Nuestra
colección de biografías de mujeres relevantes, distribuidas en algunos institutos
y universidades, da sus frutos. Buena prueba de ello es el regalo que hemos
recibido del Instituto Consellería de Valencia: un vídeo basado en el cuento
“El encaje roto” de doña Emilia Pardo Bazán.
No
puede causarnos más satisfacción que la figura de Pardo Bazán, biografiada en
nuestra colección por Inés Alberdi, haya dado pie a tan excelente trabajo.
Desde aquí, nuestras más calurosas felicitaciones a Aurora Espín y a todo el
equipo —profesores y alumnos—, por haber culminado un proyecto que solo puede
ser calificado de excelente.
Animamos
desde aquí a todas las profesoras que nos siguen para que hagan difusión de
esta colección, que es una buena herramienta didáctica para introducir a los
jóvenes en la gran aportación que las mujeres han realizado en el mundo de la
cultura.
¡¡NO OS LO PERDÁIS, ESTÁ GENIAL!!
Nuestra compañera de AMMU,
Alejandra Val Cubero, ha sido invitada a intervenir en el Festival Alice
Zinema, celebrado recientemente en los cines Golem Baiona y Yamaguchi de
Pamplona, para hablar sobre la pionera cineasta Alice Guy Blaché.
Alejandra Val Cubero, en Golem Baiona junto a
un gran collage mural realizado en el marco del Festival Alice Zinema. Foto: Iban Aguinaga. PARA SABER MÁS https://www.noticiasdenavarra.com/cultura/2022/01/13/descubriendo-alice-guy/1218879.html |
ALEJANDRA VAL CUBERO
Alejandra Val Cubero es Profesora
del departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III de Madrid y
miembro del grupo de investigación TECMERIN, de dicho centro. Investigadora en cine
periférico y género, ha escrito para nuestra Colección de Mujeres Relevantes,
las biografías de Aparna Sen y Alice Guy Blaché, cineastas pioneras en las que es experta.
Nuestra
presidenta, María Luisa Maillard, ha colaborado con la Junta de Andalucía en la
elaboración de un cuaderno didáctico sobre la filósofa María Zambrano. El
cuaderno forma parte de una colección para ser distribuida en los Institutos de Enseñanza Media y
consta de una biografía y una antología de textos comentada. Su finalidad
consiste en el fomento de la lectura y el trabajo en el aula, mediante el
conocimiento de autores andaluces, a partir de sus propios textos.
SERÁ EL
COMENTAREMOS EL LIBRO
La caída es la tercera
novela del escritor francés Albert Camus. Su título original en francés es La
Chute. Se la considera una obra fundamental de la literatura francesa de la
postguerra y clásico del existencialismo, publicada en 1956, un año antes de obtener
el Nobel de Literatura.
Albert Camus fue un
novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en
Argelia. Su pensamiento se desarrolla bajo el influjo de los razonamientos
filosóficos de Schopenhauer, Nietzsche y el existencialismo alemán.
https://us02web.zoom.us/j/86750442325?pwd=YldUSTRWQjZycFpRSnptRTNZdXErQT09
MARÍA LUISA
MAILLARD
El
problema de una palabra cuando se convierte en icono es que adquiere una fijeza
que veta cualquier tipo de argumentación o reflexión sobre su referente. En el
caso de la palabra, el referente al que remite, no es un dios, sino algo que se
le parece: una verdad absoluta, dirigida a un bien absoluto. Su cuestionamiento
se convierte automáticamente en sacrilegio.
Dos
de las palabras que cumplen dicha función en nuestras sociedades contemporáneas
son las palabras igualdad y progreso. Son conceptos complejos porque es
compleja la realidad a la que remiten y, en ocasiones, su simplificación
elimina aspectos importantes de dicha complejidad: la diferencia, en el caso de
la igualdad; y la manipulación del pasado para que se ajuste a una línea
ascendente, en el caso del progreso. Si nos fijamos un poco, la palabra
progreso sólo adquiere contundencia cuando se refiere al indudable progreso de
la ciencia y la tecnología que ha mejorado sustancialmente el nivel de vida de
la población occidental —y que no por ello deja de tener su lado de sombra.
Nadie puede hablar, por ejemplo, de un progreso moral, paralelo al del
bienestar en las sociedades democráticas, ni de un progreso en el
perfeccionamiento de las democracias o de la cultura, y no digamos de un
progreso indiscutible para eliminar las guerras y la lacra de la pobreza
extrema en el mundo.
El
elemento icónico cubre también el maridaje entre igualdad y progreso. Tal
maridaje se entiende hoy como natural, como si los dos términos estuviesen
ensamblados de forma indisoluble; pero no siempre fue así. En los albores de la
Modernidad, la Revolución Francesa y la americana, que se formularon como un
avance progresista hacia una configuración más justa de las sociedades, se
establecieron instituyendo la desigualdad sobre más de la mitad de la
población: las mujeres y, además, en el caso de la Constitución americana, los
negros, es decir, los esclavos.
Vamos
a dejar de lado de momento la idea del progreso, para ocuparnos de la palabra
que se quiere su complementaria: la igualdad. Y vamos a centrarnos en esa
igualdad de hombres y mujeres que se enarbola hoy como la enseña del avance
progresista de nuestras sociedades, aunque no siempre fue así. La
reivindicación sufragista del derecho a la ciudadanía, encontró en España la
oposición de los políticos progresistas, que primaron sobre ese derecho el
objetivo del poder. La prueba fue la marginación política de Clara Campoamor
por haber defendido, en las Cortes de 1931, el derecho al voto de la mujer, lo
que la condujo a escribir el libro: El
voto femenino y yo. Mi pecado mortal.
Las
mujeres, privadas de la ciudadanía en la nueva Arcadia, se rebelaron pronto. Ya
OLympe de Gouges en 1793 publicó su “Declaración de los derechos de la mujer y
la ciudadana”. Murió guillotinada sin juicio previo, dos años después, por su
supuesta proximidad a los girondinos. Los movimientos sufragistas, que
comenzaron en la segunda mitad del siglo XIX, se centraron en la consecución de
los derechos negados a las mujeres, es decir, en lograr la igualdad formal como
ciudadanas: el acceso a la educación superior, al ejercicio de todas las
profesiones, a su ser legal independiente del varón y al derecho al voto. Se
sobreentendía que aquí la igualdad formal iba unida a la igualdad en valor: una
mujer valía lo mismo que un hombre, aunque fuese diferente biológicamente.
Una
vez la mujer adquirió los derechos legales que con razón le correspondían, es
decir, la igualdad con el hombre a nivel formal, esta igualdad fue absorbiendo
el terreno del valor, hasta entonces, diferencial. La oposición a una
diferencia biológica como causa de inferioridad, vigente en Occidente desde la
formulación de Aristóteles, hizo relegar —olvidar más bien—, el valor de la
diferencia, el valor intrínseco de la mujer como mujer y con él, lo que podía
aportar como elemento diferencial en una sociedad hasta entonces controlada por
los hombres.
La
frase de Simone de Beauvoir: “La mujer no nace, se hace” tuvo y sigue teniendo
un largo recorrido en la evolución del feminismo posterior al movimiento
sufragista. Su componente de verdad, en el sentido de las condiciones sociales
y educativas que relegaron a la mujer, se hizo absoluto. La diferencia
biológica debía ser eliminada mediante la creación de condiciones culturales,
políticas y sociales diferentes. A partir de ahí, el horizonte de igualdad
sería ya exclusivamente masculino: lograr ser igual al hombre. Se eliminaba el
espinoso tema de la diferencia biológica, que afectaba a una específica
relación de la mujer con el mundo, no en todo semejante a la del varón.
