sábado, 31 de agosto de 2024

 

BLOQUES
MARÍA LUISA MAILLARD

En 1992, después de la caída del muro de Berlín, Fukuyama, en un polémico libro, El fin de la historia y el último hombre, pronosticaba el fin de las ideologías contrapuestas y, por tanto, el fin de la historia tal como la conocemos. Había finalizado la política de bloques implantada en la denominada “guerra fría”, entre el bloque liderado por la Unión Soviética y el encabezado por Estados Unidos.

¿Cuál es la situación 32 años después? Se diría que la globalización y la tecnología iban a echar una mano a Fukuyama en su ilusorio pronóstico. También los avances imparables del progreso se llegaron a pensar como un freno al nacionalismo, pero no parece haber sido así. Han contribuido, en efecto, a homogeneizar a la población, pero no han afectado ni al fin de las ideologías, ni al fin de la política de bloques enfrentados.

Las recientes elecciones en nuestra hermana Venezuela han puesto negro sobre blanco algo que ya estábamos empezando a conocer: sin apenas darnos cuenta y ante nuestros propios ojos, se han ido formando dos nuevos bloques antagónicos. 

En Venezuela se ha producido un obvio fraude electoral. Unas elecciones en las que la libertad de muchos había sido coartada y se habían sufrido presiones y violencia, se habían celebrado ante el alborozo y la multitudinaria participación de la población. La decepción llegó pronto. Maduro, que ha sumido a su pueblo en la miseria y el terror más extremos, proclama una victoria sin actas —aún no las ha entregado— y, al día siguiente, ante nuestro asombro, algunos periódicos y televisiones españolas le proclaman presidente electo democráticamente.

La oposición venezolana ha sacado a la luz el 83% de las actas que ha logrado custodiar, donde se confirma que el opositor Edmundo González obtiene más del 70% de los votos a pesar de que, de los 8 millones de venezolanos exiliados, sólo se les permitió votar a unos 160.000. Es el ganador indiscutible. Maduro denuncia una confabulación fascista, un golpe de estado. Nuestro presidente calla, y una de sus ministras no denuncia el fraude y la represión posterior en Venezuela —más de 24 muertos y miles de encarcelados. De nuestro país hermano, sólo se le ocurre denunciar a los diputados del PP —tildados en múltiples ocasiones de derecha extrema—, que fueron invitados como observadores y expulsados por Maduro.

Se van posicionando los bloques.

A la cabeza de uno de los bloques, gobiernos totalitarios o fundamentalistas como China, Rusia, Irán, Cuba y Bolivia reconocen a Maduro.

 


Del otro lado, los gobiernos democráticos como Estados Unidos y la mayoría de los países hispanoamericanos denuncian el fraude electoral y no reconocen la victoria de Maduro.

Europa, como es habitual se mueve como un elefante, con lentitud; aunque con el transcurrir de los días empieza a endurecer su postura y sus organismos internacionales exigen a Maduro que entregue las actas. España se suma finalmente a la petición europea, pero ningún representante del gobierno participa en la multitudinaria manifestación en la Puerta del Sol, convocada por la oposición venezolana.

¿Dónde se está situando el gobierno de España? ¿Qué dudas tiene sobre el obvio fraude electoral? ¿Por qué ha tardado tanto en manifestarse y lo hace tímidamente por la presión internacional? La obviedad del resultado, la política de terror que ha desarrollado Maduro posteriormente a las elecciones —encarcelamientos arbitrarios, muchos de ellos de menores, señalamiento de las casas donde residen supuestos sospechosos, violencia extrema…—, ¿de qué lado está? ¿En qué lugar nos sitúa a la población española? ¿Por qué no habla Zapatero, que ha compartido campaña con Pedro Sánchez codo con codo y está intentando que no se publiquen las actas?

Desde hace dos legislaturas tenemos el gobierno más feminista de la historia, al menos el que hace más alarde de feminismo, incluido el gobierno anterior de Zapatero. ¿Qué destino están sufriendo las mujeres y los homosexuales en el bloque que se niega a condenar a Maduro? 

Nuestras democracias no son perfectas —no lo es nada en el mundo de los hombres—, sus deficiencias, sus abusos, sus errores, sus desigualdades son denunciados con acritud y ensañamiento por un amplio sector de nuestros ciudadanos, muchos de los cuales extienden sus críticas hasta las mismas raíces de nuestro proceso civilizatorio y nuestra cultura occidental, acusadas de “logocéntricas”. No hay voces en el otro bloque, sólo silencio. ¿No hay corrupción?, ¿no hay arbitrariedad?, ¿no hay injusticias?, ¿no hay represión? Solo silencio y terror. ¿De qué lado queremos estar?

Como dice Adam Zagayewski, que ha pasado su infancia y juventud en el antaño bloque totalitario soviético, las democracias no son perfectas; pero mantienen resquicios de libertad individual y seguridad de sus ciudadanos. Fuera, sólo un muro de cemento, salpicado de sangre.

MARÍA LUISA MAILLARD



LA REALIDAD MÁGICA Y EL POPULISMO POLÍTICO
ISABEL BANDRÉS

La realidad no está de moda, lo último de esta temporada es el realismo mágico. Una especie de trampantojo que se coloca a modo de disfraz a las cosas o acontecimientos que no nos gustan. Por ejemplo: una boñiga de vaca bien disfrazada puede parecernos un plátano o una naranja, pero realmente, siempre será una boñiga de vaca. Se habla mucho, últimamente, de solidaridad e igualdad cuando España, según el índice de Gini, es uno de los países de la UE con más desigualdad social. Algunos de nuestros políticos aseguran que esa desigualdad será menor con el concierto sobre materia fiscal que el Gobierno está preparando para Cataluña. Esa especial financiación, una especie de cupo vasco y navarro, parece que va a ser un abracadabra que va a solucionar todos los males de este país.

