EL PASADO 10 DE NOVIEMBRE, INÉS ALBERDI (COLABORADORA HABITUAL DE ESTE BLOG), RECIBIÓ DE MANOS DE S.M. EL REY FELIPE VI, EL PREMIO NACIONAL DE SOCIOLOGÍA 2019.
María Teresa Fernández de la Vega Sanz, presidenta del Consejo de Estado. |
LAUDATIO DE MARÍA TERESA FERNÁNDEZ DE LA VEGA A INÉS ALBERDI, PREMIO NACIONAL DE SOCIOLOGÍA 2019.
Majestad, Sr. Presidente del CIS, Autoridades, Señoras y Señores, amigas y amigos, querida Inés.
Tengo
que comenzar diciendo que es un honor inmenso para mí estar hoy aquí,
realizando la Laudatio de Dª Inés Alberdi Alonso, catedrática y Premio Nacional
de Sociología 2019. Un premio merecidísimo para la que ha sido en España
pionera y maestra en Sociología de Género.
Este
acto es una reivindicación del valor de la Sociología, pero es, sobre todo, un
reconocimiento a una persona que ha realizado a lo largo de su brillante
carrera una valiosísima aportación a la sociología y a lo largo de su vida ha
contribuido de manera decisiva a la promoción de la igualdad entre los hombres
y las mujeres. Su legado, que sigue acrecentándose, es ENORME.
La
Universidad Complutense ha sido una constante en su vida. Allí se licenció en
Ciencias Políticas y Económicas, allí fue donde realizó su Doctorado en
Ciencias Políticas y Sociología, que obtuvo en 1978, y allí ocupó una Cátedra
del Departamento de Sociología Aplicada desde 1991, tras un breve paso por la
Universidad de Zaragoza.
Su
carrera académica la llevó también fuera de España. Fue Profesora Visitante en
la Universidad George Washington en dos períodos (1978-1980 y 1988-1989).
A
lo largo de su carrera investigadora ha publicado innumerables trabajos. Su
artículo más reciente está dedicado a la Historia del Feminismo y fue publicado
en la Revista de Occidente en 2020. Se puede decir, con toda justicia, que
ella, Inés Alberdi, forma ya también parte de la Historia del Feminismo en
nuestro país.
Destacan
sus trabajos sobre la familia, sobre la igualdad en el seno del matrimonio,
sobre la situación de las viudas. Ella fue la primera que analizó en
profundidad la transformación de las familias en España y sus consecuencias
sobre las mujeres en todas las edades. Estudió los cambios en los roles
familiares y domésticos, la situación de las parejas jóvenes, el impacto del
trabajo remunerado en la vida familiar.
Ella
comprendió y supo ver las consecuencias que iba a tener, la incorporación
masiva de las mujeres al mercado laboral, sobre la familia y sobre la sociedad.
Sus trabajos, en esta línea de investigación, son imprescindibles.
Los
temas que Inés Alberdi ha analizado en su obra científica son apasionantes. Ha
estudiado y diseccionado el concepto de amor romántico. Ha analizado los
modelos matrimoniales, el poder de las mujeres en las instituciones públicas.
https://drive.google.com/file/d/1bLIVA_86Emctt4Jo_UcnCNwAfJwUPeu9/view?usp=sharing
DISCURSO
DE AGRADECIMIENTO
DE INÉS ALBERDI
Majestad,
ministro de la Presidencia, presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas,
presidente del Patronato del Museo del Prado, colegas, amigas y amigos
Muchas gracias. Me siento muy contenta, muy agradecida y, también, abrumada por este premio.
Gracias
a los miembros de jurado que me han situado junto a los colegas de Sociología y
Ciencia Política, que han obtenido anteriormente este premio.
Que
lo entregue el Rey es un honor añadido, porque refleja el interés que la corona
tiene por nuestra profesión.
Este
premio es importante para mí porque respalda una trayectoria en la que he
podido unir mis preocupaciones profesionales con mi compromiso político.
He
tenido la suerte de trabajar en la sociología en unos años en los que nuestro
país empezaba a cambiar y los sociólogos ayudaban a diseñar la nueva sociedad
democrática que hemos construido entre todos. Y muchos de nosotros, hemos
puesto un interés especial en que ese cambio incorporara las ideas de igualdad
entre los hombres y las mujeres que surgieron a nivel internacional en los años
setenta y coincidieron con la transición política a la democracia.
Puedo
decir que la Fortuna me ha favorecido. Primero con la familia y luego por la
universidad. Nací dentro de una familia numerosa: mis padres daban una
importancia enorme a los estudios y consiguieron que todas sus hijas fueran a
la universidad. En mi generación eso no era habitual, incluso en familias acomodadas.
La
universidad significó mucho para mí. Allí, por el año 68, me hice feminista. Empezamos
a protestar por la discriminación de las mujeres, a exigir oportunidades de
trabajo y pelear por la libertad sexual.
Pertenezco
a una generación que luchó por transformar nuestro país y que ha vivido para
ver el cambio. Y es una gran suerte haberse dedicado en estos años a la Sociología.
Gracias
a la sociología he podido unir mi trabajo con mi conciencia feminista. Declararse
feminista hace unos años era algo arriesgado. Felizmente ya no es así, porque
se ha comprendido que el feminismo no es nada más, y nada menos que la defensa
de los derechos de las mujeres. De todas las mujeres, porque el feminismo es
internacional. Frente a los intentos de levantar fronteras, el feminismo es un
ejemplo de solidaridad global. Como escribió Virginia Woolf “como mujer no
tengo país, mi país es el mundo entero”
Quiero
añadir otros agradecimientos. Me casé muy joven y he podido tener una relación
igualitaria con mi marido, Miguel Ángel, pues ambos empezamos la carrera
profesional a la vez y desde cero. Hemos querido trasmitir a mi hijo Diego y a mi
hija Alicia la idea de equilibrio entre la familia y el trabajo, tanto para los
hombres como para las mujeres; espero que lo hayamos logrado. A los tres les
debo mucho, pues siempre me han apoyado en mis actividades.
También
debo agradecer a mi madre, Lucía Baralides, el aprendizaje de la perseverancia.
Y a mi padre, a mirar el futuro con optimismo y a seguir adelante, como decía en
euskera beti aurrera.
Por
último, quiero dedicar este premio a las mujeres con las que he trabajado por
la igualdad. Y a las profesoras de las universidades españolas que han
introducido los estudios de género en todas las especialidades. Este premio es
un reconocimiento a todas ellas. Hemos conseguido que el estudio de las
relaciones de igualdad o desigualdad entre los hombres y las mujeres, se
considere un saber que ayuda a comprender la sociedad.
Y
también, quiero recordar a las mujeres que lucharon antes que nosotras, que nos
fueron abriendo el camino. Unas muy famosas, como Emilia Pardo Bazán o Clara
Campoamor y otras, muchas más, anónimas luchadoras en su vida cotidiana,
apoyando a sus hijas para que alcanzaran lo que ellas no pudieron tener.
Podemos
decir que estamos llegando a lo que Concepción Arenal escribió, con optimismo, La mujer del porvenir. Porque creo, con Carmen de Burgos, que “las mujeres
españolas se han ganado el porvenir”.
SALE A LA LUZ EL LIBRO
SOBRE MARÍA ZAMBRANO DEL QUE ES ILUSTRADORA Y COAUTORA, CON AMPARO ZACARÉS PAMBLANCO, NUESTRA COMPAÑERA DE AMMU, ROSA MASCARELL. SE PRESENTÓ EN EL
CENTRO GENERACIÓN DEL 27 DE MÁLAGA.
Amparo Zacarés Pamblanco y Rosa Mascarell, compañera de AMMU |
MARÍA ZAMBRANO
FILÓSOFA DE LA
GENERACIÓN DEL 27
AMPARO ZACARÉS y ROSA MASCARELL DAUDER (socia de AMMU)
El
6 de febrero del 2021 se cumplieron 30 años del fallecimiento de María Zambrano
(Vélez-Málaga, 1904 - Madrid 1991). Fue Premio Príncipe de Asturias (1982) y
Premio Cervantes (1989). Permaneció en el exilio de 1939 a 1984 debido a su
vinculación y compromiso político con la II República.
En
este libro queremos reafirmarla como La filósofa de la Generación del 27,
porque su reivindicación de la razón poética supuso un giro epistemológico y
estético en el pensamiento español del siglo XX. A pesar de ello, su
pensamiento permaneció sumergido e invisibilizado: las palabras de la
antropóloga y arqueóloga Laurette Séjourné, a quien va dedicada La tumba de
Antígona de María Zambrano, podría aplicarse a la propia Zambrano: “He
sentido la angustia de la imposibilidad de poder comunicar, alguna vez, lo que
yo descubro..., y me ha dolido la esterilidad de todo mi trabajo.”