Pero
el progreso no tiene límites: obliga a ir siempre hacia adelante. Ya avanzado
el siglo XX, el “constructo” postmodernista “género”, sustituyó a los de hombre
y mujer. Igualdad de género será la consigna del siglo XXI. Y el género no nos
es dado, el género se elige, según la teoría “queer”. Característica de la
configuración del hombre contemporáneo, que prima sus deseos y sentimientos
sobre la realidad, en este caso biológica. Este tipo de igualdad aboca a una
uniformización de hombres y mujeres con el único patrón existente, el
masculino, que, por otra parte —otra contradicción—, es fuertemente cuestionado
como responsable de una larga historia de misoginia, siempre, claro, que sean
los hombres los que se ajusten a dicho patrón. En este último proceso, la
mujer, su diferencia, ha desaparecido del mapa y el hombre, si sigue
existiendo, es porque se necesita como excusa para mantener la denuncia del
patriarcado.
Es
cuando menos curioso que, en el lenguaje progresista, esta anulación de la
diferencia, respecto a la pareja biológica hombre-mujer, no se extienda
igualmente a otros grupos marginados, no por su sexo, sino por su diferente
raza o su nacionalidad, en los que, por el contrario, la diferencia es un
valor.
Como
vemos, ni la igualdad ni el progreso ni su maridaje son verdades fijas e
inmutables, ni siquiera están unidas por un pasado común. Por el contrario,
están sometidas, como es lógico, a las tensiones y contradicciones propias del
movimiento de la vida y, cómo no, a la manipulación que de ellas realizan los
que detentan el poder y la palabra, por lo que la reflexión constante sobre
ellas es el único medio que tenemos para movernos con libertad en el mundo en
que vivimos.
MARÍA LUISA MAILLARD
En
2008, 75 años después de la hambruna, se levantó un monumento en Kiev en
memoria de las víctimas del genocidio, unos siete millones de muertos, que
causó la criminal política agrícola de Stalin. Este holocausto nunca ha sido
reconocido ni por los comunistas ni por rusos y jamás han pedido disculpas,
pero persiste en la mente de los ucranianos. Como persisten las conquistas
sufridas por Catalina la Grande y Nicolás I, en la época imperial. Ucrania,
ahora amenazada por Rusia, tiene la desgracia de estar en un lugar estratégico,
en el mar Negro, y ser considerada la cuna de la iglesia ortodoxa. Si añadimos
sus fértiles tierras y el precio que los rusos tienen que pagar por los gaseoductos
que la traviesan para enviar su gas a Alemania, tenemos la ecuación perfecta
para convertirla en el objeto de deseo de una Rusia que sueña con recuperar su
esplendor imperial. No olvidemos que el retrato de Nicolás I está situado en la
antesala del despacho de Putin y que preside muchas de sus reuniones políticas.
En el imaginario de los rusos, Ucrania es “la pequeña Rusia”.
Desde
1991, como tantos países satélites de la URSS, se independiza. Su historia como
nación libre la podemos calificar de compleja, aunque no de fallida, como ha
sucedido con Chechenia. The
Economist lo considera
un país con una democracia hibrida y la corrupción de su gobierno es
innegable. Por otra parte, Rusia ha sido
calificada como régimen autoritario con una gran corrupción donde el asesinato
de periodistas y de políticos críticos con el régimen se ha convertido en una
costumbre. Pero la gran excusa de Putin para movilizar ahora sus tropas, es que
“su pequeña Rusia” ha pedido entrar en la OTAN. Imaginar tener en el patio
trastero un país de la OTAN (algo que de momento la OTAN no contempla ni parece
estar interesada), le resulta tan incómodo como a Ucrania tener a la Rusia
expansionista de Putin en el patio delantero. La situación de incomodidad ha
ido a más desde que en 2014 Rusia se
anexionó Crimea, península que pertenecía a Ucrania, y ha creado en el Este del
país una especie de tierra de nadie pro-rusa. Los problemas con el vecindario
nunca han sido fáciles de llevar y más cuando uno de ellos es un coloso y tiene
sueños expansionistas. Recordemos Alemania y Polonia, por poner un ejemplo
recurrente. Tener fronteras con los
poderosos suele ser un gran contratiempo porque o te anexionan o caes bajo su
influencia. Cosas de la geopolítica.
Mientras
escribo estas líneas, las armas están en alto:
Rusia, la OTAN, Estados Unidos y la Unión Europea están marcando
territorio y hablando a varias bandas. No sabemos qué va a pasar. Ojalá, tras
enseñarse los dientes lleguen a unos acuerdos satisfactorios para todos. Ojalá,
recojan las armas y cada uno se vaya a su casa con el orgullo intacto para
evitar, por lo menos durante un tiempo, más enfrentamientos.
En nuestro país la situación ha creado
desencuentros entre los miembros del Gobierno (PSOE y UP) y en la sociedad.
Nada extraño, estamos habituados. Unidas Podemos pide que se retire la OTAN, acusan
a Margarita Robles, ministra de defensa, de belicista y manifiestan que quieren
la paz. Los demás, parecen indicar, queremos la guerra. El presidente del gobierno
y la ministra de defensa, como no podía ser de otra manera, apoya a la OTAN y
las decisiones de la Unión Europea. El PP, apoya al Gobierno. Y VOX, por su parte, tuvo una postura
equidistante durante los primeros días.
Hay que recordar los estrechos vínculos
de las extremas derechas europeas con Rusia. Un magnate ruso muy próximo al
Kremlin, Konstantin Malofeev, gestiona las webs Katehon.com y Geopolitica.ru que
difunden artículos ultraderechistas en cuatro idiomas: inglés, español, francés
y árabe. Según El Confidencial, la líder de la extrema derecha francesa
obtuvo en 2014 un préstamo de una entidad financiera ligada al Kremlin. El libro
Patriotas indignados de varios
autores (Alianza Editorial 1919), relata las buenas relaciones mantenidas con
el neofascista húngaro Jobbik o con Michaloliakos, líder de los neonazis de
Amanecer Dorado de Grecia. Alexander Dugin, el filósofo de cabecera de Putin
asegura: “Consideramos a Trump como el Putin americano”. Asimismo, ha mostrado simpatías por la Liga de Matteo Salvini,
por Podemos y por el pensamiento de Conatanzo Preve y Diego Fusaro (ambos
filósofos marxistas), por Orbán… Puede parecernos paradójico, pero no lo es si
tenemos en cuenta su fin: desestabilizar las democracias liberales y para
logarlo apoyan las ideologías populistas, sean de derechas o de izquierdas, con
ese mismo objetivo. De allí su apoyo al mismo tiempo a Venezuela, a Le Pen, a
Podemos, a Orbán, a los independentistas catalanes, a Trump…. “Mi ideario es
simple —afirma—, hay que combatir el Imperialismo Estadounidense, el universalismo de los
valores liberales y de mercado”. Es decir, hay que combatir a las democracias
liberales como la nuestra.
Al contrario de lo que mucho piensan, el problema es complejo y
va mucho más allá de lo de lo aparente. Pensar en negro y blanco sin más matices
es lo que hacen los populismos de cualquier signo. Esos que, bajo sus eslóganes
vacíos de contenido y repletos de emociones, nos vende una mercancía de muy
mala calidad y con un apestoso tufo a podrido que no perciben sus seguidores.
Los fanáticos solo ven con el ojo izquierdo, o con el derecho, nunca con los
dos. Están ciegos a la realidad. Mirar de forma tan sesgada y simplistas obedece
a una postura narcisista, yo y los míos poseemos la verdad absoluta y, desde
luego, no vamos a rectificar nuestro pensamiento por mucho que los hechos me
demuestren todo lo contrario.
