IN MEMORIAM
EL BIEN
MARÍA LUISA
MAILLARD
El
horror desencadenado por los líderes totalitarios del siglo XX, los campos de
exterminio nazis y los gulags soviéticos, pillaron por sorpresa al mundo
occidental, de forma especial a sus intelectuales; aunque no en igual medida en
ambos casos. Este último punto no lo vamos a tratar aquí. Lo dejaremos para
otra entrega.
De
la mano de María Zambrano, vamos a aproximarnos a la causa profunda de la
sorpresa ocasionada por dicho horror. Escribe la filósofa en Persona y Democracia: “Una de las
debilidades del hombre europeo de finales y principios de siglo ha sido la de
no creer en el absurdo, en el horror, en el crimen gratuito, en lo diabólico”.
La historia humana se encuentra, entre otras cosas, plagada de horrores. ¿Cómo
llegó el hombre occidental a pensar que ya no podían cometerse bajo otros
motivos que la religión o el atraso económico y cultural?, y además, hacerlo de
forma más radical aún, tal como desarrolla Hanna Arendt en Los orígenes del totalitarismo. La arbitrariedad y el terror
absoluto, en su objetivo último de cambiar la naturaleza humana y su
diversidad, hicieron que los totalitarismos del siglo XX fuesen, según la
pensadora política, un paso más allá del absolutismo tradicional, que adoptó
diversas máscaras a lo largo de la historia del mundo.
La
pregunta de María Zambrano: cómo llegó el hombre occidental a pensar que ya no
se podían cometer horrores en el devenir histórico de un país desarrollado, la
conduce a pensar que tal vez no fueran los motivos los causantes del fenómeno,
y nos invita a dirigir la mirada hacia la naturaleza humana. Una de sus
principales características es la libertad que nos permite escoger entre el
bien y el mal y el hombre, a veces, escoge el mal. Los motivos se inventan.
Pero, ¿existen el bien y el mal? No existe el mal en la naturaleza humana
postuló Rousseau. Es exclusivamente en la organización social donde reside. El
hombre es inocente por naturaleza.
El
mal se desplaza así de su lugar natural, la libertad humana y su capacidad de
elección y, al hacerlo, se devalúa el mal individual y se minimiza la tendencia
al poder absoluto, constante a lo largo de la historia, y que ya Calderón de la
Barca identificó con el mal. Se había iniciado el camino del desplazamiento de
la responsabilidad individual, de la libertad humana para elegir entre el bien
y el mal al extrarradio de la historia y lo social. El ser humano concreto de
carne y hueso era inocente, pronto ese ser humano desaparecerá bajo ciertos
regímenes totalitarios.
Más
agudo que Rousseau, Nietzsche ya supo de la estrecha ligazón entre el bien y el
mal y postuló erradicarlos del horizonte humano, superar ambos conceptos,
elaborados por la filosofía moral y el cristianismo, en aras de desarrollar el
potencial del hombre, al encuentro con su ser originario, liberado de las
ataduras elaboradas por la tradición. Se había sembrado el camino para que el
bien, eliminado también de la interioridad humana, donde reside la moral
íntima, se desplazase a los objetivos utópicos de las diversas ideologías. La
legitimidad de su bondad incuestionable, permite a sus líderes y seguidores, no
sólo prescindir de la verdad y de la contundencia de los hechos; sino a
realizar la maldad absoluta: el sacrificio arbitrario de personas inocentes
—véase en nuestras sociedades actuales el hecho del terrorismo, del que tenemos
alguna muestra en nuestra historia reciente.
Pero
hay cosas que no desaparecen, máxime si es el hombre el que las ha hecho
desaparecer, dice Zambrano, y parece ser que una de ellas es la idea del mal y
del bien que anidan en la interioridad humana. Y eso lo sabe perfectamente el
ser humano de carne y hueso, argumenta Simone Weil, porque cualquier hombre
espera que se le haga el bien y no el mal.
La
herencia de los pensadores que ha dominado la mentalidad colectiva del mundo
occidental no ha sido la elaborada por María Zambrano o Simone Weil. Hemos
recibido la herencia devaluada de Rousseau y de Nietzsche, a través de la
conversión de las ideas utópicas en ideologías y estas en consignas. Hemos
desterrado el mal de su lugar natural, que es el hombre individual; pero
también el bien hacia la bondad intrínseca de las ideologías triunfantes en el
siglo XX: el progreso ilimitado, el nacionalismo y la utopía de una sociedad
igualitaria, que hoy en día compartiríamos con los animales. Es más, hemos
extendido la bondad de las intenciones a la bondad de las acciones encaminadas
a llevarlas a buen puerto. Nos negamos a ver el mal que, como posibilidad, se oculta
en ciertas propuestas bienintencionadas —el "buenismo" que nos asola—; de forma
especial en lo que respecta a los seres humanos “prescindibles”, esos seres de
carne y hueso, que no encajan en las citadas propuestas que monopolizan la idea
del bien. Ni siquiera vemos que es el poder el que acaba agazapándose y
utilizando para su perpetuación dichas propuestas bienintencionadas, una vez
liberados los líderes de la responsabilidad individual de sus acciones.
Mientras
tanto, el hombre occidental sigue la propuesta de Rousseau de seguir
“inocentándose”, de situar el mal en los opositores a las ideologías
“bienintencionadas” y cerrar los ojos ante la experiencia de la historia y de
los hombres que nos precedieron.
Es
un camino peligroso. ¿Puede la adhesión a una ideología bienintencionada
falsear la realidad y encumbrar un líder intocable? ¿Qué sucede cuándo un
ministro de un gobierno democrático proclama públicamente que su presidente es
el “puto amo”? ¿Necesitamos los españoles un amo? ¿No hemos tenido suficientes
amos en el siglo XX? Recordemos que los amos son incompatibles con la
democracia porque no aceptan el escrutinio de la ley ni la libertad de
expresión.
La
palabra libertad que coreábamos ingenuamente los jóvenes de izquierda de los
años 70, ¿está siendo sustituida por la de sometimiento?
MARÍA LUISA MAILLARD
La
Compañía delabarca, dirigida por Nuria Alkorta, pone de largo en el teatro NAVE-73,
una nueva versión de una de las obras más escalofriantes sobre la sinrazón de
la naturaleza humana y sus bajos fondos: la que se vivió en el cercano siglo XX
y que, desgraciadamente, no ha perdido un ápice de su actualidad.
De algún tiempo a esta
parte de Max Aub es el monólogo de una mujer sencilla, Emma,
que siempre se consideró al margen de los “tejemanejes” de la política hasta
que ésta la golpeó de una forma brutal. Aunque era católica, tenía sangre judía
y se encontraba en la Viena de 1938, invadida por los nazis.
