FELIPE
VEGA FIRMARÁ SU LIBRO VIDA DE NATALIA GINZBURG, Nº 44 DE NUESTRA
COLECCIÓN DE BIOGRAFÍAS DE MUJERES RELEVANTES, EN LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID
2024. SERÁ EL 5 DE JUNIO, CASETA 348 LIBRERÍA EL BUSCÓN, A PARTIR DE LAS 18:00H
LA GLOBAL SUMMIT OF WOMEN 2024 CELEBRADA EN MADRID EL PASADO MAYO, CONCEDIÓ EL WOMEN LEADERSHIP AWARD A CRISTINA ALBERDI, EN RECONOCIMIENTO A SU TRAYECTORIA Y PRESTIGIO.
PARADOJAS DE LA
IGUALDAD
MARÍA LUISA
MAILLARD
La
paradoja es una figura literaria de pensamiento que consiste en emplear ideas o
expresiones contradictorias. La Real Academia también recoge una acepción que
es la que vamos a utilizar hoy: “Idea opuesta a la común opinión y al sentir de
los hombres”.
La
lógica del hombre de la calle y su sentido común —hoy en retroceso— rechaza la
contradicción de que dos cosas opuestas sean la misma cosa: “o es blanco o es
negro”; pero ¿qué sucede cuándo la contradicción se inserta en el magma de la
sociedad en la que vivimos e impregna los ámbitos más diversos? Entonces nos
habituamos a vivir en una sociedad paradójica que defiende unas ideas
universales y las dirige, según sus intereses, hacia las ideas contrarias. Nos
referimos a la igualdad.
La
igualdad es una palabra sacralizada que enarbola hoy con virulencia gran parte
de la sociedad occidental y que, rebasando los límites de la biología y del
sentido común, pretende abolir la condición sexual diferente de hombres y
mujeres y la diferencia del hombre con la especie animal, como factores de
desigualdad. También la diferencia de los hombres entre sí, debido a sus dotes,
capacidad y esfuerzo, lo que incluye equipar en las leyes a los cuerdos con los
enfermos mentales; a los sanos con los que padecen cualquier tipo de
discapacidad; privando de paso a estos últimos, de un aprendizaje
especializado, acorde a sus carencias, y ahondando así la diferencia con sus
semejantes. Justo lo contrario de lo que se pretendía.
Siguiendo
ese criterio dominante, la igualdad se aplica con saña en el sistema educativo
público obligatorio, postergando el esfuerzo y la excelencia de los más dotados
y perjudicando, de paso a los más débiles quienes, integrados en la enseñanza
pública, no pueden recibir la enseñanza específica que necesitan. Claro, que
luego se corrige en parte con “masters” costosísimos, que sólo algunos pueden
pagar. Sin embargo, la igualdad se mantiene ajena al mundo del deporte —¿Será
porque es un espectáculo millonario y el dinero no se deja engañar? —. Sin
duda, en el deporte se prima el esfuerzo y la excelencia y sus cabezas de serie
son héroes para un gran sector de la población (también se salvan de la quema
las enseñanzas artísticas— música y danza clásicas.
Pero
no son estas las únicas paradojas. La igualdad, un concepto que en las
sociedades democráticas debe quedar recluido hoy a garantizar a todos los
ciudadanos los servicios básicos —sanidad, pensiones educación, justicia— y un
cuerpo legislativo que garantice el libre desarrollo del individuo, tiene un
suelo fundamental: la igualdad de todos
los ciudadanos ante el delito. Ahí también la igualdad se resquebraja por
algunas de sus más importantes costuras, entre ellas, la independencia del
poder judicial para poder controlar los otros dos poderes, el legislativo y
ejecutivo, cuyos miembros deben estar sometidos al imperio de la ley.
También
se resquebraja en el terreno de la libertad, la libertad de prensa, para no
hablar de la libertad, más escurridiza, de la cultura. Se nos anuncia una ley
anti bulos, cuando todos sabemos que los Tribunales de Justicia ya trabajan
eficazmente en ese apartado. ¿Qué se pretende con ello? Que el juicio se
traslade desde los tribunales al poder ejecutivo, quien determinará qué es y
qué no es un bulo. Nos tememos que, desde luego, no los que difunde el
gobierno; sino aquellas noticias que pueden perjudicarlo. Es algo que hasta da
vergüenza aludir a ello por su obviedad.
En España, todo comenzó con la Ley Orgánica de 1985 que establecía que la totalidad de los 20 miembros del Consejo del Poder Judicial debían ser elegidos por los partidos políticos representados en el Parlamento, corrigiendo la Ley Orgánica de 1980, que adjudicaba la elección de 12 de los 20 miembros a los jueces y magistrados. Se inicia así una progresiva politización de la Justicia, que culmina hoy con la actuación fuertemente cuestionada del fiscal general del Estado. Se favorece la desigualdad ante la ley de los sectores políticos enfrentados y sus afines ideológicos, según quien gobierne; pero también la desigualdad entre los propios jueces y magistrados que llevan apreciando cómo desde hace décadas se posterga el mérito en el ejercicio de su labor, a favor del seguidismo político.
Esta política, de extrema gravedad en la cúpula de la Justicia, también es extensible al funcionamiento del Estado. Las oposiciones libres han ido disminuyendo —de forma radical en el sector educativo—, han aumentado exponencialmente los cargos de libre designación y aquellos que se resuelven en “una entrevista” final. La desigualdad se sigue instalando entre los ciudadanos que aspiran por sus méritos a desarrollar una carrera profesional en el seno del Estado. Los que salen perdiendo son los ciudadanos de a pie que tienen derecho a que los dineros públicos sean gestionados por los más capaces para ello y no para que se siga inflando el aparato del Estado con ministerios de dudosa eficacia como el Ministerio de Igualdad —uno de cuyos principales baluartes, la violencia de género, no ha hecho sino aumentar: un 12 % más de mujeres asesinadas el último año; así como un aumento del número de agresiones y violaciones— ; o el de ministerios como el de Memoria Democrática, que pretende sustituir el trabajo de los historiadores, es decir, de los expertos, por el de los ideólogos; ambos con sus miles de empleados y asesores.
Recuerdo
ahora la frase triunfalista del expresidente Zapatero en una famosa entrevista:
“¿Te das cuenta Sonsoles?, en España, cualquier español puede ser presidente de
Gobierno”. Sí, la igualdad consiste en que cualquiera pueda acceder a cualquier
puesto; siempre, claro, que esté capacitado para ello y no que acceda por
pertenecer a una tribu determinada. ¿Querríamos que un fontanero nos operase de
la vesícula?
Esas
son las paradojas de una igualdad que, por exceso y por defecto, practica una
desigualdad entre los ciudadanos que socava los principios de la democracia.
No
estamos postulando la existencia de una democracia perfecta que, por otra
parte, todos desearíamos. Conocemos la naturaleza humana; pero sí que se
arbitren todos los medios para que sus costuras no se resquebrajen hasta el
punto de que la democracia deje de serlo.
