¡NOS
VAMOS A SEVILLA CON DELHY TEJERO!
El
próximo martes, día 30, a las 19.00H, se presentará nuestra biografía Nº 43, VIDA DE DELHY
TEJERO, de África Cabanillas Casafranca, en el excelentísimo Ateneo de Sevilla.
¡NOS VAMOS A SAN LORENZO DE EL ESCORIAL!
Nuestra
colaboradora, María Luisa Maillard, intervendrá el próximo 13 de marzo en el
ciclo de conferencias “Los autores del Siglo de Oro y la mujer”, que organiza
el Ateneo Escurialense de San Lorenzo de El Escorial, con el fin de dar a
conocer la visión de la mujer en la historia española, a través de su
Literatura. Su disertación versará sobre “Los personajes femeninos de don Pedro
Calderón de la Barca”.
NADA EN DEMASÍA
MARÍA LUISA
MAILLARD
Cuando
una frase atesora una verdad para la vida, es capaz de atravesar los siglos,
siendo recogida por autores de diversas épocas, que la hacen suya. Tal parece
ser el caso de la frase “Nada en demasía”.
La frase se atribuye a Solón (s. VII-VI a. C.), considerado uno de los 7 sabios de Grecia, y se recoge en un lema délfico, inscrito junto al templo de Apolo en la ladera del Parnaso. Entre los autores que se apropian de tal sentencia, podemos citar a Juan de Mariana en el siglo XVI, refiriéndose a las leyes: “Si las leyes son muchas en demasía, como no todas se pueden guardar ni aún saber, a todas se les pierde el respeto”. Gracián en el s. XVII, la aplica a la escritura: “No consiste la perfección en la cantidad, sino en la calidad. Es descrédito lo mucho”. Jaime Balmes en el siglo XIX, a las buenas intenciones, lo que podríamos entender hoy como “buenismo”: “Hasta los sentimientos buenos, si se exaltan en demasía, son capaces de conducirnos a errores deplorables”. Finalmente, Gloria Fuertes, ya inserta en el subjetivismo contemporáneo la dirige hacia el amor individual: “En demasía, lo bueno se hace malo/la píldora veneno/ y vicio la caricia”.
Es sólo una muestra que indica la versatilidad de la frase. También su universalidad. La “verdad para la vida” que encierra la frase es que no se puede desconocer la realidad. Y la realidad del hombre es que debe aceptar su limitación. Ya los epicúreos, defensores de los placeres sensuales, sabían que había que evitar el exceso, “la demasía”, porque producía dolor en vez de placer.
Bueno, pues de espaldas a esta sentencia, desde finales del siglo XIX, nosotros, los occidentales, hemos asumido el concepto de “demasía” como el norte de nuestras vidas, siguiendo la senda sagrada del progreso y la novedad. Ello es así en la misma estructura de la sociedad, encadenada en su economía al crecimiento continuo y acelerado, siempre a rebufo de la aceleración de las innovaciones tecnológicas.
No
se libra la política actual de su adscripción a la “demasía”, que se extiende a
la elaboración continua de nuevas leyes, la mayoría de las cuales afectan
directamente a la vida de los ciudadanos y a su intimidad. Pero es que, si hay
leyes en demasía, hay demasía de ministerios, de ministros, de asesores y de
burocracia. Se impone la palabrería y las “ocurrencias” y todo ello revierte en
gasto, mucho gasto en demasía. La democracia se resiente.
No
nos libramos en nuestras vidas individuales: demasía en el consumo —no en vano
se ha definido nuestra sociedad como “la sociedad del consumo”—, demasía en el
entretenimiento, en la exposición del cuerpo y de la vida íntima, en el
deporte; siempre celebrando que se haya batido un nuevo récord, una nueva
marca. Siempre un poco más allá.
En cuanto a las ideas, la demasía se traduce en la frase popular de “rizar el rizo”. Viejos conceptos se retuercen para llevarlos más allá. El viejo concepto de igualdad se torna en un igualitarismo, abocado a la desigualdad en el lícito desarrollo de la vida individual. La crítica y la rebeldía constructivas se contagian de “demasía” y derivan en una demolición que arrastra consigo la misma idea de verdad y de responsabilidad individual.
Esta frase, “rizar el rizo”, es decir, retorcer viejas ideas para llevarlas siempre más allá, nos ha traído de la mano la otra característica de nuestro tiempo, porque unida a esta aceleración hacia no sabemos dónde, nos asola la fatigosa sensación de la repetición: en el arte, en las ideas que rigen las opciones políticas, en el antagonismo y la falta de respeto al contrario: anticlericalismo, nacionalismos excluyentes, lucha contra el patriarcado… ¿No nos suenan de algo? Es que regresan de nuevo, ahora remozándose de “demasía”. Regresan con más virulencia que en la situación social en la que fueron legítimamente elaboradas, bien diferente a la nuestra. Avanzamos, pero seguimos enredados en lo mismo. Esta situación hace pertinente la pregunta de Fernando Vallespín, que ha inspirado esta reflexión: ¿Puede convivir una sociedad que se define como “de innovación” o de “conocimiento” con una situación de estancamiento cultural y político?
