lunes, 5 de abril de 2021



IN MEMORIAM



ADAM ZAGAJEWSKI

MARÍA LUISA MAILLARD

Ha muerto Adam Zagajewski y nos hemos quedado huérfanos. Huérfanos de una mirada sobre nuestro confuso presente, “hecho con los añicos de diversas creencias”, en palabras del poeta. Huérfanos de una mirada que aunaba la mesura intelectual, la inspiración poética y la modestia de considerarse un hombre corriente, que pretendía conservar —y lo lograba— la mirada limpia de un niño. Se definía a sí mismo como un eterno buscador de lo nuevo, honesto en la medida de sus facultades, que consideraba que tanto el colectivismo radical como el individualismo exacerbado constituían la misma amenaza para la vida espiritual, cuya pervivencia defendía.

Aprendió muy pronto la arbitrariedad de la circunstancia que le hizo nacer en un pueblo polaco, Lwów, que fue anexionado por la Unión Soviética y obligó a su familia a trasladarse a una antigua población alemana (Gliwice), que a su vez Polonia acababa de anexionarse. De esa experiencia nace su novela Dos ciudades, que le catapultó al éxito. Era ya un poeta consolidado, que cultivó posteriormente el ensayo en libros como Solidaridad y soledad y En defensa del fervor.

Nacido en 1945 su vida transcurrió entre las dos sociedades que alumbró el siglo XX en Occidente: la dictadura marxista-comunista del régimen estalinista y el capitalismo consumista. De su experiencia bajo el régimen de Stalin, su mirada, siempre humanista y burlona, encontró la definición precisa. Era un complot para reducir la enorme variedad del colectivo humano —el Parlanchín, el Borracho, el Trotamundos, el Artista, el Seductor, el Sacerdote, el Propietario etc., en sólo tres clases de hombre: el Funcionario, el Obrero y el Policía. De toda la variedad del colectivo humano, añadía con sorna, curiosamente sólo sobrevivió el más demonizado: el del propietario.

De la experiencia en su juventud estalinista, hubo sin embargo un tesoro que conservó ya como oriente de su vida. Y es que el horizonte de la vida espiritual, que aprendió de adolescente en los grandes escritores, adquiría su valor más alto en una sociedad totalitaria, precisamente porque el régimen se esforzaba en eliminarlo. Aquello que nos quieren arrebatar, cobra una importancia primordial que no apreciamos en una situación de supuesta normalidad. Y esa normalidad fue la que encontró cuando en 1982 se exilió a Occidente, a París y luego, a Estados Unidos: “Una cotidianeidad frívola, despreocupada, poco seria, no sometida a ninguna razón superior e infestada de peluqueros, artistas de cine y empleados de banca tostados por el sol”. Nada que ver con la gran sed de verdad, de libertad, de dignidad, de libros, que desde la oscuridad de la Rusia soviética se identificaba con Europa. En los primeros momentos su fe en Occidente empieza tambalearse. Piensa que ha perdido “su tesoro más valioso”, sus convicciones, y escribe:

“Son cosas que no suelen decirse pero las voy a decir. Allí, en aquel campo de concentración lúgubre, en aquella barraca fría, en aquel país ruin, yo era alguien especial y les aseguro que mi substancia, lo que hay debajo de los párpados, detrás de la frente y dentro del corazón, era más duro que el diamante y totalmente inmune al paso del tiempo”.

Adam Zagajewski no se deja arrastrar por el desaliento, sabe que, desde la experiencia de la defensa desesperada ante un peligro mortal, puede nacer un hombre mejor, invulnerable a las flaquezas y enfermedades del siglo XX. La realidad no es sólo social. Conocerla no es únicamente saber cómo es el hombre y su sociedad. La realidad no es el corsé de la ideología que le imponemos, la realidad es inabarcable y esconde muchos secretos, la alegría de ver florecer un árbol, escuchar música, oír la risa de un niño o defender la libertad que reside en nuestra propia intimidad. Hay que ser modestos en nuestras pretensiones y reconocer la ambigüedad de la vida espiritual: unas veces, sus contornos se dibujan netamente; y otras, se diluyen en la inseguridad y la melancolía; pero es el fondo que nos constituye y que hay que preservar. 

Gracias, Adam Zagajewski, por habernos dejado participar de tu mirada y enriquecernos con tus reflexiones.

MARÍA LUISA MAILLARD






PRÓXIMA TERTULIA LITERARIA


Buenos días a todas:

¿Cómo van esas vacaciones y días de descanso?

Todo llega, aunque llegue con retraso. Os adjunto la lista de libros que hemos leído desde que empezó la tertulia, ¡casi un centenar! Creo que quizá me falte alguno, sobre todo del principio, de esos inicios en los que María Luisa Maillard me propuso a mí y a no sé si a alguien más, leer Nunca me abandones de Ishiguro y Memorias de un europeo de Zweig y a tomarnos un café mientras comentábamos las lecturas en un centro comercial de lujo de la Calle Lagasca, que creo que ha desaparecido. No me acuerdo de nadie más que de Luisa (no sé si acaso había una persona más) mientras tertuliábamos, pero sí recuerdo lo prendada que quedé con Memorias de un europeo y con Nunca me abandones

También recuerdo que pensé: "esta mujer es un potosí, si me ha descubierto a dos autores maravillosos, ¡cuántos más quedarán por descubrir!". Así fue como me convertí en su alumna fiel y disciplinada y así fue como apoyé incondicionalmente su inquietud intelectual que nos enriquecía a todos. 

Así se fraguó también un bonita amistad con muchos proyectos, teatrales y literarios. Incluso nos animó a embarcarnos en la colección de biografías de mujeres, mucho antes de que el tema "mujer" estuviera tan de moda. Nos presentábamos allí donde nos lo pidieran para presentar la colección, recorriendo algún que otro pueblo de la comunidad de Madrid, todo ello al lado de Susi, cual Quijotes y Sancho Panzas y de muchas más mujeres maravillosas entre las que estáis vosotras. 

NATALIA VELASCO,
 Coordinadora de la tertulia
Autora de Vida de Carmen Martín Gaite


PARA VER LISTA DE LIBROS LEÍDOS

LA PRÓXIMA SERÁ EL DÍA



PARA UNIRSE A LA TERTULIA

Juan Bonilla sigue los pasos de Vladimir Maiakoski, una de las figuras más carismáticas de la vanguardia rusa. Nueva York, Londres, París, Moscú y México son algunos de los escenarios de esta apasionante novela, en la que Bonilla se adentra en la vida de un personaje rompedor que vivió con una intensidad desbordante su apasionada relación amorosa con Lily Brik, permitida y alentada por su marido, en uno de los tríos más famosos de la literatura mundial.


Juan Bonilla (Jerez, 1966). Entre sus obras destacan Los príncipes nubios (Seix Barral, 2003), con la que ganó el Premio Biblioteca Breve, Prohibido entrar sin pantalones (Seix Barral, 2013), galardonada con el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, y La novela del buscador de libros (2018). Es coordinador de la revista Zut, colabora en El Mundo y en JotDown.





