IN
MEMORIAM
DE
NUESTRA GRAN AMIGA ANA LOBATO,
QUE
NOS DEJÓ CON LA MISMA VALENTÍA
CON
LA QUE VIVIÓ
PRESENTAMOS EN TORO NUESTRA BIOGRAFÍA Nº 43
VIDA DE DELHY TEJERO
de ÁFRICA CABANILLAS CASAFRANCA
Cristina Tamames, Mª Dolores Vila Tejero, África Cabanillas y María Luisa Maillard
|
¡YA EN EDICIÓN NUESTRA BIOGRAFÍA Nº 44!
VIDA DE NATALIA GINZBURG
de FELIPE VEGA BRUK
NATALIA GINZBURG |
Autora
de libros memorables como Léxico familiar, Sagitario, Las
pequeñas virtudes, Todos nuestros ayeres, Me casé por alegría, La
ciudad y la casa o A propósito de las mujeres, Natalia Ginzburg (1916-1991)
—nacida Natalia Levi—, fue una de las escritoras más importantes de Italia. Vivió bajo el peso de los sucesos más trágicos del siglo XX: el fascismo mussoliniano, la Segunda Guerra Mundial que le privó de su primer marido, Leone Ginzburg, muerto después de ser torturado por la Gestapo, y la postración económica posterior. Buscó siempre la realidad oculta bajo la hojarasca de las ideologías. Y lo hizo a través de un estilo literario, próximo al neorrealismo, que huyó del costumbrismo y los recursos emocionales. Buscó también la realidad a través de la narración desnuda, de la vida de esa gente corriente que soportaba la historia sobreviviendo a sus esperanzas y sus derrotas. Fue novelista, periodista, dramaturga y, en sus últimos años, diputada por el Grupo Parlamentario de Izquierda, con la esperanza de cambiar las cosas desde dentro del sistema.
FELIPE VEGA BRUK (foto, Juan Lázaro para AISGE) |
Felipe
Vega Bruk, se arrellana en un sillón y afianza su humanidad con una sonrisa
entre irónica y afable. Tiene la modestia del que sabe mucho, no sólo porque es
un lector insaciable, sino porque conoce bien las debilidades humanas y la
fuerza del destino. En cuanto comienza a hablar, percibimos que nos encontramos
ante un "peso pesado" de ese espécimen en extinción que no ha mucho
se llamaba "intelectual”. Tiene una larga carrera como director, guionista
y documentalista desde que en 1977 realizara su primer cortometraje, Objetos
personales. Con su película Mientras haya luz (1987) recibe el
Premio de Nuevos Realizadores en el Festival Internacional de Cine de San
Sebastián. Posteriormente rueda Un paraguas para tres (1992), Los
mayas (1992 documental), Viaje al Ampurdán (1992, documental), El
techo del mundo (1995, con guión de Julio Llamazares), Grandes ocasiones
(1998), Cerca del Danubio (2000, corto documental), Nubes de
verano (2004), Mujeres en el parque (2006, nominada a la Espiga de
Oro de la Seminci).
Eloxio da distancia (2008, documental), Los ojos de Carlos (2017,
documental), París clair-obscur (2019, documental codirigido con Cecilia
Orueta) y Azul Siquier (2018). En enero de 2022, se estrenó en el
teatro Lope de Vega de Sevilla su
obra teatral Un hombre de paso, con dirección de Manuel Martín Cuenca.
Felipe
Vega no sólo es un autor interesado en nuestro presente; sino también en el
tortuoso camino que nos ha llevado hasta aquí. De ahí su interés por autores
que han transitado con mirada lúcida por los orígenes de nuestro pasado: Hannah
Arendt, Patrick Modiano… Interés también presente en su obra teatral Un hombre de paso, de 2022. Ahora es
Natalia Ginzburg quien le requiere con su mirada, a través de una escritura que
refleja sin anteojeras la vida de hombres y mujeres corrientes, bajo el destino
del convulso siglo XX.
MARÍA LUISA MAILLARD
LA AUTORA ARGENTINA IRENE CHIKIAR BAUER
PRESENTÓ EN ESPAÑA SU LIBRO
EL ACTO DE PRESENTACIÓN TUVO LUGAR EN LA BIBLIOTECA DE LA FUNDACIÓN ORTEGA-MARAÑÓN, ANTE NUMEROSO PÚBLICO, EL PASADO 18 DE SEPTIEMBRE. ESTUVO ACOMPAÑADA POR FERNANDO RODRÍGUEZ LAFUENTE Y MERCEDES MONMANY.
Mercedes Monmany, Irene Chikiar y Fernando R. Lafuente |
https://www.youtube.com/watch?v=zoqgaiF-scE
EL PASADO 19 DE SEPTIEMBRE Y EN EL CONTEXTO DE LA CONMEMORACIÓN DE LOS "100 AÑOS DE REVISTA DE OCCIDENTE", TUVO LUGAR UNA CHARLA ORGANIZADA POR LA FUNDACIÓN ORTEGA-MARAÑÓN, EN LA SALA CÁTEDRA MAYOR DEL ATENEO DE MADRID, EN LA QUE INTERVINIERON JUAN PABLO FUSI, FERNANDO RODRÍGUEZ LAFUENTE Y NUESTRA COLABORADORA MARÍA LUISA MAILLARD.
EL PRÓXIMO DÍA 4 DE OCTUBRE, MARÍA LUISA MAILLARD ACOMPAÑARÁ A AGUSTÍN SERRANO DE HARO EN EL CICLO "MUJERES Y FILOSOFÍA" DEL ATENEO DE MADRID.
MENCIGÜELA, de LOPE DE RUEDA
NURIA ALKORTA
Hoy podríamos titular esta sección como “Mencigüela, o
el elogio de lo pequeño” porque para hablar de este humilde personaje debemos
fijarnos en la pequeñez de una niña, una simple aldeana que, junto a sus padres,
protagoniza el paso de Lope de Rueda titulado Las aceitunas. Todo en el
personaje y en la obra expresa algo sencillo, puro y primitivo. Si bien esas
cualidades son su principal valor artístico, también son su mayor dificultad:
porque nada hay más complejo que la simplicidad.
El dramaturgo Lope de Rueda aparece en la escena española
hacia 1545. Estamos pues en los albores del teatro profano en lengua
castellana: un camino iniciado cincuenta años atrás por Juan del Encina y
continuado por Lucas Fernández, Fernando de Rojas, Torres Naharro y Gil
Vicente, por nombrar solo a los más conocidos. Lope de Rueda no es nuestro
primer autor de teatro —como hace bien en matizar Francisco Ruiz Ramón en su Historia
del Teatro—, pero es, sin lugar a dudas, el primer ejemplo en nuestro país de
lo que comúnmente conocemos como un “hombre de teatro”: Lope de Rueda escribe y
actúa en su compañía itinerante como modo de ganarse la vida.
A mí no deja de asombrarme que sus obritas —estos
“pasos” creados hace casi seis siglos para divertir a un público popular—,
sigan siendo hoy fuente de emoción y hondura humana. También son imprescindibles
para entender nuestro teatro cómico: por un lado, sus pasos son el antecedente
del entremés y, por otro, el lenguaje popular de sus personajes es la escuela primaria
de la verdad escénica y de la risa.
