lunes, 2 de octubre de 2023

 

IN MEMORIAM
DE NUESTRA GRAN AMIGA ANA LOBATO,
QUE NOS DEJÓ CON LA MISMA VALENTÍA
CON LA QUE VIVIÓ

PRESENTAMOS EN TORO NUESTRA BIOGRAFÍA Nº 43
VIDA DE DELHY TEJERO
de ÁFRICA CABANILLAS CASAFRANCA


Cristina Tamames, Mª Dolores Vila Tejero, África Cabanillas y María Luisa Maillard





Larga fila para la firma de la autora!

África Cabanillas Casafranca, firmando su libro





¡YA EN EDICIÓN NUESTRA BIOGRAFÍA Nº 44!
VIDA DE NATALIA GINZBURG
de FELIPE VEGA BRUK


NATALIA GINZBURG

Autora de libros memorables como Léxico familiar, Sagitario, Las pequeñas virtudes, Todos nuestros ayeres, Me casé por alegría, La ciudad y la casa o A propósito de las mujeres, Natalia Ginzburg (1916-1991) —nacida Natalia Levi—, fue una de las escritoras más importantes de Italia. Vivió bajo el peso de los sucesos más trágicos del siglo XX: el fascismo mussoliniano, la Segunda Guerra Mundial que le privó de su primer marido, Leone Ginzburg, muerto después de ser torturado por la Gestapo, y la postración económica posterior. Buscó siempre la realidad oculta bajo la hojarasca de las ideologías. Y lo hizo a través de un estilo literario, próximo al neorrealismo, que huyó del costumbrismo y los recursos emocionales. Buscó también la realidad a través de la narración desnuda, de la vida de esa gente corriente que soportaba la historia sobreviviendo a sus esperanzas y sus derrotas. Fue novelista, periodista, dramaturga y, en sus últimos años, diputada por el Grupo Parlamentario de Izquierda, con la esperanza de cambiar las cosas desde dentro del sistema.



FELIPE VEGA BRUK (foto, Juan Lázaro para AISGE)

Felipe Vega Bruk, se arrellana en un sillón y afianza su humanidad con una sonrisa entre irónica y afable. Tiene la modestia del que sabe mucho, no sólo porque es un lector insaciable, sino porque conoce bien las debilidades humanas y la fuerza del destino. En cuanto comienza a hablar, percibimos que nos encontramos ante un "peso pesado" de ese espécimen en extinción que no ha mucho se llamaba "intelectual”. Tiene una larga carrera como director, guionista y documentalista desde que en 1977 realizara su primer cortometraje, Objetos personales. Con su película Mientras haya luz (1987) recibe el Premio de Nuevos Realizadores en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Posteriormente rueda Un paraguas para tres (1992), Los mayas (1992 documental), Viaje al Ampurdán (1992, documental), El techo del mundo (1995, con guión de Julio Llamazares), Grandes ocasiones (1998), Cerca del Danubio (2000, corto documental), Nubes de verano (2004), Mujeres en el parque (2006, nominada a la Espiga de Oro de la Seminci). Eloxio da distancia (2008, documental), Los ojos de Carlos (2017, documental), París clair-obscur (2019, documental codirigido con Cecilia Orueta) y Azul Siquier (2018). En enero de 2022, se estrenó en el teatro Lope de Vega de Sevilla su obra teatral Un hombre de paso, con dirección de Manuel Martín Cuenca.

Felipe Vega no sólo es un autor interesado en nuestro presente; sino también en el tortuoso camino que nos ha llevado hasta aquí. De ahí su interés por autores que han transitado con mirada lúcida por los orígenes de nuestro pasado: Hannah Arendt, Patrick Modiano… Interés también presente en su obra teatral Un hombre de paso, de 2022. Ahora es Natalia Ginzburg quien le requiere con su mirada, a través de una escritura que refleja sin anteojeras la vida de hombres y mujeres corrientes, bajo el destino del convulso siglo XX.

MARÍA LUISA MAILLARD


LA AUTORA ARGENTINA IRENE CHIKIAR BAUER
 PRESENTÓ EN ESPAÑA SU LIBRO 

EL ACTO DE PRESENTACIÓN TUVO LUGAR EN LA BIBLIOTECA DE LA FUNDACIÓN ORTEGA-MARAÑÓN, ANTE NUMEROSO PÚBLICO, EL PASADO 18 DE SEPTIEMBRE. ESTUVO ACOMPAÑADA POR FERNANDO RODRÍGUEZ LAFUENTE Y MERCEDES MONMANY. 

Mercedes Monmany, Irene Chikiar y Fernando R. Lafuente




https://www.youtube.com/watch?v=zoqgaiF-scE


EL PASADO 19 DE SEPTIEMBRE Y EN EL CONTEXTO DE LA CONMEMORACIÓN DE LOS "100 AÑOS DE REVISTA DE OCCIDENTE", TUVO LUGAR UNA CHARLA ORGANIZADA POR LA FUNDACIÓN ORTEGA-MARAÑÓN, EN LA SALA CÁTEDRA MAYOR DEL ATENEO DE MADRID, EN LA QUE INTERVINIERON JUAN PABLO FUSI, FERNANDO RODRÍGUEZ LAFUENTE Y NUESTRA COLABORADORA MARÍA LUISA MAILLARD.


María Luisa Maillard, Fernando R. Lafuente y Juan Pablo Fusi



EL PRÓXIMO DÍA 4 DE OCTUBRE, MARÍA LUISA MAILLARD ACOMPAÑARÁ A AGUSTÍN SERRANO DE HARO EN EL CICLO "MUJERES Y FILOSOFÍA" DEL ATENEO DE MADRID.








MENCIGÜELA, de LOPE DE RUEDA

NURIA ALKORTA


Hoy podríamos titular esta sección como “Mencigüela, o el elogio de lo pequeño” porque para hablar de este humilde personaje debemos fijarnos en la pequeñez de una niña, una simple aldeana que, junto a sus padres, protagoniza el paso de Lope de Rueda titulado Las aceitunas. Todo en el personaje y en la obra expresa algo sencillo, puro y primitivo. Si bien esas cualidades son su principal valor artístico, también son su mayor dificultad: porque nada hay más complejo que la simplicidad.


El dramaturgo Lope de Rueda aparece en la escena española hacia 1545. Estamos pues en los albores del teatro profano en lengua castellana: un camino iniciado cincuenta años atrás por Juan del Encina y continuado por Lucas Fernández, Fernando de Rojas, Torres Naharro y Gil Vicente, por nombrar solo a los más conocidos. Lope de Rueda no es nuestro primer autor de teatro —como hace bien en matizar Francisco Ruiz Ramón en su Historia del Teatro—, pero es, sin lugar a dudas, el primer ejemplo en nuestro país de lo que comúnmente conocemos como un “hombre de teatro”: Lope de Rueda escribe y actúa en su compañía itinerante como modo de ganarse la vida.


A mí no deja de asombrarme que sus obritas —estos “pasos” creados hace casi seis siglos para divertir a un público popular—, sigan siendo hoy fuente de emoción y hondura humana. También son imprescindibles para entender nuestro teatro cómico: por un lado, sus pasos son el antecedente del entremés y, por otro, el lenguaje popular de sus personajes es la escuela primaria de la verdad escénica y de la risa.


