia religiosa y el odio. Nawal
y sus hijos son unos tras-terrados que ahora viven junto a otros emigrados en
un país democrático y libre. Pero en su caso la distancia ―espacial
y temporal―, no puede acallar el horror de una verdad secreta
que es la semilla de su presente como también lo fue de su pasado. Los tres
hijos de Nawal son héroes trágicos: deberán enfrentarse a los actos monstruosos
del pasado para reconocer en ellos ―o
precisamente por ellos―, su verdadera identidad. En
palabras de su autor, ese fue el primer impulso creativo de Incendios: concebir la obra como un
lugar de “consuelo despiadado”, una reflexión sobre la cuestión del origen. Creo
que Incendios ha conseguido ambas
cosas. Como sus personajes, sus lectores y espectadores experimentamos la
urgencia de desvelar el enigma y el vértigo de hacerlo.
Incendios, Naves del Español, Madrid 2010 |
El tiempo de la obra es un aquí y ahora y un allí y
antes. La muerte de Nawal en Quebec, con sesenta y cinco años, marca la línea
del presente: el año 2003. Las últimas voluntades de la difunta y el posterior viaje
de los “gemelos” para descubrir su origen despiertan, por un lado, los recuerdos
del pasado (actualizados en la representación como parte del tejido dramático),
y, por otro, provocan los testimonios y narraciones de aquellos otros
personajes que trataron a Nawal en aquel país en llamas. Las escenas de la obra
saltan de un tiempo a otro: de adelante hacia atrás o viceversa, pero siempre hasta
el secreto de la familia Marwan. Realidad, evocación y testimonio se entrelazan
para tejer una única historia. Sin embargo, en la obra, el personaje de Nawal
se desdobla como un tríptico interpretado por tres actrices: la Nawal joven y
la adulta, durante los agitados años de la guerra en su país natal; y la Nawal vieja,
expatriada con sus hijos gemelos en Canadá. Jeanne y Simon comprenden que necesitan
descubrir la identidad de su madre para descifrar su silencio.
Tres tiempos, tres Nawal, tres promesas y tres
pruebas: con cada prueba se forjará el carácter heroico de nuestra
protagonista, pues desde su temprana juventud decidió luchar contra las
limitaciones del destino y sobreponerse al odio de su familia y su pueblo.
Infancia y juventud. Con catorce años, siendo cristiana, Nawal concibe un hijo fruto del amor con Wahab, musulmán. Es tiempo de enfrentamientos y de odio religioso: sus familias les separan. Tras dar a luz, la partera se lleva consigo al niño. Nawal coloca una nariz de payaso (regalo de Wahab) entre sus ropitas y le hace una promesa: “Ocurra lo que ocurra, te amaré siempre”. Al borde de la muerte, su abuela Nazira hace prometer a Nawal, ya con dieciséis años: “No sucumbas, Nawal, no digas sí. Di no. Rebélate. […] No aceptes, Nawal, no aceptes jamás […] aprende a leer, aprende a escribir, aprende a contar, aprende a hablar. Aprende. Es tu única posibilidad de no parecerte a nosotros. Prométemelo”. Pasan tres años, Nawal vuelve para cumplir la promesa hecha a su abuela: lejos del pueblo ha aprendido a escribir y ahora graba su nombre, “Nazira”, en la lápida. Seguida por Sawda, Nawal abandonará su pueblo para cumplir la promesa hecha a su hijo al nacer: encontrarle. Nawal se compromete a enseñar a Sawda el abecedario y a leer y a escribir. Las dos jóvenes marchan hacia el sur recorriendo los orfanatos: primero el de Nabatiyé, y luego el de Kfar Rayat. Allí presencian una matanza: un autobús de civiles incendiado con gasolina y ametrallado.
Teatro del Nuevo Mundo, Incendios. Naves del Español, Madrid 2010 |
Madurez. Han pasado veinticinco años desde que Nawal perdió
a su hijo, ahora tiene cuarenta años y los milicianos han destruido su
periódico matando a todos sus colaboradores; solo Sawda y ella han podido
escapar con vida. La guerra continúa sin visos de finalizar. “Hermano contra
hermano, hermana contra hermana, ―dice
Nawal. Civiles llenos de ira”. Los milicianos asolan los campamentos de
refugiados cometiendo atrocidades contra niños, mujeres, jóvenes, hombres y
ancianos. Nawal determina matar a su jefe: “Le dispararé dos balas. Una por ti
y otra por mí, ―dice a Sawda. Una por los
refugiados, otra por la gente de mi país. Una por su estupidez, otra por el
ejército que nos invadió. Dos balas gemelas. No una, ni tres. Dos”. Estamos en
1978. Nawal no tiene escapatoria: es capturada y trasladada a la siniestra
cárcel de Kfar Rayat (el antiguo orfanato) donde es torturada y violada cada noche
por el verdugo Abou Tarek; allí concibe y da a luz a dos gemelos quienes, aun
estando destinados a morir ahogados en las aguas heladas del río, son librados de
su destino por el guarda de la prisión quien entrega los recién nacidos a un
campesino. El mito.
Vejez. Es el verano de 1997, en el tribunal penal
internacional Nawal declara ante los jueces frente a su torturador Abou Tarek.