El
dominio del hombre sobre la naturaleza que dio inicio a la civilización es la
biblia de nuestras sociedades. Sin embargo, como bien señala Paul Ricoeur,
conforme aumenta el poder del hombre, aumenta también su fragilidad: fragilidad
de la tierra que lo sustenta; fragilidad de la vida misma por los avances de la
ingeniería genética; fragilidad del conocimiento, mediante la diseminación de
la información vía digital, que aumenta la fragilidad de las democracias.
Hoy
en día deberíamos mirar más allá de nuestros teléfonos móviles y atender a
nuestra situación real en el mundo. Deberíamos atender a la confluencia de un
contexto internacional de debilitamiento de las democracias y ascenso de
gobiernos totalitarios, a la par que la aparición de nuevas tecnologías,
capaces de crear un Leviatán tecnológico.
Estamos
hablando de la computación cuántica, que puede desmontar el encriptado de los
datos, y de la inteligencia artificial; tecnologías en las que China se está
poniendo a la cabeza, y que son susceptibles de ser empleadas, tanto para
monitorizar a la población, como para la guerra.
¿No
deberíamos dedicar todo nuestro esfuerzo en reforzar nuestras democracias y los
valores que las han hecho posibles, en vez de minarlas desde dentro? Y entre
los valores que nos legó la antigua Grecia se encuentra la frase: “Nada en
demasía”.
MARÍA LUISA MAILLARD
IMÁGENES SOBRE LAS MUJERES Y LOS LIBROS
34. LUGARES PARA LEER. EN UNA BIBLIOTECA
INÉS
ALBERDI
Un
lugar que no tiene por qué asombrarnos para encontrar mujeres que estén leyendo
son las bibliotecas.
Las
bibliotecas son, por excelencia, el universo de la lectura. Y como tal han sido
las instituciones aliadas con la lectura, la cultura y el saber. Como dice
Doris Lessing, ellas son las aliadas de la libertad de las mujeres. Lessing,
que vivió de joven en el apartheid sudafricano, escribió “Con una biblioteca
eres libre”. Teniendo una biblioteca no hay clima político que te coarte ya que
es la más democrática de las instituciones, porque nadie puede saber lo que
lees y lo que tú piensas.
Elizabeth Shippen Green, Estados Unidos (1871-1954) La biblioteca, 1905 Colección particular |
Doris
Lessing aplica su perspectiva feminista sobre la lectura y dice como, a lo
largo de la historia, las mujeres han usado las bibliotecas como forma de
escape a los intentos de controlarlas.
Las
imágenes de mujeres leyendo en una biblioteca son muy diversas. A veces se
trata de bibliotecas convencionales mientras que otras imágenes parecen querer
representar “un universo de libros”.
A
partir del invento de la imprenta se acrecienta la posibilidad de poseer libros
y todo individuo culto empieza a tener su propia biblioteca.
Las
imágenes de mujeres leyendo en una biblioteca se multiplican a lo largo del XIX.
Jean Batiste Charpentier, Alemania (1779-1835) Mujer en una biblioteca, s/f Colección particular |
En
algunas de estas imágenes de mujeres en una biblioteca, ellas parecen estar
buscando algo en común, como si estuvieran investigando.
Eduard Gelhay, Francia (1856-1939) Mujer elegante en la biblioteca, s/f Colección particular |
También
encontramos retratos de mujeres leyendo, a solas, delante de su biblioteca, se
supone que en sus casas; como es este retrato que hace Duncan Grant de su hija
Angelica leyendo.
Duncan Grant, Gran Bretaña (1885-1978) Interior con la hija del artista (Angelica Bell), c 1935-36 Colección particular |
Este
es también el caso del retrato que hace Larsson de su esposa, en la biblioteca
de su casa, leyendo y ordenando papeles.
Carl Larsson, Suecia (1853-1919) Bolla leyendo, 1913 Colección particular |
Algunas
de las mujeres leyendo parecen tener un cierto desorden con libros por todas
partes. Unas veces a solas y otras en compañía.
James Christensen, Estados Unidos (1942-2017) Un lugar propio, s/f Colección particular |
Harald Metzkes, Austria (1965) Mujeres cultas, 2001 Colección particular |
Ya
antes de que Cervantes hablara de Don Quijote, el humanista Sebastián Brandt
puso en la cubierta de uno de sus libros la imagen de un “loco de los libros”
simbolizando la locura que puede provocarle a un erudito que pasa sus días entre
libros.
Podemos
pensar que también existen las mujeres “locas por los libros” que están siempre
entre ellos. Esto parece reflejar el autorretrato de Priscilla Warren Roberts,
en el que la autora se ve a sí misma sumergida entre libros.