Era la suya una escritura sin ambición de posteridad, proyectada para su lucimiento como actor y arraigada en el absoluto presente del traqueteo de su teatro ambulante por tierras castellanas y de sus representaciones en Madrid, Segovia, Valladolid, Valencia, Sevilla… Precisamente es en la capital hispalense donde, siendo un niño, Miguel de Cervantes le vio actuar con su compañía. Pasados los años, el escritor recordará nostálgico que la tramoya de aquellas representaciones de Lope de Rueda “era una manta vieja tirada con dos cordeles de una parte a otra, que hacía lo que llaman vestuario, detrás de la cual estaban los músicos, cantando sin guitarra algún romance antiguo”. Entonces y siempre, también el arte del actor de teatro se caracteriza por su perentoriedad (pues se arraiga en el frágil cuerpo del intérprete), así como por su naturaleza efímera y, consecuentemente, por la particular realidad que su actuación establece con el público: se trata de una forma de comunión fugaz e irrepetible que solo revive en el recuerdo, es decir, volviendo a acercarla al corazón. Solo ahí, el arte inmaterial del actor se vuelve inmortal.


Los breves pasos de Lope de Rueda actualizan con eficacia y desnudez a unos personajes bien reconocibles por los espectadores de entonces: aldeanos y labradores, pobres hidalgos y criados, pícaros, mozuelas, médicos y boticarios… Parece ser que Lope de Rueda era reputado en los papeles de rufián, de negra y de bobo. Pero por encima de los tipos y de las situaciones de su teatro, Lope de Rueda supo crear un habla natural y llena de vida. Tal vez por eso la voz de estos humildes personajes sigue hablándonos hoy con elocuente claridad.


La acción del paso de Las aceitunas es muy sencilla. Un labrador llega a casa de sus faenas en el campo y anuncia a su mujer que ha plantado un brote de olivo. El matrimonio lo celebra junto a su hija Mencigüela y, en su alegría, los padres dan en imaginar las ganancias futuras por la venta de las aceitunas. La ilusión se transforma en una agría porfía a cuenta de su precio y la niña (que iba a ir al mercado con las futuras aceitunas) acaba vapuleada por la discusión de sus padres. La intervención de un vecino bienintencionado detiene su disputa —pues el matrimonio ha llegado a zurrar a la niña— y apacigua a la familia: sus sensatas razones son un espejo que refleja los desatinos de los personajes y, también, de los espectadores.

Las aceitunas: Eugenia de Castilla, Nuria Alkorta, Moncho Sánchez-Diezma
y José Luis Alcobendas. Foto, Montse Arnau

En mis tiempos de actriz, allá por los años noventa, durante varias temporadas interpreté el papel de Mencigüela en el espectáculo titulado Los Pícaros, dirigido por Ángel Gutiérrez, con nuestra Compañía Teatro de Cámara de Madrid. En realidad —como observó entonces la poetisa Clara Janés—, en aquel espectáculo parecía que eran los pasos de Lope de Rueda los que nos interpretaban a los actores: José Luis Alcobendas, Germán Estebas, Moncho Sánchez-Diezma, Beatriz Argüello y, luego, María Eugenia de Castilla. En mi caso, Mencigüela me “poseyó” totalmente y, por expresarlo con mayor exactitud, actriz y personaje nos fusionamos de tal modo que, desde entonces, no puedo entender la una sin la otra. Es uno de esos casos en los que el personaje nace con entidad propia y suficiente (sorprendiendo a la actriz que lo interpreta): es un ser que cobra vida real en el escenario y se hace inolvidable.


Nuestro espectáculo de los Pícaros de Lope de Rueda era un mosaico teatral enhebrado con canciones tradicionales españolas que se componía (además del Paso de Las aceitunas) con el Paso del Bollo mantecada, el Paso del Hidalgo Brezano y Cebadón, y un entremés atribuido a Cervantes titulado Los habladores, todo ello junto a unas escenitas creadas por nosotros sobre los pícaros de la calle madrileña y de la vida española de aquellos años, 1993-1995. Hicimos cientos de representaciones en funciones escolares y en la programación matinal de nuestra recién inaugurada sala Teatro de Cámara, en la Calle San Cosme y San Damián. Miles de espectadores, muchos de ellos en repetidas ocasiones, vibraron con la fuerza de aquel espectáculo y la viveza de sus personajes, y también se compadecieron de sus quebrantos. Las más de las veces, en la vida y en el teatro, la risa va unida al llanto. Así ocurría en el caso de mi Mencigüela.

Las aceitunas: Beatríz Argüello, Nuria Alkorta y José Luís Alcobendas
Foto, Chicho

Al final del paso, entre risas, Mencigüela relataba al vecino el motivo de la riña y, de golpe, se daba cuenta de que, en realidad, ella había sido la víctima inocente de la porfía de sus padres. En ese momento —me refiero a la obra, pero especialmente a mi interpretación de Mencigüela—, la risa de la niña se trocaba en asombro y luego en llanto desconsolado. Hasta entonces, el público había reído con la circense pelea de cómicas acrobacias ejecutada por los actores (la niña, zarandeada por los padres, llegaba a alzarse verticalmente en el aire mientras estos la “zurraban” alternativamente con graciosos aspavientos), pero, de pronto, con aquella “anagnórisis” y su abrupto freno cómico (en una transición que duraba tan solo unas micras de segundo), los espectadores se enternecían junto al personaje y más de uno lloraba con la actriz: porque todos hemos sido alguna vez aquella criatura injustamente vapuleada (no solo físicamente) y, sobre todo, nos es fácil imaginar el dolor de la inocencia traicionada por la vida. Nuestros Pícaros estuvieron apadrinados por el escritor —y gran amigo del Teatro de Cámara— José Jiménez Lozano, a quien recuerdo cariñosamente con estas líneas. En el bello texto que escribió para el programa de mano alentaba al espectador: “Para reírnos, que es purificarnos”.


Como a Mencigüela, también al resto de personajes de Lope de Rueda (por más que actúen con audacia) les llega su “San Martín” y sufren en sus carnes la dureza de la vida y la decepción. Jiménez Lozano lo explicaba del siguiente modo: “Lo que pasa es que estos pequeños relatos de las aventuras de un pícaro, que siempre es alguien tan arrimado a pobreza y necesidad que sólo a fuerza de picardías sabe que ganará la partida, o alguien que conoce bien el mentiroso entramado que es la vida social y el mundo todo, son pintura de vida y de ser humano tal y como es, fue y será”.


Las aceitunas: Nuria Alkorta, Beatríz Argüello y José Luis Alcobendas
Foto, Chicho

No es que Mencigüela comparta la extrema pobreza de los demás pícaros de Lope de Rueda, es que esta niña descubre de golpe la fragilidad de su seguridad infantil y ve cómo esta se quiebra por la irracionalidad y cabezonería de sus padres. En su inocencia, la niña ha creído a pies juntillas los delirios comerciales a cuenta de las aceitunas y, contagiada de la euforia de su familia, se ha prestado a venderlas. Mi Mencigüela bailaba entre sus padres y brincaba de acá para allá con un cestillo en la mano, yendo y viniendo alegremente para atender solícita a las instrucciones contradictorias que ambos le daban sobre “a cómo había de pedir por ellas”. La riña por cuál debía ser el justo precio de las aceitunas alcanzaba su clímax: como si aquel mercadeo fuera a realizarse ahora mismo y, a causa de la futura ganancia, hoy se pusiera en riesgo la casa entera. Hay algo profundamente humano en esa proyección ilusoria de la vida.