El ser humano y sus organizaciones
sociales nos dejamos llevar demasiadas veces
por el instinto de muerte antes que por el de la vida. La eterna lucha
de Eros y Thanatos. Los geopolíticos nos
explican y analizan desde los medios de comunicación las tensiones regionales,
oportunismos políticos, bloques de poder… Pero lo que no nos dicen es que el
ser humano, como todas las especies, poseemos un instinto agresivo de
destrucción hacía los demás y, a veces, contra nosotros mismos. Lo que hace
posibles las guerras.
En 1932, Einstein le
escribió a Freud una carta que contenía las siguientes preguntas: “¿Hay
una manera de liberar a los seres humanos de la fatalidad de la guerra? ¿Existe la
posibilidad de dirigir el desarrollo psíquico del hombre de manera que pueda
estar mejor armado contra las psicosis de odio y de destrucción?”. Freud contestó un mes más tarde: “La disposición a
la guerra es un producto del instinto de destrucción y lo más fácil será apelar
al antagonista de ese instinto: al Eros. Todo lo que establezca vínculos
afectivos entre los hombres actuara contra la guerra”. Suena utópico, la
historia así lo avala, que podamos desviar o desprendernos de nuestro instinto
agresivo. Pero quizá si aprendemos a mirar la realidad en su conjunto y
reflexionamos sin dejarnos llevar por los populismos se impongan, algún día, la
racionalidad y la templanza, esas desconocidas.
ISABEL BANDRÉS
MARIE DE GOURNAY:
ÉGALITÉ DES HOMMES
ET DES FEMMES
Y
GRIEF DE DAMES
ROSA MASCARELL DAUDER
Este
año se cumplen cuatrocientos desde que salió a la luz púbica un escrito
dirigido a la reina Ana de Austria y que se titulaba en el original francés Égalité
des hommes et des femmes. Su autora una mujer autodidacta que dedicó su
vida a la escritura y de ella hizo su profesión.
Releyendo
los Ensayos de Michel de Montaigne en una edición de 1981, me fijé en
que aparecía en la introducción nombrada de pasada y de forma despectiva una
mujer, Marie Le Jars de Gournay (París, 1565-1645). Por curiosidad, averigüé
que fue en su día alabada por el autor de los Ensayos nombrándola
públicamente “hija por afinidad” y “capaz de las más bellas cosas”. A la muerte
del maestro se encargó de revisar la que sería la edición definitiva de los Ensayos.
Por ello mismo, fue calumniada en vida por “tergiversar” los textos de
Montaigne y relegada al olvido hasta hace pocos años en los que se re-descubrió
esta gran escritora. Grief de dames y Égalité des hommes et des
femmes son dos obras que brillan por si mismas, sin necesitad de ningún
aval, y que siguen teniendo actualidad, os recomiendo pues su lectura —a la que yo llegué de
manera colateral y por pura curiosidad—. Aunque en vida ya se la consideró “femme de
lettres”, recientemente ha sido por fin recuperada para la historia de la Filosofía.
No solo eso, también se le reconoce el gran trabajo de mejora que realizó con
los Ensayos de Montaigne traduciendo las citas latinas, precisando las
referencias, anotando y fijando el texto, un trabajo intenso que le llevo año y
medio.
Primera edición de los Ensayos de Montaigne |
Su
infancia fue difícil pues, aunque su padre había comprado un castillo y la
señoría de Gournay-sur-Aronde, éste murió cuando Marie tenia trece años siendo
la mayor de seis hermanos. Recibió la educación de rigor para señoritas,
costura y catecismo, pero aprendió por su cuenta latín, llegando ha ser una
gran traductora de Ovidio, Virgilio y Tácito. Toda esta erudición, o más bien
por ello mismo, no la libró de ser calumniada por “se mettre a penser”, ¡una
mujer! A pesar de todos los vituperios que sufrió por parte de la
intelectualidad más reaccionaria, en lugar de retirarse al ámbito doméstico de
los bordados, los rosarios y las cartas a la familia, ofreció su pluma y obtuvo
protección de mecenas como la reina Margarita de Valois, Enrique IV, María de
Médicis, Luis XIII, la marquesa de Guercheville y especialmente de Richelieu
que la favoreció con una modesta pensión real que le permitió vivir de su
trabajo como escritora.
Las
dos obras que nos ocupan ahora, Igualdad entre los hombres y las mujeres
y Agravio de damas, fueron escritas la primera para la reina Ana de
Austria en 1622, la segunda cuatro años más tarde como carta abierta
precisamente contra la difamación de la que fue víctima por “pulir, limpiar y
dar esplendor” a los Ensayos de Montaigne. El Agravio (Grief)
comienza así de contundente:
“Bienaventurado
tú, lector, si no eres de este sexo al que se proscribe de todos los bienes,
privándolo de libertad; al cual además, se le prohíbe incluso el ejercicio de
casi todas las facultades al excluirlo de los cargos, los oficios y las
funciones públicas: en una palabra, sustrayéndole el poder —en el ejercicio del cual
se forman la mayor parte de las virtudes— a fin de continuar dándole como única felicidad, como
virtudes soberanas y únicas, la ignorancia, la servidumbre y la facultad de
hacer el imbécil si este juego le place”.
Source gallica.bnf.fr/Bibliothéque Nationale de France |
Vivendo
en persona cómo era de humillante la educación de las mujeres en su tiempo, Marie
pensaba que era un milagro que alguna llegara a la excelencia y aún así era
más prudente esconder su saber para no ser motivo de burla por ello mismo. En
el primer libro, Igualdad, la tesis que defendía era que la desigualdad
entre hombres y mujeres no es intrínseca, sino que es así querida por los
hombres y que, si se les permitiera a las niñas y jóvenes acceder a la misma
educación que a los varones, esa desigualdad desaparecería. Es el mismo
argumento que muchas mujeres en la historia sostuvieron, como Beatriz Galindo o
María de Zayas, por poner solo dos ejemplos. Por desgracia hemos visto, y ella
también lo señala en Agravio, que no es suficiente, que los hombres
deben también aprender a compartir el poder con las mujeres. De no ser así, el
referente femenino será el de la mujer culta pero discreta, el ideal del
humanismo (masculino) más avanzado de entonces, por ejemplo, el de Luis Vives,
tutor de reinas.
Sutil
es la advertencia a los hombres, bienaventurados, con la que cierra el Agravio:
“la ignorancia es la madre de la presunción”. Por desgracia se ve mucha
presunción en las altas esferas del poder donde no suele brillar la
excelencia.
ROSA MASCARELL DAUDER
SE PUEDE LEER EN LÍNEA ÉGALITÉ DES HOMMES ET DES FEMMES (1622)
https://fr.wikisource.org/wiki/%C3%89galit%C3%A9_des_hommes_et_des_femmes_(1910)
SE PUEDE LEER EN LÍNEA GRIEF DES DAMES (1626)
https://fr.wikisource.org/wiki/Grief_des_dames
IMÁGENES SOBRE LAS
MUJERES Y LA LECTURA
12. SANTA MARÍA MAGDALENA
INÉS ALBERDI
Maria Magdalena es una de las santas que se sitúan a
caballo entre la literatura y la historia. Es un personaje importante en la
historia de la vida de Jesús. Apenas hay figuras femeninas en los evangelios,
aparte de su madre María, y quizás por ello María Magdalena cobra una
importancia especial. Se la asocia con Jesucristo y en sus encuentros se
realzan las cualidades cristianas de generosidad y benevolencia que Jesús tiene
hacia una mujer que, según el vulgo, era una pecadora pública.