Tiene sesenta años. Desde ese encuentro hasta su muerte, cinco años después, Nawal
permanecerá en un obstinado silencio que solo rompe una vez para decir: “Ahora
que estamos juntos, todo está mejor”.
Nawal Marwan es una heroína trágica porque aún a pesar
de su esfuerzo y su virtud, en un momento de su historia, derrama
deliberadamente la sangre de su enemigo y, tal vez por ello, el destino acaba
golpeándola brutalmente.
Incendios, Naves del Español, Madrid 2010 |
En una de las primeras escenas de Incendios el “Notario y amigo” de la difunta, Hermile Lebel, lee el
testamento donde Nawal Marwan pide que se le entierre desnuda, de cara al
suelo, sin lápida ni nombre sobre su tumba, porque: “No hay epitafio para los
que no mantienen sus promesas. Y quedó una promesa sin cumplir. No hay epitafio
para los que guardan silencio, y se guardó silencio”. Después Nawal calla
tenazmente. Su mutismo solo podrá romperse cuando sus hijos gemelos cumplan la
promesa incumplida: encontrar al padre y hermano, es decir, al hijo de su
madre.
Como los Labdácidas tebanos de la antigua tragedia
griega, la saga de Nawal se funda en el incesto de la madre y su hijo perdido
Nihad. Nihad Harmanni “se convirtió en Abou Tarek” ―dice
Chamsedine a Simon―, “él torturó a tu madre y
tu madre, sí, fue torturada por su hijo y su hijo violó a su madre. El hijo es
el padre de su hermano, y de su hermana”.
Son los hijos del horror ―Jeanne
o Jannaane, y Simon o Sarwane―, los que han quebrado el
silencio y, gracias a ello, podrán reconstruir la historia, consolar a cada
trozo, curar cada recuerdo, acunar cada imagen.
NURIA
ALKORTA
IMÁGENES SOBRE LAS MUJERES Y LA LECTURA
16.
LA CLASE MEDIA ILUSTRADA
INÉS
ALBERDI
A
lo largo del siglo XIX el desarrollo económico y la industrialización hacen
aumentar las clases medias. La cultura femenina se extiende y son numerosos las
mujeres que tienen una educación elevada y medios económicos amplios. Son
mujeres inteligentes y distinguidas que heredan los gustos de las damas de la
alta sociedad, viven en entornos acomodados y les gusta retratarse junto a los
símbolos por excelencia de la cultura que son los libros.
Willian Mainwaring Palin, Reino Unido (1862-1947) Portrait of Nora Allen, 1910 Colección particular |
Con
el desarrollo económico, aumenta enormemente el número de artistas. La pintura
se democratiza y se multiplican los retratos de gentes desconocidas. Se
producen y se venden escenas de la vida cotidiana de las clases medias, que ven
ampliarse sus recursos económicos. En los retratos femeninos, el estar leyendo
se convierte en una forma de posar muy a la moda desde finales del siglo XIX y a
lo largo del XX.
Guy Orlando Rose, Estados Unidos (1867-1925) Marguerite (c.1909) Museo Bowers-Santa Ana (CA), USA |
El
siglo XX señala el triunfo de las clases medias en la configuración de las
nuevas sociedades urbanas tanto en Europa como en los Estados Unidos. Y con la
extensión de la cultura de las clases medias se multiplican los retratos
femeninos de mujeres leyendo.
Gustav Max Stevens, Bélgica (1871-1946) Silent pleasures Colección particular |
Los
artistas del XIX y XX van a copiar las formas elegantes de representación intelectual
que han utilizado tradicionalmente las clases más altas. La cultura pasa a ser
un valor de la clase media y se considera un rasgo de distinción hacer alarde
de ella. La distinción se asocia con la cultura y los retratos de mujeres con
libros es una forma de señalar esa distinción intelectual.
Eduardo león Garrido, España (1856-1949) La lectora Colección particular |
La
idea de distinción no desaparece, pero se transforma y se suaviza enormemente
con la generalización de la instrucción primaria y la producción de libros en
serie. Un factor que ayuda a la extensión de la lectura es el abaratamiento de
los libros. Hay un enorme incremento de la producción y venta de libros y aumenta
significativamente el número de mujeres lectoras.
Laureano Barral i Buñol, España (1863-1957) La lectura Colección particular |
En
esa asociación del retrato femenino con los libros hay una voluntad de elevar el
nivel intelectual de la mujer que se representa. Retratar a una mujer acompañada
de libros es elevarla por encima de esa normalidad femenina que se supone poco
intelectual. Tal es el caso de Van Gogh cuando retrata a Madame Ginoux, una
vecina suya en Arlés a la que tenía mucho aprecio. El retrato que hace Van Gogh
de su vecina de Arlés es un ejemplo paradigmático de ello. Era su amiga y la
retrató en varias ocasiones, en todas ellas teniendo un libro a mano. Con el
libro que pone entre sus manos la eleva por encima del estatus que se le supone
a una mujer que regenta una casa de comidas.