Lo malo es que la realidad es persistente y siempre hay expertos que se empeñan en mostrarla. Ángel de la Fuente, director de Fedea (Fundación de Estudios de Economía Aplicada) y uno de los mayores expertos en financiación autonómica, alerta: “Si Cataluña reduce su aportación a la caja común del Estado y al sistema de financiación autonómico, habrá menos para repartir… La magia no funciona. Si unos tienen más, otros tendrán menos. Habrá que subir los impuestos o reducir el gasto de las comunidades autónomas. Se deteriorará el Estado de Bienestar, no de un día para otro, pero será de menor calidad”. Los Inspectores de la Hacienda Pública dicen lo mismo. Pero desde el Gobierno y desde sectores del independentismo catalán, se alzan voces defendiendo que si Cataluña recibe 22.000 millones (los cálculos que se hacen son precarios) al año más y se restan a las otras comunidades, se está luchando por la igualdad y por la justicia social en toda España. Cosas del sortilegio del populismo: no importan los datos ni los hechos ni las reflexiones de los expertos. Lo que realmente cuenta es el relato, son las palabras con las que se cubre la realidad y se mantiene la adhesión de los fieles creyentes y votantes.

Hay en el ambiente una corriente de melancolía, un sentimiento de fracaso generalizado, de escepticismo y, lo que es peor, de desánimo ante el futuro. Me pregunto si no estaremos en el inicio de un retorno —como indicaba el político y filósofo francés Kojéve—, a la animalidad. Las sociedades de hoy se han instalado en el consumismo salvaje de cosas, redes sociales, arte, erotismo, información e ideas vacías de todo valor. Nos hemos convertido en esnobs superficiales que seguimos, sin saberlo, cualquier consigna y a cualquier diosecillo con tal de “ser alguien o pertenecer a algo”. No hay más que ver como Puigdemont y sus bufonadas siguen arrastrando a sus seguidores. Nos conformamos con la frivolidad y lo superficial. Atesoramos baratijas y morralla, en vez de pensamiento recio y valores sólidos. Nos adherimos a los líderes hasta convertirnos en robots sin sustancia propia. Pensamos lo que ellos, los políticos y sus voceros, dicen que pensemos. Lo peor, es que la simbiosis inducida es tal que no nos damos cuenta. Nos envilecen y nosotros nos dejamos envilecer pensando que estamos en la senda del bien y de la justicia social. Hannah Arendt en La mentira en política, escribió: “Mentir constantemente no tiene como objetivo hacer que la gente crea una mentira, sino garantizar que nadie crea en nada… Un pueblo que no puede distinguir entre la verdad y la mentira no puede distinguir entre el bien y el mal… Con gente así, puedes hacer lo que quieras”.

Las democracias andan alicaídas. No hay más que observar cómo va el mundo. Uno de los pilares que sostiene una democracia es la cohesión social. A más igualdad entre los ciudadanos mayor ligazón social, menos enfrentamientos y más acercamiento entre los ciudadanos. Y no es retórica, está demostrado. Cuanto menor sea la brecha económica entre los diferentes territorios más justicia social y, por lo tanto, más afinidad entre las comunidades. Pensar que el cupo vasco-navarro o el nuevo concierto catalán, cuando se apruebe si es que se aprueba, son elementos de cohesión y de igualdad entre los españoles es una idea delirante.

No tenemos motivos para la esperanza. En una sociedad tan polarizada como la nuestra y con tantos partidos defendiendo “sus” intereses, es difícil ilusionarse. ¿Y qué hacemos? Esperar y aprender a pensar, abrir los ojos y examinar la realidad por dura que sea y taponar los oídos a las quimeras políticas. En suma, aprender que una boñiga de vaca es una boñiga de vaca, que el cupo vasco es una anomalía discriminatoria y que el concierto catalán, por lo que ahora se sabe, va ahondar las desigualdades entre los territorios y los españoles. Lo dicen la realidad y los expertos. Ah, sería bueno no creer en los prestidigitadores de cualquier ideología o pelaje y aceptar que la vida es dura y que los milagros no existen.

ISABEL BANDRÉS




IMÁGENES SOBRE LAS MUJERES Y LOS LIBROS
40. LA LECTURA COMPARTIDA.
DOS MUJERES LEYENDO JUNTAS.
INÉS ALBERDI

Muchas veces los retratos presentan a dos mujeres leyendo juntas. Leer es una actividad cotidiana y aceptada en la que los artistas sorprenden a las mujeres. La lectura compartida entre dos mujeres es un tema frecuente en la pintura del XIX y del XX. Leer y comentar algo, estar leyendo a la vez el mismo libro, enseñar a las otras lo que se lee, sugiere ideas de cercanía, de amistad o fraternidad entre las retratadas.

Con frecuencia son imágenes que representan dos mujeres que a la vez que leen parecen estar comentando entre ellas aquellos libros o revistas que miran en común.

Henry Manguin, Francia (1874-1949)
Las estampas, 1905
Museo Thyssen Bornemisza

Henry Caro-Delvaille, Francia (1876-1928)
Mujeres leyendo, 1910
Colección particular

George d'Espagnat, Francia (1870-1950)
Dos niñas leyendo en un banco (Blanche y Alice Viau, ca. 1903
Colección particular

A veces, estas poses parecen indicar que una lee para la otra. Una de ellas lee y la otra parece más libre de expandir su imaginación sobre el mensaje del libro.