Zambrano
se sintió muchas veces así, pero persistió en su escribir y al final ha sido
reconocida su voz. Alguna vez soñó sentirse como Antígona, encerrada en su
tumba, alguien le quiere dar la llave que abra la puerta, pero ella no la
alcanza, está en otro plano distinto, en otra dimensión temporal. Quizá esa
llave está ahora en nuestras manos y somos el eco de la voz de la filósofa,
somos quienes podemos redimir ese dolor por “la esterilidad de todo mi
trabajo”. Pero para ello hay que transformar la sociedad, transformar las
relaciones de poder apoyándose en tres pilares: ocupando el espacio, teniendo
voz que se escuche y sacando a la luz a nuestras referentes silenciadas.
En
Madrid, recibió María la visita de la escritora francesa Séverine Auffret, le
presentó otra figura olvidada: Melanipa, “Melanippe la philosophe”, la obra de
Eurípides que prácticamente desapareció, de hecho, solo han perdurado unos
fragmentos. En el momento en el que el teatro era una mezcla de mito y
argumentación, de poesía y filosofía, cuando todavía se estaban construyendo
los referentes de lo que después sería la filosofía, una figura de mujer se
enfrentaba a la ley del padre: Melanipa. Fue silenciada por la tradición,
condenada por Aristóteles en su poética porque “una mujer no puede argumentar”.
La tradición se hizo carne y años después Diótima ya no tiene voz, su voz es
usurpada por Sócrates en la obra de Platón El banquete. María Zambrano
le da voz de nuevo en su Diótima de Mantinea.
Entre
su prolífica obra cabe destacar: Filosofía y Poesía (1939), El Hombre
y lo Divino (1955), Claros del bosque (1977), Algunos lugares de
la pintura (1989) y Los bienaventurados (1990), entre otros muchos.
Durante mucho tiempo a María Zambrano le precedió la fama de escritora más que
de filósofa. Su obra, repleta de metáforas y simbolismos, fue difícil de
encuadrar dentro del academicismo. Sin embargo, ella se supo siempre filósofa
y, desde edad muy temprana, cuando siendo una adolescente le preguntaban ¿por
qué iba a estudiar Filosofía?, respondía de inmediato «no poder dejar de
hacerlo», dejando claro su tendencia al pensamiento.
Este
libro reclama el carácter filosófico del pensamiento de María Zambrano a través
de seis palabras clave: método, naufragio, delirio, memoria, luz y poesía.
Términos que permiten acercar su legado filosófico de forma fluida e inteligible
al mayor público posible. Su reivindicación de una razón poética no puede caer
en tierra baldía en estos tiempos de orfandad y desconcierto en los que tanto
necesitamos desarrollar una imaginación social que nos ayude a construir un
mundo más justo y humano.
Precisamente
en la introducción a Los bienaventurados nos advierte Zambrano contra el
peligro de que la filosofía se confine en lo “eminentemente profesoral”, en
clase magistral sin escucha. Es un ataque directo a la academia que la seguía
apartando con diferentes excusas. Para ella, la filosofía debe vivirse, es
pathos y logos, dirigida a la persona, a cada una “sin
aglomeración”. Por eso ella buscó siempre un lenguaje nuevo, enraizado en la
poesía y la novela, para llegar a cada corazón. “Novela y poesía han reflejado
mejor que el conocimiento histórico, el verdadero pasar, la verdad de las cosas
que le pasan al hombre y su sentido íntimo”, nos dice en Para una historia
de la piedad. Así es como ensaya escritos como los de Antígona o Diótima,
bienaventuradas en las que se retrata poética y vivencialmente.
ROSA
MASCARELL
No podemos más que desear que este año
2021 sea el año del fin del fraude cultural que ha supuesto mantener tantas
voces femeninas fuera de las aulas universitarias, de los escenarios, de las salas
de exposiciones, de los lugares de decisión... Voces que la historia no ha
desgastado, como la de María Zambrano.
ADIÓS DEFINITIVO A ADVANCING WOMEN ARTISTS (AWA), EJEMPLO
DE RECUPERACIÓN DE LAS PINTORAS DEL PASADO
ÁFRICA CABANILLAS CASAFRANCA
El pasado 8 de
febrero Linda Falcone, la directora de la organización norteamericana Advancing Women Artists (AWA), anunció
su final, que, como estaba previsto, se ha producido el 30 de junio. Un desenlace,
no por esperado, menos triste, ya que el trabajo que ha llevado a cabo es
excepcional y único en el mundo. Desde su creación en 2008, ha recuperado la
memoria de numerosas pintoras de Florencia mediante la restauración de sus
obras ―su actividad principal y por
la que es más conocida―, pero también de la investigación y la exposición.
He conocido de primera
mano durante una estancia en Florencia la extraordinaria
labor que AWA ha realizado a lo largo de sus catorce años de existencia. Por
eso, una vez que ha dado su adiós definitivo, quisiera rendirle un homenaje y
contribuir a difundir sus logros, (re)conocidos sobre todo en Italia y Estados
Unidos, no así en España, donde su repercusión ha sido escasa. Creo, sin duda,
que la ocasión lo merece.
El cierre de AWA,
que se ha debido a la falta de fondos ―era una organización sin ánimo de lucro―, está directamente
relacionado con la decisión de la filántropa norteamericana Jane Fortune, su
creadora y principal financiadora, de retirarle su apoyo para
ocuparse del Sidney and Lois Ezkenazi Museum of Art de la Universidad de
Indiana, situado en Bloomington, su ciudad de residencia, y su muerte en 2018. Amante de Florencia, apasionada y coleccionista de arte,
fue a partir del conocimiento de la pintora renacentista Plautilla Nelli, cuando
empezó una labor de investigación que pronto se convirtió en una “misión
personal”, en sus propias palabras: «Ayudar a las artistas invisibles de
Florencia a convertirse en visibles».
Jane Fortune |
Durante muchos años,
formó parte del consejo de administración del National Museum of Women in the
Arts (NMWA) de Washington, y, por petición de éste, fundó en 2003 The Florence
Committee ―el cual,
además de financiar muchos proyectos de AWA, otorga premios a directoras de
museos, mecenas, artistas contemporáneas y restauradoras.
El primer y principal proyecto llevado a cabo por esta
organización ha sido Invisibles Women.
Por desgracia, gran parte de la obra hecha por mujeres artistas en Florencia,
que hoy en día representa solo el uno por ciento del total del patrimonio de la
ciudad, está perdida. Aunque este porcentaje se pueda extrapolar a otras
colecciones, es importante señalar que las actividades de AWA se han
circunscrito a sus museos estatales, no a aquellos dependientes de otras
instituciones públicas, como el Ayuntamiento, o privadas. Los motivos de esta
pérdida son muchos y complejos: los continuos traslados de unos edificios a
otros, sobre todo desde la desamortización religiosa del siglo XIX; los efectos
de las inundaciones, las malas condiciones de conservación, la falta de
recursos ―aquellos disponibles se invierten en los grandes nombres de
la Historia del Arte, como Leonardo, Miguel Ángel, Rafael o Caravaggio― y, por supuesto, el
olvido. De ahí que entre los objetivos de esta organización también haya estado
hacer un inventario de todas las obras de mujeres en Florencia. Un trabajo ímprobo,
el de su localización ―que, en ocasiones, ha llevado a cambios de atribución―, materializado en
la guía Art by Women in Florence,
publicada en 2011. A éste, hay que sumar otro obstáculo, y es que la mayor
parte de dichas pinturas se encuentra en los almacenes de los museos y no expuesta
al público, los más célebres, la Galleria degli Uffizi, con la colección de autorretratos
del Corridoio Vasariano; el Palazzo Pitti y la Galleria dell’Accademia. En 2009
podían verse en sus salas 138 trabajos de 124 creadoras, de un total de 1500
identificadas como obras hechas por mujeres hasta entonces.
KARESSA MALAYA RAMOS AGUIÑOT, GANADORA DE NUESTRO 2º CONCURSO DE RELATOS DE MUJERES AMMU 2020, HA PRESENTADO SU PRIMER LIBRO DE POEMAS:
COSECHAS DEL INSOMNIO
La presentación tuvo lugar en la sede de la Fundación Entredós y convocó a numeroso público |
Karessa Malaya Ramos leyó algunos de sus textos |
SERÁ EL DÍA
COMENTAREMOS EL LIBRO
“Él había pensado que, después de todo, un periodista puede ser a veces útil. Y también peligroso, concluyó. Tuvo el presentimiento de que nada bueno saldría de esta visita”. […] La idea de esta novela comenzó con una imagen de dos señoras amigas que de pronto una noche, de una manera impensada para ambas, viven una situación erótica. Luego se fue convirtiendo en una historia policial, casi un thriller, y el thriller se fue transformando en una especie de mural de la sociedad peruana en los últimos meses o semanas de la dictadura de Fujimori y Montesinos. Me gustó la idea de que la historia se llamase Cinco esquinas como un barrio que, de alguna manera, es emblemático de Lima, de Perú y también de la época en la que está situada la historia. […] Si hay un tema que permea, que impregna toda la historia, es el periodismo, el periodismo amarillo. La dictadura de Fujimori utilizó el periodismo amarillo, el periodismo de escándalo, como un arma política para desprestigiar y aniquilar moralmente a todos sus adversarios. Al mismo tiempo, también está la otra cara, cómo el periodismo, que puede ser algo vil y sucio, puede convertirse de pronto en un instrumento de liberación, de defensa moral y cívica de una sociedad. Esas dos caras del periodismo son uno de los temas centrales de Cinco esquinas”.