Vincent Van Gogh, Holanda (1853-1890) L'Arlésienne. Madame Joseph-Michel Ginoux, 1888-89 Metropolitan Museum of Art, New york |
Este
tipo de retratos de mujeres burguesas se hacen frecuentes a finales del XIX y
se generalizan a lo largo del XX. Hemos encontrado numerosos ejemplos en diversos
países europeos y americanos. Por esta razón, en las siguientes entregas, haremos
un análisis de que tipo de libros se leen, de cuáles son las actitudes que las
lectoras reflejan, así como los lugares y los ambientes en que se realizan esos
retratos de mujeres leyendo.
AMBER Y JOHNNY:
CAMBIEMOS LA NARRATIVA DEL PODER
AMPARO SERRANO DE HARO
Sí, parece un vulgar culebrón.
Sí, todo parece tan increíblemente hortera y sucio que da asco acercarse… Estoy
de acuerdo. Sí, como dijo hace muchos años el escritor Scott Fitzgerald, los
ricos, o los famosos, en este caso, probablemente también ricos, son
diferentes. Pero cuando una mujer de treinta y pocos años parece físicamente
tener casi sesenta, cuando habla de violencia doméstica, de amenazas explicitas
que parecen sacadas de una película de terror y de violación, en un juicio, pero
lo que recibe de modo mayoritario por parte de los medios, son bromas y burlas
de mal gusto, algo debería de remover la conciencia de la gente, de la gente
con conciencia.
El problema creo yo, es el
peso de la narrativa, narrativa tradicional o narrativa patriarcal, como
queramos calificarla. Hay una vieja canción americana de 1904 que se llama
“Frankie and Johnny” en ella, y por primera vez, se reflejaba un hecho inédito,
y que llamó mucho la atención en el alba de nuestro viejo siglo veinte, una
mujer, llamada Frankie, asesinó de un tiro a un hombre, su amante, Johnny, que
le había sido infiel o que había decidido dejarla. No era normal que las
mujeres matasen a sus parejas, por entonces, esto era de una novedad
desopilante. Obviamente, ella acabo en una institución mental o fue ejecutada:
todo eso era entonces muy moderno. Lo tradicional, claro, era que la mujer,
como una mula, aguantase todos los palos que quisiesen darle, y a veces,
también la muerte, a manos de su pareja.
Amber ha hecho algo igual de
inédito, en estos albores del siglo XXI y que se vincula a esa revolución sin
precedente, que fue el fenómeno del “Me too”, denunciar a un hombre, su exesposo,
protegido por su status de actor original y atractivo. Ese hombre la ha
llevado a juicio precisamente por eso y, en medio del silencio, silencio
culpable, me parece, de todas las famosas parejas femeninas que han antecedido a
Amber y que no han dicho mucho para defenderle, ni tampoco para acusarle (¿El
que calla otorga?) esta mujer se enfrenta en consecuencia a un escarnio
público.
Cuando un hombre se casa con
una chica a la que le lleva veintitrés años, y es mucho más famoso y poderoso
que ella, se supone que ella tiene que estar preparada para ejercer la
docilidad de los corderos. En el caso contrario, y al igual que en el cuento de
Barba Azul, si por desgracia la joven esposa encuentra el cuarto oscuro donde
están los cadáveres de las anteriores mujeres (o relaciones), es decir, la
realidad secreta del Sr. de Winter, se le exigirá el silencio más total
o bien la muerte. Pero con Amber, hubo un error de “casting”, era rubia y guapa,
pero no rubitonta y no ha aceptado su papel de víctima propiciatoria.
Ahora, sin embargo, las
cosas vuelven a intentar enderezarse en términos del patriarcado, y para que
eso ocurra, se le castiga a ella, mediáticamente, por los actos de él, que es
necesario refutar a toda costa.
En definitiva, rompamos con
el apoyo social a hombres que abusan de sus esposas, de sus mujeres y, de una
vez por todas, cambiemos la narrativa del poder por un relato igualitario. Todos
saldremos beneficiados, excepto Johnny.
AMPARO SERRANO DE HARO
ELENA PONIATOWSKA,
UNA ESCRITURA POÉTICA
ROSARIO HERRERA
GUIDO
A Elena Poniatowska en sus Noventa Años
“Escribir es retirarse.
No bajo una tienda de campaña para escribir,
sino de la escritura misma.
Caer lejos del lenguaje de uno mismo,
emanciparlo y desampararlo,
dejarlo caminar solo y desprovisto.
Dejar la palabra.
Ser poeta es saber dejar la palabra.
Dejarla hablar sola,
cosa que no puede hacer más que en lo escrito”.
Jacques Derrida (L' écriture et la différance).
“La página y el rollo chino de escritura
son móviles porque son metáforas del tiempo:
espacio en movimiento que,
como si fuese tiempo,
se niega constantemente a sí mismo
y así se reproduce”.
Octavio Paz, El signo y el garabato.