Nicolás Regnier, Francia,1591-1667. María Magdalena penitente Museo Nacional de Varsovia |
La Magdalena no aparece en el evangelio como especialmente
culta y, sin embargo, casi siempre los retratos la representan con un libro
entre las manos. Las imágenes artísticas de María Magdalena son diversas,
recreando los dos rasgos centrales que se le han asociado: elegancia serena o pecadora
arrepentida. Y en ambos casos muy bella. Tanto en un caso como en otro, la
longitud y la belleza de sus cabellos es un rasgo distintivo.
Michelle Tosini, Italia, 1503-1577. Santa María Magdalena (1560) Museo de Bellas Artes de Houston, colección Samuel H. Kress |
La iconografía clásica de María Magdalena la presenta con
un frasco de perfume o aceites para recordar la ocasión en la que perfuma con ungüentos
los pies de Jesús.
En las imágenes que presentan a María Magdalena como una mujer
serena, bella y elegante, con un tono incluso de aristócrata, se cuida mucho el
vestido, como queriendo identificarla con las damas cultas, ricas y distinguidas
de las diferentes épocas. Sin embargo, es difícil explicar por qué los libros
acompañan a la Magdalena en la mayoría de las representaciones.
Nuestra interpretación es bastante similar a la que damos
para otras santas. Con ayuda de los libros se eleva la categoría social de la
Magdalena y, a la vez, se anticipa la idea de su regeneración. Con la piedad y
la devoción se dignifica el personaje y los libros conllevan el mensaje de que
María Magdalena cambia de comportamiento en una supuesta segunda parte de su vida
y se hace merecedora, retrospectivamente, de la generosidad y benevolencia de
Jesucristo.
Andrea Vaccaro, Italia, 1600-1670. María Magdalena arrepentida Museo Pushkin, Moscú |
La representación de Santa Magdalena como penitente se
multiplica en la pintura a partir del siglo XVI. Especialmente en el barroco
italiano y español son muy frecuentes las representaciones de la Magdalena en
actitud de arrepentimiento como si estuviera dedicada a hacer penitencia para
alcanzar el perdón de sus pecados.
Son imágenes de dolor que no excluyen un cierto erotismo,
pues se presenta a Magdalena como una mujer joven, hermosa y medio desnuda. Esa
imagen de dolor y arrepentimiento no olvida la dignidad del personaje y el
intento de elevación social, utilizando para ello el presentarla leyendo o con libros
a su alcance.
Juan Bautista Maino, España, 1581-1649. Magdalena penitente (1620) Museo de Bellas Artes de Asturias |
También en esta fase de penitente, los artistas dan una
gran importancia a sus cabellos, siempre muy largos, haciendo eco de esa escena
en la que Magdalena los usó para echarse a los pies de Jesús.
Es frecuente situar esta Magdalena penitente en una cueva
o en un lugar apartado del mundo, como si se hubiera hecho anacoreta y, por eso
mismo, la presencia de los libros que está leyendo se hace aún más sorprendente.
Simone Cantarini, Italia, 1612-1648. Santa Magdalena penitente MUseos Cívicos, Pinacoteca Pesaro (Marche, Italia) |
En las Magdalenas penitentes sigue apareciendo el frasco
de perfumes y a veces se añade una calavera entre los objetos que la acompañan,
por entender que ello simboliza la reflexión sobre la muerte y la fugacidad de
la vida.
Pompeo Batoni, Italia, 1708-1787 |
NURIA ALKORTA
En
esta ocasión el motor para este artículo ha sido una actriz. Por ello, justo es
que empiece estas líneas refiriéndome a ella: la intérprete y productora
norteamericana Frances McDormand. Pero más exactamente todo empezó con una
fotografía de ella publicada en la prensa durante los últimos días, con motivo
del estreno de la película que protagoniza y produce, dirigida por Joel Coen,
sobre la obra de Shakespeare titulada La
tragedia de Macbeth. En la imagen, tomada durante el rodaje, aparece
McDormand ―en primer término y sentada junto al
director―, mirando atentamente a lo que ocurre
frente a ella, en el set. Ese tipo de concentración extrema ―parece
absorber totalmente lo que mira―, revela su gran talento y su arte.
Joel Coen y Frances MacDorman, durante el rodaje de Macbeth Foto: Alison Rosa, El Mundo. |
Frances
McDormand es el ejemplo de artista fiel a sí misma quien, además, ha sido
reconocida con los máximos galardones que puede recibir una actriz de cine,
teatro y televisión, pues ella ha conseguido en varias ocasiones los Premios
Oscar, Tony y Emmy, además de varios Globos de Oro, Premios BAFTA o SAG
(Sindicato Actores Americanos). Su formación como actriz comenzó en Bethany
College y continuó en la Universidad de Yale, en su programa graduado de arte
dramático. En la ciudad de Nueva York consiguió sus primeros trabajos en el
teatro y desde entonces ha combinado sus actuaciones en Broadway con el cine y
con la televisión y, ahora, también en plataformas de entretenimiento. Su
vinculación con el cine de los hermanos Coen ha sido especialmente intensa, y en
el presente continúa como intérprete y productora de la primera película que
rueda en solitario el mayor de ellos, Joel Coen, quien es su pareja desde poco
después de su encuentro en 1984.
Por
supuesto, antes de encontrarme con la fotografía, sentí interés por ver la
artística propuesta en blanco y negro de Joel Coen y disfrutar con la Lady
Macbeth de Frances McDormand. Lamentablemente no he podido ver la película antes
de escribir estas líneas, pero próximamente lo haré sin falta en la única sala
de proyección de Madrid que la programa: La Vaguada Cines, donde la emiten ―sospecho
que no por mucho tiempo―, solo ciertos días de la semana.
Aunque no es el caso de esta cinta, sirva la anécdota para señalar la precaria
situación del cine en general y, en especial, la de aquel que nace con la
vocación de ser proyectado y compartido en una sala. En esta película de Joel
Coen, protagonizada por Denzel Washington en el papel de Macbeth, también es
digna de mención la actriz británica Kathryn Hunter quien, según las críticas
que he podido leer, sobresale por su interpretación unitaria de las tres
brujas: todo un reto para una actriz.
Frances MacDormand como Lady Matcbeth (2022) (Image credit: Alamy/Apple TV+) |
Pero
vayamos a la creación original de William Shakespeare y a su principal
personaje femenino: Lady Macbeth. Como ocurre en muchas otras de sus obras ―especialmente
en las tragedias históricas protagonizadas por reyes y en aquellas otras que
desarrollan la peripecia o el carácter de ciertos roles como Hamlet, Otelo,
Romeo y Julieta―, en esta ocasión el personaje de
Macbeth da título a esta tragedia de ambición y de poder ambientada durante la
Edad Media en Escocia.
La
obra empieza con el sofocamiento de una rebelión de varios nobles contra el rey
Duncan en cuya victoria ha destacado uno de sus generales: Macbeth. Este thane se acerca al trono y obtiene el
reconocimiento real, pero aspira a más: puede llegar a ser rey ―según
le han vaticinado tres brujas―y, por ello, debe ser rey. Sin esperar a que los acontecimientos pronosticados surjan
de manera natural, Macbeth y su esposa deciden tomar la delantera al destino:
asesinan al verdadero rey cuando le hospedan en su palacio, ignoran la línea sucesoria
de su hijo Malcolm haciéndole pasar por el responsable de su muerte, y, sin
ninguna legitimidad, Macbeth es proclamado y coronado rey. Todo ello lo
ejecutan bajo una máscara de hipocresía porque, como bien saben: «¡Un rostro
falso debe ocultar lo que sabe un falso corazón!». La obra también trata de hipocresía
y traición.