Mario
Vargas Llosa
(Arequipa, Perú, 1936)
Escritor peruano. Con la publicación de la novela La ciudad y los perros
(1963), Mario Vargas Llosa quedó consagrado como una de las figuras
fundamentales del «boom» de la literatura hispanoamericana de los años 60. Al
igual que otros miembros del mismo grupo, su obra rompió con los cauces de la
narrativa tradicional al asumir las innovaciones de la narrativa extranjera (William
Faulkner, James Joyce) y adoptar
técnicas como el monólogo interior, la pluralidad de puntos de vista o la
fragmentación cronológica, puestas por lo general al servicio de un crudo
realismo.
PARA
SABER MÁS ACERCA DE VARGAS LLOSA
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/v/vargas_llosa.htm
¿NECESITAN LOS
POLÍTICOS
COMPAÑEROS DE VIAJE?
MARÍA LUISA MAILLARD
El
catedrático Don Miguel Beltrán Villalva opina que sí, que no les vendría mal a
los políticos el concurso de la sociología para conocer el grupo o los grupos
humanos sobre los que van a aplicar sus leyes y que responden a múltiples
variantes. La realidad social no es simple, es una trama de relaciones y
estructuras sociales densa, compleja y heterogénea, en la que, entre otras
cosas, destacan las relaciones de valor. La sociología no sólo debe servir a
los políticos para elaborar encuestas que les asesoren sobre sus posibilidades
de acceder al poder ni tampoco para servir a los grandes emporios industriales
con el fin de satisfacer —u orientar— los deseos ocultos de los consumidores.
Los
sociólogos, al desarrollar un conocimiento objetivo de la realidad, sigue
argumentando Don Miguel Beltrán, pueden asesorar a los centros políticos y
cumplir una labor emancipatoria sobre el discurso estrictamente ideológico. Es
la aportación de un principio de realidad y una crítica técnica de los valores,
a una elaboración mental, la ideología, orientada, supuestamente, a aplicar el
bien sobre una realidad que, en muchos casos desconocen o lo que es peor,
manipulan. La realidad social es compleja, porque son complejos los individuos
que las componen: los hombres. El intento de uniformizarla, confundiendo el
deseo con la realidad, que se expande a través de la propaganda, como una
lluvia ácida sobre gran parte de la población, acaba eludiendo o distorsionando
el principio de realidad: los hechos y la realidad hombre.
La
sociología se define como “ciencia social”, lo que hoy en día le concede un
plus de credibilidad, ya que hace tiempo que la ciencia y el futuro, es decir,
el progreso, se han diseñado como los únicos referentes de verdad. Sin embargo,
no les vendría mal a los políticos añadir como compañeros de viaje a pensadores
y creadores quienes, en fechas no tan lejanas, advirtieron sobre la deriva de
la cultura occidental. Una deriva, que se encaminaba a pasos agigantados, a
sustituir la inmensa riqueza de lo real por la creación de mundos ficticios,
gracias a la ideología, esa herencia indestructible del siglo XIX, que selló el
triunfo de lo social, en lo que Roberto Calasso denominó “la teología social”,
por estar cargada de todos los poderes que antes ostentaba lo religioso y ser
tautológica y publicitaria.
La
ideología, heredera de las grandes construcciones mentales del siglo XIX,
determina que “lo otro”, lo diferente a sus postulados, no existe, y resulta
que un hombre, diferente al diseñado en su mundo ficticio, forma parte de “lo
otro” y en su aplicación extrema, véase el caso de los totalitarismos, es
prescindible, es decir, eliminable; ya sea el judío, en el caso del nazismo, ya
el denominado “burgués”, en el caso del estalinismo. Para que se produzca este
fenómeno, la ideología debe privar de humanidad a los individuos que no se
ajustan a su esquema y distinguir a los verdaderos individuos por un patrón
ideológico, ya sea la raza, ya la clase social. ¿Y qué se elimina del
individuo?: su dimensión espiritual, la base de su libertad y su
responsabilidad, lo que, entre otras cosas, nos unifica a todos como seres
humanos. Antonio Machado en su Juan de
Mairena alerta de que “lo otro” —la dimensión espiritual—es difícil de
eliminar porque forma parte de la humanidad en su conjunto. Él lo define como
“La esencial heterogeneidad del ser y María Zambrano lo refrenda: “Hay algo en
el individuo que trasciende la sociedad en la que vive”. Los individuos que
conforman los grupos sociales son, aunque tengan rasgos en común, únicos y
diferentes entre sí y esa es la fuente de su libertad y su creatividad.
Viñeta de El Roto |
Pero,
¿qué es la ideología? Según Hanna Arendt, pensadora política, en su libro Los orígenes del totalitarismo, las
ideologías, que pretenden ser filosofía científica, son elaboraciones mentales
que pretenden explicar el mundo, partiendo de una sola idea a la que,
aplicándole posteriormente una deducción lógica, convierten en premisas. Y
estas premisas, que se presentan como una explicación total de la historia: del
pasado, del presente y del futuro, nunca se hallan interesadas en el milagro de
la existencia. Así, la ideología sella su independencia de la experiencia, lo
que Miguel Beltrán, denomina “el principio de realidad”, lo que supone, entre
otras cosas, la devaluación del individuo y de la realidad de los hechos.
Como
dice María Zambrano:
El despertar de la
Filosofía fue primeramente “entrar en razón”. Más cuando la razón se ha
embriagado, el despertar es “entrar en realidad”.
Sustituyan
ustedes razón por su deriva moderna, “ideología”.
MARÍA LUISA MAILLARD
10.- MARÍA CON SU HIJO JESÚS
INÉS ALBERDI
La imagen de María, madre de Jesucristo, que tiene un
libro entre sus manos y sostiene a la vez al niño, aparece tempranamente en los
manuscritos medievales, en las tallas de iglesia y en las pinturas
renacentistas, y más adelante se repetirá hasta nuestros días.
Sandro Bottichelli, Italia (1445-1510).
|
La figura de María con el niño es una imagen idealizada del
amor materno. Se trata generalmente de mujeres de gran belleza, distinguidas y
elegantes, que leen un libro teniendo entre sus brazos un bebé robusto y
sonrosado.
Rafael Sancio, Italia (1483-1520) La Virgen con el Niño (Madonna Solly), (1500-1504) |
El libro aparece a veces como lazo de unión entre la
madre y el hijo, como un objeto con el que ambos se relacionan. Otras veces el
libro está cerca, casi siempre abierto, como si la madre lo hubiera dejado por
un momento para atender a su hijo.
Nos interesa resaltar la presencia constante del libro
que, aparte del posible significado místico, lanza nítidamente un mensaje de
elegancia y distinción para la mujer joven que lo posee y lo consulta.
Filippino Lippi, Italia (1457-1504) Madonna and Child (1475-1480) Gemäldegalerie Gallery, Berlín |
Una gran cantidad de los artistas que recurren
frecuentemente a esta iconografía de María con el niño, mantienen la
importancia del libro como símbolo de cultura o piedad y los rasgos de la riqueza
y belleza de la Virgen María junto a la sencillez, por no decir pobreza, del
pobre niño desnudito. La representación del hijo desnudo no se justifica junto
a la suntuosidad de las ropas de la madre.
Julius Schnorr, Alemania (1794-1872). María y el Niño (1820) Museo Wallraf-Richartz, Colonia, Alemania |
Las estancias en las que sitúan a la Virgen María con su hijo parecen interiores acomodados, lo que contrasta enormemente con lo que cuentan los evangelios de la vida de Jesús. Los muebles, la ropa y los objetos de adorno, hablan del bienestar y el confort en que se quiere resituar a la Virgen María. En muchas de estas estancias hay ventanas a través de las que podemos ver retazos de las ciudades de la época. Estas imágenes tratan de recrear la figura de la Virgen como si fuera una joven burguesa descansando con su hijo en el interior de su confortable hogar.