I
Elena Poniatowska Amor (París, Francia, 19 de mayo de
1932), La Princesa Roja, naturalizada mexicana, sobrina de la poetisa
Pita Amor, periodista, escritora, poeta y activista política de izquierda, fue
galardonada con el Premio Cervantes en 2013, el Nobel de las Letras Hispanas,
un merecido laurel con el que se integró al Parnaso de las Letras Mexicanas, al
lado de José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Carlos Fuentes y Fernando del Paso. Un
reconocimiento internacional por sus libros de testimonios, como Hasta no verte Jesús mío y La noche de Tlatelolco, a los que se
agregan múltiples crónicas, cuentos, novelas, ensayos, teatro y poesía, por los
que cuenta con una veintena de premios y diez doctorados honoris causa,
otorgados por organismos y universidades nacionales y extranjeras. Galardones a
su obra por ser una diáfana fuente de información cultural, estética, política,
sociológica, antropológica, económica e histórica del pueblo de México (como
testimonia la Enciclopedia of world
biography). Laureles a su labor crítica y poética que sólo puedo evocar
aquí a manera de jirones, primero a partir de una poética de la escritura en
compañía de Jacques Derrida, seguida de una evocación a la poética de la
escritura en sus más significativas obras, para sumarme a la algarabía mexicana
y mundial de las letras que encumbra a la escritora mexicana Elena Poniatowska
en sus Noventa Años.
II
Ramón
Xirau afirma que El arco y la lira no es en sentido estricto una teoría
poética, sino una creación personal del sentido de la poesía en general
(Xirau, "Octavio Paz y los caminos de la transparencia", Poesía y
conocimiento, México, Joaquín Mortiz, 1978:94), es porque desde el inicio
de ese ensayo, más que dar definiciones que cierren preguntas, Paz sólo
interrogantes y líneas de investigación. Pues ahí “[…] paisajes, personas y hechos suelen ser poéticos: son poesía sin ser
poemas [...] cuando la poesía
se da como una condensación del azar o es una cristalización de poderes y
circunstancias ajenos a la voluntad creadora del poeta, nos enfrentamos a lo
poético […] Lo poético es
poesía en estado amorfo; el poema es creación, poesía erguida” (Paz, El
arco y la lira, F. C. E., México, 1979:14). Tal vez por ello, lo poético
para Octavio Paz es una dimensión que abarca la creación y autocreación del
universo. Lo poético es un incesante latido que no termina de crearse y
recrearse. Naturaleza y cultura no sufren de la dicotomía de la metafísica,
sino que lo interior y lo exterior forman, como para Jacques Lacan, un todo,
una Extimidad.
Para
poder sostener una poética de la escritura en Elena Poniatowska, es preciso dar
un paseo por las tesis principales de la gramatología del filósofo
francés Jacques Derrida (Derrida, De la grammatologie, París, Minuit,
1967), con las que hace tropezar a la filosofía occidental en su conjunto. Una
excursión con la que espero mostrar el encuentro entre la gramatología (el
pensamiento sobre la escritura) y la poética.
Pregunta
Derrida: ¿La gramatología puede ser una ciencia general de la escritura? Y
responde: los esquemas tradicionales del saber son inasimilables. Para avanzar
en su respuesta analiza el logocentrismo occidental que considera
primordial un lógos que es habla
(significante) en el centro de la cultura y de la historia, regido por una
metafísica que privilegia la presencia de la voz y margina la escritura. Por
ello la gramatología no puede ser una ciencia tradicional, sino un programa
abierto a una teoría general, donde la historia misma de la escritura sea
pensada a partir de la noción de grama, una inscripción posible en
general, un grafema que nombra a un átomo irreductible: una archi-escritura en
general. Porque lo que hace posible toda inscripción, comparte con la poética
algo sustancial: “la causa que hace que lo que no es, sea” (Platón, “El
Banquete, o del amor”, Obras Completas, Madrid,
Aguilar, 1974:585). Un antiguo pensamiento que, sin embargo, se encuentra con
uno de Octavio Paz: “[…] lo poético no
es algo que está fuera, en el poema, ni dentro, en nosotros, sino algo que
hacemos y que nos hace (Paz, El arco y la lira, México, F. C. E.,
1979:168). Algo que se hace y que a su vez nos hace: el rasgo, la huella, la
inscripción.
La
gramatología se impone como pensamiento de la huella, de la archi-escritura, de
la différance (diferencia), en los dos sentidos: que difiere, que
espera, y que marca la diferencia. Es la unidad del signo lingüístico como
unidad diferenciada y arbitraria de un significante a un significado, como
presencia sin referencia a una huella, que sostiene la supuesta unidad del la
palabra y el signo lingüístico. Una unidad que para Octavio Paz está basada en
un logofonocentrismo, cuando afirma que la experiencia de la poesía se realiza
en el encuentro del sentido y el sonido, como en el surrealismo: “el surrealismo / pasó, pasa, pasará / por México / espejo
magnético / síguelo sin seguirlo / es llama y ama y llama”. Octavio Paz tiene
presente la huella, el signo y el garabato, pero no olvida que hay una aventura
seminal en la huella, como pensamiento inmotivado del signo, donde es posible
reconocer un fuerte lazo entre la gramatología y la poética.