Marion Cotillard como Lady Macbeth (2017) |
Al
conocer la muerte del rey Duncan, antes de huir, su hijo menor Donalbain dice a
su hermano mayor: «¡Aquí hay puñales en las miradas! El más cercano a nuestra
sangre es el más cercano a verterla…». El asesinato del auténtico rey también exige
la eliminación de los testigos del crimen y de aquellos otros que suponen la identidad
de su verdadero autor; luego la de los hijos y las esposas, junto a los amigos
y criados de aquellos que ya han sido asesinados a fin de evitar una posible
venganza: como resultado, los súbditos del nuevo rey viven en una tiranía donde
señorea el terror. En el cuarto acto, uno de los nobles escoceses ―el
thane de Ross―,
dice sobre la «crisis de los tiempos» que les toca vivir: «No me atrevo a decir
más; pero estos [tiempos] son crueles cuando somos traidores sin que lo
sepamos, cuando nos llega el vago rumor de que debemos temer y no sabemos lo
que tememos; cuando nos balanceamos aquí y allá, sobre una mar agitada y
violenta».
En
los años sesenta del siglo pasado Jan Kott propuso provocativamente en Shakespeare Our Contemporary que tanto
en esta tragedia como en las otras llamadas históricas
se expresa una idea que él llamó «el Gran Mecanismo»: la representaba con una
especie de rueda simbólica por la que un hombre asciende hasta ser coronado rey, no sin crueldad e injusticia, y
luego desciende hasta perder en el
campo de batalla su corona y su cabeza, creándose un nuevo vacío de poder que
es ocupado por un nuevo rey quien también prosigue el giro infinito de esta
rueda de sangre. Las obras de Shakespeare posibilitan este y otros tipos de
interpretaciones que se acomodan a cada época: la propuesta de Kott ―un
judío polaco que sirvió en el ejército, enseñó tras la guerra en la Universidad
de Varsovia y llegó en 1966 a los Estados Unidos―
rezuma la experiencia de la Segunda Guerra Mundial y del sometimiento inhumano bajo
los totalitarismos hitleriano y comunista. Tal vez su explicación es un poco
anacrónica pero sigue siendo sugerente.
Hellen Mirrer como Lady Macbeth para la Royal Shakespeare Company (1974) |
Al
comienzo de la obra, la victoria del rey Duncan se suma a la imagen de una
aurora rojiza. En esta tragedia de Shakespeare, así como en su poema titulado Venus y Adonis, esta imagen «presagia siempre
el naufragio a los marinos, la tempestad a los campos, el sufrimiento a los
zagales, la desolación a las aves y los vendavales y negras borrascas a los
rebaños y los pastores». El auspicio de la aurora roja nos advierte de que la
pacificación del reino de Escocia es solo aparente pues sobre ella se cierne la
traición de Macbeth. El vaticinio de las brujas, anunciándole que será thane de Cawdor y rey de Escocia,
espolea la ambición de Macbeth y le hace decir: «¡nada existe para mí sino lo
que no existe todavía!». Pero como sabe Lady Macbeth la ambición de su hombre «no
se atreve a elegir el camino más corto» y aún carece de suficiente «instinto
del mal» para cumplir su deseo: «No quisieras hacer trampas» ―piensa
su compañera de él―, «pero aceptarías una ganancia
ilegítima». Conocedora de los escrúpulos iniciales de Macbeth, por su obligada lealtad como súbdito y como
anfitrión del buen rey, Lady Macbeth condensa toda su crueldad y astucia para
manipular la ambición y las desconfianzas de su esposo conduciéndolas hacia la
ejecución inmediata del magnicidio: unidos en este impío crimen las manos de
ambos están manchadas de sangre sagrada.
La
unión de los asesinos y su lealtad mutua acaba enrareciéndose porque cada cual
cede por momentos a las alucinaciones de sus recelos. El comportamiento de cada
uno de ellos se vuelve peligroso para el otro porque les delata: la corte
presencia las imprecaciones de Macbeth contra el espectro de Banquo sentado en
su lugar en el banquete, así como las acciones sonámbulas de Lady Macbeth
cuando habla con su esposo tal y como hizo la noche del asesinato y luego trata
de limpiar la imaginaria sangre de sus manos. Esta tragedia se ambienta en un
mundo mágico y fantasmal: es una pesadilla. Eso es lo que más me gusta de esta
obra y así es como imagino a sus personajes.
Judy Dench como Lady Macbeth para la Royal Shakespeare Company (1976) |
Como
la primera mujer bíblica, Lady Macbeth instiga a su compañero para que
traicione la confianza de su rey y, en este caso, le empuja a cometer un impío magnicidio.
Tal vez podría reprochársele al gran autor por recurrir a ese socorrido recurso para justificar el
regicidio, un acto tan controvertido en la Inglaterra de su época: la mujer es
la verdadera villana de la obra. Pero sea como fuere, con ello Shakespeare ha
creado un personaje femenino único que aun hoy nos impacta por su mezcla de
frialdad y fiereza y, luego, nos aterra por su comportamiento sonámbulo y
desquiciado: un estado en el que al fin acabará quitándose la vida. Tal vez,
sea esta la parte más enigmática del personaje. Este comportamiento podría
interpretarse como la consecuencia de una corrosión espiritual por los remordimientos,
pero personalmente, en el caso de Lady Macbeth, me inclino a pensar que su creciente
y enfermiza desconfianza le arranca el sueño ―temiendo
ser descubierta o, incluso, asesinada por su esposo―,
acaba delatándola y hundiéndola en la desesperación. De cualquier modo, con su
suicidio Lady Macbeth se adelanta a una segura ejecución, si vence el ejército
de Malcom que asedia el castillo.
Irene Gutiérrez Caba como Lady Macbeth para RTVE, Estudio 1 (1966) |
Algunas
escenas memorables de este personaje son: su primera aparición, cuando ella lee
la carta de Macbeth y, a continuación, cuando invoca a los «espíritus
propulsores de pensamientos asesinos» para despertar en ella una crueldad
masculina y, luego, apremia a la noche para que envuelva con su negro manto el
crimen que van a llevar a cabo; más tarde, como si fuera un couch del mal, cuando primero persuade
y, después, aprieta las tuercas a
Macbeth para cometer el crimen; y, por supuesto, cuando, al final de la obra,
de noche vaga dormida por los corredores de palacio hablando y haciendo
extrañas muecas y se frota nerviosamente las manos para borrar la sangre de
ellas. Todas son escenas de gran tensión que causan un profundo impacto, son
puro teatro.
Por
último, he leído en la prensa que el matrimonio Macbeth de Joel Coen es
«post-menopaúsico» (otra vez el baldón, en este caso del periodista, recae en
la mujer). Pero, con todo, me parece una buena elección porque en este detalle
se cifra la esterilidad de la pareja: su ambición es una quimera de permanencia
en el mundo.