El
monólogo, en forma de conversación con su marido muerto, Adolfo, no nos ahorra
ninguna de las crueldades y bajezas de las que es capaz el ser humano,
oscilando entre el odio y la complicidad, en la cuerda floja del miedo y la
avaricia: los vecinos de su antigua vivienda, que se ve obligada a limpiar
ahora, no le dejan utilizar el ascensor y la miran con asco y con desprecio
“¿cómo permiten que ‘esto’ entre en una casa decente?”; las tiendas de los
judíos destrozadas; brutales palizas de una masa sedienta de sangre; la
traición y complicidad de algunos judíos acaudalados…
Sin
embargo, a pesar de la situación en la que vive, envuelta en el frío, la
soledad y la miseria, su desconsuelo es más hondo. Sabe que su marido ha sido
asesinado por los nazis; pero no sabe si su hijo Samuel, secretario del
Consulado de Austria en Barcelona, asesinado por los “rojos”, era de “ellos”,
de los que habían asesinado a su padre.
Monólogo
difícil, resuelto con gran solvencia por la actriz Isabel Arcos, que consigue
transmitirnos con gran eficacia los sentimientos de una mujer anónima e
inocente, arrasada por el viento de la historia. Nos conmueve su rebeldía “que
no me consuele nadie, que nadie rebaje mi pena”; el abismo de su corazón al
imaginar que su hijo Samuel era de “ellos”; su entereza al percibir que el
miedo es el veneno más eficaz para anular la humanidad de las personas: “el
miedo envenena. Yo no tengo miedo, sólo odio”.
Un
decorado sobrio, con unos acertados telones de fondo a los que una hábil
iluminación saca todo su partido y una impecable dirección de Nuria Alkorta,
rematan una obra imprescindible.
Los
fines de semana del próximo mes de mayo podréis verla en el teatro Nave 73. ¡No
os la perdáis!
MARÍA LUISA MAILLARD
CARMEN DE BURGOS, DEL OLVIDO AL HOMENAJE
EL ATENEO Y LA ASOCIACIÓN DE LA PRENSA DE
MADRID (APM), RINDEN TRIBUTO A COLOMBINE Y AZORÍN, EJEMPLOS DE PERIODISMO, LITERATURA
Y PATRIOTISMO PROGRESISTA
ASUNCIÓN VALDÉS, autora de REVIVIR, La nueva Carmen de Burgos.
Tras
décadas de marginación, llegó el merecido homenaje a la portentosa e
infatigable trabajadora Carmen de Burgos Seguí. Además, todo lo hacía bien,
según el obituario que el crítico literario José Francés le dedicó en 1932, al
morir el 9 de octubre en su domicilio madrileño de la calle Nicasio Gallego, 1.
El
pasado 19 de marzo, la profesora, periodista, escritora, cronista de viajes,
traductora, conferenciante y defensora de los derechos humanos, célebre como Colombine
—su sobrenombre—, fue homenajeada por el Ateneo y la Asociación de la Prensa de
Madrid (APM), las dos instituciones que gozaron de su membresía y de su
extraordinaria doble militancia en el periodismo y la literatura.
El
homenaje en el salón de actos de la APM tuvo otro protagonista, José Martínez
Ruíz, Azorín, feminista y adelantado literario, como Carmen de Burgos, por las
relaciones de ambos con las vanguardias estéticas del primer tercio del siglo
XX. Azorín y Colombine, intelectuales que pueden seguir siendo ejemplo para
periodistas y escritores. Él, nacido en la localidad alicantina de Monóvar el 8
de junio de 1873, decía que había que ir “derechamente a las cosas”. Ella,
alumbrada en Almería el 10 de diciembre de 1867, primera periodista profesional
y corresponsal de guerra, defendió la libertad de pensamiento y de expresión,
como subrayaron María Rey, presidenta de la APM, y Juan Cruz, escritor y
periodista.
Por
eso, cruelmente, por luchar por la libertad, por ser mujer y miembro de la
masonería, el franquismo persiguió a Carmen de Burgos, incluso diez años
después de muerta, sembrando el miedo entre los que pudieran recordarla. Así,
nadie hablaría de ella. Su inspiradora obra literaria ya había sido censurada
al final de la Guerra Civil. Tras ese eclipse total, la pionera almeriense
empieza a brillar con luz propia.
En
la civilización del espectáculo, según el libro de Mario Vargas Llosa, nada
mejor que la televisión para alcanzar la fama. Días antes del homenaje a la
autora de Los anticuarios y a Azorín, el longevo programa Saber y ganar
de TVE preguntaba cuál fue otro de los seudónimos de Carmen de Burgos, además
de Gabriel Luna y Colombine, con error de pronunciación de este
último en la pregunta. En cualquier caso, la concursante acertó al responder: Perico
el de los Palotes. Gracias a la banalización de la cultura, miles de
televidentes pudieron saber que Colombine fue “muy importante en la
retrógrada España de principios del XX, defensora del divorcio, la objeción de
conciencia y el sufragio universal”; es decir, incluyendo a la mujer,
argumentaba la propagandista andaluza.
Otra
manifestación popular contribuyó al renacer de Carmen de Burgos. Fue su
inclusión, gracias a un décimo de lotería, en la Generación Literaria del 98.
Hubo que esperar a diciembre de 2022, cuando llevaba noventa años enterrada.
Loterías y Apuestas del Estado, junto a la Biblioteca Nacional de España,
emitió la serie dedicada además a Azorín, Unamuno, Pío Baroja, Valle Inclán,
Antonio Machado, Blasco Ibáñez y Ángel Ganivet. Ella era la única señora en
esos números de la suerte. Desconocida, porque mientras los demás nombres
figuran en libros de texto y obras sobre la generación impactada por la pérdida
de Cuba y Filipinas, Colombine fue injustamente borrada de la Historia.
Ese
mismo mes, el último de 2022, el Ateneo subió a Carmen de Burgos a la Galería
de Retratos de la docta casa. Azorín, por supuesto, subió en vida, hacia 1948,
a ese mosaico de ateneístas ilustres, como la inmensa mayoría de los hombres
que lo integran. La paciencia fue también una de las virtudes de Colombine
que confiaba en que la semilla germinaría.
Carmen de Burgos, por la pintora Lucie Geffré, forma ya parte de la Galería de Retratos del Ateneo de Madrid |
El
reciente homenaje conjunto de las dos instituciones centenarias, APM y Ateneo,
contribuye asimismo al conocimiento de una de nuestras intelectuales más
brillantes, solicitada como conferenciante dentro y fuera de España, que llegó
a presidir la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas.
Por
fortuna, Colombine siempre ha contado con el apoyo de la AMMU, la
Asociación Matritense de Mujeres Universitarias, presidida por la profesora y
escritora María Luisa Maillard que junto a la editora de su blog, Susi Trillo, e Inés
Alberdi, una de sus más destacadas colaboradoras, Premio Nacional de Sociología
2019, asistieron al homenaje a Azorín y Colombine.
Los
dos pensadores querían las leyes más avanzadas de los países europeos para
superar los problemas de España. Su espíritu crítico regeneracionista era
compatible con su patriotismo. Carmen de Burgos y Azorín son también dos buenos
ejemplos para la política. Sí. Porque ahora los nacionalistas que rechazan lo
español se quieren identificar con el progresismo. ¿Por qué le llaman izquierda
progresista cuando en realidad es ultraderecha xenófoba?