Es muy difícil interpretar y escenificar con acierto el teatro primitivo de Lope de Rueda (y por extensión todo el género cómico breve del entremés, el sainete o el vodevil). Por mi experiencia personal y por algunas creaciones de compañías teatrales que he podido ver a lo largo de los años, llego a la conclusión de que generalmente el fracaso de estas propuestas se debe a presunciones simplistas sobre la sencillez de estas obritas y de sus personajes. Así ocurrió en nuestro caso: pensamos que podríamos levantar estos pasos con facilidad y en un corto plazo de tiempo. La experiencia nos hizo comprender nuestro error y, gracias a ello, pudimos encontrar la verdad de vivencia y habla que alentaba bajo las escasas líneas de diálogo (apoyada en su fonética), la expresividad vocal y corporal de este particular tipo de humor (muy distinto al de otros estilos de comedia y farsa) y el tono de energía justo para para encarnar a los personajes.

Nuestros “pícaros” —y, entre ellos, mi Mencigüela—, pagaron con creces aquel gozoso esfuerzo dándonos innumerables alegrías. Se “colaron” en la vida de muchos espectadores, algunos de ellos entrañables como un niño llamado Andrés, de El Pardo, que venía asiduamente a vernos con sus padres; Alba; Arnelle Bance, que en Tolouse preparaba su tesis doctoral sobre nuestra obra; Françoise y los niños del Liceo Francés, que nos regalaron hermosos dibujos; los niños del Taller de Teatro de Katika, con sus redacciones y cartas… y Rafael Nadal, compañero de Lorca que sentía el fluir de La Barraca en nuestro amor por los clásicos; Clara Janés y nuestro querido amigo José Jiménez Lozano… Muchos de ellos ya no están entre nosotros. Otros, los más pequeños, serán ya hombres y mujeres. Hoy echo de menos a Paco Caballero, iluminador del Teatro de Cámara y pintor de acuarelas, un artista de la luz, entrañable amigo, pero, sobre todo, un hombre bueno. In memoriam.

NURIA ALKORTA





COMPRENSIÓN
MARÍA LUISA MAILLARD

El retroceso del pensamiento, al que estamos asistiendo en las sociedades actuales, afecta directamente no sólo a la pérdida del sentido común; sino a la de un concepto con el que Hannah Arendt resumió su actividad reflexiva y que supone un mantenimiento de la “humanitas”, aquello que nos diferencia de otras especies animales: la comprensión.

Su versión alemana es el término Verstehen, utilizado desde el siglo XIX contra la sociología crítica del positivismo de Max Weber por autores como Dilthey, Habermas, Husserl y también, en otra dirección, Heidegger. Corriente de pensamiento en la que sin duda se educó Arendt, aunque fue elaborando su propia versión del término. La Real Academia Española lo define como la capacidad o facultad para entender y penetrar las cosas.

La comprensión no tiene nada que ver con la justificación, sino todo lo contrario. Por ejemplo, comprender el mal no es justificarlo, porque ello nos llevaría a hacer dejación de nuestra capacidad estimativa, una de las características que nos definen como seres humanos y posibilita precisamente la comprensión. La comprensión es aceptar que existe el mal en el mundo y analizar sus procedimientos y las causas que lo han originado. Una forma de estar en el mundo que, según Arendt, preserva nuestra humanidad y nuestra aportación individual a su mantenimiento.

Entramos al nacer y nos encontramos luego viviendo, en un mundo que no hemos creado y que nos puede parecer, en tantas ocasiones, confuso y arbitrario. Un mundo que, como señala Arendt con gran sentido común, nunca es perfecto pues ha sido creado por manos mortales, que tienen la opción de desarrollar el bien y el mal: “La confusión es la situación básica en la que se crea y se recrea el mundo por manos mortales”. Sin embargo, poseemos todos los mortales dos elementos que nos constituyen y nos definen: nuestra libertad y nuestra capacidad de juicio moral. Estos elementos abren la posibilidad de enderezar el curso de los acontecimientos, aunque sea simplemente mediante el ejemplo de haber mantenido nuestra capacidad de comprensión y nuestra dignidad en tiempos adversos. Un solo hombre puede mantener la posibilidad de la humanidad. Es lo que llevó a cabo Hannah Arendt, después de Auschwitz, en su libro Los orígenes del totalitarismo, un libro que, entre otras cosas, desveló el lado perverso de las ideologías, analizando minuciosamente sus características y procedimientos que, unidos al terror absoluto, como sucedió en el siglo XX, pueden intentar acabar con la humanidad tal como la conocemos.

Nuestro tiempo actual es confuso y arbitrario; pero no estaría de más reconocer que, en gran medida, es fruto de la herencia de la acción de los hombres durante los siglos XIX y XX y de la creciente imposición de la ideología frente al pensamiento. Hay que seguir reconociendo que las ideologías triunfantes en el pasado se mantienen vivas hoy en día. Es cierto que algunas metamorfoseadas como la diseminación de las ideologías utópicas en las diversas propuestas de “lo políticamente correcto”, según las diversas teorías de la diseminación de los focos de poder del antropocentrismo burgués. Dichas propuestas siguen ancladas en el núcleo inicial de las ideologías que las sostienen: el progreso ilimitado, los nacionalismos y las utopías. También sus procedimientos: la manipulación de la realidad, el falseamiento de la historia, la creación de un mundo ficticio y la pérdida del sentido común.

La bondad intrínseca del término “Progreso” que, según Walter Benjamin, es un ángel con las alas desplegadas que camina hacia adelante, dejando montones de ruinas detrás, se consolida con los nuevos avances tecnológicos en los medios digitales de comunicación. Fenómeno nuevo en nuestras sociedades, que fue recibido con alborozo en sus inicios, pero que se está demostrando no es un buen colaborador para mantener la comprensión del mundo en que vivimos, que debe enfrentarse a un “palabreo” —habitualmente político— que esconde los problemas bajo una avalancha de noticias falsas, verdades triviales y alegatos morales banales.

Ante los nuevos avances de la ingeniería genética y de la inteligencia artificial, tampoco estaría de más ser prudentes frente a sus efectos beneficiosos —que sin duda tiene— y recordar la herencia histórica de los gobiernos totalitarios que utilizaron los avances científicos en sus labores genocidas contra “los prescindibles”. No hay que olvidar que siguen existiendo hoy en día gobiernos totalitarios, algunos como el de China en creciente expansión.