El
mismo Ferdinand de Saussure decía que el lenguaje era un sistema de
significaciones cuyo valor estaba en las diferencias entre sus elementos. Una
cuestión por la que Derrida postula que, si todo proceso de significación es
entendido como juego formal de diferencias, articulado, complejo, e implica un
constante reenvío de significantes, ya que el significante no significa nada
(como descubre San Agustín con su hijo Adeodato en De Magistro), hasta que
otro significante lo venga a significar. Entonces todo elemento remite a otro
elemento. Cada huella se constituye a partir de las huellas del sistema. La
huella sólo existe para otra huella, dado que no hay ninguna que sea la
primera. En el origen de todas las diferencias posibles está la huella misma
como archi-huella, como movimiento del origen absoluto del sentido. El
pensamiento mismo de la huella tacha el concepto de origen. Porque el concepto
de huella supone un original como referente. Pero la huella es la imposibilidad
de encontrar originales en su presencia inmediata. La estructura misma de la
archi-huella o archi-escritura plantea como imposible un origen. Así, cada
huella es la huella de una huella ad infinitum. El concepto de origen,
de archia, está sometido a la rature, la tachadura, que designa
la relación de la metáfora a un origen imposible como presencia metafórica, que
juega aquí una irreductibilidad a la presencia, la referencia: como metáfora
de... Es en este sentido que la tachadura significa la pertenencia a otra
historia, a un texto o escritura general (archi-escritura).
Esta
aventura seminal de la huella es comparable con la búsqueda imposible de
Octavio Paz por llegar, gracias al acto poético, a la primera palabra de la que
han nacido todas las demás, la búsqueda del comienzo, del origen mismo del
lenguaje. También en la tesis del pensamiento inmotivado del signo está una de las
formas más excelsas del quehacer poético, como la otra voz que se desborda en
el poema, lo inconsciente (como pensamiento que se porta sin pensar), en la
extraña experiencia de ser hablados. Porque, como dice Heidegger, “El habla,
habla”.
“¿Quién
habla?”, pregunta Nietzsche. Y responde. “No es el yo”, pues no es una
sustancia, un sustantivo, sino el paso del Otro por el yo y el tránsito del yo
hacia los otros, sin los que no habría esta identidad imaginaria que es el yo,
y sin los cuales no podríamos hablar de existencia simbólica ni real. Por ello,
para Octavio Paz, el compromiso del poeta es romper los espejos, superar el
narcisismo que cree en la identidad entre las palabras y el yo. La poética del
lenguaje se expresa a través de todo aquél, lo sepa o no, que sale de la imagen
congelada del espejo, para dejar escuchar el desbordamiento de las palabras.
Aunque aclara el mismo Paz, un decir que hay que pulir con la razón, con el
cuidado con el que se pule un diamante.
La
deconstrucción es una lectura-escritura que excede al lógos, el sentido, la denominación y la presencia, en la que los
conceptos sufren un deslizamiento poético de sentido, transformándose en
conceptos impensables. Porque los textos no quieren decir algo, producir
conceptos, sino desplazar el sentido, distorsionar poéticamente el sentido
único (Derrida, De la grammatologie, París, Minuit, 1967:130).
ROSARIO
HERRERA GUIDOIntegrante
del Registro Nacional de Escritoresde
Conaculta, México (desde 2016).Universidades
de Querétaro y Guanajuato, México.
MARÍA LUISA
MAILLARD
Carmen
Eva Nelken Mausberger, más conocida como Magda Donato, pseudónimo con el que
comenzó a firmar sus primeros artículos periodísticos, a la temprana edad de 19
años, representa, junto a su hermana mayor Margarita Nelken, y otras mujeres
como María Luisa Levi, posteriormente María Luisa Caturla, un claro ejemplo no
solo de la integración de las familias judías en España, procedentes de Francia
y Alemania en la segunda mitad del siglo XIX, sino de la aportación que
llevaron a cabo en el terreno de la dignificación de la mujer en la España de
principios del siglo XX.
España
expulsó a los judíos españoles en 1492; pero ya Américo Castro señaló cómo la
identidad española se forjó desde los siglos VIII al XV en la convivencia entre
cristianos, moros y judíos. Esa herencia se hace visible en la España de los
siglos XIX y principios del XX, cuando los judíos asimilados en distintos
países europeos —Francia, Austria, Polonia—, comienzan a sufrir en sus carnes
el antisemitismo que eclosionará de forma terrible en el periodo de la Alemania
nazi. No existió en España una literatura antisemita, semejante a la de los
libros La Francia judía o Los protocolos de Sión, ni atentados,
ni “progromos”, ni algo parecido al “caso Dreyfus”; sino que, por el contrario,
hubo un movimiento reivindicador de la memoria judía en España, liderado por el
médico Ángel Pulido Fernández, y Rafael Cansinos Assens. Muchos políticos de
signo contrario apoyaron el movimiento, que tuvo ya el favor de Emilio Castelar
en 1869, y al que se sumaron con posterioridad Antonio Maura, Niceto Alcalá
Zamora, Melquíades Álvarez, Alejandro Lerroux, el conde de Romanones y el mismo
rey Alfonso XIII. En 1910 se crea la Alianza Hispano-Hebrea; en 1915 una cátedra
de hebreo para el profesor Abraham Yahuda; y en 1920 La Casa Universal de los
Sefardíes que contó con el apoyo de escritores como Galdós, Pardo Bazán,
Echegaray, Unamuno, y Menéndez Pidal, quien se sumó al movimiento estudiando el
romancero sefardí.