ASUNCIÓN
VALDÉS
IMÁGENES SOBRE LAS
MUJERES Y LOS LIBROS
37.
LEYENDO DESNUDAS
INÉS
ALBERDI
La
desnudez y el erotismo están con frecuencia presentes en los retratos de
mujeres con libros. Unas veces realmente leyendo y otras en las que, aunque no
lean, se acompañan de libros. Ya en los retratos franceses del XVIII vemos
mujeres jóvenes y elegantes en su boudoir rodeadas de libros, que se
abandonan desnudas a la lectura. Muchas de estas imágenes nos hacen pensar en
novelas de amor, en aventuras que se alejan de preocupaciones domésticas y
familiares y, por lo tanto, que se asocian a una vida licenciosa y ajena a las
obligaciones de las mujeres formales, de las esposas honestas y las madres
cumplidoras.
Las
ideas de disfrute y de frivolidad se asocian muy frecuentemente a la lectura en
los retratos del siglo XVIII. Boucher, que en tantas de sus obras llama la
atención por sus imágenes eróticas, asocia la intimidad femenina con los libros
en algunas de ellas. Quizás una de las más interesantes, y de las más
conocidas, es el retrato que hace de una de las amantes del rey Luis XV, desnuda
y tumbada sobre un canapé teniendo un libro abierto entre las telas
desordenadas que la rodean.
Francoise Boucher, Francia (1703-1770) Probablemente un Retrato de Marie-Louise O'Murphy, amante de Luis XV (1751) Wallraf-Richartz Museum & Foundation Corboud. Colonia, Alemania |
Pero es en los siglos XIX y XX cuando más frecuentemente encontramos retratos de lectoras sin ropa. Tanto la imagen de abandono corporal como el uso de posturas provocativas se encuentran en buena parte de los retratos de mujeres leyendo.
Leon Kroll, Estados Unidos (1884-1974) Mujer desnuda leyendo un periódico, s/f. Colección particular |
Los
libros, en muchos de estos retratos, parecen añadir contenido erótico a las
imágenes ya que aluden simbólicamente a las sugestivas ideas que pueden
trasmitirse por ellos y que, de alguna manera, fomentan la imaginación y la
voluptuosidad de estas jóvenes. Porque una constante en todas estas imágenes es
el nivel de juventud de las mujeres retratadas en ellas; a solas, tumbadas,
sentadas o incluso de pie, las mujeres que leen parecen estar solas y utilizar
la lectura para intensificar sus sueños eróticos.
Albert Marquet, Francia (1875-1947) Desnudo de pie, 1913 Colección particular |
Muchas
de estas obras asocian los libros al pecado. Como veíamos en la entrada 19,
sobre la lectura de novelas, esta se ha visto tradicionalmente como una actividad
peligrosa para las jóvenes por ser una vía posible de introducir en ellas
pensamientos o ideas de libertad y trasgresión. Y veíamos la obra del pintor
Wiertz La lectora de novelas que aludía directamente a la idea de pecado
en la forma de una mano semi escondida que ponía diferentes libros sobre el
lecho a la mujer que, desnuda y distraída, leía embelesada. Pero no solo en las
obras de Wiertz se representa esa idea poniendo a la lectora en una actitud
descocada.
Ignacio Díaz Olano, España (1860-1937) Desnudo, s/f Museo de Bellas Artes de Álava, España |
Con
frecuencia el retratar a la mujer leyendo desnuda funciona como un reclamo
erótico. Hemos encontrado, en gran medida, retratos que, con la excusa de la
lectura y la relajación, presentan mujeres desnudas que se ofrecen como
reclamos eróticos al espectador. Guillermo Solana habla de la teatralización
que supone la representación de mujeres leyendo en las que se quieren retratar
los sentimientos que la lectura suscita (G. Solana Heroínas Museo
Thyssen Bornemisza, Madrid 2011) y, en el caso de las lectoras desnudas o semidesnudas,
se produce una evocación de excitación erótica.
Jean Jacques Henner, Francia (1829-1905) La lectura, c. 1880 Mueso de Orsay, París |
La imagen de voluptuosidad se une a la lectura y esa actitud se identifica con el placer que esta puede ofrecer con esa imagen de desnudez y abandono.
Charles Arthur Wheeler, Australia (1881-1977) Y así termina la historia, c.1927 Alledaide Gallerie, Australia del Sur |
Hay
un punto de coincidencia entre las imágenes femeninas eróticas y la tradicional
desconfianza sobre la influencia nociva que ciertos libros pueden tener sobre
las lectoras. El ansia de controlar la lectura de las mujeres se ha derivado
históricamente de la ansiedad y el miedo que suscita su libertad y,
concretamente, por considerar que la depravación moral puede venir a través de
los libros. Todavía actualmente hay una cierta visión de los libros como
corruptores en potencia. Los libros pueden verse como mecanismos de corrupción,
como instrumentos para difundirla. Incluso, en los países en los que existe
libertad y se reconocen los derechos de las mujeres, nos encontramos, en este
mismo sentido, que la publicidad sobre ciertos libros se hace en función de su
capacidad para subvertir el orden y trasgredir las normas. Tal sería el caso
del éxito ciertas novelas, como la de 50 sombras de Grey que se
comercializó hace unos años, presentándola como difusora de una sexualidad
trasgresora y que ha tenido un éxito de ventas extraordinario.
Theodoro Rousell, Francia (1847-1919) Muchacha leyendo, 1887 The Tate Gallery, Londres |
Estos
retratos son sobre todo imágenes de abandono y placer. Muchas de estas imágenes
evocan el disfrute que la lectura produce. Y se considere o no peligroso, vemos
que muchas de ellas podrían titularse “leyendo por placer”. Hay miles de
razones para leer y miles de actitudes cuando se lee. Y mientras las razones de
carácter ordenado, como estudiar, aprender, informarse, conllevan una cierta
sanción positiva, el leer para evadirse, es la razón que ha tenido mayores
detractores en relación a la lectura femenina. Leer por placer se asocia a
disipación y conlleva mayor censura si la adopta una mujer. Las imágenes de
ensoñación asociadas a la lectura de ficción reflejan de forma palpable la
importancia que adquieren en la iconografía de la lectura femenina.
Susanne Valadon, Francia (1865-1938) Desnuda con una manta de rayas, 1922 Museo de Arte Moderno de París |
Lindsay Bernard Hall, Australia (1859-1935) Desnuda leyendo en el estudio junto al fuego, 1928 Colección particular |
No
podía faltar, en este apartado, alguna imagen de Delvaux, de mujeres leyendo y
denudas. Este pintor surrealista se distingue, además de por el ámbito de
misterio que recrea en sus obras, por presentar siempre a las mujeres desnudas
en ellas, lo requiera o no el guion.
Paul Delvaux, Bélgica (1897-1994) The office of evening, 1971 Colección particular |
Otro
caso curioso de retratar siempre a las mujeres desnudas es el del pintor
americano Howard Christy, famoso por haber decorado enteramente un legendario
restaurante de Nueva York, Le Café des Artistes. En este caso vemos un
lugar campestre en el que sorprendentemente una de las dos jóvenes lee, sin que
sepamos muy bien cuál es la explicación que da el autor a esa imagen, más allá
del erotismo que evoca la desnudez femenina.