La comprensión del mundo de hoy consistiría en, aún reconociendo la “bondad” que puede haber en las propuestas ideológicas que todavía nos acompañan: los avances médicos y sociales en el progreso; el apego al terruño natal y a una forma de vida humana frente a la globalización en el nacionalismo; la redención de los desfavorecidos por la sociedad en las utopías; detectar los mecanismos perversos que anidan en su seno. El conocimiento cabal de la historia puede ayudarnos. Las ideologías, que ya se han ensayado en el pasado, han abocado en gobiernos totalitarios y sus efectos negativos pueden seguir desarrollándose, aun en ausencia del terror que caracteriza a dichos gobiernos. El desprecio por la verdad de los hechos y la manipulación de la historia, el olvido del ser humano individual, su libertad y su juicio moral, en aras de nociones abstractas como la raza, la nación o la humanidad, ¿no se parecen a la manipulación actual de la historia, al cuestionamiento de la misma idea de verdad y a la anulación moral del enemigo, opuesto a la ideología que se defiende? Un paso más y los enemigos se convierten en “seres humanos prescindibles”, algo que ya sucedió en España durante el terrorismo de ETA.

La comprensión de los hechos pasados nos puede hacer comprender nuestro presente y sus peligros y reconciliarnos con nosotros mismos. Pues como dice María Zambrano en su prólogo a El hombre y lo divino: “El que no sabe lo que le pasa, hace memoria para salvar la interrupción de su cuento, pues no es enteramente desdichado el que puede contarse a sí mismo su propia historia”, que no es otra que nuestra común historia.

MARÍA LUISA MAILLARD




IMÁGENES SOBRE LAS MUJERES Y LOS LIBROS
30. LUGARES PARA LEER. EN UN JARDÍN
INÉS ALBERDI


Los jardines, el campo, el borde de un río, todos son lugares posibles de descanso y tranquilidad al aire libre, que aparecen como marco para nuestras lectoras. Hemos encontrado miles de retratos de mujeres leyendo al aire libre, ya sea en medio del campo o ya sea en un jardín.

El retrato de una mujer en un jardín es un recurso que existe desde el Renacimiento y que llega hasta los artistas del siglo XX. Nosotros hemos seleccionado aquellas obras en las que la mujer está leyendo o tiene un libro en sus manos.

Edward Cucuel, Estados Unidos (1875-1954)
Fragancia de verano, s/f
Colección particular

Leer al aire libre es una de las imágenes más frecuentes de mujeres lectoras en la pintura. Tanto los artistas más clasicistas como los románticos o los impresionistas, utilizan con frecuencia imágenes de una mujer leyendo al aire libre como excusa para pintar la naturaleza.

La primera versión de mujeres leyendo al aire libre es cuando las encontramos en un jardín, es decir en una naturaleza controlada por la mano humana. Podemos decir que esta es una de las poses favoritas de los retratos que muchos pintores hacen de sus modelos, de sus esposas o sus amantes: sentadas en un jardín con un libro en las manos, leyendo o distraídas por un momento, manteniendo el libro en el regazo.

 

Allan R. Banks, Estados Unidos (1948)
Leyendo en una tarde soleada, s/f
Colección particular

Son imágenes idílicas a la vez que rememoran una situación de bienestar. Cicerón incluso fue mas lejos cuando dijo que “la felicidad es una biblioteca en un jardín”.

Edward Killingsworth Johnson, Gran Bretaña (1825-1896)
Verano (retrato de la esposa del artista), s/f
Colección particular

A veces los retratos presentan jardines muy cuidados, más propios de palacios o de grandes hoteles, como este de Singer Sargent.

Singer Sargent, Estados Unidos (1856-1925)
En el jardín, Corfú, 1909
Museo Terra de Arte Americano, Chicago

Otras veces pueden ser jardines familiares, poco sofisticados o incluso pequeñas zonas verdes adyacentes a la vivienda, sin demasiado cuidado formal.

Jean Laurent Challié, Francia, (1880-1943)
Liseuse con kimono azul en el jardín, 1914
Colección particular

A veces, la lectora se sienta por el suelo, como si no quisiera dar importancia al lugar donde se encuentra, tan abstraída se la ve con el libro que está leyendo.

Emile Claus, Bélgica (1849-1924)
La lectura, 1890
Colección particular

Es muy frecuente retratar a las mujeres leyendo, sentadas en un banco del jardín.

Nicolás Bogdanov-Belsky, Rusia (1868-1945)
Leyendo en el jardín (retrato de la esposa del artista), 1915
Colección particular

En alguna ocasión, la lectora ha abandonado el libro y parece estar pensando.

Henry Lebasque, Francia (1865-1937)
En el banco verde, Sanary, 1911
Colección Batliner Albertina Museo, Viena

Otros retratos de lecturas en el jardín, las hacen posar sentadas en sillas y muebles de paja, o rústicos.

Irving Ramsey Wiles, Estados Unidos (1861-1948)
Leyendo en el jardín, s/f
Colección particular

Muy frecuentemente se usan, para los retratos, esas sillas que se balancean, llamadas mecedoras.

Oscar Bluhm, Alemania (1867-1912)
En la pérgola, 1894
Colección particular

Menos frecuente, pero también las encontramos, es retratarlas leyendo y paseando al mismo tiempo.

Edmund Blair Leighton, Gran Bretaña (1852-1922)
Dulce soledad, 1919
Colección particular

Albert Aublet, Francia (1851-1938)
Leer en el camino del jardín, 1883
Colección particular

El jardín aparece, en todas estas imágenes, como una naturaleza recoleta y protegida, en la que se puede leer al margen del mundo exterior.

INÉS ALBERDI




EXTRAÑA REALIDAD
ISABEL BANDRÉS

Desde que comenzó septiembre tengo la sensación de que vivo inmersa en la irrealidad, en una irrealidad que el mundo político y los medios de comunicación están creando. El ruido que hacen los políticos es insoportable. Sus contradicciones son de tal calado que han roto todas las barreras y cualquier certidumbre, sobre algo o sobre alguien, se han ido por el vertedero. Solo los más fieles, ciegos a cualquier duda, permanecen firmes tras las soflamas de sus caudillos. Las tribus aprietan filas alrededor de sus líderes. Quieren dar una imagen compacta, pero ya hay signos de desgarramiento interno. No es lo mismo el PP de Feijóo que el de Ayuso y no es lo mismo el PSOE de Sánchez que el de Page. Y en Sumar cada cual va a lo suyo. Los que estamos en los márgenes del poder y no pertenecemos de ninguna tribu, aunque sí que tenemos ideas, pensamiento e, incluso, ideología, permanecemos atónicos ante un espectáculo que los ciudadanos no nos merecemos. Y todo ese ruido lo ha provocado una palabra: amnistía.

Una palabra que encierra una idea que ha sido defendida, atacada, explicada y trufada de mil maneras, por lo cual todos hemos podido escoger entre un significado u otro. Tenemos donde elegir. Más aún, podemos optar por sumarnos a la opción A para pasar seguidamente a la opción B. Es lo que ha hecho el Gobierno en pleno. Hace un par de meses la palabra amnistía era maldecida y hoy es bendecida por sus propiedades para unir, pacificar, reconciliar… y para, sobre todas sus fantásticas cualidades, tocar poder.

