Imagen: Dainis Rudens "More Democracy for More Europe" |
ISABEL
BANDRÉS
Los europeos nos habíamos habituado a vivir en paz pensando
que ese oasis de sosiego dudaría para siempre. Aletargados por un bienestar que
nunca antes habíamos conocido, nos dedicábamos a contemplar las peleas y
corruptelas de nuestros mediocres políticos ofuscados por su ambición de poder.
Ciegos, porque nos habíamos dejado cegar, a la realidad, perdimos el foco de lo
que verdaderamente importa: el mantenimiento de la democracia y de las
libertades. Y esa es nuestra vergüenza y nuestra indignidad, no haber sabido
detectar y descubrir a los enemigos reales, a aquellos que desde las tribunas y
las instituciones atacan nuestra democracia y a esos otros que, como Putin, regaban
con dinero a partidos populistas, a independentistas nacionalistas y a causas
aparentemente altruistas para que minasen nuestro sistema de libertades.
Hace un mes, Putin nos despertó a cañonazos de nuestro
ronroneo perezoso. La guerra en Ucrania es el resultado de la corrupción de
muchos políticos, de tomar decisiones equivocadas sobre la defensa militar de
la Unión Europea y de nuestra dependencia energética. En suma, por falta de
valor político y por miedo a la opinión pública. En la Unión Europea hemos
sustituido el pensamiento racional, los principios del Derecho Internacional,
el humanismo y el sentido común por el “buenismo” simplón y consignas Disney. Pero
esos refugios han sido dinamitados por la realidad. Está por ver si seremos
capaces de afrontarla o buscaremos otros agujeros escapistas donde escondernos.
El canciller alemán Olaf Scholtz, socialdemócrata, aseguró hace unos días ante
el Bundestag: “Con su invasión de Ucrania, el presidente Putin creó una nueva
realidad. Esta realidad exige una respuesta clara. Hemos dado una”. Su respuesta es enviar a Ucrania armas
antitanques, misiles Stinger, ayudas económicas e incrementar en su país el
gasto en defensa por encima del 2% del PIB, nivel al que no se ajustaba desde
hace muchos años.
La nueva realidad nos golpea. Y nadie puede negar que
existe un gran temor a que la escalada de la violencia vaya a más y nos
enfrentemos a una Tercera Guerra Mundial. No olvidemos que Rusia es la mayor
potencia mundial en armas nucleares. Por otra parte, Estados Unidos, la OTAN y la
Unión Europea están siendo muy prudentes en sus medidas. Nadie quiere que se
apriete el botón nuclear. Se han tendido puentes diplomáticos, se han mantenido
múltiples reuniones que Putin ha abandonado mintiendo o negándose a cualquier
acuerdo posible. Y, aun hoy, en plena guerra, las vías diplomáticas siguen
abiertas. Pero la prudencia no quiere decir falta de firmeza y la Unión Europea
se mantiene unida frente al sátrapa. Digamos, como señala Hannah Arendt en Hombres
en tiempos de oscuridad, que estamos en un momento de “solidaridad negativa”,
basada en el temor a la destrucción total.
Aunque esta unidad frente al tirano tiene sus grietas.
Podemos, Izquierda Unida, Alternativa para Alemania (el partido
ultraderechista), Siria, Venezuela, Cuba, Nicaragua y Brasil se han manifestado
a favor de Putin y contra la OTAN. Maduro ha sido el más vehemente en la defensa
de su amigo. Y otras fuerzas, como Vox, han mantenido un perfil bajo y silente
dedicándose a borrar de las redes todo lo que les relacionaba con Putin. Poco a
poco, algunos han ido moderando sus posiciones con declaraciones entre
timoratas y equidistantes. Por una parte, condenan la invasión, pero también
reprueban las medidas económicas que se están tomando contra Rusia y desautorizan
las ayudas armamentísticas que muchos países, entre ellos el nuestro, están enviando
a Ucrania. Alguno, como Baldoví, que se autodenomina pacifista acérrimo, ha
manifestado en el Congreso: “He de confesar que me debato en un dilema moral.
Comprendo que las palabras no sirven, pero enviar pistolas a Ucrania es
contribuir a una escalada de la violencia”. Toda la gente de bien, que somos la
mayoría, somos pacifistas acérrimos. ¿Pero qué se hace cuando un país invade a
otro sin motivos tras fracasar todas las vías diplomáticas? ¿La solución es
someterse desde el minuto uno al tirano? Ciertamente, así no habría guerras,
solo esclavos. ¿Es valida la opción de agachar la cabeza y aceptar la sumisión
al opresor? ¿Qué hubiese pasado, si por temor a la guerra, nadie hubiese hecho frente
a Hitler? Como muy bien señaló Borrell en un magnifico discurso: “No hay
igualdad entre agresor y agredido. Nos acordaremos de quienes no estén de
nuestro lado”. No hay que olvidar que hay guerras justas, pocas, pero las hay. Los
ucranianos no tienen la menor duda de que la suya lo es. Ellos no van a
someterse y están contestando al invasor con un valor y una unión admirables.
Son los defensores de la libertad y de la democracia frente a un Putin
autócrata y símbolo del despotismo.
Durante los últimos años, la desafección hacia la
democracia viene creciendo en países como Austria, Holanda, Francia, Alemania,
España… Los populismos y los partidos nacionalistas, han logrado entrar en los
Parlamentos tras ganar en las urnas. Y una vez en las instituciones, están
consiguiendo vaciar de contenido el significado de nuestras libertades y el
mantenimiento de los Derechos Humanos. Y a eso, ha contribuido Putin con su
ayuda económica y tecnológica. Muchos ciudadanos, asqueados y aburridos de las
corruptelas, votan por opciones más radicales y más atractivas ya que prometen
soluciones fáciles a problemas muy complejos y no saben que realmente están
votando contra las libertades democráticas.
Me gustaría terminar diciendo que es de esperar que la
“solidaridad negativa” sea sustituida por la “solidaridad positiva” basada en
el cumplimiento de los Derechos Humanos, pero me temo que, dadas las
circunstancias, esto es, de momento, una utopía. Las noticias que nos llegan
desde Ucrania, Rusia y la OTAN son diversas y a veces antagónicas. Los servicios
de inteligencia españoles no descartan la posibilidad de que Rusia ataque a un
país de la OTAN, Rusia asegura que la guerra terminará en pocos días
centrándose en los territorios de Donbás y Ucrania niega que esto vaya a ser así.
De momento, hay miles de muertos, millones de refugiados y ningún elemento para
el optimismo.
Vienen malos tiempos en los que las clases económicas
con las rentas más bajas serán, ya lo son, las que más sufrirán. Si en los
partidos centrales, PP y PSOE, quedase algo de raciocinio y sentido de Estado
se apoyarían mutuamente por el bien de la ciudadanía, y si los ciudadanos
votásemos sensatamente dejando fuera del Congreso a los nacional-populismos,
podríamos tener alguna esperanza en el futuro. Comprendo que pedir sentido
común, algo de raciocinio y sentido de Estado es, en estos tiempos y dada
nuestra trayectoria, como pedir peras al olmo. Pero por pedirlas que no quede.
ISABEL BANDRÉS
Si dispones de una habitación libre en tu casa y puedes
acoger a alguna madre con niño o niños, la Embajada de Ucrania en Madrid te
pone inmediatamente en contacto telefónico con madres desesperadas que han
cruzado —o están intentando cruzar— la frontera, sin saber hacia dónde
dirigirse. Son tantas que las ONG no dan abasto…
Tf.:+34-917-48-93-60
Tf.:+34-910-41-84-16
SI PUEDES DONAR, ESTAS SON ONG SEGURAS
PLAN INTERNACIONAL
CÁRITAS
https://www.caritas.es/emergencias/caritas-con-ucrania/
ACNUR
https://eacnur.org/es/guerra-ucrania?utm_source=ayudaucrania
CRUZ ROJA
https://www2.cruzroja.es/-/ayuda-crisis-ucrania
MÉDICOS SIN FRONTERAS
MÉDICOS DEL MUNDO
Bizum: 33509
Transferencia bancaria: IBAN ES54
2100 4466 9902 0002 0000
https://dona.medicosdelmundo.org/crisis-ucrania
SAVE THE CHILDREN
INTERMÓN OXFAM
https://www.oxfamintermon.org/es/emergencia/ucrania
NATALIDAD Y
EDUCACIÓN
MARÍA LUISA
MAILLARD
“En este siglo, estamos en condiciones de aceptar, como regla general, que todo lo que sea posible en un país puede ser también posible en casi cualquier otro, en un futuro previsible”.