Priscilla Warren Roberts, Estados Unidos (1916-2001) Autorretrato con libros, s/f Colección particular |
También
hay mujeres que pueden ser vistas así por sus familiares, como Camue Franko que
retrata a su madre leyendo y rodeada de sus libros. Suponemos que el rasgo que más
identificaba a la madre de este artista era la afición por la lectura.
Franko Camue, Alemania (1972) Retrato de mi madre a la edad de 74 años, s/f (Su madre, Gerda Türke, fue una importante galerista y artista) Colección particular |
Y,
por último, también encontramos retratos de jóvenes leyendo, hombres y mujeres
en bibliotecas públicas, como los que realiza Deineka en la Unión Soviética.
Alexander Deineka, Rusia (1899-1969) En el estudio, 1961 Colección particular |
Pensando
en la pasión por los libros, encontramos también imágenes que son “libros por
todas partes” más que retratos de lectoras. Así son, curiosísimas, las obras
del italiano Saliola que parece tener una obsesión con las bibliotecas que más
parecen lugares misteriosos que lugares de lectura. Son numerosas sus obras de
este tipo, pero nosotros solo traeremos una muestra en la que dos mujeres
jóvenes se ven sumergidas en ese universo de papel escrito.
Antonio Saliola, Italia (1939) (Sin datos de título, fecha y propiedad) |
INÉS ALBERDI
CHATARRA
ISABEL
BANDRÉS
Los
alumnos españoles, según los últimos datos facilitados por la CODE, siguen bajando
en compresión lectora y en matemáticas. No parece que al Gobierno y a las
diferentes fuerzas políticas le importe, ya que no se ha tomado ninguna medida
para revertir estos resultados. Lo ha hecho Francia, pero aquí se les ha
criticado porque sus medidas parece que fomentan —o es posible que fomenten—,
la desigualdad. Así que ante la mínima duda: todos ignorantes. Tenemos unas
leyes de educación que son pura chatarra y vamos a más porque cada ley de
educación que se aprueba es peor que la anterior. El poder quiere una población
ignorante y con grandes tragaderas, a la que les resulte sencillo dominar.
Siempre
ha sido así. Las mujeres durante siglos no tuvieron acceso a la educación. Solamente
algunas privilegiadas de la clase alta o algunas monjas, pudieron acceder al conocimiento
intelectual, incluso destacar en alguna materia. Lo mismo sucedía con las
clases trabajadoras; había que mantener la mano de obra barata y a la población
sometida. Ahora, se me dirá, tenemos educación pública gratuita y obligatoria.
Pero, ¿es suficientemente buena? No, no lo es. Y diría más, apoya el culto que
hoy se da a la ignorancia. Isaac Asimov aseguraba hace unos años que el culto a
la ignorancia se alimentaba “por la falsa noción de que la democracia
significaba que mi ignorancia es tan válida como tu conocimiento”. Si a esta
mala educación, añadimos la chatarrería que nos ofrecen habitualmente los
medios de comunicación, adictos todos ellos a una u otra ideología, y los
vacuos programas de entretenimiento que vomitan durante veinticuatro horas las
múltiples plataformas digitales, tendremos como resultado al ciudadano
aborregado que todo político desea: ignorantes ideologizados dispuestos a
seguir las directrices de unos o de otros, que más da.
Pero
la ignorancia se extiende como una masa de aceite que todo lo empapa. El nivel
intelectual de nuestra clase política está bajo mínimos, así que no es de
extrañar que pongan todo su empeño en que el ciudadano no reciba una educación
de calidad porque igual nos dábamos cuenta de sus deficiencias. Ahora,
incapaces de afrontar la realidad se montan “relatos”. Y los relatos son
cuentos, artimañas, embustes, enredos para confundirnos, pero no es la
realidad. Uno de los más sonados es que Junts, el partido que tiene sus raíces
en el movimiento “Nosaltres sols” surgido en la República, es progresista. Y,
como es tan progresista, se le ha concedido —entre muchas otras cosas—, la
publicación de las balanzas fiscales y el traspaso de las competencias sobre
inmigración: la defensa de “su” dinero, “España nos roba”, y de “su raza”. No
sabemos cómo se plasmarán estas concesiones, pero desprenden un tufo a
xenofobia y odio, nauseabundos.
Y,
sin embargo, a pesar de lo evidente, terminamos acostumbrándonos a ese tipo de
relatos. Decía Horance Mann, gran defensor de la educación universal, que si un
idiota nos repitiese cada día una la misma historia durante un año
terminaríamos por creerle. Contra esa servidumbre de la creencia ciega, solo
existe una educación, no sectaria, que fomente el pensamiento libre. Todo lo
demás es chatarra, palabrería vacía, venga de Ferraz o de Génova.