Era la suya una escritura sin ambición de posteridad, proyectada
para su lucimiento como actor y arraigada en el absoluto presente del traqueteo
de su teatro ambulante por tierras castellanas y de sus representaciones en
Madrid, Segovia, Valladolid, Valencia, Sevilla… Precisamente es en la capital
hispalense donde, siendo un niño, Miguel de Cervantes le vio actuar con su
compañía. Pasados los años, el escritor recordará nostálgico que la tramoya de
aquellas representaciones de Lope de Rueda “era una manta vieja tirada con dos
cordeles de una parte a otra, que hacía lo que llaman vestuario, detrás de la
cual estaban los músicos, cantando sin guitarra algún romance antiguo”. Entonces
y siempre, también el arte del actor de teatro se caracteriza por su
perentoriedad (pues se arraiga en el frágil cuerpo del intérprete), así como
por su naturaleza efímera y, consecuentemente, por la particular realidad que
su actuación establece con el público: se trata de una forma de comunión fugaz
e irrepetible que solo revive en el recuerdo, es decir, volviendo a acercarla
al corazón. Solo ahí, el arte inmaterial del actor se vuelve inmortal.
Los breves pasos de Lope de Rueda actualizan con
eficacia y desnudez a unos personajes bien reconocibles por los espectadores de
entonces: aldeanos y labradores, pobres hidalgos y criados, pícaros, mozuelas, médicos
y boticarios… Parece ser que Lope de Rueda era reputado en los papeles de
rufián, de negra y de bobo. Pero por encima de los tipos y de las situaciones
de su teatro, Lope de Rueda supo crear un habla natural y llena de vida. Tal
vez por eso la voz de estos humildes personajes sigue hablándonos hoy con
elocuente claridad.
La acción del paso de Las aceitunas es muy sencilla. Un labrador llega a casa de sus faenas en el campo y anuncia a su mujer que ha plantado un brote de olivo. El matrimonio lo celebra junto a su hija Mencigüela y, en su alegría, los padres dan en imaginar las ganancias futuras por la venta de las aceitunas. La ilusión se transforma en una agría porfía a cuenta de su precio y la niña (que iba a ir al mercado con las futuras aceitunas) acaba vapuleada por la discusión de sus padres. La intervención de un vecino bienintencionado detiene su disputa —pues el matrimonio ha llegado a zurrar a la niña— y apacigua a la familia: sus sensatas razones son un espejo que refleja los desatinos de los personajes y, también, de los espectadores.
Las aceitunas: Eugenia de Castilla, Nuria Alkorta, Moncho Sánchez-Diezma y José Luis Alcobendas. Foto, Montse Arnau |
En mis tiempos de actriz, allá por los años noventa, durante
varias temporadas interpreté el papel de Mencigüela en el espectáculo titulado Los
Pícaros, dirigido por Ángel Gutiérrez, con nuestra Compañía Teatro de
Cámara de Madrid. En realidad —como observó entonces la poetisa Clara Janés—,
en aquel espectáculo parecía que eran los pasos de Lope de Rueda los que nos
interpretaban a los actores: José Luis Alcobendas, Germán Estebas, Moncho
Sánchez-Diezma, Beatriz Argüello y, luego, María Eugenia de Castilla. En mi
caso, Mencigüela me “poseyó” totalmente y, por expresarlo con mayor exactitud,
actriz y personaje nos fusionamos de tal modo que, desde entonces, no puedo
entender la una sin la otra. Es uno de esos casos en los que el personaje nace
con entidad propia y suficiente (sorprendiendo a la actriz que lo interpreta): es
un ser que cobra vida real en el escenario y se hace inolvidable.
Nuestro espectáculo de los Pícaros de Lope de Rueda era un mosaico teatral enhebrado con canciones tradicionales españolas que se componía (además del Paso de Las aceitunas) con el Paso del Bollo mantecada, el Paso del Hidalgo Brezano y Cebadón, y un entremés atribuido a Cervantes titulado Los habladores, todo ello junto a unas escenitas creadas por nosotros sobre los pícaros de la calle madrileña y de la vida española de aquellos años, 1993-1995. Hicimos cientos de representaciones en funciones escolares y en la programación matinal de nuestra recién inaugurada sala Teatro de Cámara, en la Calle San Cosme y San Damián. Miles de espectadores, muchos de ellos en repetidas ocasiones, vibraron con la fuerza de aquel espectáculo y la viveza de sus personajes, y también se compadecieron de sus quebrantos. Las más de las veces, en la vida y en el teatro, la risa va unida al llanto. Así ocurría en el caso de mi Mencigüela.
Las aceitunas: Beatríz Argüello, Nuria Alkorta y José Luís Alcobendas Foto, Chicho |
Al final del paso, entre risas, Mencigüela relataba al
vecino el motivo de la riña y, de golpe, se daba cuenta de que, en realidad,
ella había sido la víctima inocente de la porfía de sus padres. En ese momento —me
refiero a la obra, pero especialmente a mi interpretación de Mencigüela—, la
risa de la niña se trocaba en asombro y luego en llanto desconsolado. Hasta
entonces, el público había reído con la circense pelea de cómicas acrobacias ejecutada
por los actores (la niña, zarandeada por los padres, llegaba a alzarse verticalmente
en el aire mientras estos la “zurraban” alternativamente con graciosos aspavientos),
pero, de pronto, con aquella “anagnórisis” y su abrupto freno cómico (en una
transición que duraba tan solo unas micras de segundo), los espectadores se
enternecían junto al personaje y más de uno lloraba con la actriz: porque todos
hemos sido alguna vez aquella criatura injustamente vapuleada (no solo
físicamente) y, sobre todo, nos es fácil imaginar el dolor de la inocencia traicionada
por la vida. Nuestros Pícaros estuvieron apadrinados por el escritor —y gran
amigo del Teatro de Cámara— José Jiménez Lozano, a quien recuerdo cariñosamente
con estas líneas. En el bello texto que escribió para el programa de mano alentaba
al espectador: “Para reírnos, que es purificarnos”.
Como a Mencigüela, también al resto de personajes de
Lope de Rueda (por más que actúen con audacia) les llega su “San Martín” y
sufren en sus carnes la dureza de la vida y la decepción. Jiménez Lozano lo
explicaba del siguiente modo: “Lo que pasa es que estos pequeños relatos de las
aventuras de un pícaro, que siempre es alguien tan arrimado a pobreza y
necesidad que sólo a fuerza de picardías sabe que ganará la partida, o alguien
que conoce bien el mentiroso entramado que es la vida social y el mundo todo,
son pintura de vida y de ser humano tal y como es, fue y será”.
Las aceitunas: Nuria Alkorta, Beatríz Argüello y José Luis Alcobendas Foto, Chicho |
No es que Mencigüela comparta la extrema pobreza de
los demás pícaros de Lope de Rueda, es que esta niña descubre de golpe la
fragilidad de su seguridad infantil y ve cómo esta se quiebra por la
irracionalidad y cabezonería de sus padres. En su inocencia, la niña ha creído
a pies juntillas los delirios comerciales a cuenta de las aceitunas y, contagiada
de la euforia de su familia, se ha prestado a venderlas. Mi Mencigüela bailaba
entre sus padres y brincaba de acá para allá con un cestillo en la mano, yendo
y viniendo alegremente para atender solícita a las instrucciones
contradictorias que ambos le daban sobre “a cómo había de pedir por ellas”. La riña
por cuál debía ser el justo precio de las aceitunas alcanzaba su clímax: como
si aquel mercadeo fuera a realizarse ahora mismo y, a causa de la futura ganancia,
hoy se pusiera en riesgo la casa entera. Hay algo profundamente humano en esa proyección
ilusoria de la vida.