Hanna Arendt
Palabras
premonitorias de Hanna Arendt, escritas en la lejana fecha de 1961, y que se
han hecho realidad, cuando las consignas de lo “políticamente correcto”,
deudoras de la filosofía posmodernista de Jacques Derrida, y gestadas en las
universidades americanas de los años 70, no sólo han alcanzado la política y la
“mentalidad colectiva” de los países occidentales, sino que ahora se han
plasmado en la política educativa de nuestros niños. La educación en España ya
afectada por dos de los principios pedagógicos de la LOGSE: la sustitución del
aprender por el hacer —habilidades y no conocimientos— y del trabajo por el
juego, han dado una nueva vuelta de tuerca. A la principal consecuencia del
mantenimiento del niño en la infancia el mayor tiempo posible, se suma ahora la
primacía de la subjetividad y la emotividad frente a la objetividad.
En
el real Decreto 157/2022, del que vamos a ocupar hoy, concerniente a la
Enseñanza Primaria, se elimina el universalismo humanista, basado en la
transmisión objetiva de los conocimientos de las diversas disciplinas,
acumulados a lo largo de la historia. La cultura basada en el aprendizaje y la
acumulación de saber es considerada, probablemente, por los gestores del Real
Decreto, afines sin duda al pensamiento posmodernista, como “eurocéntrica” e
imperialista. Está en la línea del progreso su sustitución por una consagración
de la subjetividad y la emocionalidad. Educación afectivo sexual, educación
emocional, autoestima, empatía con los animales más próximos, perspectiva de
género, actitud responsable ante la degradación del medio ambiente y el
maltrato animal, espíritu empático en situaciones de iniquidad y exclusión...,
son frases recurrentes a lo largo del prolijo decreto. Son “Perfiles de
salida”, que se supone son la traducción “moderna” de los objetivos finales de
la educación de los niños de seis a doce años.
¿Y
qué sucede con la transmisión de conocimientos? Me voy a detener en la antigua
asignatura de Historia. Su estudio queda relegado a un apartado de los cuatro
que constituyen el conglomerado de “Sociedades y territorios”. En principio se
sustituye el término historia por el de “Sociedades en el tiempo” y las etapas
históricas por: “Temas de relevancia en la historia”. La historia medieval,
moderna y contemporánea, ocupan la misma carga lectiva que los apartados de “El
papel de la mujer en la historia y los movimientos a favor de su defensa”; “La
memoria democrática. Análisis multicausal de la construcción de la democracia
en España”; “Las expresiones artísticas y culturales, medievales, modernas y
contemporáneas desde una perspectiva de género” y “El patrimonio natural y
cultural como bien y recurso”.
Choca
especialmente la introducción de “Memoria democrática”, antes “Memoria
histórica” en la Ley 52/2007, enfrentada a la asignatura de la Historia, que ni
siquiera se menciona por su nombre, como si se quisiera eliminar su realidad.
Lo que no se nombra, no existe o existe poco, con lo cual, doce siglos tienen
la misma importancia que 40 años de nuestra historia, quizá porque la memoria
tiene un componente de subjetividad, que debe prevalecer sobre la objetividad
de los hechos, tendencia visible en el actual Real Decreto.
Santos
Julia señala que la historia es una forma de conocimiento autónoma, que mira el
pasado desde todas las perspectivas posibles y tiene que aceptar la complejidad
de la realidad y de los hechos objetivos, sin pretender celebrar nada
—monumentos, estatuas, nombres de las calles—. Nunca podrá haber una sola
memoria histórica, añade el historiador, debido a su implícita carga de
subjetividad, ya individual, ya en forma de representación narrativa, a no ser
que se imponga desde el poder. Tampoco un Centro que la preserve, que se
convertiría pronto en un centro de elaboración, más que de recuperación de la
memoria. Y es que la memoria, debido a su componente subjetivo y emocional,
está abocada a la manipulación ideológica, lo que ha sido una constante en
todos los regímenes totalitarios.
La
frase de Hanna Arendt, con la que encabezamos esta reflexión, pertenece precisamente
a un artículo, titulado “La crisis en la educación”—recogido por la editorial
Península en 1996, bajo el título Ocho
ejercicios sobre la reflexión política—, escrito a raíz de las primeras
reformas educativas de Estados Unidos, en los años veinte, tan semejantes al
ideario de nuestro posterior proyecto LOGSE.
Critica
la pensadora política, en su artículo, el intento de introducir la política en
la enseñanza, recurriendo a un concepto central en su pensamiento: la
natalidad, el hecho de que en el mundo nazcan seres humanos nuevos, abocados a
aportar algo en el mantenimiento del mundo, que es el deber de los adultos
preservar.
La
política, señala, no debe penetrar en la educación porque la política se
refiere al trato entre personas que ya están educadas. Por mucho que queramos
educar a los niños para que sean ciudadanos de un mañana utópico, lo que se
está haciendo es negarles su propio papel en el futuro, porque por muy nuevas
que pensemos sean nuestras propuestas, siempre serán viejas, respecto a lo
nuevo que pueden aportar los que vienen detrás de nosotros. En las propias
palabras de Arendt:
“Es parte de la
propia condición humana que cada generación crezca en un mundo viejo, de modo
que prepararla para un mundo nuevo solo puede significar que se quiere quitar
de las manos de los recién llegados su propia oportunidad ante lo nuevo”.
Continúa
Hanna Arendt señalando que, para preservar lo que puede haber de nuevo y
revolucionario en cada niño, es preciso que la educación sea conservadora y no
entender que existe “un mundo del niño”, que hay que proteger de la autoridad de los
adultos. Se obvia así una realidad de sentido común: que la infancia no es “un
mundo” autónomo, sino una etapa temporal, una preparación para la vida adulta,
en la que el antes niño tendrá algo nuevo que aportar desde sus conocimientos
adquiridos.
Hay
que transmitir al niño el conocimiento de los saberes acumulados, y hacerlo
desde la autoridad del profesor, que no es sino su responsabilidad con el mundo
de la infancia. El niño en su lento tránsito hacia el mundo adulto necesita un
ámbito de protección, sin duda; y este es el de la familia; por el contrario,
el papel de la escuela es el de introducir al niño en el mundo. El objetivo de
la escuela es el de enseñar a los niños cómo es el mundo y no instruirlos en el
arte de cómo vivir y pensar, que es una forma de ejercer la coacción sin el uso
de la fuerza.
Seguiremos
en la próxima entrega con el tratamiento de las asignaturas de Filosofía Y
Lengua española en el curriculum de
la Enseñanza Secundaria Obligatoria.
MARÍA LUISA MAILLARD
AMMU ESTE 8 DE MARZO
Lidia Andino Trione, durante su lectura |
Nuestra compañera Lidia Andino (segunda por la izda.), colaboradora de este blog, participó en un acto celebrado en la Biblioteca de Arganda del Rey, consistente en una serie de lecturas de mujeres escritoras, allí reunidas. Lidia leyó algunos párrafos de su biografía sobre Lou Andreas Salomé, perteneciente a nuestra Colección de Biografías de Mujeres Relevantes.
A. Pilar Rubio (tercera por la izda. fila superior), en el Ateneo de Madrid |
A. Pilar Rubio, (cuarta por la izda.), en La Casa de Extremadura de Madrid |
Por su parte, A.
Pilar Rubio, también compañera y colaboradora de nuestro blog, participó en la
lectura de poemas de mujeres, organizada por el Ateneo de Madrid y en el acto
que organizó La Casa de Extremadura en Madrid (Gran Vía).
Y también el 8 de marzo, día de la Mujer, todas las Asociaciones que
conformamos la Federación Española de Mujeres Universitarias (F.E.M.U.), tuvimos nuestra
mejor fiesta de celebración: la presentación en Murcia de una nueva Asociación,
que se sumó a las ya existentes en Bilbao, Madrid y Marbella.
La
mesa de presentación, estuvo formada por María Francisca Liaño —la mujer
incansable, artífice del “milagro”—; María Luisa Maillard, presidenta de la
Asociación de Madrid; y la catedrática de Filología Latina, que sería nombrada
socia de honor, Francisca Moya. Se sumaron al acto, en unos breves vídeos de
enhorabuena, las presidentas de las distintas Asociaciones: Ana Eugenia Venegas
por Marbella, Nancy Bonce por Bilbao y Eloísa Sánchez-Amillategui que ostenta
la presidencia de FEMU.
María Luisa Millard, presidenta de la Asociación de Madrid, María Francisca Liaño, presidenta de la Asociación de Murcia y Francisca Moya |
El
acto, que se celebró en la Sala Grande del Centro Cultural Las Claras, de Fundación Caja Murcia, contó con
numeroso público y tuvo un carácter entrañable, que marcó desde el inicio María
Francisca Liaño, con unas palabras en las que subrayó su voluntad de potenciar
el intercambio, tan necesario, entre mujeres, estableciendo para ellas una
asociación que fuese un cálido cobijo “semejante a una gran familia”.