Howard Chandler Cristhy, Estados Unidos (1872-1952) Ninfas en verano, 1946 Colección particular |
INÉS ALBERDI
MENOS
LOBOS…
ISABEL
BANDRÉS
En este país estamos siempre en desacuerdo. Hace un tiempo se desató una polémica tan humana como asombrosa: ¿quién ama más a su pareja, Ayuso o Sánchez? Y hace cinco días Sánchez nos escribió una carta comunicándonos que durante cinco días se retiraba a reflexionar sobre si dejaba la Presidencia del Gobierno por amor o no. Así, como suena. Todos nos quedamos, desde Alaska a la Patagonia, ojipláticos. ¿Por qué cinco días? ¿Por qué alargar la agonía? Los ministros andaban como pollos sin cabeza y los ciudadanos no entendimos nada de nada. Y ahora, tras comunicarnos que sí, que se queda, sin dar ninguna explicación ni proponer ningún cambio todavía, no entendemos qué ha pasado. ¿Sigue con su mujer? Parece que sí. ¿Y Ayuso con su novio? Yo creo que también, ¿no? Qué morbo.
Muchos ciudadanos no sabíamos dónde estábamos estos días. Olas de emociones desgarradoras ocupaban las calles y los medios de comunicación de masas y los políticos del PSOE se desparramaron en llantos, abrazos y proclamas. Esa extraña nueva realidad que hemos vivido durante cinco días, nos dejó tan perplejos como agotados. ¿Qué fue? ¿Un calentón? ¿Una estrategia? No sé, porque muy bien parado no ha quedado.
Este país ha maltratado a todos sus presidentes, familias incluidas. A Aznar le llamaron asesino; González tuvo que soportar eso de márchese señor González; Rajoy juró el cargo con el Congreso rodeado; Zapatero sufrió escarnio a raíz de la publicación de una fotografía familiar y Suárez tuvo que dimitir porque el acoso político que sufrió fue terrible. Estas cosas suceden en todo el mundo. Recordemos las críticas de las vidas privadas a Clinton, Obama y Boris Johnson. La política es cruel y dura, no debería serlo, pero lo es y lo seguirá siendo. Y ahora mucho más porque las redes sociales pueden ser utilizadas impunemente y verter en ellas, anónimamente, cualquier comentario por muy nauseabundo que resulte. Eso no va a cambiar, va a ir a más. Lo que la mayoría de los españoles no entendemos es qué ha logrado Sánchez con su maniobra. Por de pronto, poner el punto de mira a su mujer, a nivel nacional e internacional. ¿Buscaba otra cosa? ¿Polarizar más a la sociedad? ¿Erigirse como el único salvador de la democracia? No sé. De momento, su imagen no ha salido muy bien parada. Para mí que ha cometido un error de cálculo. Lo que tengo claro, es que algunos políticos se ponen como una hidra cuando se les nombra a su pareja. Cosas del amor.
Hay
una buena noticia, que los políticos olvidan: la democracia reside en el
pueblo. Los políticos, todos, son meros representantes de los ciudadanos. La
democracia no es per se ni Sánchez ni Feijóo. Como empecemos a gritar
que uno u otro son la democracia, terminaremos, sin darnos cuenta en un lugar
rarito. En este país existirá la democracia mientras los ciudadanos la
sostengamos. En nuestra historia democrática hemos pasado por crisis económicas
y políticas, por asesinatos terroristas, por levantamientos independentistas,
por un golpe de Estado, por una pandemia, por corrupciones… Y aquí estamos
viviendo en democracia y perteneciendo a la Unión Europea. Es cierto que lo
hemos hecho muchas veces renqueando y dejándonos algunos jirones en el camino,
pero hemos salido de catástrofes que parecían insalvables. Así que serenemos
los ánimos, rebajemos el suflé sensiblero y utilicemos la razón y el
pensamiento libre contra el populismo que hoy, más que nunca, asola nuestro
país.
Recordemos
que la Ilustración fue un movimiento que invitaba a utilizar la razón para no
depender de las emociones y las supercherías de los demás y ser independientes.
La Ilustración facilitó, con el tiempo, la creación de las sociedades
democráticas modernas. Kant afirmaba: “La
Ilustración dio al hombre la capacidad de servirse de su inteligencia sin la
guía del otro”. El líder como
figura omnipotente de lo bueno y de la democracia y el “después de mí, el
diluvio”, son propios de otros
regímenes. La derecha, la izquierda y nosotros, los ciudadanos, deberíamos tener
claras dos cosas: el disenso y la alternancia en el poder son la base de toda
democracia. Diego Fusaro, en su libro
Pensar diferente-filosofía del disenso, afirma: “La democracia podría definirse como el gobierno que no sólo acepta el
disenso si no que encuentra en él su fuerza”. Tenemos libertad de prensa y separación de poderes y esto seguirá
así durante mucho tiempo, gobierne la izquierda o la derecha. No olvidemos que
estamos bajo el paraguas de la Unión Europea y la ciudadanía silenciosa sabe
muy bien a qué atenerse cuando los líderes se saltan la democracia o se
corrompen. Así que menos lobos, menos lanzarse boñigas en el Parlamento y más
trabajar por la educación, la sanidad, la enseñanza, la vivienda asequible y la
justica social. Con tanto amor, tanta reflexión, tanto insulto, de unos y otros,
tienen el solar patrio hecho un erial.
ISABEL BANDRÉS
LAS ¿ENFERMEDADES MENTALES?
LIDIA ANDINO TRIONE
A
las enfermedades llamadas mentales se las ha nombrado y clasificado
cuidadosamente, en la mayoría de los casos, sin entender ni escuchar a los
enfermos mentales. Esos nombres se convirtieron rápidamente en “etiquetas”, es
decir, si le dices a alguien que es histérico, hipocondríaco, obsesivo,
psicótico, perverso o narcisista. lo estás rebautizando, le estás dando un
estatuto de anormal, porque sustituyes su nombre propio por un nombre común o
por un adjetivo que descalifica a la persona y que atrae sobre ella una de dos
formas de desprecio: la compasión o el rechazo.
Todos
los habitantes de este mundo, se quejen o no, son susceptibles de un
diagnóstico y, en consecuencia, de un tratamiento acorde con ese rótulo.
Situación que abarca últimamente a niños y adolescentes, a los precozmente
interesados en el sexo, a los que tienen frecuentes rabietas, a los adictos a
videojuegos o a la televisión, a los que exigen atención, todos están siendo
conducidos desde pequeños hacia la idea de que cualquier conducta —por mínima
que sea su desviación con respecto a la norma—, debe ser medicalizada.