Es muy difícil interpretar y escenificar con acierto
el teatro primitivo de Lope de Rueda (y por extensión todo el género cómico
breve del entremés, el sainete o el vodevil). Por mi experiencia personal y por
algunas creaciones de compañías teatrales que he podido ver a lo largo de los
años, llego a la conclusión de que generalmente el fracaso de estas propuestas
se debe a presunciones simplistas sobre la sencillez de estas obritas y de sus
personajes. Así ocurrió en nuestro caso: pensamos que podríamos levantar estos
pasos con facilidad y en un corto plazo de tiempo. La experiencia nos hizo
comprender nuestro error y, gracias a ello, pudimos encontrar la verdad de
vivencia y habla que alentaba bajo las escasas líneas de diálogo (apoyada en su
fonética), la expresividad vocal y corporal de este particular tipo de humor
(muy distinto al de otros estilos de comedia y farsa) y el tono de energía
justo para para encarnar a los personajes.
Nuestros “pícaros” —y, entre ellos, mi Mencigüela—,
pagaron con creces aquel gozoso esfuerzo dándonos innumerables alegrías. Se “colaron”
en la vida de muchos espectadores, algunos de ellos entrañables como un niño
llamado Andrés, de El Pardo, que venía asiduamente a vernos con sus padres;
Alba; Arnelle Bance, que en Tolouse preparaba su tesis doctoral sobre nuestra
obra; Françoise y los niños del Liceo Francés, que nos regalaron hermosos
dibujos; los niños del Taller de Teatro de Katika, con sus redacciones y
cartas… y Rafael Nadal, compañero de Lorca que sentía el fluir de La Barraca en
nuestro amor por los clásicos; Clara Janés y nuestro querido amigo José Jiménez
Lozano… Muchos de ellos ya no están entre nosotros. Otros, los más pequeños,
serán ya hombres y mujeres. Hoy echo de menos a Paco Caballero, iluminador del
Teatro de Cámara y pintor de acuarelas, un artista de la luz, entrañable amigo,
pero, sobre todo, un hombre bueno. In memoriam.
NURIA ALKORTA
COMPRENSIÓN
MARÍA LUISA
MAILLARD
El
retroceso del pensamiento, al que estamos asistiendo en las sociedades
actuales, afecta directamente no sólo a la pérdida del sentido común; sino a la
de un concepto con el que Hannah Arendt resumió su actividad reflexiva y que
supone un mantenimiento de la “humanitas”, aquello que nos diferencia de otras
especies animales: la comprensión.
Su
versión alemana es el término Verstehen,
utilizado desde el siglo XIX contra la sociología crítica del positivismo de
Max Weber por autores como Dilthey, Habermas, Husserl y también, en otra
dirección, Heidegger. Corriente de pensamiento en la que sin duda se educó
Arendt, aunque fue elaborando su propia versión del término. La Real Academia
Española lo define como la capacidad o facultad para entender y penetrar las
cosas.
La
comprensión no tiene nada que ver con la justificación, sino todo lo contrario.
Por ejemplo, comprender el mal no es justificarlo, porque ello nos llevaría a
hacer dejación de nuestra capacidad estimativa, una de las características que
nos definen como seres humanos y posibilita precisamente la comprensión. La
comprensión es aceptar que existe el mal en el mundo y analizar sus
procedimientos y las causas que lo han originado. Una forma de estar en el
mundo que, según Arendt, preserva nuestra humanidad y nuestra aportación
individual a su mantenimiento.
Entramos
al nacer y nos encontramos luego viviendo, en un mundo que no hemos creado y
que nos puede parecer, en tantas ocasiones, confuso y arbitrario. Un mundo que,
como señala Arendt con gran sentido común, nunca es perfecto pues ha sido
creado por manos mortales, que tienen la opción de desarrollar el bien y el
mal: “La confusión es la situación básica en la que se crea y se recrea el
mundo por manos mortales”. Sin embargo, poseemos todos los mortales dos
elementos que nos constituyen y nos definen: nuestra libertad y nuestra
capacidad de juicio moral. Estos elementos abren la posibilidad de enderezar el
curso de los acontecimientos, aunque sea simplemente mediante el ejemplo de
haber mantenido nuestra capacidad de comprensión y nuestra dignidad en tiempos
adversos. Un solo hombre puede mantener la posibilidad de la humanidad. Es lo
que llevó a cabo Hannah Arendt, después de Auschwitz, en su libro Los orígenes del totalitarismo, un libro
que, entre otras cosas, desveló el lado perverso de las ideologías, analizando
minuciosamente sus características y procedimientos que, unidos al terror
absoluto, como sucedió en el siglo XX, pueden intentar acabar con la humanidad
tal como la conocemos.
Nuestro
tiempo actual es confuso y arbitrario; pero no estaría de más reconocer que, en
gran medida, es fruto de la herencia de la acción de los hombres durante los
siglos XIX y XX y de la creciente imposición de la ideología frente al
pensamiento. Hay que seguir reconociendo que las ideologías triunfantes en el
pasado se mantienen vivas hoy en día. Es cierto que algunas metamorfoseadas
como la diseminación de las ideologías utópicas en las diversas propuestas de
“lo políticamente correcto”, según las diversas teorías de la diseminación de
los focos de poder del antropocentrismo burgués. Dichas propuestas siguen
ancladas en el núcleo inicial de las ideologías que las sostienen: el progreso
ilimitado, los nacionalismos y las utopías. También sus procedimientos: la
manipulación de la realidad, el falseamiento de la historia, la creación de un
mundo ficticio y la pérdida del sentido común.
La
bondad intrínseca del término “Progreso” que, según Walter Benjamin, es un
ángel con las alas desplegadas que camina hacia adelante, dejando montones de
ruinas detrás, se consolida con los nuevos avances tecnológicos en los medios
digitales de comunicación. Fenómeno nuevo en nuestras sociedades, que fue
recibido con alborozo en sus inicios, pero que se está demostrando no es un
buen colaborador para mantener la comprensión del mundo en que vivimos, que
debe enfrentarse a un “palabreo” —habitualmente político— que esconde los
problemas bajo una avalancha de noticias falsas, verdades triviales y alegatos
morales banales.
Ante
los nuevos avances de la ingeniería genética y de la inteligencia artificial,
tampoco estaría de más ser prudentes frente a sus efectos beneficiosos —que sin
duda tiene— y recordar la herencia histórica de los gobiernos totalitarios que
utilizaron los avances científicos en sus labores genocidas contra “los
prescindibles”. No hay que olvidar que siguen existiendo hoy en día gobiernos
totalitarios, algunos como el de China en creciente expansión.