La próxima, 8 de abril a las 19:00h, será Salamanca y correrá cargo de María Luisa Maillard, novelista y ensayista, presidenta de AMMU y directora de la colección de biografías de mujeres de Eila Editores. Es la presencia en una antigua ciudad castellana de la mirada de la mujer, marginada, herida, apartada “tras los visillos”, la ciudad de fray Luis de León y de Unamuno.

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LAS MUJERES Y LOS LIBROS
IMÁGENES SOBRE LAS MUJERES Y LA LECTURA
RETRATOS FEMENINOS (3)

 INÉS ALBERDI

Dice Amelia Valcárcel que “las mujeres son un objeto casi privilegiado de representación”. Las figuras femeninas aparecen históricamente por doquier: en los frescos, en los cuadros, en los tapices y en las esculturas. Estas representaciones ofrecen numerosos y variados arquetipos. Con los retratos se va configurando la imagen de mujer culta, distinguida y bella a la que, a veces, la acompañan sus libros. 


Niklas Resier, austríaco (1498-1512).
Retrato de la duquesa Maria de Borgoña.

El retrato supone la existencia del individuo. El concepto de individuo llama a la presentación original de la persona y esa es una de las razones por las que aparecen los libros en los retratos. Los individuos van a identificarse por sus cualidades y las mujeres lectoras encuentran el símbolo de su personalidad en los libros. A través de estos aparecen las alusiones a la cultura elevada, el conocimiento, la afición a las bellas artes, al conocimiento musical, etc. como rasgos que se quieren destacar y adjudicar a la mujer retratada. Para Todorov todo retrato es un elogio y podemos añadir que en los retratos en que las mujeres aparecen leyendo, el elogio que se les hace encuentra su vehículo en el libro que se pone en sus manos.

Pompeya. Retrato de mujer con papiro.

Los retratos de mujeres escribiendo o leyendo, los retratos con libros, aparecen muy tempranamente. Los encontramos ya en algunos frescos romanos, los volvemos a encontrar en la Edad Media y aún son más numerosos en el Renacimiento. 

Lucas De Heere, Holanda  (1534-1584).

Retrato de Lady Jane Grey.


Los retratos de mujeres con libros se multiplican a partir de la Edad Moderna cuando los libros pasan de ser algo minoritario a ser objetos de uso común. 


Beatrice Offor, Reino Unido (1864-1920). La dama de rojo.

La aparición de libros en los retratos femeninos es el símbolo de la instrucción que se valora en las mujeres. La educación, resumida básicamente en leer y escribir, abre las puertas a una vida más amplia y más libre, que solo se le permite a una minoría de las mujeres. Nos parece significativo el valor que estos retratos dan a la educación femenina que contrasta con el camino señalado a la mayoría de las mujeres. Estos retratos causan admiración y emulación.

Taller de Francisco de Zurbarán, España (1598-1664).

Santa Eulalia, Museo de Bellas Artes de Sevilla.

 

A nosotros nos interesa analizar la existencia de retratos que presentan a las damas de valía con un libro en las manos y tratar de identificar qué significan esos libros, de qué son símbolo, además del aprecio por el saber. Creemos que hay tres aspectos posibles que los libros quieren señalar cuando aparecen en los retratos femeninos. El libro en las manos de las mujeres importantes les confiere distinción. Si las mujeres retratadas están en posiciones socialmente muy prominentes el libro puede ser un símbolo de su poder. Y también, en épocas en las que los libros son algo más generalizado, pensamos que los artistas las presentan leyendo para dar un toque de elegancia. 

Estas tres interpretaciones de los retratos de damas con libro las veremos en sucesivas entradas del Blog.

INÉS ALBERDI





"ATRACCIÓN SEXUAL" (Lucia Berlin)
ELENA G. DEL PINO

Algo que me encanta de la narración oral es lo mucho que te hace leer en voz baja, buscando no sólo buenos cuentos, sino que sean narrables y que puedas encarnar esa voz. Lees, y descartas, tal vez te ha encantado el cuento, adoras a la escritora, pero descartas, por un motivo o por otro. Encuentras otro, y nada, descartas... Pero, de repente, en esa búsqueda ávida y sedienta afloran tesoros escondidos, como ha sido para mí el caso de "Atracción sexual" de Lucia Berlin (1936-2004). 

Sus fotos me recuerdan a las de las actrices de Hollywood de los años 60, con ese glamour de estrella distante, inalcanzable y con un aire nostálgico en la mirada. Una elegancia innata que sigue arropándola a pesar de la difícil vida que le tocó vivir. Y así son sus cuentos, elegantes, sencillos, sin artificios, sin enjuiciar a sus personajes, que normalmente encarna en primera persona. Retratan magistralmente la vida en su belleza y dureza. Cuadros que te atrapan por su veracidad.

"Atracción sexual" se llama la historia que viviré en esta ocasión. El título es sencillo, preciso, sin rodeos, pero con una carga semántica brutal. "...Es pan comido" dice Bella Lynn, la protagonista. ¿De verdad?, Uhm... Asómate conmigo al tablero de la batalla sensual y dime qué piensas.

ELENA G. DEL PINO


PARA VER TEXTO EN ESPAÑOL



EN LA ESPUMA DE LAS COSAS

ISABEL BANDRÉS 

En un país, el nuestro, que tiene una tasa de paro del 16%, solo comparable con Grecia, y el doble de la media de la Eurozona; y eso sin contar a los 746.000 trabajadores que están en ERTE ni a los 919.173 autónomos que se encuentran en cese de actividad que corren el peligro, algunos de ellos, en transformarse en parados. La economía de nuestro país tiene “el honor” de ser la que más ha caído en el 2020 y su PIB se situará, según todas las previsiones, durante 2022 por debajo del de 2019. Si a esto añadimos que los españoles hemos perdido, por vez primera en la historia, un año en nuestra esperanza de vida, que la cohesión social es cada vez menor, que la brecha de las desigualdades se amplía día a día, que falta una educación apropiada para los retos del futuro, que nuestra sanidad se sostiene más por el voluntarismo de los sanitarios que por una inversión continuada y racional, que por la desprotección del Estado muchos ciudadanos tienen que acudir a las colas del hambre para poder comer, que tenemos a las puertas la cuarta ola de la pandemia… deducimos que tenemos un país en decadencia y que sería bueno aunar fuerzas y proyectos realistas para superar tanta ruina.

Ante tanto infortunio, nuestros políticos han decidido organizar una verbena muy costosa, pagada por todos nosotros, con muchos fuegos artificiales: mociones de cesura; tránsfugas; elecciones autonómicas anticipadas; huida de un vicepresidente para ser “algo” en la Comunidad de Madrid; un partido (CS) que se suicida buscando su identidad; un ministro de sanidad que se va a otras tareas y que ya hemos olvidado; en Cataluña, cuando escribo estas líneas, todavía no ha terminado de cuajar un nuevo gobierno... Artifico, banalidad, palabrería hueca que nada soluciona que no sea el mantenerse en el poder, en el sillón y en las prebendas. No tienen límites a la hora de asegurarse su sitio al sol del poder. Se declaran seguidores de la máxima de Marx, Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”. Durante un mes convulso, no hemos escuchado de los políticos ni una idea que afronte nuestros problemas. Todo han sido enfrentamientos, conspiraciones, mascaradas, escenificaciones propias de un reality show de baja estofa. La política se ha convertido en una escenificación para tapar con humo su incapacidad para afrontar la realidad.