Las
hermanas Nelken eran ya la tercera generación descendiente de judíos alemanes
afincados en España, en este caso dedicados al negocio de la joyería; aunque
muchos otros, ligados a la banca, la industria eléctrica y la minería, se
habían instalado en España, a raíz de la expansión económica propiciada por
Bismark desde mediados del siglo XIX. Lo que nos interesa destacar es que estas
familias, a diferencia de muchas españolas de la época, proporcionaban a sus
hijas una esmerada educación y así, tempranamente, estas dos hermanas saltan al
espacio público no sólo para evidenciar la altura intelectual de las mujeres,
sino para luchar en España por su independencia, su derecho a la educación y su
participación en la política mediante el sufragio.
Magda Donato, vestida de harapos, con una amiga y su nieto, mendigando por las calles de Madrid |
Carmen
Eva Nelken Mausberger nació en 1898. Cuatro años menor que su hermana
Margarita, activista política y feminista, y una de las primeras mujeres
diputadas en España, decidió utilizar el pseudónimo de Magda Donato para no
verse eclipsada por la popularidad de su hermana. En 1917, a la edad de 19
años, se inicia en el periodismo en El
Imparcial, de la familia Gasset, en una sección de moda femenina; pero va
evolucionando hacia un rotundo compromiso con la mujer defendiendo su
independencia económica, su derecho a la educación y al sufragio, en
colaboraciones con La Estampa, El Liberal, La Tribuna, la revista cultural España
y la sección de ABC, Blanco y Negro. Magda Donato alternará
esta profesión, como veremos más adelante, con una intensa actividad en el
teatro de vanguardia como actriz y autora y como escritora de cuentos
infantiles, que posteriormente teatralizará. Eso la conducirá a una evolución
de su estilo, cada vez más literario y a la invención de un novedoso género
periodístico, “Reportajes vividos”. Magda se disfraza y se encarna en un
personaje, para introducirse en su ambiente y narrar en primera persona la vida
de las mujeres en las cárceles, en los manicomios, los albergues de mendigos,
pero también en las distintas profesiones que ejercen a lo largo del país.
Pongamos un ejemplo: quiere narrar la vida de una reclusa. Se disfraza de
costurera y concierta con una amiga que la denuncie por agresión, por no
haberle pagado un traje. Van a juicio, ella no se retracta y se niega a pagar
la multa, con lo que la condenan a tres días de cárcel. Surgen así los
“Reportajes vividos” y “Como viven las mujeres en España” ambas series para Aurora en 1931.
La periodista, en la cárcel, compartiendo la vida de las reclusas como una más. |
Su
vocación teatral también es temprana. En 1920 funda con Cipriano Rivas Cherif
un grupo experimental denominado Teatro de
la Escuela Nueva, con el objetivo de introducir en España las innovaciones
del teatro europeo. Un año después deben cerrar por falta de medios; pero en
1926 encontramos a ambos amigos participando en El Mirlo Blanco, otro
experimento de laboratorio teatral, abierto a los autores jóvenes como Lorca y
Valle Inclán, algunas de cuyas obras eran rechazadas por los teatros
comerciales. En esta ocasión, el lugar elegido era la sala de estar de Carmen
Monné de Baroja en la calle Mendizábal. Después de dos años, la actividad
continúa en El Caracol, nueva
compañía que se instala en la Sala Rex y último experimento de Cipriano, pues
el local es clausurado después de ser censurada la representación de la obra de
Lorca, Los amores de Perlimplín con
Belisa en su jardín.
La
duradera relación de Magda Donato con el reputado ilustrador, escritor y
escenógrafo teatral, Salvador Bartolozzi, también es temprana. Se conocen en
1914, año en el que Bartolozzi se separa de su mujer, con la que tenía tres
hijos, aunque nunca se divorciará de ella. Ambos emprenden una aventura
personal y profesional, que durará hasta la muerte del ilustrador en México, en
1950. Bartolozzi que, en 1915 es director artístico de la editorial Calleja, da
a luz en 1917 una versión vanguardista de Pinocho, que tendrá un largo
recorrido, tanto en cuentos ilustrados como en personajes teatrales.
Se
sabe que, a finales de los años veinte, Magda Donato, que ya se había batido en
el terreno del cuento con La carabina
en 1924, comienza a colaborar de forma activa en el proyecto de literatura
infantil con su compañero. En 1929, tras el cierre de El Caracol, ambos fundan el Teatro
Pinocho, en el que comienzan representando Pipa y Pipo y el lobo tragalotodo, que ya firma como autora Magda
Donato. Seguirán otras colaboraciones, ya en forma de autoría o de adaptaciones
teatrales como Pinocho en la guerra de
los muñecos, Pinocho en el país de los cuentos, La bruja pildorilla, La farsa
y muchos otros. Magda seguirá escribiendo cuentos como “Budy quiere ser
detective” en 1929 y “Las otras dos” en 1931.