NURIA
ALKORTA
FERNANDO DEL PASO:
UNA POÉTICA DE LA HISTORIA
ROSARIO HERRERA GUIDO
“La poesía debe asaltar todas las manifestaciones
Fernando del Paso
I
Fernando del Paso Morante (México, 1 de abril, 1935–Guadalajara,
14 de noviembre, 2018), escritor, dibujante y pintor, autor de José Trigo (1966), Palinuro de México (1977) y Noticias
del Imperio (1987), entre otras monumentales novelas, espléndidos ensayos
como Viaje alrededor del Quijote (2004)
y Bajo la sombra de la historia, Ensayos
sobre el Islam y el Judaísmo. vol. I. (2001) y poemas y poemarios
ejemplares como Poemar, incluyendo
teatro y cuentos, recibe diversos galardones como el Premio Xavier Villaurrutia
(1966), el Rómulo Gallegos (1982), Casa de las Américas (1985), Mazatlán de
Literatura (1988), Nacional de Lingüística y Literatura (1991), Premio Feria
Internacional del Libro de Guadalajara (2007), Alfonso Reyes (2013) y el pasado
12 de noviembre de 2015, el Premio Cervantes, el máximo laurel que se otorga a
las letras españolas. Con motivo de esta última distinción, a partir de sus más
notables novelas, espero mostrar en este breve ensayo una poética de la
historia.
II
José Trigo (Siglo
XXI, 1966), tras publicar “Sonetos de lo diario” (Cuadernos del Unicornio,
1958), es la primera y gran novela de Fernando del Paso, acreedora al Premio Xavier
Villaurrutia (1966), que crea durante siete años, con la que inicia la serie
“la creación literaria” de Siglo XXI Editores, y en la que a partir de la
deconstrucción más radical del lenguaje y sus posibilidades poéticas de
expresión, fiel a la “libertad bajo palabra”, trasgrede las dimensiones
temporales y espaciales, para contar la vida de José Trigo, el ferrocarrilero y
los trenes que salen y llegan a la estación de Nonoalco-Tlatelolco, a través de
una recreación poética de un tiempo determinado de México. Tiempo y poesía,
tiempo poético y poética del tiempo: tuna poética de la historia. Fernando del
Paso, con el pas pas paso de su máquina literaria, crea una evocación poética
de la historia de su país, desde los míticos y poéticos tiempos originarios
hasta el presente: el mito milenario, cual instante poético sobre la tierra.
Pues cada acaecimiento, cada accidente, o como dice Aristóteles en su Poética, cada peripecia, está referida a
la incontable dimensión histórica, que ahonda en las raíces del mito sobre el
que se yergue México en el bosque del mundo. Como narra poéticamente Fernando
del Paso: “José Trigo no había visto a Luciano la tarde en que Luciano salió de
la Calzada de los misterios… ¿Los misterios? ¿Cuáles misterios? Bueno,
misterios hay muchos, entre ellos los de la Calzada que así se llama, y que
parte del Noreste de Nonoalco-Tlatelolco, a obra de unas trescientas varas del
templo del Señor Santiago para desembocar en la Villa de Guadalupe…” (José Trigo, p. 61).
Dibujo de Fernando del Paso |
Un gran mito que se eleva al plano de la tragedia,
como sostiene Aristóteles en su Poética, la
versión más autorizada del mito”. Una poética novelada y novela poética que se
coloca como el reverso de Cien años de
soledad, Tres tristes tigres, La muerte de Artemio cruz o El siglo de las luces, por todos los
experimentos poéticos con el lenguaje, para narrar la dinastía de un hombre, el
ferrocarrilero disidente José Trigo. Y en 19 capítulos, 9 de la primera parte
que llama “Del Oeste” y 9 de la segunda parte “Del Este”, textos espejos, además
de un capítulo que es “El Puente”, que incluye elementos de la primera parte y
de la segunda. Una novela que cual epopeya poética se puede leer en el orden
que escoja el lector, pues trata como un poema lo que siempre está sucediendo,
por lo que puede empezar por El Puente o Del Oeste…sin perder el sentido de
esta poética de la historia, pues el orden no es cronológico sino tiempo
circular, más precisamente espiral, cual tiempo mítico, es decir, poético. Como
la Rayuela de Julio Cortázar, que se
le adelanta tres años.
Un canto que narra toda la historia en un instante y
en un párrafo: “José Trigo era un hombre de cabello encarrujado y entrecano […]
treinta y cinco, cincuenta y cuatro trenes salen todos los días de la vieja
estación de Buenavista y yo los cuento como cuento sus años […] todo aquello
que vio a José Trigo llegar en un tren de carga a estos llanos olvidados que
son los de Nonoalco-Tlatelolco, en la Ciudad de México, que un día de mayo de
hace muchos años lo vio caminar por los campamentos con una caja blanca al
hombro, que una tarde de difuntos lo vio correr bajo el Puente y perder un
zapato, que una noche de un mes de diciembre de un año bisiesto lo vio de
rodillas en Santiago Tlatelolco […] Lo vieron Todos los Santos […] Lo vio la
Virgen de Guadalupe. Y lo vi yo” (José
Trigo, p. 5). Una sublime historia, que evoca el barrio de mi cuna e infancia,
las calles de la colonia Santa María la Rivera, frente a la Estación de
Buenavista, el Puente de Nonoalco, los trenes que traían a las reses que
pasaban en estampida, sólo Dios sabe por qué, por toda la calle de Sor Juana
Inés de la Cruz, mi calle, rumbo al matadero.
Dibujo de Fernando del Paso |
José Trigo, como declara José Agustín es una tragicomedia, con diversas técnicas
narrativas, entre los talleres y las vías de Buenavista, teniendo como
escenario histórico la Guerra Cristera (1926-1929) y el Movimiento
Ferrocarrilero.de 1959. Por su complejidad, a pesar del Premio Xavier
Villaurrutia (1966) y la aceptación de Juan Rulfo y Juan José Arreola, las
críticas fueron despiadadas, como la de Emmanuel Carballo, contra los diversos estilos
narrativos, las referencias históricas y las múltiples menciones a la mitología
azteca. Pero como para Esther Seligson, José
Trigo sigue siendo una memoria que se inventa [Texto crítico, Jalapa, (5) (1976):162-169).
La importancia de José
Trigo, no sólo está en que es su opera
prima, el origen de su narrativa, sino en que permite aproximarse al
proceso narrativo del autor, para comprender, interpretar y disfrutar de su
poética de la historia en Palinuro de
México, a través de ciertas claves: el interés por el mito y la historia,
su pasión por el lenguaje, su gusto por el ambiente popular, por el humor,
además de la complejidad de la estructura narrativa, la creación de imágenes
escatológicas y la poética de la historia: “Turbulento lentamente se fue
acaronchando el cielo. Y también las cosas: casi un mes hacía que había estallado la
huelga general en todo el sistema. Y de nítidas noches tachonadas de estrellas
que
coruscan, séricas, virgíneas: felices tiempos aquellos en que chirriaban las
zapatas cuando los trenes subían las cuestas. Y de urente sol que,
aun cuando ponentisco, melíferos rayos fluía sobre el campamento, a nocturnales
tonantes truenos y una que otra gota: chispeaba. Y el laudo fue
contrario: comenzaba la represión...” (José
Trigo, pp.389).
https://drive.google.com/file/d/1jP-yDN6cc627i4i_Za-mBcxazIn9MbUR/view?usp=sharing
ROSARIO HERRERA GUIDOIntegrante
del Registro Nacional de Escritoresde
Conaculta, México (desde 2016).Universidades
de Querétaro y Guanajuato, México.
SOBRE LA
EDUCACIÓN SEXUAL
LIDIA
ANDINO
Hace
ya años que la Educación Sexual ha sido —de una u otra manera—, incluída en los
programas de estudios de nuestras niñas y niños. Un paso que ha significado un
avance en el sentido de poner sobre la mesa cuestiones hasta ese momento
amenazadas por los fuegos del infierno, perseguidas por las tijeras de un
censor u ocultas entre los pliegues de alguna perversa beatitud.