 

¿Y qué hacemos los ciudadanos? Algunos asistir abatidos y hartos a una representación teatral bufa. Y otros, desgraciadamente, creer que la representación es la realidad. Ese es el gran peligro de la democracia: confundir lo que es con lo que no es. Así pasamos los días, confundidos, asqueados y mientras los políticos que deberían gobernar se mantienen en la espuma de las cosas sin ir al fondo de la solución, surfean hábilmente montados sobre palabras como fascismo, comunismo, libertad, tú menos y yo más, nunca pero nunca haremos o nos uniremos con, siempre al servicio de… Palabras que de tanto manosearlas han pedido su significado. Somos los ciudadanos los que cargamos sobre nuestros hombros problemas abrumadores porque nuestros gobernantes no van a las cosas, a las cosas que de verdad son importantes. Ortega y Gasset, en un discurso que dio en Buenos Aires dirigido a los argentinos y que ahora podemos aplicarlo a los españoles, señaló: ”¡A las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas, directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal.” (OC IX, p. 263)

A este espectáculo nauseabundo, hay que añadir que desde los medios de comunicación recibimos presiones constantes para que nuestro voto vaya en una u otra dirección. Los periodistas se han convertido en activistas. Debemos recordar que el voto es nuestro y solo nuestro. Y somos nosotros los que debemos decidir su destino sin dejarnos manipular por la presión social que nos llevaría a la inautenticidad y a la renuncia de nuestra libertad. Hoy votar significa elegir con las narices tapadas el hedor que consideremos menos pestilente. La Constitución nos da a cada uno de nosotros la prerrogativa de ejercer nuestro derecho al voto, ejerzámoslo en libertad.

ISABEL BANDRÉS



AUTORAS DE UTOPÍAS

A.PILAR RUBIO LÓPEZ 

La sala Canal de Isabel II de Madrid exhibe en estos días hasta el 2 de mayo de 2021 la exposición Autoras de utopías, con fotografías vídeos e instalaciones de la artista canaria Carmela García, quien reivindica a través de sus obras la figura femenina como protagonista de un cambio de perspectiva en el mundo.

Carmela García es una artista consagrada —a la que hemos visto en diferentes ediciones de ARCO— y premiada a lo largo de su carrera profesional. En su currículum ha atesorado galardones como el Premio Revelación PHoto España de 2001, la inclusión en la lista Exit de 2005 seleccionada entre los 100 mejores fotógrafos españoles y el premio de Fotografía de la Comunidad de Madrid de 2019, entre otros. 

Fotografía de la serie 'Paraísos'. 

La exposición, comisariada por Margarita Aizpuru, construye un relato recordando a mujeres de la Historia que protagonizaron retos relevantes y sobre la premisa de que en su época ellas pasaron por cosas que hoy día le pasan a otras mujeres. Para lograrlo, Carmela funde el pasado con el presente, la realidad con la ficción y la fotografía con las artes plásticas, haciendo uso de su dominio del espacio compositivo, para deconstruir modelos del pasado y reconstruir el ideal de mujer liberada de clichés, poniendo el acento en modelos de mujeres inteligentes y transgresoras que han realizado la ruptura de la hegemonía de la heterosexualidad.

Joven británica, fotografía de la serie 'I want to be'. 


Las secciones de la muestra —Chicas, deseos y ficción; Paraísos; Escenarios; Casting; I want to be; y las proyecciones Espacio y silencio y Seres equívocos—, giran en torno a un mundo de mujeres que expresan la realidad actual, al mismo tiempo que recuerdan el silencio que pesó sobre la vida y la obra de muchas mujeres y de los obstáculos a los que se enfrentaron para alcanzar la libertad. Del mismo modo, responden a las utopías preconizadas por Carmela y que son la base de su pensamiento.

 

Fotografía de la serie 'Chicas, deseos y ficción'. 

La sororidad está presente en todo el recorrido de la muestra pues, parafraseando a la autora: “Siempre he estado rodeada de mujeres porque es lo que más me gusta”, es ella misma la que invita a la solidaridad entre las mujeres y a la lucha por su empoderamiento, poniendo de manifiesto la conexión entre ellas en todos los ámbitos, incluso en su intimidad. Lo que Carmela quiere es visibilizar las relaciones y las utopías femeninas, del pasado y del presente, y para ello se apoya en el recuerdo de actrices que interpretaron a mujeres avanzadas de la reivindicación feminista.

 

Carmela García, fotógrafa

García explora la idea del descubrimiento, basándose en documentos que evidencien la realidad y den pie a la búsqueda. La artista inventa, crea, proyecta la realidad desde su punto de vista y quiere mostrar la utopía desde lo personal, “como si en cada uno de nosotros latiera el deseo de una utopía que, si se dan las condiciones, se desarrollará”.

Con una concepción artística muy plástica y moderna, la exposición abraza el universo femenino, con la intencionalidad de dar visibilidad al mundo de las mujeres; y sugiere que, al investigar en otras vidas, es la autora la que entiende su propia trayectoria, pues todas las historias que se relatan son un poco la suya propia.

 A.PILAR RUBIO LÓPEZ



LEONOR DE CASTRO Y JUANA DE ASBAJE

NURIA ALKORTA

En esta ocasión quiero presentaros al personaje de Leonor de Castro y con ella a su autora: la célebre dramaturga, estudiosa y poeta mexicana Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana, conocida mundialmente, en su tiempo y en nuestros días, como sor Juana Inés de la Cruz.

Leonor protagoniza su comedia de enredo titulada Los empeños de una casa, escrita y representada por primera vez en 1684 como parte de una fiesta teatral en la corte virreinal de México. Conviene apuntar que los saraos teatrales cortesanos al estilo palaciego de los Austrias consistían en la representación de una comedia de tres actos, separados entre sí por dos obritas cómicas breves tipo entremés, precedida por una loa y culminada por un baile también entremesado, o una mojiganga, como fin de fiesta. Conservamos el conjunto textual íntegro de aquella celebración teatral presidida por los virreyes don Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, y su esposa doña María Luisa, condesa de Paredes, quienes fueron grandes admiradores y protectores de la genial dramaturga mexicana.

El parecido de Leonor con Juana de Asbaje es notorio. Gracias a su personaje la poeta deja entrever algunos rasgos de su propia persona (para delicia de sus estudiosos y admiradores) y, por añadidura, expresa la situación de las mujeres en las élites de aquel tiempo, particularmente la de aquellas jóvenes hijas de familias nobles con pretensiones de preeminencia, pero sin patrimonio. Una circunstancia que sin duda era común en el México virreinal de sor Juana Inés de la Cruz, así como en el resto del continente americano, nuestra Península y otros países europeos.