La
comprensión del mundo de hoy consistiría en, aún reconociendo la “bondad” que
puede haber en las propuestas ideológicas que todavía nos acompañan: los
avances médicos y sociales en el progreso; el apego al terruño natal y a una
forma de vida humana frente a la globalización en el nacionalismo; la redención
de los desfavorecidos por la sociedad en las utopías; detectar los mecanismos
perversos que anidan en su seno. El conocimiento cabal de la historia puede
ayudarnos. Las ideologías, que ya se han ensayado en el pasado, han abocado en
gobiernos totalitarios y sus efectos negativos pueden seguir desarrollándose,
aun en ausencia del terror que caracteriza a dichos gobiernos. El desprecio por
la verdad de los hechos y la manipulación de la historia, el olvido del ser humano
individual, su libertad y su juicio moral, en aras de nociones abstractas como
la raza, la nación o la humanidad, ¿no se parecen a la manipulación actual de
la historia, al cuestionamiento de la misma idea de verdad y a la anulación
moral del enemigo, opuesto a la ideología que se defiende? Un paso más y los
enemigos se convierten en “seres humanos prescindibles”, algo que ya sucedió en
España durante el terrorismo de ETA.
La
comprensión de los hechos pasados nos puede hacer comprender nuestro presente y
sus peligros y reconciliarnos con nosotros mismos. Pues como dice María
Zambrano en su prólogo a El hombre y lo
divino: “El que no sabe lo que le pasa, hace memoria para salvar la
interrupción de su cuento, pues no es enteramente desdichado el que puede
contarse a sí mismo su propia historia”, que no es otra que nuestra común
historia.
MARÍA LUISA
MAILLARD
IMÁGENES SOBRE LAS
MUJERES Y LOS LIBROS
30.
LUGARES PARA LEER. EN UN JARDÍN
INÉS
ALBERDI
Los jardines, el campo, el borde de un río, todos son
lugares posibles de descanso y tranquilidad al aire libre, que aparecen como
marco para nuestras lectoras. Hemos encontrado miles de retratos de mujeres
leyendo al aire libre, ya sea en medio del campo o ya sea en un jardín.
El retrato de una mujer en un jardín es un recurso que
existe desde el Renacimiento y que llega hasta los artistas del siglo XX. Nosotros
hemos seleccionado aquellas obras en las que la mujer está leyendo o tiene un
libro en sus manos.
Edward Cucuel, Estados Unidos (1875-1954) Fragancia de verano, s/f Colección particular |
Leer al aire libre es una de las imágenes más frecuentes
de mujeres lectoras en la pintura. Tanto los artistas más clasicistas como los
románticos o los impresionistas, utilizan con frecuencia imágenes de una mujer
leyendo al aire libre como excusa para pintar la naturaleza.
La primera versión de mujeres leyendo al aire libre es
cuando las encontramos en un jardín, es decir en una naturaleza controlada por
la mano humana. Podemos decir que esta es una de las poses favoritas de los
retratos que muchos pintores hacen de sus modelos, de sus esposas o sus amantes:
sentadas en un jardín con un libro en las manos, leyendo o distraídas por un
momento, manteniendo el libro en el regazo.
Allan R. Banks, Estados Unidos (1948) Leyendo en una tarde soleada, s/f Colección particular |
Son imágenes idílicas a la vez que rememoran una situación
de bienestar. Cicerón incluso fue mas lejos cuando dijo que “la felicidad es
una biblioteca en un jardín”.
Edward Killingsworth Johnson, Gran Bretaña (1825-1896) Verano (retrato de la esposa del artista), s/f Colección particular |
A veces los retratos presentan jardines muy cuidados, más
propios de palacios o de grandes hoteles, como este de Singer Sargent.
Singer Sargent, Estados Unidos (1856-1925) En el jardín, Corfú, 1909 Museo Terra de Arte Americano, Chicago |
Otras veces pueden ser jardines familiares, poco
sofisticados o incluso pequeñas zonas verdes adyacentes a la vivienda, sin
demasiado cuidado formal.
Jean Laurent Challié, Francia, (1880-1943) Liseuse con kimono azul en el jardín, 1914 Colección particular |
A veces, la lectora se sienta por el suelo, como si no
quisiera dar importancia al lugar donde se encuentra, tan abstraída se la ve con el libro que está leyendo.
Emile Claus, Bélgica (1849-1924) La lectura, 1890 Colección particular |
Es muy frecuente retratar a las mujeres leyendo, sentadas
en un banco del jardín.
Nicolás Bogdanov-Belsky, Rusia (1868-1945) Leyendo en el jardín (retrato de la esposa del artista), 1915 Colección particular |
En alguna ocasión, la lectora ha abandonado el libro y
parece estar pensando.
Henry Lebasque, Francia (1865-1937) En el banco verde, Sanary, 1911 Colección Batliner Albertina Museo, Viena |
Otros retratos de lecturas en el jardín, las hacen posar sentadas
en sillas y muebles de paja, o rústicos.
Irving Ramsey Wiles, Estados Unidos (1861-1948) Leyendo en el jardín, s/f Colección particular |
Muy frecuentemente se usan, para los retratos, esas
sillas que se balancean, llamadas mecedoras.
Oscar Bluhm, Alemania (1867-1912) En la pérgola, 1894 Colección particular |
Menos frecuente, pero también las encontramos, es retratarlas
leyendo y paseando al mismo tiempo.
Edmund Blair Leighton, Gran Bretaña (1852-1922) Dulce soledad, 1919 Colección particular |
Albert Aublet, Francia (1851-1938) Leer en el camino del jardín, 1883 Colección particular |
INÉS ALBERDI
EXTRAÑA
REALIDAD
ISABEL
BANDRÉS
Desde
que comenzó septiembre tengo la sensación de que vivo inmersa en la irrealidad,
en una irrealidad que el mundo político y los medios de comunicación están
creando. El ruido que hacen los políticos es insoportable. Sus contradicciones
son de tal calado que han roto todas las barreras y cualquier certidumbre,
sobre algo o sobre alguien, se han ido por el vertedero. Solo los más fieles,
ciegos a cualquier duda, permanecen firmes tras las soflamas de sus caudillos.
Las tribus aprietan filas alrededor de sus líderes. Quieren dar una imagen
compacta, pero ya hay signos de desgarramiento interno. No es lo mismo el PP de
Feijóo que el de Ayuso y no es lo mismo el PSOE de Sánchez que el de Page. Y en
Sumar cada cual va a lo suyo. Los que estamos en los márgenes del poder y no
pertenecemos de ninguna tribu, aunque sí que tenemos ideas, pensamiento e,
incluso, ideología, permanecemos atónicos ante un espectáculo que los
ciudadanos no nos merecemos. Y todo ese ruido lo ha provocado una palabra:
amnistía.
Una
palabra que encierra una idea que ha sido defendida, atacada, explicada y
trufada de mil maneras, por lo cual todos hemos podido escoger entre un
significado u otro. Tenemos donde elegir. Más aún, podemos optar por sumarnos a
la opción A para pasar seguidamente a la opción B. Es lo que ha hecho el
Gobierno en pleno. Hace un par de meses la palabra amnistía era maldecida y hoy
es bendecida por sus propiedades para unir, pacificar, reconciliar… y para,
sobre todas sus fantásticas cualidades, tocar poder.