ISABEL BANDRÉS
LOUISE GLÜCK, ENSAYOS COMPLETOS
FELIPE VEGA
una regla de arte:
cambia de forma y cambiarás tu naturaleza.
Y es esto lo que nos hace el tiempo”.
La
Premio Nobel de Literatura 2020 escribe sus poemas a caballo entre el post
romanticismo del inglés Tennyson y el aroma a café recién hecho de los cuentos
de Raymond Carver, nacido en Oregón. Glück es norteamericana hasta los huesos, de
la Costa Este, de Nueva York; pero podría venir de Boston o de Massachussets como
otra poeta, Emily Dickinson. Igual que los grandes, además de hacer versos
recurre a la prosa para hablar. De ahí nacen estos ensayos, por ejemplo. En
ellos se percibe la solidez de sus poemas y un brillo creativo poco habitual.
Las poetas y los poetas arrasan con la palabra, no importa de lo que escriban.
El
volumen cuenta con dos partes diferenciadas: “Demostraciones y teorías.” y “La
originalidad americana”. En realidad, son dos volúmenes publicados entre 1994 y
2017.
“La experiencia fundamental del escritor es la
importancia. Con esto no quiero decir que la escritura y la vida sean cosas
diferentes, sino corregir la fantasía de que el trabajo creativo es un trabajo
de la voluntad, de que el escritor es alguien que tiene la buena suerte de ser
capaz de hacer lo que se antoje: pretende dejar su huella impresa,
decididamente, en la hoja de papel. Pero la escritura no es una decantación de
la personalidad”.
Así
es el comienzo del primer texto que aparece en el libro, titulado: “La
educación del poeta”. Y su forma de razonar no cede. La lucidez de Louise Glück
respecto al proceso de escritura es una de sus señas más personales: “Son muchos los años que en una vida se
malgastan esperando que acuda la gran idea”, continúa. Sus palabras tienen el tono de quien conoce su trabajo,
y no el de una impostada sensibilidad de creador agobiado por musas esquivas.
Eso sí que es cuento.
Más
adelante, arremete contra lo que ella llama
“las sensaciones de logro”. Y con razón. Esas sensaciones no son
más que una manera de alimentar los egos y de perder el tiempo. La escritora se
niega, seguramente porque lo ha experimentado en algún momento de su vida. Se
nota que ha ejercido la educación en la universidad, en el Williams College,
concretamente.
Otro
ensayo, “Sobre el realismo”, nos habla de ese inagotable y espinoso tema con
franqueza: “Es muy posible que yo nunca
haya tenido una noción precisa de lo que llamamos realismo, ya que yo, como
lectora, no distingo entre realismo y fantasía…”. Su definición del
realismo es certera, muy de agradecer en ese proceloso océano en el que, a todos, nos cuesta ponernos de acuerdo; en la
mayoría de las ocasiones por mala fe, o peor, porque supone una forma estúpida
de entender nuestra singularidad y muestra el insufrible combate de nuestro ego
con el de los demás. Agotador…
En
ese artículo (escueto, por cierto), la autora ofrece una reflexión sobre el
marco que delimita lo real y se abre a otros estadios: “…una vez que el final [de la narración] se sumerge en el tiempo… […]
nos hemos desplazado del realismo a la filosofía… […]. O a distintos
géneros: Lo fantástico termina de modo
distinto, dado que nunca comenzó…”. La poeta fija detalles creativos
determinantes en el proceso literario. Es un libro lleno de sabiduría. Sabiduría
que nace de la experiencia: no hay por qué dejar de pensar mientras se trabaja.
No
es solo un libro para los que escriben. También es una guía para los que leen;
como las Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke, o su
continuación española escrita por Joan Margarit, otro poeta memorable. Los y
las poetas siempre han tenido un papel decisivo en el uso del lenguaje, de su
exactitud. Louise Glück vigila temas que, mientras sigamos recurriendo al habla
para comunicarnos, no deberíamos de olvidar. Más que recomendable.
FELIPE VEGA
LA EYACULACIÓN PRECOZ
LIDIA ANDINO
Frecuentemente
leemos o escuchamos en los medios de difusión que la eyaculación precoz es uno
de los trastornos más comunes entre los varones, tanto que se calcula que entre
un 20 y un 40 % de ellos la padecen o la han padecido en forma circunstancial,
periódica o persistente.
Pero,
¿qué se entiende por eyaculación precoz?
Si
se dice que algo es precoz, se está afirmando que ocurre antes de lo que, en
términos generales, es considerado adecuado o eficaz, de tal modo que -en una
primera aproximación- la precocidad en la eyaculación está referida al tiempo.
Se hace necesario entonces establecer los límites del tiempo y circunstancias
dentro de las cuales puede ser denominada como precoz y el momento en que
acontece puede estar más o menos alejado de dichos límites. A veces, ocurre
apenas el hombre y su pareja inician los juegos sexuales, otras en el momento
de la penetración y, en ocasiones, con el sólo contacto, o inmediatamente
después.