Ivan Gregorovitch Olinsky, Estados Unidos (1878-1962)
Leyendo poesía, s/f.
Museo de Indianápolis

Edmon Francoise Aman-Jean, Francia (1858-1936)
Intimidad, 1901
Museo de la Chartreuse de Douai, Francia

Pierre Auguste Renoir, Francia (1841-1919)
Lectura, 1918
Colección particular

El poner un libro o un grabado en las manos de una de ellas comienza a ser utilizado como recurso en el XVIII en los retratos de las hijas de familias nobles inglesas. Y hay toda una continuación de esta moda.

John Gwen, Gran Bretaña (1876-1939)
Interior con figuras, 1899
Galería Nacional de Victoria, Melbourne, Australia

En algunas ocasiones, son cartas lo que lee una mujer a otra.

Rupert Bunny, Australia (1864-1947)
Un consejo, 1908
Colección particular

En otras ocasiones, las dos mujeres están leyendo al unísono, volcadas sobre el mismo libro.

Paul Fischer, Dinamarca (1860-1934)
Un buen libro, s/f
Colección particular

En varias de estas imágenes de lectura compartida entre dos mujeres, el autor nos dice que se trata del retrato de dos hermanas, como es el caso de numerosas obras que realizó Renoir.

Pierre Auguste Renoir, Francia (1841-1919)
Dos hermanas leyendo, 1889
Colección particular

En algunas ocasiones, una de ellas lee mientras que la que escucha sigue con sus labores de costura.

Elin Danielson-Gambogi, Finlandia (1861-1919)
Hermanas, 1891
Colección particular

También encontramos imágenes en las que cada una está leyendo su propio libro o revista. Están juntas mientras leen, pero lo hacen por separado.

Henry Manguin, Francia (1874-1949)
La hora del té en Villa Flora, 1912
Colección particular

Robert Breyer, Alemania (1866-1941)
Las lectoras, sra. Breyer y Nini, 1909
Colección particular

Alguna obra da la sensación de estudio, de que las mujeres que leen juntas comparten también intereses intelectuales, como es el caso del retrato que hace el sueco Zorn, en París, de dos jóvenes que parecen estar leyendo en una biblioteca.

Anders Zorn, Suecia (1860-1920)
Cécile, Mathilde y Pierre May en su apartamento
de la Avda. Hoche, París, 1889
Colección particular

Hemos encontrado una imagen más reciente y novedosa, la de Pellicer, que retrata a dos jóvenes universitarias en tiempos de la Segunda República Española. Es una imagen relativamente moderna, frente a esa España que estaba por llegar en la que, por muchos años, no se favoreció la cultura y menos aún la de las mujeres.

Rafael Pellicer, España (1906-1963)
Las universitarias, 1934
Colección familiar Pellicer

INÉS ALBERDI


¡SÁLVESE QUIEN PUEDA!
FELIPE VEGA 

EN LAS RUINAS DEL NEOLIBERALISMO. EL ASCENSO DE LAS POLÍTICAS ANTIDEMOCRÁTICAS EN OCCIDENTEWENDY BROWN.

 

La “prueba del algodón” que se realiza con ciertos libros se resuelve con un cuerpo a cuerpo y, de forma literal, contra los prejuicios entre lector/lectora y sus páginas. Esos prejuicios, si el libro ofrece la suficiente envergadura y el lector/lectora guarda las neuronas en buen estado, tienen interés por un motivo: son la barrera de contención ideológica que el libro debería demoler con contundencia… Einstein decía que era más fácil “destruir un átomo que un prejuicio” y no andaba descaminado. En la época actual esa tarea se ha vuelto hercúlea. Los prejuicios se han convertido en el signo patente de identidad personal, madurez y hasta independencia intelectual. Durante el siglo XX un prejuicio tendía a surgir silenciosamente hasta instalarse en la sociedad mientras que ahora sucede todo lo contrario. El prejuicio se vocea a gritos en todos los canales de comunicación posibles de la misma forma que un bote de refresco. Quien atesora prejuicios es que “ha pensado”, y ¡pobre del patán que no lo haya hecho! La suma de prejuicios representa la fortuna que los poderosos reparten entre el resto de la ingenua humanidad.

Wendy Brown, profesora de teoría política en Berkeley —quien conozca el inglés debería echar un vistazo en You Tube a sus intervenciones—, escribió en 2019 este libro de combate armado con una visión panorámica de la realidad admirable. Será denso, será complejo a veces, pero su mirada crítica devuelve el ánimo a todos aquellos que necesitan despertarse sin alarma, pero con eficacia:

“Los acentos en este relato varían. A veces están puestos sobre las políticas neoliberales, a veces en una presunta amalgama de la izquierda con el multiculturalismo y las políticas identitarias, a veces en la importancia creciente y el poder de los evangélicos y cristianos nacionalistas, a veces en el aumento de la vulnerabilidad a las mentiras, a veces en la necesidad y las conspiraciones de la gente no educada, a veces en la necesidad existencial de horizontes y la inherente falta de atractivo de la cosmovisión globalista para todos, menos para las élites…”.