Pero
detrás de las palabras siempre hay algo más. Las palabras nunca son lo que
aparentan ser. Amnistía, más allá de si es o no constitucional, significa para
los independentistas catalanes reconocer la deuda histórica (450.000 millones)
que dicen tenemos con Cataluña y una sarta de cosas más que van apareciendo
días tras día: referéndum, quita de la deuda (84.327 millones de euros)… Para
el Gobierno, amnistía es una manera de encajar Cataluña en España y bajar el suflé
del nacionalismo independentista. No lo sé. Yo no tengo, como muchos otros, una
bola mágica. Pero como todos nosotros, tengo las lecciones que la historia nos
ha ido dejando. Y una de ellas es que el nacionalismo catalán nunca ha encajado
en España, a pesar de todos los esfuerzos que se han hecho en cualquier
circunstancia histórica.
Azaña,
durante la segunda República, hizo todo lo posible para que Cataluña encajara,
sin lograrlo. En el “Cuaderno de la pobleta” y en dos artículos escrito en el
exilio anotó: “La cuestión catalana ha sido la manifestación aguda, muy
dolorosa, de una enfermedad crónica del pueblo español”. Ortega y Gasset lee en
el Congreso de los Diputados en mayo de 1932 su famoso discurso sobre el
Estatuto de Cataluña y afirma: “Se nos ha dicho que hay que resolver el
problema catalán… La Republica fracasaría si no lograse resolver este conflicto
que la monarquía no acertó solventar… Yo sostengo que es un problema que no
puede resolverse, que solo se puede conllevar”.
Y así ha sido. Tras la Constitución de 1978, todos los partidos que han gobernado España han intentado conllevarse cediendo competencias, designando puestos, perdonando y cediendo, hablando catalán en la intimidad, indultando… Suarez, Felipe González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez han pagado un alto coste para intentar resolver lo que parece irresoluble. Y ahora, estamos, otra vez, sufriendo el eterno pulso del nacionalismo independentista al Estado. ¿En un mundo globalizado e interdependiente qué sentido tiene la palabra nacionalismo? A no ser que se viva en un bucle de resentimiento hacia los otros, en el “España nos roba” y en el “nosotros somos más y nos merecemos muchísimo más que los otros”. Ese es el ADN de los nacionalismos: odio al otro y narcisismo desmesurado.
¿No
hay otra manera de gobernar? Pues claro que sí. Es cuestión de voluntad
política, si el PP y el PSOE se uniesen hoy tendrían 257 diputados y más de 16
millones de votos. Mayoría en las urnas y en el parlamento. Pero antes veremos helarse el sol que este fenómeno,
habitual en otros países de nuestro entorno, se dé aquí. ¿Y eso
significaría, como dicen algunos, que las diferentes sensibilidades y
nacionalismos fuesen fustigadas o anuladas? No, en absoluto. Lo que está
reconocido en la Constitución y en los diferentes Estatutos de Autonomía
permanecería. Lo que de verdad significaría, es que se haría real el artículo 2
de nuestra Constitución, base de nuestra democracia: “La Constitución se
fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e
indivisible de todos los españoles, reconoce y garantiza el derecho a la
autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad
entre todas ellas.” Y en su artículo 14, añade: “Los españoles son iguales ante
la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento,
raza, sexo, religión opinión o cualquier otra condición o circunstancias
personal o social”. Resumiendo, que la democracia se basa en los individuos y
no en los territorios y que todos tenemos los mismos derechos y obligaciones.
Lo triste es que muchos no lo creen así. Creen que ellos son superiores y tienen
más derechos por el mero hecho de pertenecer a unos determinados territorios.
Nuestros
políticos se dedican a crear problemas y se entretienen en solucionarlos,
olvidándose de los problemas de los ciudadanos (educación, carestía de la vida,
sanidad, vivienda, pobreza…) Si todo el esfuerzo, el tiempo y la energía que se
ha gastado en explicar la amnistía, se hubiese empleado en debatir y
profundizar, por ejemplo, sobre la educación, no estaríamos entre los peores de
la Unión Europea en comprensión lectora y en matemáticas. ¿Y si nos dejamos de
mistificaciones, de emociones personales y volvemos a la realidad real? A la
del precio del aceite, a la del paro juvenil, a la falta de vivienda pública…
Este
mes de septiembre, además, ha surgido, según una diputada, un “milagro
maravilloso”, otro, porque en el Congreso ya se pueden hablar todas las lenguas
cooficiales, esas que hace menos de un año fueron negadas. No es una medida
útil, es simbólica. Y lo demuestra que, durante las últimas sesiones en el
Congreso, muchos diputados gallegos, catalanes y vascos optaron por el español
para hacerse entender mejor. La comodidad y la utilidad siempre terminan por
imponerse. Pero por simbolismos que no quede. Hay que advertir, que el idioma
no da per se ni talento ni ideas. Algunos piensan que sí, pero no.
ISABEL BANDRÉS
CRECER ES SIEMPRE A DESTIEMPO
LIDIA ANDINO
Cuando somos jovencitos ambicionamos ser mayores y
cuando ya somos mayores suspiramos por una apariencia juvenil. Nos pasamos la
vida deseando lo que no está en nuestras manos y pocas veces nos detenemos a gozar
de lo que tenemos a mano.
En realidad no hay ninguna preparación especial para
envejecer, como no la hay para ser joven, adulto o niño. Si se transforman
situaciones vitales y sociales, teniendo en cuenta que cada cambio se vive como
una crisis, con falta de ideas claras y con una excesiva presencia de
prejuicios y estereotipos que se manifiestan en todos los ámbitos de nuestra
vida, ya sean económicos, culturales, laborales y demás, que no ayudan a la
transformación. En una sociedad de consumo, por ejemplo, los llamados viejos
suelen ser muy poco consumidores por su magra condición económica y eso los
hace material desechable.
Antiguamente la vejez era sinónimo de sabiduría, por
su experiencia y conocimiento transmitiendo verbalmente la historia y las
tradiciones. Es más, un dicho griego aseguraba: “cuando muere un viejo se quema
una biblioteca”. Tan distante estamos de eso que, en la actualidad, el
conocimiento que nuestra sociedad valora siempre está relacionado con las
modernas tecnologías, con lo digital. De todas maneras, lo que hay que cuidar
es especialmente el pensamiento, pues es lo primero que revela el
anquilosamiento de la vida.
El ser humano no es solo naturaleza, también es
cultura, civilización, tiempo material de un pensamiento, de ahí que las
personas mayores padecen, con el avance de la edad, no solo el deterioro físico
que nos llegará a todos -—aunque nos obstinemos en negarlo con modernas
cirugías y tinturas—, sino trastornos depresivos cuando se sienten marginados
del pensamiento, de las decisiones, de su propia dirección vital.
Podemos negar que el tiempo pasa; cada vez que me
detengo en una arruga, paralizo un tiempo productivo. Ese deseo de que no
exista el paso del tiempo, acelera el envejecimiento.
Hay funciones en el ser humano que envejecen, otras
mientras tanto rejuvenecen y aún aparecen algunas que no se habían pensado.
Decía un paciente, en su sesión psicoanalítica: “aquí me tiene, rejuvenecido y
hasta más sano que hace una década, solo por un pensar nuevo sobre realidades que
daba por inamovibles”.
Un trabajo —el de crecer—, definitivamente
inconcluso.
LIDIA ANDINOPsicoanalista
GALERÍA
DE LAS COLECCIONES REALES
A.