Finalizada
la Guerra Civil española, Magda Donato y Salvador Bartolozzi se exilian en
México, después de una breve estancia en París. Allí ambos realizan una
extraordinaria labor: él como escenógrafo e ilustrador; y ella como actriz de
cine y teatro en obras clásicas como Don
Juan Tenorio y Tartufo; y otras vanguardistas como Los amores de don Perlimplín con Belisa en
su jardín; Rinocerontes y Las sillas
de Ionesco, con tal éxito en esta última obra, que en 1941 recibe el Premio de
la Agrupación de Críticos de Teatro por su papel de “Vieja”. Ambos continúan su
labor en el terreno del teatro y la literatura infantiles, donde tantos éxitos
habían cosechado en España. Entre 1941 y 1947 colaboran en el semanario Mañana con una sección en “Cuentos de
ayer contados hoy”. Algunos de ellos, “La estrella fantástica”, “El niño de
Mazapán”, “Aventuras de Pipo y Pipa” y “Pinocho en la isla de Calandrejo”, que
posteriormente Magda adaptará para el teatro, ya que ella y su compañero celebraban
maitines infantiles en el Palacio de Bellas Artes. A partir del fallecimiento
de su compañero en 1950, Magda mantendrá su actividad como actriz de cine y
televisión.
Magda
Donato fallece en México en 1966, no sin haberse ocupado de colaborar con el mantenimiento
de la actividad que tanto había amado. Un año antes de su muerte crea el Premio
Magda Donato para jóvenes dedicados a la actividad teatral. Dicho Premio se
entregará durante 33 años.
MARÍA LUISA MAILLARD
La
primera escena trascurre en un despacho de abogados donde Fhillipe Lemesle (una
estupenda actuación de Vicent Lindon), intenta llegar a algún acuerdo económico
con su esposa Anne (otra actuación soberbia de Sandrine Kiberlain) que le
solicita el divorcio porque tiene un sentimiento de abandono. Han pasado,
señala la demandante, solo seis fines de semanas juntos en los dos últimos
años. Phillipe es un alto ejecutivo ocupado las veinticuatro horas del día
dirigiendo parte de una empresa con sede en París que, a su vez, depende de
EEUU, pero que es Wall Street quien dicta sus reglas. Y las reglas son: dar una
vuelta de tuerca más a los trabajadores para que los accionistas consigan un
punto en sus beneficios. En fin, despedir a 50 trabajadores de base cuando realmente
las cosas van razonablemente bien y existen beneficios. El protagonista,
Phillipe, se enfrenta a una especie de juego de malabares en tres pistas intentado
mantener su puesto de trabajo, buscando una salida para los trabajadores y
cuidando de su familia. Pero a la larga, esa situación es insostenible y en
algún momento uno de esos tres mundos tendrá que caer. No hay forma “humana” de
mantenerse. A no ser, que el protagonista se deshumanice.
Eso
es lo que descubrirá Phillipe a lo largo de esta narración. Él lo intenta todo;
trabaja largas jornadas y junto a otro ejecutivo conciben un proyecto para que ningún
trabajador sea despedido y la empresa reduzca los gastos que pretende. Pero se
enfrenta a los otros ejecutivos y, sobre todo, con el mandato de Wall Street
que quiere mano dura con los trabajadores de base para dar “ejemplo de coraje”,
sea lo que sea que eso signifique. Realmente lo que exigen es sangre y
humillación para demostrar ante sus accionistas que están dispuesto a todo por
los beneficios, aunque haya otras maneras de conseguirlos. Mano dura para
obtener confianza y prestigio en los mercados. Usando un lenguaje manipulador y
retorcido, la cúpula empresarial intenta vender lo que es mierda como
diamantes. Introducen en su discurso palabras como solidaridad, coraje, creatividad…
para señalar a sus ejecutivos el buen camino. Vomitivo. Y Philippe, mientras
tanto, miente a los trabajadores esperando que su alternativa salvadora sea
aceptada por la cúpula y se enfrenta a su código ético individual en un mundo
que no permite opciones. Es una lucha de David contra Goliat, del conmigo o contra
mí sin alternativas ni matices.
Anne
en una entrevista con su marido ante el cariz de lucha económica que ha tomado
su divorcio dice: “Nosotros no somos así. No quiero nada. No somos así”. Y
realmente no son así, pero ha llegado un momento que el mundo del capitalismo
feroz, todo por el dinero y a costa de quien sea, les ha impregnado y ya ni se
reconocen. Brize, el director, nos narra la alienación que sufre un hombre en
un trabajo que le hace pensar que pertenece exclusivamente a la empresa y a
nada más. Fuera del trabajo, su vida familiar y social no existen. Y él como
individuo, tampoco. Hay unas imágenes en las que Lucas, el hijo de Anne y
Phillipe, que ha tenido que ser ingresado por lo que parece ser un brote
psicótico, hace terapia tironeando con otros pacientes y terapeutas de un muñeco
de madera hasta que este se dobla. La metáfora no puede ser más afortunada.
La
película trascurre, en gran parte del metraje, en los despachos de la empresa
donde los enfrentamientos verbales con su superior, Claire, son una obra
maestra de manipulación del lenguaje para procurarse la sumisión y la
robotización de los ejecutivos. Palabras nobles se vacían de contenido para
lograr que los gestores no puedan tomar conciencia de la realidad y se sometan
sin resistencia a la política empresarial. Lo que se les pide no es que creen
alternativas, aunque se demuestre que existen, si no que se identifiquen y
obedezcan sin rechistar las premisas de la empresa. La malvada y manipuladora
Claire, que ocupa un puesto de relevancia en París, es otra víctima de un
sistema perverso. Su fragilidad se nos muestra cuando ante el director de EEUU,
durante una videoconferencia, entra en confusión y no sabe en qué bando
posicionarse hasta que su superior deja claro su punto de vista al que, por
supuesto, se suma.