A
continuación María Luisa Maillard dictó una conferencia sobre el lugar de la
Asociación de Mujeres Universitarias, en el contexto del asociacionismo
femenino en España desde sus inicios a finales del siglo XIX, señalando sus
tres elementos diferenciales: su larga tradición, su vocación internacionalista
y su carácter apolítico; para finalizar realizando un recorrido por las “tres
vidas” de la Asociación que, como un Guadiana, naufragó por dos veces en el
turbulento mar de la política y renació de sus cenizas, la primera vez en
circunstancias tan difíciles como las de la España franquista de 1953.
Finalizó
el acto la catedrática de Filología latina, Doña Francisca Moya que disertó
sobre “Voces de mujer en la obra de Alfonso X el Sabio”, y recibió de manos de
la presidenta, María Francisca Liaño, el diploma de socia de honor.
Tras el acto de inauguración, tuvo lugar una cena informal en el Restaurante La Parranda, de Murcia. |
A
continuación, un nutrido grupo de los asistentes, continuó la celebración con
una cena, en la que brilló el buen ánimo de todos, en torno a un centro de mesa
de flores blancas, elaborado por amigos de la Asociación.
Nuestra presidenta aprovechó el acto para publicitar la Colección de Biografías de Mujeres Relevantes que AMMU edita |
¡MUCHAS FELICIDADES Y LARGA VIDA A LA ASOCICIÓN
DE MUJERES UNIVERSITARIAS DE MURCIA
Y A SU VOLUNTARIOSA PRESIDENTA
MARÍA FRANCISCA LIAÑO!
https://drive.google.com/file/d/1_8MSDyuF1B0PgZEqqX_tYFIQ4tYBanfV/view?usp=sharing
SERÁ EL
https://us02web.zoom.us/j/87920835957?pwd=cnQ2SktYOFhrRVFKWmJUY2czcUIzUT09
Ambientada en el Shanghai
de 1928, en el curso de la lucha que opuso a los comunistas a Chiang-Kai-shek, La
condición humana es una obra coral llena de recovecos y de profundidades
que aborda la historia de un grupo de personajes, la mayoría de ellos
comunistas, cuyos diversos destinos los han llevado a coincidir en extrañas
circunstancias de violencia y de terror. El escenario perfecto de las más
turbias pasiones humanas.
André Malraux (París, 1901-Créteil,
1976), narrador y ensayista francés, además de historiador y hombre de Estado,
que encarnó el prototipo del escritor comprometido. Hijo único de padres
separados, pasó su infancia en los suburbios de París. A los diecisiete años
abandonó los estudios secundarios, pero pronto adquirió una vasta cultura
autodidacta y se integró en los medios literarios y artísticos parisinos.
BRUNO MUNARI
A.
PILAR RUBIO LÓPEZ
La
Fundación Juan March exhibe en estos días la primera exposición retrospectiva
del creador Bruno Munari (Milán, 1907-Milán, 1998) realizada en España. La
influencia de Munari en el mundo del arte del siglo XX fue tan importante, que
hasta el propio Picasso le definió como “un Leonardo de nuestro tiempo”.
Curioso
e investigador nato, fue pionero e innovador en la experimentación de materias,
diseño gráfico y obras de arte denominadas “útiles” para la sociedad,
combinando la conjunción entre el método, la imaginación y la creatividad
artística. Según su canon estético, el arte no debería estar desligado de la
vida, el artista se tendría que bajar de su pedestal y conseguir que incluso
las cosas de uso cotidiano fueran bonitas. Con sus creencias y sus actividades,
logró hacer así una auténtica revolución silenciosa, superando el límite de las
cosas, incrementando la potencialidad de cada proyecto y enriqueciendo las
capacidades creativas.
Alfabeto Lucini, 1986 |
Ya
en la década de los 70 creó un laboratorio para niños en la Pinacoteca Brera de
Milán para que los educandos aprendiesen de forma lúdica, jugando,
experimentando. Algo que se percibe en todo el recorrido de la exposición, pues
parece que Munari nos invita a disfrutar con los sentidos, a tener la necesidad
de tocar, transmitiéndonos el mensaje: “Ven a jugar conmigo”.
Las
diferentes secciones de la gran sala van descubriendo las creaciones del Munari
polifacético, cual creador renacentista, del niño curioso y del maestro que
fue, del pedagogo que combina el humor, la tradición o la incorporación
tecnológica. Así, el espectador puede observar las máquinas aéreas, los
tableros táctiles, el diseño gráfico, los libros agujereados para que los niños
-incluso los que aún no saben leer- introduzcan sus dedos, las piezas que
invitan al “hágalo usted mismo”, los muebles para jóvenes y para viviendas
pequeñas, los objetos plegables, apilables, las esculturas de viaje…, algo que
hoy percibimos como habitual, cotidiano, pero que en su tiempo activo de
creador supuso un verdadero hito.
Diseños gráficos de Munari |
La
creatividad y pedagogía que destila la obra de Munari se percibe desde la misma
entrada a la exposición, pues el visitante puede leer en la primera cartela:
“Jugar es algo serio, los niños de hoy son los adultos de mañana. Ayudémosles a
crecer libres de estereotipos; ayudémosles a desarrollar todos los sentidos.
Ayudémosles a ser sensibles. Un niño creativo es un niño feliz”. Y ese principio
que abre la puerta de la muestra es el corolario que define la última sección:
el Laboratorio, un lugar para disfrutar en familia, un espacio para alumnos y
profesores, donde niños y adultos pueden experimentar con diversos materiales,
formas y texturas, una forma de entender el mundo en el que vivimos y un
espacio para crear con libertad.
Es
indudable que el legado metodológico -que él mismo elaboró a lo largo del
tiempo- y creativo de Munari ha dejado una estela de frescura, humor y alegría,
testigo que han recogido los artistas del presente y recogerán los del futuro,
porque, a lo largo del tiempo, en lo que coinciden muchos críticos de arte es
que dejó su impronta haciendo feliz a mucha gente, como el árbol de la muestra,
que se expande, nacido de la explosión de una semilla. Con Munari, uno siente
que descubrir el mundo no es mirar el mundo, sino verlo y vivirlo para
disfrutar de él.
A. PILAR RUBIO
LÓPEZ
IMÁGENES SOBRE LAS
MUJERES Y LA LECTURA
14. SÍMBOLOS. LAS ARTES Y LAS CIENCIAS
INÉS ALBERDI
Es una tradición en la pintura el representar las Artes o
las Ciencias bajo la forma de una mujer y, en numerosas ocasiones, de una mujer
que tiene un libro entre sus manos. Las connotaciones de valor o de sabiduría
que ofrecen los libros se aplican a las imágenes femeninas para darles mayor categoría.
La Pintura, la Música y la Historia son las artes que con
mayor frecuencia encontramos representadas como mujeres solemnes que se
inclinan sobre libros y manuscritos.
El retratar la Pintura con forma femenina es muy frecuente.
A lo largo del siglo XVII encontramos ejemplos de ello, siendo unos de los más
hermosos el que pintó Vermeer, y que podemos ver en Viena, como una alegoría de
la Pintura. En él se ven dos personas, el pintor y su modelo, en la disposición
habitual de iluminar la escena por la claridad que viene de una ventana a la
izquierda. El artista está sentado de espaldas a nosotros y la joven que
encarna la Pintura, vestida con una túnica azul, sostiene un libro con su mano
izquierda.
Johannes Vermeer, Holanda, 1632-1675
|
Laurent de La Hyre, Francia, 1606-1656 Alegoría de la Música, 1649 Museo Magnin, Dijon, Francia |
Otra de las artes o conocimientos más frecuentemente simbolizados como una mujer es la Historia. Francisco de Goya nos ofreció su propia representación de la Historia como una mujer semidesnuda que escribe con ayuda de la Verdad y el Tiempo.
Francisco de Goya, España, 1749-1828 La Verdad, el Tiempo y la Historia, Ca. 1812 Museo Nacional de Estocolmo, Suecia |
Otro concepto que en el siglo XVIII y XIX encontramos bajo
formas femeninas, es el de la Ley. Bernard d´Agesci tiene un precioso cuadro en
el que retrata a la Justicia como una mujer subida en un trono, con una balanza en una
mano y un gran libro en la otra. La serenidad y la elegancia de la imagen parecen
significar la fuerza pacífica que la ley impone, en contraste con la idea de
fuerza bruta asociada a los ámbitos en los que no domina la ley.
Bernard d'Agesci, Francia, 1757-1829 La Justicia Museo Bernard d'Agesci, Niort, Francia |
La conjunción del saber y de la fuerza ha servido tradicionalmente
de inspiración a numerosas imágenes de la Sabiduría. No en vano estos son los
símbolos de la diosa Atenea, la patrona de la fuerza y del éxito en la guerra,
además de ser también la patrona del conocimiento y de la habilidad en el
trabajo. Como encarnación máxima del saber, Giacinto Brandi hace un retrato
femenino bellísimo para representar la Filosofía.