PILAR RUBIO LÓPEZ
Madrid
estrena un nuevo museo de Patrimonio Nacional: la Galería de las Colecciones
Reales, proyecto de Emilio Tuñón y del fenecido Luis Moreno Mansilla,
arquitectos célebres, quienes en su día acuñaron el acertado principio “Nuestra
actitud siempre ha sido servir a la sociedad para que mejore la vida de la
gente”. Hoy la firma Tuñón y Mansilla se ha convertido en Tuñón y Albornoz
Arquitectos y sigue atesorando premios y sembrando el mundo de edificios
originales, modernos y funcionales.
Tuñón
y Mansilla ganaron el concurso con su proyecto en el año 2002 y las obras
comenzaron en 2006, pero la construcción sufrió demoras debido a hallazgos
arqueológicos, como los restos de la antigua muralla de Madrid exhibidos en una
sala. Las salas diáfanas del museo y los techos hasta una altura de 8 metros,
la ausencia de barreras y los tabiques exentos envuelven al espectador
integrándole en la Galería y las piezas exhibidas parecen dialogar con la
arquitectura del edificio, a pesar de que, tras este primer rodaje, “hay muchas
cosas que deben mejorar”, según Leticia Ruiz, directora de las Colecciones
Reales.
El
museo, un edificio-mirador, junto a la Catedral de La Almudena y al Palacio
Real, alberga en torno a 700 obras de las colecciones reales recopiladas a lo
largo de los siglos —desde la época de los Reyes Católicos hasta nuestro días—
que suponen un recorrido en diferentes plantas por la Historia y por el Arte: como
la planta de los Austrias, o la de los Borbones. Aunque la mayor parte de la
colección aguarda en silencio almacenada hasta poder ser exhibida, el visitante
puede contemplar obras de arte bellísimas, como el Políptico de Isabel la Católica,
de Juan de Flandes, la carroza negra de Mariana de Austria, la Fuente del Águila,
dedicada a Felipe II, o la Corona de la Virgen de Atocha, un regalo de la reina
Isabel II, agradecida por salir ilesa del atentado perpetrado contra ella el
día de su boda. Un tercer nivel acoge exposiciones temporales. Pasado y
presente conviven con armonía.
Es
de agradecer contemplar la obra de mujeres —tan escasas en otros museos—, como
las esculturas de Luisa Roldán “la Roldana”, o la singularidad de una primera
edición de El Quijote, obras que compiten con tapices y pinturas de
artistas universales (Goya, Tiziano, El Greco, Durero…), mobiliario y objetos
decorativos, o que eclipsan a los modelos de carruajes reales del siglo XVII o
a las impresionantes columnas de Churriguera.
Lo
que en principio pareció un parche o un añadido incoherente con el estilo de
los edificios anteriores, está teniendo una gran acogida entre el público
visitante y éxito de crítica museística, pues todo el complejo será una especie
de ágora donde se celebren conciertos al aire libre desde la atalaya de su
espléndida terraza con vistas a los Jardines del Campo del Moro y actos
culturales para dinamizar la Galería, como los Ciclos de Conferencias de
Patrimonio Nacional.
A. PILAR RUBIO
LÓPEZ
JIMENA
QUIRÓS (1899-1983)MARÍA
LUISA MAILLARD
Hace
menos de un año apareció un elemento nuevo en el paisaje de mi Barrio. Era una
placa conmemorativa que daba nombre al pequeño jardín, hasta ese momento
anónimo, en el Paseo Infanta Isabel. La placa rezaba así: “Parque Jimena
Quirós”. La curiosidad me llevo a indagar sobre ese nombre para mí desconocido.
¿Quién era Jimena Quirós?
Descubrí
a una mujer pionera en el campo científico que cultivó: la oceanografía, a la
que se dedicó aplicando la física al estudio de los mares y los océanos; pero
también a una mujer tenaz, rebelde contra las injusticias y defensora de los
derechos de la mujer. Fue la primera mujer en embarcarse en una campaña
oceanográfica con tan solo 22 años; la primera científica en lograr una plaza
por oposición en el Instituto de Oceanografía español (IEO) y la primera en
escribir un artículo en el área de ciencias del mar: “Algunos moluscos
comestibles en la provincia de Málaga”. Fue en 1923, en el Boletín de Pescas
del IEO y contaba tan sólo con 24 años. Tampoco fue ajena a su circunstancia y
formó parte del grupo embrionario de mujeres que se adhirió a la Juventud
Universitaria Española, creada por María de Maeztu, de la que fue
vicepresidenta y que se integraría posteriormente en la primera Asociación
Internacional de Mujeres: La Asociación de Mujeres Universitarias creada en
Londres en 1920. En 1930 se adhirió al Partido Republicano Radical Socialista,
al que también pertenecía Victoria Kent, y presidió el Comité femenino para la
igualdad de los derechos de la mujer.
Jimena
Quirós Fernández Tello nació en Almería el 5 de diciembre de 1899, hija menor
de una familia numerosa, cuyo progenitor, el ingeniero Juan Manuel Quirós,
abandonó la familia, al poco de nacer la benjamina. Jimena contó sin embargo
con el ejemplo de su madre, Carmen Fernández, una mujer culta, progresista y de
gran empuje, que sacó a su familia adelante, dirigiendo un colegio privado de
señoritas de orientación froebeliana, una innovadora técnica de enseñanza, y
que había fundado en 1898. Una madre que siempre apoyó la vocación temprana de
Jimena.
Así
en 1917 encontramos a Jimena en Madrid, establecida en la Residencia de
Señoritas, recién fundada dos años antes y gozando de la intensa actividad
cultural del Centro y de compañeras como Matilde Huici o Victoria Kent. Es
probable que su vocación científica se consolidara con la primera visita de
Marie Curie a España en 1919, que impartió en el Anfiteatro de la Facultad de
Medicina su conferencia: “Las radiaciones de radioelementos y técnicas de su
empleo”. Marie Curie era el oriente de las aún escasas mujeres matriculadas en
la Facultad de Ciencias. En 1903 había recibido el Premio Nobel de Física,
compartido con su marido y en 1911 en solitario, el de Química; disciplinas en
las que se especializaría Jimena.
La
joven no perdió el tiempo. En 1919 ya logra un puesto de alumna interna en el
Instituto Oceanográfico de España (IOE) y un año después culmina su
licenciatura con Premio Extraordinario en la Facultad de Ciencias. Ese mismo año se convierte en la primera
mujer en embarcarse en una campaña oceanográfica como ayudante del francés
Julien Thoulet, en el buque Giralda; y en la primera científica en lograr una
plaza por oposición en el IOE.
Jimena
aún es joven y quiere seguir formándose. En el verano de 1925 se matricula en
un curso en la Universidad de París y en 1926, mediante una beca de la Junta de
Ampliación de Estudios se traslada a la Universidad de Columbia para estudiar
en el laboratorio de fisiografía de la Facultad de Ciencias. En 1929 es
nombrada socia de número de la Real Sociedad Geográfica e imparte una ponencia
sobre los métodos de trabajo y estudio de la Facultad de Ciencias de Columbia.