La
importancia de este hecho radica fundamentalmente en que muchos de estos temas
sexuales comenzaron a circular y se hablaba de ellos, es decir, ya no eran
sancionados por las vías del ocultamiento o de la prohibición, a la manera de
un padre y una madre desmemoriados respecto de los juegos y curiosidades
sexuales de su propia infancia; en el sentido de que actuaban -aunque no lo
supieran- como si la sexualidad de sus hijos comenzara en la pubertad.
En
general, la sexualidad se hallaba recluida al servicio de la reproducción,
ocluyendo su dimensión de goce. Actualmente, poco queda de las ambiciosas metas
de la pretendida Educación Sexual cuando se realiza, como suele ocurrir en los
colegios, sólo a través de la información; más aún, cuando esas referencias las
imparte quien lejos de vivir su sexualidad, malvive de sus prejuicios acerca de
ella. Cuando se da esta circunstancia —en la mayoría de los casos—, no tenemos
más remedio que evocar a aquellos esforzados misioneros que entraban en
contacto con tribus primitivas a cuyos habitantes explicaban las verdades
eternas del cristianismo, ante el asentimiento sumiso de los “salvajes”. No obstante,
la obediencia mostrada en presencia del misionero, en cuanto éste se retiraba
seguían adorando a sus antiguos ídolos.
Algo
similar ocurre cuando las cuestiones sexuales transmitidas en términos de
información resultan ser letra muerta
para el psiquismo inconsciente que es donde nuestra sexualidad se procesa. Por
ello, gastar tanto dinero en los programas educativos sobre este tema, se nos
revela como un gasto inútil si estos contenidos no quedan incluidos en la
transformación de los modelos ideológicos, es decir, un tiempo de procesamiento
grupal donde cada uno se implique en la información recibida y pueda pensarla
con sus propias palabras y desde el punto de vista en el que se encuentre su
particular investigación sexual, siempre inconsciente, vital, inacabada.
LIDIA
ANDINOPsicoanalista
LAS MUJERES DE
ISABEL LA CATÓLICA
TERESA DE
CARTAGENA
MARÍA LUISA MAILLARD
En
esta nueva entrega, queremos destacar la impronta que dejó en los conventos la
política a favor de la instrucción de las mujeres de Isabel la Católica, pues
fue un movimiento expansivo de larga duración. Aparte de la gran figura de
Teresa de Ávila, suficientemente conocida, entre la multitud de mujeres que en
los claustros escribieron poemas, relatos autobiográficos y libros piadosos:
Isabel de Villena, Brianda de Acuña, sor Isabel de los Ángeles, Ana Abarca,
María Jesús de Ágreda, Olivia Sabuco, sor Ana de la Trinidad y tantas y tantas
otras, hemos escogido por su doble carácter de pionera, a Teresa de Cartagena.
En
la entrega anterior, quisimos arrumbar un tópico sobre una idea muy difundida:
que las mujeres que querían instruirse en la época debían tomar los hábitos.
Hubo mujeres cultas dentro y fuera de los conventos, una vez que, a partir de
la Baja Edad Media, las Cortes comenzaron a competir en cultura con los
claustros, lugares de recogimiento, más proclives al desarrollo intelectual, al
estar alejados del fragor de las batallas.
De
nuevo, debemos remitirnos a la configuración de la sociedad del Antiguo
Régimen. La cultura y la educación giraban en torno a los dos estamentos
superiores: la Nobleza, con la Corte Real a la cabeza, y la Iglesia. Y esto era
igual para los hombres y, como hemos visto en la entrega anterior, para las
mujeres que accedían al conocimiento y destacaban en la misma medida que los
hombres.
Debemos
ahora reconsiderar esa desestimación en la que estuvieron algunas mujeres en su
desarrollo intelectual, por ser monjas. Pertenecientes al clero fueron los dos
autores pioneros en escribir en castellano: Gonzalo de Berceo y el Arcipreste
de Hita. Conforme avanzaba el siglo XVI en España, la pertenencia al estamento
eclesiástico comienza a ser mayoritaria entre los autores masculinos. Si nos
fijamos en su trayectoria vital en el Siglo de Oro, apreciamos que, no sólo
estaban bajo la protección de algún señor al que servían, sino que muchos de
ellos eran sacerdotes. Luis de Góngora tomó órdenes menores en 1575, Calderón
de la Barca fue ordenado sacerdote a los 50 años, Tirso de Molina fue religioso
mercedario; Fray Luis de Granada, dominico; Baltasar Gracián, jesuita; y Fray
Luis de León, agustino. El mismo Lope de Vega se ordenó sacerdote en 1614; para
no hablar de la gran mística española, con la figura inigualable de San Juan de
la Cruz.
No
es extraño pues, que la cultura se desarrollase de forma especial en los
conventos de monjas, incluso antes del empuje de la política de Isabel la
Católica. Más extraño —por desconocido— es que también se abriese en esos
recintos el debate sobre la igualdad intelectual de las mujeres, introduciendo
en los claustros la “Querella de las mujeres”, que inició Cristhine de Pizan en
el siglo XIV, mucho antes que sor Juana Inés de la Cruz escribiese esos poemas
satíricos contra los hombres que Octavio Paz consideró “una explosión aislada
que no tuvo consecuencias sino hasta el siglo XX”.
Teresa de Cartagena merece por doble
partida el apelativo de pionera. Fue la primera mujer que estampó su firma en
un texto escrito en castellano; y la primera que inició un debate público en
defensa de la capacidad intelectual de las mujeres y su derecho a la
instrucción. Sus dos manuscritos Arboleda
de los enfermos y Admiración de las
obras de Dios, copiados por Pero López de Trigo, se encuentran en la
Biblioteca del Monasterio de El Escorial.
Página inicial del manuscrito Admiración de la obra de Dios Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial |
Pocos
datos precisos se conocen de su biografía, pues no era costumbre en la época,
dejar constancia de la vida de las mujeres. Los estudiosos señalan una franja
para su nacimiento entre 1420 y 1435; aunque podríamos inclinarnos por la de
1425, ya que en 1449 el obispo de Burgos, Alonso de Cartagena, realiza una
doble petición al papa Nicolás V: para que su sobrina pudiera trasladarse a un
centro cisterciense y para que pudiera ser elegida como abadesa o priora, al
cumplir los 25 años. En 1449, Teresa tendría 24 años.
Sí
que se sabe que nació en Burgos, en el seno de una familia conversa, ligada por
su familia al obispado de la ciudad, representada en su época, por su tío
paterno Alonso de Cartagena. Estudió en la Universidad de Salamanca, según
recoge en el prólogo de su primer libro, donde señala: “los pocos años que yo
estudié en el estudio de Salamanca”. En una fecha incierta de su juventud, una
enfermedad le provocó una sordera permanente, lo que acrecentó su vivencia
espiritual.
No
se sabe con certeza si conoció a Isabel la Católica, en las muchas visitas que
la reina realizó a Burgos, por ejemplo, cuando en 1476 juró, en el convento de
Santa Dorotea, que conservaría el castillo de la ciudad; pero el enlace claro
con las mujeres doctas de la reina, proviene de su relación probada con Juana
de Mendoza, a la que dedica sus escritos y agradece los ánimos para que siga
aplicándose en la escritura. Juana de Mendoza regía las Escuelas Palatinas
creadas por la reina Isabel para la educación de las jóvenes.
Página inicial del manuscrito Arboleda de los enfermos Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial |
Su
libro Arboleda de los enfermos se
inserta en un género muy habitual en la época: los libros de consolaciones y
parece estar inspirado en El tratado de
consolación de Enrique de Villena en 1430. Sin embargo, en su obra, Teresa
de Cartagena combina sus experiencias en forma autobiográfica con un
conocimiento profundo de los fundamentos teológicos de la cristiandad. Por esta
erudición, muchos de sus contemporáneos ponen en cuestión su autoría y ella
responde con un manuscrito Admiración de
la obra de Dios, rebatiendo las acusaciones recibidas, mediante una
reivindicación de la capacidad de las mujeres para pensar, leer y escribir y,
por tanto, educarse, igual que los hombres.