Hans Memling, Flandes (1423-1494) Virgen con Niño, c. 1480s. Staatliche Museen, Berlín |
Algunos de ellos sitúan las imágenes de María y su hijo en lugares todavía de mayor distinción, ya sea en interiores palaciegos o en jardines floridos. Lo que es una constante en ambos casos es la riqueza y distinción extrema de los mantos de la joven madre.
Jan Van Eyk, Flandes (1390-1441), Virgen con el Niño (hacia 1434) National Gallery de Victoria, Melbourne |
La iconografía de la madre con su hijo presenta de forma
constante la belleza de la joven, la elegancia de sus ropas y la desnudez del
niño, mientras varía el mayor o menor caso que el bebé hace del libro que tiene
su madre en las manos.
INÉS ALBERDI
SEMÍRAMIS
NURIA ALKORTA
Hoy quiero presentar al personaje de Semíramis,
también conocido como la hija del aire
según reza el título de la tragedia de Calderón de la Barca.
La hija del aire es una de las grandes obras del dramaturgo y de la literatura universal. Esta tragedia se compone de dos partes y fue estrenada en palacio en 1653 ante el rey Felipe IV y la corte madrileña. Desde su primera función se representó en un buen número de ocasiones hasta bien entrado el siglo XVIII. Según sea el gusto de la época, la fascinación que ejerce el personaje de la reina asiria ha sido enorme y desde fines del siglo XIX ha atraído también el talento de tres grandes actrices españolas: en 1896, María Guerrero interpretó a Semíramis en una escenificación de la segunda parte de la tragedia de Calderón en versión de Echegaray; más recientemente, Ana Belén y Blanca Portillo protagonizaron respectivamente dos puestas en escena de La hija del aire, una dirigida por Lluís Pasqual en el año 1981 y otra por Jorge Lavelli en 2004.
En el personaje literario germina un mito femenino que,
en este caso, parece tener un origen histórico: la princesa babilonia
Sammu-Ramat entró en la esfera del poder reservada a los hombres y con sus
proezas rompió el molde de una mera
regente. El hecho de que una mujer ocupara el trono asirio en el siglo IX a.C.
y llevara a cabo la expansión de sus dominios por toda Asia, la pacificación del
reino y el portentoso acrecentamiento de la ciudad de Babilonia fue causa de
asombro en la Antigüedad. Lamentablemente, tal preeminencia de liderazgo en la geopolítica
mundial sería también hoy algo excepcional y motivo de incredulidad y
desconfianza, cuando no de hostilidad. También su reinado, como el de tantos
otros monarcas, conllevó violencia y destrucción, y, sin duda, desató rivalidades
que pudieron condicionar su fama. Los griegos dieron a Sammu-Ramat el nombre de
Semíramis y, desde entonces, junto con el nuevo apodo, el legendario personaje ha
ido dibujándose en el imaginario cultural y popular como una reina ambiciosa y
cruel caracterizada por su soberbia y lascivia.
Paula Rodríguez en el papel de Semíramis. Foto: Alex Larumbe |
Las diversas variaciones del relato histórico sobre Semíramis coinciden en la capacidad de gobierno y en el ardor guerrero de la reina, quien a la muerte de su consorte (el rey Ninus) ocupó el trono en lugar de su propio hijo y heredero (Ninias). Como ocurre con otros héroes y heroínas clásicos, la leyenda de Semíramis incluye un origen divino y mítico: abandonada a su suerte al nacer, fue alimentada y protegida en el monte por unas aves (de ahí el sobrenombre de «la hija del aire»). Desde ese estado salvaje, Semíramis logra ascender hasta la corte de Babilonia causando asombro; además, gracias a su belleza enamora al rey y se convierte en su esposa. Según dice su leyenda, años después, Semíramis dio muerte al soberano y ocupó el trono babilonio haciéndose pasar por su propio hijo, es decir, cambiando su identidad por la de un hombre. En todos los casos, el prodigioso y violento ascenso del personaje aumenta la crueldad de su caída: Semíramis asciende y se precipita arrastrada por su desenfrenada ambición.
A lo largo de varios siglos el personaje ha
protagonizado diversas creaciones de teatro y ópera. En ellas Semíramis
representa un mito, o arquetipo, que hoy definiríamos como «la mujer fatal»: en
su caso, al personaje de la reina guerrera se suma la atracción sexual que
ejerce junto a su frialdad, cualidades propias de una depredadora de hombres.
Por centrarnos en el teatro español, además de la
tragedia de Calderón, sobresale la de Cristóbal de Virués publicada en 1609 y titulada
La gran Semíramis. El dramaturgo
valenciano recoge los elementos tremendistas de la historia: Semíramis se torna
una insaciable depredadora sexual que gobierna tiránicamente y acaba abatida por
sus excesos lascivos e, incluso, incestuosos. Sin embargo, Virués también teje la
trama de esta historia con parlamentos discursivos con que, además de recontar
las hazañas y atropellos de la reina, expresa sus ideas sobre el desengaño de
la corte y la crueldad de la guerra. En una adaptación moderna de la obra, me
parece importante resaltar del texto la brutalidad y debilidad del rey Nino
como detonante de la tragedia de Semíramis: fiera, al fin, entre fieras.
Todo no basta. Paula Rodríguez en el papel de Semíramis. Foto: Anna Dalmás |
La hija del aire de
Calderón es algo más que la tragedia personal de Semíramis; su peripecia se
configura como la representación metafísica de la voluntad de querer ser frente a la nada. Sin haber
tenido experiencia de su libertad, esta cautiva
calderoniana clama angustiada: «¿No tengo de ver, / sino imaginar no más, /
cómo es el vivir?».
En el teatro de Calderón los cambios de la fortuna del
personaje (es decir, el argumento) pueden
manifestarse a través de sus cambios de vestido pues estos son insignias que simbolizan su estado. En
el curso de su peripecia en La hija del
aire, las cinco caracterizaciones del personaje de Semíramis escalonan el
cumplimiento de su destino: vestida con pieles en la gruta de Ascalón, sencilla
villana en la quinta del general Menón, elegante cortesana tocada con plumas a
su llegada a Nínive junto al rey Nino, reina guerrera durante su regencia en
Babilonia, enlutada figura (representación telúrica de la diosa Diana) durante
su voluntaria reclusión en palacio y, finalmente, travestida de hombre al
suplantar la identidad de su hijo Ninias en el trono y en el campo de batalla.
Todo no basta. Paula Rodríguez en el papel de Semíramis. Foto: Alex Larumbe |
Recluida en una cueva de Ascalón desde su nacimiento,
Semíramis despierta a la vida guiada por el sonido dispar de unos instrumentos
marciales y del suave canto de la voz humana. Esa cacofonía con que da inicio la obra de Calderón, representa la conflictiva
naturaleza de esta heroína trágica quien, a su vez y sin saberlo, reproduce en sí
misma el conflicto cósmico tensado en su nacimiento entre las diosas Diana y
Venus, contrapuestas por el ardor guerrero masculino (o asexuado) de la primera
y el amor sensual femenino de la segunda. En otro plano interpretativo del
texto, el sonido también anuncia la irrupción del tiempo histórico en el ámbito
mítico con el paso del victorioso ejército del rey Nino quien, como en la obra
de Virués, también aquí provocará la liberación de Semíramis y la prueba de su
destino.
Semíramis se siente en disposición de vencer con el «entendimiento»
que posee a la crueldad y ambición de su carácter, ya anunciadas por el oráculo,
pues sostiene que al hado «es error / temerle; dudarle basta». En su caso, a
diferencia del príncipe cautivo Segismundo, la victoria del autodominio de
Semíramis sucumbe a la obstinación de su carácter, definido por ella misma (con
sucesivas personificaciones nominales y la insistente repetición del pronombre
posesivo) como «mi altivez, mi soberbia, / mi ambición y mi arrogancia». Y así,
recién llegada a Nínive, al comparar las excelencias de la ciudad más
importante del mundo con las imágenes de su imaginación, alumbradas en reclusión,
la ex cavernícola Semíramis dice que todo
le ha parecido «poco» porque «objeto es más anchuroso / el de la imaginación /
que el objeto de los ojos».
Todo no basta. Paula Rodríguez en el papel de Semíramis. Foto: Anna Dalmás |
La insaciable voluntad de ser, o de ser todo más, del personaje configura su
rasgo definitorio y es la causa de su violenta y fugaz peripecia en el «teatro
del mundo» pues ninguna conquista puede colmar su ansia. Esa fue la idea
germinal para un experimento teatral que en 2013 creamos conjuntamente la
actriz Paula Rodríguez y yo como directora del mismo, al que titulamos Todo no basta. Se trataba de una obra
que representaba un proceso mental: el juicio de la conciencia de Semíramis en
el breve instante previo a su muerte, al ser abatida por una flecha en el campo
de batalla. La obra era una versión propia del mito que se basaba en el texto
de Samuel Beckett titulado No yo y
reproducía parlamentos de La hija del
aire de Calderón junto a algún texto de Heiner Müller e, incluso, algún
extracto de intervenciones de la por entonces secretaria de Estado norteamericana
Condoleezza Rice.