Jimena
es ya una experta en su campo y en 1931, a raíz de un trabajo en la bahía de
Santander, elabora un informe crítico sobre los errores de muestreo que había
detectado en la zona. Sus colegas varones se rebelan contra las críticas que ha
osado dirigirles una mujer y se le abre un expediente disciplinario, del que
fue exculpada en 1934. Jimena, desencanta con el IOE, prepara y gana en 1933
una cátedra de Ciencias Naturales, ya que la enseñanza es otra de sus
vocaciones.
Como
ya hemos indicado, Jimena no da la espalda a su circunstancia y, aparte de sus
actividades en la Asociación Internacional de Mujeres Universitarias — en 1928
participa como organizadora y ponente en el Congreso celebrado en Madrid y
Barcelona— participa activamente hasta 1936 en los mítines a favor de la mujer
del Partido republicano al que se había adherido en 1930.
Después
de la Guerra Civil, Jimena es depurada por el Régimen y pierde su puesto en la
IOE, teniendo que mantenerse mediante clases particulares. En 1966 inicia una
batalla legal para recuperar su puesto, y logra ser rehabilitada en 1969, ya en
edad de jubilación, aunque seguirá batallando para que se le reconozcan sus
trienios. Muere en Madrid en 1983 y en el año 2022 el Ayuntamiento de Madrid
decide rendirle homenaje poniéndole su nombre a un pequeño parque en la zona de
Retiro.
Jardín Jimena Quirós en Paseo Infanta Isabel, 4 de Madrid |
Sin
embargo, le puede durar poco a Jimena el tardío reconocimiento. Si la esforzada
labor de los vecinos no llega a buen puerto, el parque Jimena Quirós será
talado, así como la mayoría de árboles centenarios que jalonan el paseo,
árboles que nos acompañan, nos anuncian las estaciones y nos dan sombra en el
tórrido verano. Siguiendo el ejemplo combativo de Jimena Quirós, no pararemos
hasta que el parque de Jimena y los árboles del paseo sigan con nosotros. ¡No a
la tala!
MARÍA LUISA MAILLARD
¿CONQUISTA O SEDUCCIÓN?
ROSARIO HERRERA GUIDO
La conquista de
México es un hecho histórico
en el que
intervienen muchas y muy diversas circunstancias,
pero se olvida con
frecuencia la que me parece más significativa:
el suicidio del
pueblo azteca.
Octavio Paz, “Los
privilegios de la vista”, México en la
Obra de Octavio Paz.
La
palabra conquista procede del latín conquerere
(conquistar), que en participio pasado es conquisitus (conquistado) y sustantivada en castellano antiguo
deriva en conquista (conquista). El
término conquista refiere a algo que ha sido fácil de conseguir (en su versión
adjetivada es conquistable), ganar la voluntad de alguien. Conquista es
sinónimo de cautivar, cuyos sentidos son aprisionar, atraer, ejercer
irresistible influencia sobre alguien; cautivar es sinónimo de hechizar,
embelesar, arrobar, encantar, embelecar, engatusar y seducir. En los usos del lenguaje, a veces es posible encontrar más
sentido que en los diccionarios: conquista guarda una íntima relación con el
amor y la seducción. Y seducere es también una voz latina que
refiere a engañar, hacer caer en error, tentar, encantar y cautivar (sinónimo
de enamorar), pero también de corromper, del latín corrumpere que significa también seducir. Entonces conquista y
seducción son términos cuyos sentidos confluyen.
Como
la Conquista implica a la Seducción, quizá hubiera sido mejor llamarle a este
texto Diario de un Conquistador español
leído por Jean Baudrillard. Un título que haría del texto una auténtica
ficción. Aunque la Literatura —como sostiene Italo Calvino— no conoce la
realidad, sólo los niveles de realidad ficticios dentro del universo de las
palabras escritas, a las que es inmanente la credibilidad de la que gozan los
textos literarios.
José
Joaquín Blanco permite evocar estas ideas frecuentemente compartidas de que las
Crónicas de la Conquista de América están llenas de fantasías, imágenes que
tienden a explicar el Nuevo Mundo con las visiones del Viejo Mundo. ¿La
realidad supera a la ficción? ¿Las Crónicas inventan el Nuevo Mundo? (José
Joaquín Blanco, La literatura en la Nueva
España. Conquista y Nuevo Mundo, México, Cal y Arena, 1989).
Estas
preguntas ya plantean una puesta entre paréntesis de la Historia con Mayúscula.
Tal vez habrá que preguntarse si no somos capaces más que de hacer historietas.
A nadie le resulta hoy descabellado que la Historia de América y de la
Conquista española estén hechas de metáforas, alegorías y exégesis, la mayoría
de las veces occidentalmente cristianas, para desarrollarse —como planteara
Edmundo O’Gorman— como una forma de vida. Los cronistas tal vez inventaron
América. Pero no hay que olvidar que la ficción es una forma excelsa de la
verdad, en tanto que comparte con el eikós
aristotélico, lo verosímil, la dimensión de lo posible, la verosimilitud.
¿Existe realmente otra forma de escribir lo que llamamos Historia?
Les
invito a volver a la conquesta. El
que conquista gana la voluntad de alguien, el deseo de otro, atrayéndolo con
sus cantos y encantos, con sus atuendos, movimientos, gestos, estrategias, con
todos los atributos que hacen del semblante
—diría Jacques Lacan—, de la imagen del otro, un mundo de espejos y
espejismos, un Orden Imaginario. En este mundo del semblante,
seductor-seducido, seducido-seductor, se hacen apariencia introduciendo el
desconcierto en las apariencias, en los simulacros. En la estrategia de la
seducción—afirma Jean Baudrillard— todos los atuendos conducen al seductor a su
destino: ser víctima y victimario. El seductor termina por perderse en su
estrategia, pues es estratega de su propia perdición. En tanto que el seductor
es el primero en caer víctima del mito trágico de la estrategia de la seducción.
Pero también la transfiguración llega a coagular en un refinado cálculo. En
este momento el adorno cede aquí paso a
la estrategia. El simulacro se hace quiasmo: la estrategia del adorno, es
el adorno de la estrategia.
He
seleccionado un texto con el fin de alimentar esta estructura de ficción que,
desde la perspectiva de la literatura, es la forma más excelsa de acceder a la
verdad. Se trata de la Crónica de
expedición por Yucatán del Capitán Juan de Grijalva en 1518, escrita por el
capellán de dicha armada (Juan de Grijalva, Los Cronistas. Conquista y Colonia, México, Promexa, 1985:5-16). En
ella, los indios llegan en canoas hasta las naves españolas, invitándolos al
pueblo para ser obsequiados. Ahí se aprecia la insistente pregunta del Capitán
Grijalva por el oro: “El capitán les dijo que no quería sino oro (que ellos
llamaban taquín)”. Mientras Grijalva todos los días les pregunta por el oro,
los nativos le responden con banquetes. Cuando los indígenas se aprestan a
correr a los intrusos a flechazos, Grijalva dice que sólo quiere leña y agua y
se marcharán de inmediato. Pero continúan las ofrendas y las comidas que los
indios brindan a los españoles, y también las preguntas de los expedicionarios
por el oro. Después de días los indígenas traen una máscara de madera y dos
piezas de oro de poco valor —subraya el Cronista. Como no se van los españoles,
los aborígenes prenden sahumerio y les advierten que cuando se consuma deben
marcharse. Pero como no se van, se desata una tormenta de flechas, artillería y
muertos. Más tarde un indio trae una máscara de oro y les dicen que no quieren
guerra. Luego el cacique hace que cubran de oro al Capitán Grijalva, y éste
también manda que vistan al cacique. El Cronista describe a los indios
siguiendo a la nave en su recorrido, cargados de brazaletes, collares y
campanillas de oro. El capellán casi pinta las enramadas que preparan los
nativos de la Isla de los Sacrificios, para darles buena sombra, y los abrazos
y el contento que manifiestan al ver a los españoles continúa, y terminan por
traer oro fundido en barras para ofrendar al Capitán (quien siempre pide que le
traigan más). “Cuando partieron —dice el Cronista— los indios nos abrazaban y
lloraban por nosotros; esta tierra es la más rica del mundo... de esta gente no
sé qué decir, porque aún quitando mucho de lo que se vio, apenas puede creerse”.