MARÍA LUISA MAILLARD
IMÁGENES SOBRE LAS
MUJERES Y LOS LIBROS
38.
RETRATOS DE MUJERES
QUE PARECEN ESTAR PENSANDO
INÉS
ALBERDI
Con
frecuencia encontramos retratos de mujeres que, con un libro en las manos,
parecen estar pensando, Como si el libro fuese olvidado por un momento porque
hay algo más importante y serio en lo que pensar. Es una pose seria, meditativa,
que ofrece muchas posibilidades a la imaginación.
La
encontramos muy a menudo entre las obras de los llamados prerrafaelitas, la
hermandad de artistas ingleses que se fascinaron con la Edad Media y con la
estética anterior al Renacimiento. Uno de los más importantes de entre ellos, Rossetti,
fue también un poeta y retrata con frecuencia a jóvenes que parecen estar
rememorando sus poesías. Su gusto por jóvenes de abundante y rizada cabellera
tuvo una influencia enorme en la estética de sus contemporáneos. Sus imágenes,
además de románticas, siempre tienen algo de simbólicas y mitológicas.
Gabriel Charles Dante Rosetti, Gran Bretaña (1828-1882) La Pia de Tolomei (Retrato de Jane Burden Morris, 1868-80 Museo de Arte, Universidad de Kansas |
Otro
de la misma hermandad prerrafaelita, Dicksee, retrata pensativa a la que
presenta como Ofelia, una de las heroínas más románticas de la literatura
inglesa. Este artista se especializó sobre todo en pintura de historia medieval
y en supuestos retratos de los personajes de Shakespeare.
Thomas Francis Dicksee, Gran Bretaña (1819-1895) Ophelia, 1864 Colección particular |
En
otras ocasiones, la mujer pensativa mantiene todavía abierto el libro y pudiera
creerse que es la historia que lee la que produce esa reflexión, unas veces
ilusionada y otras veces triste. Traemos
dos ejemplos, ambos son obras femeninas, la primera, con mirada optimista es de
una artista americana interesada por temas literarios y míticos, Edith
Prellwitz; y la segunda, más melancólica, es un autorretrato de la pintora y
escritora francesa Marguerite Burnat-Provins.
Edith Mitchill Prelwitz, Estados Unidos (1864-1944) El libro y la rosa, 1896 Colección Particular |
Margerite Brunat-Provins, Francia (1872-1952) Autorretrato, s/f Centro de Iconografía de la Biblioteca de Ginebra |
En
otras ocasiones, se trata de una gran dama a la que se presenta descansando y
pensando. Es el caso del retrato que le hace Augustus John a Jane Ellen
Harrison (1850-1928), la profesora de literatura clásica en el Newnham College,
el segundo centro que se creó para las mujeres en la Universidad de Cambridge
en 1871. Hasta 1948, bien entrado el siglo XX, las mujeres no pudieron obtener
títulos de la Universidad de Cambridge, pero los Colegios de Girton y de
Newnham les ofrecieron, desde muchos años antes, una educación similar a la que
ofrecían el resto de los Colegios abiertos a los hombres.
Jane
Ellen Harrison fue profesora de mitología, de griego y de arqueología. Quizás
estuviera, en este retrato, reflexionando sobre sus estudios, sus conferencias
y sus publicaciones que, aunque encontraron gran eco y una valoración
importante entre la comunidad académica, no tuvieron el reconocimiento oficial
de la Universidad de Cambridge.
Augustus Edwin John, Gran Bretaña (1878-1961) Retrato de Jane Ellen Harrison, 1919 Newnham College, Universidad de Cambridge |
Otro
tipo de retratos de mujeres pensando es el de aquellas jóvenes que dejan por un
momento su libro y parecen sumergirse en un sueño, en un pensamiento que es a
la vez serio y melancólico. ¿Que pueden estar pensando las jóvenes que pintan
Stevens, Bocchi y Grant? Las tres tienen en común la forma de sentarse, con la
mirada perdida y una gran seriedad que puede llevar al artista a preocuparse
por lo que estuvieran pensando en ese momento.
Alfred Emile Leopole Stevens, Bélgica (1823-1906) Ensueño, 1854 Colección particular |
Amedeo Bocci, Italia (1883-1976) Retrato de su hija Bianca vestida de rosa, s/f Colección particular |
Duncan Grant, Gran Bretaña (1885-1978) Chattie Salaman, 1942 Colección particular |
Otra
pose para retrato que señala especialmente la actitud de pensar y de haber
dejado los libros de lado por un tiempo, es la que usa Felix Valloton con su
modelo en plenos años veinte. Tumbada, totalmente de perfil, con aire de
misterio y una media sonrisa, como si no fuera consciente de la mirada del
artista que la retrata.
Felix Eduard Valloton, Suiza (1865-1925) La lectura abandonada, 1942 Museo de Bellas Artes, Lyon |
También
es un ejercicio de contemplación lo que hace la modelo de Toussaint, que fue
uno de los retratistas más valorados de la sociedad belga a comienzos del siglo
XX y que usó enormemente esta pose de mujer que, con un libro en sus manos,
parece estar pensando.
Fernand Toussaint, Bélgica (1873-1955) Un momento de contemplación, s/f Colección particular |
Por
último, tenemos una serie de retratos en las que las jóvenes que abandonan por
un momento la lectura parecen estar enormemente preocupadas. Es el caso del
retrato que hace Charles West Cope de una mujer que reflexiona frente a una
serie de cartas o documentos, pareciendo que no sabe, frente a ellos, que
resolución tomar.
Charles West Cope, Gran Bretaña (1811-1890) Pensamientos lejanos, s/f Colección particular |
También
es la idea de preocupación la que parece dominar esta otra obra de Valloton. Representa
una mujer sentada, con aspecto de inquietud, ansiedad o desazón, sobre un lecho
medio deshecho junto a objetos que evocan temas españoles, una guitarra apoyada
sobre unos tejidos amarillos y rojos.
Felix Eduard Valloton, Suiza (1865-1925) Mujer y guitarra, 1913 Christie's Londres |
Todos
estos retratos de mujeres con libros ponen en común dos aspectos que nos
intrigan, el misterio y la curiosidad. ¿Que pueden estar pensando estas mujeres
que dejan, por un momento, sus libros de lado?
INÉS ALBERDI
L’ENCOURAGEMENT
Energía, animosidad, coraje, resolución, denuedo, arrojo, valentía… Todos, sinónimos de la actitud de este dúo de guitarristas, formado por Herminia Navarro y Pablo Rioja que, precisamente con el nombre artístico L’Encouragement, conmueven desde 2005 en cada uno de sus conciertos.
Cuentan con una sólida formación musical académica, siempre en proceso de superación, como puede apreciarse por el gran virtuosismo que demuestran en el dominio de su instrumento.