Este
síntoma aparece ligado a características psíquicas que se agrupan en dos
vertientes: hombres con claros deseos de asumir el papel pasivo, inertes, sin
energía y, por otro lado, hombres vivaces que parecen vivir en un perpetuo
estado de prisa. Para estos últimos, el acto amoroso no consigue ser un momento
de disfrute, sino que, por el contrario, se lo quieren “sacar de encima” tan
rápidamente como sea posible. Sus “apuros” no los abandonan en el trance sexual
y el acto llega a su término, precipitadamente, con los consiguientes
autorreproches y sentimientos de culpabilidad que los llevan a evitar —con la
misma fuerza que lo desean—, un próximo encuentro.
Son
hombres con una marcada dificultad para dar, están más en posición de recibir
amor que de amar o admirar. Cuando le dan un producto de su cuerpo a una mujer
se lo están dando solo en apariencia; tienen erotizada la fantasía hasta tal
punto que cuando comienzan el contacto hace ya tiempo que están haciendo el
amor, es decir, eyaculan a tiempo para su fantasía, pero precozmente para su
realidad.
Tanto
es psíquico lo que le pasa al eyacular precoz en la cama que, podríamos decir,
padece las mismas características sintomáticas en otros ámbitos de la vida
cotidiana.
El
análisis del trastorno muestra una expresión de hostilidad y un desprecio hacia
la mujer, en el sentido de que primero la excitan y luego la decepcionan.
Leemos la preeminencia de la agresividad en este síntoma puesta de manifiesto
en que se lo ha asimilado a la potencia masculina, a la virilidad. De hecho, el
hombre solía jactarse entre otros hombres de que él respondía en su sexualidad
a la frase “aquí te pillo, aquí te mato” convencido de que así quedaba
demostrada su inequívoca hombría.
LIDIA
ANDINOPsicoanalista
AURELIA NAVARRO (1881-1968)
MARÍA LUISA MAILLARD
El
otro día, paseando por el Museo del Prado, me topé, en La Galería de Retratos
del siglo XIX, principios del XX, con dos excelentes autorretratos de mujeres
pintoras, que yo desconocía: María Röesset y Aurelia Navarro.
María
Röesset, en un retrato de cuerpo entero, se presenta en una figura estilizada
vestida de negro, sin adornos con los que enmarcar un rostro serio, de mirada
desafiante, coronado por unos rizos alborotados. Se diría la imagen de una
mujer moderna que reta al mundo. Aurelia Navarro, por el contrario, nos ofrece
un rostro de perfil, volcado hacia adentro y concentrado en el lienzo que está
elaborando.
El
autorretrato de María Röesset es de 1912; el de Aurelia Navarro de 1906. Nos
encontramos en la encrucijada del siglo XIX y principios del XX, que alumbrará
“los felices años 20”, donde comenzarán a aparecer en España mujeres pintoras
transgresoras, que liberan su cuerpo de corsés, acortan sus faldas y sus largas
cabelleras, y comienzan a reivindicar sus derechos, su creatividad y la
libertad de sus relaciones sexuales y afectivas, como Maruja Mallo, Remedios
Varo o Delhy Tejero.
Éxtasis, 1916. Aurelia Navarro Colección de la familia de la artista |
Todavía,
las mujeres, nacidas en los años 80 del siglo XIX, arrastraban un estereotipo
que se hacía visible en la representación ideológica y moralista de la mujer,
reflejo del ideal burgués. No sólo se reflejaba en los cuadros de los pintores
varones; sino en las limitaciones de las mujeres pintoras a la hora de ejercer
su arte.
Hubo
en el siglo XIX, en parte auspiciado por el mecenazgo de Isabel II, muchas
mujeres pintoras y también mucha pintura sobre las mujeres. La tradición
retratista de la mujer, en autores como Madrazo y Zuloaga, respondía al
estereotipo de la mujer clásica y pasiva, objeto de admiración y deseo del
hombre: las manolas de Zuloaga, imagen anacrónica de la mujer castiza, y las
mujeres maniquíes de Madrazo: modelos estáticos, adorno del “atelier” del
artista. Respecto a las mujeres pintoras, que tuvieron un gran desarrollo en el
siglo XIX —en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887 hubo sesenta
expositoras— su arte estaba limitado a los bodegones, los adornos florales, las
miniaturas y la labor de copistas, en donde algunas alcanzaron notable éxito
como Rosario Weis o Asunción Crespo.
Aurelia
Navarro rompe el estereotipo. Sigue el camino de Lluisa Vidal, quien, en 1899,
en su “Autorretrato”, dibuja por primera vez una mujer, ejerciendo su profesión
de pintora —los retratos de mujeres nunca mostraban la profesión que ejercían—.