Wendy Brown

¿Complicado? Léanlo varias veces, si es preciso. Se piense como se piense, uno no puede permanecer indiferente ante razonamientos tan potentes y directos como estos. De hecho, el verbo razonar es el eje sobre el que pivota el volumen. Nos permite ver claramente que no existe el monopolio “del razonar” ni de “la razón”. Que el asunto fundamental está en otro lugar y que, mientras más locas y caprichosas nos parecen personas, —por ejemplo, como Donald Trump—, más razones se utilizan para escupir tantas sinrazones aparentes… Es un libro que desnuda las variadas formas del fanatismo extendidas entre nosotros como la pólvora. Su primera frase es ya una declaración: ”Por sorpresa, incluso para sí mismas, las fuerzas de la derecha dura han llegado al poder en las democracias liberales a lo ancho del mundo.”

Algunas palabras de esa frase me resultan claves para entender la actitud de la historiadora política norteamericana. Una de ellas es, democracias; la segunda, incluso para sí mismas. ¿Por qué? La primera porque el libro, como suele decirse, “va de eso”: del enorme daño que la gran batería de medidas sociales, culturales, raciales, etcétera, tomadas en los últimos 30 años corroe a democracias establecidas con sangre sudor y lágrimas, y solo por intereses político económicos. La segunda descubre la sorpresa neoliberal ante su propio éxito, reflejando el descontrol caprichoso y narcisista que tanto daño hace, a diestro y siniestro, además de con un alto grado de frivolidad. La impunidad es su divisa, y funciona a la perfección. Y, para terminar: es un libro sobre el presente que recuerda un pasado escamoteado con gran ingenio. Un pasado en el que seguimos viviendo boquiabiertos y palpándonos los bolsillos en busca de la cartera que ya no está en su sitio…

FELIPE VEGA



LECTURAS Y VERANO 2024
NATALIA VELASCO
 

A menudo me sucede con los libros lo mismo que con la música, que llegan a mí a través de los demás y me dejo llevar. Mucha gente se abre al verano con novelas de seiscientas páginas porque el tiempo detenido de esta estación del año es más propicio a la lectura que a las prisas y quehaceres que nos acompañan a partir de septiembre. A mí, en cambio, me gustan para el verano las novelas refrescantes, las historias de amor, los relatos breves.


A finales de julio una amiga puso en mis manos La mala costumbre de Alana S. Portero y así inauguré el periodo estival, con un relato de autoficción en el que la narradora da cuenta de su vida en el barrio obrero de San Blas en los setenta, donde la droga destruía las expectativas de los jóvenes: “Vi caer como ángeles terminales a una generación entera de muchachos”. Al mismo tiempo, vivimos con ella la disociación por la que transita al moverse en un cuerpo de hombre sabiéndose mujer. Ese dolor y ese miedo a reivindicarse sin dañar a sus seres queridos, a los que admira y a los que en ningún momento de la novela reprocha incomprensión, construyen su periplo nocturno por las calles de Madrid en los ochenta, salpicado de experiencias en discotecas y garitos gays que recorre acompañada de travestis entrañables. Así forma su nueva familia. Y esa es la verdadera grandeza de esta novela, lo que la ilumina de principio a fin, que a pesar de la dureza en la que viven los seres marginados, se puede construir un vínculo que une a las personas heridas y crear nuevas redes salvadoras. Porque “ser hombre, ser mujer, no ser ninguna de las dos cosas es algo que no puede experimentarse ni construirse a solas”. Es más difícil enfrentarse al miedo sola que acompañada, es más difícil vencerlo si no hay asideros en los que descansar tras las primeras batallas libradas. Hay un momento en que la novela gira profundamente y nos da miedo que la protagonista enloquezca de impotencia y abandone la lucha al ser tan alto el daño recibido: “Cómo se hace memoria de una vía muerta, cómo. Me lo quitaron todo y no quedó brasa que avivar”.

El ritmo de la narración se sostiene gracias a la variedad de recursos: la combinación del monólogo con la teatralización de los diálogos, la narración de anécdotas puntuales con la descripción de espacios y personajes a los que se suman seres mitológicos, imaginería cristiana y cultura pop cinematográfica y musical. El cóctel da lugar a una manera diferente de narrar que interpela la infancia de cualquier lector que emprenda su lectura porque el libro empieza siendo eso, la mirada infantil que descubre el mundo y que busca encajar sus sueños en cualquier esquina del mismo.

Alana Portero

Puede parecer cursi y hasta de poca altura literaria lo que voy a decir ahora, pero cuando terminé la lectura del libro, que devoré en un par de días, sentí una ráfaga de amor profundo, un sentimiento de bondad que me hizo soñar con un mundo feliz. Poco importa que se trate de un libro de memorias, de un libro de autoficción, de un homenaje a la infancia, poco importa que no vaya a convertirse en un clásico ni que su autora no llegue a recibir el Premio Nobel de literatura, nada de eso importa. La ausencia de rencor y de odio junto con la magnanimidad que destilan los personajes protagonistas en su sufrimiento, hace que esta novela abra caminos de reconciliación entre los seres que poblamos el mundo. Solo por eso merece la pena su lectura.

PS: Elogio de las manos, de Jesús Carrasco; Un jour ce sera vide, de Hugo Lindenberg y Ritmo lento, de Carmen Martín Gaite, completaron mis lecturas veraniegas que comentaré próximamente.

NATALIA VELASCO POSTIGO

 


¿SOMOS TODOS HIJOS ÚNICOS?
LIDIA ANDINO

Cuántas veces hemos escuchado este reclamo, cuántas veces tuvimos que escuchar protestas de nuestros niños porque el cuento de hoy no era igual —hasta el más mínimo detalle—, al de ayer. Se trata de un reclamo de repetición que es, aunque parezca raro, donde anida la posibilidad de la diferencia.

Así nos lo enseña entrar en nuestra casa y comprobar que cada hijo es, entre nuestros hijos de la misma familia, hijo de una familia diferente. Cada hijo es, entre otros hijos con el mismo apellido, a su manera, un hijo único.