Ambos son profesores en conservatorios profesionales de la Comunidad de Madrid y comparten el proyecto pedagógico que, con formato de charla-concierto, llevan por diferentes centros para acercar al alumnado al repertorio del s. XIX que interpretan. El más reciente de ellos tuvo lugar el pasado 24 de mayo, en el Conservatorio Profesional de Música de Arturo Soria.
Desde el Palacio Chehab Hadhat de Beirut, pasando por la Fundación Carzou de Manosque en Francia, el Palacio de Foz en Lisboa, la Filarmónica de Kiev, el Centro de Arte Thought Pyramid de Abuja en Nigeria, el Instituto de Cultura Francés en Libreville-Gabón, Marrakech, Essaouira, Lucerna y una lista interminable de conciertos en un sinfín de ciudades, han podido disfrutar hasta la emoción con la música que interpreta L’Encouragement.
Se dice que para que la música suene bien, para que empaste perfectamente, también las almas de los intérpretes han de estarlo y, sin ninguna duda, podemos afirmar que las de Herminia Navarro y Pablo Rioja, lo están.
Disfruten
de la sensibilidad y la maestría de L’Encouragement.
SUSI TRILLO
https://youtu.be/zJHpBGpvE4o?si=QXAW48crp6gZz7ze
https://youtu.be/q4v8idRt9rc?si=c6gPnlHyWXAKuCHG
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HISTERIA
EN EL CONGRESO Y MÁS ALLÁ
ISABEL
BANDRÉS
Desde
el Parlamento se levantan olas de histeria que inundan nuestra vida democrática.
Un tsunami de neurosis enajenante se ha apoderado de sus señorías y les hace caer,
día tras día, en la hipérbole cuando no en el ridículo. ¿Por qué? ¿Quizá porque
nuestros políticos tienen una idea tan desmedida de su valía que no saben
concretarla en hechos y la revelación de su incompetencia les lleva a la
majadería? No hay día que los españoles no nos despertemos con algún numerito o
pataleta de nuestros dirigentes. Cuando no es Puigdemont es Yolanda Díaz o
Ayuso o Abascal o Sánchez o Puente o cualquiera que pase por aquí, como el
impresentable Milei. Todos, sin excepción, sueltan alguna ocurrencia que
inmediatamente retroalimenta la contestación del contrario y así hasta
provocarnos un hastío infinito. No hay descanso para estos hacedores de
insultos y fango, pilares de la nada y del vacío en los que se asienta nuestra
vida política.
Ya
no se legisla. El Gobierno no es capaz de poner de acuerdo a los suyos para
aprobar leyes importantes que se supone han consensuado en el Consejo de Ministros.
¿Alguien lo entiende? ¿Qué hacen en los Consejos de Ministros? Todo nos hace
pensar que lo único que les importa es la gestión del poder: el mantenerse en
él o el acceder a él. La otra finalidad, buscar el bienestar de los ciudadanos
se les ha olvidado. Ese impulso hacia el bien colectivo se pierde cuando se
extrema la polarización entre los adversarios hasta un punto de no retorno.
Desde los partidos se fomenta entre los ciudadanos esa misma polarización hasta
tal punto que, el otro, el que no es de “nuestra secta”, es el enemigo. Cada
vez es más difícil no caer prisioneros en la batalla de los partidos: o eres de
los míos o de los otros. No se admiten ni los matices ni el pensamiento propio.
Vamos, pura alienación.
Hace
unos días, el Gobierno decidió reconocer a Palestina como Estado independiente,
de lo cual muchos ciudadanos nos alegramos. En 2014, hace ahora diez años, el
PP registró en el Congreso una moción en la que planteaba que la Cámara
reafirmase mediante votación la postura a favor de reconocimiento de Palestina
como Estado. El texto salió aprobado con 319 votos a favor, dos abstenciones y
un voto en contra. En estos momentos el PP está a favor, pero cree que no es el
momento adecuado. Estados Unidos y otros países de la Unión Europea piensan los
mismo. A raíz de esta decisión, se han hecho declaraciones para todos los
gustos. Ayuso, hizo unas manifestaciones formando un “totum revolutum” con ETA,
Hamás, Israel, Palestina y País Vasco que nadie entendió. Yo al menos, no.
Cuando lo explicó fue peor. Y Yolanda Díaz, en el afán de ser la más
progresista del lugar, se apropió del lema de Hamás y soltó: “Por una Palestina
libre desde el río hasta el mar”. Hay que reconocer que la contención y la
prudencia no son propias de nuestra clase política. El pensamiento elaborado,
tampoco.
Ya
sabemos que nosotros somos estupendos, pero, en este asunto, 143 países nos
adelantaron hace años. Ya en 1944 Hannah Arendt (filosofa judía perseguida por
los nazis) decepcionada por el sionismo se declaró partidaria de un Estado
binacional judío-árabe en Palestina. Junto con Judah Magnes (otro gran pensador
y rabino judío ya olvidado), luchó para buscar una solución negociadora. Los
dos fueron acusados de traidores por los sionistas. En esa misma época, hubo
una iniciativa árabe que consideraba necesario el diálogo con los judíos sionistas,
en especial el grupo “Nueva Palestina”. Su líder, Fauzi Darwish al-Husseini, fue
asesinado por los propios árabes.
Esta
pequeña digresión intenta evidenciar que el problema palestino-israelí tiene un
largo recorrido y es inadmisible reducirlo a unos cuantos eslóganes tan
absurdos como rimbombantes. Las frases epatantes están muy bien para la
feligresía adicta, sea del partido que sea, pero no para solucionar problemas complejos
y enquistados. De momento, las palabras de Díaz han servido para que Israel
haya tomado medidas drásticas cortando la conexión entre la representación
diplomática de España en Israel. Por otra parte, se ha prohibido al Consulado
español en Jerusalén prestar servicios a los palestinos en Judea y Samaria
(Cisjordania). ¿Y qué culpa tienen los palestinos? Nuestra vicepresidenta ha
rectificado, pero ya era demasiado tarde. ¿Pero las relaciones internacionales no
las marca el presidente del Gobierno y el Ministerio de Exteriores?
Es
difícil, ante semejante panorama, no dejarse llevar por la melancolía. No lo
hagan y guarden fuerzas porque lo que se nos viene encima: Ley de Amnistía,
elecciones para el Parlamento Europeo, llegada o no de Puigdemont a España…
Hagamos oídos sordos y sigamos una dieta sanadora: menos ideologías y más
pensamiento propio; menos guirigay político y más reflexión silenciosa; menos
“yo” y más “nosotros”.