La Semíramis de Calderón reúne los elementos comunes que acrisolan al personaje pero profundiza novedosamente en su sentido. Semíramis es fruto de una violación y, subconscientemente (aunque su madre pudo vengarse matando a su agresor), se siente deshonrada desde su nacimiento a causa de la violencia sexual de su progenitor. Como otros personajes de Calderón, también Semíramis padece un injusto castigo o, simplemente, es víctima culpable del «delito de nacer». Si la primera parte de la tragedia trata de su ascenso, subrayando su ambición y frialdad amorosa como una secuela de su origen, la segunda aborda el descenso del personaje provocado por un ansia insatisfecha de amor: por Licas, uno de sus generales, y por el pueblo, quien, ingrato, reclama la reposición de Ninias en el trono. La ambiciosa respuesta de Semíramis a ambas traiciones será una venganza que, en realidad, perpetúa una incapacidad metafísica: pues se recluye voluntariamente en un oscuro cuarto de palacio y. luego, reprime su sexo femenino bajo la apariencia de su hijo.
Calderón reproduce el final mítico de la reina asiria pero
también sugiere algo más: con su último aliento Semíramis cifra el desengaño
de su existir y, tal vez al fin, alcanza la paz: «Hija fui del Aire, ya / hoy
en él me desvanezco».
NURIA ALKORTA
NO
SE PUEDE DECIR NADA: UNA FÁBULA
AMPARO
SERRANO DE HARO
Cuando se cumplen cien
años de su nacimiento, este año 2021, vuelve a la prensa y al interés público,
la imagen en blanco y negro de la escritora, esa chica seria y bella (pero
bella de una forma particularmente discreta, casi involuntaria, bella sin
coquetería, ni voluntad de ser guapa) que temía el halago de esa misma prensa y
el mordisco envenenado de la fama, el rostro de medalla, la sonrisa estoica, de
Carmen Laforet.
Nada lo hemos leído todos, todas. Lo más afortunado es leerlo en la
adolescencia, y entonces la novela se llena de ecos y preguntas que luego ya no
se vuelven a encontrar, que se ocultan a los adultos en los repliegues de dudas
olvidadas, cuyo sabor dulce y amargo, hemos trocado por falsas certezas… como
si la juventud no fuese solo una edad, sino un sexto sentido. En eso se parece
al Guardian entre el centeno de J.D. Salinger, y no solo en eso, también
es de esas obras que parecen aplastar a su autor, no bajo su sombra, sino bajo
su luz.
Nada y esa cruel sociedad
de la posguerra, Nada y el franquismo triunfante, Nada y la mujer que no quiere
ser un juguete de las circunstancias, Nada y los caminos rectos, que
invariablemente se tuercen. Nada en 1944 cuando solo tienes veintitrés años y
parece que puedes inaugurar el mundo…
Pero no, no es así: para
un artista, si la amargura del triunfo tardío no puede compensar el dolor de la
incomprensión y el desprecio diario durante muchos años, el resplandor del triunfo
temprano, sin embargo, puede arruinarte la vida.
Nada gana el Nadal. Un juego de palabras afortunado. Quizás empezó
como una broma. ¿Quién ha ganado? Nada. Un azar maravilloso. Nada
no es peligroso. Nada es un buen título en una época en que no se puede
decir… nada.
Todo el mundo detestaba
al detestable Cesar González Ruano, que es el que daban por ganador del Premio
que se convoca por primera vez. Ruano es un corrupto total, siempre corto de
perras; ya se ha apalabrado que ganaría. Es un sinvergüenza, al que solo le
salva su estilo malévolo, pero punzante, de navajero afecto al régimen.
Nadie le quiere, pero
todos le temen. Ningún escritor razonable va meterse entre él y el Premio…Pero
a última hora aparece una paloma blanca, algo imprevisto, una mujer joven, una
víctima sacrificial. Y a la vez era Nada. Ya se sabe: manos blancas no ofenden.
Laforet dijo que la novela se llama Nada porque mientras la escribía, cuando le preguntaban qué hacía, ella respondía: Nada. Era un espacio en blanco, sí, y Carmen, quería ese vacío, con la obstinación adolescente de los que eligen el regalo que nadie quiere.
Es una chica, pensaron, no es un peligro para nadie (de los hombres, del mundillo literario). No es nada, se casará y dejará de escribir.
Las chicas son como nada,
luego se casan, son madres, y vuelven a no ser nada.
Nada: ¿Solo Laforet
sabía que había mucho en esa Nada?
Laforet y muchas otras
mujeres y jóvenes de ambos sexos, y perdedores que guardaban silencio. El
silencio de entonces, hay que recordar, era un silencio cargado de voces secretas
y de sangre derramada.
Y era una tarea casi imposible
escribir todo eso, cargar con todo eso, esa Nada.
La Nada de una
generación, la Nada de las mujeres que no quieren contestar cuando les
preguntan.
Así nació la Nada
de Laforet, ese es su ingrediente secreto.
Las mujeres miran a
Laforet conteniendo la respiración. Era como una equilibrista sobre un cable
muy fino. Los hombres ya saben cómo son las cosas. Pero algunos miran, los que
saben lo que es Nada. Los demás asumen que se caerá. Quizás la mayoría esperaba
que no se hiciese mucho daño. Pero miraban con admiración.
Tuvo, claro, que salir
de ese espacio en blanco.
Hacer lo que se
esperaba de ella.
Y lo hizo.
Valiente.
Todo.
Libros, artículos,
cuentos, marido, hijos… Aparentar normalidad. Integrarse en la grisalla sucia
de lo cotidiano.
Abandonar el hilo
dorado de su camino en el laberinto, en el bosque.
Ella no quería
decepcionar a nadie. Se puso a ello, se esforzó. Ejemplarmente. Nadie puede
negar que no se esforzara.
Y luego todo se fue
disolviendo: Todo fue Nada.
Una Nada de piel de
cordero, como en las fábulas.
AMPARO SERRANO DE HARO
Amparo Serrano de Haro es profesora de historia del arte en la
UNED y escritora. Su última novela publicada es El color de tu nombre. La
esfera de los libros. 2020.
ROSARIO HERRERA GUIDO
Carlos Pellicer, Tres sonetos a Frida Kahlo (1953).
Frida
Kahlo (Coyoacán, México, 6 de julio de 1907—Coyoacán, México, 13 de julio de
1954), artista plástica y ahora reconocida por Carlos Monsiváis como escritora,
se asumió como revolucionaria más allá de su muerte, al punto de afirmar que
había nacido en 1910, año de la revolución mexicana y nacimiento del México
moderno, para acentuar su independencia y rebeldía, con una actitud crítica moderna,
al altar y el trono, además de las usanzas morales y los estilos artísticos, así
como para dar libre curso a sus pasiones y su erotismo (que según Georges Bataille
es “la afirmación de la vida hasta en la muerte”).
Frida,
ardiente amante de su tradición cultural, con la que desafía al imperio de la
americanización, fue una gran artista porque creó un nuevo lenguaje,
inconfundible, que los críticos e historiadores del arte, sólo por la obligación
definirla, la concibieron cual síntesis del expresionismo y el surrealismo, inspirada
en temas populares y autobiográficos que plasmó en Autorretrato con momo (1938), Las
dos Fridas (1939), Diego en mi mente (1943),
La columna rota (1944), El árbol de la esperanza ( 1946), El venadito (1946), El abrazo del amor al Universo o Diego y yo (1949), entre muchos otros.
Las dos Fridas, Frida Kahlo, 1939 |
Expresionista
por considerar que expresaba sus emociones más que la representación de la
realidad objetiva, revelando el lado pesimista de las circunstancias del
momento, impulsada por la angustia que consideró el principal motor de su
creación, como Edvard Munch (1863-1944).
Surrealista
(sur: sobre, por encima o más allá del realismo), por sus simpatías con el
movimiento artístico y literario francés, representado por André Breton
(1896-1966), que proponía una gran revolución en el lenguaje y en las técnicas
de composición, transcribiendo los sueños, plasmando el pensamiento automático,
las imágenes visionarias, la extracción de un objeto de su lugar habitual para
colocarlo en el más inusual, entre otros principios.