Pero detrás de las palabras siempre hay algo más. Las palabras nunca son lo que aparentan ser. Amnistía, más allá de si es o no constitucional, significa para los independentistas catalanes reconocer la deuda histórica (450.000 millones) que dicen tenemos con Cataluña y una sarta de cosas más que van apareciendo días tras día: referéndum, quita de la deuda (84.327 millones de euros)… Para el Gobierno, amnistía es una manera de encajar Cataluña en España y bajar el suflé del nacionalismo independentista. No lo sé. Yo no tengo, como muchos otros, una bola mágica. Pero como todos nosotros, tengo las lecciones que la historia nos ha ido dejando. Y una de ellas es que el nacionalismo catalán nunca ha encajado en España, a pesar de todos los esfuerzos que se han hecho en cualquier circunstancia histórica.

Azaña, durante la segunda República, hizo todo lo posible para que Cataluña encajara, sin lograrlo. En el “Cuaderno de la pobleta” y en dos artículos escrito en el exilio anotó: “La cuestión catalana ha sido la manifestación aguda, muy dolorosa, de una enfermedad crónica del pueblo español”. Ortega y Gasset lee en el Congreso de los Diputados en mayo de 1932 su famoso discurso sobre el Estatuto de Cataluña y afirma: “Se nos ha dicho que hay que resolver el problema catalán… La Republica fracasaría si no lograse resolver este conflicto que la monarquía no acertó solventar… Yo sostengo que es un problema que no puede resolverse, que solo se puede conllevar”.

Y así ha sido. Tras la Constitución de 1978, todos los partidos que han gobernado España han intentado conllevarse cediendo competencias, designando puestos, perdonando y cediendo, hablando catalán en la intimidad, indultando… Suarez, Felipe González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez han pagado un alto coste para intentar resolver lo que parece irresoluble. Y ahora, estamos, otra vez, sufriendo el eterno pulso del nacionalismo independentista al Estado. ¿En un mundo globalizado e interdependiente qué sentido tiene la palabra nacionalismo? A no ser que se viva en un bucle de resentimiento hacia los otros, en el “España nos roba” y en el “nosotros somos más y nos merecemos muchísimo más que los otros”. Ese es el ADN de los nacionalismos: odio al otro y narcisismo desmesurado.

¿No hay otra manera de gobernar? Pues claro que sí. Es cuestión de voluntad política, si el PP y el PSOE se uniesen hoy tendrían 257 diputados y más de 16 millones de votos. Mayoría en las urnas y en el parlamento. Pero antes veremos helarse el sol que este fenómeno, habitual en otros países de nuestro entorno, se dé aquí. ¿Y eso significaría, como dicen algunos, que las diferentes sensibilidades y nacionalismos fuesen fustigadas o anuladas? No, en absoluto. Lo que está reconocido en la Constitución y en los diferentes Estatutos de Autonomía permanecería. Lo que de verdad significaría, es que se haría real el artículo 2 de nuestra Constitución, base de nuestra democracia: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.” Y en su artículo 14, añade: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión opinión o cualquier otra condición o circunstancias personal o social”. Resumiendo, que la democracia se basa en los individuos y no en los territorios y que todos tenemos los mismos derechos y obligaciones. Lo triste es que muchos no lo creen así. Creen que ellos son superiores y tienen más derechos por el mero hecho de pertenecer a unos determinados territorios.

Nuestros políticos se dedican a crear problemas y se entretienen en solucionarlos, olvidándose de los problemas de los ciudadanos (educación, carestía de la vida, sanidad, vivienda, pobreza…) Si todo el esfuerzo, el tiempo y la energía que se ha gastado en explicar la amnistía, se hubiese empleado en debatir y profundizar, por ejemplo, sobre la educación, no estaríamos entre los peores de la Unión Europea en comprensión lectora y en matemáticas. ¿Y si nos dejamos de mistificaciones, de emociones personales y volvemos a la realidad real? A la del precio del aceite, a la del paro juvenil, a la falta de vivienda pública…

Este mes de septiembre, además, ha surgido, según una diputada, un “milagro maravilloso”, otro, porque en el Congreso ya se pueden hablar todas las lenguas cooficiales, esas que hace menos de un año fueron negadas. No es una medida útil, es simbólica. Y lo demuestra que, durante las últimas sesiones en el Congreso, muchos diputados gallegos, catalanes y vascos optaron por el español para hacerse entender mejor. La comodidad y la utilidad siempre terminan por imponerse. Pero por simbolismos que no quede. Hay que advertir, que el idioma no da per se ni talento ni ideas. Algunos piensan que sí, pero no.

ISABEL BANDRÉS

 


CRECER ES SIEMPRE A DESTIEMPO
LIDIA ANDINO

Cuando somos jovencitos ambicionamos ser mayores y cuando ya somos mayores suspiramos por una apariencia juvenil. Nos pasamos la vida deseando lo que no está en nuestras manos y pocas veces nos detenemos a gozar de lo que tenemos a mano.

En realidad no hay ninguna preparación especial para envejecer, como no la hay para ser joven, adulto o niño. Si se transforman situaciones vitales y sociales, teniendo en cuenta que cada cambio se vive como una crisis, con falta de ideas claras y con una excesiva presencia de prejuicios y estereotipos que se manifiestan en todos los ámbitos de nuestra vida, ya sean económicos, culturales, laborales y demás, que no ayudan a la transformación. En una sociedad de consumo, por ejemplo, los llamados viejos suelen ser muy poco consumidores por su magra condición económica y eso los hace material desechable.

Antiguamente la vejez era sinónimo de sabiduría, por su experiencia y conocimiento transmitiendo verbalmente la historia y las tradiciones. Es más, un dicho griego aseguraba: “cuando muere un viejo se quema una biblioteca”. Tan distante estamos de eso que, en la actualidad, el conocimiento que nuestra sociedad valora siempre está relacionado con las modernas tecnologías, con lo digital. De todas maneras, lo que hay que cuidar es especialmente el pensamiento, pues es lo primero que revela el anquilosamiento de la vida.

El ser humano no es solo naturaleza, también es cultura, civilización, tiempo material de un pensamiento, de ahí que las personas mayores padecen, con el avance de la edad, no solo el deterioro físico que nos llegará a todos -—aunque nos obstinemos en negarlo con modernas cirugías y tinturas—, sino trastornos depresivos cuando se sienten marginados del pensamiento, de las decisiones, de su propia dirección vital.

Podemos negar que el tiempo pasa; cada vez que me detengo en una arruga, paralizo un tiempo productivo. Ese deseo de que no exista el paso del tiempo, acelera el envejecimiento.

Hay funciones en el ser humano que envejecen, otras mientras tanto rejuvenecen y aún aparecen algunas que no se habían pensado. Decía un paciente, en su sesión psicoanalítica: “aquí me tiene, rejuvenecido y hasta más sano que hace una década, solo por un pensar nuevo sobre realidades que daba por inamovibles”.

Un trabajo —el de crecer—, definitivamente inconcluso.

LIDIA ANDINO
Psicoanalista





GALERÍA DE LAS COLECCIONES REALES
A. PILAR RUBIO LÓPEZ

Madrid estrena un nuevo museo de Patrimonio Nacional: la Galería de las Colecciones Reales, proyecto de Emilio Tuñón y del fenecido Luis Moreno Mansilla, arquitectos célebres, quienes en su día acuñaron el acertado principio “Nuestra actitud siempre ha sido servir a la sociedad para que mejore la vida de la gente”. Hoy la firma Tuñón y Mansilla se ha convertido en Tuñón y Albornoz Arquitectos y sigue atesorando premios y sembrando el mundo de edificios originales, modernos y funcionales.