Giacinto Brandi, Italia, 1621-1691 Alegoría de la Filosofía Museo del Louvre, París, Francia |
Otra imagen femenina, que representa algo muy cercano a la
Filosofía, es la del Pensamiento. Podemos verla simbolizada en una obra de Jean
Despujols, un francés que terminó arraigando en los Estados Unidos. Una mujer
joven y bella que parece estar reflexionando mientras sigue con el dedo la
lectura de un libro inmenso, simboliza el Pensamiento.
Jean Despujols, Francia, 1886-1965 El Pensamiento Museo de Bellas Artes de Dijon, Francia |
BLANCHE DuBOIS
NURIA ALKORTA
Tal vez me equivoque, pero ―observando
su escasa representación en nuestra cartelera―, el
teatro de Tennessee Williams no goza ahora del interés que merece: parece haber
quedado ligado a una época, la suya y la inmediatamente posterior. Sin embargo,
muchas de sus obras teatrales son bien conocidas gracias a sus imperecederas
versiones cinematográficas: en aquellas películas en blanco y negro dirigidas
por Elia Kazan, Joseph Mankiewicz, Daniel Mann, Richard Brooks y John Huston;
interpretadas por Geraldine Page, Jane Wyman, Anna Magnani, Vivien Leigh y Elizabeth
Taylor en compañía de Montgomery Clift, Kirk Douglas, Burt Lancaster, Marlon
Brando y Paul Newman, por destacar sólo a algunos de sus intérpretes más
renombrados.
En nuestros días el imán de Tennessee Williams aún continúa ejerciendo una poderosa atracción sobre todos aquellos que se acercan al teatro por primera vez. En las pruebas de ingreso a la Real Escuela Superior de Arte Dramático, cada año, veo a jóvenes interpretar algunos conocidos parlamentos de El zoo de cristal o de Un tranvía llamado Deseo y, muy particularmente, aquel fragmento de su protagonista Blanche du Bois cuando relata el suicidio de Allan, su joven marido, que comienza diciendo:
«Era un niño, nada más que un niño, cuando yo era una
muchachita aún. A los dieciséis años, descubrí… el amor: de golpe y en forma
muy completa, demasiado completa. Fue como si a una le mostraran bajo una luz
cegadora algo que siempre había estado en la penumbra; así descubrí el mundo.
Pero fui desdichada. Me desilusioné».
Jessica Tandi, primera intérprete del papel de Blanche DuBois, en Un tranvía llamado Deseo, recibió un premio Tony por su interpretación en la producción original de Broadway en 1948. |
El teatro de Williams es desgarrador. Los protagonistas
de sus dramas son, en su mayoría, seres «descartados» en una sociedad
competitiva y vitalista, con poca tolerancia hacia la fragilidad y la derrota. Como
Blanche, estos personajes siguen viviendo después de un trauma, intentando sin
éxito ocultar las secuelas.
Junto a Blanche du Bois, la dramaturgia de Tennessee
Williams aglutina a un nutrido grupo de patéticas figuras femeninas por las que
el autor demuestra una profunda simpatía y comprensión. Podríamos decir que con
ellas forma una comparsa de inadaptadas
del mundo moderno (el siglo XX, después de la segunda Guerra Mundial). Como si
la vida fuera un carnaval, Williams crea una cuadrilla en la que desfilan la
introvertida Laura Wingfield, coleccionista de las figuritas de El zoo de cristal; la legendaria cortesana
Margarita Gautier, varada sin escapatoria (junto al héroe literario Giacomo Casanova)
en el Camino Real; la dibujante Hanna
Jelka que arrastra hasta un hotel olvidado de la costa mexicana el carrito de
inválido de su abuelo, un poeta moribundo, en La noche de la iguana; y, entre muchas otras, Serafina delle Rose,
la apasionada protagonista de La rosa
tatuada. Todas ellas han tocado fondo o están a punto de hacerlo pero, como
dice Blanche, intentan recobrar los ánimos para «empezar una nueva vida».
Blanche du Bois ha recibido el mazazo decisivo antes
de que empiece la obra. Advierto a las lectoras y lectores que, a continuación,
voy a desvelar secretos del personaje que se anunciarán a partir del segundo
acto y, por eso, si alguien desea gozar del placer de leer la obra ignorando esta
información es preciso que doble la página aquí o que se salte este párrafo y
aterrice en el siguiente. Vamos allá. Su joven marido (el amor de su vida) se
pegó un tiro hace ya casi dos décadas, cuando ella descubrió que la engañaba con
un amigo algo mayor quien, en realidad, era su amante: desde la muerte de
Allan, Blanche se entregó a pasiones furtivas, siempre con extraños. El último
resto de la plantación en Misisipi ―la
gran casa de la familia, llamada Belle Rêve―, se
perdió definitivamente hace solo dos años, después de las sucesivas agonías de
los padres y de las tías: tras el desahucio, Blanche se alojó en un hotel de
mala fama llamado El Flamenco donde recibía a viajantes, comerciantes y
soldados del campamento militar cercano. Y tan solo hace quince días fue
denunciada por seducir a uno de sus alumnos de secundaria, todavía adolescente:
Blanche fue despedida fulminantemente del colegio donde trabajaba como
profesora de literatura inglesa.
Vivien Leigh, en el papel de Blanche, en el estreno en Londres de Un tranvía llamado Deseo, 1949. |
En definitiva, al inicio de la obra nuestra delicada
dama ha sido invitada o forzada a
abandonar el colegio, el hotel y la ciudad de Laurel: con sesenta céntimos en
su bolsito, pero aparentando ser una adinerada y virtuosa señorita de estirpe
sureña, Blanche viaja a Nueva Orleáns con su maleta y su gran baúl, y se instala
sin previo aviso en el diminuto y caótico apartamento del Barrio Francés donde
vive su hermana mayor, Stella, con su marido, Stanley Kowalski.
El teatro de Williams combina la hondura psicológica de
sus caracteres y el detallismo de la trama y de la acción (declarada mediante precisas
acotaciones insertas en los diálogos), con multitud de sugerencias simbólicas
que ofrecen una interpretación de la obra y también crean un particular tejido
teatral: de un realismo muchas veces delirante y onírico.
La primera frase de Blanche en la obra, nada más llegar
a la casa de los Kowalski, sugiere el sentido profundo de su desesperado viaje
y, al tiempo, desvela qué significa el título: «Me dijeron que tomara un
tranvía llamado Deseo, que transbordara a otro llamado Cementerio, que viajara en
él seis calles y bajase en los Campos Elíseos». A lo que Eunice le responde «pues
ahí es donde ahora está» y, con ello, provoca la risa irónica de su amiga, La
Negra.
En la mitología griega y latina, los Campos Elíseos
son el lugar del Inframundo a donde arriban las almas de los puros. Con el
cristianismo este lugar pasó a formar parte del Paraíso y, por ello, su llegada
allí anuncia la resurrección. «La muerte… lo opuesto es el deseo», dirá más
tarde Blanche. Con esta huida hacia delante buscando amparo en casa de su
hermana ―impulsada
por las alas del deseo que a veces desfallecen o «chirrían», siguiendo la
metáfora del traqueteante tranvía―,
Blanche persigue la paz. Ella misma dirá: «Necesito descansar. Necesito volver
a respirar tranquila».
Pero este refugio ―el
apartamento de dos habitaciones separadas por una simple cortina―,
tampoco ofrece a Blanche la paz que ansía. Sabiéndose acorralada, intenta adueñarse del apartamento de los Kowalski
y expulsar de él a su «rey», el marido de su hermana. La lucha entre Blanche y
Stanley construye la trama de la obra: ambos saben que su existencia y
felicidad dependen de Stella.
Ann-Margaret encarnó a Blanche DuBois en una TV-movie americana en 1984 |
En este duelo feroz por la supervivencia, Blanche ataca
armada de victimismo y mediante constantes manipulaciones logra atrapar a su
hermana. Con sus aires de grandeza sureña y de virtud mojigata, desprecia la
vulgaridad de la casa y de su propietario, a quien intenta menoscabar
considerándolo un animal, un ser «subhumano» quien, sin embargo, no deja de poseer
a sus ojos un brutal atractivo. Por su parte, Stanley responde con ferocidad y,
también, con astucia. Al final del primer acto, Stanley escucha sin ser visto
cómo Blanche intenta socavar el amor de Stella por él con ofensivas palabras
sobre la irreconciliable diferencia social y cultural entre ellos: su hermana,
una señorita del sur, y él, un polaco simiesco y primitivo, un gorila que provee
de carne cruda, bebe, juega al póker y golpea en una «fiesta de gorilas». A
partir de ahí, Stanley acecha a Blanche y convierte la forzada convivencia con
su inoportuna cuñada en una cruel cacería. A su vez, ella intenta ampliar el
radio de su atracción para incluir en él al amigo de su mortal enemigo: Mitch.