Así,
el diagnóstico se realiza a partir de un formulario donde el paciente debe ir
tildando los síntomas y su intensidad en una escala del 1 al 5. Luego, con las
respuestas obtenidas, se deduce el tipo de tratamiento a aplicar según la
prescripción de los más actualizados expertos, que son los agentes de las compañías
farmacológicas. Lo que se evita cuidadosamente es escuchar al paciente y lo que
se consigue, al mismo tiempo, es uniformizar las dolencias eludiendo las
manifestaciones singulares, esquivando el particular camino subjetivo por el
que cada uno llega a reconocer que debe consultar a un profesional. Nada de lo
humano se puede entender fuera de la interacción con los demás. Los trastornos
o enfermedades llamadas mentales suelen responder a una imposibilidad, un
rechazo o una dificultad en vivir en un mundo con otros; y también un clamor
por ser escuchado y entendido en su radical singularidad. Es en este sentido donde
el psicoanálisis hace su aporte.
LIDIA
ANDINOPsicoanalista
WISLAWA
SZYMBORSKA O LA NATURALIDAD
FELIPE
VEGA
“Para el nacimiento de un niño nunca está listo el
mundo…”
En
medio de Cracovia, la bella ciudad del sur de Polonia, existe un extenso centro
histórico conocido como Stare Miasto. A una hora de distancia al sur de ese
centro urbano se encuentra el Campo de Exterminio de Auschwitz, Oswiecim en
polaco. Junto a la belleza de siglos, los horrores de la historia. Wislawa
Szymborska nos lo recuerda de este modo:
Así
es. Por el bosque va un transporte de gritos
Así
es, despertada en la noche, oigo,
eso
es, el retumbar del silencio en el silencio.
Es
un poema anterior a 1957. Para entonces habían huido los alemanes, y les
ocupaban los soviéticos. Entre káiseres alemanes y zares rusos, a los polacos,
lógicamente, no les queda tiempo para olvidarse del olvido.
En
ese centro de Cracovia se produce, diariamente, y como en tantas ciudades “icónicas”
de nuestro continente, un peculiar encuentro entre exuberante belleza
arquitectónica, centelleantes carteristas y un turismo apelmazado en su deriva
mundial. En un pequeño apartamento de ese centro, vivió, hasta no hace muchos
años, una de las (y los) mayores poetas contemporáneas: Wislawa Szymborska, Premio
Nobel de Literatura en los años noventa.
Una
vez quise llamar a su puerta, pero esto lo dejo para más adelante…
Lo
de Premio Nobel suena a rimbombante. Para ella no dejaba de ser una anécdota
puntual, en un mundo sin puntuación. Y tampoco significa mucho para los que la
leemos y releemos con perseverancia. No es desprecio, en absoluto. Échenle un
vistazo a su mirada y a su burlona sonrisa en alguna foto, y entenderán por qué
digo esto. Su rostro es su obra, un poema tallado en la piel del tiempo.
No
cabe duda de que el dinero del premio le vino bien, estupendamente bien,
requetebién. En su país no se podía vivir de la poesía, sino escribiendo
reseñas de libros horribles y mal redactados, uno de sus trabajos habituales. Y
teniendo en cuenta que Polonia está sembrada de poetas descomunales que, fíjate
por dónde, se merecen todas las consideraciones del mundo: Czeslaw Milosz, Ewa
Sonnenberg, Zibigniew Herbert, Adam Zagajewski, solo por citar algunos.
Para
acercarse a la obra de Szymborska vendría bien entender, un poco, solo un poco,
el idioma polaco; lo que no es mi caso ni el de muchos lectores y lectoras más,
me temo. Tengo entendido que es una lengua tallada con la dura precisión del
alemán y el lirismo natural del ruso. En España tenemos la suerte de contar con
una voz autorizada para llegar hasta sus versos; la de su traductor Abel A.
Murcia, director del Instituto Cervantes de Varsovia. Su trabajo es de alta
precisión, y sus prólogos lo certifican. Estén atentos a todo lo que se dice en
ellos, porque es cierto. Este hombre encantador es el mejor camino para llegar
hasta una encantadora mujer. Y sospecho que la aparente sencillez de su obra se
convertirá en asunto endiablado cuando Murcia se ponga a traducir.
He
comenzado el artículo citando versos de un poema dedicado a un episodio trágico
de la historia. Pertenece a su primera etapa como escritora. Época transitoria
en su estilo. Sería faltar a la verdad si su lectura llevara a pensar que
Szymborska se entregó en brazos del drama. No es cierto, todo lo contrario.
Desdramatizó la crueldad, la violencia, la mala educación, la ignorancia, el mal carácter, la envidia, la mediocridad, la estupidez y todos los adjetivos y adverbios que describen nuestras limitaciones. Habló de la vida cotidiana con delicadeza y altas dosis de sorna; algunos títulos de sus poemas la delatan: Sobre la muerte sin exagerar, Primera fotografía de Hitler, Elogio de la mala conciencia de uno mismo, Elogio de mi hermana… Me detendré unos instantes en este último:
Mi hermana no escribe
versos
y dudo que empiece de
repente a escribir versos.
Lo sacó de mi madre, que
no escribía versos,
y de mi padre, que no
escribía versos.
Bajo el techo de mi
hermana me siento segura:
el marido de mi hermana
por nada en el mundo escribiría versos.
¿Dónde se ha visto a
alguien que hable de la vida con tanta sencillez y ternura? ¿Cuántos escritores
han sabido plasmar la cotidianidad con tan apagada elocuencia? Preguntas
retóricas. Personalmente opino que en muy pocas ocasiones…
En
sus versos, un vaso, un lápiz, una puerta, un abrazo, son solo eso. Y ella, al
nombrarlos, los convierte en metáfora o en fábula al instante. Sus versos nos
devuelven, íntegras, sensaciones que habíamos olvidado, o que no supimos reconocer
en su momento:
Mi hermana cultiva una buena prosa hablada,
y toda su escritura son
postales de sus
viajes
que prometen lo mismo
cada año:
que cuando vuelva,
me contará todo,
todo,
todo.
Y
otro poema fascinante más: Las nubes.
Más que describirlas habla de ellas como de unas amigas despistadas que pasaban
casualmente por allí:
Con la descripción de las
nubes
debería darme mucha
prisa,
en una milésima
de segundo
dejan de ser esas y empiezan
a ser otras.
Versos
ligeros como la espumosa y húmeda materia de la nube, aunque su interior está
lleno de destellos filosóficos: Comparada
con las nubes/ la vida parece tener los pies sobre la tierra.
Sus
versos atraviesan el cielo igual que las ideas sobrevuelan las habitaciones.
Que exista la gente si
quiere,
y después que se muera
uno tras otro
poco les importa a las
nubes
esas cosas/ tan extrañas.
Y,
para acabar, es totalmente cierto que un día, hace bastantes años, después de
comprar uno de sus libros (en inglés, claro) en Stare Miasto, pregunté al
librero por ella solo para confirmar lo que ya sabía. Me aseguró que vivía por
allí cerca, pero no conocía el número de su portal. ¡Todo por un número!
En
fin, probablemente estaría en casa, sentada ante la ventana fumando y bebiendo
coñac, viendo pasar nubes. Aunque aquel día de junio, lo recuerdo, hacía calor
y el cielo estaba completamente azul.
Es hermosa esa seguridad,
/ pero la inseguridad es más hermosa, apostillaría ella.