En 1906 Aurelia Navarro presenta en la Exposición Nacional de Bellas Artes, el
autorretrato titulado de forma retadora Una
artista, que ahora está expuesto en el Museo del Prado, y que hemos
mencionado al inicio. Tenía 24 años. No mira de reojo al público como en el
caso de Lluisa Vidal. En una actitud seria y reconcentrada, contempla la obra
que está saliendo de sus manos.
Una artista, 1906. Aurelia Navarro Museo del Prado |
Pero Aurelia Navarro va a ir más allá. Va atreverse con la exposición del desnudo femenino, algo insólito en una mujer, ya que en las Escuelas de Pintura como la de San Fernando, las mujeres tenían prohibido asistir a las sesiones de modelos desnudos; pero, ¿qué pintor se resiste al tratamiento pictórico de la carne que con tanta profusión han ensayado los hombres? No tenía acceso a una modelo; pero sí a su propio cuerpo.
Aurelia
Navarro nace un 22 de abril de 1882 en el municipio de Paulianas, Granada. Su
padre, José Navarro González era médico y su madre, Resurrección Moreno,
pertenecía a una familia adinerada. No objetaron ningún impedimento a que su
hija desarrollara su vocación de pintora, para la que pronto mostró excelentes
cualidades, ya que era una especie de “moda” entre las mujeres nobles y de
buena posición. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Granada con José
Larrocha, con quien se formó como dibujante y paisajista. Posteriormente, en el
taller de Tomás Muñoz Lucena, se introdujo en el tratamiento del color y de la
luz.
Gracias
a una beca de la Diputación de Granada, en 1904 se traslada a Madrid y, con 22
años, participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes con un cuadro, Sueño tranquilo, que obtuvo una mención
honorífica por un jurado presidido por Joaquín Sorolla.
Sueño tranquilo, 1904. Aurelia Navarro |
Repite
en 1906, ahora con cuatro lienzos: Una
artista, La merienda, Una bacante y Retrato de la señorita A.M. Por este último cuadro recibe la
tercera medalla y obtiene un éxito rotundo de la crítica. En
todos estos cuadros refleja a la mujer en su intimidad, ajena al entorno:
soñadora, pensativa o sensual, y lo realiza con una técnica de pinceladas
rápidas y empastadas, con logrados efectos lumínicos.
En
1908 vuelve a presentarse a la Exposición Nacional, ahora con un cuadro
rompedor que marcará su destino posterior: Desnudo
femenino, inspirado en La Venus del
Espejo de Velázquez. Vuelve a conseguir una tercera medalla y el aplauso de
los expertos; pero también comienzan las críticas y el acoso a su persona.
Después de haber sido socia fundadora de la Asociación Española de Pintores y
Escultores, en 1910, es requerida por su padre para que vuelva a Granada.
Desnudo de mujer, 1908. Aurelia Navarro Diputación Provincial de Granada |
Allí
continúa pintando; pero su alejamiento de Madrid y de los certámenes que le
habían procurado confianza en sus aptitudes, augurándole una carrera
profesional, va minando su ánimo. Ejecuta algunos encargos como Apoteosis de la Eucaristía en 1912 para
el Santuario del Perpetuo Socorro de Granada y La oración. En 1916, aparece su último conato de rebeldía con un
nuevo desnudo Éxtasis, en el que
introduce una sensualidad íntima, de gran intensidad, que ha llegado hasta
nosotros con el cuerpo desnudo mutilado. La sociedad granadina va cerrándose en
torno a su figura y ella huye de la sociedad hacia otro tipo de espiritualidad;
pero no huirá de las mujeres.
Seis
años después, en 1923, ingresa en el Convento de las Adoratrices Esclavas del
Santísimo Sacramento y de la Caridad, de Granada. Una congregación dedicada a
apoyar a las mujeres, en situación de riesgo por prostitución, pobreza o malos
tratos.
Sólo
se conoce una obra pictórica posterior: el retrato de la fundadora de la Congregación
Santa María Micaela. Fallece en Córdoba en 1968, lugar al que se había
trasladado desde Alcalá de Henares, al inicio de la Guerra Civil, para estar
próxima a su familia. Evitó así el destino trágico de sus hermanas, la mayoría
violadas o asesinadas en el convento de Alcalá.
Autorretrato, 1910. Aurelia Navarro Colección de la familia de la artista |
En
el año 2020, su cuadro Desnudo femenino
formó parte de la exposición: “Invitadas. Fragmentos sobre mujeres, ideología y
Artes Plásticas en España (1833-1931)”, organizada por el Museo del Prado y
comisionada por Carlos García Navarro.