Con ello pretende lograr una posición ventajosa y, sobre todo, una salida
honrosa del apartamento: casándose con él. Todo ello será en vano.
Las pesquisas de Stanley sacarán a la luz las mentiras
de Blanche y, con ese as en la manga,
al fin puede abalanzarse sobre su víctima: informa de todo a Stella, quien al
principio no quiere creerle, y luego a su amigo Mitch, quien, tras hacer sus
propias averiguaciones, acaba concluyendo que la decorosa dama con la que iba
casarse ni es tan joven ni tan honesta como ella le hizo creer: bajo la fría
luz de la bombilla desnuda revela lo que es, una impostora.
Blanche intenta reaccionar, pero ya está mortalmente
herida. Esa misma noche, en estado de embriaguez ataca a Stanley con una
botella rota y este, después de lograr reducirla, sin mucho esfuerzo la lleva a
la cama diciendo: «¡Tenemos esta cita desde que nos conocimos!». Más tarde, Blanche
acusará a Stanley contando a su hermana lo sucedido aquella noche: es un desesperado
intento para atraerla a su bando. Pero Stella ―incapaz
de seguir junto a su marido si llegara a creer las acusaciones de Blanche―, acaba
derivándola a un centro psiquiátrico.
Vicky Peña y Alex Casanovas, como Blanche y Mitch, dirigidos por Mario Gas. Teatro Español, Madrid 2011 |
El médico y la enfermera del sanatorio llegan mientras los hombres juegan su partida de póker. La confusión de Blanche es conmovedora ―pues imagina que viaja al campo con un antiguo admirador― y cuando al fin sale del brazo del joven médico, logra arrancar la compasión de todos los presentes menos la de Stanley, victorioso al fin.
Son muchas las semillas autobiográficas del autor en
esta obra: el origen sureño de su familia, los Lanier de Tennessee, y su decadencia;
la fragilidad mental y neurastenia de la protagonista parecidas a las de su
propia hermana Rose; la carnalidad furtiva y la inadecuación espiritual de
Blanche, una combinación explosiva similar a la suya en un mundo demasiado
violento. En sus Memorias publicadas
en 1972, Williams confiesa que fue en una cabaña de Cape Cod donde en 1947,
durante unas conflictivas vacaciones con su amante Santo, escribió las palabras
que pronuncia Blanche en su último mutis: «Siempre he confiado en la amabilidad
de los desconocidos». Luego añade:
«En
realidad era cierto: yo había confiado siempre en esa amabilidad, y rara vez me
había visto defraudado. De hecho, me atrevería a decir que los desconocidos,
las amistades fortuitas, me han demostrado más generosidad que los amigos… lo
cual no dice mucho en mi favor. Conocerme es no quererme; en el mejor de los
casos es tolerarme. Y en lo referente a los críticos de teatro, casi aseguraría
que actualmente esa tolerancia está a punto de agotarse».
NURIA ALKORTA
SONIA DELAUNAY
(1885-1979)
MARÍA LUISA
MAILLARD
En
esta entrega, vamos a realizar un inciso en nuestras mujeres olvidadas, para
volver nuestra mirada a Ucrania. Y nos vamos a detener en una mujer Sonia
Delaunay, nacida en 1885 en Gradizhsk —hoy Hradyz’k—, un pueblo de unos 6.000
habitantes, situado en la región del Poltava ucraniano y que llegó a ocupar un
lugar de honor en las vanguardias artísticas europeas.
Ucrania fue la gran desconocida de Europa, hasta que el inmisericorde afán expansionista de Putin, la situó en el primer plano de los telediarios mundiales. No tuvo una trayectoria histórica fácil, a pesar de ser uno de los primeros asentamientos europeos, donde se establecieron las primeras civilizaciones y donde comenzó, por ejemplo, el uso de la rueda, la domesticación del caballo y el trabajo con metales. Su situación geográfica, acosada en sus márgenes por grandes imperios expansionistas: los tártaros al sur, los polacos al oeste y los moscovitas al este, hizo fracasar su primer intento de constitución nacional con el Hetmanato cosaco, un ensayo de gobierno democrático en la prematura fecha de 1648. En 1764, después del fracaso de su guerra de independencia, fue dividida entre Polonia —posteriormente el Imperio austro-húngaro— y Rusia que comenzó una fuerte rusificación, con el traslado de población rusa y la prohibición del ucraniano. En los años 1917 y 1918, Ucrania ensayó de nuevo la independencia, en dos de sus territorios, que finalizó, tras la Primera Guerra Mundial y la posterior etapa estalinista, con la intensificación de la rusificación, y el cobro de 4 a 15 millones de vidas de ucranianos, debido a la política genocida de Stalin. En 1991 logra la independencia y la constitución de un gobierno democrático.
Sonia
Delaunay consiguió colocar en el mapa el pueblo en el que nació, Gradizhsk,
aunque no fuese ese el lugar en el que transcurrió su vida y desarrolló su
arte; por eso la traemos hoy aquí, como un pequeño homenaje al pueblo de
Ucrania, hoy en lucha titánica por su sobrevivencia. También porque ni su
nombre ni su obra nos son ajenos. Sonia y su marido, Robert Delaunay,
residieron en España durante el periodo de 1915 a 1921 y colaboraron, junto con
otros artistas que huían de la guerra europea, como Serguèi Diàguilev, en el desarrollo
cultural de la España de los años 20.
Cantante de flamenco, 1916 |
Sonia
Delaunay había nacido en 1885, en el pueblo citado de Gradizhsk, de padres
humildes que ya tenían tres hijos. Dada la precaria situación familiar, fue
enviada a San Petersburgo con sus tíos maternos, Anna y Heinrich Terk, quienes
finalmente la adoptaron, al no tener descendencia. Su tío era un prestigioso
abogado, amante de la pintura y la niña tuvo una educación culta y cosmopolita,
visitando museos durante sus vacaciones en Finlandia, Suiza, Alemania e Italia.
En 1903 fue enviada a estudiar a Alemania, a la Universidad de Karlsruhe y dos
años más tarde a París, a L’Academie La Palette, donde entró en contacto con el
post impresionismo de Vincent Van Gogh y Paul Gauguin, y el fauvismo de Henri
Matisse. De 1907 son sus primeros cuadros, deudores del expresionismo alemán
como Philomena, Joven finlandesa y Desnudo
amarillo. La joven Sonia —tenía tan sólo 24 años—, seducida por el ambiente
cultural efervescente de la ciudad de París, demuestra su espíritu independiente
al recurrir a un matrimonio de conveniencia con el marchante alemán Wilhelm
Und, en 1909, para evitar regresar a San Petersburgo. Con él se adentra en el
mundo pictórico de la época y conoce a Picasso, Braque y Robert Delaunay con el
que se casaría en 1910, después de divorciarse de su primer marido, manteniendo
una unión de colaboración e intereses artísticos comunes hasta su prematura
muerte en 1941.
Modelos de ropa "simultáneos". El primero por la izda. fue diseñado para la actriz Gloria Sawnson |
Sonia
se entusiasma con el “simultaneismo” que cultivaba Robert Delaunay, consistente
en utilizar el color —colores vivos y brillantes— para crear las formas y el
espacio, aunque extiende este concepto a las artes aplicadas como la
encuadernación, las telas, los chalecos y los trajes. El matrimonio deambulaba
por París, exhibiendo los modelos “simultáneos” que elaboraba Sonia.
La
Guerra Europea los encuentra veraneando en Fuenterrabía y deciden permanecer en
España, en una estancia que durará seis años, con un interregno de unos meses
en Lisboa. Fascinada por la luz, Sonia vuelve a la pintura y realiza la serie
de Mercados como Mercado de Minho o Portuguese Market y la de Chanteurs de flamenco. En 1917, debido a
la Revolución bolchevique, deja de percibir sus rentas y decide
profesionalizarse. Abre en Madrid una “boutique de moda”, que tiene un gran éxito
y le permite extenderse a Bilbao, Barcelona y San Sebastián. Vende vestidos
“simultáneos” y todo tipo de objetos como abanicos, bolsos y paraguas. Su
amistad con Sérguei Diáguilev, fundador de los “Ballets rusos”, que estaba
promocionando la música de Igor Stravinsky en España, le permite diseñar el
vestuario para la reposición de Cleopatra;
y posteriormente lo hará para la ópera Aida,
que se estrena en 1920 en el Liceo de Barcelona. Extenderá sus habilidades a la
decoración del Pequeño Casino de Madrid.
En 1921 el matrimonio regresa a París y se
sumerge en el mundo del dadaísmo y el surrealismo, con cuyos componentes
colaborará. Sonia inaugura en París “La Boutique Simultanée”, junto con el
modisto Jacques Heim y se introduce en proyectos teatrales y cinematográficos.