Brizé,
el director, con una narración austera nos atrapa desde el primer momento y no
nos suelta hasta su emocionante final. Expone una realidad social sin
maniqueísmos ni discursos panfletarios. Su sobriedad es acompañada por unos
actores, Lindon y Kiberlain, que con una sola mirada o un mínimo gesto son
capaces de comunicar lo más hondo. Y hay que elogiar la excelencia de su banda
sonora.
No
se la pierdan.
ISABEL BANDRÉS
Carla
Simón, la directora, nos cuenta la pérdida irremediable de un modo de vida: la
agrícola. La familia de Quimet, el protagonista, ha estado cultivando durante
décadas las tierras que el terrateniente Pinyol posee el Alcarrás. Pero la
bajada de precios de los productos agrícolas y la subida del carburante hacen
que el propietario se replantee otra forma de ganar dinero: las placas solares.
Pinyol les avisa que será la última cosecha de melocotones que recojan. Pasarán
de ser agricultores que trabajan la tierra a cuidadores de una plantación de
energía solar y este cambio se traducirá en menos trabajo y más dinero para
todos. Con el calentamiento global se ha descubierto la manera de hacer pingües
negocios con las, que se ha dado en llamar, energías alternativas que ya llenan
nuestros campos, montes, bosques y mares de placas solares y molinillos de
viento. Es una forma de negocio capitalista mejor visto por sectores
progresistas porque es una energía limpia, aunque contribuya a una forma de
contaminación ambiental diferente, pero contaminación, al fin y al cabo. Mal
vamos si para reducir el calentamiento global no se nos ocurre otra cosa que
sustituir melocotoneros, campos y valles por placas solares. Ante el progreso
que viene, la familia se divide: Quimet, el cabeza de familia, se aferra a la
agricultura tradicional mientras que su cuñado Cisco apoya el cambio.
Está
película premiada con el Oso de Oro en el último festival de Berlín tiene
muchas cosas buenas: retrata el mundo rural con precisión y maestría, plasma el
mundo familiar con gran realismo y, sobre todo, relata, de manera soberbia, el
mundo de la infancia y de la adolescencia en el medio agrario. Hasta el punto
que, a los que hemos vivido ese ambiente, nos lleva a sentir cierta nostalgia. Iris, la hija pequeña de Quimet, nos ofrece la mirada juguetona de una
infancia libre y feliz en plena naturaleza. La adolescencia de sus hermanos,
Mariona y Roger, con sus angustias, sus prontos y su desubicación, propias de
su edad, está contada con buen pulso.
Alcarrrás
está narrada con sencillez y precisión. Al mismo tiempo, trata de un tema tan
importante como la crisis que provoca perder una forma de vida para adentrarse
en otra nueva todavía sin definir. Sin embargo, la narración, que tantas cosas
buenas tiene, para mí, no termina de cuajar. A pesar de reconocer sus muchas
virtudes, se me ha hecho en muchas ocasiones pesada y plana. Me da la sensación
de que le falta oxígeno y nervio narrativo. La repetición de escenas, el trato
superficial de algunos temas importantes, los momentos poéticos e íntimos con
gran carga afectiva abortados…Es como si a los planos y a las secuencias les
faltase oxígeno y se quedasen inertes en la pantalla sin traspasarla. Momentos
de gran ternura y lirismo: el abuelo y
la nieta pequeña, la luz entre los melocotoneros y ciertos momentos de la
intimidad familiar se quedan como atascados, como si algo los obstruyese. El
caso es, que los narra bien, pero no lo suficientemente bien para que tengan,
al menos en mí, un significado emocional. Por otra parte, la superficialidad con que
trata los problemas del campo, el enfrentamiento con el propietario, las
manifestaciones de los agricultores, el racismo oculto… nos suena a algo
manido, trivial y carente de fuerza. ¿Y la crisis? Porque
está película va de eso. Sencillamente, yo no la veo. Nos narra cabreos,
rencillas y algunos alborotos locales. Pero crisis, lo que se dice crisis, no.
Alcarrás tiene muchas cosas del buen cine y se ciñe a la realidad, quizá no
a la verdad. Pero existe, en parte de la película, un estancamiento monótono de
lo ya sabido que la lastra. Se echa de menos una cierta tensión dramática que
nos tenga pendientes y una visión más allá de lo aparente que le dé cierta
hondura a lo narrado.
Una película con muchas
cosas buenas que me hubiese encantado que me gustase en su totalidad, pero no
ha sido así.
ISABEL BANDRÉS
https://www.youtube.com/watch?v=XacARMle0ZY
Foto Ashley Hilbert HO HEY (The Lumineers) |
https://www.youtube.com/watch?v=qo-0nMeoonk
THAT'S WHAT'S UP (Eduard Sharpe&Magnetics)
https://www.youtube.com/watch?v=0-Mr2pmuad4
LOVE
https://www.youtube.com/watch?v=6QSZVA1HTqE
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