Juana de Asbaje/Sor Juana Inés de La cruz

Volviendo a la obra, para entender quién es Leonor, intentaré aclarar la maraña de sucesos previos a la acción de la comedia. Don Rodrigo de Castro es un caballero noble que, aun «estando pobre», se ufana de sí mismo diciendo «que no hay sangre en Toledo/que pueda exceder» a la suya. Tiene una hija casadera, Leonor, la cual es un portento de belleza y, sobre todo, de inteligencia. Inclinada a los estudios desde niña, ahora es celebrada en la corte y en todo el país como un «milagro de discreción» y como un prodigio de la naturaleza obviando su dedicación al estudio y venerando «como infuso/lo que fue adquirido lauro». Abrumada por los anhelos amorosos de sus muchos admiradores, sin embargo, Leonor «no acertaba a amar alguno»; hasta que entre sus pretendientes apareció un joven llamado Carlos de Olmedo, caracterizado también como un conjunto humano de perfecciones, del que ella se enamora profundamente. Los dos jóvenes inician en secreto una honesta relación, pero al mismo tiempo don Rodrigo, decidido a «dar estado» a su hija, comienza a «tasar los méritos» de los que la rondan para elegir de entre ellos al más ventajoso. Conocedora de las intenciones del padre, Leonor y Carlos se fugan una noche: la misma en que da inicio la comedia. Al poner el pie en la calle son sorprendidos por unos embozados que les dan el alto y, resultando ser uno de ellos primo de Leonor, intentan impedir su fuga. Se da la circunstancia de que esa misma noche, junto a la casa de Leonor también acecha un adinerado pretendiente despreciado por la joven, llamado don Pedro de Arellano. Este, habiendo sido advertido por una criada, está decidido a impedir la huida de los amantes y, haciéndose pasar por alguaciles, él y su gente se proponen ahuyentar a don Carlos y conducir engañosamente a Leonor a casa de don Pedro, con el fin de poder enamorarla. Se trata de una descabellada idea, en realidad delictiva, que es secundada por su hermana, doña Ana de Arellano. Pero volvamos a la refriega nocturna en la calle: don Carlos hiere con una estocada de gravedad al primo de doña Leonor, al tiempo que llega el grupo de don Pedro haciéndose pasar por la Justicia. Don Carlos se ve forzado a huir y Leonor es llevada a la casa de los dos hermanos, donde esa misma noche, sin que lo sepa doña Ana, su criada Celia ha ocultado al amante despechado. El tal amante, don Juan de Vargas, viene notando la tibieza de su dama, pues ahora está secretamente enamorada de un joven que resulta ser el mismo don Carlos, el de Leonor. El embrollo de amor y celos de don Pedro, doña Ana, don Juan, don Carlos y doña Leonor, en el que también intervienen la criada Celia y el padre don Rodrigo dispara el inicio de Los empeños de una casa: cuando de noche, doña Ana y su criada Celia, de guardia, esperan a que Leonor caiga en la trampa.



La casa de los dos hermanos es, en efecto, una trampa de amor y de celos en la que acabarán cayendo todos los personajes y de la que no podrán escapar por más que lo intenten; de ahí los empeños. Las dos horas que viene a durar la comedia son un prodigioso baile de personajes dentro de una casa, persecuciones, puertas que se abren y cierran, escondrijos, tapadas y embozados, escenas de oscuridad… En suma, es una perfecta maquinaria dramática que retuerce las contradicciones de un sistema social y familiar poniendo en riesgo el amor, la vida y el honor de todos ellos.

No olvidemos tampoco que sor Juana era una gran lectora y admiradora de Cervantes y de Calderón. El poder simbólico del espacio de Los empeños de una casa nos refiere a otras «casas de los celos» como las de algunos protagonistas cervantinos, bien del entremés El viejo celoso o bien de la novela ejemplar El celoso extremeño; y, muy particularmente, como la casa de la comedia calderoniana titulada El escondido y la tapada. Tanto la comedia de Calderón como la de sor Juana muestran magistralmente cómo un mínimo de elementos escénicos (temas, localizaciones y personajes) puede lograr un máximo de acción y de conflicto, de confusión y de caos, que es en suma el caldo propio de la comedia de enredo.

Como Leonor, Juana de Asbaje mostró una prematura inclinación por el estudio desde la infancia. Como su personaje, la dramaturga fue admirada por su belleza y su inteligencia durante su primera juventud, que pasó en la corte como dama de compañía de la virreina doña Leonor, marquesa de Mancera. Episodios de aquel tiempo cortesano, tanto de un posible primer amor como de un memorable examen a su saber del que salió victoriosa, dan idea de la fascinación que causó la joven Juana y también de su peligrosa situación en palacio pues, según ella dejó dicho en algún lado, «la buena cara de la mujer pobre es una pared blanca, donde no hay necio que no quiera echar un borrón». Hasta aquí, salvando sus distancias, se traza un camino vital en paralelo con su Leonor, la de los empeños.

Con diecinueve años, doña Juana de Asbaje abandonó la vida cortesana y profesó como monja carmelita descalza en el Convento de San José, del que en breve salió por enfermedad, para al cabo de dos años, profesar la clausura definitiva en el Convento de San Jerónimo de la Imperial Ciudad de México. Allí pasó el resto de su vida dedicada a la oración, al estudio y a la creación literaria hasta su prematuro fallecimiento a causa de una pestilencia infecciosa que asoló la ciudad y se adueñó del convento de las Jerónimas. Como bien hemos aprendido en nuestros días, semejante a otros muchos hoy, también sor Juana se contagió asistiendo a sus hermanas enfermas.

Firma de Sor Juana Inés de La Cruz

Su creatividad poética e intelectual se derramó prolífica en una vida de clausura que no excluyó la humana comunicación e intimidad con personas ajenas al convento: ya en las tertulias que sor Juana mantenía quedando ella detrás de la reja, o ya en las visitas más cercanas de su confesor el jesuita Antonio Núñez de Miranda (con altos y bajos en su relación) y de su gran y siempre leal amiga la virreina doña María Luisa, condesa de Paredes.  Fue ella, la condesa, quien a su regreso a la corte española mandó imprimir en Madrid la obra poética de sor Juana, y, gracias a este empeño editor, logró la admiración de sus coetáneos españoles a sor Juana Inés de la Cruz, Décima musa y prodigioso Fénix americano.

Conocidos son los trastornos que padeció a causa de su Carta atenagórica, escrita a petición del cardenal de Puebla para rebatir las razones teológicas del jesuita Antonio Vieira, y la posterior Respuesta a sor Filotea de la Cruz. Reveses tan traídos y llevados para explicar su realidad de mujer, poeta y monja en el mundo de su tiempo y en el seno de la Iglesia.  Sor Juana Inés, también en esa ocasión, se enfrentó a su condición y a los límites de su circunstancia, siendo ella misma vivo ejemplo de sus versos: «claro honor de las mujeres, / de los hombres docto ultraje,/que probáis que no es el sexo/de la inteligencia parte». Padeció, resistió y trascendió. Por eso, personalmente, atesoro estas palabras suyas: «Para el alma no hay encierro/ni prisiones que la impidan,/porque solo la aprisionan/las que se forma ella misma».