ISABEL
BANDRÉS
HOMENAJE
NATALIA VELASCO
Cuando llegué a trabajar al instituto Beatriz Galindo en horario
nocturno, topé con una mujer singular, de esas que no pasan desapercibidas en
una sala de profesores, por su compostura, su manera de vestir, que hoy
llamaríamos su outfit( palabra que ella detestaría) y sobre todo por la firmeza
de carácter con la que defendía sus puntos de vista, argumentado razonadamente
y basándose en su conocimiento académico, lo que la hacía diferente a los
opinadores que todo lo personalizan en aras de su experiencia y sus
sentimientos. Vestía casi siempre con trajes de chaqueta de estilo Chanel donde
predominaban los rojos, los azules y los rosas, que combinaba con pañuelos de
seda sostenidos al cuello con un nudo invisible. Sus gafas iban de la mano de
sus trajes y cambiaban de color, pero no de estilo. Tenían forma de mariposa u
ojos de gato y enmarcaban su cara permitiéndonos viajar en el tiempo a los años
40, a los 50, a las chicas pin up, a Marylin Monroe. En esa sala de profesores
rectangular cuyas paredes estaban forradas de casilleros y donde una mesa de
madera noble invadía el espacio abarrotada de papeles, libros de texto,
exámenes o apuntes, entablé conversación con ella. Me buscó y me encontró y a
mí me gustó mucho, por distinta, por inteligente.
Me propuso compartir lecturas y comentarlas y por qué no, dar comienzo a una tertulia literaria que duraría nada menos que quince años y que inauguramos con el libro de Kazuo Ishiguro Never let me go, o lo que es casi lo mismo (ya se sabe que las traducciones son cuestionables) Nunca me abandones. Comentamos el libro en una pastelería que estaba enfrente del instituto y que hoy se ha convertido en una franquicia de ropa. A esa lectura le siguió la de El mundo de ayer, memorias de un europeo de Stefan Zweig, uno de los libros más bellos escritos sobre Europa y sobre cómo fue destruida por dos cataclismos imparables. Y así empezó todo.
Como se aproximaba el verano, quedamos en vernos en septiembre para inaugurar la tertulia literaria que se celebraría en su casa, o lo que es lo mismo, Le petit palais. Tanto Luisa como yo nos encargamos de animar a nuestros amigos y conocidos para que se apuntaran a la misma y creo que empezamos siendo unos seis. En el petit palais había aperitivos exquisitamente elaborados, buen vino y Estrella de Galicia. Comíamos, bebíamos y charlábamos animadamente y nos despedíamos eufóricos y enriquecidos de conocimiento, ahítos de cultura y emoción. Fue una tertulia acogedora y exenta de tendenciosidad política ya que cada uno expresaba lo que la lectura del libro elegido había despertado en él y lo hacía sin prurito académico, pero con convicción. No presumíamos de análisis culto, ni elaborado, nos dejábamos ser a través de lo que las páginas del libro habían evocado en nosotros y aprendimos a conocernos mejor y a respetarnos. En sus mejores momentos pudimos llegar a ser hasta 15 personas. Descubrimos los olores de otros continentes con Voces de la India, con Mi planta de naranja lima, con Conversaciones en la catedral, Kokoro, Quizá en otro lugar, Memorias de África, Tokio Blues, Me llamo rojo; tanteamos la literatura norteamericana con Lucía Berlín, Paul Auster, Philip Roth, Siri Hustverdt, John Williams, John Cheever, Daniel Mendelson, Carson MacCullers, Steiner; nos decepcionamos con la literatura española a menudo, descubrimos a Kallifatides, releímos clásicos europeos como Guerra y paz, La educación sentimental, El extranjero, El primer hombre, El club Pckwickm, Por si algo me ocurriera, Léxico familiar, y descubrimos otros como Amores en fuga, El lugar, Otra vida por vivir, La gran fortuna, pero sobre todo profundizamos en la literatura del Este, tan desconocida para muchos de nosotros. Zweig nos llevó hasta Joseph Roth y de ahí a Adam Zagajewski, a Nadiezhda Mandelstam, a Géva von Cziffra, a Hasek, a Grossman y un largo etc. de autores de los cinco continentes. Algunos tertulianos iban y venían, otros se casaban, se divorciaban, se jubilaban o abandonaban Madrid entre tanto.
Algunos de los tertulianos en el petit palais |
Con José Lasaga, autor de Vida de Hannah Arendt |
La pandemia nos encerró a todos, pero Zoom nos juntó y nos ayudó a sobrellevar el encierro. Sin embargo, nos hirió de muerte, insertó la espada de Damocles en el colectivo y empezamos la andadura mixta, unos conectados desde casa y otros, los menos, desde el petit palais. En marzo de 2024, estertores de agonía previos a la muerte empezaron a escucharse. Era tiempo de cerrar dignamente, de reinventarse.
Yo he decidido, hasta que la tertulia cobre nueva vida, leer por fin los
libros que compré no sé en qué ocasión ni a santo de qué o los que me regalaron
un día y cuya lectura pospuse. Habitan la estantería de casa como los niños en
los orfanatos, a la espera de que alguien deposite sus ojos en ellos, les
tienda la mano y les deje ser en el otro y cobrar vida. Ando enredada con
Kapuscinski y Los viajes de Heródoto que llevaba diez años en espera y
que me está maravillando.
Gracias, gracias, gracias infinitas tertulianos y tertulianas por las
lecturas compartidas.
"El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho". Miguel
de Cervantes.
NATALIA VELASCO
ELIZABETH STARCEVIC
DESCUBRIDORA DE CARMEN DE BURGOS, EN ESPAÑA
LA
PROFESORA NEOYORKINA DEDICA SU LIBRO, EL PRIMERO SOBRE COLOMBINE, AL ATENEO Y A
LA ASOCIACIÓN DE LA PRENSA DE MADRID.
ASUNCIÓN
VALDÉS
En vísperas de las fiestas patronales madrileñas, cuando
la chulapa dirige al hombre bailando el chotis, tuve la suerte de acompañar a Elizabeth
Starcevic, investigadora pionera sobre Carmen de Burgos, en su visita a las
instituciones que gozaron de la extraordinaria doble militancia de Colombine, seudónimo de la insigne intelectual que
quiso dirigir su propia vida más allá de los destinos asignados secularmente a
las mujeres. Por eso, la célebre periodista y escritora del primer tercio del
siglo XX fue ignorada durante décadas tras la censura de su obra y la
persecución post mortem ordenadas por el franquismo.
En España se empezó a conocer lentamente a Colombine gracias
a la profesora emérita del City College de Nueva York. En los años setenta
decidió escribir su tesis doctoral sobre una autora española que confiara en la
fuerza de la palabra para cambiar el mundo y no en la dinamita de las bombas, típica
del anarquismo de la época. La editorial Cajal de Almería, ciudad natal de la
valiente precursora, publicó en 1976 Carmen
de Burgos, defensora de la mujer, semilla para el estudio de la andaluza
universal en decenas de universidades norteamericanas. Casi cinco décadas
después, Starcevic ha donado esta primera obra sobre Colombine a la APM, Asociación
de la Prensa de Madrid: “Es un honor y un placer para mí entregar el primer
libro que se publicó en España sobre la magnífica Carmen de Burgos.” —escribió en
su dedicatoria.