Únicas son las condiciones de la fecundación, el embarazo, el parto, las conversaciones previas —cuando las haya—, entre los gestantes sobre el sexo, el nombre que va a llevar, el lugar que se le va a dar en la casa, en la familia, en el amor y el deseo de los padres, de la madre, del padre, de los que lo recojan en el salto deade su cabeza encajada a nuestros brazos.

Por eso, no deja de ser una tapadera afectiva cuando se niegan —como ocurre tantas veces—, a aceptar la menor diferencia entre sus hijos. Esto sin contar con el estorbo que representa para los hijos no verse reconocidos en su diferencia en la palabra de los padres. Insisto, en las palabras de los padres, que es donde verdaderamente se libra la batalla.

Por ejemplo: cuando el primer hijo llora, toda la familia sale corriendo a atenderlo y a intentar interpretar el llanto del rey de la casa. Cuando el segundo hijo llora, la familia tarda en acudir mientras murmura: “llorar un poco le hará bien a los pulmones”. Cuando llega el tercero…

La misma familia, pero diferentes maneras y tiempos de acceso al lenguaje, donde se juega el crecimiento, el deterioro, la enfermedad, la inteligencia, la locura, la imaginación.

LIDIA ANDINO
Psicoanalista




PIONERAS DEL CINE ARGELINO: ASSIA DJEBAR
ALEJANDRA VAL CUBERO

Assia Djebar fue una de las primeras directoras que rodó a finales de los años setenta y ochenta en Argelia. De sus dos documentales, La Nouba de las mujeres del Monte Chenoua (La Nouba des femmes du mont Chenoua) de 1977 y La Zerda o los cantos del olvido (La Zerda ou les chants de l’oubli) de 1982, vamos a comentar este primero, no solo por ser el que relata la implicación de las mujeres en la Guerra de la Independencia con mayor detenimiento, sino también porque tiene un mayor contenido autobiográfico. El documental, además, obtuvo el apoyo de la televisión argelina y ganó el Premio Internacional de la Crítica en el Festival de Venecia de 1979.

Assia Djebar

La directora nació en 1936 en Cherchel, al norte del país. Su padre influyó en su educación afrancesada, al ser profesor de este idioma, y Djebar continuó sus estudios superiores en l’École normale supérieure de jeunes filles de Sèvres, institución francesa de carácter elitista de la que sería expulsada por participar en la Unión General de Estudiantes Musulmanes Argelinos y colaborar en el periódico del Frente de Liberación Nacional El Moujahid (El Militante). Tras finalizar su doctorado en literatura por la Universidad de Montpellier, trabajó en la facultad de Argel y falleció en París en 2015. Su vida transcurrió entre Argelia y Francia y fue elegida miembro de la Academia Francesa por el conjunto de su obra literaria, convirtiéndose en la primera escritora de la zona del Mediterráneo en ostentar esta distinción. El francés y el árabe marcaron su obra literaria y también cinematográfica, y esa dualidad lingüística —muy común en otros intelectuales del Magreb—, fue compleja, ya que, como ella misma indicó: “La lengua materna del colonizado, la que se sustenta en sus sentimientos, emociones y sueños, aquella en la que se expresan la ternura y el asombro, la que encierra el mayor impacto emocional, era precisamente la que menos se valoraba”. El francés era el idioma impuesto, pero también el que abría nuevas posibilidades creativas. 

Es importante señalar que, mientras la obra literaria de Djebar está en francés, sus dos documentales fueron rodados en árabe. En La Nouba de las mujeres del Monte Chenoua se aprecia el influjo de la literatura y de la poesía clásica argelina, pero también del baile y la música popular de esta región rural de Argelia. Es una obra compleja dedicada a Zoulikha (1916-1957) joven militante que luchó contra los franceses y cuyo nombre era Yamina Oudaï. Para Djebar, como muestran sus guiones, novelas, poemas y documentales, era importante visibilizar la participación activa de las mujeres en la escena pública argelina porque las energías estaban dirigidas a construir una nueva Argelia y las historias de las mujeres y de otros grupos sociales, como los amaziges o bereberes, no solo no estaban siendo tomados en consideración, sino que estaban siendo ocultados. 

En la Nouba, la autora, a través del  personaje de la joven Leila, narra su relación ambivalente con Argelia: “Soy una extraña en mi propio país”. Leila vuelve a las montañas de Chenoua en compañía de su hija y de su marido Ali; la joven busca información sobre la desaparición de su hermano y contacta con diferentes personas, la mayoría mujeres de mayoría de edad avanzada: aquellas que vivieron antes, durante y después de un conflicto que duró seis años y que inauguró una nueva etapa en la historia de Argelia, con la subida al poder del Frente de Liberación Nacional. Leila viaja sola en un viejo coche, su marido, en silla de ruedas, no puede salir de la casa debido a un accidente que le imposibilita desplazarse, justo lo contrario de lo que estaba pasando en una Argelia que estaba recluyendo a las mujeres dentro del hogar. La comunicación entre ellos no existe, metáfora de un país que, tras el conflicto, sigue sin entenderse. O, como señala una voz en off: “Hace algún tiempo mucha gente de nuestro país murió. Ahora entiendo por qué. ¡Porque hay paredes, paredes entre la gente, entre los corazones!”. 