MARÍA LUISA MAILLARD
El director finlandés, Aki Kaurismäki, nos narra la historia de dos
perdedores: Ansa y Holappa. Ella se gana la vida con trabajos temporales, mal
pagados, con los que apenas puede subsistir. Se ve obligada a contar cada
moneda que gasta, cuando no tiene que optar entre encender la calefacción o
comer, la mayoría de las veces, productos caducados. Su vida transcurre entre
el trabajo y la soledad de su humilde casa, escuchando la radio. Muy de tarde
en tarde, va con su única amiga a un karaoke. Holappa es un obrero alcohólico,
deprimido y silencioso que comparte alojamiento con otros trabajadores de la
empresa. Animado por un compañero acude al karaoke donde conoce a Ansa. Hasta
aquí, la narración de dos vidas marginales en el triste, frío y oscuro invierno
de Helsinki. Pero cuando se encuentran, algo cambia en ellos; surge un deseo de
acercamiento al otro y un hilillo de esperanza aparece en sus desoladas vidas. Una
cena memorable en casa de Ansa parece que encarrilará su existencia, pero las
cosas no funcionan como hubiesen querido. Ansa se queda con su cama estrecha y
con un solo plato como toda vajilla. Y Holappa vuelve a su trabajo, pero ya sin
tener el alcohol como compañía. Se reencuentran, se ponen al día y el destino
les vuelve a separar. Pero ahora sí que ha prendido en ambos un anhelo de compartir
con el otro la vida y pondrán toda su voluntad para lograrlo.
La narración
de Kaurismäki es casi muda, los gestos son mínimos y el decorado
cutre-minimalista. Da la sensación que el director no nos cuenta nada cuando
nos habla de tantas cosas: infancias desgraciadas que son relatadas en dos
frases cortas, explotación laboral, alcoholismo, redención, búsqueda de la
felicidad, soledad, amor, compasión, amistad, deseo… Y todo eso transcurre ante
nuestros ojos sin que apenas nos enteremos, tal es la austeridad de su
lenguaje. Fallen Leaves no es una
película arrebatadora emocionalmente, nos va empapando muy lentamente. Estamos
tan mal acostumbrados a las grandes tragedias, a los grandes gestos y a
personajes excesivos que tenemos el gusto estragado. El cine de Kaurismäki no
es un cine reivindicativo como el de mi admirado Loach, ni es un contador de
grandes romances como el excelente Joe Wright. El director finlandés hace aquí un
cine humanista inspirado en Chaplin y Keaton.
En todo su
cine opta por la mesura, pero Fallen Leaves
es la más ascética y la más sobria de sus obras. En ella destila cada
imagen, cada emoción y cada palabra para quedarse con una gota esencial que nos
ofrece. Kaurismäki inviste a sus personajes de humanidad y, por lo tanto, les
dota de capacidad de amar y de buscar la felicidad en el otro.
Toda la
película transcurre durante el sombrío invierno de Helsinki simbolizando, con la
muerte de la naturaleza, la falta de nervio vital cuando la vida transcurre al
margen de los demás. En el último fotograma, aparece la primavera; el eros y
las ganas de vivir se hacen presentes. En las vidas de los protagonistas solo ha
cambiado una cosa: ha aparecido el amor y el deseo de la felicidad. La pulsión
vital, al fin, gobierna sus vidas.
Fallen Leaves supone un oasis para los que estamos un poco hartos de tanto gesto
vacuo, de tanto subrayado, de tanto deseo de epatar, de tanta palabrería y de
tanto narcisismo estomagante en las narraciones cinematográficas. Yo se la recomendaría,
pero no sé si me atrevo. ¿Demasiado austera, demasiado silenciosa?
ISABEL BANDRÉS
https://www.youtube.com/watch?v=FiG1LeQTVhg
La película trascurre
en Barton, un exclusivo internado situado en un lugar de Massachusetts, muy
cerca de Boston, durante una Navidad situada en la década de los setenta. Todos
los alumnos y profesores abandonan la institución para pasar las vacaciones con
sus familias o amigos, excepto tres de ellos se quedan en el centro por sus
circunstancias personales: el profesor Hunham, el alumno adolescente Angus Tully
y la cocinera Mary Lamb.
El profesor de Historia
Hunham es un tipo amargado y solitario que, por alguna razón, se cree superior
ética e intelectualmente a todos los demás. Se vanagloria de ser un seguidor de
las Memorias de Marco Aurelio, por lo
tanto, se considera y se define a sí mismo como un estoico. Además, padece una
anomalía hormonal que hace que huela siempre a pescado. El alumno Angus Tully
es un adolescente inteligente, impertinente y díscolo. Hijo de un matrimonio
divorciado, no parece encajar en la nueva vida que ha comenzado su madre. Y la
jefa de cocina del centro, Mary Lamb, está en duelo por la pérdida de su único
hijo en la guerra del Vietnam. Cada uno de ellos, tan diferentes entre sí,
tendrán la ocasión, durante unos días, de hacerse cargo de los problemas de los
otros. Y, sobre todo, hacerse cargo de sí mismos y de sus propias pérdidas. La
película se hace entretenida, tiene una narración adecuada y los actores
cumplen muy bien con su cometido. Hay que destacar la actuación de Paul Giamatti
en su papel de profesor cascarrabias que está, como siempre, excelente.