NURIA ALKORTA

EL EMPEÑO DE NURIA ALKORTA POR MONTAR LOS EMPEÑOS DE UNA CASA, CON ALUMNOS DE LA UNIVERSIDAD DE WISCONSIN-MADISON, DONDE FUE PROFESORA VISITANTE DURANTE EL CURSO 2020, EN LO LO PEOR DE LA PANDEMIA COVID EN EE.UU.








YO NO SIENTO ENVIDIA

LIDIA ANDINO 

El sufrimiento neurótico es el modo que tenemos de defendernos de ese dolor intolerable que comporta la existencia para todo ser humano (parlante, deseante, sexuado y mortal), como respuesta al vacío y a la incertidumbre de su propia identidad y posición en el mundo. Un sufrimiento en el que destaca la pasión ciega y estructural de la envidia; definida por la RAE como tristeza o pesar del bien ajeno.

En la tradición cristiana la envidia aparece como uno de los siete pecados capitales. La vemos representada en la mortal disputa entre Abel y Caín, hecho del que resulta la expresión: “la furia de Caín” para designar las malvadas intenciones del envidioso que lleva  en este caso a un desenlace fatal.


Haciendo una recapitulación histórica -en todas las lenguas, desde las primitivas hasta las indoeuropeas, arábigas, japonesas y chinas- hay un amplio consenso que reconoce la condición envidiosa de los seres humanos y la radical malignidad de este sentimiento. El verbo que dio origen a la palabra envidia es invidere que se traduce como “mirar con malos ojos”, “ver negativamente” o “mirar con hostilidad”.

En lo que se refiere a la verdadera función del ojo como órgano, es propicio señalar aquí la universalidad del mal de ojo, el ojo voraz, el ojo malo. En cambio, llama la atención las pocas huellas que encontramos de un ojo bueno, de un ojo benéfico. El ojo entraña la función mortal de estar dotado de un poder que va más allá  de la visión nítida, así se le atribuyen poderes de acarrear enfermedad y desventura. ¿Habrá una mejor imagen de ese poder que la envidia?


Podemos decir que suele provocarla la posesión de bienes que quizá no tendrían ninguna utilidad para quien los envidia y cuya verdadera naturaleza ni siquiera sospecha. Hace que quien la padece se ponga pálido. ¿Ante qué? Ante la imagen de una plenitud que supone, porque eso que el otro posee puede ser aquello que -ante mis ojos- lo satisface, lo completa (el ascenso de mi compañero, el coche nuevo de mi vecina, etc).

En la envidia se desea estar en el lugar que ocupa el otro eliminándolo, o bien, destruir eso que posee y que tanto nos amarga suponer que lo colma. Pero nada de esto sucedería si el otro no existiese o no tuviese esos bienes. Si los poseemos nosotros son un valor; si los posee otro lo vivimos como una carencia insoportable.

 

Volviendo a nuestra vida cotidiana, se trata de un sentimiento que suele cursar de manera inconsciente y sólo se nos muestra en sus efectos (cuando al pasar y “sin querer” rayamos el coche nuevo de la vecina…). Esto es lo que expresamos cuando decimos “ yo no siento envidia”. 

Muchas impotencias, inhibiciones e incapacidades en el amor, en el trabajo, en los estudios, se deben a la gran energía vital y tiempo que malgastamos en este sentimiento que normalmente “no sentimos”. 

LIDIA ANDINO 
Psicoanalista









MARÍA LAFFITE

Condesa de Campo Alange

MARÍA LUISA MAILLARD

A diferencia de otros países europeos, los españoles han sido históricamente rácanos a la hora de reconocer a sus personajes ilustres. Con frecuencia éstos han empezado a ser considerados a raíz de la admiración que lograron despertar fuera de nuestras fronteras. Valga como ejemplo los casos de Cervantes y de Calderón de la Barca. Después del éxito obtenido en Europa por Don Quijote durante el siglo XVII, leído como un cómico libro de caballerías, son los escritores ingleses los que en el siglo XIX empiezan a subrayar la importancia de Cervantes como creador de la novela moderna. ¿Y qué decir de Calderón, redescubierto por el romanticismo alemán y que gozó de la admiración, entre otros de Goethe y Wagner?

Las mujeres, a la hora de recuperar nuestra memoria, no deberíamos mimetizar el camino de nuestros compañeros varones, hay veces en que la igualdad no es el camino más aconsejable. Esta introducción viene a cuento del olvido en que la memoria feminista tiene a María Laffite, condesa de Campo Alange, como firmaba muchos de sus libros, pionera del feminismo de la diferencia, y cuyo libro La secreta guerra de los sexos, aparece en 1948, un año antes que El segundo sexo de Simone de Beauvoir. Libro éste, inspirador del feminismo de la igualdad, triunfante en los años 70, y que sigue hoy vigente en la política y muy presente en la mentalidad colectiva de las mujeres actuales.

 


María Laffite nació en Sevilla en 1902, contrajo matrimonio a los 20 años con José Salamanca, conde de Campo Alange y a los 24 años tenía ya tres hijos. Como comenta con desparpajo su amiga Lili Álvarez: “Empezó por tener cuatro hijos y luego se puso enseguida a hacer cosas”. “El estupor de la maternidad”, que diría Ortega, no mermó, sino que acrecentó su curiosidad intelectual y artística. Durante su estancia en París, a resultas de la Guerra Civil española, decide cultivarse y asiste todos los días desde las ocho de la mañana a clases arte, visita museos por la tarde y decide dedicarse a la pintura, aunque pronto abandona ese camino, al darse cuenta de que sus trabajos no alcanzan la excelencia. Sin embargo, a raíz de los conocimientos acumulados publica dos importantes libros: en 1943 una biografía de María Blanchard, amiga de Juan Gris y Diego Rivera, pionera de las vanguardias artísticas y otra de las grandes mujeres olvidadas; y en 1953, en Revista de Occidente, De Altamira a Hollywood.