Su pintura deriva cada vez más hacia la abstracción y es uno de los miembros
fundadores de “Realités Nouvelles” en 1939. En 1941 muere su marido. Sonia
continuará trabajando, realizará paneles murales y defenderá la obra de su
marido y el arte abstracto hasta el final de sus días. En 1964 tendrá el honor
de ser la primera mujer que realiza una exposición en el Louvre. Muere en 1979.
MARÍA LUISA MAILLARD
LOS CELOS Y EL DESEO
LIDIA ANDINO
En
pleno siglo XXI y después de tanto camino recorrido seguimos sufriendo presos
de los celos; como si el otro, la otra, fueran de nuestra propiedad, aún
sabiendo que nadie es dueño de nadie. Y no siendo del todo racionales, cuentan
entre aquellos estados anímicos que hemos de considerar normales.
Los
celos no tienen que ver sólo con las circunstancias actuales, ni son
proporcionales a la situación real, sino que se ven acentuados por tempranas
raíces afectivas. Cuando el niño, la niña, aún no se diferencia de la madre que
le da todo lo que necesita para vivir, un día le ocurre que la madre desea
algo, más allá de él. Al producirse este desvío en la mirada, el pequeño abre
sus puertas al deseo, al sentimiento de exclusión, a los celos, al mundo.
Antes
de los celos eran la misma cosa; no eran dos, porque para que haya dos tiene
que haber un tercero: este deseo de la madre más allá del niño. Podemos pensar
los celos, entonces, como una necesidad insoslayable, como el recuerdo
encubridor de ese momento de nuestra constitución psíquica.
Hay
un segundo tipo de celos, no tan normales, llamados proyectados, que nacen tanto en el hombre como en la mujer de las
propias infidelidades o del impulso a cometerlas. Es sabido y aceptado que el
deseo de gustar y el deseo de conquistar, no se agotan ni en el hombre ni en la
mujer por el hecho de haber establecido un compromiso de pareja, sea noviazgo,
matrimonio, convivencia o como gusten llamarla.
Todos
sabemos la diaria lucha que se libra en cada uno de nosotros entre los compromisos
y las tentaciones. Precisamente aquellos que se niegan a experimentar estas
tentaciones sienten tan enérgicamente su presión que suelen acudir a un
mecanismo inconsciente para aliviarla.
Es
el caso de alguien que un día va a su trabajo, se encandila con “el brillo de
esos ojos”, con “el perfume de esa voz”, no se da cuenta cómo se ha visto
impactado por esa fugaz alteración y, esa misma tarde, cuando se encuentra con
su pareja le hace una escena de celos.
El
drama refiere, como hemos dicho, a la aparición del tercero, cosa que se
esconde tras el sentimiento de exclusión consciente en el celoso.
Un
deseo en ciernes que inaugura este conflicto amoroso planteado en términos de:
si tú deseas más allá de mí, ya no me amas.
Drama
desencadenado cuando en uno de los dos acontece este deseo, más allá del otro,
que abriría una puerta a comenzar a errar por el mundo, a realizar el fecundo y duro camino: el
deseo de desear.
LIDIA
ANDINOPsicoanalista
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ:
UNA POÉTICA DE LA ESCRITURA
ROSARIO HERRERA GUIDO
La voz poética que narra
llega también a nosotros
no sólo con ecos de otros textos
sino cargada de sensorialidad.
La comunicación se vuelve tan plástica,
que la historia nos penetra por todos los poros
y nos transporta de lleno
al espacio de la acción que se describe.
(Víctor García de la Concha).
I
La algarabía se va a desbordar otra vez este 17 de abril,
conmemorando los 8 años de la muerte real del escritor colombiano-mexicano, Gabriel
García Márquez, múltiples veces laureado y Premio Nobel de Literatura 1982. En el
más amarillo de los meses, el color de la suerte, la inspiración, la alegría y
la belleza. Una fiesta luctuosa (Trauerspield),
como la concibe Walter Benjamin en el fondo barroco de lo moderno, el encuentro
entre el luto y la fiesta, por su legado como periodista, guionista de cine,
fantástico cuentista, novelista y poeta., además de comprometido con los
derechos humanos. Una partida real, pero con una permanencia simbólica
inmortal, del gran escritor que contagió a sus lectores de su fantástico mundo,
y quien a pesar de que siempre dijo que escribía para que sus amigos lo
quisieran, cuando supo que estaba enfermo de un linfoma, en lugar de abatirse
celebró tal tropiezo en su vida, pues ahora tendría tiempo de terminar los tres
tomos de sus memorias y dos libros de cuentos, por lo que redujo sus relaciones
con los amigos, desconectó el teléfono, canceló viajes y compromisos, y se
entregó al periodismo, la música y la escritura. Una partida simbólica, que
inmortaliza su poética de la escritura, y que sólo puedo bosquejar en este
breve espacio.
II
La
hojarasca (Diana, 1986),
es la primera novela que Gabriel García Márquez escribe a partir de sus
diecisiete años y es publicada ocho años después (1955). La hojarasca, follaje, maleza y espesura, para crear la metáfora de
Macondo, un relato inicial de la historia de un pueblo realmente fantástico, a
través de los monólogos de tres personajes de una misma familia: un viejo coronel,
su hija Isabel y el hijo de ésta, que meditan junto al cadáver de un amigo de
la familia, un médico misterioso que se ha suicidado. Aquí aparece también la
clásica metáfora del viejo coronel retirado del campo de batalla tras la
adhesión a las fuerzas de la guerra civil. El coronel, que después de la muerte
en parto de su primera esposa, vuelve a contraer otro matrimonio del que nace
Isabel, la característica mujer de García Márquez, enérgica y voluntariosa,
abandonada por su marido y que le deja un niño. Al negarse a asistir a los
heridos durante el bandidaje que asoló a Macondo, el médico es objeto de la
enemistad de todos, tanto que, al morir, el cura y el pueblo le niegan
sepultura. De aquí el epígrafe tomado de la Antígona de Sófocles que encabeza el
libro, cual metáfora del conflicto entre Macondo, el cura y el coronel: “Y
respecto al cadáver de Polínice [...] dicen que se ha publicado un bando para
que ningún ciudadano lo entierre ni llore, sino que insepulto y sin rumores de
llanto, lo dejen para sabrosa presa de las aves...” Macondo es uno de los
grandes mitos de la literatura universal, un poema que habla de lo que siempre
está sucediendo: Colona, Comala o Macondo. Como recuerda García Márquez:
“Pasaron cinco años antes de encontrarle editor. La mandé a Editorial Losada (en
Argentina) y me la devolvieron con una carta de un crítico español Guillermo de
Torre en la que me aconsejaba dedicarme a otra cosa, pero me reconocía algo que
me llena de satisfacción: un apreciable sentido poético” (El olor de la guayaba, Diana, 1993, p. 74).
III
El
coronel no tiene quien le escriba (Diana, 2010), que durante años consideró su mejor novela, escrita en
1957 y publicada en 1961, está pulida con el cuidado con el que se bruñe un
diamante: descarta lo superfluo y abandona la retórica. El coronel, su personaje mejor trazado, un viejo que vejeta en las
ruinas de una casa hipotecada, en espera de la pensión del gobierno que le
corresponde y que no llega. Tesorero de las fuerzas revolucionarias de
Aureliano Buendía, tras su fracaso se le concede la amnistía y un retiro. Pero
sus peticiones se pierden en la burocracia de la capital donde, según el
general, sus enemigos se desvelan. Una burocracia impecablemente dibujada.
Mientras el coronel espera, su hijo Agustín es asesinado por sus actividades
revolucionarias, y le deja un gallo de pelea que engordará para que descuartice
a un gallo del pueblo vecino, con lo que logrará honor y fortuna. Venderá todo
para alimentar al gallo, porque todos han apostado por él. Como García Márquez
responde a Plinio Apuleyo Mendoza, a la pregunta por un libro único suyo: “El
libro de la soledad. Fíjate bien, el personaje central de La hojarasca es un hombre que vive y muere en la más absoluta
soledad. También está la soledad en el personaje de El coronel no tiene quien le escriba [...] Y está el alcalde de La mala hora, que no logra ganarse la
confianza del pueblo y experimenta, a su manera, la soledad del poder [...] La
soledad es el tema de El otoño del
patriarca y de Cien años de soledad”
(El olor de la guayaba, Diana, 1993,
p. 72).
IV
Los
funerales de la mamá grande
(Alfaguara, 1979), es el primer libro de cuentos de García Márquez (1962), en
el que continúa la historia de Macondo, iniciada en La hojarasca y culminada en Cien
años de soledad (1967). A partir de aquí, Gabo (apócope de Gabriel),
desplaza la prioridad de la realidad sobre la fantasía para concederle
predominio a la fantasía. Como Aristóteles, prefiere rebasar la dicotomía
metafísica platónica entre lo verdadero y lo falso, pera quedarse con lo
verosímil, lo similar a la verdad, lo posible y hasta lo imposible, como dice
Agatón, donde suceden cosas incluso en contra de la verosimilitud (Aristóteles,
“Poética”, Obras, Aguilar, 1973, p.