Tuñón y Mansilla ganaron el concurso con su proyecto en el año 2002 y las obras comenzaron en 2006, pero la construcción sufrió demoras debido a hallazgos arqueológicos, como los restos de la antigua muralla de Madrid exhibidos en una sala. Las salas diáfanas del museo y los techos hasta una altura de 8 metros, la ausencia de barreras y los tabiques exentos envuelven al espectador integrándole en la Galería y las piezas exhibidas parecen dialogar con la arquitectura del edificio, a pesar de que, tras este primer rodaje, “hay muchas cosas que deben mejorar”, según Leticia Ruiz, directora de las Colecciones Reales.

El museo, un edificio-mirador, junto a la Catedral de La Almudena y al Palacio Real, alberga en torno a 700 obras de las colecciones reales recopiladas a lo largo de los siglos —desde la época de los Reyes Católicos hasta nuestro días— que suponen un recorrido en diferentes plantas por la Historia y por el Arte: como la planta de los Austrias, o la de los Borbones. Aunque la mayor parte de la colección aguarda en silencio almacenada hasta poder ser exhibida, el visitante puede contemplar obras de arte bellísimas, como el Políptico de Isabel la Católica, de Juan de Flandes, la carroza negra de Mariana de Austria, la Fuente del Águila, dedicada a Felipe II, o la Corona de la Virgen de Atocha, un regalo de la reina Isabel II, agradecida por salir ilesa del atentado perpetrado contra ella el día de su boda. Un tercer nivel acoge exposiciones temporales. Pasado y presente conviven con armonía.

Es de agradecer contemplar la obra de mujeres —tan escasas en otros museos—, como las esculturas de Luisa Roldán “la Roldana”, o la singularidad de una primera edición de El Quijote, obras que compiten con tapices y pinturas de artistas universales (Goya, Tiziano, El Greco, Durero…), mobiliario y objetos decorativos, o que eclipsan a los modelos de carruajes reales del siglo XVII o a las impresionantes columnas de Churriguera.

Lo que en principio pareció un parche o un añadido incoherente con el estilo de los edificios anteriores, está teniendo una gran acogida entre el público visitante y éxito de crítica museística, pues todo el complejo será una especie de ágora donde se celebren conciertos al aire libre desde la atalaya de su espléndida terraza con vistas a los Jardines del Campo del Moro y actos culturales para dinamizar la Galería, como los Ciclos de Conferencias de Patrimonio Nacional.

A. PILAR RUBIO LÓPEZ





JIMENA QUIRÓS (1899-1983)
MARÍA LUISA MAILLARD 

Hace menos de un año apareció un elemento nuevo en el paisaje de mi Barrio. Era una placa conmemorativa que daba nombre al pequeño jardín, hasta ese momento anónimo, en el Paseo Infanta Isabel. La placa rezaba así: “Parque Jimena Quirós”. La curiosidad me llevo a indagar sobre ese nombre para mí desconocido. ¿Quién era Jimena Quirós?

Descubrí a una mujer pionera en el campo científico que cultivó: la oceanografía, a la que se dedicó aplicando la física al estudio de los mares y los océanos; pero también a una mujer tenaz, rebelde contra las injusticias y defensora de los derechos de la mujer. Fue la primera mujer en embarcarse en una campaña oceanográfica con tan solo 22 años; la primera científica en lograr una plaza por oposición en el Instituto de Oceanografía español (IEO) y la primera en escribir un artículo en el área de ciencias del mar: “Algunos moluscos comestibles en la provincia de Málaga”. Fue en 1923, en el Boletín de Pescas del IEO y contaba tan sólo con 24 años. Tampoco fue ajena a su circunstancia y formó parte del grupo embrionario de mujeres que se adhirió a la Juventud Universitaria Española, creada por María de Maeztu, de la que fue vicepresidenta y que se integraría posteriormente en la primera Asociación Internacional de Mujeres: La Asociación de Mujeres Universitarias creada en Londres en 1920. En 1930 se adhirió al Partido Republicano Radical Socialista, al que también pertenecía Victoria Kent, y presidió el Comité femenino para la igualdad de los derechos de la mujer.

Comité de la XII Conferencia Internacional de la Federación Internacional de Mujeres Universitarias. De izquierda a derecha: Loreto Tapia, Jimena Quirós (sentada), Matilde Huici, Conrada Calvo, María Arapalis, Clara Campoamor y Josefina Soriano. Hemeroteca Nacional.

Jimena Quirós Fernández Tello nació en Almería el 5 de diciembre de 1899, hija menor de una familia numerosa, cuyo progenitor, el ingeniero Juan Manuel Quirós, abandonó la familia, al poco de nacer la benjamina. Jimena contó sin embargo con el ejemplo de su madre, Carmen Fernández, una mujer culta, progresista y de gran empuje, que sacó a su familia adelante, dirigiendo un colegio privado de señoritas de orientación froebeliana, una innovadora técnica de enseñanza, y que había fundado en 1898. Una madre que siempre apoyó la vocación temprana de Jimena.

Así en 1917 encontramos a Jimena en Madrid, establecida en la Residencia de Señoritas, recién fundada dos años antes y gozando de la intensa actividad cultural del Centro y de compañeras como Matilde Huici o Victoria Kent. Es probable que su vocación científica se consolidara con la primera visita de Marie Curie a España en 1919, que impartió en el Anfiteatro de la Facultad de Medicina su conferencia: “Las radiaciones de radioelementos y técnicas de su empleo”. Marie Curie era el oriente de las aún escasas mujeres matriculadas en la Facultad de Ciencias. En 1903 había recibido el Premio Nobel de Física, compartido con su marido y en 1911 en solitario, el de Química; disciplinas en las que se especializaría Jimena.

La joven no perdió el tiempo. En 1919 ya logra un puesto de alumna interna en el Instituto Oceanográfico de España (IOE) y un año después culmina su licenciatura con Premio Extraordinario en la Facultad de Ciencias.  Ese mismo año se convierte en la primera mujer en embarcarse en una campaña oceanográfica como ayudante del francés Julien Thoulet, en el buque Giralda; y en la primera científica en lograr una plaza por oposición en el IOE.

Jimena aún es joven y quiere seguir formándose. En el verano de 1925 se matricula en un curso en la Universidad de París y en 1926, mediante una beca de la Junta de Ampliación de Estudios se traslada a la Universidad de Columbia para estudiar en el laboratorio de fisiografía de la Facultad de Ciencias. En 1929 es nombrada socia de número de la Real Sociedad Geográfica e imparte una ponencia sobre los métodos de trabajo y estudio de la Facultad de Ciencias de Columbia.

Jimena es ya una experta en su campo y en 1931, a raíz de un trabajo en la bahía de Santander, elabora un informe crítico sobre los errores de muestreo que había detectado en la zona. Sus colegas varones se rebelan contra las críticas que ha osado dirigirles una mujer y se le abre un expediente disciplinario, del que fue exculpada en 1934. Jimena, desencanta con el IOE, prepara y gana en 1933 una cátedra de Ciencias Naturales, ya que la enseñanza es otra de sus vocaciones.