En
esta reivindicación Teresa de Cartagena entra de lleno en contenidos
doctrinales y teológicos que se consideraban patrimonio de los varones. En el
siglo XV la definición del hombre y la mujer estaba sufriendo un cambio en el
discurso teológico. Durante gran parte de la Edad Media se defendió la teoría
de la complementariedad de los sexos, deudora del pensamiento platónico, a la
que se adhiere Teresa de Cartagena. Según esta teoría los hombres y las mujeres
son sustancialmente diferentes (en lo que se refiere al sexo) pero iguales en
valor porque cada hombre o mujer posee dentro de sí un infinito, una gota de la
divinidad. En el siglo XV comienza a abrirse camino la tesis de que solo hay un
infinito, que es Dios y Dios es varón. Esta superioridad, que deja de lado a
Platón en beneficio de Aristóteles, cuyos escritos misóginos son sobradamente
conocidos, será seguida por humanistas como Erasmo de Rotterdam para apoyarse
en la inferioridad de la mujer, debido a su diferencia biológica con el hombre
con esta frase despreciativa: “una mona es una mona aunque se vista de púrpura
y una mujer será siempre una mujer, es decir, necia, sea cual sea la máscara
que adopte”.
No
se sabe la fecha de la muerte de Teresa de Cartagena. Debido al testamento de
su padre, se sabe que vivía en 1478. En el códice de los dos libros que hemos
mencionado, figura la fecha de 1481.
Juan
Bautista Cubíe, bibliotecario de Carlos III, en su libro Las Mugeres vindicadas de las calumnias de los hombres, aporta un
catálogo de más de 70 mujeres españolas que, desde el siglo XV, se
distinguieron, según el subtítulo del libro “en Ciencias y en armas”, muchas de
ellas, pero no todas, en los conventos. Más completa aún es la recopilación que
Manuel Serrano y Sanz realiza en los dos tomos de su libro Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas (1401-1833).
MARÍA LUISA
MAILLARD
FRIDA
KAHLO: LA EXPERIENCIA
A.
PILAR RUBIO LÓPEZ
Varias
exposiciones nos recuerdan este invierno la vida y la obra de la enigmática
pintora Frida Kahlo (Coyoacán, Ciudad de México, 1907-Coyoacán, 1954). La que
se exhibe estos días en el Palacio de Neptuno de Madrid es una experiencia que
difícilmente será olvidada. El espectador vive una auténtica inmersión gracias
a la tecnología aplicada al arte y percibe con ternura la dureza de la vida de
una pintora sellada por el dolor.
Y
es que la vida de Frida Kahlo quedó marcada por la enfermedad desde su
nacimiento, debido a una deformación de la espina dorsal. A los 6 años padeció
poliomielitis y a los 18 tuvo un fatal accidente que quebró su pelvis y segmentó
su columna, motivo por el cual sufrió varios abortos y le impidió vivir la
maternidad. Artista muy peculiar, no dudó en decorar con originales estampados
los corsés ortopédicos que envolvieron su cuerpo, pues la sombra de su
enfermedad estuvo presente en su arte y en sus incursiones literarias.
El
recorrido de la muestra se desarrolla en tres planos —que corresponden a las
plantas del edificio que alberga la exposición—. En el primero, el espectador
tiene la oportunidad de visitar virtualmente y con ayuda de unas gafas la casa de
Frida Kahlo y de su esposo el pintor y muralista mexicano Diego Rivera. La
visita es tan real como el recuerdo de haberla conocido. El matrimonio
Rivera-Kahlo vivió en la Casa Azul mexicana del barrio de Coyoacán, un lugar especial
visitado por políticos, empresarios, artistas, alumnos y amigos de la pareja. Allí
fueron recibidos, por ejemplo, León Trotsky y André Bretón. Bretón catapultó el
arte de Frida al ponerse en contacto con el galerista neoyorkino Lulien Levy,
quien posibilitó que la pintora expusiese sus cuadros en Nueva York. Su obra
también pudo exhibirse en París, gracias a la amistad de Bretón con Marcel
Duchamp. También visitaron la casa la actriz Dolores del Río o la fotógrafa
italiana Tina Modotti, entre otros.
Palacio de Neptuno. Calle Cervantes, 42 Madrid |
El
amor por la naturaleza y los animales fueron el mejor adorno para la decoración
de la Casa Azul. Los animales despertaron el instinto maternal de la artista;
el cariño que Frida no pudo prodigar a sus hijos, se lo dio a los animales que
habitaban en la casa. Su obra es un canto a la fuerza y a la resistencia.
La
relación de Frida con Diego es conocida como “la historia de amor del elefante
y la paloma”. Cuando se conocieron, él tenía 42 años y ella 21. Al año
siguiente se casaron (1929). Fue una relación marcada por la coincidencia de
inquietudes artísticas y políticas, por el amor, la pasión y las infidelidades.
La gota que colmó el vaso fue el affaire de Diego y Cristina, la hermana
menor de Frida —“Aguanté a su lado hasta que mi dignidad me lo permitió, decía
Frida”. Kahlo también tuvo un romance con el fotógrafo Nickolas Muray.
En
la segunda planta del Palacio de Neptuno se exhibe una profusa colección de
fotografías que reconstruyen la historia de la pintora, con retazos de su vida
y de su obra, y que han contribuido a crear el mito de la artista. Frida posa
como una modelo en ellas, acostumbrada desde niña a la cámara debido a la
profesión de fotógrafo de su padre, Guillermo Kahlo. En las fotos, realizadas
con una maestría que transciende más allá del ámbito familiar, se puede
apreciar el mensaje de una mujer polifacética, rebelde, seductora,
contestataria, incluso divertida, que logra eclipsar la imagen de su esposo,
Diego Rivera.
Al
contemplar las fotografías, irremediablemente nuestro pensamiento nos
transporta a la indumentaria de las mujeres indígenas de México y de Guatemala,
con sus huipiles, huaraches y bordados tejidos a mano; y a la peculiar artesanía,
que Frida asumió como una forma de enaltecimiento de la riqueza y esencia de los
pueblos.
Palacio de Neptuno. Calle Cervantes, 42 Madrid |
Termina
la exposición con un documental sobre la vida y la obra de Frida Kahlo y la
fotógrafa Tina Modotti. Ambas artistas trabajaron en la época del despertar
cultural y del cambio social que sucedió tras la Revolución mexicana. En el
documental se reflexiona sobre la representación de las mujeres, así como
acerca del arte y de la estética femenina y feminista.
El
amor, la belleza, la sensibilidad, la Revolución mexicana, la Guerra Civil
española, incluso la muerte, están presentes en la obra de Kahlo, donde se
aprecia su impronta de mujer de espíritu independiente y alejado de las
convenciones sociales.
Frida
murió a los 47 años de una embolia pulmonar. Su féretro, cubierto con una
bandera comunista, fue expuesto en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de
México para que la gente que así lo desease le rindiera su último homenaje.
En
recientes subastas internacionales de arte los cuadros de Frida Kahlo han
superado el valor económico de la obra de quien fuera su esposo, el afamado
Diego Rivera.
A. PILAR RUBIO LÓPEZ
ALELA DIANE
María isidra de Guzmán y la cerda, la Doctora de Alcalá, doctora en humanides y letras ahumadas por la universidad de Alcalá de Henares en 1785
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