La narración es complaciente
y despide un tufillo simpaticón para gustar al mayor número de espectadores posible.
Eso la lastra. En la última escena, es cuando ese tufillo condescendiente se
hace omnipresente, donde se fuerza y se precipita la situación para que todo
salga muy al estilo hollywoodiense. Tengo la sensación de que Payne, el
director de películas tan esplendidas como Entre
copas, Nebraska y Los descendientes,
ha hecho algunas concesiones y ha forzado algunas soluciones en Los que se quedan.
Tiene episodios
notables y muy bien resueltos, como cuando profesor y alumno se encuentran en
Boston con un compañero de estudios de Hunham que ha triunfado, en su vida
profesional y personal. Es entonces, cuando se nos revela, de una manera
magistral, su profundo sentimiento de inferioridad y de envidia a todo aquel
que tiene lo que él no ha sido capaz de obtener: miente sobre sí mismo y
empequeñece los éxitos de su compañero. Descubrimos qué es lo que esconde tras
su papel de docente exigente y su máscara de narcisista moral. Otra escena
emocionante es la de la visita de Angus a su padre biológico, en la que se hace
patente el dolor y el gran vacío de ese adolescente dejado a la deriva. Y por
fin, la culpa y el resentimiento de la cocinera, Mary, que no pudo, por falta de
dinero, matricular a su hijo en la universidad lo que le hubiese salvado de ir
al Vietnam y que cuida de unos muchachos ricos que cuentan con la ventaja que
les da su origen.
Son tres vidas
solitarias, tres personas que sufren y que en esas fiestas navideñas se acompañan
e intentan ayudarse. Una historia de epifanía, de renovación, que solo logra
Mary desplazando su cariño hacia otro. Mientras que Hunham y Agnus hacen una
huida hacia adelante sin que nada sustancial haya cambiado en ellos. Aunque un
final feliz tramposo nos quiera vender otra cosa.
Los que se quedan es una película que se deja ver y tiene
momentos narrativos de muy buen cine. Si no se es muy tiquismiquis, se sale
contento. Si se es, a medias. Pero da materia para pensar y reflexionar, lo que
siempre es bueno y extraño en estos tiempos que corren.
ISABEL BANDRÉS
https://www.youtube.com/watch?v=FiG1LeQTVhg
SERÁ EL
COMENTAREMOS EL ÚLTIMO NÚMERO DE
REVISTA DE OCCIDENTE.
SARAH VAUGHAN
Con un alto sentido de
la improvisación y gran inventiva armónica, Sarah Lois
Vaughan (Nueva
Jersey 1924-Los Ángeles 1990), apodada Sassy y La divina,
enriqueció el jazz con su gran talento vocal.
Su padre era un carpintero
que tocaba la guitarra en sus ratos libres y su madre, lavandera, cantaba en el
coro de una iglesia baptista. Esta influencia musical fue la que hizo posible
que Sarah debutase como cantante en esa misma iglesia y aprendiese órgano y
piano desde los siete años.
Se dice que dos hombres
influyeron en desarrollar su carrera: Albert Max, que la escuchó cantar y tocar
el piano en un Club de la calle 52 y la contrató para Musicraft Records y el
trompetista que trabajaba con Sarah en Café Society, George Treadwell, con el
que terminó casándose. Él dejó la trompeta en su funda y se convirtió en su mánager. ¿Les suena? Seis años después, en 1952, se divorciaron —y no voy a hacer el
chiste fácil de la trompeta en su funda—, pero me malicio que no debió George influir tanto en la larga carrera de Sarah, en tan solo seis años...
Conoció a
instrumentistas de la talla de Dizzy Gillespie y Charlie Parker, impulsores del
“Bepop”, una variedad del jazz que se caracterizaba por un ritmo más rápido,
mucha improvisación y solos instrumentales. Sarah Vaughan fue de las primeras
en incorporar el fraseo del Bepop a su forma de cantar.
Colaboró con los más
grandes: Count Basie, Oscar Peterson, Hugo Peretti, Jimmy Jones, Lester Young,
Miles Davis… Y obtuvo un Grammy en 1982, como mejor intérprete vocal femenina
de Jazz, por su disco Gershwin livel, que grabó con la Orquesta
Filarmónica de Los Ángeles. No por casualidad, interpretó como nadie los temas
que Ira y George Gershwin compusieron.
Puso el broche de oro al
VI Festival de Jazz de Madrid en 1985 y el Real se llenó hasta la bandera de un
público deseoso de escuchar a la que, junto a Ella Fitzgerald, Billie Holliday y
Dinah Washington, es considerada la más influyente voz femenina del Jazz, por
su versatilidad, su tesitura, su control del vibrato y su grave tonalidad.
SUSI TRILLO
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