La descubridora de Carmen de Burgos en el archivo de la APM, leyendo la conferencia "La mujer en España", pronunciada por Colombine en la Asociación de la Prensa de Roma en 1906 |
Elizabeth Starcevic y Asunción Valdés en su visita a la APM de Madrid |
Durante el recorrido por la Asociación y el Centro de
Prensa, la doctora en Civilización Hispánica se fijó en el logotipo de la
institución centenaria: dos niños con una pluma intentan desplazar una roca; es
decir, la palabra escrita puede mover montañas. El lema de Colombine
defendiendo la igualdad de oportunidades entre el hombre y la mujer a través de
sus miles de artículos y sus más de cien novelas, fundamentalmente cortas.
Especial satisfacción sintió la escritora norteamericana, al ver publicaciones
de Colombine en la Biblioteca de la APM y al observar las colecciones de diarios
y revistas desde el XIX que le mostró Juan Manuel Nieto,
archivero-bibliotecario. Mis colegas, María Jesús García, en representación de
la Secretaría de Presidencia, y Sergio Valera, director de Comunicación, obsequiaron
a Starcevic con tres ejemplares de algunas de las obras editadas por la
Asociación.
A la salida del palacete, sito en Juan Bravo esquina
Claudio Coello, la turista cultural quiso fotografiarse delante de las placas
en acero corten en las que se lee “Libertad de expresión”, garantizada en el
artículo 20 de la Constitución española y en la Carta de Derechos Humanos de
las Naciones Unidas
EN EL ATENEO
El pasado 13 de mayo, acompañé a la profesora Starcevic a
dedicar asimismo su biografía sobre Colombine a la Biblioteca del Ateneo de
Madrid, institución bicentenaria en la que Carmen de Burgos ingresó en marzo de
1905, un mes después de la primera ateneísta, Emilia Pardo Bazán. Elizabeth fue
recibida por su director de Patrimonio, Alfonso Herrán, y por el presidente y
la vicepresidenta de la Agrupación Carmen de Burgos de la docta casa, Roberto
Cermeño y Mar Abad, respectivamente, agrupación a la que también pertenezco. A
la visita se unió Carmen Ortiz Bru, viuda de Manuel Marín, expresidente del
Congreso de los Diputados, a la espera de ingresar en la citada agrupación.
Elizabeth Starcevic dona su libro Carmen de Burgos, defensora de la mujer, (el primero escrito en España), al Ateneo de Madrid. |
Herrán enseñó el edificio modernista de la calle del
Prado a la ilustre visitante, admiradora de la riqueza patrimonial del Ateneo
construido por los arquitectos Enrique Fort y Luis Landecho: desde la Cátedra
Mayor, salón de actos bellamente ornamentado por Arturo Mélida, por el que han
pasado, entre otros prestigiosos líderes, Madame Curie, Albert Einstein, Ortega
y Gasset, Teresa de Calculta y reyes ateneístas, los últimos, Felipe VI y Doña
Letizia.
Especialmente significativo fue el recorrido por la
Galería de Retratos, en la que, junto a casi doscientos varones, solo hay seis
escritoras, una de ellas, Carmen de Burgos, protagonista de la reciente campaña del Ateneo Las mujeres en su sitio. Para subir al suyo, Colombine esperó muerta 90 años.
En abril de 2023, el Instituto Alicantino de Cultura Juan
Gil-Albert, de la Diputación Provincial de Alicante, publicó mi biografía
colombina REVIVIR, La nueva Carmen de
Burgos, 619 páginas en dos tomos ilustrados. En ellos, acredito a Elizabeth
Starcevic como una de mis principales fuentes directas, junto a miembros de la
familia Naveros Burgos-Pardo de Santayana, descendientes de Carmen.
En 2020, en plena pandemia, localicé en Nueva York a la
profesora Starcevic, hija de emigrante polaco y madre norteamericana. Este año,
del 15 al 25 de mayo, Elizabeth, a sus 81 abriles, ha estado en Almería,
visitando a Emilia Pardo de Santayana, nuera de dos primos hermanos de Carmen
de Burgos, casados en 1904. El hijo de este matrimonio, José Miguel Naveros
Burgos, ya fallecido, y su esposa Emilia, a punto de cumplir 95 años, ayudaron
en los setenta a la joven doctoranda a descubrir a la primera periodista
profesional de España, injustamente olvidada. Emilia y Elizabeth siguen unidas
por la amistad.
Estos días, al despedirse de la capital de España, la
profesora Starcevic me escribió: “Muchas gracias por este programa maravilloso.
Has hecho revivir a Carmen con tu trabajo y energía. Los que aprecian a CdB son
gente tan generosa en tantos aspectos...”.
ASUNCIÓN VALDÉS
Géraldine Schwarz |
LOS
AMNÉSICOS.
GÉRALDINE SCHWARZ, 2019.
LA
HISTORIA, ¿A QUÉ HUELE?
FELIPE
VEGA
Si
fuera por su fecha de publicación, habrían pasado los años suficientes como
para que el libro hubiera sido reconocido como se merece. No he realizado
ningún trabajo de campo y no debo aventurar el resultado, pero si
me fio de unos pocos datos, recogidos al azar, llego a pensar que Géraldine
Swarcharz y su libro continúan en el anonimato entre nosotros. Sin embargo, de Los amnésicos, editada en Francia en
2017, se puede afirmar, sin miedo a exagerar, que se trata de una lectura obligada de nuestro tiempo. Si tenemos
en cuenta su año de publicación, 2019, tal vez hilemos cabos y recordemos que,
pocos meses después de aquella fecha, comenzó una pandemia. LA PANDEMIA… ¿Una
posible explicación? Si fuera así, y dado el contenido del libro, ¡qué ironía
la de la Historia!
Tras
acabar el tiempo de las mascarillas, y después de cinco años largos, comenzamos
a manejar la maldita palabra con un poco de soltura. Eso supondría que hemos
podido atenuar los efectos de algunos sufrimientos, apaciguar la dolorosa
sensación de aquella duración enfermiza del tiempo que nos acosó durante tantos
meses. Nuestras generaciones no han estado nunca tan cerca de la eternidad
vivida en sus propios hogares. Y, no obstante, en muchos aspectos seguimos
comportándonos como los amnésicos de este libro, en un ámbito distinto, pero
también trágico. Vivimos 2020 como si residiéramos en Punxsutawney, el pueblo
de la afamada marmota cinematográfica: repitiendo nuestra cotidianidad un día
tras otro hasta el infinito. Olvidos, recuerdos, traumas, amnesia…
Escrito
por una periodista franco alemana, Los
amnésicos ha sido reconocido en Europa con enorme éxito. Nosotros, ajenos a
los acontecimientos del mundo y
“encerrados con un solo juguete”, como diría Juan Marsé, hemos hecho lo de
costumbre: despreciarlo. Y para colmo, en casos como este tiramos de pobres
justificaciones, que no valdrían ni para los cuentos de los hermanos Grimm,
pero que aquí nos dejan tan a gusto. ¡Bendita ignorancia sobrevenida!