Como ya hemos indicado, Jimena no da la espalda a su circunstancia y, aparte de sus actividades en la Asociación Internacional de Mujeres Universitarias — en 1928 participa como organizadora y ponente en el Congreso celebrado en Madrid y Barcelona— participa activamente hasta 1936 en los mítines a favor de la mujer del Partido republicano al que se había adherido en 1930.

Después de la Guerra Civil, Jimena es depurada por el Régimen y pierde su puesto en la IOE, teniendo que mantenerse mediante clases particulares. En 1966 inicia una batalla legal para recuperar su puesto, y logra ser rehabilitada en 1969, ya en edad de jubilación, aunque seguirá batallando para que se le reconozcan sus trienios. Muere en Madrid en 1983 y en el año 2022 el Ayuntamiento de Madrid decide rendirle homenaje poniéndole su nombre a un pequeño parque en la zona de Retiro.

Jardín Jimena Quirós en Paseo Infanta Isabel, 4 de Madrid

Sin embargo, le puede durar poco a Jimena el tardío reconocimiento. Si la esforzada labor de los vecinos no llega a buen puerto, el parque Jimena Quirós será talado, así como la mayoría de árboles centenarios que jalonan el paseo, árboles que nos acompañan, nos anuncian las estaciones y nos dan sombra en el tórrido verano. Siguiendo el ejemplo combativo de Jimena Quirós, no pararemos hasta que el parque de Jimena y los árboles del paseo sigan con nosotros. ¡No a la tala!

MARÍA LUISA MAILLARD




¿CONQUISTA O SEDUCCIÓN?
ROSARIO HERRERA GUIDO
 

La conquista de México es un hecho histórico
en el que intervienen muchas y muy diversas circunstancias,
pero se olvida con frecuencia la que me parece más significativa:
el suicidio del pueblo azteca.
Octavio Paz, “Los privilegios de la vista”, México en la Obra de Octavio Paz.

 

La palabra conquista procede del latín conquerere (conquistar), que en participio pasado es conquisitus (conquistado) y sustantivada en castellano antiguo deriva en conquista (conquista). El término conquista refiere a algo que ha sido fácil de conseguir (en su versión adjetivada es conquistable), ganar la voluntad de alguien. Conquista es sinónimo de cautivar, cuyos sentidos son aprisionar, atraer, ejercer irresistible influencia sobre alguien; cautivar es sinónimo de hechizar, embelesar, arrobar, encantar, embelecar, engatusar y seducir. En los usos del lenguaje, a veces es posible encontrar más sentido que en los diccionarios: conquista guarda una íntima relación con el amor y la seducción. Y seducere es también una voz latina que refiere a engañar, hacer caer en error, tentar, encantar y cautivar (sinónimo de enamorar), pero también de corromper, del latín corrumpere que significa también seducir. Entonces conquista y seducción son términos cuyos sentidos confluyen.

Como la Conquista implica a la Seducción, quizá hubiera sido mejor llamarle a este texto Diario de un Conquistador español leído por Jean Baudrillard. Un título que haría del texto una auténtica ficción. Aunque la Literatura —como sostiene Italo Calvino— no conoce la realidad, sólo los niveles de realidad ficticios dentro del universo de las palabras escritas, a las que es inmanente la credibilidad de la que gozan los textos literarios.

José Joaquín Blanco permite evocar estas ideas frecuentemente compartidas de que las Crónicas de la Conquista de América están llenas de fantasías, imágenes que tienden a explicar el Nuevo Mundo con las visiones del Viejo Mundo. ¿La realidad supera a la ficción? ¿Las Crónicas inventan el Nuevo Mundo? (José Joaquín Blanco, La literatura en la Nueva España. Conquista y Nuevo Mundo, México, Cal y Arena, 1989).

Estas preguntas ya plantean una puesta entre paréntesis de la Historia con Mayúscula. Tal vez habrá que preguntarse si no somos capaces más que de hacer historietas. A nadie le resulta hoy descabellado que la Historia de América y de la Conquista española estén hechas de metáforas, alegorías y exégesis, la mayoría de las veces occidentalmente cristianas, para desarrollarse —como planteara Edmundo O’Gorman— como una forma de vida. Los cronistas tal vez inventaron América. Pero no hay que olvidar que la ficción es una forma excelsa de la verdad, en tanto que comparte con el eikós aristotélico, lo verosímil, la dimensión de lo posible, la verosimilitud. ¿Existe realmente otra forma de escribir lo que llamamos Historia?

Les invito a volver a la conquesta. El que conquista gana la voluntad de alguien, el deseo de otro, atrayéndolo con sus cantos y encantos, con sus atuendos, movimientos, gestos, estrategias, con todos los atributos que hacen del semblante —diría Jacques Lacan—, de la imagen del otro, un mundo de espejos y espejismos, un Orden Imaginario. En este mundo del semblante, seductor-seducido, seducido-seductor, se hacen apariencia introduciendo el desconcierto en las apariencias, en los simulacros. En la estrategia de la seducción—afirma Jean Baudrillard— todos los atuendos conducen al seductor a su destino: ser víctima y victimario. El seductor termina por perderse en su estrategia, pues es estratega de su propia perdición. En tanto que el seductor es el primero en caer víctima del mito trágico de la estrategia de la seducción. Pero también la transfiguración llega a coagular en un refinado cálculo. En este momento el adorno cede aquí paso a la estrategia. El simulacro se hace quiasmo: la estrategia del adorno, es el  adorno de la estrategia.

He seleccionado un texto con el fin de alimentar esta estructura de ficción que, desde la perspectiva de la literatura, es la forma más excelsa de acceder a la verdad. Se trata de la Crónica de expedición por Yucatán del Capitán Juan de Grijalva en 1518, escrita por el capellán de dicha armada (Juan de Grijalva, Los Cronistas. Conquista y Colonia, México, Promexa, 1985:5-16). En ella, los indios llegan en canoas hasta las naves españolas, invitándolos al pueblo para ser obsequiados. Ahí se aprecia la insistente pregunta del Capitán Grijalva por el oro: “El capitán les dijo que no quería sino oro (que ellos llamaban taquín)”. Mientras Grijalva todos los días les pregunta por el oro, los nativos le responden con banquetes. Cuando los indígenas se aprestan a correr a los intrusos a flechazos, Grijalva dice que sólo quiere leña y agua y se marcharán de inmediato. Pero continúan las ofrendas y las comidas que los indios brindan a los españoles, y también las preguntas de los expedicionarios por el oro. Después de días los indígenas traen una máscara de madera y dos piezas de oro de poco valor —subraya el Cronista. Como no se van los españoles, los aborígenes prenden sahumerio y les advierten que cuando se consuma deben marcharse. Pero como no se van, se desata una tormenta de flechas, artillería y muertos. Más tarde un indio trae una máscara de oro y les dicen que no quieren guerra. Luego el cacique hace que cubran de oro al Capitán Grijalva, y éste también manda que vistan al cacique. El Cronista describe a los indios siguiendo a la nave en su recorrido, cargados de brazaletes, collares y campanillas de oro. El capellán casi pinta las enramadas que preparan los nativos de la Isla de los Sacrificios, para darles buena sombra, y los abrazos y el contento que manifiestan al ver a los españoles continúa, y terminan por traer oro fundido en barras para ofrendar al Capitán (quien siempre pide que le traigan más). “Cuando partieron —dice el Cronista— los indios nos abrazaban y lloraban por nosotros; esta tierra es la más rica del mundo... de esta gente no sé qué decir, porque aún quitando mucho de lo que se vio, apenas puede creerse”. Luego, en otro lugar de su expedición, los indios salen en canoas a decirles que se alegran de su venida, tan conmovidos, que parece que lloran, se sangran la lengua y escupen en el suelo en señal de paz, otros más traen gallinas, mantas y oro.