André
Bretón, el patriarca del surrealismo, en un texto para la exposición de Kahlo
en la galería Julien Levy de Nueva York, calificó su obra de surrealista: “¡Cuáles
fueron mi sorpresa y mi alegría al descubrir, cuando llegué a México, que su
obra, concebida con absoluta ignorancia de las razones que nos hicieron actuar
a mis amigos y a mí, se movía con sus últimos lienzos en pleno surrealismo!”. En
los actuales términos del desarrollo de la pintura mexicana, que es, desde
principios del siglo XIX, la que mejor se ha sustraído a toda influencia
extranjera, la más profundamente prendada de sus propios recursos, encontraba
en el extremo de la tierra esa misma interrogación, surgida espontáneamente. ¿A
qué leyes irracionales obedecemos, qué signos subjetivos nos permiten
dirigirnos a cada instante, qué símbolos, qué mitos existen en potencia en tal
amalgama de objetos, en tal trama de conocimientos, qué sentido acordar a ese
dispositivo del ojo que permite pasar del poder visual al poder visionario? El
cuadro que en aquel momento estaba acabando Frida Kahlo —Lo que el agua me ha dado— ilustraba sin saberlo la frase que recogí
poco antes de la boca de Nadja: “Soy el pensamiento en el baño de la habitación
sin espejo’” (El surrealismo y la
pintura, 1928).
Lo que el agua me ha dado. Frida Hahlo, 1939 |
Pero
Frida rechaza ese calificativo más tarde: “Creían que yo era surrealista, pero
no lo era. Nunca pinté mis sueños. Pinté mi propia realidad”. Una realidad
muchas veces sin mediación, descubriendo lo más real de la realidad, lo
siniestro (lo opuesto a lo diestro, bello y armonioso), lo real sin velos, pero
sin renunciar al colorido del dolor.
Su
vida, marcada por la polio (1910), accidentes e intervenciones quirúrgicas ha
sido manida en exceso para dar cuenta de su obra. Una lectura infecunda que
recuerda unas palabras que Freud le dirige al más famoso de los biógrafos:
“Quien quiera convertirse en biógrafo se compromete con la mentira, la
hipocresía, y aún el disimulo de su incomprensión, porque la verdad no es
accesible, y aunque lo fuera uno no podría servirse de ella”. (Carta a Arnold
Sweig, 31 de mayo de 1936).
A pesar de su calvario en manos del orden médico, el deseo de vivir le concedió milagrosas recuperaciones, incluso renacimientos, que le permitieron caminar y ser introducida en los ambientes artísticos de México, gracias a su amiga, la fotógrafa y artista Tina Modotti.
El
matrimonio con el muralista Diego Rivera (21 de agosto de 1929), una experiencia
de engaños mutuos, fue interrumpido por un divorcio que sólo duró un año (1940).
Por ese entonces Frida pinta uno de sus varios autorretratos: Las dos Fridas (la Frida tehuana y la de
raíces europeas, cuyos corazones están conectados por una vena, y donde la
europea se desangra).
En
la primavera de 1953, cuando todo renace, Frida parece extinguirse, en una tarde
en que la Galería de Arte Contemporáneo de la Ciudad de México inaugura la primera
y más importante exposición de su obra. Frida tiene prohibido por los médicos
asistir, pero llega en una ambulancia, cuenta chistes, canta y bebe toda esa
multitudinaria tarde, en la que Frida renace: ¡Frida rediviva¡
Aunque
es el año en que le amputan la pierna, por lo que intenta suicidarse, escribe
poemas en sus diarios sobre el dolor, tal vez porque al nombrarlo, como decía
Hegel, su obra sobre poética, duele menos.
La columna rota, Frida kahlo, 1944 |
Magdalena
Carmen Frida Kahlo Calderón, no sólo recrea el nombre que quiere llevar, su
propia imagen y sus imágenes pictóricas y literarias. Frida se crea para
renacer, fascinarse y fascinar, internarse en sus enigmas para preservar su
enigma, más que nada para diferenciarse.
El
13 de julio de 1954, muere Frida Kahlo, quien es velada en el Palacio Nacional de
Bellas Artes de la Ciudad de México, cuyo féretro es cubierto con la bandera
del partido Comunista (un gesto cuestionado por los medios de entonces). La
Casa Azul de Coyoacán guarda sus cenizas, el lugar que la vio nacer (hoy Museo
Frida Kahlo).
En
2007, el siglo de Frida, renacimos con ella, más allá de la “Frida su-frida”,
para apreciar a la amante de la vida, la sensualidad y la ironía moderna,
contra el altar y el trono. Muy lejos de una caracterización o un diagnóstico, nos
encontramos con la Frida que amó al amor que —como mostró Jacques Lacan—, “no
tiene sexo”. Frida amó renacer tras cada una de sus muertes: ¡Frida rediviva!
La
muestra Frida Kahlo 1907-2007. Homenaje
Nacional, en el Palacio de Bellas Artes de México, fue no sólo la más
completa y la más visitada, sino la más colorida e ilustrativa del universo
creativo de Frida, que no se reduce a sus obras maestras.
Una
muestra que no sólo trató de responder a la vieja pregunta ¿Frida era una buena
pintora?, sino que deslumbró con la más diáfana aurora de una ¡Frida rediviva!
ROSARIO
HERRERA GUIDO
MARTINA CASIADO Y
MAYOR (1881-1958)
MARÍA LUISA MAILLARD
Según
la mayoría de los manuales, la Edad de Plata de las letras españolas, tiene su
arranque en 1898 y, aparte de la generación datada en esa fecha, comprende la Generación
del 14 y la del 27, parcialmente truncada esta última por el estallido de la
Guerra Civil española.
Sin
embargo, el clima de regeneración de la postrada cultura española y, por tanto,
la Edad de Plata, tiene un antecedente previo en el ámbito científico, como muy
bien señala Pedro Laín Entralgo. Es la generación de la década de 1880, “La
Generación de los sabios”, con las figuras singulares de Ramón y Cajal
(1852-1934), Premio Nobel de Medicina, junto a Camilo Golgi en 1906, por su
descubrimiento de la morfología del sistema nervioso; y Marcelino Menéndez
Pelayo (1856-1912) en el área de las Humanidades y Ciencias Sociales, también
propuesto para el Nóbel, aunque no le fue concedido. Ambos crearon escuela en
sus respectivos ámbitos, y colaboraron con el organismo dinamizador de la
cultura española: La Institución Libre de Enseñanza, creada en 1876, que
propiciaba una profunda reforma educativa en la dirección del progreso y la
racionalidad científica, sin olvidar la educación moral. “Nuestro objetivo no
es gobernar mejor ni ser mejor gobernados, sino ser mejores”, diría Giner de
los Ríos para subrayar el carácter apolítico de sus planteamientos.
Ramón
y Cajal coincidía con los criterios de la ILE y había sido pionero al conseguir
crear en 1901 un laboratorio de Investigaciones biológicas en la Universidad de
Madrid, con el fin de introducir en las aulas el trabajo de campo y la
innovación. Presidió la Junta de Ampliación de Estudios, creada en 1907, junto
con José Castillejo, discípulo de Giner de los Ríos, hasta 1939. Marcelino
Menéndez Pelayo fue vocal de la Junta hasta su muerte, y su discípulo, Menéndez
Pidal, presidiría el “Centro de Estudios Históricos” dependiente de la JAE. Se
estaba abonando el terreno para el surgimiento de la Generación de 1914, a la
que por nacimiento pertenecería Martina, que, desde un europeísmo declarado se
nutrió de profesionales en los ámbitos científicos y humanísticos: José Ortega
Y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Menéndez Pelayo, Pérez de Ayala, Manuel Azaña
y un largo etc.
Martina
Casiado y Mayor nació en 1881 en Madrid, en un hogar humilde, y pertenecería
por nacimiento a dicha generación; pero no tuvo, como sus congéneres varones,
las mismas facilidades para desarrollar una vocación científica, territorio que
no se consideraba apto para el talento de la mujer. Sin embargo, como mujer,
poseía el don de la paciencia, y la perseverancia y, desde luego, la seguridad
en sus aptitudes. No cursó estudios universitarios, fue autodidacta en sus
investigaciones científicas, así como en el aprendizaje del francés y el
alemán, lo que no le impidió desarrollar una carrera investigadora y ser la
primera mujer en recibir una beca de la JAE, en ingresar en la Sociedad
Española de Física y Química en 1912 y en publicar el primer libro de
experimentación física, escrito por una mujer.
Martina
recorrió el camino docente que le estaba permitido a las mujeres de su época y
condición. En 1895, con catorce años, ingresa en la Escuela Normal, para la que
sólo se precisaba estudios de primaria y con 18 años ya es maestra primera de
Enseñanza Superior. En 1901 aprueba con excelentes notas la Reválida de Grado
Nacional y en 1905, la oposición de Profesora numeraria en la Escuela Normal
Superior de Bilbao. Imparte Física y Química, Aritmética, Álgebra, Geometría y
Pedagogía y, siguiendo el camino de Ramón y Cajal, solicita la instalación de
un laboratorio en la Escuela. Afín a los criterios de renovación pedagógica,
envía en 1908 una memoria al Ministerio de Instrucción Pública sobre “Bases para
el programa de Física-Química y Ciencias naturales en la Escuelas Normales de
Maestras”.