Ese
es parte del tema de esta obra: la supuesta ignorancia moral. En el libro se
aborda la hipocresía consciente, el olvido y una noción de la memoria que tanto
nos gusta manosear hasta vaciarla de contenido. Nunca es un gesto inocente.
¡Pobres historiadores! La observación resulta inevitable: si hablas del pasado
de otros, terminas por regurgitar el dolor que te produce el tuyo, y por esa
razón te escondes y no hablas de ninguno… “Para hacérselo mirar”, como se dice
ahora.
Este
libro, en cambio, aborda los temas peliagudos con sana normalidad, y, para mí, es la gran pregunta: ¿dónde terminan las
memorias y empieza la biografía? ¿Cómo manejar la autocrítica y la historia
personal? Preguntas lanzadas al aire. Géraldine Schwarz recurre a su propia biografía
familiar para realizar un viaje a los infiernos del pasado siglo XX, donde
arden las ilusiones y esperanzas de millones de personas, abrasadas en nombre
de las ideologías de aquel momento… Schwarz habla de su árbol genealógico, del
nazismo, pero el libro va mucho más lejos.
En
la página 230 se repasan, por ejemplo, los pretextos argumentales que han
utilizado, hasta su muerte, testigos y cómplices, en todas las latitudes, para
callar vergonzosos acontecimientos: “Mis padres vivían bajo una dictadura” o
“…para resistirse a las exigencias del partido o proteger a los judíos, había
que ser un héroe…” Frases que salen de
la boca de los familiares de la autora, que es consciente de lo que ello
significa. Lo mejor del libro es la forma en la que explicita que, al fin y al
cabo, solo está describiendo la vida de una familia alemana más, una familia corriente más. Y ese es el
principal motivo de nuestro escalofrío lector.
En
ese aspecto, esta obra y Si esto es un
hombre, el libro de Primo Levi,
comparten conclusiones, dejando al lector desnudo frente a las falsas excusas;
sobre todo cuando provienen de las garras de la hipocresía y del miedo. Los dos
libros carecen de piedad con todas y todos los que intentaron, e intentan, lavarse las manos sin tener en cuenta
que el agua en donde las introducen está llena de barro. Schwarz y Levi no
pueden, ni quieren, hablar en términos de piedad. Existen momentos de la
historia en los que la piedad no es el signo de humanidad que se pretende, sino
justamente lo contrario: una descarada ocasión rendida a la mentira. En muchos
casos, el mayor problema de la conciencia humana es el de su propia ambigüedad,
porque existen demasiados datos, testimonios y hechos históricos que no dejan
espacio para la condescendencia ni la falsificación. De ahí el intenso ruido
que siempre precede a ciertos hechos históricos, con el único propósito de que
no podamos oír nada. Y ahí es donde equidistancia y toda clase de
palabras/artimaña se emplean a fondo para desviar la atención. En lo que tiene
que ver con la Historia, el arrepentimiento no existe, y por eso esta escritora
escribe con una claridad admirable. Es la mejor cualidad del libro. Su
sencillez expositiva (tan difícil de alcanzar, y tan necesaria) va derribando,
una a una, las vallas de esa dañina hipocresía de la que hablo.
Para
terminar, la cita de uno de nuestros historiadores, José Álvarez Junco, que
prologa el libro de Géraldine Schwarz: “La complejidad de la mirada sobre el
pasado, el honesto reconocimiento de todo lo ocurrido, y no solo de lo que
conviene a nuestra tesis o a nuestra propuesta política, y la ecuanimidad, que
nada tiene que ver con simetría o equidistancia, son, en definitiva, las claves
de la bóveda de este libro. Y los principios fundamentales del código ético de
un historiador”.
Si
conocen el libro, ya sabrán que va por ahí. Si lo quieren leer, será un viaje
inolvidable. Se lo aseguro. El libro no contiene muchas fotos, pero está lleno
de imágenes inolvidables. Palabra y fotografía son, algunas veces, la misma
cosa.
FELIPE VEGA
CINCO PINTURAS DE ISABEL QUINTANILLA
AMPARO SERRANO DE HARO
Autorretrato, 1962 |
1.- AUTORRETRATO DE 1962
Quintanilla
no es una pintora que se haya especializado en la figura humana. Sus obras
consisten mayoritariamente en bodegones y paisajes del exterior, pero también,
del interior doméstico. Aquí, sin embargo, nos encontramos que, a los 24 años,
terminados sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes, y casi recién
casada, realiza un autorretrato. De alguna forma este autorretrato marca su
entrada en la edad adulta, pero también, posiblemente, su decisión de ser
pintora. Podríamos pensar que ese autorretrato conmemora un rito de paso, una
transformación inminente, y es posible que sea así. Pero no se ha pintado con
ninguno de los instrumentos de su arte en las manos como fue tradicional en los
autorretratos de pintores desde el Renacimiento hasta nuestros días, es más,
sus manos no se ven, solo su rostro. Con esto ya podemos deducir que no es
alguien de seguir tradiciones, de protegerse en las costumbres aceptadas.
El
suyo es un rostro joven y bello, pero sin adornos, ni coquetería alguna,
llamativamente severo, sobrio, y sin embargo, algo travieso, más parecido al
retrato de un niño que al de una mujer. Está realizado en un blanco y negro muy
medido; un retrato que a pesar de la sonrisa tiene un cierto aire de duelo.
¿Duelo quizás por el padre que pierde temprano, a los tres años, por la
represión franquista en la cruel posguerra de los vencidos? No se presenta como
una pintora, ni como la mujer bella que, sin duda, es. Es más, se diría que sus
facciones se esconden tras una grisalla voluntaria, en un "borrado"
tras el cual se pierden los rasgos más marcados de su rostro. Es como si a
pesar de querer presentarse, a la vez busca mantenerse oculta, discreta, en un
segundo lugar. La grisalla disimula la perspicacia de su mirada profunda y la
sonrisa amplia pero un poco irónica, un poco guasona, que serán sus rasgos
físicos más distintivos hasta el final.
Luego en su camisa estalla el blanco más puro, el blanco de corazón entre las dos mitades oscuras de su chaqueta. Ella misma es una pintora que ama la luz, pero conoce las sombras.