Djebar filma el mundo rural. El campo es árido y pobre y las mujeres trabajan sin descanso: aran, alimentan al ganado, cocinan, cuidan de los hijos y de los mayores, van al pozo a por agua, acarrean la paja; mientras sus compañeros aparecen siempre en un segundo plano. Y solo cuando están sentadas, a veces solas, a veces con otras mujeres, se animan a contar sus historias, que son historias de tragedia, de dolor, pero también de valentía: una mujer narra el asesinato de su padre y de su hermano, cuenta cómo recogió sus cuerpos sin vida, abandonados en una cuneta, para después enterrarlos sola. Otra, con lágrimas en los ojos, describe la participación de su hija de trece años en la guerra de liberación, su tortura y su desaparición. Una tercera detalla que escondió a numerosos combatientes en su casa pese al peligro que suponía para su familia. La directora consiguió recoger, en un documental de corte artístico y alejado de la tradición clásica del documental histórico, voces muy distintas que rompen con el silencio y el olvido de las mujeres del campo. 

Son testimonios que muestran, por una parte, la represión que sufrió la población indígena a manos de los franceses y que en el documental alcanza su máxima expresión con la inclusión de imágenes de archivo en las que los colonizadores disparan, controlan y vigilan a la población argelina. Pero también recoge la represión de los propios argelinos hacia sus compañeras, hacia sus mujeres: “Con velo o sin velo, somos siempre vigiladas”, dice la protagonista en uno de los momentos más dramáticos del documental. Esta obra es un alegato al sentimiento de traición que las mujeres argelinas sintieron al finalizar la independencia, al pasar de ser participantes activas a, supuestamente, víctimas pasivas, porque lo que es cierto es que en el primer gobierno de este periodo ninguna mujer fue elegida para la Asamblea Nacional bajo el mandato de Ben Bella, que gobernó Argelia de 1962 a 1964. Assia Djebar tardó diez años en finalizar los dos documentales y luego se consagró definitivamente a la escritura. En sus novelas trató temas relativos a la condición de las mujeres y el peso del colonialismo y poscolonialismo. Djebar fue una pionera en el campo audiovisual y literario en todo el Magreb y, aunque dejó de rodar en los ochenta, participó como guionista en otros documentales. Lean, lean sus libros en estos últimos días del verano…

ALEJANDRA VAL CUBERO

 

Para conocer más en profundidad sobre esta y otras directoras léase: Val Cubero, A. (2024). Directoras argelinas disidentes: documentales, guerra/s y memoria. Asparkía. Investigació Feminista. https://doi.org/10.6035/asparkia.7735




CAMBIA, TODO CAMBIA…
NATALIA VELASCO

Agosto trascurre caluroso y lento desde la ventana del salón que mira al arroyo vacío. Las noches de agosto no refrescan y las ranas han dejado de cantar. “Cambia, todo cambia” cantaba Mercedes Sosa en una de las canciones más bellas y actuales que existen: “cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo”. 

Mi pueblo cambia: las mujeres que charlaban sentadas en sillas de enea a la puerta de casa; los abuelos que se sentaban en el cantón y predecían el tiempo en función del dolor de sus rodillas; las pandillas de adolescentes calle arriba, calle abajo, comiendo pipas; las bicicletas que son para el verano; los tractores cargados de paquetes de paja; los bares que eran intersecciones donde anidaba la cotidianeidad, han desaparecido. 

Se cierran los bares de los pueblos y no por falta de clientela sino de personal que los atienda. Los hijos de los dueños no quieren ser hosteleros, los hijos de los panaderos no quieren panaderías, los hijos de los agricultores no quieren las tierras y los hijos de los mecánicos se han convertido en ingenieros. Los inmigrantes que pueblan los pueblos no participan de sus tradiciones, les resultan ajenas, estrambóticas y prefieren, antes que comprenderlas, mantenerse al agrego con los suyos e invertir literalmente el menor tiempo y dinero posibles en los festejos. Les ofrecemos celebrar sus tradiciones para compartirlas, pero rechazan la oferta porque los vestidos tradicionales se olvidaron en los baúles de sus países y la espontaneidad y la alegría también. “Cambia el clima con los años, cambia el pastor su rebaño y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño”, me contestan. 

El trabajo manual que implica fuerza física y horas de dedicación y sacrificio no están de moda. No les gusta a nuestros jóvenes. EL frutero del mercado no encuentra quien recoja los productos de su huerto o quien le cargue la furgoneta a las seis de la mañana. Paseo con mi madre y me señala casas, terrenos que se venden: “Antes, nuestro afán era comprar, hija mía, hoy el afán de todos es vender y vivir. Yo lo he aprendido demasiado tarde”, me dice. La miro con dulzura y pienso cuánto he disfrutado yo si me comparo con ella a pesar de haber trabajado también física e intelectualmente, a pesar de haber cumplido con la vida como me enseñaron, sin perezas, con esfuerzo. 

¿Y si comparo a mi hijo conmigo? Entonces el vértigo se instala en mí, la desproporción me hunde. "Cambia el rumbo el caminante, aunque esto le cause daño, cambia el pelaje la fiera, cambia el cabello el anciano y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño." Me agarro con fuerza a la canción, porque no es posible educar al margen de los tiempos, aislarse de las tendencias de la sociedad, ir a contracorriente, dejar sin móvil al adolescente, comprarle un despertador, pero sobre todo porque, en mi caso, no es posible cambiar la raíz de su esencia por mucho empeño que le ponga. Reconozco la nostalgia que encogía el corazón de mi madre, que es también mi nostalgia al sentir cómo se escurren los valores del pasado y al no poder abrazar los del presente que, en muchos casos, tanta desazón me causa.