Muy
atenta a las innovaciones educativas que se estaban produciendo en España, no
fue ajena a la Creación de la JAE en 1910 ni a sus propósitos fundacionales de
fomentar las relaciones internacionales, los trabajos de investigación
científica y potenciar la ampliación de estudios dentro y fuera de España,
mediante una política de Becas. Ella estaba ya preparada. Así encontramos que,
en la Real Orden del 25- XI -1911, Doña Martina Casiado y Mayor es becada por
seis meses para desarrollar, en Madrid, bajo la dirección de D. José Casares,
un trabajo de análisis cuantitativo y cualitativo. Obtuvo el reconocimiento
inesperado de ser la primera mujer becada por la Junta, y los resultados de
dicha experiencia debieron de ser sumamente satisfactorios, ya que en el año
1912 es también la primera mujer admitida en la Sociedad Española de Física y
Química y vuelve a recibir otra beca, esta vez para trasladarse a la
Universidad de Leipzig y realizar durante dos semestres trabajos de Química,
Electro-química y análisis y preparados de cuerpos con los profesores Schaefer,
Hantzsch y Wiener.
En
esta ocasión comparte beca con otras mujeres científicas; Doña Luces Cruces, y
Rosa Sensá y Vilat; aparte de con doña Ángela Barco Hernández que estudia “La
mujer obrera en Francia”; Carmen de Burgos, “La educación de la mujer moderna”;
Carmen Pérez y María Rodrigo, en piano y composición musical, respectivamente;
y la pedagoga María de Maeztu. También será becado un nutrido grupo de maestras
que visitarán los centros educativos más pioneros de Bélgica, Francia y
Alemania. La JAE estaba dispuesta a promocionar a mujeres válidas, que aún no
habían podido acceder a estudios universitarios.
Plataforma Tecnológica del Parque Científico de la UPV |
Martina
Casiado no quiere abandonar su labor pedagógica y se reincorpora a su escuela
de Bilbao el curso 1913-1914. Allí será la responsable del laboratorio de
Ciencias y del Jardín Botánico de la Escuela Superior de Maestras. Ese mismo
año publica el trabajo La enseñanza de
las ciencias y Experimentos de Física,
el primer libro de experimentación de Física, escrito por una mujer, que se
convertirá en un libro de texto para la enseñanza de Física. Al año siguiente
impartirá en el Ayuntamiento de Bilbao la conferencia “Bosquejos pedagógicos”.
Desde 1923 será responsable de la Estación Meteorológica de Bilbao, dependiente
del Instituto Geográfico. En 1931 ingresa en la Asociación Española para el
Progreso de la Ciencia.
Tras
la victoria de Franco en 1939 se le incoa un Expediente de depuración, mediante
el cual se le suspende de empleo y sueldo durante dos años. Posteriormente se
le adjudica un traslado forzoso a la Escuela de Maestros y Maestras de Cádiz,
donde llegó a ser Catedrática numeraria de Ciencias, jubilándose en 1951. Muere
en 1958 a los 77 años de edad, después de haber cumplido su vocación pedagógica
e investigadora, en unas circunstancias iniciales adversas, facilitando el
camino a las futuras generaciones de mujeres científicas.
MARÍA LUISA MAILLARD
NI LOS
HIJOS, NI LA EDUCACIÓN,
SON
PROPIEDAD DE LOS PADRES
LIDIA ANDINO
Una
de las cuestiones que atraviesa nuestra vida cotidiana (nos demos cuenta o no),
es la educación, siempre y cuando quitemos de ésta toda calificación moral, es
decir que no vamos a hablar de “buena” o “mala” educación, sino de esa
actividad que se desarrolla en el complejo entramado intersubjetivo entre
profesores y alumnos o, si se prefiere, entre educadores y educandos.
Actividad
tan imposible como gobernar y psicoanalizar —según nos advierte Sigmund Freud— y que no por imposibles dejamos de intentar su ejercicio, consiguiendo éxitos
siempre parciales y fracasos jamás definitivos.
La
educación trabaja en el conflictivo campo cercado por las sólidas paredes
estatales y entreabierto a la ambivalente puerta familiar y debe evitar, a la
vez, dos tipos de escollos colocados en tiempos contradictorios. Se trata del
escollo del “dejar hacer” y del escollo de la “prohibición”. Y la educación
debe encontrar su camino sin estrellarse con ninguno de ellos; tarea difícil
sobre todo en estos tiempos donde la autoridad está mal vista o se la ejerce
con exageración y la responsabilidad retrocede acorralada ante la culpa o yace
inerme ante la impunidad.
Es
indudable que se trata de una actividad que requiere de leyes justas y
estables, y también de programaciones actuales y bien estructuradas. Pero
muchas veces el ruido de los debates sobre leyes y programas deja en la sombra
la problemática más importante: la transmisión, que no es una simple cuestión
de traslado de conocimientos de los que saben más a los que saben menos, sino
de la transmisión de deseos (de aprender, de leer, de saber, de crecer, de
escribir). Y, para esto no queda lugar en un escenario educacional lleno de
quejas y acusaciones.
Mientras
los padres se quejan de que los educadores no hacen su trabajo, mientras los
profesores protestan diciendo que los alumnos llegan “mal educados” de su casa,
los niños y los jóvenes se van acercando más a la violencia que a los símbolos
culturales. Confiar a los padres, en exclusiva, la educación de los hijos puede
ser tan peligroso para éstos como abandonarlos al cuidado integral del Estado.
Crecer
es siempre a destiempo y además es para todos. Si los mayores creen que esto no
va con ellos y sólo es aplicable a los más pequeños, la educación —que no es
ajena a la salud—, seguirá un camino de deterioro.
"TORNAVIAJE"
ARTE
IBEROAMERICANO EN ESPAÑA
A.
PILAR RUBIO LÓPEZ
Es
evidente que la presencia de España en América creó un nuevo modelo cultural.
Hubo un tiempo en el que las obras de arte venidas desde el otro lado del
océano se integraron en nuestro patrimonio de una forma tan permeable que
parecían ser de factura española. Por eso, con la exposición Tornaviaje,
El Prado pretende dar a conocer las culturas de los virreinatos americanos y visibilizar
las obras de arte que viajaron entonces de América a Europa, celosamente
guardadas y pertenecientes a instituciones culturales, colecciones particulares
o congregaciones religiosas.
Paisajes
urbanos, biombos que narran la historia de las ciudades, con sus calles y
mercados, retratos de autoridades y personajes ilustres, incluso de familias
que protagonizaron el mestizaje de migrantes y nativos, conformando la sociedad
de los pueblos y las gentes del Nuevo Mundo, se dan cita en esta magnífica
exposición y justifican cómo las distintas culturas autóctonas se fueron
integrando en la nueva estructura virreinal.
Imagen de la sala de la exposición "Tornaviaje". Arte Iberoamericano en España Foto:©Museo Nacional del Prado |
Destacan
muchas piezas relevantes en la exposición.
De un gran valor histórico es el biombo que narra la conquista de
México, desde la entrada de Hernán Cortés —recibido por Moctezuma en
Tenochtitlan—, incluyendo el episodio de la “Noche Triste”, cuando las tropas
de Hernán Cortés huyen derrotadas por el ejército azteca, hasta finalizar con
la toma de Tlatelolco, el último bastión indígena.
Las
obras llaman la atención del espectador por su clara diferencia con las
producidas en Europa en aquel momento y también por su original hibridación con
las culturas existentes en cada territorio. Así, en la muestra conviven los
cuadros enconchados, con originales ejemplos suntuosos de orfebrería derivada
de la explotación de las minas de Potosí; o los modelos de retratos áulicos
novohispanos, como el de Moctezuma; incluso de autoridades civiles y
eclesiásticas; o los retratos de civiles con golas españolas, adornados con
ornatos prehispánicos y con collares de dientes de tiburón, lo que les confiere
un exotismo sin límites.
Los tres mulatos de esmeraldas, Andrés Sánchez Galque, 1599 Madrid, Museo de América; depósito del Museo Nacional del Prado. |
Si
ciertamente adquirieron gran relevancia las obras de arte y los muebles
destinados a la nobleza en esta etapa histórica, o los objetos cotidianos como
las mancerinas para el chocolate —delicatessen degustada en las reuniones
sociales—, no menos relevante fueron los objetos devocionales realizados en
obradores de la ciudad de México, de Quito, de Cuzco o, incluso de opulencia
indiana y materialidad cubana, como una espléndida cruz procesional de plata, o
una Virgen de Guadalupe de obrador guatemalteco. El culto angélico promovido
por los jesuitas también está presente en la exposición, con pinturas de
bellísimos ángeles arcabuceros. El culto mariano, en un viaje de ida y vuelta,
se refleja en la muestra con imágenes de la Virgen de Guadalupe, o de la Virgen
de Atocha, copiadas de modelos religiosos españoles y reproducidos en América
con estilo colonial.