 

A su regreso a Madrid forma parte de la “Academia Breve de Crítica de Arte”, fundada por Eugenio D’Ors y se relaciona con el círculo de Ortega y Marañón. Pronto su interés se centra en los estudios feministas y en los cambios que se estaban produciendo respecto a la situación de la mujer en el siglo XX. La fecha de 1948, en plena dura posguerra ideológica y económica del franquismo, es una fecha cuando menos osada para sacar a la luz La guerra de los sexos, editado por Revista de Occidente. Antecedente de El segundo sexo, María de Campo Alange coincide con Simone de Beauvoir en una crítica demoledora de la época del patriarcado. Valga como ejemplo esta reflexión: “El hombre ha luchado ferozmente, denodadamente, por apartar a la mujer de la gigantesca obra cultural, aún por realizar. Presentía en la mujer un distinto criterio, una visión del mundo que a él no le acomodaba. La guerra de los sexos se comporta en este aspecto de forma implacable”. Remontándose a los orígenes, Campo Alange profundiza en las características del matriarcado y cómo fue derrotado por el patriarcado de forma aplastante, sin ninguna concesión a las vencidas. Especialmente, señala, respecto a la mujer destinada al hogar, que debía permanecer inculta y alejada de toda comunicación espiritual con el hombre. La faceta del ser humano, que ella denomina la “maternidad psíquica o íntegra”, un abrirse a todo lo creado, más propia de la mujer que del hombre, puesto que la mujer crea vida, fue reducida a una “maternidad animal, triste y automática”. Las aptitudes y conocimientos dimanantes de la peculiaridad de la mujer, aquellos que María Zambrano denomina “los saberes del alma” fueron invertidos en servicio del varón: la abnegación convertida en sumisión; la intuición revertida en infantilismo e ignorancia. El hombre eliminó el elemento positivo de lo femenino, no sólo de la mujer, sino también de él mismo, porque todos participamos, en desigual medida, del elemento masculino y femenino.

 


Cuando la mujer se “emancipa” y entra en el mundo históricamente acotado por el varón, ese mundo ya está hecho. Dice Campo Alange. Las grandes épocas de la originalidad han pasado, sigue diciendo con una visión profética. Sólo queda la máquina, la tecnología. Todo lo demás está ya formado: la economía, la justicia, el estado y la utopía tienen nombre masculino, y la mujer decide integrarse, asumiendo esa tradición, porque ¿quién es ella?, se pregunta nuestra protgonista, ha olvidado su tradición, su peculiar sabiduría y ahora sólo quiere mimetizarse en igualdad con el varón en el mundo que él ha creado, renegando incluso del cuerpo que la define, como hace Simone de Beauvoir. El cuerpo social es en la actualidad, sigue diciendo la autora, únicamente varonil; pero no humano, no integral, porque no está constituido por las dos tendencias que lo constituyen —masculino-femenino— y no cabe equilibrio social, en el seno de una fórmula unilateral.

 


María Campo Alange, aunque incursione en otros terrenos, ya no abandonará el del feminismo. En 1960, después de haber finalizado el libro La mujer en España: cien años de su historia, decide que había que pasar a la acción. Era urgente poner en marcha el proceso de integración de la mujer en la vida activa del país, que había sufrido una paralización si no un retroceso. Así constituye, con la ayuda de Lilí Álvarez y un reducido grupo de mujeres universitarias: María Salas, Consuelo Berges, Elena Catena, María Telo, y Concepción Borreguero el Seminario de Estudios Sociológicos sobre la Mujer (SESM), que dirige de 1960 a 1980. En ese periodo el trabajo conjunto se traduce en artículos como “Habla la mujer”, una encuesta entre la juventud, publicado en Cuadernos para el Diálogo, en la intervención en debates públicos y en la publicación de cuatro libros: La mujer como mito y como ser humano; La mujer española: de la tradición a la modernidad; Mujer y aceleración histórica; y Diagnosis sobre amor y sexo.

 


Aún tuvo tiempo para escribir un libro de relatos La flecha y la esponja, una biografía documentadísima sobre Concepción Arenal, una mujer cuya obra admiraba, y dos relatos autobiográficos: Mi niñez y su mundo y Mi atardecer entre dos mundos. Fue vicepresidenta del Ateneo y miembro de la Academia de Buenas Letras de Sevilla. María Laffite, condesa de Campo Alange, fallece en 1986, pero como señaló su amiga Consuelo Berges en su obituario, nos dejó “una obra interesante, singular y muy diferente de la publicada por los demás escritores importantes de nuestra posguerra”. Y, añadimos: una reflexión sobre la mujer y el feminismo, que deberíamos valorar y recuperar para el debate.

MARÍA LUISA MAILLARD

  







Ilustración de cubierta: Elena G. del Pino, Autorretrato




ACACIA
MARÍA LUISA MAILLARD, Eila Editores, Madrid 2021


NATALIA VELASCO

Acacia lleva semanas conmigo, me sorprende en el autobús cuando voy a trabajar, en la carretera cuando paso por el polígono de Hontoria, en el silencio de mi habitación antes de acostarme. Creo que no hay mejor termómetro para valorar lo que te ha gustado una novela. Cuando ves una película o una obra de teatro, cuando lees un libro o escuchas una canción, si sus protagonistas invaden tu rutina diaria y te acompañan durante días como si fueran confetis lanzados al aire, entonces, podremos decir que ha merecido la pena. Esa es la función de la literatura, de la pintura, de la expresión artística, ampliar los horizontes de tu vida, enseñarte a mirarla con otros ojos, habitar contigo la existencia modificada una y otra vez.

Acacia es joven, alta y fuerte como el árbol que representa, capaz de crecer en el desierto. Una mujer a la que le gusta tocar el harpa y que por su singularidad es juzgada de extraña por la familia. Sin embargo, en la universidad, Acacia llama la atención de Hugo, líder de los estudiantes que anda envuelto en enredos políticos y juveniles y que presume de ella como si se tratara de la dama de la Casa Blanca, a pesar de no hacerle partícipe de sus andanzas. Sin embargo, cuando los asuntos políticos se enturbian y Hugo enferma, los amigos buscan a Acacia para que recupere documentos que este guarda en su ordenador y que pueden salir a luz y perjudicar al grupo. Es entonces cuando Acacia, que tenía preparado un viaje a Vietnam, se ve obligada a suspenderlo porque su mejor amiga le da la espalda. Ella no cede ante la presión del grupo, se niega a robar documentos que no le incumben y empieza un viaje de reencuentro consigo misma y su propia identidad por tierras gallegas. Allí, se topa con Pedro, otro viejo compañero de la universidad, que siempre había estado enamorado de ella, pero que no sabe conquistar a la mujer que finalmente vuelve a Madrid, a la casa paterna, para acercarse al padre, hacerse amiga de la cuidadora ecuatoriana y tomar las riendas de su existencia sin complejos. Acacia es una mujer libre, que lejos de abandonar a su progenitor a la más sórdida vejez, se instala en el hogar paterno y recupera su pasión por la música y por la literatura. Un viaje a la inversa, poco propicio del siglo XXI y, sin embargo, muy coherente. Pedro escribirá la historia, que entregará años más tarde, cuando el pasado duele menos, a su amigo escritor, en una noche de confidencias rociadas de alcohol.

Maillard, con una prosa límpida y filosófica, describe el desencanto de estos “hermanos pequeños de los rebeldes antifranquistas”, que no consiguieron formar parte de aquella época en la que la palabra escrita tenía un valor sagrado. Las reflexiones de los personajes y del narrador invitan al lector a repensar el presente: “el esfuerzo ha abandonado el terreno del pensamiento y ha quedado relegado a la práctica de los instrumentos musicales clásicos y a la alta competición”. Sus metáforas, “recuerdos que parecían un grumo en su memoria”, nos deslizan por una historia corriente, con situaciones comunes que podemos aplicar a nuestro tiempo y que no restan fuerza al caso particular que vamos descubriendo. Un viaje, donde la honestidad tiene como recompensa el éxito.