Por
cierto, si quieren comprar sus libros, comparen ediciones. Sus obras completas
y otras, autodefinidas como tales, se suceden periódica y desordenadamente.
Algunos de sus títulos ya publicados reaparecen como si se trataran de
novedades solo porque lucen (penosas) ilustraciones en sus páginas. Ojo, pues. E
insisto, una vez más: que el traductor sea Abel A. Murcia.
FELIPE VEGA
Natalia Ginzburg, por Diego Cobo, ilustrador |
Autora
de libros memorables como Léxico familiar, Sagitario, Las
pequeñas virtudes, Todos nuestros ayeres, Me casé por alegría,
La ciudad y la casa o A propósito de las mujeres, Natalia
Ginzburg (1916-1991) —nacida Natalia Levi—, fue una de las escritoras más
importantes de Italia. Vivó bajo el peso de los sucesos más trágicos del siglo
XX: el fascismo mussoliniano, la II Guerra Mundial, que le privó de su primer
marido Leone Ginsburg, muerto después de ser torturado por la Gestapo, y la
postración económica posterior. Siempre buscó la realidad oculta bajo la
hojarasca de las ideologías. Y lo hizo a través de un estilo literario, próximo
al neorrealismo, que huyó del costumbrismo y los recursos emocionales. Buscó la
realidad a través de la narración desnuda de la vida de esa gente corriente que
soportaba la historia sobreviviendo a sus esperanzas y sus derrotas. Fue
novelista, periodista, dramaturga y, en sus últimos años, diputada por el Grupo
Parlamentario de Izquierda, con la esperanza de cambiar las cosas desde dentro
del sistema.
Felipe
Vega, colaborador de este blog, realizó estudios de Derecho y Ciencias de la
Información. Director de cine, guionista, periodista y profesor de cine en la
Universidad Carlos III y en la ECAM de Madrid, cuenta con ocho largometrajes,
otros tantos mediometrajes y cortometrajes, además de numerosas colaboraciones
para diferentes televisiones. Ha recibido premios cinematográficos nacionales e
internacionales con Mientras haya luz (1987), El mejor de los tiempos
(1990) o Nubes de verano (2004), entre otras. Redactor jefe de la
revista de cine Casablanca (1981-1984), colabora en diferentes medios
periodísticos: El Mundo, El País, Interviu, Caimán,
El Cultural y ha participado en diversos libros colectivos sobre Howard
Hawks, Gregory LaCava, François Truffaut, Jean-Luc Godard o Alain Tanner. Ha
escrito y dirigido teatro; en el año 2023 estrenó Un hombre de paso.
Estuvo a punto de conocer a Natalia Ginzburg en 1978…
PARA
CERRAR EL CICLO DE CONFERENCIAS “RELIGIÓN Y FILOSOFÍA EN LA CULTURA ESPAÑOLA
CONTEMPORÁNEA”, CELEBRADO EN EL CAMPUS CULTURAL DE LA UNIVERSIDAD DE CANTABRIA,
EN SANTANDER, NUESTRA COLABORADORA MARÍA LUISA MAILLARD, IMPARTIÓ LA
CONFERENCIA “EL SENTIR ORIGINARIO EN MARÍA ZAMBRANO”.
El profesor Gerardo Bolado y María Luisa Maillard |
NUESTRA COLECCIÓN DE BIOGRAFÍAS ESTUVO PRESENTE EN LA FERIA DEL LIBRO DE CAMPO REAL
Nuestra colaboradora Lidia Andino, firmó ejemplares de su biografía Vida de Victoria Ocampo, junto al poeta, amigo de AMMU, Emilio González |
HACIA UNA FILOSOFÍA DE LA EDUCACIÓN
A DISTANCIA
ROSARIO HERRERA GUIDO
“Latinoamérica no necesita más establecimientos escolares para universalizar la educación. Esto suena ridículo porque estamos acostumbrados a pensar en la educación como un producto de la escuela, y porque estamos inclinados a presumir que lo que funcionó en los siglos XIX y XX necesariamente dará los mismos resultados en el XXI. De hecho, ninguna de las dos suposiciones es cierta”. (Ivan Illich).
Después de haber sido invitada a construir el concepto de filosofía de la educación a distancia, para el Sistema Nacional de Educación a Distancia en México, me pareció que podía compartir un resumen de los resultados de mi investigación y reflexión.
Para contribuir con la construcción del concepto de filosofía de la educación a distancia propongo tres momentos: 1) la crítica filosófica a la escuela; 2) la interpretación del concepto de filosofía de la educación a distancia y 3) la construcción de un concepto de filosofía de la educación a distancia. Tres instantes en el marco de la globalización y las telecomunicaciones, en compañía de Illich, Foucault, Cassin, García Aretio, Peters, Holmberg y Wedermeyer, entre otros.
La enseñanza por correspondencia nace desde la antigüedad, cual semilla de la educación a distancia. Las epístolas de Platón a Dionisio, las 124 cartas de Séneca (Epistolario a Lucilio) y las de San Pablo, forman parte de la historia de la educación a distancia. Desde la Universidad de Londres de 1858, la educación a distancia se abre paso en la historia de la cultura. Y en 1971 se funda la British Open University paradigma de la expansión de la educación a distancia en el mundo contemporáneo (García Aretio, Educación a distancia hoy, Madrid, UNED, 1994:24-27).
Los países del primer mundo dicen tener resuelta la enseñanza básica y media, pero la educación de adultos y la actualización no cuentan con una institución para la sociedad industrial. Los países en desarrollo no pueden satisfacer las necesidades básicas, menos las educativas. Por ello, es necesaria una crítica filosófica a la escuela, como lugar donde se reciben en grupo las enseñanzas de los maestros, para formarse como seres humanos y hacerle frente a la vida.
Recordemos que Ivan Illich critica el cúmulo de escuelas que se sembraron por todo el continente latinoamericano, para impulsar la riqueza de las naciones en la primera época industrial, y que ahora son reliquias obsoletas en una sociedad que pasa de una agricultura primitiva a la Era de la Globalización y la Internet. La escuela es producto de la ideología de la alfabetización universal, la vaca sagrada de Iglesia colonial y después la panacea del buen ciudadano del siglo XIX, que sabía leer y escribir, un logro comparable al bautizo del siglo XVII y al descubrimiento de la electricidad, pues todos los niños eran alumbrados por las letras y los números en la escuela. Más tarde, la educación escolar y universitaria, es identificada por el título universitario, la movilidad social y la propiedad de un automóvil. Pero la escuela no generó riqueza cultural y humana, que exigen nuestras naciones, azotadas por la pobreza de valores, el autoritarismo, la corrupción, la violencia social, la impunidad y el desempleo. Illich refuta el mito escolar, por su infantilización, despotismo y currículo oculto, fe inquisitorial: extra acholam nulla est salus (fuera del rito no hay salvación). Sin embargo, la debacle escolar es prometedora. Lo espera Illich: “[...] la tecnología propiamente controlada podría proporcionar a cada hombre la habilidad para comprender mejor su ambiente, conformarlo poderosamente con sus propias manos, para permitirle una intercomunicación que antes era imposible (Illich, En América Latina ¿para qué sirve la escuela? Buenos Aires, Búsqueda, 1985:60).