95). En Los funerales de la mamá grande, el
paisaje del pueblo se confunde con el humor de sus habitantes y con sus
malestares, penas y prodigios. Rebeca Buendía, la viuda de don Arcadio, padece
delirios y visiones, el padre Ángel duerme en el confesionario, carcomido por
la indiferencia hacia su misión. Los Montiel son los caciques de Macondo, los
grandes personajes que compraron las propiedades de la Mamá Grande, una especie
de Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, que rentó sus tierras durante noventa y dos
años y estaba metida en todo, la minería y la política (una imagen poética del
realismo mágico latinoamericano, que narra la grandeza y la miseria del poder).
Macondo es un pueblo donde sólo prosperan las pestes, los adivinos, los
saltimbanquis y los encantadores de serpientes. Los funerales es una sátira del matriarcado, una mofa de la
retórica oficial y la literatura periodística colombiana y latinoamericana: “El
orden social había sido rozado por la muerte. El propio presidente de la
república [...] alcanzó a percibir [...] la silenciosa consternación de la
ciudad. Sólo permanecían algunos cafetines de mala muerte, y la Catedral
Metropolitana, dispuesta para los nueve días de honras fúnebres [...] Los
acontecimientos de aquella noche y las siguientes serían más tarde definidos
como una lección histórica [...]. Durante muchos años la Mamá Grande había
garantizado la paz social y la concordia política de su imperio, en virtud de
los tres baúles de cédulas electorales falsas que formaban parte de su
patrimonio secreto” (pp. 180-181).
V
La
mala hora (Editorial
Sudamericana, 1972), publicada en 1962, en una edición desautorizada por el
autor, se desarrolla después de guerras políticas que han azotado a Macondo.
Cuando a penas se anunciaban días de paz, los muros del pueblo se llenan de
papeles que revelan los secretos y las vergüenzas, verdaderas y falsas, de sus
gentes. Después de un diluvio bíblico y
de que el alcalde elige una víctima propiciatoria, el único lugar seguro es el
cementerio. Los carteles son obra de todos y todos son culpables. Tras las proclamas
comienza la fiebre y la violencia: César Montero, rico negociante en madera,
asesina a Pastor, el amante de su esposa. Luego resucitan los espectros del
pasado: viejos feudos, incestos e infidelidades. Macondo pronto es una orgía
que su creador compara con las saturnales antiguas, donde los hombres
perseguían a las mujeres en la calle, las madres abandonaban a sus hijos y la
gente bailaba sobre las tumbas. Hasta que el ventajoso alcalde declara el
estado de sitio y el toque de queda. No falta el chivo expiatorio de la turba,
el joven Pepe Amador, sorprendido repartiendo volantes a favor de los
guerrilleros que están cerca, y quien es torturado, asesinado y enterrado en el
patio de la cárcel. Hasta entonces termina el diluvio y todo vuelve a la calma,
pues la víctima paga las culpas de todos, de generación en degeneración: “Años
antes, nadie había tomado muy en serio aquella censura de campanas. Pero cada
domingo, en la misa mayor, el padre Ángel señalaba desde el púlpito y expulsaba
de la iglesia a las mujeres que durante la semana habían contravenido su
advertencia” (p. 106).
VI
Cien
años de soledad (Diana,
1986), publicada en 1967, no narra
las vidas de los habitantes de un pueblo, sino su mágica y poética existencia,
real y recreada por Gabriel García Márquez. Un pueblo limitado al Oriente por
una recóndita sierra y al Sur por una ciénaga. Una historia a partir de la
familia fundadora que trajina con Macondo. Los Buendía, que confunden a los
lectores con su constante repetir los nombres propios, y que llegan a sonar
fuerte en la vida del país, con sus interminables guerras civiles, hasta
hundirse en la fatal decadencia del pueblo. Un fantástico escenario con solo
una aldea de veinte casas de barro y cañabrava a la orilla de un diáfano río
que se abisma por pulidas piedras. Un mundo tan reciente que las cosas no
tenían nombre y había que señalarlas con el dedo. Pero pronto llegan los
gitanos cargados de fantásticos objetos: imanes poderosos, lupas gigantes y un
pedazo de hielo en pleno trópico. Después la búsqueda del galeón hallado en
plena selva, a doce kilómetros del mar. Y todos los personajes se entrelazan y
los episodios entretejen la fabulosa historia de un lugareño donde ocurren
cosas inverosímiles, como un inmortal poema, que no deja de cantar lo que
siempre está sucediendo, cual metáfora de Colombia y Latinoamérica. Cien
años de soledad, gracias a la poética de la escritura surrealista, que
extrae un objeto de su lugar común para colocarlo en otro que no le es
habitual, introduce la dimensión de lo fantástico: el galeón en medio de la
selva, los gitanos irrumpiendo en Macondo, la heredada cola de puerco de José
Antonio Buendía, la peste del insomnio, la amnesia que obliga a marcar con su
nombre a los objetos y los seres, el torneo entre Aureliano Segundo y la hembra
totémica La Elefanta, la lluvia de pájaros muertos que cubre el pueblo, el
macho cabrío y ángel. Una historia que no se limita al coronel Aureliano
Buendía, sino a toda su familia, desde la fundación de Macondo hasta que el
último Buendía se suicida y finaliza el linaje. Parafraseando a García Márquez:
a pesar de que en esta novela vuelan las alfombras, los muertos resucitan y
lleven flores, no es el más misterioso de sus libros, pues el autor acompaña al
lector para que no se pierda. Cien años
de soledad no es una metáfora de la historia de la humanidad: “No, quise
sólo dejar una constancia poética del mundo de mi infancia...” (El olor de la guayaba, p. 93).
VII
El
otoño del patriarca (Bruguera,
1984), publicada en 1975, es un libro que García Márquez define “Como un poema
sobre la soledad del poder [...] Porque lo escribí como se escriben los versos,
palabra por palabra. Hubo semanas en las que apenas había escrito una línea” (El olor de la guayaba, p. 109). Una obra
en la que Gabo se permite toda clase de libertades con la sintaxis, el tiempo,
la geografía y la historia, para hablar del Dictador: “De todos mis libros este
es el más experimental, y el que más me interesa como aventura poética” (El olor de la guayaba, p. 109). El Dictador,
creado con todos los retazos de los dictadores que hemos tenido en
Latinoamérica, un personaje mítico que lamentablemente está lejos de concluir.
Pero que es un pretexto para pensar poéticamente en el poder: “No sólo habíamos
terminado por creer de veras que él estaba concebido para sobrevivir al tercer
cometa, sino que esta convicción nos había infundido una seguridad y un sosiego
que creíamos disimular con toda clase de chistes sobre la vejez, le atribuíamos
a él las virtudes seniles de las tortugas y los hábitos de los elefantes...” (El otoño del patriarca, p. 165).
VIII
En El amor en
los tiempos del cólera (Diana, 1985), García Márquez sorprende a sus
lectores al iniciar su novela de amor con dos muertes, producto un don poético,
pues sabe que nada es más próximo a Eros que Tánatos. El suicidio de Jeremiah
de Sant-Amour, refugiado antillano e inválido de guerra, y la del doctor
Juvenal Urbino, que al regresar de la casa de su suicida amigo, por recuperar
un loro que se escapa a un árbol, se mata. Pero tiene tiempo de decirle a su
mujer, Fermina Daza: “Sólo Dios sabe cuánto te quise”. Y a quien Florentino
Ariza, asistente al funeral le recuerda: “—Fermina —le dijo—; he esperado esta
ocasión durante más de medio siglo, para repetir una vez más el juramento de mi
fidelidad eterna y mi amor para siempre” (El
amor en los tiempos del cólera, p. 61). Durante trescientas páginas
presenciamos el amor que el adolescente Florentino le profesa a Fermina Daza,
con quien casi no cruza palabras pero sí poéticas y apasionadas misivas.
Fermina, de regreso de un viaje impuesto por su padre para enfriar el cortejo,
cree que Florentino no la puede hacer feliz y se casa con el doctor Urbino,
para cumplir un ignoto destino que la aparta del hombre al que realmente ama.
Todo mientras el cólera causa innumerables pérdidas y se libran las guerras
entre liberales y conservadores. A la muerte de Urbino, Florentino le vuelve a
escribir poéticas e inflamadas cartas a Fermina como en sus adolescentes
tiempos: conquista su amistad y sale a pasear por el río Magdalena. Y en el río
Magdalena, a los setenta años, se entregan a su amor, que para librarse de
testigos, durante el viaje de regreso enarbolan la bandera amarilla del cólera,
para que al llegar al muelle sean obligados a remontar el río de la muerte,
pues el cólera no ha quedado atrás, como el amor. Porque el amor es más amor
cuando se acerca a la muerte. Amor y muerte, principio y fin, donde a pesar de
que la poesía parece no nacer de la magia y el mito a los que el escritor había
acostumbrado a sus lectores, el poder poético del amor siempre conserva el
primer plano. Por eso cuando el capitán le pregunta a Florentino ¿hasta cuando
van a ir y venir por el río de la muerte, no duda en responder: Toda la vida (El amor en los tiempos del cólera, p.