La
exposición, que finaliza el día 13 de febrero de 2022, no es solo una
oportunidad para disfrutar de la contemplación estética de las obras de arte de
la muestra, sino también la ocasión para comprender el arte y la sociedad
hispana de la Edad Moderna en ambos lados del océano.
A. PILAR RUBIO
LÓPEZ
EL
ÚLTIMO DUELO
ISABEL
BANDRÉS
“No
existe lo justo, solo el poder de los hombres”, dice uno de los personajes en
un momento de la película que nos cuenta la historia real de Marguerite de
Carrouges, una mujer que fue violada por un amigo de su marido. La historia
narrada sucede en la Francia del siglo XIV y el título recuerda el duelo que se
celebró en 1386 para someterse al juicio de Dios. Hay que recordar que en
aquella época la violación no era un delito y se calificaba como un delito
contra la propiedad del padre o del marido.
Se
abre la narración en un campo de batalla, Limoges 1370, en dónde los caballos
se arremolinan, sus cascos retumban con un sonido estruendoso, las espadas
atraviesan la carne y las vísceras de los combatientes y las hachas parten en
dos los cráneos a pesar del yelmo. Estamos en plena Baja Edad Media. El siglo
XIV está marcado por la peste negra que se llevó la vida, según Froissart, de
“un tercio del mundo”. La Guerra de los Cien Años (1337-1453) enfrentó a
Francia e Inglaterra durante más de un siglo dejando los campos sin manos para
el trabajo y la escasez de las cosechas hará que las hambrunas sean habituales.
La vida, en aquellos años, era miserable, un tormento que hay que soportar
poniendo la fe en una vida mejor tras la muerte. Dios sigue siendo el centro de
unas gentes fanatizadas que no encuentran consuelo para tanta desdicha. Pero
algo empieza a surgir. En Europa se han abierto ya varias universidades, la de
París se inaugura en 1150, la de Bolonia en 1088, la de Salamanca en 1252. La catedral de Notre Damme se terminará en
1345. El Renacimiento está anunciando ya su llegada.
La
sociedad que nos retrata Scott, director de la película, no es la que avanza
hacía una vida más humana y culta, sino la que todavía se mantiene en las
brumas de la ignorancia y la violencia. De vez en cuando, nos muestra la
catedral de Notre Damme entre la niebla y también asoma algún personaje más
culto y hedonista. Pero es una sociedad oscura y bronca donde se mueven los
tres protagonistas de la historia: el escudero Jacques Le Gris (Adam Driver) y el caballero Jean de Carrouges (Matt Damon) y Marguerite de Carrouges (Jodie Comer).
Jean de Carrouges
pertenece a la baja aristocracia y es analfabeto, rudo y ascético. Le Gris, por
lo contrario, es un hombre culto, inteligente, adulador y manipulador. Los dos
tienen un fuerte lazo de amistad trabado en el campo de batalla. Pero esta
unión fraternal, entre estas dos personalidades antagónicas, saltará por los
aires y la deuda de sangre será olvidada para dejar paso al rencor, la envidia
y el odio por disputas sobre la legitima posesión de unas tierras, el pago de
unas deudas y la concesión de algunos privilegios. Y para rizar
el rizo, Le Gris violará a la mujer de Jean de Carrouges, Marguerite. Los tres
darán ante los jueces su versión de lo sucedido. Y es cuando Scott nos ofrece
una visión de la posición de la mujer en aquella época.
Margueritte
es una mujer culta, lee en latín, y buena administradora de las propiedades
familiares cuando su marido se va a guerrear. Su matrimonio fue concertado
mediante una transición económica: su marido quería hacerse con unas tierras propiedad
de su padre y éste necesitaba recobrar su buen nombre ante la corona. Ella es
consciente de que es tratada como un objeto y por lo tanto cuentan poco o nada
sus deseos y valores personales. Cuando narra ante los jueces su versión de
hechos, describe su matrimonio con matices no tan benévolos como lo ha hecho su
marido. Se sabe una propiedad que Jean de Carrouges utiliza a su capricho y,
desde luego, controla. Sorprende que confiese a su marido y en público que ha
sido violada contra el consejo de todos que la rodean. Las consecuencias pueden
ser terribles para ella: muerte en la hoguera. Y a pesar de todo sigue
adelante. ¿Por qué? ¿Un ataque de pundonor? Más parece un deseo, por las
declaraciones que hace, de ser tenida en cuenta, de reivindicarse como un ser
libre y con identidad propia dejando atrás la sumisión y el “no ser” que la
semejan a un objeto o a poco más que a un animal que se puede usar y dominar.
Por una vez,
atada y expuesta al público en el patíbulo mientras espera ser o no quemada, es
ella. Hay algo desafiante en esa figura que se muestra ante miles de ciudadanos
que han acudido a París para presenciar el último duelo ante el juicio Dios y,
es posible, que a ella ardiendo. Esta soy yo, parece decirles horrorizada ante
un futuro incierto y terrible. En ese instante, no es la mujer humillada mil
veces por el marido, ni la utilizada por el padre, ni la tomada contra su
voluntad. Elige “ser” a “no ser”. Y esa reafirmación de su identidad como ser
humano y libre es lo que nos emociona.
Ridler Scott, cerca de los 84 años, nos ofrece una obra
potente con una inteligente narrativa y una estética certera en la que solo
desentonan el pelo rubio platino y las carillas dentales de Ben Affleck.
ISABEL BANDRÉS
LIBERTAD
ISABEL BANDRÉS
La película nos cuenta, principalmente, la amistad entre dos adolescentes:
Nora (María Morera) y Libertad (Nicolle García). Nora, hija de una familia
burguesa, aprenderá que, le guste o no, está en una situación de privilegio y
que abusar de él no le servirá de nada cuando se enfrenta a los firmes deseos
de los demás. Libertad, recién llegada de Colombia para estar con su madre,
cuidadora a tiempo completo de la abuela con Alzhéimer de Nora, sabe que su
sitio no es el que le quieren dar y luchará de todas formas posible para
regresar a su país.
Todo comienza cuando la familia de Nora se traslada a pasar el verano a una
casa cerca del mar donde viven su abuela y su cuidadora durante todo el año. Nada,
en apariencia, anuncia un verano especial. Nora es una adolescente muy
protegida y tímida que todavía mantiene una visión infantil sobre el mundo que
le rodea y que se resiste a enfrentarse a la realidad, como es la separación de
sus padres. La llegada de Libertad la deslumbra, para ella no hay barrearas y
si las hay se las salta. Sabe lo que quiere y sabe que esa familia y el lugar
que le quieren dar no es el que ella ha elegido. Nora desearía tener a Libertad
cerca para adquirir lo que a ella le falta: fuerza, decisión, independencia y
una visión de la vida diferente. Es una lucha entre dos deseos y las dos
intentarán salirse con la suya con maniobras en las que la manipulación, el
odio y la venganza estarán presentes.
Esta es la historia principal, pero al fondo se nos muestra la situación
familiar de una burguesía un tanto desnortada que bajo una pátina de progresía
mantiene los mismos tics de siempre sin plantearse el estatus de privilegio que
tienen frente a otros y lo que eso supone para todas las partes. No comprenden lo
que supone para estas mujeres dejar a sus propios hijos en países remotos y a
los que no verán durante años para cuidar de gentes ajenas lejos de su cultura
y de sus costumbres. Decirles, “eres como de la familia” es un ataque frontal a
la verdad y a su dignidad. En la película, esta frase repetida por una de las
protagonistas contradice su actitud cotidiana y muestra la hipocresía de una
clase social que se empeña en maquillar ciertas situaciones.
La narración nos descubre esa grieta difícil de salvar con los otros, con los
diferentes, pero también las grietas entre generaciones y entre iguales. Solo
en algún momento, las dos adolescentes consiguen una auténtica comunicación durante
sus escapadas secretas y en el trato de confianza que comparten. Además, nos habla
del miedo a crecer, de hacerse cargo de uno mismo y del pavor a enfrentarse a
lo desconocido. Estupenda metáfora la del pánico de Libertad al mar y los
animales que lo habitan.
Una excelente primera película de Roquet que se inspira en su vida real. “Mi
abuela, dijo en la presentación, también fue cuidada por mujeres inmigrantes”. La
directora nos ofrece una narración intimista, sin artificios y sin dramatismos
añadidos que nos hace reflexionar sobre las dificultades de crecer, la familia
y el clasismo.
ISABEL BANDRÉS
https://www.youtube.com/watch?v=QN9j9OPPKFA
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