El nacimiento de la educación a distancia destaca las circunstancias económicas, sociales y políticas, pero olvida el deseo de autoformación, la complejidad de la vida, el embarazo y el matrimonio tempranos, las circunstancias geográficas y la vejez, además del rechazo a la sociedad moderna disciplinada, autoritaria y despótica, como la fábrica y el ejército, cual técnicas de dominación (Foucault, Dits et écrits III, París, Gallimard, 1994:395). Porque la escuela es el dispositivo para instituir los mecanismos de poder que se ejercen de manera consciente o inconsciente, pues no sólo es una forma de aprender a leer y escribir, sino una estrategia para imponer. Por ello, desde el siglo XVII se desarrolla en las colonias occidentales, técnicas para dominar a los escolares: formarse en fila, frente al profesor, como en el ejército (Foucault, Dits et écrits III, París, Gallimard, 1994:586).
Como la crítica a la Universidad requiere revisar a Foucault, Morin, Derrida y Lacan, baste la crítica a la Universidad, como paradigma la de las sociedades en desarrollo, por su masificación, disfuncionales instalaciones, falta de recursos económicos para contratar personal de primer nivel, produce universitarios deficientes y obstaculiza la movilidad social, que la desacredita. Como el panorama actual es crítico, es preciso ofrecer una salida, cuando es imperioso aceptar la coexistencia del estudio con el trabajo.
Los móviles de la educación a distancia pueden ser: 1) cultural y de educación permanente: deseo de profesionalización y movilidad social (Holmberg, Distance education a survey and bibliografy, London, Kogan Page, 1977:18); 2) sociopolítica: explosión demográfica y democratización de la educación; 3) ausencia de políticas públicas para atender a la población (Faure, Aprender a ser, Madrid, Alianza, 1980:211); 4) perspectiva económica: altos costos de los sistemas formales de educación (Harbison, “Recursos humanos y educación no formal”, Brembeck y Thomson, Nuevas estrategias para el desarrollo educativo, Buenos Aires, Guadalupe, 1976:86); 5) visión pedagógica: erradicar la dureza de la formación convencional; 6) aspecto técnico: acción multimedia que permite la educación a distancia (Jamison y McAnany, Radio for education and developmente, Sage Publications, 1978).
No olvidemos que Barbara Cassin escandalizó al mundo con su libro Googléame, donde critica a la Internet como imperio de la información, el comercio global, el poder y la moral, a través de un navegador que se presume universal, cultural y democrático: “Dicho de una manera brutal, Google es un campeón de la democracia cultural, pero sin cultura ni democracia. Porque no es un maestro ni en cultura (la información no es la paideia) ni en política (la democracia de los clics no es democracia) [...] somos aristotélicos cuando hablamos, lo queramos o no; somos estadounidenses cuando googleamos, lo queramos o no (Cassin, Googléame. La segunda misión de los Estados Unidos, F.C.E., 2008:156).
Barbara Cassin cuestiona la doxa (opinión), porque no busca la verdad (Episteme). Google promueve la política distante de lo universal y de la paideia (pais, niño), la cultura, el lenguaje, el diálogo y la formación. Uno más uno no es demos (pueblo), sino grupo privado de la res-pública, la cosa pública, la República. Cliquear no es participar en el gobierno (cracia). Google intenta saberlo todo y poner a disposición cualquier técnica para acceder al conocimiento y la verdad (Cassin, Googléame. La segunda misión de los Estados Unidos, F.C.E., 2008:154).
Después de la crítica a la escuela y la Universidad, a pesar de que no es fácil elaborar teorías en este campo (Bruner, Towaed a theory of instruction, Harvard University Press, 1971:40), existen varios intentos de construir una filosofía de la educación a distancia:
MARÍA
TELO NÚÑEZ (1915-2014)
MARÍA
LUISA MAILLARD
“Nosotras,
las juristas de aquel entonces, abrimos cauces, derribamos tabúes, dejamos el
Derecho de Familia al desnudo, lo vulgarizamos y lo pusimos al alcance de todos
los niveles sociales, mostrándolo cuál era, injusto y humillante para la
casada, al negarla como persona.
Nosotras
abrimos caminos para la democracia. Antes de llegar ésta, empezamos a
democratizar la familia […]. En la reforma del Código Civil, la protagonista
fue la mujer”.
María Telo Núñez
Hay
ocasiones, en las que volver la vista atrás resulta imprescindible, para situar
en su justa medida nuestra situación en la sociedad en la que vivimos. También
para homenajear a las mujeres que, en situaciones tremendamente difíciles, lo
hicieron posible. Es el caso de la mujer que traemos a esta sección de “Mujeres
olvidadas”, María Telo Núñez, símbolo y norte de todas las mujeres juristas,
que lucharon durante la dictadura de Franco por obtener la reforma del Código
Civil y del Código de Comercio, en la parte afectante al Derecho de Familia y
la situación jurídica de la mujer.
El
Código Civil vigente, elaborado en 1889, bajo la regencia de María Cristina,
siguió vigente durante la etapa franquista, a excepción de la ley del divorcio
y la del derecho al voto —que se incluyó en la Constitución de 1931— y fueron
derogadas por Franco. También lo fueron algunos avances en el acceso de la
mujer a la función pública, como el del ingreso en el cuerpo de Notarías,
cuerpo en el que nuestra protagonista aspiraba a pertenecer. Sin embargo, en lo
que respecta a la mujer casada, dicho Código la mantenía en una eterna minoría
de edad. El artículo 1263 la situaba entre los locos o dementes y los
sordomudos que no sabían escribir. El artículo 57 obligaba a la mujer a
obedecer al marido y ésta necesitaba la denominada “Licencia Marital” para trabajar,
ejercer el comercio, abrir una cuenta corriente, sacar el pasaporte o el carnet
de conducir.
En
1969 María Telo abre la causa de la reforma del Código Civil, en los aspectos
que comportaban sometimiento o subordinación de la mujer. Lo hace en el Consejo
abierto de la Federación Internacional de Mujeres Juristas, celebrado en
Madrid, con la ponencia “La mujer en el derecho civil”. María Telo pertenecía a
dicha Asociación desde 1964, año en el que fue elegida consejera y,
paralelamente a la labor de difusión que supuso el Congreso, inicia un pleito
por la reforma del Código Civil, en lo concerniente a la mujer, que se tramita
ante el poder constituido como una causa de justicia. El pleito se prolonga
hasta el 2 de mayo de 1975, cuando se promulga la ley de reforma del Código
Civil, con el respaldo del Colegio de Abogados de Madrid y del presidente de la
Comisión Antonio Hernández Gil. Por primera vez en España la mujer jurista
entra en el seno de la Comisión General de Codificación del Ministerio de
Justicia para formar parte de la elaboración de las nuevas leyes. Encabezando
el grupo de mujeres juristas, María Telo Núñez, junto a Carmen Salinas Alfonso,
Concepción Sierra Ordóñez y Belén Landáburu. La resolución del pleito
constituye un paso de gigante en la liberación de la mujer en España, pues
supone la abolición de la “Licencia Marital” y el reconocimiento de la mujer
como persona jurídica con plenos derechos.