378).
IX
Doce
cuentos peregrinos (Diana,
1992), una obra “para que los niños que quieren ser escritores cuando sean
grandes sepan desde ahora qué insaciable y abrasivo es el vicio de escribir” (Doce cuentos peregrinos, p. 13). Relatos
a partir de un sueño esclarecedor, donde asiste a su propio entierro, de luto
solemne y festivo, caminando durante el cortejo al lado de sus amigos. De
fiesta porque su muerte le permitía estar con sus amigos de América Latina, los
más queridos y entrañables. Pero al final de la ceremonia, cuando intenta irse
con ellos y uno le hace ver que para él se había acabado la fiesta, comprende
“que morir es no estar nunca más con los amigos” (Doce cuentos peregrinos, p. 14). Creaciones a partir de una serie
de notas periodísticas que decide que no arman una novela, “sino una colección
de cuentos cortos, basados en hechos periodísticos pero redimidos de su
condición mortal por las astucias de la poesía” (Doce cuentos peregrinos, p. 14). Un puñado de cuentos de los que sólo
se salvaron doce, pues como el de sus funerales nunca logró alcanzar el tono de
la parranda como en su sueño, fue a parar con otros a la basura.
ROSARIO HERRERA GUIDOIntegrante
del Registro Nacional de Escritoresde
Conaculta, México (desde 2016).Universidades
de Querétaro y Guanajuato, México.
Trier,
el director de la película, nos narra de manera magistral el malestar de una
joven, Julie, (una estupenda Renate Reinsve), por encontrar su sitio en la
vida. El problema de Julie, es
que realmente no quiere o no puede afianzarse con alguien o con algo. La
película comienza cuando la joven tiene 20 años y termina al cumplir la
treintena, esa edad en la que se supone ya se ha encontrado una cierta
estabilidad.
Julie
se nos presenta como una estudiante de medicina que descubre que, realmente,
desea ser psicóloga y que, enseguida, se ve avocada a su auténtica vocación, la
fotografía y luego a la escritura. Con los hombres le pasa los mismo. Julie,
realmente lo que desea es no cerrarse ninguna posibilidad en la vida y dejar
todas las opciones abiertas. ¡Hay tantas! Y no como sucedía con las
generaciones anteriores en donde la mujer tenía solo una: casarse y tener hijos
antes de la treintena. Julie no
es ni una loca ni una malvada, solo es una joven vivaracha y alegre que no
quiere atarse a nada ni a nadie como lo hicieron su madre, abuelas y
bisabuelas. No desea madurar ni encontrar un lugar en la vida que le dé un
sentido o un proyecto. Su sentido y su proyecto es vivir sin sentido y sin
proyecto. Aspira a vivir eternamente como se vive a los veinte años y no hubiese
límites a las posibilidades. En cuanto obtiene lo que desea, lo margina. Ya se ha
demostrado a sí misma que lo ha conseguido y por lo tanto es desechable. Cuando
observa la vida asentada en lo familiar y profesional de otras parejas, no solo
no se ve reflejada en ellas, sino que desea huir. Siempre añora el lugar que no
ocupa y lo que no tiene. Su mirada está siempre en el exterior por conquistar,
no en lo ya conquistado. Le cuesta expresar o entender por qué deja profesiones
y parejas. ¿Cómo explicar la angustia que le produce estar encerrada en una
profesión, en una relación exitosa, cuando el mundo le ofrece tantas posibilidades?
¿Quizá porque aceptar los limites es como aceptar el límite de la vida, la
muerte? Julie representa esa desazón
que jóvenes y menos jóvenes sufren ante los límites de una relación, una
profesión. El miedo a tener a alguien o algo para toda la vida. Y también la
culpa de no saber o no poder anclarse y permanecer.
Esta
aspiración a la ligereza de una vida sin límites en las opciones se enfrenta
con los límites reales e irremediables de la vida. Julie no es la peor persona
del mundo, sencillamente no puede enfrentarse a los límites de elegir. Teme
acomodarse y responsabilizarse. Ama vivir en la ligereza de la despreocupación,
pero descubrirá amargamente que la vida tiene sus límites, que las opciones se
acaban y que despreocuparse de los demás no es tan fácil.
Una
magnífica película contada de una manera original y creativa
ISABEL
BANDRÉS
https://www.youtube.com/watch?v=W9oo5fwTvpY
Un héroe cuenta la historia de Rahim (estupenda interpretación de Amir Jadidi), preso por una deuda impagada a un cuñado a
quien, en un permiso de dos días, se propone saldar gran parte de lo debido y así
convencer a su denunciante para que retire los cargos y poder salir de la
cárcel. El conflicto sobreviene cuando cae en las manos de Rahim cierta cantidad de oro de origen dudoso, que le
podría servir para arreglar gran parte de sus problemas económicos, pero que no
le resultará tan fácil de gestionar desde el punto de vista moral. Y ese
cuestionamiento le llevará a la decisión ética de devolver el oro, aunque para
ello tenga que omitir o tergiversar ciertos acontecimientos.
Este hombre humilde,
arruinado y sin apenas conexiones sociales se verá, sin proponérselo, siendo el
centro de los medios de comunicación de masas y aclamado como un héroe porque a
todos, de una u otra forma, les conviene: al centro de prisiones donde está
internado para tapar sus deficiencias, a la ONG que le acoge para lograr
publicidad, a los medios de comunicación para obtener más audiencia… Pero
pasado el primer momento de entusiasmo, se descubren algunos matices de la historia
que serán instrumentalizados para que nuestro héroe se convierta, en pocas
horas, en un apestado social. La verdad es que la honradez de Rahim será puesta
en duda por todos aquellos que antes le auparon utilizando diversos hechos que
retuercen e interpretan a su voluntad.
Está película nos habla
de muchas cosas: de los lazos familiares, de la corrupción de los medios, de la
generosidad, de la burocracia, de la mediocridad, de las redes sociales… y,
sobre todo, de la envidia. Y, más concretamente, de la peor de las envidias;
esa que no se centra en lo que el otro tiene, si no en lo que es. Nuestro héroe
no tiene nada material, pero es un hombre bondadoso, humilde, honrado… y eso no
se lo van a perdonar.
Aristóteles describe a
los envidiosos con los ojos cosidos, ciegos para la visión de cualquier virtud
ajena, pero con la visión muy aguda para los pequeños defectos o equivocaciones
de los otros. He aquí la necesidad que tiene el envidioso de desprestigiar,
desmerecer, calumniar y hundir al envidiado, que percibe como superior a él, porque
solo rebajándole en su imaginario y en su ambiente social, encontrará durante algún
tiempo algo de paz interior y se sentirá a la par o superior. Rahim tiene la
desgracia de ser elevado y aclamado como héroe, pero su prestamista que es un hombre
de ley, se siente gravemente ofendido porque él no ha sido considerado como
tal, cuando él sí que cumple el frío ordenamiento jurídico que poco o nada
tiene que ver con la auténtica justicia y menos con la generosidad o la
honradez. Tanto el prestamista como las diferentes organizaciones y
administraciones se aferran a la letra de la ley para cubrir con un manto de
legitimidad su mediocridad y falta de ética. Todos se quedan en la superficie
para no aceptar que están ante un hombre guiado por el principio de la
honradez.
Y a esto hay que añadir,
el papel de altavoz amplificador que ejercen los medios de comunicación y las
redes sociales. Un simple vídeo y algún comentario maledicente subido a las
redes, son suficientes para hundir a un hombre. El director, Asghar Farhadi, (autor
de películas tan memorables como “Nadir y Simin, una separación”, “El viajante”,
“A propósito de Ely”…), nos muestra la alienación de una sociedad que actúa
impulsada por un comentario o unas imágenes aparecidas en los medios de
comunicación, sin hacerse preguntas ni reflexionar sobre los mensajes recibidos.
Al final, Rahim, ante la
cerrazón de la gran mayoría de los que antes le aplaudían, comprende que su
honradez no va a obtener ningún premio visible y que el premio está en ser de
una determinada manera y no de otra. ”Soy un hombre de honor”, dice al final el
humilde Rahim, reconociéndose a sí mismo como tal. Y en ese “soy”, está su
victoria.
Una película muy
recomendable de la que se sale con un regusto amargo y cierto desasosiego. La
película nos retrata una sociedad frívola, alienada, narcisista y deshumanizada
en la que el parecer es mucho más importante que el ser
y en la que todos contribuimos, de una manera u otra, para que así sea.
ISABEL BANDRÉS
https://www.youtube.com/watch?v=cUdc4gExC1M
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