Jardín, 1966 |
2.- JARDÍN (DE LA ACADEMIA EN ROMA) 1966
El marido de la artista, el artista Francisco López había obtenido el prestigioso Premio de la Academia en Roma el mismo año de su matrimonio en 1960, y ambos se trasladan allí. Quintanilla no se había presentado al Premio: no era nada frecuente que se les concediera a las mujeres artistas, ni tampoco que ellas lo solicitasen, ya que, en los años 60, bajo la dominación pacata y patriarcal de la cultura del franquismo, el destino femenino era, y debía ser, casarse. Sin embargo, ella va a vivir el Premio de su marido como propio: trabajando sin pausa, asistiendo a cursos, va a usar esos años para formarse y desarrollar un conocimiento artístico amplio e internacional que en la España de entonces no era posible. Entrará en contacto con otros países y otras disciplinas: filósofos, músicos y cineastas (como Fellini), pero también con las raíces de la cultura grecorromana y la gran tradición de la pintura Renacentista y Barroca italiana. De la admiración de Quintanilla por el mundo clásico es testigo esta obra en la que ella establece un nexo de conexión visual entre un mosaico pompeyano de antes del siglo I d. C. (al que emula) con la realidad del jardín de la Academia (que representa). Elegir la vía de este realismo ambicioso le permite trabajar en dos tiempos históricos distintos, pero íntimamente conectados, el del mundo del pasado y el del presente que ella logra fusionar en su arte. El tiempo, lo perecedero, pero a la vez, eterno, en la naturaleza y en el arte será una de sus constantes preocupaciones plásticas.
Vaso Duralex, 1969 |
En
el corazón del arte de Quintanilla, así como en el de sus compañeros de grupo
está la ambición de re-pensar la pintura realista que en los años sesenta,
cuando empiezan sus carreras profesionales, se considera un camino agotado,
muerto, sin interés, ya que son años de primacía del arte abstracto o
informalista. Empiezan dubitativamente con una especie de realismo mágico:
obras empastadas con tonos apagados y referencias anticuadas que lentamente
todos van abandonando. Especialmente Isabel que muy pronto va descubriendo su
tendencia natural hacia una pintura clara, luminosa, ligera de pincelada. En un
momento dado en los años 70 realiza estos pequeños bodegones con recipientes de
cristal modestos o con vasos Duralex que funcionan como pequeños e improvisados
floreros. otras veces los vasos, filosóficamente, solo
contienen agua, pero siempre son fuente de luz. Los pequeños ramos funcionan
como improvisados momentos de belleza con flores sencillas que parecen provenir
del cercano jardín. La combinación de humildad, belleza y luz nos hace pensar
en algunas muy famosas obras de Zurbarán (como Taza de agua y rosa en un plato
de plata, 1630). Hay algo de vanitas en estas obras que usan la modestia de su
belleza como una apelación a encontrar el arte "entre pucheros" que
decía Santa Teresa, o un arte del "cuarto de atrás" que Carmen Martín
Gaite defendía en sus novelas o testimoniar la pervivencia realista como una
referencia artística no sólo valida, sino también necesaria, moral y
estéticamente.
Bodegón del jamón, 1991 |
4.- BODEGÓN DEL JAMÓN. 1991
Ya en los años 80 y 90 nos encontramos con todavía
mayor claridad en su paleta para unos bodegones que se sitúan frente a unos
fondos blancos inmisericordes. En este caso, como un escenario de baile
flamenco frente al que reposan un jamón, una olla, un bote de aceite, unas
tijeras y sus sombras. Estos bodegones no buscan la belleza, pero si el impacto
visual a través de una definición y nitidez cada vez más agudas. Este
gusto por el detalle les acerca a una especie de hiperrealismo de tono
academicista. Por eso, no es extraño que el hiperrealismo nos recuerde al
barroco, tanto en su efectismo como por el amor al detalle que responde a un
espíritu de desengaño, ante una realidad sentida y desde luego, representada, a
veces, de modo teatral. En este caso, además, no puede uno evitar pensar que la
elección de estos elementos responde a los "tópicos" españoles que
han hecho fortuna en el extranjero: de tierra algo bárbara y primitiva de buen
comer.
En el borde del bodegón reposan unas tijeras, broche final a este drama, elemento que como la olla o la botella de aceite son naturales a la cocina, sí, y que son un toque metálico que contrasta plásticamente con la materialidad de la carne, pero que también pueden servir, llegado el momento, y por parte de la artista, a querer romper con esa visión simplista de la identidad española.
Lavabo del Colegio Santa María, 1968 |
5.- LAVABO DEL
COLEGIO SANTA MARÍA.1968
El realismo de Quintanilla va a ser
una búsqueda más allá de la fotografía. Aunque la imagen se presente con
lo que parece una gran objetividad, la artista introduce tanto en la nueva
iconografía que ella descubre y explora (una temática de la ausencia, de
visibilizar lo desapercibido, la belleza inesperada) como en su técnica (un
dibujo preciso e incisivo, una sabiduría lumínica que se demuestra en la
sutileza con la que juega con los tonos y semitonos, en la búsqueda del matiz)
expresar rincones oscuros de la visión y del sentimiento.
Cuando pinta este lavabo del
Colegio Santa María, un año después del famoso lavabo de Antonio López, nos
viene a la mente la dimensión de un espacio vacío que todavía parece resonar
con los pasos y las voces de los niños que lo ocupan diariamente. En ese baño
grande y blanco, el lavabo y el estrecho radiador nos indican el tamaño
reducido que suelen tener sus ocupantes. Si el lavabo de López es una especie
de autorretrato individual, el de Quintanilla es el retrato social de un
momento en el tiempo: la infancia, sin ninguno de los tópicos con los que se
suele presentar. El colegio es ese lugar en que aprendemos geometría, es decir
las reglas, pero no solo del cálculo matemático, sino también el del
comportamiento en sociedad. La impersonalidad de las áreas comunales, la
intimidación que suponen sus espacios demasiado grandes, blancos y fríos, es
algo que queda grabado en todos nosotros y que la sabiduría pictórica de
Quintanilla nos brinda con el escalofrío de un recuerdo olvidado.
AMPARO SERRANO DE HARO
ANA CARO DE MALLÉN
(1590-1646)
MARÍA LUISA
MAILLARD
La
figura de Ana Caro de Mallén, dramaturga del Barroco español, tiene importantes
lagunas en su biografía, como es habitual en la de tantas mujeres señeras de la
época. La biografía de las mujeres no fue considerada digna de acompañar a la
de los hombres en el olimpo de la fama. Sin embargo, Ana Caro de Mallén fue una
figura célebre en su época. Elaboró una copiosa obra literaria de la que sólo
una pequeña parte ha llegado hasta nosotros, tal vez porque, según algunos
investigadores, murió de la peste que asoló Sevilla en 1649 y todas sus
pertenencias fueran libradas al fuego.
Los
escasos datos que poseemos provienen de la labor investigadora de Manuel
Serrano y Sanz, autor de los dos volúmenes de “Apuntes para una Biblioteca de
Autoras Españolas (1401-1833), publicados en 1903; y de la más actual
investigación de Juana Escabias, dramaturga y profesora de la Escuela de Arte
Dramático del Ayuntamiento de Madrid, que ha editado en Cátedra en junio 1923 Teatro Completo de Ana Caro de Mallén.
Estos
datos, sin embargo, nos sirven, no sólo para acercarnos a su figura; sino a
algunos acontecimientos no suficientemente conocidos del Barroco español. El
primer dato biográfico que poseemos es el de su Partida de bautismo el 6 de
octubre de 1601 en la Parroquia de Sagrario Catedral en Sevilla. Es un
documento que ya despierta nuestro interés porque especifica que la niña,
adulta para la época —que se establecía entre los diez y diez años y medio—,
era “esclava de Gabriel Mallén”, el padre que la adoptó.