María Telo Núñez es quien sostiene el cartel, 1936 |
María
Telo nace en Cáceres, en 1915, en una España bajo la dictadura de Primo de
Rivera, hija de unos padres resueltos a educar a sus hijos en la igualdad. Su
padre ejercía como notario y fue el que preparó a su hija para su ingreso en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca, en 1932, cuando aún le
faltaba un mes para que la joven cumpliese 17 años. Ya a esa temprana edad se
despertó su conciencia feminista: “Al conocer tan directamente la situación de
la mujer dentro del Código Civil, me sentí tan humillada, tan injustamente
tratada, tan vilipendiada, tan nada, que ninguna explicación ni histórica, ni
jurídica, ni religiosa, ni humana podían convencerme de que yo exageraba”.
Desde
esa fecha temprana se inicia la larga lucha de María Telo por recuperar en las
leyes la dignidad de la mujer como persona. Cuando aún le faltaban dos
asignaturas para licenciarse, llegó la guerra que, según sus propias palabras,
cayó “como un terrible telón de acero” sobre su vida y la de muchos españoles.
En 1942 se instaló en Madrid, recuperada de una larga enfermedad, después de
haber salido del sanatorio en 1940 para finalizar su licenciatura en la primera
convocatoria después de la guerra.
Su
sueño de acceder a notarías ya no era posible, por lo que opositó al Cuerpo
Técnico del Ministerio de Agricultura en 1944, siendo la primera mujer en
pertenecer a dicho cuerpo. Allí conoció a su marido Juan Manuel Fernández
Albor, con el que tuvo una sola hija y un breve matrimonio pues su marido
falleció en 1952. María Telo decide dar entonces un giro a su vida y en esa
fecha, abandona su puesto y se establece en Madrid como abogada de familia. En
1956 entra en contacto con la Federación Internacional de Mujeres Juristas
(FIFCJ) y en 1958, en el Congreso de Bruselas, se encuentra con su admirada
Clara Campoamor, una de las fundadoras de la federación, con la que entabla una
estrecha relación. En 1964 es elegida consejera de la FIFCJ y va preparando el
Congreso de 1969 en España.
Fue,
a resultas de dicho Congreso, cuando se inició su largo periplo para modificar
el Código Civil que concluyó el 2 de mayo de 1975. En el periodo previo, María
Telo había ido desarrollando una continua labor de difusión sobre la situación
de la mujer, a través de más de cincuenta artículos y conferencias por todo el
territorio nacional y en 1971 había fundado la Asociación de Mujeres Juristas,
logrando la incorporación de la Asociación en la Comisión del Ministerio de
Justicia, encargada de la modificación de las leyes y de la resolución del
pleito.
María Telo Núñez |
María
Telo seguirá participando en las propuestas de las leyes de 1981 sobre la
patria potestad y el régimen económico matrimonial; y la posterior Ley del
Divorcio. Mantendrá su despacho de abogada hasta 1995, fecha en la que cumple
80 años y recibe el Premio a la Mujer Progresista.
Tuvo
una larga vida, lo que propició que tardíamente se fueran encadenado los
reconocimientos: Premio a la Mujer Europea (1999), el Primer Premio Clara Campoamor del Ayuntamiento de Madrid (2006), Doctora Honoris Causa por la
Universidad de Salamanca (2008). Se mantuvo activa hasta el final de sus días,
lo que le alcanzó a publicar en el año 2009 su libro Mi lucha por la igualdad jurídica de la mujer, reivindicando el
papel pionero de las juristas españolas, no reconocido por los movimientos
feministas; quizá porque su mayor logro se produjo aún en tiempos de la
dictadura de Franco. Así escribe en el prólogo, en el que se queja del olvido
de esta decisiva labor que encabezó:
“Hoy
en día todos somos culpables de este estado de cosas, muy especialmente las
mismas mujeres, pues ya no existen cortapisas para expresarnos; pero en muchas
está aún vivo el atavismo de siglos; y en otras, pesa más su ideología política
y la época en la que los hechos se desarrollaron, que el fiel reflejo de la
verdad”.
No
olvidaremos nunca no sólo el ejemplo, sino la deuda que mantenemos con mujeres
como María Telo quienes, en una situación mucho más gravosa para la mujer de la
que hoy disfrutamos, demostraron su inteligencia, su capacidad, su valor y su
determinación. Ese es el camino a seguir. Hoy en día las mujeres no somos
víctimas de la sociedad ni de las leyes. Aprovechemos el camino abierto por
aquellas que nos precedieron.
MARÍA LUISA MAILLARD
Unos
reporteros viajan a Washington D.C para intentar entrevistar al Presidente
antes de que las tropas disidentes entren en el Capitolio. El director, Alex
Garland, no nos dice el motivo de dicha guerra ni los bandos que se enfrentan.
No hace falta. Se centra en el horror que toda guerra genera. El camino entre
bosques y praderas verdes es bellísimo en contraste con las fosas repletas de
cadáveres y civiles torturados que se van encontrando a su paso. Las imágenes,
muy potentes, nos dejan pegados a la pantalla durante toda la proyección. Imágenes,
por otra parte, que ya hemos visto en los documentales y reportajes sobre otras
guerras del pasado y del presente. Hay dos mensajes claros en la narración: la
experiencia del horror no evita que volvamos a caer en él y el goce de la
guerra.
En
un momento dado, la reportera más veterana se muestra decepcionada y frustrada
porque su trabajo en primera línea de batalla no ha servido ni influido en la
sociedad lo más mínimo. La violencia siempre vuelve. Sin embargo, la reportera
más joven, es su primera experiencia en una guerra, parece estar en su
elemento: “Nunca he pasado tanto miedo
ni me he sentido tan viva”. En
el estudio titulado Sed de sangre sobre
combatientes en diferentes guerras del siglo XX, nos dice su autora, Joanna
Bourke: “Creo que la mayoría de los hombres que han estado en la guerra
tendrían que admitir, si son honestos, que en el fondo también les encantó”. No
hay más que ver los rostros, entre la bravuconería y el éxtasis, de los
soldados que se nos muestran en la pantalla.
Garland
nos habla de la guerra por la guerra, en la que la vida y la muerte dependen de
si has nacido en Wisconsin o en Hong Kong. No viste la narración de ideología
ni se posiciona en algún bando. Aquí, no se definen los bandos: son unos contra
otros. ¿Quiénes? No se sabe. Ese es un gran logro de la narración. Hay una
crítica a la indiferencia de muchos que esperan tranquilamente que los
acontecimientos pasen y al nacionalismo.
Es
una estupenda película con imágenes muy poderosas y muy hermosas, aunque
parezca contradictorio, sobre el horror. Una narración impactante sobre los que
sucede cuando el deseo de matar se desata en la sociedad y cuando los instintos
más crueles se ponen en marcha. Una obra impactante que cuenta con unos actores
magníficos.
ISABEL BANDRÉS
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