El elemento en común en esta y otras crónicas, es la ambivalencia de los indios; se les describe acercándose y alejándose, mostrando y escondiendo el objeto deseado por los españoles: el oro. Por su brillo y su color, el oro es para los nativos el símbolo del Sol, un objeto estético-religioso. El oro es tan preciado para los indios como para los españoles. Un dorado deseo que evoca a Gaston Bachelard, quien interpreta que la imaginación mineral le concede valor a los destellos y no a los objetos mismos. El oro en la estrategia de la seducción cumple la función del ornamento, lo contrario de lo natural, lo ritual, el prestigio, el dominio de los signos que provocan el vértigo y la confusión de los sentidos.







La directora, Jeanne Herry, habla en esta película de la justicia, más concretamente sobre la justicia restaurativa. Es la posibilidad, bajo supervisión de profesionales, de que víctimas y agresores dialoguen en un entorno seguro. Se reúnen durante unas sesiones para verbalizar sus emociones, para conocerse, para que unos y otros se hagan cargo de lo que les pasa: el sufrimiento de las víctimas y las razones de los agresores. Este tipo de justicia no significa ninguna reducción de penas ni conlleva el perdón de unos para con los otros. Busca entender al otro.

Es una propuesta muy interesante. La cárcel no siempre cumple su objetivo principal: educar y rehabilitar al preso. Muy al contrario, muchas veces las cárceles tienen como único objeto ser un instrumento meramente punitivo. La búsqueda del dialogo entre las partes afectadas puede llevar a los agresores a un mayor conocimiento de sí mismo y de las consecuencias sus actos. Y para las víctimas puede significar liberarse del trauma, entender lo que les pasa y ver al delincuente desde otra perspectiva o no. Pero, lo que nos viene a decir Jeanne Herry es que hablar, verbalizar los sentimientos, siempre es liberador.

La película se plantea como una obra de teatro: espacios cerrados y personas hablando entre sí. El tono es tranquilo y sereno. No existen grandes gestos ni actitudes desgarradoras. Y, por lo tanto, tampoco hay fuerza y energía. Esa entonación suave hace que nos dejemos llevar por su cadencia calmada, pero no terminemos de involucrarnos en la narración. La directora es la autora de una película – documento, “En buenas manos” que les recomiendo que vean.  Allí sí que nos engancha y nos hace vibrar.

¿Es una mala película? En absoluto. Trata un tema interesante y sus actores son magníficos, pero una excesiva austeridad y unas imágenes demasiado formales hacen de ella una narración plana que no termina de sacudirnos. Una historia que trata de una joven violada por su hermano, de una mujer gravemente golpeada durante un robo y de casos parecidos debería producirnos algún tipo de conmoción. Entiendo que la directora no quiera caer en el melodrama, siempre bochornoso, pero un poquito de menos formalismo le habría venido bien.

ISABEL BANDRÉS 


SUSI TRILLO

MARIANNE FAITHFULL

Reconozco que Marianne Faithfull es otra de mis debilidades. Pero no la joven intérprete británica que en los años 60 se convirtió en una de las musas del Swinging London. Ni la que cantó su primera canción As tears go by, compuesta por los aún desconocidos Mick Jagger y Keyth Richards. Tampoco la que aterrizó en Estados Unidos y llegó a estar de gira con Roy Orbison y Gene Pitney (Guau!), ni la que mantuvo un sonado romance con Mick Jagger —“su diabólica majestad”—, que no le favoreció en nada, pues pasaron a denominarla entonces “la chica Jagger”. Mucho menos la consumidora de drogas, la que estuvo involucrada en escándalos y bacanales, la que padeció anorexia y vivió dos años en la calle, según ella misma confesó en su autobiografía, que editó Celeste en 1995. No, esta no.

La que me interesa, la que me fascina desde hace tiempo, a la que sigo incondicionalmente, es a la Marianne ya madura, envejecida; la Marianne a la que le ha crecido la voz, de ingenua e inocente a una más grave, dura, áspera, rasgada y abrasadora.

La que afirma: “no existe un ápice de nostalgia en mí”. La que utiliza la mitad de su cama para apilar todos los libros —que son muchos— que está leyendo a la vez. La que se subió hace años a un escenario con Carla Bruni y ni la miró durante toda la actuación, por más envites que la otra le dedicase, con todos mis respetos para madame Bruni de la que admiro su siempre natural elegancia (que diría el HOLA!).

La que dice “mi hogar soy yo” o “Los años 60 eran muy sexuales, y nunca me sentí cómoda, quiero decir, había sexo fantástico, pero reducir todo a eso empequeñece a una persona”.

La que acudió a cantar a Madrid en 2007, en el salón de baile del Círculo de Bellas Artes, con un fortísimo catarro que mitigó como pudo con agua y té, tras haber superado un cáncer de mama.

La que grabó, hace cuatro años, The Gypsy Faerie Queen —coescrita con Nick Cave que brinda su voz y su piano—, inspirada en El sueño de una noche de verano de Shakespeare. "Es un pequeño milagro" —dice Marianne—, “es simplemente hermosa… Creo que es una de las canciones más hermosas que jamás hayamos escrito juntos”.

Y la que hace solo dos años, junto a Warren Ellis (músico y compositor australiano), grabó un álbum único, She walks in beauty, de poesía y música, recitando las obras de Lord Byron, John Keats, Percy Bysshe Shelley y muchos más...

He leído por ahí que le van a hacer un biopic (como dicen ahora los cursis); es decir, una película sobre su vida que se llamará Faithfull, para la que hay director, Ian Bonhote, e incluso actriz. La propia Marianne ha dado su visto bueno a este proyecto y cuentan que cuando conoció a Lucy Boynton, la actriz que la encarnará en la pantalla, la miró de arriba abajo y dijo: “Sí, vale”.

En fin, la que ha sabido reinventarse durante toda su carrera… ¡¡Señoras y señores, la inclasificable Marianne Faithfull!!

SUSI TRILLO

MY PLACE: MARIANNE FAITHFULL (NOWNESS)
SOMETHING BETTER
I GOT YOU BABE (CON DAVID BOWIE)
ALL THE BEST (CON CARLA BRUNI)
THE GYPSY FAERIE QUEEN (CON NICK CAVE)
SHE WALKS IN BEAUTY (SU ÚLTIMO TRABAJO)

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