¿Adoptaban
los nobles esclavos en el Barroco español y les daban su apellido? No era algo
extraño en las leyes. La adopción, heredera del Derecho Romano, se encuentra en
el Código de las Siete Partidas de Alfonso X, el Sabio; aunque tal vez sí en la
práctica, ya que hay pocos datos de ello. En el caso que nos ocupa, la adopción
fue potenciada por la Corona española, para afrontar un grave problema social:
el de los niños y niñas esclavizados, a raíz de la rebelión de los moriscos
(1568-1571), cuya derrota y posterior expulsión en 1609, dejó multitud de niños
en las calles, vendidos como esclavos. Esos niños eran hijos de padres en su
mayoría cristianos —mudéjares— y, por tanto, estaba prohibida su esclavitud. La
Corona optó por promover el prohijamiento de esos niños por cristianos viejos
para su cristianización. Ese debió de ser el caso de la niña Ana Caro,
probablemente hija de alguna esclava morisca que servía a la familia.
Los
padres adoptivos de Ana Caro de Mallén fueron Gabriel Caro de Mallén, sevillano
de origen y procurador de la Real Audiencia de Granada, un cargo directamente
ligado a la Corona; y la granadina Ana María de Torres y Rodríguez de Aguilar,
que falleció en fecha temprana. Realizaron la adopción después de bautizar en 1600 a su
primer hijo, Juan, ya que era un requisito para ello, el tener ya
descendencia. La niña debió de recibir una esmerada educación, habida cuenta de
su dominio de la versificación —de forma especial de la silva andaluza
cultivada por Góngora—, y de las múltiples referencias en sus obras a los
clásicos, la historia y la mitología. Es probable que su padre, potenciara su
talento, ante la dificultad de que contrajese un matrimonio ventajoso para la
época, dado su origen; pero parece ser que, en la época, estaba abierto para
las mujeres, no sólo el camino del convento; sino el de Las Letras.
En
1625 la familia se traslada a Sevilla, donde Ana Caro desarrollará su carrera
literaria con gran éxito, apoyada por su hermano mayor, protegido del Conde
Duque de Olivares. Frecuenta la Academia del Conde de la Torre, sita en la casa
de los Duques de Sidonia, donde bate sus primeras armas. En 1628 se presenta
públicamente con una Relación — poema celebrando un acontecimiento digno de
loa— en homenaje a los misioneros asesinados en Japón, en el contexto de las
fiestas en el convento de Nuestro Padre San Francisco.
De
su copiosa producción posterior, se conservan dos comedias — El Conde Partinuplés y Valor, agravio y mujer; un coloquio
sacramental —“Coloquio entre dos” en las Fiestas del Corpus de 1645 y cinco
poemas, uno de ellos “Décimas a Doña María de Zayas y Sotomayor” con motivo de
la publicación de su primer libro Novelas
amorosas y ejemplares en 1638; y un poema laudatorio en 1637 “Contexto de
las Reales Fiestas Madrileñas del Buen Retiro”, con ocasión de la coronación
del primo de Felipe IV, Fernando de Hungría como “Rey de los romanos”.
Ana
Caro de Mallén fue quizá una de las primeras mujeres profesionales de la pluma
que cobró por sus obras. Sabemos por los investigadores que cobró 1.100 reales
del Ayuntamiento de Madrid por su participación en las reales Fiestas
Madrileñas del Buen Retiro; y también del Ayuntamiento de Sevilla por su auto
“Coloquio entre dos y que también lo hizo por sus obras dramáticas. Recibió
encargos remunerados y tuvo acceso a los circuitos de impresión, distribución y
representación.
Fue
reconocida en su época por autores como Luis Vélez de Guevara, quien la cita en
El diablo cojuelo; Castillo de
Solórzano, en su novela La Garduña de
Sevilla; y María de Zayas, novelista de éxito, con la que trabó amistad
durante su estancia en la Corte. De la celebridad que gozó en su época y en su
ciudad natal da cuenta su entierro el 6 de noviembre de 1646 en la parroquia de
la Magdalena que fue uno de los más costosos de la época, con dobles de campana
y escolta del féretro por religiosos con capa y portadores de cirios.
Quiero
sumarme con este recordatorio a la labor, llevada a cabo por los investigadores
desde los años 90, para recuperar la figura femenina española más importante de
nuestro teatro clásico.
MARÍA LUISA MAILLARD
UNA ESTUPENDA OPORTUNIDAD
PARA VISITAR SAN LORENZO DE EL
ESCORIAL
La
historia transcurre en Italia durante 1946 y nos narra la situación de las
mujeres en aquella sociedad. El foco se pone en la Delia (magnífica actuación
de la actriz Paola Cortellesi que es, también, coguionista y directora de esta
película), casada con un energúmeno que la utiliza como si fuera un felpudo.
Delia se pasa el día trabajando para llevar algo de dinero a su casa, cuidando
de su familia y recibiendo desprecios y palizas de su marido. Durante toda la
narración, se respira el machismo existente en una sociedad en la que la mujer es
considerada poco más que una mula de carga: “Eres mía, solo mía”, le dice el
joven novio a la hija de Delia. Las mujeres son meros objetos posesión del
varón. Ellos controlan todos sus actos, desde el largo de su falda hasta sus
amistades, lugares de trabajo y dinero. En aquellos años, las mujeres no tenían
en Italia derecho a votar y estaban a merced del capricho y humor de sus
maridos, novios o padres.
Lo
que nos cuenta la directora no es novedoso, pero sí su forma de contarlo.
Utiliza el blanco y negro que nos recuerda al cine neorrealista italiano y un
sentido del humor que nos retrotrae, al cine mudo. Hay que reconocer la
originalidad formal de su directora. Supongo que es una manera de aligerar el
terrible drama que sufrían las mujeres de aquella época sin quitarle peso
dramático a lo que nos cuenta. Mientras vemos la película, nos parece rara esta
forma de narrar lo trágico. Pero tras salir del cine y dejar reposar lo visto, entendemos
la hondura de la historia. No quiso la directora banalizarla, solo narrarla de
otra manera quitándole tintes sensibleros y convirtiéndola en una tragicomedia.
Fue una idea excelente. Sin embargo, me pareció que el suspense creado en el
tramo final era tramposo, rebuscado e innecesario.
Es
una buena película que nos sirve para pensar en lo que las mujeres hemos
avanzado y lo que nos queda por delante. No hay más que mirar las estadistas
para ver que las mujeres siguen muriendo a manos de sus parejas, que las denuncias
por maltrato siguen existiendo y que las diferencias salariales entre hombres y
mujeres por un mismo trabajo continúan. Y es, también, un recordatorio: no se
puede dar ni un paso atrás.
ISABEL BANDRÉS
https://www.youtube.com/watch?v=r6ja0aFaMOI
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