NATALIA VELASCO







EL COLOR DE TU NOMBRE
ARA DE HARO. La esfera de los libros, Madrid, 2021

MARÍA LUISA MAILLARD 

Ara de Haro, pseudónimo literario de Amparo Serrano de Haro, es una escritora de raza. Y eso se aprecia en cuanto comenzamos a leer el relato que escribe Nieves, la protagonista de la novela, recogiendo en primera persona las impresiones de un personaje estrambótico y libre, llamado simplemente Kay, inspirado en la pintora Lee Krasnner: “Mi nombre es Kay. Como Kansas, el Estado norteamericano en que nací. Pronto se desechó el Katherine de mi pila bautismal como una fantasía de un solo día, un exceso innecesario”.

Ara de Haro no es sólo una escritora dotada, sino también una experta en Historia del Arte, específicamente en la época de las vanguardias artísticas y una feminista combativa. Son las tres vertientes de su personalidad que sostienen el hilo de esta narración. En el arranque de la novela, Nieves, una mujer de mediana edad “malmaridada”, busca una salida a su vida, aparentemente cómoda y privilegiada, pero lanceada por la frustración, en la escritura. Acude a ver a su amiga Yolanda Hernández, quien tiene un puesto importante en una editorial, y ésta, después de desechar sus relatos, le encarga la autobiografía de Kay, centrada en la relación con su famoso marido, John Storn, inspirado en el mítico pintor del expresionismo abstracto Jackson Pollock, que deslumbró en los años 50 con su técnica de “chorrear pintura” (dripping).

 

Lee Krasner

Esta es la estructura de la novela: la narración transcrita en primera persona de una mujer independiente, desclasada y estrambótica, que aprende ya de niña el lenguaje de los colores; intercalada con la de su amanuense, Nieves, quien, conforme va avanzando en la escritura sobre el personaje, se va liberando de sus ataduras y, con todas sus contradicciones a cuestas, comienza una nueva vida. Sin duda, el personaje de Kay no nos deja indiferentes. Una mujer, con un físico peculiar, en la que su personalidad y su obra aparecen indisolublemente unidas. Se muestra tremendamente erótica, dispuesta a satisfacer su deseo sin ningún tipo de culpa. Aunque viva en pareja, no puede evitar saciarse con otros hombres. Ese erotismo se vuelca en la violencia y ferocidad de su pintura. Desde niña ha optado por el color, al que vuelve, después de un aprendizaje de la forma que finalmente desecha. Entiende que el lenguaje figurativo es una jaula mental, la máscara con la que el mundo se disfraza, mientras que el color es el alma del mundo. Ella además vive voluntariamente en el caos, porque el caos es la verdad, aunque en ocasiones, le cuesta trabajo asumir sus contradicciones. Su enamoramiento de John, fue el enamoramiento de su obra. Ella no había visto nada semejante y lo besó intentando robar el aliento del elegido de los dioses. Una vez casados, se dedicó a promocionar su obra, relegando la suya. Según le dijo a Nieves, para ella era tan importante ser reconocida como pintora como haber sido la mujer que supo seducir a John Storn.

 

Combat, 1965, Lee Krasner

Lógicamente, los personajes masculinos son los que salen peor parados de este minueto, de dos mujeres. El marido de Nieves, quien nunca la satisfizo sexualmente, se convierte en su imaginario en “un filete”, que acaba cobrando vida y sacando sus garras cuando tiene una amante y propone a su mujer un divorcio amañado “por abandono de hogar”. El difunto marido de Kay tiene un comportamiento aún peor. Después de que ella, siendo ya una pintora reconocida y con contactos, abandonase prácticamente la pintura para apoyar la carrera de su joven y desconocido marido, éste, no sólo se apropia de sus cuadros, sino que, ante el embarazo de ella, se busca una amante, provocando el aborto de su mujer. En el libro se deja traslucir que las últimas obras del famoso pintor son en realidad fruto del pincel de Kay.

No sabemos qué hay de verdad en el relato de la relación de Lee Krasner y John Pollack en la que está inspirada la novela. Sí sabemos que, en su momento, John Pollack, alcohólico reconocido, fue mucho más famoso que su mujer, que ella no pintó o pintó poco durante su matrimonio y que fue reivindicada en los años 70 a raíz del ascenso del movimiento feminista. Hoy ocupa un lugar de honor en los museos más importantes del mundo, siendo la única mujer a la que se dedicó una retrospectiva en el MOMA. En 1920 el Museo Guggenheim siguió su estela y expuso la obra de Krasner. Debemos pues leer la novela como un relato ficticio en el que la autora se demora en la dificultad de la relación entre los sexos, en las trampas del amor y en el misterio de la creación. Subraya de forma especial la incapacidad del hombre para comprender la valía de una mujer inusual, fuerte y creadora, que no por ello deja de seducirlo. En este proceso de desencuentros nos vamos adentrando sin sentir en algunas de las claves del arte contemporáneo. Muy recomendable.


MARÍA LUISA MAILLARD
 



DÍA INTERNACIONAL DE LA POESÍA

ROSARIO HERRERA GUIDO

El concepto de creación es muy amplio [...]
todo lo que es causa de algo [...]
pase del no ser al ser es ‘creación’ [...]
todas las actividades que entran en la esfera
de todas las artes son creaciones
y los artesanos de estas, creadores o ‘poetas’ [...]
Pero, sin embargo sabes que no se les llama poetas [...]
que del concepto de creación se ha separado una parte,
la relativa a la música y al arte métrica [...}
‘Poesía’ se llama tan solo a esta,
y a los que poseen esa porción de ‘creación’, ‘poetas’. 

Platón, El banquete, o del amor.


LA POÉTICA

En griego, ποίησις (poíesis) es la dimensión más vasta de la creación, poesía en sentido específico, y ποιητής (poietés), creador o poeta. Poíesis para Aristóteles es lo verosímil (εικος). En palabras de Aristóteles: “Esto es verosímil, teniendo en cuenta lo que dice Agatón: es verosímil que muchas cosas ocurran en contra de la verosimilitud” (Aristóteles, “Poética”, Obras, Madrid, Aguilar, 1973:95).

Así reconocemos en Octavio Paz que: “lo poético no es algo que está fuera, en el poema, ni dentro, en nosotros, sino algo que hacemos y que nos hace” (Paz, El arco y la lira, México, F.C.E., 1979:168). Pues lo poético, según Paz, abarca la creación y auto-creación del universo. La naturaleza y la cultura forman un todo. Pero sólo los actos que desgarran el tiempo progresivo de la duración y la historia con el instante son poéticos. En lo poético adviene la otra voz que irrumpe en el poema o en la obra de arte, con un decir inesperado, algo que no había sido dicho o acontecido, que cuestiona al yo moderno como autor, que se aliena en su obra, y abre la dimensión colectiva y anónima del arte.