Luego, en otro lugar de su expedición, los indios salen en canoas a decirles
que se alegran de su venida, tan conmovidos, que parece que lloran, se sangran
la lengua y escupen en el suelo en señal de paz, otros más traen gallinas,
mantas y oro.
El
elemento en común en esta y otras crónicas, es la ambivalencia de los indios;
se les describe acercándose y alejándose, mostrando y escondiendo el objeto
deseado por los españoles: el oro. Por su brillo y su color, el oro es para los
nativos el símbolo del Sol, un objeto estético-religioso. El oro es tan
preciado para los indios como para los españoles. Un dorado deseo que evoca a
Gaston Bachelard, quien interpreta que la imaginación mineral le concede valor
a los destellos y no a los objetos mismos. El oro en la estrategia de la
seducción cumple la función del ornamento, lo contrario de lo natural, lo
ritual, el prestigio, el dominio de los signos que provocan el vértigo y la
confusión de los sentidos.
La
directora, Jeanne Herry, habla en esta película de la justicia, más
concretamente sobre la justicia restaurativa. Es la posibilidad, bajo
supervisión de profesionales, de que víctimas y agresores dialoguen en un
entorno seguro. Se reúnen durante unas sesiones para verbalizar sus emociones,
para conocerse, para que unos y otros se hagan cargo de lo que les pasa: el
sufrimiento de las víctimas y las razones de los agresores. Este tipo de
justicia no significa ninguna reducción de penas ni conlleva el perdón de unos
para con los otros. Busca entender al otro.
Es
una propuesta muy interesante. La cárcel no siempre cumple su objetivo
principal: educar y rehabilitar al preso. Muy al contrario, muchas veces las
cárceles tienen como único objeto ser un instrumento meramente punitivo. La búsqueda
del dialogo entre las partes afectadas puede llevar a los agresores a un mayor
conocimiento de sí mismo y de las consecuencias sus actos. Y para las víctimas
puede significar liberarse del trauma, entender lo que les pasa y ver al
delincuente desde otra perspectiva o no. Pero, lo que nos viene a decir Jeanne
Herry es que hablar, verbalizar los sentimientos, siempre es liberador.
La
película se plantea como una obra de teatro: espacios cerrados y personas
hablando entre sí. El tono es tranquilo y sereno. No existen grandes gestos ni
actitudes desgarradoras. Y, por lo tanto, tampoco hay fuerza y energía. Esa
entonación suave hace que nos dejemos llevar por su cadencia calmada, pero no
terminemos de involucrarnos en la narración. La directora es la autora de una
película – documento, “En buenas manos” que les recomiendo que vean. Allí sí que nos engancha y nos hace vibrar.
¿Es
una mala película? En absoluto. Trata un tema interesante y sus actores son
magníficos, pero una excesiva austeridad y unas imágenes demasiado formales
hacen de ella una narración plana que no termina de sacudirnos. Una historia que
trata de una joven violada por su hermano, de una mujer gravemente golpeada
durante un robo y de casos parecidos debería producirnos algún tipo de conmoción.
Entiendo que la directora no quiera caer en el melodrama, siempre bochornoso,
pero un poquito de menos formalismo le habría venido bien.
ISABEL
BANDRÉS
MARIANNE FAITHFULL
Reconozco que Marianne
Faithfull es otra de mis debilidades. Pero no la joven intérprete británica que
en los años 60 se convirtió en una de las musas del Swinging London. Ni la
que cantó su primera canción As tears go by, compuesta por los aún desconocidos
Mick Jagger y Keyth Richards. Tampoco la que aterrizó en Estados Unidos y llegó
a estar de gira con Roy Orbison y Gene Pitney (Guau!), ni la que mantuvo un
sonado romance con Mick Jagger —“su diabólica majestad”—, que no le favoreció en
nada, pues pasaron a denominarla entonces “la chica Jagger”. Mucho menos la
consumidora de drogas, la que estuvo involucrada en escándalos y bacanales, la
que padeció anorexia y vivió dos años en la calle, según ella misma confesó en
su autobiografía, que editó Celeste en 1995. No, esta no.
La que me interesa, la
que me fascina desde hace tiempo, a la que sigo incondicionalmente, es a la
Marianne ya madura, envejecida; la Marianne a la que le ha crecido la voz, de
ingenua e inocente a una más grave, dura, áspera, rasgada y abrasadora.
La que afirma: “no
existe un ápice de nostalgia en mí”. La que utiliza la mitad de su cama para
apilar todos los libros —que son muchos— que está leyendo a la vez. La que se
subió hace años a un escenario con Carla Bruni y ni la miró durante toda la
actuación, por más envites que la otra le dedicase, con todos mis respetos para
madame Bruni de la que admiro su siempre natural elegancia (que diría el HOLA!).
La que dice “mi hogar
soy yo” o “Los años 60 eran muy sexuales, y nunca me sentí cómoda, quiero
decir, había sexo fantástico, pero reducir todo a eso empequeñece a una
persona”.
La que acudió a cantar a
Madrid en 2007, en el salón de baile del Círculo de Bellas Artes, con un
fortísimo catarro que mitigó como pudo con agua y té, tras haber superado un
cáncer de mama.
La que grabó, hace
cuatro años, The Gypsy Faerie Queen —coescrita con Nick Cave que brinda
su voz y su piano—, inspirada en El sueño de una noche de verano de
Shakespeare. "Es un pequeño milagro" —dice Marianne—, “es simplemente
hermosa… Creo que es una de las canciones más hermosas que jamás hayamos
escrito juntos”.
Y la que hace solo dos
años, junto a Warren Ellis (músico y compositor australiano), grabó un álbum
único, She walks in beauty, de poesía y música, recitando las obras de
Lord Byron, John Keats, Percy Bysshe Shelley y muchos más...
He leído por ahí que le
van a hacer un biopic (como dicen ahora los cursis); es decir, una
película sobre su vida que se llamará Faithfull, para la que hay
director, Ian Bonhote, e incluso actriz. La propia Marianne ha dado su visto
bueno a este proyecto y cuentan que cuando conoció a Lucy Boynton, la actriz que
la encarnará en la pantalla, la miró de arriba abajo y dijo: “Sí, vale”.
En fin, la que ha sabido
reinventarse durante toda su carrera… ¡¡Señoras y señores, la inclasificable
Marianne Faithfull!!
SUSI TRILLO
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