NATALIA VELASCO




MARÍA TERESA PRIETO (1896-1982)
MARÍA LUISA MAILLARD

Las mujeres siempre han estado próximas a la música. Tal vez por inclinación natural; pero no puede decirse que haya sido una actividad vedada para ellas, como lo fueron tantas otras. Cuando en la Edad Media comenzó a pensarse en su educación, la música, junto a la pintura y las lenguas, eran consideradas disciplinas idóneas para la enseñanza femenina. Sin embargo, estos conocimientos difícilmente atravesaban el muro del hogar o del convento en el que estaban recluidas. Conforme la historia proseguía su, por aquel entonces, lenta marcha, algunas mujeres, con dotes musicales ya desde niñas, llegaron a ser intérpretes o cantantes profesionales; pero la composición musical era otra cosa, era territorio colonizado por el varón.

Hubo, sin embargo, excepciones difíciles de documentar en su gran mayoría, porque, durante muchos siglos, la historia y los logros de las mujeres no interesaron ni a los historiadores ni a los críticos. No fue el caso de Hildegarda de Bingen en el siglo XII. La monja benedictina cuenta en su haber con una copiosa obra teológica y musical, esta última compuesta por sesenta y ocho composiciones, la mayoría en monofonía sacra, entre las que destaca Ordo Virtutum. Hildegarda defendía sus composiciones, alegando que el canto era una manifestación del espíritu divino en el hombre; algo difícil de rebatir por las autoridades eclesiásticas de la época. Otras primeras huellas, también del siglo XII han llegado hasta nosotros como el poema con notación musical de Blanca de Castilla, conservado en la Biblioteca Nacional de Francia.

En el siglo XVI, nos encontramos con Magdalena Casulana, compositora, intérprete de laúd y cantante, la primera mujer laica en ver impreso y publicado en Portugal, en 1568, su obra Il primo libro di madrigali. En lo que respecta a España, contamos con la partitura de órgano a tres voces de la religiosa Gracia de Baptista, Conditor alme, publicada en 1557. Las mujeres también componían.

La época romántica favoreció en Europa la visibilidad de estas mujeres compositoras como Clara Schumann (1819-1896), Fany Mendelssohn (1805-1847) o Luise Ferrenc (1804-1875); y en Estados Unidos, unos años más tarde, Amy Marcy Cheney (1867-1944). En España, debemos esperar a finales del siglo XIX para que la navarra Emiliana de Zubeldía e Inda y María Teresa Prieto, volvieran a abrir el camino de la mujer compositora en nuestros lares; aunque la larga carrera profesional de ambas se desarrollara fuera de España. Coincidieron las dos en México hacia los años 40, uniéndose a ese gran legado cultural de los intelectuales y autores españoles, muchos de ellos mujeres, del que nos privó el exilio a raíz de la Guerra Civil Española.

María Teresa Prieto nace en Oviedo en 1896, en el seno de una familia dedicada a la música —su madre era pianista—, que no se opuso a la formación musical que podía adquirir una mujer en la época. Estudió en la Academia de Bellas Artes de San Salvador, creada a instancias de la Institución Libre de Enseñanza, a través de la Sociedad Económica Amigos del País. En dicha Academia impartió clases de piano desde 1903 a 1916, Saturnino del Fresno, quien volvió a su tierra natal, después de haber culminado sus estudios en el Real Conservatorio de Madrid con los máximos laureles, e impartido conciertos en la mayoría de las capitales europeas, acompañando entre otros a Pablo Sarasate y Pablo Casals. Fue el primer maestro de María Teresa y el que la introdujo en la música de Johann Sebastian Bach, cuya inspiración ya nunca la abandonará. En 1917, con 21 años, María Teresa publica su primera composición Escena de niños, en la revista Música.

Se traslada a Madrid y estudia en el Real Conservatorio con el maestro Benito García de la Parra, quien la introduce en el uso de las escalas modales, de gran influencia en su obra posterior. Regresa a Oviedo para cuidar a su madre enferma y tras su fallecimiento y el estallido de la Guerra Civil, se traslada a México, reclamada por su hermano Carlos, quien ha hecho fortuna y tiene una mansión en la Colonia San Ángel de la mencionada ciudad. Allí, en un ambiente favorable, se desplegará el genio de María Teresa, quien elaborará una copiosa obra en la que se dan cita un nacionalismo basado en la añoranza, un tardío romanticismo, el neoclasicismo y el dodecafonismo.

Era un momento de gran esplendor de la música mexicana y la casa de su hermano Carlos era un centro intelectual, frecuentado, entre otros, por Igor Stravinsky y Rodolfo Halffter; pero también por los músicos más importantes de México como Manuel Ponce, con quien, ya a finales de 1937, Teresa comienza a trabajar en composición y su discípulo Carlos Chávez, director de la Orquesta Sinfónica de México, con quien estrenará algunas de sus obras más importantes.

Comienza su carrera en 1940 en un género que retomará en su última etapa: la canción musicada o lied, con Seis melodías para canto y piano, con letras de Federico García Lorca, de Juan Ramón Jiménez y de ella misma. Pronto se dedicará a la composición de obras sinfónicas para gran orquesta. En el teatro de Bellas Artes de México y, bajo la dirección de Carlos Chávez, estrenará Sinfonía asturiana en 1942, Chichen-Iza en 1944 y Adagio y fuga para violoncello y orquesta en 1947. Esta última obra, después de haber enriquecido su música estudiando dos años en California con Darío Milhaud.

A partir de 1956, bajo la influencia de Rodolfo Halffter, se introduce en la música dodecafónica con obras como Variaciones, Cuadros de la Naturaleza y Fuga serial para aliento. Ya en su última etapa, regresa a las canciones de su comienzo y a sus raíces españolas con obras como Córdoba lejana y sola de Federico García Lorca o Anoche mientras dormía de Antonio Machado.