Por ello, Roger Munier, traductor al francés de El arco y la lira de Paz, susurra: “El arco y la lira es […] más que un ensayo sobre la poética, es una meditación sobre la condición humana, sobre eso otro que nosotros mismos somos y que la poesía nos revela por instantes” (Munier, “L’arc et la lyre”, Octavio Paz ou la raison poétique, París, Blandin, 1991:51).

 

EL POEMA

Les recuerdo que Ramón Xirau, el filósofo español, naturalizado mexicano canta: “El poema es cuestión de vida y es cuestión de muerte porque el ritmo es el hombre mismo manándose” (Ramón Xirau, Poesía y conocimiento, México, Joaquín Mortiz, 1978:196-197). Porque el poema busca fijar el poder poético, las imágenes fugaces del mundo, sin alcanzar el último sentido. Y el mismo Octavio Paz advierte que en el poema: “[...] las frases de alinean una tras otra sobre la página y al desplegarse abren un camino hacia un fin provisionalmente definitivo” (Paz, El mono gramático, Barcelona, Seix Barral, 1974:56).

El poema se resiste a la interpretación, pues es un eco de eco que no quiere ser concepto. Aunque el poema aspira a una verdad más extensa que el concepto, ya que ante la imposibilidad de decir y aprehender el ser, se resigna a ser poema: “fugaz alegoría de los nombres verdaderos” (Paz). De modo que “[...] La poética más que un sentimiento es un trabajo al interior del lenguaje, es un proceso de construcción-denominación de lo real” (Javier González, El cuerpo y la letra, México, F.C.E., 1990:206).

“Lo que caracteriza al poema, es su necesaria dependencia de la palabra tanto como su lucha por trascenderla” (Paz, El arco y la lira, México, F.C.E., 1979: 185). De lo que se desprende que el poema moderno evoca el lenguaje original que quiere decir el mundo, cantar al ritmo del tam-tam. Como lo sugiere Roger Munier: “La célula del poema es la frase poética. Pero a diferencia de la prosa, la unidad de la frase [...] no es el sentido o la intención significante, es el ritmo” (Mounier, “L’arc et la lyre”, Octavio Paz ou la raison poétique, París, Blandin, 1991:52). 


LA POESÍA

Ante el acaecimiento más indefinible, Octavio Paz sólo musita: “La poesía pone al hombre fuera de sí y, simultáneamente, lo hace regresar a su ser original: lo vuelve a sí. El hombre es su imagen: él mismo y aquel otro. A través de la frase que es ritmo, que es imagen, el hombre, ese perpetuo llegar a ser, es. La poesía es entrar en el ser” (Paz, El arco y la lira, México, F.C.E., 1979:113). Una experiencia con la verdad de lo posible y de lo imposible, ya que es permanente deslizamiento de sentido que aspira a tocar lo sublime, en el sentido más kantiano: “lo grandioso, comparable a las pirámides de Egipto o el cielo estrellado”.  

La poesía acerca singularidades opuestas sin anular su singularidad. Lo mismo hace la ciencia, pero las empobrece al mutilar su peculiaridad. La poesía es el corazón de la imagen poética que desafiando el principio de no contradicción, canta a través de San Juan de la Cruz “una música callada”,  un oxímoron, un nuevo ser que no existía. Por ello la poesía lleva a su máxima tensión a la imagen poética a través de la analogía: “transparencia universal: en esto ver aquello” (Paz, El mono gramático, Barcelona, Seix Barral, 1974: 137).

La poesía es conocimiento. Este es el heraldo de El arco y la lira. La poesía nos inscribe en el mundo; es creación de conocimiento, de nuevos sentidos y otros seres. La poesía se cuela por las fisuras del pensamiento racional discursivo y se disputa la verdad. Pero la poesía pretende alumbrar el mundo antes que comprenderlo y explicarlo (para ponerlo a la luz y hacerlo nacer). La poesía, antes que someterse al pensamiento conceptual de la estética, es poética: aparición simultánea del hombre y el mundo. La poesía aborda una dimensión trágica censurada por la ciencia: la locura, la muerte, el sueño, el dolor, la pasión, el temor y el erotismo. La poesía es revelación, oráculo de nuestro destino trágico. Tal vez la poesía cura de la existencia, como la elevación mística, pero sin renunciar a la vida ni esperar la inmortalidad.

 

EL POETA

Desde Aristóteles, “poeta es sólo aquel que percibe las relaciones entre todas las cosas (Aristóteles, “Poética”, Obras, Madrid, Aguilar, 1973:100). Y es atravesado por la voz de la cultura y el pueblo: “La poesía, el más infalible heraldo, compañero y seguidor del despertar de un gran pueblo que se dispone a realizar un cambio de opinión y las instituciones. En tales períodos hay una acumulación del poder de comunicar y recibir intensas y apasionadas concepciones respecto del hombre y la naturaleza” (Percy Shelley, Defensa de la poesía,  Barcelona, Península, 1986:65).

El poeta es el maestro de la analogía que capta la: “Analogía, transparencia universal, en esto ver aquello, más aún, esto es aquello” (Paz, El mono gramático, Barcelona, Seix Barral, 1974:137). Porque “[…] el decir del poeta es un acto que no constituye originalmente, al menos una interpretación sino una revelación de nuestra condición” (Paz,  El arco y la lira, México, F.C.E., 1979:148). El poeta es el que baja al abismo tras las huellas de los dioses que se han ido, a riesgo de regresar demente, que no es quien ha perdido la mente sino el que vaga por otros caminos (Martin Heidegger).

El Poeta experimenta que el aprendizaje de la vida debe dar, al mismo tiempo conciencia de que la ‘verdadera vida’, según Rimbaud, no está en las necesidades utilitarias sino en el propio desarrollo y en la calidad poética de la existencia, que para poder vivir cada uno necesita, lucidez y comprensión y, las capacidades humanas. (Edgar Morin, La cabeza bien puesta, Buenos Aires, Nueva Visión, 2002:56-57).

El poeta filósofo, el filósofo poeta, como Platón o Schopenhauer, para quienes la filosofía era música, aunque comprometido con la  exigencia conceptual, debería acceder a la elegancia poética e la escritura, como Parménides, San Agustín, Friedrich Nietzsche, Albert Camus, Jean Paul Sartre, Martin Heidegger y Michel Foucault, con sus poemas, diálogos, aforismos, ditirambos a Dioniso, novelas, entrevistas (Eugenio Trías, Pensar en público, Madrid, Destino, 2001:341-345).

ROSARIO HERRERA GUIDO
Integrante del Registro Nacional de Escritores
de Conaculta, México (desde 2016).
Universidades de Querétaro y Guanajuato, México.



SUSI TRILLO



VANESA MARTÍN


UNA NUBE BLANCA - PREMIOS GOYA 2021





LES ESPERAMOS EL PRÓXIMO MES!!

MIENTRAS TANTO, CUÍDENSE. 

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