No quiso regresar a España en 1951 para presenciar en Oviedo la representación de su obra Cuarteto para cuerda en sol mayor, ni en 1957, su obra sinfónica para gran orquesta Chichen-Iza, dirigida por Ataulfo Argenta. Falleció en México en 1982 sin haber vuelto a ver su Oviedo natal que tanto añoraba.

MARÍA LUISA MAILLARD

https://www.youtube.com/watch?v=cKkKZyUn1PU&list=OLAK5uy_nB9vzMGfmEtG_PJ3wvZDWX_nlD_bjsKAU


  


Yôji Yamada, el director, nos cuenta cómo enfrentan la vida tres generaciones de una misma familia: madre-abuela, hijo y nieta. Los tres viven en mundos diferente. La madre y abuela es una mujer viuda y jubilada que frecuenta la iglesia, cultiva la amistad, es voluntaria atendiendo a los sin techo y, de vez en cuando, hace calcetines a medida, negocio al que se dedicaba su difunto marido.  Su vida es sencilla, tranquila y sin pretensiones. Lo pasa bien con lo que hace. Vive en su casa de siempre y su círculo de amistades son los de toda la vida. Su hijo, sin embargo, es un hombre con estudios que trabaja en una gran empresa como director de recursos humanos, es divorciado y tiene una vida laboral agitada, un solo amigo y sufre de ansiedad. Su hija, una adolescente desubicada, como todos adolescentes, no sabe muy bien lo que quiere. Es una buena chica, pero el mundo de su padre no le satisface y admira a su abuela. Como joven inmadura busca su lugar en el mundo. Los tres viven en mundos diferentes y los tres se quieren. Poco a poco, la visión del mundo la madre irá influyendo en el hijo y la nieta.

Una madre en Tokio es una película amable y serena que pone sobre la pantalla los problemas generacionales, la deshumanización de las sociedades modernas, los trabajos despersonalizados en las grandes empresas y la desorientación de los más jóvenes que desean otro mundo aún sin definir. Pero no profundiza en ninguno de ellos. Nos invita, con un humor blanco, a considerar que la vida sencilla, la preocupación por los otros, ya sea familia, amigos o simples desconocidos, dan suficientes satisfacciones para encontrar el sosiego y dar un sentido a nuestro paso por el mundo. Está muy bien contada y nos engancha haciendo nuestros las dichas y desdichas de los personajes. En este mundo desquiciado en el que vivimos repleto de egos grandiosos, encontrar una obra sobre las cosas pequeñas que son la esencia de la vida es con soplo de aire fresco que nos recuerda el valor de la familia, del afecto, del trabajo que humaniza, de la amistad y del respeto a los demás…

“Una madre de Tokio” no es una gran película, pero no importa. Saldrá sonriente del cine y quizá se pregunte si debiéramos rescatar algunos valores perdidos por el camino. En definitiva, una de esas obras que sin grandes méritos nos aligera el corazón y nos alegra el ánimo. ¿Le parece poco?   

ISABEL BANDRÉS

 

https://www.youtube.com/watch?v=2q5dK8pQ1Jk




Ambientada en 2006, año en el que Bután se preparaba para la democracia, esta narración cuenta cómo los vecinos de una pequeña población rural, Ura, se disponen a aprender a votar y a comprender lo que significa la democracia. Al mismo tiempo un viejo lama envía a un monje a buscar un rifle para prepararse para el cambio de gobierno. Muchos vecinos no entienden por qué tienen que votar por un cambio, ellos se encuentran bien con su rey. Otros desean el cambio con el que esperan un mundo mejor y más moderno. Los funcionarios se empeñan en propagar los benéficos de la democracia sin mucho éxito. Las familias se dividen y discuten por los partidos que representan. Un estadounidense aparece buscando un antiguo rifle perteneciente a la Guerra Civil americana. Unos contrabandistas logran introducir armas desde la India en una moto. Un enorme falo rojo de madera se concede al hombre más justo y pacifico que, casualmente, es el que introduce armas en el país. Una niña se ve marginada por sus amigas cuyos padres son de otro partido político que el suyo. Una suegra se enemista con su yerno. Un monje bebe Coca-Cola y ve la tele en un garito…

La narración nos presenta una serie de personajes ingenuos y bastantes felices con sus vidas que ven como su mundo está cambiando poco a poco. La televisión y la Coca-Cola se han introducido en el pequeño pueblo de Ura y el Agente 007 es ya admirado incluso por el joven monje. En esta deliciosa película vemos como Bután se desliza hacia un mundo nuevo donde la democracia y el mundo occidental se introducirán inevitablemente en la vida y costumbres de sus ciudadanos.

Dorji, el director, utiliza la ironía para explicarnos la influencia occidental en un mundo budista todavía no contaminado por la avaricia y el cinismo. Esta obra minimalista, deliciosa, repleta de ironía y con tintes ingenuos nos divierte, nos hace sonreír y pasar un rato agradable. Sus personajes, todos ellos, están repleto de gracia. La naturalidad con que es contada la vida de los habitantes de Ura y las tramas que se van desarrollando con delicadeza e ironía la convierten en una obra atractiva en la que se realza las ventajas de una vida sencilla y pacífica a una vida complicada y violenta. Mejor, nos viene a decir, un falo rojo que un rifle.

ISABEL BANDRÉS

 

https://www.youtube.com/watch?v=7JZ2k_r7gEQ

 


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